jueves, 9 de mayo de 2013

LECCION 41 DEL TAO: EL TAO NUTRE Y COMPLETA TODAS LAS COSAS

LECCIÓN 41 DEL TAO:
EL TAO NUTRE Y COMPLETA TODAS LAS COSAS



ÓSCAR ROBLES



         En la doctrina del Tao y en la filosofía Zen, se habla a veces de un “sendero” o “camino” para lograr la “iluminación” y la armonía espiritual, mediante disciplinados ejercicios de meditación y reflexión sobre el mundo. Precisamente, el capítulo 41 trata en su segunda estrofa el importante tema del “sendero” para llegar al Tao. Además, esta lección o poema expone las variadas opiniones de diversos seres humanos en torno al inapresable, ubicuo e intemporal Tao. Como conclusión, la estrofa final de este capítulo establece las cualidades nutricias y armónicas del Tao con respecto a todas las cosas del mundo. En total, el capítulo 41 se compone de tres estrofas: La primera posee ocho versos; la segunda, once; y la tercera, dos. Especialmente, estos dos versos finales compendian el sentido más importante de toda la lección. 
         En primer término, Lao-tzu detalla en la primera estrofa las actitudes de tres tipos de seres humanos frente a la doctrina del Tao: El superior, el común y el tonto. Así pues, el filósofo oriental afirma que cuando un ser humano[1] superior escucha algo del Tao, él / ella inmediatamente comienza a encarnarlo (41). En cambio, el filósofo chino señala que cuando un ser humano promedio oye del Tao, él / ella cree la mitad y duda la mitad de lo que oye (41). Cuando un ser humano tonto escucha algo del Tao, él / ella se ríe a carcajadas, sostiene el pensador oriental (41). El autor del Tao concluye con esta idea: Si el tonto no se rio, eso que escuchó no sería del Tao (41).
         En segundo lugar, la estrofa siguiente caracteriza la complejidad del “sendero” del Tao y enumera las aparentes dificultades para percibir las diversas virtudes desde adentro de ese gran “sendero” de aprendizaje, iluminación y sabiduría. De este modo, argumenta Lao-tzu, se dice: El sendero hacia la luz parece oscuro, el sendero que avanza hacia adelante parece regresarse, el sendero directo parece largo, el verdadero poder parece débil, la pureza verdadera parece sin lustre, la firmeza parece cambiable, la claridad verdadera parece oscura, el más grande arte parece sin sofisticación, el más grande amor parece indiferente, la más grande sabiduría parece pueril (41).
En una nota sobre el capítulo 41, el traductor Mitchell explica el hondo sentido del penúltimo verso “el más grande amor parece indiferente”. Sobre este punto, afirma que “a good father loves all his children equally, whether they turn out to be thieves or carpenters or messiahs” (Notes 111). Asimismo, Mitchell asocia la idea taoísta con ideas cristianas y cita el caso de Jesucristo como máxima prueba de amor en la historia de la humanidad y el papel de Dios para amar por igual a justos y a pecadores. Jesús de Nazareth dijo: “Love your enemies (i.e., treat them with generosity and compassion), so that you may be children of your father in heaven: for he makes his sun rise on the evil and on the good, and sends his rain on the just and on the unjust” (111-112).
En particular, tres grandes símbolos —“el sendero”, “la luz” y “oscuro” —aportan una fina belleza literaria y una gran profundidad metafísica a la disciplina espiritual del Tao en la segunda estrofa. Primeramente, “el sendero” es la constante práctica de la reflexión, de la compasión y de la sabiduría bajo la doctrina del Tao. En segundo lugar, “la luz” puede ser el conjunto de emociones positivas y la sabiduría logradas bajo la enseñanza-aprendizaje del Tao. En tercer lugar,  “oscuro” puede connotar todas las emociones negativas generadas en algunas etapas de la vida, es decir, dentro de “el sendero” hacia el Tao.
         Al final del capítulo 41, el autor del Tao Te King concluye con una paradoja sobre la ubicuidad del Tao y con las grandes y eternas funciones del Tao en la vida humana. El contemporáneo de Confucio dice que el Tao no está en ninguna parte para ser encontrado y que todavía nutre y completa todas las cosas (41).
         De esta manera, esta importante lección 41 se concentra en la diversa percepción humana sobre la autenticidad del Tao; en las grandes dificultades para percibir con claridad y positivismo las virtudes humanas —el poder, la pureza, la firmeza, la claridad, el arte, el amor y la sabiduría— ; y, finalmente, en el papel nutricio y armónico del Tao en el mundo.
En suma, la doctrina del Tao es una disciplina compleja, laboriosa y larga, pero al final de cuentas es una filosofía que permite entender la dinámica del mundo para lograr la armonía interior y la auténtica felicidad humana.
La verdadera felicidad se logra mediante una constante y disciplinada actitud mental y espiritual ante la vida en cualquier situación, en cualquier geografía y en cualquier época histórica.




Obras citadas
Lao-tzu. Tao Te Ching. Trad. Stephen Mitchell. New York: Harper
Perennial, 1992.
Mitchell, Stephen. Tao Te Ching. By Lao-tzu. Trad. Stephen Mitchell. New York: Harper Perennial, 1992. 89-128.



[1] La versión en inglés de Mitchell usa la palabra “man” / “hombre” y los pronombres masculinos en tercera persona de singular. En la presente traducción al español, se utilizan “ser humano” y los pronombres masculinos y femeninos de la tercera persona de singular, para fortalecer la categoría de sexo-género y ampliar la visión de la humanidad.

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