lunes, 27 de noviembre de 2017

HECTOR ESPINO Y OTROS DIEZ GRANDES BEISBOLISTAS PROFESIONALES DE CHIHUAHUA

HÉCTOR ESPINO Y OTROS DIEZ  GRANDES BEISBOLISTAS PROFESIONALES DE CHIHUAHUA



ÓSCAR ROBLES



Héctor “El Niño” Espino es el mejor beisbolista chihuahuense de toda la historia del beisbol profesional en México. En su carrera de más de dos décadas, atesoró trece coronas de bateo, seis títulos de cuadrangulares y seis premios al Jugador Más Valioso en las ligas profesionales mexicanas y participó en seis series del Caribe, donde obtuvo el Premio al Jugador Más Valioso en 1974 y 1976 (“Héctor”). Fue conocido como “El Supermán” y “The Mexican Babe Ruth” por sus grandes marcas y hazañas en el beisbol profesional mexicano. ¿Qué otros peloteros chihuahuenses pueden ser considerados entre los mejores del beisbol profesional, al lado de Espino? He aquí una lista de once grandes beisbolistas nacidos en el Estado Grande.


HECTOR ESPINO CON EL UNIFORME DE LOS SULTANES DE MONTERREY DE LA LIGA MEXICANA DE VERANO


1. HÉCTOR ESPINO GONZÁLEZ (1939-1997) nació en la ciudad de Chihuahua y su familia era de la Colonia Dale, la cual está situada al sur de dicha población. En veinticuatro años de carrera profesional, Espino acumuló 2388 juegos, 8205 oportunidades al bate, 1505 carreras anotadas, 2752 hits, 373 dobles, 45 triples, 453 cuadrangulares, 1573 carreras impulsadas, 54 bases robadas y un porcentaje de bateo de .335 (“Héctor”). Jugó las posiciones de jardinero y primera base. En especial, el estado de beisbol de Hermosillo (Sonora) lleva su nombre en honor a este gran pelotero, desde 1976 a la fecha. 
       Fue miembro de los Sultanes de Monterrey y los Alijadores de Tampico en la Liga Mexicana de Beisbol (verano) durante la década de los sesenta y los setenta y de los Naranjeros de Hermosillo en la Liga Mexicana del Pacifico (invierno) durante los setenta, entre otros clubes. Desde 1988, Espino forma parte del Salón de la Fama del Beisbol Mexicano y desde 1996 integra el Salón de la Fama del Beisbol del Caribe (“Héctor”). También, se exhibe una estatua en su honor en la Ciudad Deportiva de Chihuahua capital, justo frente al estadio Manuel R. Almanza, donde miles de fanáticos chihuahuenses lo vieron jugar en la primera base de los Alijadores de Tampico cuando enfrentaban a los locales Dorados de Chihuahua de la Liga Mexicana de Beisbol, durante los setenta.  


HECTOR ESPINO JUGO CON EL EQUIIPO PROFESIONAL DE LOS DORADOS DE CHIHUAHUA DE LA LIGA NACIONAL EN 1959. ES EL ULTIMO A LA DERECHA ENTRE LOS PELOTEROS QUE ESTAN HINCADOS.


2. MARCOS VALDEZ CARRASCO "BUGARINI" (1906-1997). Fue originario de Julimes, una poblacion cercana a la capital del Estado de Chihuaua. Como un gran lanzador, jugó la pelota caliente con los Azules de Veracruz y los Industriales de Monterrey.


MARCOS VALDEZ CARRASCO "BUGARINI" SE ENCUENTRA EN EL SALON DE LA FAMA DEL DEPORTE CHIHUAHUENSE (FOTO AL CENTRO CON EL UNIFORME QUE LLEVA LAS PALABRAS "CARTA BLANCA" EN EL PECHO).


3. MARIO “MANOS DE SEDA” MENDOZA AIZPURU (1950—). Nació en la ciudad de Chihuahua y su familia era de la famosa Colonia de Santo Niño, situada al norte de dicha población. Se desempeñó como tercera base y parador en corto. Vistió la casaca de los Mayos de Navojoa (Liga Mexicana del Pacífico) y, sobre todo, fue un destacado miembro de los Piratas de Pittsburgh, los Marineros de Seattle y los Rangers de Texas en las Ligas Mayores, entre 1974-1982. 

4. JOSÉ “EL PELUCHE” PEÑA GUTIÉRREZ (1942—) Nativo de Ciudad Juárez, fue un lanzador derecho. Formó parte de los Cañeros de los Mochis (Liga Mexicana del Pacifico) y los Indios de Ciudad Juárez (Liga Mexicana de Beisbol). Vistió la casaca de los Rojos de Cincinnati y los Dodgers de Los Ángeles en las Ligas Mayores, entre 1969 y 1972.

5. EDUARDO ERNESTO “EL PECAS” ACOSTA LÓPEZ (1950-2006). Nació en la ciudad de Chihuahua. Como lanzador derecho, fue miembro de los Tigres de México, los Saraperos de Saltillo, los Diablos Rojos del México y los Dorados de Chihuahua (Liga Mexicana de Beisbol) y perteneció a los Naranjeros de Hermosillo, los Venados de Mazatlán y los Yaquis de Ciudad Obregón (Liga Mexicana del Pacífico), entre otros clubes.

6. GUADALUPE “LUPE” CHÁVEZ BAEZA. Fue originario de San Francisco del Oro, una ciudad minera ubicada al sur del Estado de Chihuahua. Participó como parador en corto con los Sultanes de Monterrey y fue campeón nacional con los Saraperos de Saltillo (Liga Mexicana de Beisbol), durante la década de los setenta.

7. JOSÉ FRANCISCO “PACO” CHÁVEZ BAEZA. Nació en San Francisco del Oro y es hermano de Lupe y Juan de Dios Chávez. Jugó como segunda base y parador en corto. Fue pelotero activo con los Algodoneros del Unión Laguna (Liga Mexicana de Beisbol) y los Yaquis de Ciudad de Obregón y los Naranjeros de Hermosillo (Liga Mexicana del Pacífico), durante la década de los setenta. Especialmente, ganó la primera Serie del Caribe para México en 1976 con los Naranjeros de Hermosillo, teniendo como compañeros a los chihuahuenses Eduardo Acosta y Héctor Espino.

8. JUAN DE DIOS CHÁVEZ BAEZA. Vio la luz primera en San Francisco del Oro y es hermano de Lupe y Paco Chávez. Fue un destacado parador en corto. Vistió los uniformes de los Pericos de Puebla y los Leones de Yucatán, durante la década de los setenta y los ochenta, entre otros clubes.

9. JUAN CARLOS ACEVEDO (1970—). Fue un pítcher derecho nativo de Ciudad Juárez. Jugó en las Ligas Mayores para los Cardenales de San Luis, los Tigres de Detroit, los Cerveceros de Milwaukee, los Rockies de Colorado y los Yanquis de Nueva York, entre 1995 y 2003.

10. LUIS RIVERA GUTIÉRREZ (1978—). Es originario de la ciudad de Chihuahua. Se desempeñó como un pítcher derecho y jugó para los Bravos de Atlanta y los Orioles de Baltimore en Ligas Mayores, durante la temporada regular de 2000. Fue miembro de los Dorados de Chihuahua durante algunas temporadas de la primera decada del siglo XXI.

11. EVERARDO “EVER” MAGALLANES ESPINOSA (1965—). Nació en El Saúz, muy cerca de la ciudad de Chihuahua. Fue un parador en corto y estuvo como pelotero activo con los Indios de Cleveland de la Gran Carpa, durante la temporada de 1991.

     Otro destacado pelotero chihuahuense fue el camarguense Arturo Rey Valles, quien fue receptor con los Alijadores de Tampico (Liga Mexicana de Beisbol), durante la década de los setenta.
El beisbol amateur es muy importante en Chihuahua y su torneo estatal es considerado como uno de los mejores de México. Sin embargo, el beisbol profesional también cuenta con destacadas estrellas del Estado Grande. Por ello, es importante recordar a los grandes peloteros del beisbol profesional de dicha entidad del norte del país. Incluso, cinco de ellos participaron en clubes de las Ligas Mayores de Beisbol de los Estados Unidos. Estos jugadores fueron José Peña, Mario Mendoza, Juan Acevedo, Luis Rivera y Ever Magallanes.
Entre todos los chihuahuenses, el más grande pelotero ha sido Héctor Espino hasta ahora. Sin embargo, este jugador nunca participó en algún club profesional de las Ligas Mayores durante una temporada oficial y rechazo ofertas de varios equipos de la Gran Carpa.



HECTOR ESPINO ES EL MAS GRANDE PELOTERO CHIHUAHUENSE DE LA HISTORIA Y UNO DE LOS MEJORES DEL BEISBOL PROFESIONAL MEXICANO


En suma, estos once peloteros estrellas chihuahuenses han hecho vibrar a los fanáticos de su estado natal con sus jugadas, marcas y hazañas deportivas y han dado lustre al Estado de Chihuahua. Sin embargo, cada fanático y experto en beisbol tiene su propia opinión en torno a este tema de los grandes beisbolistas profesionales de Chihuahua en toda la historia.
Los gentiles lectores pueden leer en el presente Blog el artículo “Los mejores beisbolistas chihuahuenses en ligas profesionales”, el cual fue publicado el domingo 6 de abril de 2014.



Obras citadas
“Héctor Espino.” Wikipedia. The Free Encyclopedia.  9 November 2017. The
Wikimedia Foundation, Inc. 27 November 2017. <https://en.wikipedia.org/wiki/H%C3%A9ctor_Espino>.



martes, 7 de noviembre de 2017

PARVADA VERDE

PARVADA VERDE



ÓSCAR ROBLES




          Llegaron como suave brisa, como lluvia de voces. Se mecían entre las ramas del parque. Cantaban. Jugaban.
Volaban de rama en rama justo arriba de mi banca metálica y dura. Parecía que navegaban entre oleajes de mar, con el cielo claro de fondo, sacudidos mágicamente por el viento de febrero, viento de lunes, viento de invierno.
          Eran puros relámpagos de luz nueva, corazones verdes, retozones niños, amigos del aire y los árboles. Jugaban en su jardín imaginario de arriba, entre ramas desnudas.
Sus cuerpecillos de seda, sus voces, sus almas breves iluminaron mi mañana solitaria bajo la escasa sombra del parque, como un regalo dibujado por Dios.
          Llegaron con su paz única, su verde y tersa belleza, con su agua de plumas flotando en el viento, nadando como peces entre corales. Se veían como joyas delicadas y como frutos entre las ramas. Se contorsionaban como cirqueros, se divertian como ángeles traviesos y hablantines.
         Me hicieron un concierto en mi desconcierto de febrero con música y teatro y jugaban como titerillos en las ramas, payasitos divertidos.
Me hicieron feliz en ese parque de mañana en medio del seco invierno de la ciudad de Chihuahua, volando entre las ramas sin hojas y sus delicadas plumas le dieron lujo verde y vivo a la tarde muerta con sus voces dulces y juguetonas y trazaron pinturillas simples en el lienzo azul del cielo. 
    Fueron espectáculo de circo y alegría volante esos niños cotorros, los niños pericos. Volaban con su pasto de plumas suaves, posándose como hojas efímeras entre las ramas secas, iluminando con su follaje el cielo y los árboles, apareciendo como mágicas hadas de natura, como presencia insusitada del invierno.
          En tan solo unos minutos, esas avecillas divinas fueron inquieta belleza verde en la gris tarde del céntrico y añejo Parque Infantil, que se volvió niño de pronto, como yo, por tan solo unos minutos. Tal vez anunciaban la delgada primavera a vuelta de mes, bajo el frío de febrero.

Y esos tiernos periquillos del viento me dejaron estos racimos de palabras en mi corazón helado y melancólico. 

jueves, 2 de noviembre de 2017

LA MUESTRA "LAS RAICES DE LA VIDA Y LA MUERTE" DE MIGUEL VALVERDE: ENTRE LA TRADICION Y LA CONTEMPORANEO

LA MUESTRA “LAS RAÍCES DE LA VIDA Y LA MUERTE” DE MIGUEL VALVERDE: ENTRE LA TRADICIÓN Y LO CONTEMPORÁNEO



ÓSCAR ROBLES



  El chihuahuense Miguel Valverde es un audaz explorador artístico. Ha descubierto nuevas vetas de la pintura mural, de caballete y del dibujo en el siglo XXI. Iluminó con sus colores la vida familiar y laboral de los menonitas con sus tractores y escenas campestres propias del paisaje de Chihuahua, durante la primera década de este siglo; realzó el papel de la ciencia en la vida humana en murales de las facultades de medicina del Estado Grande en la segunda década del mismo siglo; y mitificó las figuras de la lucha libre mexicana con sus simbólicas máscaras, sus llaves y sus rings en mural pintado en la Arena México de la capital del país, entre otros descubrimientos y recreaciones en su tarea de pintor joven. En especial, reconfiguró nuevas imágenes de la vida y la muerte entre la tradición y lo contemporáneo en una muestra de finales de 2015 y principios de 2016 en la ciudad de Chihuahua.
Dentro de esta última presentación sobre la vida y la muerte, expuso treinta y siete obras artísticas. El nombre de esta exhibición: “Las raíces de la vida y la muerte”. Lugar: Museo Casa Chihuahua. Fechas: Del veintiséis de noviembre de 2015 al ocho de febrero de 2016. Esta importante muestra constó de óleos, acrílicos, un fresco, un grabado lumínico y diversos dibujos trazados con tinta, marcador, lápices de colores y sharple. Todas estas obras giran en torno a la vida y la muerte como temas centrales y a la naturaleza como símbolo de vida como tema secundario. Todas estas obras fueron plasmadas con un estilo original y audaz que incluye elementos tradicionales de la mexicanidad (esqueletos, calaveras, danzas folclóricas, instrumentos musicales, demonios y vestimentas indígenas y mestizas) e introduce algunos elementos contemporáneos (luchadores, máscaras, autos modernos y tractores).


CARTEL DE PRESENTACION DE LA MUESTRA "LAS RAICES DE LA VIDA Y LA MUERTE" DE MIGUEL VALVERDE EN EL MUSEO CASA CHIHUAHUA


          He aquí una descripción sencilla de todas estas obras, una semblanza biográfica y algunas notas del análisis de Jorge Meléndez.


I LA VIDA Y LA MUERTE: VITALISMO, HUMOR Y DEMONISMO


1. “MAGMASÚCHIL [1.30 X 1.10 metros, acrílico sobre tela, 2015]. En el cuadro, un volcán multicolor explota un fuego de llamas naranjas y moradas que ocupa la parte superior del cuadro y derrama gotas naranjas sobre un fondo azul rey y azul claro. Justo en la boca del volcán, dos flores naranjas son los huecos de una calavera que muestra el hueco nasal en color ojo y los dientes blancos. El volcán se tiñe de verdes, naranjas y mates, todos diseminados en el espacio natural en forma de gajos. Justo atrás de esta escena, las colinas “violetean” con singular belleza dentro de una escena mortuoria fantástica como una secuencia de cine de terror y desastres naturales.
          Vida y muerte se mezclan en esta original visión fantástica y fantasmagórica. A pesar de la presencia de la muerte en forma de calavera, el artista privilegia la belleza floral y los colores vivos y luminosos que emanan más vida que muerte. Ante todo, la obra sugiere la presencia de la muerte, simbólicamente, en la entraña profunda del estallido del volcán que, a su vez, representa el dinamismo y la fuerza de la naturaleza. Entonces, pueden verse todas las figuras ígneas, florales y mortuorias como una singular alegoría que explica el origen de la muerte dentro de la vida misma. Entonces, vida y muerte son dos entidades conectadas por “raíces” de fuego. En especial, la vida misma es movimiento y fuerza de volcán, impulso de la bronca naturaleza. Particularmente, el detalle del dibujo de las flores y su alegre y luminoso colorido destacan sobre el resto de los colores planos como dibujos coloridos. Esencialmente, el original y creativo título del cuadro entraña la imagen del volcán o fuente de magma o lava como creadora de imágenes bellas y vitales. En tanto, “súchil” es una forma dialectal de México con origen desconocido y funciona tal vez como un sufijo que señala el nombre propio de un lugar o topónimo. Tal vez este sufijo o sustantivo yuxtapuesto se refiera a la expresión “súshil” o “xóchitl” (“flor”). De cualquier forma, el título del cuadro denota un tanto de humor. Acaso, este cuadro representa al mismo artista como fuente de vitalismo creador y de muerte al mismo tiempo. Pintura y lenguaje se conjugan con imaginación fantástica y los colores tan vivos señalan la preferencia de la vida por parte del pintor Valverde.

2. “CATRINA” [1.81 X 1.41 metros, acrílico sobre tela, 2015]. Es una gran recreación hiperbólica del famoso grabado en blanco y negro de “La Calavera Catrina” (190-1913), obra creada por el ilustrador y cartonista mexicano José Guadalupe Posada (1852-1913).[1] En el cuadro de Valverde, una calavera colorida, dientona y ojona es el centro del lienzo: Huesos blanco-amarillos, hueco nasal rojo, cuencas de ojos matizados con vitalistas colores verde mar y rosado. La calaca está cubierta de un manto de hilos de abundantes colores negros, violetas y amarillos que dejan entrever el rostro de la calavera, cuyo cuerpo completo no se mira, como en el grabado de Posada. Rodea a la calavera un aura morada que simula el rostro humano. Justo arriba de ella, se observan tres graciosas calaveritas, trazadas justo en la frente ósea de La Catrina de Valverde, como una forma de hiperbolizar a la muerte a partir de la imagen original del grabador mexicano. En especial, dos de estas calaveritas son violetas y la del centro es de color blanco-amarillo. Asimismo, las cuencas y huecos de nariz y boca de estas tres calaveritas están pintados con matices de rico rojo oscuro. En tanto, la tráquea de la gran calavera mayor surge de unos alargados pétalos plasmados en vívidos colores azul rey, verde mar, violeta y morado. En realidad, estos pétalos forman parte de flores que lucen como fuego vivo y creador. Particularmente, un gracioso y vivaz esqueletito blanco-amarillo se abraza picarescamente a la tráquea de la gran calavera, bajo una perspectiva original, exagerada y humorística del pintor Valverde. Finalmente, una cabellera extraña rodea la frente de la gran calavera central del cuadro, con los cabellos pintados en bellos colores rosa, naranja y aguamar.
      El conjunto de las imágenes de este cuadro revela una visión siniestra, grotesca, hiperbólica y fantástica de la muerte universal y, sobre todo, de la muerte mexicana fundada y sublimada por Posadas, desde la imaginación creativa y recreativa y contemporánea de Valverde. Así, La Catrina de Valverde es captada en extremo acercamiento o close up al rostro y cuello óseos, como en el grabado de Posada, pero con una visión más cinematográfica y detallista del personaje reinventado. Esencialmente, el pintor chihuahuense construye la silueta ósea de esta calavera con delicado trazo y acentúa un colorido vivo y alegre bajo la malla oscura del manto o sombrero femenino de la calaca elegante y fina de la clase alta aristocrática mexicana de principios del siglo XX. En tanto, la original aglutinación de las tres calaveritas y el pintoresco esqueletito niño trepado a la tráquea denotan humor, juego y ternura. Por ello, el esqueletito parece un cirquero o contorsionista, dentro de una extrema fantasía contemporánea. En particular, este personaje tan sonriente y pequeño parece agarrado de un tronco de árbol y proyecta gran humor, fantasía, picardía y exageración. De este modo, el estilo artístico de Valverde parece influido por el cine estadounidense contemporáneo de horror y humor, especialmente por la cinta Beetlejuice del norteamericano Tim Burton. En resumen, este cuadro traza una brillante visión de ultratumba que dialoga con la risueña, elegante y blanquinegra La Calavera Catrina de Posada. A la vez, esta pintura procrea una visión personal de la muerte en el siglo XXI: El juego macabro e hiperbólico de los esqueletos y calaveras plasmado con colores vivos y acciones graciosas. Esencialmente, sobresale la magia y precisión del dibujo de Valverde. Es una de las mejores obras de la exposición del Museo Casa Chihuahua.

3. “MERCADO MÉXICO [1.60 x 1.20 metros, óleo sobre tela, 2015]. En el cuadro, se describe un absurdo banquete o mercado macabro y grotesco con esqueletos y calaveras mezclados con una profusión de coloridas, sabrosas y sensuales frutas, verduras y carnes. Al centro, un gran esqueleto blanco con cuencas rosadas sujeta un pollo muerto y pelado con la mano derecha. Justo atrás de este personaje, se observa a una calavera amarilla con huecos negros. Otro esqueleto vivamente policromado aparece a la derecha del cuadro con huesos rosados, calavera sonriente, cuencas azules y rosas y un hueco azul en la frente, como una forma de interconectar a este personaje de la muerte con el cromatismo tan vivo de los alimentos exhibidos en el mercado. Todas estas imágenes de la muerte y la naturaleza son vistas como una especie de máscara macabra. Abajo del esqueleto grande del centro, se amontonan amarillas calabazas, verdes sandías, rojas manzanas y otras deliciosas frutas más. Revueltas con estas frutas, están una calavera o máscara dientona y dos máscaras prehispánicas de México. A la derecha del cuadro, un mono peludo negro y rosado mira hacia el pollo que es sujetado por el esqueleto grande del principio. Arriba del mono, aparece una mano esquelética blanca y grande y una plataforma con otro pollo pelado y muerto. A la izquierda de la pintura y a un lado del gran esqueleto central se mira un florero violeta con rostro humano y asa grande. De este florero sale un tronco vegetal azul oscuro que despliega a su vez una profusión de ramas delgadas, azules y rojas en forma de raíces, la cual es la gran metáfora de toda esta muestra de Valverde en el Museo Casa Chihuahua. En particular, estas raíces vegetales invaden la parte superior del cuadro, pasan por encima del esqueleto grande y se prolongan hasta la calaverilla de cuencas azules. Especialmente, el tronco azul luce como una arteria grande que proyecta otras múltiples venas y arterias. Justo en el centro del tronco azul oscuro, un ojo negro de un humano mira hacia el esqueleto grande y hacia toda la escena en general. Al fondo, se mira un cielo azul oscuro y nebuloso y un llano con colinas terrosas y verdosas, árboles y corral en colina. En especial, las máscaras precolombinas están pintadas de marrón claro y se mezclan extrañamente con las frutas. Estas obras de arte representan cultura y mexicanidad.
          En general, el cuadro parece una muy original alegoría de la vida y la muerte y una hiperbólica fantasía extraña con numerosos objetos aglutinados y contrastantes que denotan en general vida y muerte, lo cual es el tema de toda la muestra de Valverde. Entonces, se conjugan en esta obra muerte, naturaleza y cultura. Así pues, Valverde configura una especie de “naturaleza muerta”, en el sentido universal y humorístico del término y construye un siniestro mercado mexicano de frutas, como reza el título del cuadro. En especial, el choque de esqueletos y calaveras con las frutas implica la mezcla de la vida y la muerte en un mismo plano fantástico, con la ausencia de seres humanos vivos. Se contrastan entonces los pálidos colores mortuorios con los colores vivos y deliciosos de las frutas. Esta singular y creativa yuxtaposición artística e imaginativa entronca poderosamente con el culto del Día de los Muertos, cuando los mexicanos llevan alimentos a las tumbas el 2 de noviembre de cada año. Como se sabe, las imágenes de las frutas son un tema explorado en los cuadros y murales del guanajuatense Diego Rivera y del chihuahuense Antonio González Orozco. En general, “MERCADO MÉXICO” es una visión aglutinante y compleja por la cantidad personajes y objetos dentro de un mismo plano espaciotemporal. Por su perfecto trazo de las frutas como objetos bellos o joyas, este cuadro de Valverde emparienta estilísticamente con “La vendedora de flores” y algunos murales de Rivera. Sin embargo, el artista de Ciudad Cuauhtémoc expone aspectos macabros y alegres de una manera simbólica y relaciona por acumulación y yuxtaposición los semas “raíces”, “vida” y “muerte” de la muestra en general. De este modo, ambas entidades, vida y muerte, están conectadas, según la visión fantástica y metafísica central del pintor Valverde.
Esencialmente, el artista como paradigma y como encarnación del propio pintor Valverde aparece sutilmente representado en el ojo humano que se encuentra dentro del tronco del árbol. Por ello, este artista es el personaje pictórico que observa y crea las “raíces” de vida y muerte en este cuadro, según la propuesta intratextual. Asimismo, este pintor es el ojo creador y creativo que contempla y crea las conexiones sutiles de vida y muerte. Las raíces vegetales que son como venas y arterias pueden representar el flujo creador y colorido del artista. Estas “raíces” rodean a la muerte calaverosa y esquelética, el cual es un tema de amplia tradición en la cultura mexicana contemporánea. En suma, la vida y la muerte conviven en el mismo espacio simbólico imaginado por el artista, Así pues, esta alegoría contiene imágenes humanas, animales, vegetales y objetuales que retratan un tradicional mercado mexicano con aglutinantes situaciones fantásticas y macabras. En particular, el preciso dibujo es el punto fino de la construcción pictórica en este cuadro frente al convencional pero intenso colorido. Colores y frutas “dulcifican”, pues, la visión macabra de la muerte, siguiendo la tradición mexicana que viene desde José Guadalupe Posada. Frente a la oscura muerte, el cuadro emana poderosa luz e intensos colores, finalmente.

4. “CRANEJO [1.60 X 1.20 metros, tinta sobre papel, 2013]. En esta obra, un enorme cráneo sonríe con sus dos enormes dientes frontales de arriba. Resaltan las flores que nacen de sus grandes cuencas óseas: Símbolos de vida y muerte. Dos mazorcas flanquean el cráneo. La de la izquierda del cuadro muestra granos de colores marrón claro y negro. Sobre el cráneo posa graciosamente un conejillo ojón y orejón. En suma, calavera de ser humano, animales y vegetales son las figuras esenciales de este bien trazado dibujo de extraño contenido.
    En este dibujo, Valverde configura una escena fantástica, humorística y juguetona de la muerte. La calavera risueña y cómica convive con la vida animal y vegetal: Con un mamífero muy veloz y vivaz y con el tradicional y nutritivo maíz mexicano en mazorca. En realidad, las pocas imágenes son más una yuxtaposición que una fusión como anuncia el original título del cuadro. Las tres figuras centrales se yuxtaponen con audacia y gran destreza artística para generar nuevos y novedosos símbolos en torno a la vida y la muerte. Vista desde un extraño plano realista o un divertimento artístico, las imágenes cuajan más, apoyadas por el ligero humor que despierta el título de la obra. Sin embargo, el significado cultural de la yuxtaposición de imágenes no cristaliza plenamente dentro de una impecable factura estética y un fino dibujo que expone con perfección los volúmenes de los personajes. En especial, la calavera es de un trazo bello y humorístico, una figura simpática de ojos floridos y con un defecto gracioso: Se trata, pues, de una calavera humanizada, “sentimentalizada” y un tanto divertida. En tanto, el conejo y las mazorcas no se integran plenamente a la creación de un firme sentido cultural. Aunque vegetales y animal están perfectamente trazados en el bicromatismo esencializado del dibujo, pueden figurar mejor en cuadros independientes más tradicionales, sin tanta audacia creativa. En suma, el extremo acercamiento a la calavera no configura contextos. Sin embargo, la calavera exhibe una belleza risueña al nivel de La Calavera Catrina de Posada y obnubila a las otras figuras más pequeñas. Finalmente, el título del cuadro es  “fusionante” y creativo desde un punto de vista literario, pero no puede reafirmar la plena con-sustancialidad de las cuatro figuras de la pintura en el nivel visual. Ante todo, esta obra es un divertimento y un ejercicio pictórico que proyecta el absurdo de la vida y la muerte.

5. “ÁRBOL DE LA VIDA [1.12 X 2.38 metros, óleo sobre madera, 2013].  Al centro del cuadro, emerge un árbol de tronco marrón, gruesas raíces y profusas y diversas ramas sobre un potente fondo luminoso y amarillo. A la derecha del cuadro, nadan unos delicados peces azules, rosados y violetas. Uno de ellos se alimenta de una de las raíces del poderoso y simbólico árbol. A la izquierda del cuadro, se yergue una colina color café y varios pájaros naranjas y amarillos vuelan sobre las ramas superiores de la izquierda del cuadro. Particularmente, se ve un nido con huevos en una rama de la derecha. La dinámica de las imágenes animales y vegetales es marcada y todas se mueven circularmente dentro de una alegoría de la vida y de la naturaleza, con la ausencia de la muerte. Por ello, atrás del tronco, brota una gran fuente de luminosidad.
          Es una alegoría intensa de la vida vegetal y animal en el mundo. Las especies se alimentan de este árbol madre o matriz, mágico y simbólico, vigoroso y grande, pleno de cortezas sinuosas. La belleza del dibujo y el color de los peces están envueltos en unas preciosas aguas azules, lo cual remite a un tiempo prehistórico o bíblico o a una simple y básica construcción alegórica de la vida y la naturaleza en la tierra. En particular, esta preciosa escena acuática supera en belleza al conjunto de las aves en vuelo. El árbol sobresale con su estallido de luz y belleza y su poder central de ser alimento y vida al mismo tiempo. En suma, la alegoría es básica y esencial y el árbol es una gran figura con perfecto volumen, líneas y color envuelto en un aura de luz. El artista Valverde se proyecta como un amante de la naturaleza, es decir, como un pintor vitalista y vivaz  que privilegia a la vida en su muestra.

6.  “PATRONO DEL PANCRACIO [1.50 X 1.20 metros, tinta sobre papel, 2012]. Sobre un fondo mate, un fornido luchador enmascarado aplica una llave a un luchador que lleva simbólicamente una máscara del diablo. Esta máscara demoniaca denota fiereza y es cornuda y dientona. Ambos atletas se encuentran sobre un tradicional ring de lucha libre. Justo atrás del luchador técnico triunfador, aparece la figura fantástica de un santo cristiano barbado y de cabello largo, extendiendo sus brazos como si auxiliara a su protegido atleta ganador. El santo viste un manto y enseña sus manos sangrantes de rojo con ramas con espinas. El rostro del santo es grave, sangre en frente y ojos ensangrentados. El santo es, pues, la figura de Jesucristo, quien representa en este audaz cuadro al santo de los luchadores, los cuales son atletas y personajes típicos del México contemporáneo.
          La fusión del luchador técnico con Jesucristo es una imagen muy novedosa, original, muy contemporánea y atrevida. Estas imágenes conjuntas recuerdan un tanto el enfoque de la historia realista-fantástica y la mitificación del luchador protagonista Apolo García en el drama “Máscara contra cabellera” (1986) del escritor chihuahuense Víctor Hugo Rascón. En el cuadro de Valverde, brotan del pecho de Cristo gruesas y rojizas arterias que están unidas a la cabeza del luchador triunfante. En especial, la cabeza del luchador despliega una extraña aura de luz blanca como se ve en el Apolo de Rascón al final de su obra teatral, dentro de una interpretación fantástica y mítica. Abajo del cuadro, la enorme cabeza del mal muestra ojos diabólicos, orejas grandes y una mueca honda de dolor y tiene la boca abierta y dientes muy afilados. En especial, la máscara del técnico es de colores amarillo y café y se parece ligeramente a la máscara del famoso luchador mexicano El Cobarde.
En suma, esta obra en tinta es una alegoría original y posmoderna: Se unen la lucha libre como el deporte popular; se representa la dicotomía moral del bien y el mal; se da jerarquía estética a la cultura popular del mexicano contemporáneo; se exponen figuras opuestas del bueno y el malo; y, finalmente, aparecen recreadas las figuras de Cristo y el demonio. Fundamentalmente, esta pintura configura el choque del bien y el mal con su nivel espiritual y fantástico y representa artísticamente a la lucha libre mexicana con el enfrentamiento entre el técnico enmascarado y el diablo. En tanto, la unión arterial y carnal del luchador bueno con el santo o Cristo surge como una visión muy audaz y original resumida en el título mismo del cuadro: Cristo es el santo de los luchadores. Una nueva mexicanidad y la novedosa unión de la cultura popular y el Cristianismo son las claves esenciales de esta atrevida obra de Valverde.

7. “EL VIAJE [1.92 X 2.44 metros, acrílico sobre madera, 2015]. En un primerísimo plano del cuadro, un blanquizco esqueleto maneja una bicicleta con una cabeza de vaca de igual color que sus huesos que funciona como simpático y gracioso manubrio. Esta escena se ve de perfil: La muerte en el viaje en bicicleta. El fondo es colorido y un tanto fantástico, lleno de torbellinos sinuosos de vivaces y “caramélicos” amarillos, rojos, rosas y violetas. También, las dos llantas se miran como torbellinos multicolores y se deslizan sobre un sembradío de maizales verdes y pequeños, breve sembradío de seco llano. En especial, el esqueleto lleva su calavera hacia el frente, mira de lado hacia los espectadores y pela los dientes en sonrisa risueña y triunfadora como si fuera un verdadero ciclista. En toda esta escena, resaltan sus delgados fémures, sus costillares y sus huesos iliacos pintados en colores negro y blanco y los huesos de brazos y manos agarrando los cuernos del cráneo de vaca.
          El conjunto de esta obra es una singular alegoría posmoderna del viaje de la muerte, por el original y pintoresco uso de la bicicleta como tecnología moderna del transporte toda hecha de metal y por el esqueleto como antiguo símbolo de la muerte. Esencialmente, el cráneo de vaca incrustado en el biciclo es verdaderamente gracioso y humorístico. En particular, las pinceladas sinuosas y circulares dotan de dinamismo y expresionismo a lo que de suyo es un hecho estático y rígido: La muerte. Sin embargo, el colorido variado, vivo y luminoso muestra vida y alegría, bajo la visión divertida y desacralizante del pintor chihuahuense. Así pues, este joven artista representa una nueva y mexicana muerte con maizal y llano y bicicleta. En resumen, el cuadro describe a un ciclista muerto o a la muerte como ciclista haciendo el trascendental viaje por un llano. Es una de las obras más audaces del artista chihuahuense en la muestra “Las raíces de la vida y la muerte” y está trazada con gran destreza artística. Especialmente, el maíz puede verse como representación de la vida y como raíz y el esqueleto como símbolo de la muerte. La recreación de la muerte con la bicicleta puede ser un tanto polémica, pero el impacto estético es grande y pleno de colorido y humor grotesco en medio de un inusitado y abierto espacio desértico.

8. “SEGUNDA PIEL [28 X 22 centímetros, fresco, 2014]. Un luchador es el centro del cuadro y se encuentra vestido con una máscara azul que tiene un águila dorada. El cuello del atleta muestra los músculos como en una foto de una clase de anatomía, con justos y precisos colores rojos y rosados y líneas negras que demarcan los músculos y la piel. El fondo de la pintura es un aura blanca de luz y líneas rojas, verdes y moradas.
          El conjunto es una novedosa metáfora de la lucha libre y el luchador: La máscara parece ser la primera piel o identidad personal del luchador; los músculos de debajo de la piel son la segunda piel, la más interna piel hecha de anatómica carne. En general, estas imágenes revelan sutilmente la identidad viva y vital, verdadera y orgánica, que verdaderamente mueve al luchador. De este modo, lucha libre y anatomía se yuxtaponen para crear un significado cultural: La piel de debajo de la máscara es la vida verdadera de la persona y el rojo vivo y las líneas sinuosas de los músculos subrayan e hiperbolizan este concepto: El luchador es de carne, es vida. La máscara del águila dorada es mero disfraz, tela muerta, bella, pero es simple máscara. Esta obra muestra una imponente factura estética con el tema original del deporte de la lucha libre como un elemento contemporáneo que representa vida. En particular, los tejidos precisos de la piel como tema parecen derivados de la gran experiencia artística de 2010 cuando Miguel Valverde plasmó los brillantes murales “La medicina, sustento de la vida y vencedora de la muerte” y “La salud” en la Facultad de Medicina del campus nuevo de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH).

9. “LA OFRENDA [1.60 X 1.20 metros, sharple sobre papel, 2015]. Se mira en el cuadro un rostro de perfil con ojos cerrados. La cabeza despliega bellas flores rojas que son su cabellera. La imagen es vista desde un extremo acercamiento. Por las flores-cabellera, puede ser una mujer o puede ser el símbolo de un artista. Tiene la boca abierta. En especial, el rostro muestra trozos de piel en forma sinuosa como en los mapas anatómicos de medicina.
       Ciencia y arte, anatomía y fantasía convergen en esta obra que puede resumir la postura estética y vital de Valverde. La cabeza brota flores como de papel, las cuales son como una ofrenda simbólica que representa la belleza o el arte o hasta la vida misma, íntima, profunda, pasional y muy auténtica: Su vida de artista con su más profunda piel que es belleza. Con perfecto y fino dibujo, el volumen corporal se resuelve en carne y vivos músculos bajo la piel, sobre un fondo blanco. Con esta breves y hondas imágenes, el artista desnuda su piel misma, como mirándose a sí mismo hacia dentro, desdoblándose con alma de artista. En especial, el rostro ofrece una belleza floral única y extraña: Las flores y hojas son el símbolo de la belleza de su imaginación creadora y de su fantasía creativa y están tejidas bajo un estricto bi-cromatismo —rojo claro y blanco. Resalta más el fino dibujo que el variado y básico colorido. En suma, “La ofrenda” es una originalísima fantasía y una alegoría del artista plástico en pleno efluvio creativo o en un estado de amor profundo por el ser amado. Lo básico del trazo se alimenta del hondo y poético significado final. Este cuadro encabeza con justa razón las promociones en algunos carteles de la muestra “Las raíces de la vida y la muerte” de Miguel Valverde, por su gran calidad estética y su hondo simbolismo.


"LA OFRENDA" DE MIGUEL VALVERDE: SIMBOLO DEL ARTISTA PLASTICO


10. “CALACAS DEL AVERNO [44 X 60 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. En el cuadro, tres esqueletos emergen de una llamarada amarilla y naranja, sobre un fondo geométrico rojo y verde esmeralda. Los seres de ultratumba proyectan una actitud risueña y muy festiva. El esqueleto del centro mira de frente y muestra los siguientes rasgos: Manos negras, huesos blancos y verdes y una calavera como máscara de luchador con sus cuencas negras y grandes, una flor en la frente y con rayas rojas y verdes. El de la izquierda del cuadro exhibe un ojo con chispas rojas alrededor, quijada grande y unos fémures verde limón; baila de perfil, asoma su hueso sacro iliaco y tiene una pierna levantada. El de la derecha del cuadro es el esqueleto de un venado visto de perfil, mostrando sus costillares y sendos cuernos grandes.
Algunas figuras redondeadas de color rojo y verde tienen puntos blancos y negros y denotan una ligera texturalidad en las imágenes. Por ello, el cuadro luce como pintura rupestre dentro de una caverna, como un arte primitivo. Sin embargo, los colores son vivos y alegres y la técnica pictórica y la perspectiva cultural son contemporáneas, pues se describe una danza macabra y fantástica al calor del fuego, vista desde un plano reductivo y simbólico, como en un sueño o pesadilla y con figuras en miniaturas. En especial, el esqueleto del animal mamífero complementa esta visión fantástica. El dibujo, el color y el volumen dan gran belleza a este cuadro y se observa una plena cristalización de figuras albas de huesos en medio de los colores vivos de la vida: Rojos, verdes, amarillos, naranjas, todos los cuales parecen darle vida a los tres esqueletos imaginados por la fantasía macabra de Valverde, De este modo, el artista integra otra vez más conexiones o “raíces” entre la vida y la muerte con esqueletos dinámicos y danzantes. En suma, la obra proyecta una vena altamente festiva y llena de color con el tema lúgubre de la muerte.

11. “DEMONIOS DEL CAMPO [50 X 60 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. En primerísimo plano, una langosta gris, roja y violeta se abre de piernas al centro del cuadro y luce como una diosa extraña, humanizada. Al fondo, se miran abundantes plantas en colores verde mar y violeta, plenos de volúmenes “puntillosos”. Justo a su lado, otras cinco langostas de diferente color parecen rendirle tributo al insecto más grande, en medio de una profusa vegetación y, por ello, la rodean en círculo como si fueran humanos todos, como una tribu maligna. En especial, un par de langostas se ven al fondo de la mencionada escena del primerísimo plano: Una es rosa y otra negra.
          En general, toda la perspectiva visual de esta escena es de extremo acercamiento. Parece como si fuera una escena de una película de dibujos animados del tipo de Antz / Insectos (Estados Unidos, 1998) de los directores norteamericanos Eric Darnell y Tim Johnson. Los dominantes colores dulces [violeta y verde agua mar] y el tejido puntillista en los volúmenes de las figuras animales y vegetales dotan de gran magia, belleza y fantasía a esta muy extraña y humanizada escena rural. Esencialmente, la mirada fantástica del artista perfecciona la visión y su pincel afina el dibujo y “enmiela” los colores, para inventar una reunión de langostas con una visión personalísima. En especial, la junta de chapulines luce como una escena naturalista y una escena “ritualista” al mismo tiempo. Por un lado, puede verse a los insectos en su tarea normal entre las hierbas. Por otro, las langostas parecen conspirar o practicar conjuros como si fueran verdaderamente “demonios” del campo, como reza el título de esta obra. Como se sabe, las langostas son plagas y destruyen cosechas y alimentos vegetales y entonces son como animales del demonio o del mal en la naturaleza. Finalmente, los colores dulces le dan plenitud y belleza muy original a la obra y transmiten la apariencia de sueño o pesadilla. Finalmente, la calidad artística del fondo y la forma se concretan para constituir una de las mejores pinturas de la muestra del Museo Casa Chihuahua.

12. “MÁS SABE EL DIABLO POR VIEJO [59.8 X 56.6 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Un terrorífico diablo aparece en el primer plano del cuadro, Tiene el cabello canoso en forma de cerebro humano. El horror nace de su fealdad extrema: Cuernos prominentes de toro; boca enorme con colmillos grandes y afilados y lengua roja saliendo de la boca; nariz roja con fosas muy grandes; orejas naranjas de bestia; cejas rojas y voluminosas; ojos blancos llenos de ira y gruesa pelambre de colores rojo, amarillo y blanco. Toda esta gran imagen demoniaca resalta sobre un fondo de colores verde esmeralda y violeta, con un “puntillismo” que denota cierta texturalidad. Es una obra de la fase del demonismo explorada por Valverde.
          En conjunto, el cuadro es un retrato fantástico de un diablo anciano o viejo. Los colores subrayan la fealdad y el horror; el dibujo enfatiza su forma tenebrosa. En particular, el título parece enunciar una mirada amable sobre esta encarnación del mal, ya que subraya ante todo la sabiduría del diablo, de acuerdo al famoso refrán contenido en el propio título.  Sin embargo, el cabello canoso se desvanece frente a la extrema expresión de ira y horror que dominan toda la cara de esta bestia demoniaca. En especial, los colores bellos del fondo no alteran la imagen concreta final: Esta encarnación del mal es terrorífica ante todo a pesar de las canas blancas del cabello, símbolo de la supuesta sabiduría del diablo. Se ve como una invención original de la fantasía del artista.

13. “CHAPETES [60 X 60 centímetros, sharple sobre madera, 2015]. Un extraño rostro biforme, macabro y feo aparece en extremo acercamiento, sobre un fondo superior de hojas amarillas y verdes y flores violetas y un fondo inferior de cabellos negros, blancos, azules y violetas. La parte superior del rostro es una máscara de piel blanca, cuencas, bigotes y cejas negros y formas de torbellino rosa en las mejillas. En tanto, la forma inferior es horrorosa, como calavera: Dos hileras de dientes grandes y blancos en boca dejan ver montones de dientes y muelas pequeñas adentro, como una hipérbole de la fealdad de este ser.
          Sobresalen en esta obra con el tema del pulso firme en dibujo y los colores contrastantes como el blanco y el negro y los colores pastel. En realidad, el rostro puede verse como una invención fantástica muy novedosa, como un ser inexistente o como una máscara muy original con gestos de horror y fealdad extremos y con la mitad de piel y la mitad de calavera. En suma, la cara de este demonio emana la expresión pura del horror; en tanto, las mejillas o “chapetes” trazados en líneas rosas son una simple gracejada humorística y picaresca del artista, dentro del horror general de los componentes de la cara. Así pues, la obra reluce como un gran ejercicio formal en torno a la fantasía, el horror y el demonismo, dentro de una línea de invención de bestias de terror, tal y como lo hace el cine estadounidense en una buena parte de su historia.

14. “CUANDO LA MUERTE BAILA, LA VIDA TIEMBLA [1.20 X 4.20 metros, grabado en acrílico con iluminación LED, 2014]. Esta obra es el proyecto de un complejo mural con múltiples figuras humanas, animales, vegetales y objetuales, distribuidas en distintos espacios o escenas, como un panorama tradicional y contemporáneo de la vida y la muerte. En sí, el grabado es muy característico de la inusitada e insólita perspectiva artística de Valverde en la muestra “Las raíces de la vida y la muerte”. Ante todo, representa la aglutinación o yuxtaposición de elementos tradicionales y contemporáneos en torno a la muerte.
En el grabado, dos esqueletos vestidos de campesinos mexicanos bailan sonrientes bajo unos escalones de un quiosco. Al fondo, se observa una nebulosa. A la derecha del largo cuadro, tres esqueletos tocan dos guitarras y un arpa, trepados arriba y alrededor de una canoa. Frente a ellos, un lobo esquelético aúlla con el hocico hacia arriba y de perfil. Atrás del lobo, un esqueleto sube por la cola de la canoa. Se observa un árbol atrás de todos ellos y un jardín de plantas y flores justo atrás de este conjunto musical de tres esqueletos. Del tronco del árbol sale una flor que funge poéticamente como la cavidad de una guitarra, que se convierte en un arpa de grandes cuerdas y es tocada por el esqueleto músico del centro. A la derecha del cuadro, un esqueleto toca de pie una mandolina y un luchador enmascarado aplica una clásica llave de la lucha libre a un luchador de traje negro, quien tiene un esqueleto y una calavera pintados en el traje. Arriba de estos dos atletas del pancracio, aparece una calavera gigante. Asimismo, se miran plantas cactáceas (nopales, magueyes) atrás del esqueleto de la mandolina. Debajo de un maguey, está un corazón abierto con un ojo humano abierto como en el cuadro “MERCADO MÉXICO”. Cerca de los luchadores, se contemplan la cabeza de un enmascarado con figura de águila y tres peces que intentan comerse uno a otro en forma de cadena lineal de alimentación. Justo en el ángulo superior izquierdo del cuadro, un hombre barbado y calvo tiene una larga cuerda en su boca, la cual cruza precisamente toda la escena de los dos esqueletos bailadores del principio y cruza también las cuerdas gigantes del guitarrero mayor de la banda musical mortuoria compuesta por los tres esqueletos de la canoa.
          El conjunto de este grabado es muy audaz y complejo por la aglutinación de imágenes contrastantes de humanos, animales, vegetales, objetos y figuras fantásticas y por su oscilación entre lo tradicional y lo contemporáneo. Con este material, Valverde recrea imágenes en torno a la muerte con elementos del pasado y del presente, haciendo conexiones con algunas cuerdas que cumplen similar función a las “raíces” vegetales del cuadro “MERCADO MÉXICO”. En conjunto, todas ellas son las imágenes básicas de una posible alegoría de la vida humana en México, desarrollando la novedosa y arriesgada técnica del grabado lumínico en colores blanco y negro. En especial, la presencia de la muerte en la vida se fundamenta en el tradicional concepto de fiesta mexicana macabra con música, baile y sonrisas de calaveras y esqueletos. En este sentido, se acerca a las imágenes de la muerte de los grabados de José Guadalupe Posada, a las artesanías mexicanas de la muerte y a los altares del popular e histórico Día de Muertos y a los cartonistas mexicanos contemporáneos como Rogelio Naranjo. Todas estas escenas son presididas por una figura divina que puede ser el Dios cristiano o una divinidad grecolatina. Este dios barbado y calvo parece insuflar vida con un soplo de su boca y crear finalmente el mundo humano y el mundo de ultratumba, la vida y la muerte, conectadas por “raíces”. De los humanos, solamente sobreviven los luchadores como héroes y se advierten figuras de animales, vegetales y objetos: Peces, plantas, carro, tractor, peces, canoa y quiosco. También, preside la escena el propio artista plástico como una especie de dios creador. Este artista es en este mural un corazón con ojo que capta el mundo con su imaginación sintética, simbólica y alegórica. En realidad, este mural es un cuadro muy complejo y atrevido por tanta yuxtaposición de imágenes y planos espaciotemporales y físicos y metafísicos y por combinar el mundo orgánico y la tecnología y lo tradicional y lo contemporáneo. Fundamentalmente, destacan el gran dibujo de Valverde, la mirada macabra y humorística sobre la muerte, las interconexiones y escenas múltiples con elementos tradicionales (esqueletos, baile, músicos) y elementos contemporáneos (luchadores, tractor, automóvil). En resumen, la perspectiva del artista es novedosa y proyecta la perspectiva artística de que en el mundo perviven la vida, la muerte, Dios y el propio artista testigo y (re)creador.

15. “CUANDO LA MUERTE BAILA LA VIDA TIEMBLA [64.2 X 46 centímetros, boceto, marcador sobre papel, 2014]. Es una obra que prefigura el mural anterior con diversas figuras similares. En este boceto, un musculoso luchador aplica una conocida llave al enmascarado de la muerte; tres peces se comen entre sí en cadena alimenticia; y el Águila Enmascarada aparece con su solo rostro aislado de las escenas citadas. Particularmente, un hueso en forma de bolígrafo se encuentra en el lado izquierdo del cuadro, como imagen nueva. Todas las figuras se ordenan por yuxtaposición.
      En general, la composición del cuadro forma parte de un boceto que dio origen finalmente al mural analizado en la sección anterior. El buen dibujo tan característico de Valverde reluce en los trazos de elipsis, círculos, hojas de plantas, la máscara del gladiador y las líneas de los músculos del atleta. Ante todo, esta obra hecha con marcador puede verse como una obra en proceso o “work in progress” y como un ejercicio creativo. Las yuxtaposiciones de figuras en diferentes escenas es un rasgo de varios de los cuadros de esta interesante muestra del Museo Casa Chihuahua.

16. “DIABLO VOLCÁN CON CABEZA [21 X 12 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Es una obra del tema del demonismo, En el centro del cuadro, se observa un rostro de diablo con un llamativo volcán en erupción sobre la cabeza, todo visto en extremo acercamiento. Los cuernos se desprenden de la frente y se meten en la boca como si fueran colmillos. Este ser fantástico y original saca la lengua, los ojos negros emanan maldad y una barbilla negra pende de su quijada.
   En general, la figura demoniaca reluce como una novedosa imagen del diablo por algunos elementos nuevos: Volcán y colmillos como cuernos. En especial, el volcán es una imagen simbólica y denota extrema furia del diablo. Destaca la destreza en el dibujo trazado en blanco y negro. En suma, es un ejercicio de imaginación en torno a un ser de ultratumba, propio del infierno, una fantasía en torno a la muerte.

17. “MITAD DIABLO, MITAD LUCHADOR[12 X 21 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. El centro del dibujo es un rostro en blanco y negro biforme: Un lado es la máscara parecida a la de los luchadores mexicanos Aníbal o El Diamante; el otro lado muestra los rasgos de un demonio con orejas largas como de monstruo anfibio, calvo y con dientes horripilantes.
        Valverde yuxtapone dos identidades como un ejercicio lúdico, una práctica del dibujo, un boceto, pero sin consolidar hondos significados culturales. En general, se observa el buen pulso para el dibujo y la configuración de volúmenes y rasgos en lo que puede verse como un ejercicio formal para representar figuras demoniacas y proyectar dicotomías morales del bien y el mal a partir de la lucha libre, un deporte y un espectáculo esenciales en México.

18. “MACETA DE RECUERDOS [12.5 X 20.7 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Es otro dibujo en blanco y negro, trazado con humor, fantasía y originalidad. Una maceta de rostro humano con ojos vacios y gesto enigmático contiene un árbol con ramas, pero sin hojas.
      El dibujo es una imagen lúdica, una práctica de boceto y una muestra de la destreza artística para crear imágenes extrañas con una buena hechura formal. El hombre-maceta parece entroncar con las películas de fantasía y dibujos animados del cine estadounidense o como un segmento breve de imágenes desbordantes y raras propias del tríptico al óleo El Jardín de las Delicias (siglo XVI) del pintor holandés Jheronimus Bosch, alias El Bosco. Ante todo, este boceto se ve como un experimento estético, creador y creativo.

19. “DIABLITO [11.2 X 12.9 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Este dibujo es el boceto o una variante similar del cuadro “CHAPETES”, ya analizado en el número 13 del presente ensayo. El personaje central es encarnado por un diablo horroroso con cabello, cuernos, ojos irascibles, lengua de fuera, colmillos filosos y orejas bestiales.
     El pulso fino domina este dibujo. La figura demoniaca y horrorosa provoca una extrema repulsa. En tanto, el título del dibujo subraya irónicamente una descripción en diminutivo que no corresponde a la imagen extremadamente terrorífica. Esta obra representa un ensayo para dar vida a seres fantásticos, a encarnaciones del mal, bajo una nueva visión. Valverde explora el demonismo con su fantasía creadora, cruzando las fronteras de la vida y la muerte.

20.  “DIABLO NEGRO [17.2 X 12.7 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Es un dibujo pequeño en blanco y negro. Proyecta la cara de un diablo cornudo con orejas bestiales, ojos vacios y circulares y colmillos filosos.
    Este rostro parece una máscara de danza folclórica que representa al demonio. Luce como un personaje de carta de lotería y como una estampa que concentra la maldad pura. De este modo, el artista Valverde orienta las “raíces de la muerte” hacia imágenes demoniacas llenas de horror, como una forma artística, consciente o inconsciente, de aportar más conciencia humana sobre la vida y la muerte en una sociedad tocada parcialmente por la amoralidad y la inmoralidad. Ante todo, su serie de dibujos con demonios alertan a la comunidad con la posibilidad de que el diablo exista realmente en el siglo XXI. Al mismo tiempo, estos dibujos son una preocupación estética para forjar estas criaturas fantásticas, con preciso dibujo y exacto volumen, como parte de un arte que explora la naturaleza del mal y la fantasía demoniaca.

21. “RELOJ DE ARENA [12.5 X 20.7, marcador sobre papel]. Ocupa el dibujo una calavera de cuencas oscuras y sonrisa risueña. Particularmente, carga en su cráneo un reloj de arena de cristal, como si fuera una maceta. Se ve una graciosa plantita justo en la esfera de arriba del reloj, como una forma de vida.
    Se observa en esta obra un dibujo exquisito con una clásica imagen mortuoria en combinación con una absurda y graciosa presencia de sobrepuestas figuras vegetales y objetuales. El conjunto revela humor grotesco y una reconcentrada fusión de muerte, tiempo y vida. El mensaje final de esta obra puede ser que la vida está sobre la muerte y ambas conviven de manera fantástica regidas por el tiempo, bajo la perspectiva artística de Valverde. En general, el dibujo luce como ejercicio lúdico sobre la vida y la muerte con los símbolos esenciales del vegetal y la calavera.

22. “NIÑO Y COYOTE [28.3 X 21.8 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Los temas de la muerte y la vida ahora se orientan hacia el humano y hacia un animal mamífero. En la obra, un coyote esqueleto aúlla con el hocico hacia arriba, parodiando la clásica figura de los alebrijes oaxaqueños. Carga en su lomo a un esqueletito humano: Un niño.
      El dibujo es impecable y demuestra que Valverde es un gran artista para trazar líneas y volúmenes con gran equilibrio y con una gran facilidad en la configuración de imágenes. El significado es más experimental: Humor y ternura con la muerte. Las grotescas imágenes plasman finalmente la idea de que la muerte es también vida, puesto que los dos esqueletos están en movimiento y conviven como amigos, como si fueran seres vivos. Luce todo como un arte novedoso con la impronta estética  del marcador y la prodigiosa imaginación de Valverde.

23. “CALACA GUITARRISTA [27.8 X 21.5 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. En la obra, un esqueleto bigotón toca la guitarra, baila y canta con los maxilares bien abiertos; muestra sus enormes dientes y sus cuencas vacías; y, finalmente, levanta la pierna izquierda graciosamente.
          La obra proyecta un perfecto dibujo en blanco y negro. Los trazos en líneas y volúmenes denotan gran precisión. La calaca artista representa lo festivo y conjuga humor grotesco, gracia, alegría, siguiendo la vena nacionalista de los artistas mexicanos del pasado y, en especial, a los grabados de José Guadalupe Posada. Puede verse como una escena de cine macabro con tintes cómicos. Es uno de los mejores dibujos de la muestra porque concentra calidad estética y una perspectiva simpática y muy mexicana sobre la calaca nacional.

24. “CUANDO LA MUERTE BAILA LA VIDA TIEMBLA[64.2 X 46 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Este dibujo se presenta como una versión pequeña del cuadro lumínico del mismo título examinado en el número catorce de las  descripciones del presente artículo. En este sentido, es un boceto, un esbozo, pero fue configurado con la magia de los colores vivos que denotan la postura vitalista del artista Valverde. En este dibujo pequeño, se miran los cielos intensamente amarillos y con matices naranjas; el volcán es de color marrón; en tanto, el árbol, la calaca en forma de auto Volkswagen y la serpiente lucen en magníficos color café claro, como aparecen en las tradicionales historietas mexicanas de la segunda mitad del siglo XX. En especial, la serpiente se extiende horizontalmente abajo del dibujo y abarca de orilla a orilla y abre la boca justo donde se encuentran los músicos guitarreros. Esta víbora aparece como un personaje nuevo y protagónico. Atrás de esta banda de músicos, un azul fuerte embellece la escena. Los violetas matizan al final de la cola de la serpiente, a una parte de la calaca-Volkswagen y al ángulo superior izquierdo del dibujo. En tanto, el coyote aullante se encuentra justo al lado izquierdo de la obra, plasmado con cuerpo color rosa mexicano y esqueleto blanco. Adentro de la boca de la serpiente, se ve una cabeza rosa de un luchador enmascarado. En el centro del cuadro, los esqueletos bailarines muestran coloraciones café claro y la calaca mujer enseña su bella falda color rosa mexicano. Ambos personajes fantásticos aparecen en posiciones opuestas a la del mural lumínico analizado arriba: Ella, a la derecha del cuadro y él, a la izquierda. En esta versión pictórica, el artista omite la presencia de los luchadores peleando en el ring y la cadena alimenticia de los tres peces que se devoran entre sí.
          El conjunto de imágenes plásticas es espléndido por el variado colorido y por la omisión de los luchadores gladiadores. En especial, el dominante color café denota un aire de antigua historieta mexicana y los colores vivos le dan mucha vida a los esqueletos, dentro de un contexto general de fiesta, baile, canto y música y dentro de un diseño más tradicional de las escenas de la muerte tan mexicana. Los personajes macabros y las figuras densamente simbólicas se aglutinan para construir un viejo y un nuevo sentido mexicanista: La fiesta macabra de la muerte en múltiples planos, bajo la idea festiva de la muerte, dentro de la mejor tradición de José Guadalupe Posada y otros artistas mexicanos.

26. “LOS SEREMOS, ELEVANDO LUCHADOR [21.5 X 58 centímetros, lápices de color sobre papel, 2014]. En el dibujo, un luchador con atuendo de esqueleto eleva a un luchador de máscara negra y calzón gris sobre sus propios brazos en alto, como si pelearan dentro de un ring. Sin embargo, ambos gladiadores están en medio de un inusitado espacio campirano con magueyes verdes, cielo naranja con nubes breves rojas y tierra azulina y morada.
          En general, este dibujo es un boceto bello por su fino dibujo y sus colores. El despliegue de esta escena es fantástico u onírico o puede formar parte de un posible cartel de lucha libre. Se ven extraños los colores de la naturaleza, la escena del campo y, sobre todo, la postura horizontal perfecta del luchador de máscara negra justo arriba de los brazos de su oponente, como si estuviera levitando. En especial, el cuerpo del vencido luchador es de piel rojiza. Extrañamente, un esqueleto blanco y negro fantasmal se aferra al torso del vencido enmascarado negro y parece como su aliado o el alma que se separa del cuerpo. La cabeza de este esqueleto es una calavera dientona, pero con los ojos humanos asomando por los agujeros de la máscara. Dibujo y colorido son de buena factura estética. Sin embargo, la escena parece un sueño o una pesadilla, pues la extraña batalla de lucha libre extraña exhibe a un cuerpo levitante sobre los brazos musculosos del otro atleta y el paisaje de llano como espacio físico subraya lo inverosímil de la escena. En tanto, el esqueleto fantasma es la nota original y fantástica, un ser de ultratumba o una encarnación espiritual de la muerte. Domina en este dibujo un buen trazo de la forma, pero permanece un gran misterio en torno al posible significado cultural de esta lucha en medio del campo. En particular, el nombre de los luchadores es muy original y es formado curiosamente con un verbo como sustantivo: “Los Seremos”. Finalmente, la aglutinación de lucha libre, muerte y espacio natural forman parte de la audacia artística de Valverde para inventar nuevas imágenes artísticas, propias del siglo XXI.

27. “EOLO [21.5 X 28 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. La cabeza calva y barbada del famoso dios griego de los vientos es el centro de todo el dibujo. Esta deidad sopla emitiendo un poderoso viento horizontal, justo sobre las nubosas barbas que lucen como la parte más importante de la acción fantástica del dios mítico de la Antigüedad griega.
       Reluce el buen dibujo en blanco y negro con firmes líneas que diseñan un perfecto volumen para recrear a la deidad griega. El rostro del dios se ve serio y sereno y sus barbas enormes parecen lucir más. En suma, es una re-textualización contemporánea del dios Eolo, desde la perspectiva del excelente dibujante Valverde. Una imagen similar de este dios aparece en el mural lumínico “CUANDO LA MUERTE BAILA, LA VIDA TIEMBLA” comentado en la obra número catorce del presente artículo.  

28. “CRÁNEO VOCHO [27.9 X 21.5 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Es el boceto en blanco y negro de una escena del mural lumínico “CUANDO LA MUERTE BAILA LA VIDA TIEMBLA”. Los ojos de la calavera son las llantas del coche Volkswagen, como elemento fantástico novedoso.
     Otra vez el buen oficio del dibujante Valverde se proyecta sobre esta obra. La imagen del automotor es audaz e intenta crear nuevos sentidos en torno a la muerte, pero luce un tanto absurda e inverosímil por yuxtaponer la tecnología del automóvil con el clásico símbolo de la muerte calavera. Tal vez haya en esta obra un significado más implícito y personal y se necesita más contexto. De cualquier modo, para Valverde este carro pequeño envuelve los riesgos de la muerte en un accidente automovilístico en la carretera.

29. “EL VIAJE [21.9 X 28.3 centímetros, acrílico sobre papel, 2014]. Es una variante del cuadro del esqueleto ciclista con el mismo título analizado antes en este escrito en la obra número siete del presente artículo. Se observan similares nubarrones multicolores, un sembradío con verdes maíces y un esqueleto ciclista. Las llantas aparecen más marcadas y la calavera del animal es alargada y su tráquea forma parte del biciclo.
          En conjunto, Valverde diseña una imagen audaz de la muerte a la luz de la moderna tecnología del transporte. Es una belleza macabra, alegrada con la viveza de los colores y el humor marcado en la tarea misma del extraño ciclista viajero y en los pintorescos cuernos óseos de la res en los manubrios. Con ello, trata el arista de cristalizar una nueva mitificación de la muerte viajera o del viaje de la muerte, con una figura más dinámica y feliz en medio de un paisaje natural.

30. “VOCHO [13.7 X 12.8 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Luce como una versión similar a la del “CRÁNEO VOCHO”. Esta vez el mensaje del artista aparece más completo, con más contexto espacial: El carro Volkswagen avanza por un camino cerca de un precipicio, donde aparece la presencia siniestra de una calavera como símbolo de la muerte que acecha. En especial, las llantas son también las cuencas vacías del cráneo mortuorio. En sí, el artista traza la idea de que el carro encierra una muerte trágica y la calavera sobre el precipicio anuncia el fatalismo.
      En general, este dibujo cuaja mejor una nueva visión de la muerte relacionada con los accidentes automovilísticos en las carreteras como elemento contemporáneo, lo cual es un evento de las modernas tecnologías del transporte y las comunicaciones. Así pues, la calavera es una presencia fantástica como en las películas de terror.

31. “LA FAMILIA [20 X 20 centímetros, óleo sobre lino, 2014]. Seis esqueletos vivientes posan para una foto en el centro del cuadro. Son la familia de la muerte, con sus bustos de huesos blancos y amarillos, dientes muy visibles, cuencas oscuras y tenebrosas. En primerísimo plano, sobresale el esqueleto padre con su bigote negro. Justo al lado derecho del cuadro, un esqueleto proyecta una imagen feminizada con líneas trazadas en marrón claro: Es la calaca madre. Los otros cuatro representan a los hijos del matrimonio esquelético.
     Valverde propone una imagen feliz y festiva de la muerte, mediante una hipérbole: Los esqueletos padres y los esqueletos hijos, la familia de la muerte. Su perspectiva es tradicional por la proyección de las calaveras sonrientes y los esqueletos huesudos. Ahora, el pintor da señas de identidad en torno al sexo-género y a las generaciones de los esqueletos vivientes. Son imágenes tenebrosas en conjunto, pero risueñas, en abierto dialogo con las clásicas calaveras de Posada. El pulso firme del dibujo, el buen colorido básico de blancos, negros y amarillos y el volumen exacto, todo ello otorga una gran factura estética y un gran sentido cultural a esta pintura a base de humor y familia.

32. “LOS SEREMOS [21.5 X 56 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Puede verse como la mejor versión estética del asunto de los luchadores fantasmales o de ultratumba llamados “Los Seremos”. Aquí domina el intenso colorido en rojo y amarillo y los esqueletos son blanquinegros. Ahora, los luchadores de la muerte cargan a un luchador de cuerpo rojizo, rostro dormido o muerto, en posición horizontal. Ambos lo sostienen justo con los brazos levantados. El fondo es rojizo y amarillo y se ven plantas de magueyes grises y de rojo fuego. El luchador de la izquierda del cuadro sostiene las piernas y la espalda del vencido luchador con los brazos en alto; en tanto, el de la derecha de la pintura está de rodillas y justo con su espalda carga la cabeza y la espalda del supuesto luchador de la muerte.
    En suma, es un cuadro esplendente y muy original por su combinación de luchadores y muerte y de realidad y sueño en un espacio abierto inusitado. Los tres personajes se encuentran ahora en el primerísimo plano del lienzo y el colorido es intenso. Los terroríficos cuerpos y semblantes de los esqueletos proyectan gran calidad en los trazos de líneas y volúmenes. El aparente embalsamiento rojo del cadáver es muy atractivo visualmente como si fuera una marcha de ultratumba y, por ello, el aspecto onírico reluce y envuelve a toda la escena. Entonces, las dos muertes o parcas ya no se ven como luchadores, sino como extraños seres macabros que han triunfado sobre un luchador. El título “LOS SEREMOS” concede gran originalidad al cuadro por la construcción gramatical del verbo “ser” en futuro de indicativo y en tercera persona de plural,  sustantivado con el uso del artículo apropiado. En resumen, la escena de pesadilla revela el trabajo de la muerte de una manera inquietante, perturbadora y extraña, pero fascinante. Sin embargo, los dos tractorcitos en el pecho y en las piernas del muerto parecen una yuxtaposición curiosa, ya que pone la tecnología agrícola dentro de un plano de realidad o de sueño que en sí es sumamente extraño: Muertos y luchadores en medio del campo. Sueño o pesadilla son las claves de una interpretación apropiada de este singular cuadro sobre la muerte, pleno de fantasía y originalidad creadora.   

33. “LOS ASTRÓNOMOS [28 X 21 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Un esqueleto niño monta sobre un coyote o perro. Ambos miran hacia el cielo y contemplan astros. Las dos figuras mortuorias aparecen sobre un fondo rojo intenso y con unos magueyes verde gris. Al fondo, se ven dos esqueletos de huesos azules mirando curiosa y precisamente la escena del primer plano: La del niño y el animal mamífero citados.
        Los cuerpos de niño y coyote tienen fondo negro y sus huesos iluminan los cuerpos. Los huesos amarillos son del mamífero y los verdes del humano. El niño sujeta el cuello del animal. La escena macabra de los dos esqueletos vivos adquiere belleza por los colores intensos: Amarillo, azul, rojo y verde. Asimismo, su tarea de observación es curiosa y graciosa, como de almas en pena. El conjunto puede verse como una escena fantástica u onírica. De este modo, Valverde simplifica los planos de la realidad y esta vez elimina la tecnología moderna, para acercarse más a la visión tradicional de la muerte en México. Este acrílico es de los mejores cuadros de esta muestra por la gran destreza artística y por la alegre visión cultural de recrear a la muerte más allá de lo estrictamente macabro y sombrío. En resumen, la contemplación de los astros agrega dulzura, ternura y colorido a la escena de los esqueletos con huesos luminosos.

34. “XOLOITZCUINTLE [38.5 X 31 centímetros, acrílico sobre tela, 2015]. La cara del famoso perro enunciado en el título se encuentra en el primerísimo plano, con un fondo de torbellino multicolor. La cara está diseñada como túnel, de manera similar al cuadro “EL VIAJE”. El perro enseña un hocico alargado, pelambre color marrón, orejas grandes café y naranja, mancha triangular blanca en la frente y ojos cafés. En general, la figura del animal muestra un trazo figurativo muy realista y contrasta con el dinamismo de los círculos coloridos.
       Se ve una gran hechura artística de realismo figurativo en este cuadro: un bien trazado dibujo, un balanceado volumen y el colorido apropiado retratan a este perro mexicano. Sin embargo, el tema no encaja directamente en el título general de la exposición, a menos que este mamífero sea un símbolo de vida.

35. “DESIERTO [50 X 60.3 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Un luchador de atuendo naranja aplica una llave quebradora a un luchador de máscara y mallas azules. Ambos se encuentran en la lejanía de un paisaje natural y no en un ring o gimnasio. Por ello, la escena luce inusitada y muy extraña, desde un punto de vista realista. Las figuras pequeñas de ambos atletas parecen como una fantasía o una escena de acción propia de un filme de luchadores o  un cartel de lucha libre con escenario fantástico yuxtapuesto. En primer plano, un oleaje multicolor [rojos, naranjas, azules y violetas] es el primer elemento novedoso; el segundo es una calavera blanca de animal con una gigantesca cuenca vacía. En este contexto, los luchadores se enfrentan precisamente sobre esta calavera, mostrando una gran destreza física; el tercer elemento desconcertante o magnificado es el cielo rojizo en forma de torbellino, con nubes azules y moradas y un sol naranja en el centro del torbellino. Enfrente de este torbellino, están precisamente los dos gladiadores, uno de los temas novedosos que proyecta Valverde en esta muestra del Museo Casa Chihuahua.
  En conjunto, las imágenes humanas y naturales son yuxtaposiciones con diferentes espacios. Los colores relucen por su vivacidad y variedad. Si es para un cartel de lucha libre, la escena es espléndida por su novedosa mitificación de los luchadores sobre la enorme calavera, como una lucha a muerte o como una escena crucial de filme de luchadores enmascarados de México. Si es una pintura independiente, los luchadores lucen como personajes fuera de lugar. El resto del cuadro es muy interesante por la presencia del cráneo gigante del animal, sobre una naturaleza encendida de rojo, como si ocurriera un eclipse o un fenómeno metereológico extraño y espléndido a la vez.

36. “MEMORIA DE COLOR [60 X 41 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Valverde explora en este cuadro la yuxtaposición extrema de figuras humanas, animales, vegetales y objetuales. El resultado puede verse como un sueño, una pesadilla, un mapa síquico de obsesiones personales, un divertimento pictórico, un ejercicio de dibujo y color y/o una forma de construir realidades nuevas con experimentación artística. En general, los espacios y las figuras son aglutinantes. Al centro, una casa de dos pisos y ladrillos azules y verdes y tejados rojos; del lado derecho del cuadro, se desprende un absurdo rostro de piel roja con nariz prominente, ojos furiosos grandes con vellos vegetales y dientes prominentes; frente a esta cara-máscara, canta un gallo gigante de plumas verdes y rosas y cresta naranja. Frente al gallo, un luchador de máscara y mallas verdes sostiene una cuerda con ropa tendida. El luchador surge de un fuego naranja que brota del techo de la casa. Frente a la casa, una troca rosada carga paja naranja. Al lado izquierdo, una calavera gigante de huesos verdes y rosas. Debajo de la calavera, se yergue un maguey verde de hojas puntiagudas, justo en el ángulo inferior izquierdo de la pintura. Un inverosímil nido de pájaro se ve al centro, justo a la derecha del maguey, con tres huevos blancos de color rosa suave con forma de máscaras de luchadores. Al lado del nido, en el ángulo inferior derecho del cuadro, un mamífero sonríe como en una escena de caricatura de televisión o cine, exhibiendo una pelambre de líneas de color café. Al fondo, sirven de marco unas colinas azul claro y un cielo puntilloso de color azul rey.
      En conjunto, es el cuadro más positivo, “dulce” y experimental de la muestra “Las raíces de la vida y la muerte”. Resaltan los colores intensos y la yuxtaposición abigarrada y absurda de diversas figuras en un solo plano espacio-temporal. Todo aparece como un sueño o una pesadilla. El título del cuadro lo anuncia más claramente: Es una forma de recordar el uso del color en la pintura, pero con figuras absurdas, asfixiantes, extrañas, todo lo cual limita la generación de significados culturales más claros y consistentes.
     Como audaz ejercicio pictórico, Valverde genera con este cuadro disrupción, desorden, descomposición y cuaja colores bellos, pero las figuras no configuran unidad de sentido y no armonizan. En resumen, “MEMORIA DE COLOR” es un difícil y polémico experimento artístico. Los colores básicos le vienen bien; el dibujo, mejor. Sin embargo, “CALACAS DEL AVERNO” y “DEMONIOS DEL CAMPO” son el mejor ejemplo de cómo los colores dulces cuajan realidades mágicas y fantásticas en espacios físicos más sencillos y limitados. Como experimento artístico, su ‘memoria” se llena de color y el absurdo emerge como forma de organización de contenidos.

37. “TU MIRADA ME LATE [65 X 50 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Este cuadro concentra y explica la visión de mundo de Miguel Valverde en esta muestra: Es una visión sentimental. La mirada emotiva del artista aparece en “CUANDO LA MUERTE BAILA LA VIDA TIEMBLA” y “MERCADO MÉXICO”, por ejemplo. En esta pintura, un corazón rojo con arterias es el centro del cuadro y adentro hay un ojo humano color café con su ceja. Representa al ojo del artista Valverde, glorificado, sublimado por un torbellino de amarillosos girasoles, símbolo pleno de la belleza dinámica que construye en varios de sus cuadros como “EL VIAJE”.
          Así pues, la obra de Valverde representa el ojo emocional y emotivo que está adentro de su corazón mismo de artista creador y sus irises laten apasionados e imaginan colores e imágenes. En general, “TU MIRADA ME LATE” se propone como el cuadro más personal, definitivo y definitorio: Es su “arte pictórica”, declarada en lenguaje y plasmada con imágenes en el lienzo. En suma, esta obra (re)concentra y quintaesencializa el símbolo de la creación artística.


II MIGUEL VALVERDE: MURALISTA Y PINTOR DE CABALLETE


  Miguel Valverde Castillo (1980—) nació en Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua. Egresó de la Facultad de Artes de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH). Ha expuesto en México, los Estados Unidos y Alemania. Esencialmente, destacan las siguientes seis muestras: 1) Grabando los Momentos [Alemania, 2004]; 2) Esquina Ruda [Ciudad de México, 2007]; 3) Espíritu y Trabajo [Chihuahua, 2009]; 4) Arte Chihuahua [Estados Unidos, 2012]; 4) Destellos y reflejos de la Lucha Libre: Arte y espectáculo [Ciudad de México, 2012], según el cartel de la muestra. Por otro lado, ganó tres estímulos a la creación artística “David Alfaro Siqueiros” en 2006, 2009 y 2013.
Fundamentalmente, la creación de murales es muy importante en su vida profesional. Ha pintado murales en algunas facultades de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), centros de convenciones, museos, centros culturales de la iniciativa privada y alcaldías. Sus más recientes murales son los siguientes: 1) A dos de tres caídas sin límite de tiempo en la Arena México de la Ciudad de México; 2) Cuando la muerte baila la vida tiembla en el Museo Nacional de Culturas Populares de Coyoacán en México D. F.; 3) Cuna de la ganadería en Satevó, Chihuahua, según el cartel biográfico del Museo Casa Chihuahua. Sus colecciones de obras fueron exhibidas en 2016 en la ciudad de Rustikalo, Alemania. En el verano de 2017, plasmó un mural con la imagen de una flamante guacamaya roja suspendida en el aire con sus alas extendidas, justo en el segundo piso del Museo Casa Chihuahua.
         

III LAS TRADICIONES DE PUEBLOS MEXICANOS EN MIGUEL VALVERDE: JORGE MELÉNDEZ


          El crítico Jorge Meléndez analizó brevemente las cualidades formales y de contenido de la muestra “Las raíces de la vida y la muerte” de Miguel Valverde en un cartel de presentación exhibido en el Museo Casa Chihuahua en 2016. En primer lugar, Meléndez afirma que los materiales y las técnicas de Valverde están plenamente al servicio de la temática de la vida y la muerte. En segundo lugar, piensa que la citada exhibición evidencia “el ego y el corazón” del artista de Cuauhtémoc al explorar la vida y la muerte. En tercer lugar, señala que Valverde manifiesta en sus obras expuestas “un profundo amor a la naturaleza”. En cuarto lugar, informa que las obras del pintor chihuahuense se alimentan de viajes, lecturas, lugares y personas.
          Especialmente, Meléndez encuentra una mexicanidad y una novedad en estos cuadros y dibujos de Valverde exhibidos en el Museo Casa Chihuahua.  Por un lado, opina que el artista de Ciudad Cuauhtémoc “entreteje la tradición de los pueblos mexicanos en las festividades, bailes, música, juegos, pasiones, miedos y nostalgias enraizados en lo profundo de nuestro ser”, según el cartel de presentación de “Las raíces de la vida y la muerte”. Por otro, considera que los temas tradicionales son cristalizados de manera original, ya que Valverde “los transforma y genera motivos inéditos, alimentando nuevas inquietudes y necesidades creativas”.
          En cuanto a la destreza artística, Meléndez sostiene que Valverde proyecta  grandes habilidades formales. En particular, asevera que son patentes en la mayoría de las obras “la soltura de la pincelada, la línea del boceto y el dibujo, que son un efecto del dominio del trazo siempre dinámico”, de acuerdo al citado cartel de presentación del Museo Casa Chihuahua.
          Finalmente, Miguel Valverde aparece en algunos cuadros como personaje simbólico en la figura de un artista, observando sus propias figuras de la vida y la muerte. Este pintor es un profundo observador y un incesante creador. Para Meléndez, este artista es “el ojo que observa desde el corazón” en clara referencia al mural lumínico “CUANDO LA MUERTE BAILA, LA VIDA TIEMBLA”.


IV CONCLUSIÓN: LA VIDA Y LA MUERTE ENTRE LA TRADICIÓN Y LO CONTEMPORÁNEO


          Miguel Valverde presenta su perspectiva artística en torno a la vida y la muerte en treinta y siete obras configuradas con las técnicas del acrílico, el óleo y el dibujo o boceto. De este modo, su muestra “Las raíces de la vida y la muerte” retoma la tradición cultural y nacionalista del esqueleto risueño y simpático, nutriéndolo de vida frutal y vegetal, del tema de la lucha libre y de la onírica y novedosa tecnología moderna de las comunicaciones y el transporte. Con ello, se atreve a producir nuevos y polémicos significados culturales, sólidos y poderosos. Por ejemplo, destacan el lujoso cuerpo de La Calavera Catrina como recinto lúdico y humorístico de las muertes niñas; el sabroso y alegre Altar de Muertos del alegórico Mercado México; el viaje de la muerte ciclista; la muerte cobijada en las llantas del dinámico vehículo automotor; las langostas como criaturas demoniacas en secreto conciliábulo; Cristo como santo de los luchadores técnicos; los luchadores como encarnaciones oníricas y simbólicas de la muerte; el diablo como criatura fantástica, terrorífica e hiperbólica, entre otras imágenes atrevidas sobre dos temas universales de gran importancia.
        A veces, la aglutinación excesiva de figuras puede verse como un acto artístico demasiado audaz. En otras ocasiones, la atrevida yuxtaposición de figuras en sus cuadros oscurece un tanto los sentidos culturales debido a su gran ambición exploratoria y vanguardista y a su legítima búsqueda estética para transformar la tradición universal y mexicana de la muerte. Especialmente, sus dibujos y volúmenes demuestran las grandes cualidades del artista Valverde. Por otro lado, sus vivos colores, dulces y multicolores colores, buscan avivar la belleza de la muerte insuflándole vida a través del humor y del feliz colorido.
          En particular, los bocetos y dibujos de Valverde exhiben una gran técnica y sus pinturas intentan redefinir la muerte a la luz de la tradición nacional y de la tecnología del siglo XXI. Sin embargo, cuando su arte es menos contrastante y menos aglutinante, sus cuadros relucen con plena y sólida belleza. Por ejemplo, tres cuadros conjugan plenamente gran y fino dibujo, armonía cromática y fantasía posible. Estas obras son “CALACAS DEL AVERNO”, “LOS DEMONIOS DEL CAMPO” y “LOS ASTRÓNOMOS”. Aquí se encuentra la gran veta creativa del Valverde pintor de caballete. Los tractores, los carros y los luchadores cobran fuerza estética en sus ámbitos adecuados: En los retratos realistas del trabajo agrícola de los menonitas de la muestra “ESPÍRITU Y TRABAJO” (2009) y en los carteles y murales de la lucha libre de los murales de la Arena México de la Ciudad de México.
          Esencialmente, el bicromatismo del cuadro “LA OFRENDA” emana fuerza plena en dibujo y fantasía poética. Por su parte, la obra “EL VIAJE” propone una nueva y dinámica visión de los trabajos de la muerte. En tanto, “CATRINA” recrea el grabado de José Guadalupe Posada con hipérbole y humor y una sólida imagen femenina, envolviendo a su protagonista en una asfixiante y luctuosa tela del elegante sombrero de la clase alta, cromándola con los colores dulces del rosa mexicano y el verde aguamar, colmándola de juguetones esqueletos niños que se trepan a su tráquea como cirqueros con gracia sin igual.


EL CUADRO "LA OFRENDA" ES UNA FANTASIA POETICA Y APARECE EN EL CARTEL DE PRESENTACION DE LA MUESTRA "LAS RAICES DE LA VIDA Y LA MUERTE" DE MIGUEL VALVERDE

          Al final de cuentas, tanta yuxtaposición necesita armonía y naturalidad como en “El Jardín de las Delicias” y otros cuadros del Bosco. Como pintor y dibujante, Miguel Valverde demuestra trabajo, oficio, imaginación creadora, experimento y audacia. Sin embargo, la faceta de muralista es más vigorosa en el artista de Chihuahua, como lo demuestran sus múltiples murales plasmados en muros de edificios públicos, privados y universitarios y, especialmente, como lo refuerza su prominente mural de la  Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Chihuahua. De este modo, el mural “LA MEDICINA, SUSTENTO DE LA VIDA, VENCEDORA DE LA MUERTE” es la obra de más robusto contenido conceptual, diseminado en las diversas acciones médicas que transcurren en el tiempo histórico y se interconectan con tubérculos de plantas hasta derivar en una concentrada historia de la medicina y no de los médicos.
En el dibujo perfecto, lineoso y voluménico, la muerte vista por el artista de Chihuahua se solaza; se perfecciona; repasa las técnicas de color en las antiguas historietas mexicanas, calacas de periódicos, artesanías de pueblo, caricaturas de revistas y diarios; repasa consciente o inconscientemente filmes como Macario (1960) del mexicano Roberto Gavaldón o Beetlejuice (1988) del estadounidense Tim Burton; repasa y retoca con su mirada sentimental y artística hasta convertirla en la muerte mexicana del siglo XXI, viajando en una pintoresca bicicleta con cuernos de cráneo de vaca y entre un torbellino de caramélicos colores o viviendo en una divertida fiesta de calacas coloridas de texturales colores dulces de algodón de azúcar. Para ello, Valverde usa el color para dulcificar lo tenebroso de la muerte como en “CALACAS DEL AVERNO”, para revelar su verdadera vocación vitalista tratando el tema de la muerte.
Finalmente, la muerte esquelética y huesuda, la muerte gestual y humana, la muerte viva y vivaz es parcialmente la celebración viva del arte del aguascalentense José Guadalupe Posada en la muestra “Las raíces de la vida y la muerte” de Miguel Valverde. Sus óleos, acrílicos y dibujos expuestos en el Museo Casa Chihuahua son testimonio de las imaginarias “raíces” de la vida y la muerte, a la luz del duro contexto social del siglo XXI y bajo la plena fantasía de sus escenas con esqueletos, humanos, demonios, animales, vegetales, automotores y otros objetos. Son exaltación del arte mexicano de los altares de muertos. Son muerte risueña. Son la Muerte Mexicana, revivificada, tradicional o tecnológica. Son la muerte viva y vivaz tejida por las “raíces” de la imaginación creadora y audaz de Miguel Valverde. La viva muerte de “Las raíces de la vida y la muerte” es finalmente la muerte huesosa y calaverosa, festiva y risueña del mexicano Miguel Valverde: Una muerte entre la tradición y lo contemporáneo.
En la medida que Valverde madure y clarifique su intención autoral y cultural, las yuxtaposiciones figurativas serán menos asfixiantes y más amables y seductoras para la mayoría de los espectadores. Cuando sean menos “sentimentales” y más “intelectuales”, las imágenes pictóricas del artista de Chihuahua serán más poderosas y más permanentes. Entonces, sus obras formarán parte de una abundante obra que ya es importante y lo ha consolidado como el muralista joven más importante del siglo XXI en el Estado de Chihuahua.   



Obras citadas
La Calavera Catrina.” Wikipedia. The Free Encyclopedia. 2 November 2017. The
Wikimedia Foundation, Inc. 1 November 2017. <https://en.wikipedia.org/wiki/La_Calavera_Catrina>.




[1] “La Calavera Catrina” es una forma de criticar a los mexicanos de clase alta que adoptaron costumbres y vestidos de la aristocracia europea de principios del siglo XX (“La Calavera”). Esta obra clásica se ha convertido en un verdadero icono de la celebración de El Día de los Muertos en México.

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