LA MUESTRA “LAS RAÍCES DE LA VIDA Y LA MUERTE” DE MIGUEL VALVERDE: ENTRE LA
TRADICIÓN Y LO CONTEMPORÁNEO
ÓSCAR ROBLES
El chihuahuense Miguel Valverde es un audaz explorador
artístico. Ha descubierto nuevas vetas de la pintura mural, de caballete y del
dibujo en el siglo XXI. Iluminó con sus colores la vida familiar y laboral de
los menonitas con sus tractores y escenas campestres propias del paisaje de
Chihuahua, durante la primera década de este siglo; realzó el papel de la
ciencia en la vida humana en murales de las facultades de medicina del Estado
Grande en la segunda década del mismo siglo; y mitificó las figuras de la lucha
libre mexicana con sus simbólicas máscaras, sus llaves y sus rings en mural pintado en la Arena
México de la capital del país, entre otros descubrimientos y recreaciones en su
tarea de pintor joven. En especial, reconfiguró nuevas imágenes de la vida y la
muerte entre la tradición y lo contemporáneo en una muestra de finales de 2015 y principios de 2016 en la
ciudad de Chihuahua.
Dentro de esta última presentación sobre la vida y la
muerte, expuso treinta y siete obras artísticas. El nombre de esta exhibición: “Las raíces de la vida y la muerte”.
Lugar: Museo Casa Chihuahua. Fechas:
Del veintiséis de noviembre de 2015 al ocho de febrero de 2016. Esta importante
muestra constó de óleos, acrílicos, un fresco, un grabado lumínico y diversos dibujos
trazados con tinta, marcador, lápices de colores y sharple. Todas estas obras giran en torno a la vida y la muerte
como temas centrales y a la naturaleza como símbolo de vida como tema
secundario. Todas estas obras fueron plasmadas con un estilo original y audaz
que incluye elementos tradicionales de la mexicanidad (esqueletos, calaveras, danzas
folclóricas, instrumentos musicales, demonios y vestimentas indígenas y
mestizas) e introduce algunos elementos contemporáneos (luchadores, máscaras, autos
modernos y tractores).
CARTEL DE PRESENTACION DE LA MUESTRA "LAS RAICES DE LA VIDA Y LA MUERTE" DE MIGUEL VALVERDE EN EL MUSEO CASA CHIHUAHUA |
He aquí una
descripción sencilla de todas estas obras, una semblanza biográfica y algunas
notas del análisis de Jorge Meléndez.
I LA VIDA Y LA MUERTE: VITALISMO, HUMOR Y DEMONISMO
1. “MAGMASÚCHIL”
[1.30 X 1.10 metros, acrílico sobre tela, 2015]. En el cuadro, un volcán
multicolor explota un fuego de llamas naranjas y moradas que ocupa la parte
superior del cuadro y derrama gotas naranjas sobre un fondo azul rey y azul
claro. Justo en la boca del volcán, dos flores naranjas son los huecos de una
calavera que muestra el hueco nasal en color ojo y los dientes blancos. El
volcán se tiñe de verdes, naranjas y mates, todos diseminados en el espacio
natural en forma de gajos. Justo atrás de esta escena, las colinas “violetean” con singular belleza dentro
de una escena mortuoria fantástica como una secuencia de cine de terror y
desastres naturales.
Vida y
muerte se mezclan en esta original visión fantástica y fantasmagórica. A pesar
de la presencia de la muerte en forma de calavera, el artista privilegia la
belleza floral y los colores vivos y luminosos que emanan más vida que muerte.
Ante todo, la obra sugiere la presencia de la muerte, simbólicamente, en la
entraña profunda del estallido del volcán que, a su vez, representa el dinamismo
y la fuerza de la naturaleza. Entonces, pueden verse todas las figuras ígneas,
florales y mortuorias como una singular alegoría que explica el origen de la muerte
dentro de la vida misma. Entonces, vida y muerte son dos entidades conectadas
por “raíces” de fuego. En especial, la vida misma es movimiento y fuerza de
volcán, impulso de la bronca naturaleza. Particularmente, el detalle del dibujo
de las flores y su alegre y luminoso colorido destacan sobre el resto de los
colores planos como dibujos coloridos. Esencialmente, el original y creativo título
del cuadro entraña la imagen del volcán o fuente de magma o lava como creadora
de imágenes bellas y vitales. En tanto, “súchil” es una forma dialectal de
México con origen desconocido y funciona tal vez como un sufijo que señala el
nombre propio de un lugar o topónimo. Tal vez este sufijo o sustantivo
yuxtapuesto se refiera a la expresión “súshil” o “xóchitl” (“flor”). De
cualquier forma, el título del cuadro denota un tanto de humor. Acaso, este
cuadro representa al mismo artista como fuente de vitalismo creador y de muerte
al mismo tiempo. Pintura y lenguaje se conjugan con imaginación fantástica y
los colores tan vivos señalan la preferencia de la vida por parte del pintor
Valverde.
2. “CATRINA”
[1.81 X 1.41 metros, acrílico sobre tela, 2015]. Es una gran recreación hiperbólica
del famoso grabado en blanco y negro de “La
Calavera Catrina” (190-1913), obra creada por el ilustrador y cartonista mexicano
José Guadalupe Posada (1852-1913).[1] En
el cuadro de Valverde, una calavera colorida, dientona y ojona es el centro del
lienzo: Huesos blanco-amarillos, hueco nasal rojo, cuencas de ojos matizados
con vitalistas colores verde mar y rosado. La calaca está cubierta de un manto
de hilos de abundantes colores negros, violetas y amarillos que dejan entrever
el rostro de la calavera, cuyo cuerpo completo no se mira, como en el grabado
de Posada. Rodea a la calavera un aura morada que simula el rostro humano. Justo
arriba de ella, se observan tres graciosas calaveritas, trazadas justo en la
frente ósea de La Catrina de Valverde,
como una forma de hiperbolizar a la muerte a partir de la imagen original del
grabador mexicano. En especial, dos de estas calaveritas son violetas y la del
centro es de color blanco-amarillo. Asimismo, las cuencas y huecos de nariz y
boca de estas tres calaveritas están pintados con matices de rico rojo oscuro.
En tanto, la tráquea de la gran calavera mayor surge de unos alargados pétalos plasmados
en vívidos colores azul rey, verde mar, violeta y morado. En realidad, estos
pétalos forman parte de flores que lucen como fuego vivo y creador.
Particularmente, un gracioso y vivaz esqueletito blanco-amarillo se abraza
picarescamente a la tráquea de la gran calavera, bajo una perspectiva original,
exagerada y humorística del pintor Valverde. Finalmente, una cabellera extraña
rodea la frente de la gran calavera central del cuadro, con los cabellos
pintados en bellos colores rosa, naranja y aguamar.
El
conjunto de las imágenes de este cuadro revela una visión siniestra, grotesca,
hiperbólica y fantástica de la muerte universal y, sobre todo, de la muerte mexicana
fundada y sublimada por Posadas, desde la imaginación creativa y recreativa y
contemporánea de Valverde. Así, La Catrina
de Valverde es captada en extremo acercamiento o close up al rostro y cuello óseos, como en el grabado de Posada,
pero con una visión más cinematográfica y detallista del personaje reinventado.
Esencialmente, el pintor chihuahuense construye la silueta ósea de esta
calavera con delicado trazo y acentúa un colorido vivo y alegre bajo la malla
oscura del manto o sombrero femenino de la calaca elegante y fina de la clase
alta aristocrática mexicana de principios del siglo XX. En tanto, la original aglutinación
de las tres calaveritas y el pintoresco esqueletito niño trepado a la tráquea denotan
humor, juego y ternura. Por ello, el esqueletito parece un cirquero o
contorsionista, dentro de una extrema fantasía contemporánea. En particular, este
personaje tan sonriente y pequeño parece agarrado de un tronco de árbol y
proyecta gran humor, fantasía, picardía y exageración. De este modo, el estilo
artístico de Valverde parece influido por el cine estadounidense contemporáneo de
horror y humor, especialmente por la cinta Beetlejuice
del norteamericano Tim Burton. En resumen, este cuadro traza una brillante visión
de ultratumba que dialoga con la risueña, elegante y blanquinegra La Calavera
Catrina de Posada. A la vez, esta pintura procrea una visión personal de la
muerte en el siglo XXI: El juego macabro e hiperbólico de los esqueletos y
calaveras plasmado con colores vivos y acciones graciosas. Esencialmente,
sobresale la magia y precisión del dibujo de Valverde. Es una de las mejores
obras de la exposición del Museo Casa
Chihuahua.
3. “MERCADO MÉXICO”
[1.60 x 1.20 metros, óleo sobre tela, 2015]. En el cuadro, se describe un absurdo
banquete o mercado macabro y grotesco con esqueletos y calaveras mezclados con
una profusión de coloridas, sabrosas y sensuales frutas, verduras y carnes. Al
centro, un gran esqueleto blanco con cuencas rosadas sujeta un pollo muerto y
pelado con la mano derecha. Justo atrás de este personaje, se observa a una
calavera amarilla con huecos negros. Otro esqueleto vivamente policromado
aparece a la derecha del cuadro con huesos rosados, calavera sonriente, cuencas
azules y rosas y un hueco azul en la frente, como una forma de interconectar a
este personaje de la muerte con el cromatismo tan vivo de los alimentos
exhibidos en el mercado. Todas estas imágenes de la muerte y la naturaleza son
vistas como una especie de máscara macabra. Abajo del esqueleto grande del
centro, se amontonan amarillas calabazas, verdes sandías, rojas manzanas y
otras deliciosas frutas más. Revueltas con estas frutas, están una calavera o
máscara dientona y dos máscaras prehispánicas de México. A la derecha del
cuadro, un mono peludo negro y rosado mira hacia el pollo que es sujetado por
el esqueleto grande del principio. Arriba del mono, aparece una mano
esquelética blanca y grande y una plataforma con otro pollo pelado y muerto. A
la izquierda de la pintura y a un lado del gran esqueleto central se mira un
florero violeta con rostro humano y asa grande. De este florero sale un tronco
vegetal azul oscuro que despliega a su vez una profusión de ramas delgadas,
azules y rojas en forma de raíces, la cual es la gran metáfora de toda esta
muestra de Valverde en el Museo Casa
Chihuahua. En particular, estas raíces vegetales invaden la parte superior
del cuadro, pasan por encima del esqueleto grande y se prolongan hasta la
calaverilla de cuencas azules. Especialmente, el tronco azul luce como una arteria
grande que proyecta otras múltiples venas y arterias. Justo en el centro del
tronco azul oscuro, un ojo negro de un humano mira hacia el esqueleto grande y
hacia toda la escena en general. Al fondo, se mira un cielo azul oscuro y
nebuloso y un llano con colinas terrosas y verdosas, árboles y corral en
colina. En especial, las máscaras precolombinas están pintadas de marrón claro
y se mezclan extrañamente con las frutas. Estas obras de arte representan
cultura y mexicanidad.
En
general, el cuadro parece una muy original alegoría de la vida y la muerte y
una hiperbólica fantasía extraña con numerosos objetos aglutinados y
contrastantes que denotan en general vida y muerte, lo cual es el tema de toda
la muestra de Valverde. Entonces, se conjugan en esta obra muerte, naturaleza y
cultura. Así pues, Valverde configura una especie de “naturaleza muerta”, en el
sentido universal y humorístico del término y construye un siniestro mercado
mexicano de frutas, como reza el título del cuadro. En especial, el choque de
esqueletos y calaveras con las frutas implica la mezcla de la vida y la muerte
en un mismo plano fantástico, con la ausencia de seres humanos vivos. Se
contrastan entonces los pálidos colores mortuorios con los colores vivos y
deliciosos de las frutas. Esta singular y creativa yuxtaposición artística e
imaginativa entronca poderosamente con el culto del Día de los Muertos, cuando los mexicanos llevan alimentos a las
tumbas el 2 de noviembre de cada año. Como se sabe, las imágenes de las frutas
son un tema explorado en los cuadros y murales del guanajuatense Diego Rivera y
del chihuahuense Antonio González Orozco. En general, “MERCADO MÉXICO” es una visión aglutinante y compleja por la
cantidad personajes y objetos dentro de un mismo plano espaciotemporal. Por su perfecto
trazo de las frutas como objetos bellos o joyas, este cuadro de Valverde
emparienta estilísticamente con “La
vendedora de flores” y algunos murales de Rivera. Sin embargo, el artista
de Ciudad Cuauhtémoc expone aspectos macabros y alegres de una manera simbólica
y relaciona por acumulación y yuxtaposición los semas “raíces”, “vida” y “muerte”
de la muestra en general. De este modo, ambas entidades, vida y muerte, están
conectadas, según la visión fantástica y metafísica central del pintor Valverde.
Esencialmente, el artista como paradigma y como
encarnación del propio pintor Valverde aparece sutilmente representado en el
ojo humano que se encuentra dentro del tronco del árbol. Por ello, este artista
es el personaje pictórico que observa y crea las “raíces” de vida y muerte en
este cuadro, según la propuesta intratextual. Asimismo, este pintor es el ojo
creador y creativo que contempla y crea las conexiones sutiles de vida y
muerte. Las raíces vegetales que son como venas y arterias pueden representar
el flujo creador y colorido del artista. Estas “raíces” rodean a la muerte calaverosa y esquelética, el cual es un
tema de amplia tradición en la cultura mexicana contemporánea. En suma, la vida
y la muerte conviven en el mismo espacio simbólico imaginado por el artista,
Así pues, esta alegoría contiene imágenes humanas, animales, vegetales y
objetuales que retratan un tradicional mercado mexicano con aglutinantes situaciones
fantásticas y macabras. En particular, el preciso dibujo es el punto fino de la
construcción pictórica en este cuadro frente al convencional pero intenso
colorido. Colores y frutas “dulcifican”, pues, la visión macabra de la muerte,
siguiendo la tradición mexicana que viene desde José Guadalupe Posada. Frente a
la oscura muerte, el cuadro emana poderosa luz e intensos colores, finalmente.
4. “CRANEJO”
[1.60 X 1.20 metros, tinta sobre papel, 2013]. En esta obra, un enorme cráneo
sonríe con sus dos enormes dientes frontales de arriba. Resaltan las flores que
nacen de sus grandes cuencas óseas: Símbolos de vida y muerte. Dos mazorcas
flanquean el cráneo. La de la izquierda del cuadro muestra granos de colores
marrón claro y negro. Sobre el cráneo posa graciosamente un conejillo ojón y
orejón. En suma, calavera de ser humano, animales y vegetales son las figuras
esenciales de este bien trazado dibujo de extraño contenido.
En este
dibujo, Valverde configura una escena fantástica, humorística y juguetona de la
muerte. La calavera risueña y cómica convive con la vida animal y vegetal: Con
un mamífero muy veloz y vivaz y con el tradicional y nutritivo maíz mexicano en
mazorca. En realidad, las pocas imágenes son más una yuxtaposición que una fusión como
anuncia el original título del cuadro. Las tres figuras centrales se yuxtaponen
con audacia y gran destreza artística para generar nuevos y novedosos símbolos
en torno a la vida y la muerte. Vista desde un extraño plano realista o un
divertimento artístico, las imágenes cuajan más, apoyadas por el ligero humor
que despierta el título de la obra. Sin embargo, el significado cultural de la
yuxtaposición de imágenes no cristaliza plenamente dentro de una impecable
factura estética y un fino dibujo que expone con perfección los volúmenes de
los personajes. En especial, la calavera es de un trazo bello y humorístico,
una figura simpática de ojos floridos y con un defecto gracioso: Se trata, pues,
de una calavera humanizada, “sentimentalizada” y un tanto divertida. En tanto,
el conejo y las mazorcas no se integran plenamente a la creación de un firme
sentido cultural. Aunque vegetales y animal están perfectamente trazados en el
bicromatismo esencializado del dibujo, pueden figurar mejor en cuadros
independientes más tradicionales, sin tanta audacia creativa. En suma, el
extremo acercamiento a la calavera no configura contextos. Sin embargo, la
calavera exhibe una belleza risueña al nivel de La Calavera Catrina de Posada y obnubila a las otras figuras más
pequeñas. Finalmente, el título del cuadro es “fusionante” y creativo desde un punto de
vista literario, pero no puede reafirmar la plena con-sustancialidad de las
cuatro figuras de la pintura en el nivel visual. Ante todo, esta obra es un
divertimento y un ejercicio pictórico que proyecta el absurdo de la vida y la
muerte.
5. “ÁRBOL DE LA
VIDA” [1.12 X 2.38 metros, óleo sobre madera, 2013]. Al centro del cuadro, emerge un árbol de
tronco marrón, gruesas raíces y profusas y diversas ramas sobre un potente fondo
luminoso y amarillo. A la derecha del cuadro, nadan unos delicados peces azules,
rosados y violetas. Uno de ellos se alimenta de una de las raíces del poderoso
y simbólico árbol. A la izquierda del cuadro, se yergue una colina color café y
varios pájaros naranjas y amarillos vuelan sobre las ramas superiores de la
izquierda del cuadro. Particularmente, se ve un nido con huevos en una rama de
la derecha. La dinámica de las imágenes animales y vegetales es marcada y todas
se mueven circularmente dentro de una alegoría de la vida y de la naturaleza,
con la ausencia de la muerte. Por ello, atrás del tronco, brota una gran fuente
de luminosidad.
Es una
alegoría intensa de la vida vegetal y animal en el mundo. Las especies se
alimentan de este árbol madre o matriz, mágico y simbólico, vigoroso y grande, pleno
de cortezas sinuosas. La belleza del dibujo y el color de los peces están
envueltos en unas preciosas aguas azules, lo cual remite a un tiempo prehistórico
o bíblico o a una simple y básica construcción alegórica de la vida y la
naturaleza en la tierra. En particular, esta preciosa escena acuática supera en
belleza al conjunto de las aves en vuelo. El árbol sobresale con su estallido
de luz y belleza y su poder central de ser alimento y vida al mismo tiempo. En
suma, la alegoría es básica y esencial y el árbol es una gran figura con
perfecto volumen, líneas y color envuelto en un aura de luz. El artista
Valverde se proyecta como un amante de la naturaleza, es decir, como un pintor
vitalista y vivaz que privilegia a la
vida en su muestra.
6. “PATRONO DEL PANCRACIO” [1.50 X 1.20
metros, tinta sobre papel, 2012]. Sobre un fondo mate, un fornido luchador
enmascarado aplica una llave a un luchador que lleva simbólicamente una máscara
del diablo. Esta máscara demoniaca denota fiereza y es cornuda y dientona.
Ambos atletas se encuentran sobre un tradicional ring de lucha libre. Justo
atrás del luchador técnico triunfador, aparece la figura fantástica de un santo
cristiano barbado y de cabello largo, extendiendo sus brazos como si auxiliara
a su protegido atleta ganador. El santo viste un manto y enseña sus manos
sangrantes de rojo con ramas con espinas. El rostro del santo es grave, sangre
en frente y ojos ensangrentados. El santo es, pues, la figura de Jesucristo,
quien representa en este audaz cuadro al santo de los luchadores, los cuales
son atletas y personajes típicos del México contemporáneo.
La fusión
del luchador técnico con Jesucristo es una imagen muy novedosa, original, muy
contemporánea y atrevida. Estas imágenes conjuntas recuerdan un tanto el
enfoque de la historia realista-fantástica y la mitificación del luchador
protagonista Apolo García en el drama “Máscara
contra cabellera” (1986) del escritor chihuahuense Víctor Hugo Rascón. En
el cuadro de Valverde, brotan del pecho de Cristo gruesas y rojizas arterias
que están unidas a la cabeza del luchador triunfante. En especial, la cabeza
del luchador despliega una extraña aura de luz blanca como se ve en el Apolo de
Rascón al final de su obra teatral, dentro de una interpretación fantástica y
mítica. Abajo del cuadro, la enorme cabeza del mal muestra ojos diabólicos,
orejas grandes y una mueca honda de dolor y tiene la boca abierta y dientes muy
afilados. En especial, la máscara del técnico es de colores amarillo y café y
se parece ligeramente a la máscara del famoso luchador mexicano El Cobarde.
En suma, esta obra en tinta es una alegoría original y
posmoderna: Se unen la lucha libre como el deporte popular; se representa la
dicotomía moral del bien y el mal; se da jerarquía estética a la cultura
popular del mexicano contemporáneo; se exponen figuras opuestas del bueno y el
malo; y, finalmente, aparecen recreadas las figuras de Cristo y el demonio.
Fundamentalmente, esta pintura configura el choque del bien y el mal con su
nivel espiritual y fantástico y representa artísticamente a la lucha libre
mexicana con el enfrentamiento entre el técnico enmascarado y el diablo. En
tanto, la unión arterial y carnal del luchador bueno con el santo o Cristo
surge como una visión muy audaz y original resumida en el título mismo del cuadro:
Cristo es el santo de los luchadores. Una nueva mexicanidad y la novedosa unión
de la cultura popular y el Cristianismo son las claves esenciales de esta atrevida
obra de Valverde.
7. “EL VIAJE”
[1.92 X 2.44 metros, acrílico sobre madera, 2015]. En un primerísimo plano del
cuadro, un blanquizco esqueleto maneja una bicicleta con una cabeza de vaca de
igual color que sus huesos que funciona como simpático y gracioso manubrio.
Esta escena se ve de perfil: La muerte en el viaje en bicicleta. El fondo es
colorido y un tanto fantástico, lleno de torbellinos sinuosos de vivaces y “caramélicos”
amarillos, rojos, rosas y violetas. También, las dos llantas se miran como
torbellinos multicolores y se deslizan sobre un sembradío de maizales verdes y
pequeños, breve sembradío de seco llano. En especial, el esqueleto lleva su
calavera hacia el frente, mira de lado hacia los espectadores y pela los
dientes en sonrisa risueña y triunfadora como si fuera un verdadero ciclista.
En toda esta escena, resaltan sus delgados fémures, sus costillares y sus huesos
iliacos pintados en colores negro y blanco y los huesos de brazos y manos
agarrando los cuernos del cráneo de vaca.
El
conjunto de esta obra es una singular alegoría posmoderna del viaje de la
muerte, por el original y pintoresco uso de la bicicleta como tecnología
moderna del transporte toda hecha de metal y por el esqueleto como antiguo
símbolo de la muerte. Esencialmente, el cráneo de vaca incrustado en el biciclo
es verdaderamente gracioso y humorístico. En particular, las pinceladas
sinuosas y circulares dotan de dinamismo y expresionismo a lo que de suyo es un
hecho estático y rígido: La muerte. Sin embargo, el colorido variado, vivo y
luminoso muestra vida y alegría, bajo la visión divertida y desacralizante del
pintor chihuahuense. Así pues, este joven artista representa una nueva y
mexicana muerte con maizal y llano y bicicleta. En resumen, el cuadro describe a
un ciclista muerto o a la muerte como ciclista haciendo el trascendental viaje
por un llano. Es una de las obras más audaces del artista chihuahuense en la
muestra “Las raíces de la vida y la
muerte” y está trazada con gran destreza artística. Especialmente, el maíz puede
verse como representación de la vida y como raíz y el esqueleto como símbolo de
la muerte. La recreación de la muerte con la bicicleta puede ser un tanto
polémica, pero el impacto estético es grande y pleno de colorido y humor
grotesco en medio de un inusitado y abierto espacio desértico.
8. “SEGUNDA PIEL”
[28 X 22 centímetros, fresco, 2014]. Un luchador es el centro del cuadro y se
encuentra vestido con una máscara azul que tiene un águila dorada. El cuello del
atleta muestra los músculos como en una foto de una clase de anatomía, con justos
y precisos colores rojos y rosados y líneas negras que demarcan los músculos y
la piel. El fondo de la pintura es un aura blanca de luz y líneas rojas, verdes
y moradas.
El
conjunto es una novedosa metáfora de la lucha libre y el luchador: La máscara
parece ser la primera piel o identidad personal del luchador; los músculos de
debajo de la piel son la segunda piel, la más interna piel hecha de anatómica
carne. En general, estas imágenes revelan sutilmente la identidad viva y vital,
verdadera y orgánica, que verdaderamente mueve al luchador. De este modo, lucha
libre y anatomía se yuxtaponen para crear un significado cultural: La piel de debajo
de la máscara es la vida verdadera de la persona y el rojo vivo y las líneas
sinuosas de los músculos subrayan e hiperbolizan este concepto: El luchador es
de carne, es vida. La máscara del águila dorada es mero disfraz, tela muerta,
bella, pero es simple máscara. Esta obra muestra una imponente factura estética
con el tema original del deporte de la lucha libre como un elemento
contemporáneo que representa vida. En particular, los tejidos precisos de la
piel como tema parecen derivados de la gran experiencia artística de 2010
cuando Miguel Valverde plasmó los brillantes murales “La medicina, sustento de la vida y vencedora de la muerte” y “La salud” en la Facultad de Medicina del
campus nuevo de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH).
9. “LA OFRENDA”
[1.60 X 1.20 metros, sharple sobre
papel, 2015]. Se mira en el cuadro un rostro de perfil con ojos cerrados. La
cabeza despliega bellas flores rojas que son su cabellera. La imagen es vista
desde un extremo acercamiento. Por las flores-cabellera, puede ser una mujer o
puede ser el símbolo de un artista. Tiene la boca abierta. En especial, el
rostro muestra trozos de piel en forma sinuosa como en los mapas anatómicos de
medicina.
Ciencia y
arte, anatomía y fantasía convergen en esta obra que puede resumir la postura
estética y vital de Valverde. La cabeza brota flores como de papel, las cuales
son como una ofrenda simbólica que representa la belleza o el arte o hasta la
vida misma, íntima, profunda, pasional y muy auténtica: Su vida de artista con
su más profunda piel que es belleza. Con perfecto y fino dibujo, el volumen
corporal se resuelve en carne y vivos músculos bajo la piel, sobre un fondo
blanco. Con esta breves y hondas imágenes, el artista desnuda su piel misma,
como mirándose a sí mismo hacia dentro, desdoblándose con alma de artista. En
especial, el rostro ofrece una belleza floral única y extraña: Las flores y
hojas son el símbolo de la belleza de su imaginación creadora y de su fantasía
creativa y están tejidas bajo un estricto bi-cromatismo —rojo claro y blanco.
Resalta más el fino dibujo que el variado y básico colorido. En suma, “La ofrenda” es una originalísima
fantasía y una alegoría del artista plástico en pleno efluvio creativo o en un
estado de amor profundo por el ser amado. Lo básico del trazo se alimenta del
hondo y poético significado final. Este cuadro encabeza con justa razón las
promociones en algunos carteles de la muestra “Las raíces de la vida y la muerte” de Miguel Valverde, por su gran
calidad estética y su hondo simbolismo.
"LA OFRENDA" DE MIGUEL VALVERDE: SIMBOLO DEL ARTISTA PLASTICO |
10. “CALACAS DEL
AVERNO” [44 X 60 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. En el cuadro, tres
esqueletos emergen de una llamarada amarilla y naranja, sobre un fondo geométrico
rojo y verde esmeralda. Los seres de ultratumba proyectan una actitud risueña y
muy festiva. El esqueleto del centro mira de frente y muestra los siguientes
rasgos: Manos negras, huesos blancos y verdes y una calavera como máscara de
luchador con sus cuencas negras y grandes, una flor en la frente y con rayas
rojas y verdes. El de la izquierda del cuadro exhibe un ojo con chispas rojas
alrededor, quijada grande y unos fémures verde limón; baila de perfil, asoma su
hueso sacro iliaco y tiene una pierna levantada. El de la derecha del cuadro es
el esqueleto de un venado visto de perfil, mostrando sus costillares y sendos
cuernos grandes.
Algunas figuras redondeadas de color rojo y verde tienen
puntos blancos y negros y denotan una ligera texturalidad en las imágenes. Por
ello, el cuadro luce como pintura rupestre dentro de una caverna, como un arte
primitivo. Sin embargo, los colores son vivos y alegres y la técnica pictórica
y la perspectiva cultural son contemporáneas, pues se describe una danza
macabra y fantástica al calor del fuego, vista desde un plano reductivo y
simbólico, como en un sueño o pesadilla y con figuras en miniaturas. En
especial, el esqueleto del animal mamífero complementa esta visión fantástica.
El dibujo, el color y el volumen dan gran belleza a este cuadro y se observa
una plena cristalización de figuras albas de huesos en medio de los colores
vivos de la vida: Rojos, verdes, amarillos, naranjas, todos los cuales parecen
darle vida a los tres esqueletos imaginados por la fantasía macabra de Valverde,
De este modo, el artista integra otra vez más conexiones o “raíces” entre la vida
y la muerte con esqueletos dinámicos y danzantes. En suma, la obra proyecta una
vena altamente festiva y llena de color con el tema lúgubre de la muerte.
11. “DEMONIOS DEL
CAMPO” [50 X 60 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. En primerísimo
plano, una langosta gris, roja y violeta se abre de piernas al centro del
cuadro y luce como una diosa extraña, humanizada. Al fondo, se miran abundantes
plantas en colores verde mar y violeta, plenos de volúmenes “puntillosos”. Justo
a su lado, otras cinco langostas de diferente color parecen rendirle tributo al
insecto más grande, en medio de una profusa vegetación y, por ello, la rodean
en círculo como si fueran humanos todos, como una tribu maligna. En especial,
un par de langostas se ven al fondo de la mencionada escena del primerísimo
plano: Una es rosa y otra negra.
En
general, toda la perspectiva visual de esta escena es de extremo acercamiento.
Parece como si fuera una escena de una película de dibujos animados del tipo de
Antz / Insectos
(Estados Unidos, 1998) de los directores norteamericanos Eric Darnell y Tim
Johnson. Los dominantes colores dulces
[violeta y verde agua mar] y el tejido puntillista en los volúmenes de las
figuras animales y vegetales dotan de gran magia, belleza y fantasía a esta muy
extraña y humanizada escena rural. Esencialmente, la mirada fantástica del
artista perfecciona la visión y su pincel afina el dibujo y “enmiela” los
colores, para inventar una reunión de langostas con una visión personalísima.
En especial, la junta de chapulines luce como una escena naturalista y una
escena “ritualista” al mismo tiempo. Por un lado, puede verse a los insectos en
su tarea normal entre las hierbas. Por otro, las langostas parecen conspirar o
practicar conjuros como si fueran verdaderamente “demonios” del campo, como
reza el título de esta obra. Como se sabe, las langostas son plagas y destruyen
cosechas y alimentos vegetales y entonces son como animales del demonio o del
mal en la naturaleza. Finalmente, los colores dulces le dan plenitud y belleza muy original a la obra y
transmiten la apariencia de sueño o pesadilla. Finalmente, la calidad artística
del fondo y la forma se concretan para constituir una de las mejores pinturas
de la muestra del Museo Casa Chihuahua.
12. “MÁS SABE EL
DIABLO POR VIEJO” [59.8 X 56.6 centímetros, acrílico sobre madera, 2015].
Un terrorífico diablo aparece en el primer plano del cuadro, Tiene el cabello
canoso en forma de cerebro humano. El horror nace de su fealdad extrema:
Cuernos prominentes de toro; boca enorme con colmillos grandes y afilados y
lengua roja saliendo de la boca; nariz roja con fosas muy grandes; orejas
naranjas de bestia; cejas rojas y voluminosas; ojos blancos llenos de ira y
gruesa pelambre de colores rojo, amarillo y blanco. Toda esta gran imagen
demoniaca resalta sobre un fondo de colores verde esmeralda y violeta, con un
“puntillismo” que denota cierta texturalidad. Es una obra de la fase del
demonismo explorada por Valverde.
En
conjunto, el cuadro es un retrato fantástico de un diablo anciano o viejo. Los
colores subrayan la fealdad y el horror; el dibujo enfatiza su forma tenebrosa.
En particular, el título parece enunciar una mirada amable sobre esta encarnación
del mal, ya que subraya ante todo la sabiduría del diablo, de acuerdo al famoso
refrán contenido en el propio título. Sin
embargo, el cabello canoso se desvanece frente a la extrema expresión de ira y
horror que dominan toda la cara de esta bestia demoniaca. En especial, los
colores bellos del fondo no alteran la imagen concreta final: Esta encarnación
del mal es terrorífica ante todo a pesar de las canas blancas del cabello,
símbolo de la supuesta sabiduría del diablo. Se ve como una invención original
de la fantasía del artista.
13. “CHAPETES”
[60 X 60 centímetros, sharple sobre
madera, 2015]. Un extraño rostro biforme, macabro y feo aparece en extremo
acercamiento, sobre un fondo superior de hojas amarillas y verdes y flores
violetas y un fondo inferior de cabellos negros, blancos, azules y violetas. La
parte superior del rostro es una máscara de piel blanca, cuencas, bigotes y
cejas negros y formas de torbellino rosa en las mejillas. En tanto, la forma
inferior es horrorosa, como calavera: Dos hileras de dientes grandes y blancos
en boca dejan ver montones de dientes y muelas pequeñas adentro, como una
hipérbole de la fealdad de este ser.
Sobresalen
en esta obra con el tema del pulso firme en dibujo y los colores contrastantes
como el blanco y el negro y los colores pastel. En realidad, el rostro puede
verse como una invención fantástica muy novedosa, como un ser inexistente o como
una máscara muy original con gestos de horror y fealdad extremos y con la mitad
de piel y la mitad de calavera. En suma, la cara de este demonio emana la
expresión pura del horror; en tanto, las mejillas o “chapetes” trazados en
líneas rosas son una simple gracejada humorística y picaresca del artista,
dentro del horror general de los componentes de la cara. Así pues, la obra
reluce como un gran ejercicio formal en torno a la fantasía, el horror y el
demonismo, dentro de una línea de invención de bestias de terror, tal y como lo
hace el cine estadounidense en una buena parte de su historia.
14. “CUANDO LA
MUERTE BAILA, LA VIDA TIEMBLA” [1.20 X 4.20 metros, grabado en acrílico con
iluminación LED, 2014]. Esta obra es el proyecto de un complejo mural con
múltiples figuras humanas, animales, vegetales y objetuales, distribuidas en
distintos espacios o escenas, como un panorama tradicional y contemporáneo de
la vida y la muerte. En sí, el grabado es muy característico de la inusitada e
insólita perspectiva artística de Valverde en la muestra “Las raíces de la vida y la muerte”. Ante todo, representa la
aglutinación o yuxtaposición de elementos tradicionales y contemporáneos en
torno a la muerte.
En el grabado, dos esqueletos vestidos de campesinos mexicanos
bailan sonrientes bajo unos escalones de un quiosco. Al fondo, se observa una
nebulosa. A la derecha del largo cuadro, tres esqueletos tocan dos guitarras y
un arpa, trepados arriba y alrededor de una canoa. Frente a ellos, un lobo
esquelético aúlla con el hocico hacia arriba y de perfil. Atrás del lobo, un
esqueleto sube por la cola de la canoa. Se observa un árbol atrás de todos
ellos y un jardín de plantas y flores justo atrás de este conjunto musical de
tres esqueletos. Del tronco del árbol sale una flor que funge poéticamente como
la cavidad de una guitarra, que se convierte en un arpa de grandes cuerdas y es
tocada por el esqueleto músico del centro. A la derecha del cuadro, un
esqueleto toca de pie una mandolina y un luchador enmascarado aplica una
clásica llave de la lucha libre a un luchador de traje negro, quien tiene un
esqueleto y una calavera pintados en el traje. Arriba de estos dos atletas del
pancracio, aparece una calavera gigante. Asimismo, se miran plantas cactáceas
(nopales, magueyes) atrás del esqueleto de la mandolina. Debajo de un maguey,
está un corazón abierto con un ojo humano abierto como en el cuadro “MERCADO MÉXICO”. Cerca de los
luchadores, se contemplan la cabeza de un enmascarado con figura de águila y
tres peces que intentan comerse uno a otro en forma de cadena lineal de
alimentación. Justo en el ángulo superior izquierdo del cuadro, un hombre
barbado y calvo tiene una larga cuerda en su boca, la cual cruza precisamente
toda la escena de los dos esqueletos bailadores del principio y cruza también
las cuerdas gigantes del guitarrero mayor de la banda musical mortuoria
compuesta por los tres esqueletos de la canoa.
El
conjunto de este grabado es muy audaz y complejo por la aglutinación de
imágenes contrastantes de humanos, animales, vegetales, objetos y figuras
fantásticas y por su oscilación entre lo tradicional y lo contemporáneo. Con
este material, Valverde recrea imágenes en torno a la muerte con elementos del
pasado y del presente, haciendo conexiones con algunas cuerdas que cumplen
similar función a las “raíces” vegetales del cuadro “MERCADO MÉXICO”. En conjunto, todas ellas son las imágenes básicas
de una posible alegoría de la vida humana en México, desarrollando la novedosa
y arriesgada técnica del grabado lumínico en colores blanco y negro. En
especial, la presencia de la muerte en la vida se fundamenta en el tradicional
concepto de fiesta mexicana macabra con música, baile y sonrisas de calaveras y
esqueletos. En este sentido, se acerca a las imágenes de la muerte de los
grabados de José Guadalupe Posada, a las artesanías mexicanas de la muerte y a los
altares del popular e histórico Día de
Muertos y a los cartonistas mexicanos contemporáneos como Rogelio Naranjo. Todas
estas escenas son presididas por una figura divina que puede ser el Dios
cristiano o una divinidad grecolatina. Este dios barbado y calvo parece
insuflar vida con un soplo de su boca y crear finalmente el mundo humano y el
mundo de ultratumba, la vida y la muerte, conectadas por “raíces”. De los
humanos, solamente sobreviven los luchadores como héroes y se advierten figuras
de animales, vegetales y objetos: Peces, plantas, carro, tractor, peces, canoa
y quiosco. También, preside la escena el propio artista plástico como una especie
de dios creador. Este artista es en este mural un corazón con ojo que capta el
mundo con su imaginación sintética, simbólica y alegórica. En realidad, este
mural es un cuadro muy complejo y atrevido por tanta yuxtaposición de imágenes
y planos espaciotemporales y físicos y metafísicos y por combinar el mundo
orgánico y la tecnología y lo tradicional y lo contemporáneo. Fundamentalmente,
destacan el gran dibujo de Valverde, la mirada macabra y humorística sobre la
muerte, las interconexiones y escenas múltiples con elementos tradicionales
(esqueletos, baile, músicos) y elementos contemporáneos (luchadores, tractor,
automóvil). En resumen, la perspectiva del artista es novedosa y proyecta la
perspectiva artística de que en el mundo perviven la vida, la muerte, Dios y el
propio artista testigo y (re)creador.
15. “CUANDO LA
MUERTE BAILA LA VIDA TIEMBLA” [64.2 X 46 centímetros, boceto, marcador
sobre papel, 2014]. Es una obra que prefigura el mural anterior con diversas
figuras similares. En este boceto, un musculoso luchador aplica una conocida
llave al enmascarado de la muerte; tres peces se comen entre sí en cadena
alimenticia; y el Águila Enmascarada aparece con su solo rostro aislado de las
escenas citadas. Particularmente, un hueso en forma de bolígrafo se encuentra
en el lado izquierdo del cuadro, como imagen nueva. Todas las figuras se
ordenan por yuxtaposición.
En
general, la composición del cuadro forma parte de un boceto que dio origen
finalmente al mural analizado en la sección anterior. El buen dibujo tan
característico de Valverde reluce en los trazos de elipsis, círculos, hojas de
plantas, la máscara del gladiador y las líneas de los músculos del atleta. Ante
todo, esta obra hecha con marcador puede verse como una obra en proceso o “work in progress” y como un ejercicio
creativo. Las yuxtaposiciones de figuras en diferentes escenas es un rasgo de
varios de los cuadros de esta interesante muestra del Museo Casa Chihuahua.
16. “DIABLO VOLCÁN
CON CABEZA” [21 X 12 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Es una obra
del tema del demonismo, En el centro del cuadro, se observa un rostro de diablo
con un llamativo volcán en erupción sobre la cabeza, todo visto en extremo
acercamiento. Los cuernos se desprenden de la frente y se meten en la boca como
si fueran colmillos. Este ser fantástico y original saca la lengua, los ojos
negros emanan maldad y una barbilla negra pende de su quijada.
En
general, la figura demoniaca reluce como una novedosa imagen del diablo por algunos
elementos nuevos: Volcán y colmillos como cuernos. En especial, el volcán es
una imagen simbólica y denota extrema furia del diablo. Destaca la destreza en
el dibujo trazado en blanco y negro. En suma, es un ejercicio de imaginación en
torno a un ser de ultratumba, propio del infierno, una fantasía en torno a la
muerte.
17. “MITAD DIABLO,
MITAD LUCHADOR” [12 X 21 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. El
centro del dibujo es un rostro en blanco y negro biforme: Un lado es la máscara
parecida a la de los luchadores mexicanos Aníbal
o El Diamante; el otro lado muestra
los rasgos de un demonio con orejas largas como de monstruo anfibio, calvo y
con dientes horripilantes.
Valverde
yuxtapone dos identidades como un ejercicio lúdico, una práctica del dibujo, un
boceto, pero sin consolidar hondos significados culturales. En general, se
observa el buen pulso para el dibujo y la configuración de volúmenes y rasgos
en lo que puede verse como un ejercicio formal para representar figuras
demoniacas y proyectar dicotomías morales del bien y el mal a partir de la
lucha libre, un deporte y un espectáculo esenciales en México.
18. “MACETA DE
RECUERDOS” [12.5 X 20.7 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Es otro
dibujo en blanco y negro, trazado con humor, fantasía y originalidad. Una
maceta de rostro humano con ojos vacios y gesto enigmático contiene un árbol
con ramas, pero sin hojas.
El dibujo
es una imagen lúdica, una práctica de boceto y una muestra de la destreza
artística para crear imágenes extrañas con una buena hechura formal. El
hombre-maceta parece entroncar con las películas de fantasía y dibujos animados
del cine estadounidense o como un segmento breve de imágenes desbordantes y
raras propias del tríptico al óleo El Jardín
de las Delicias (siglo XVI) del pintor holandés Jheronimus Bosch, alias El Bosco. Ante todo, este boceto se ve
como un experimento estético, creador y creativo.
19. “DIABLITO”
[11.2 X 12.9 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Este dibujo es el boceto
o una variante similar del cuadro “CHAPETES”,
ya analizado en el número 13 del presente ensayo. El personaje central es
encarnado por un diablo horroroso con cabello, cuernos, ojos irascibles, lengua
de fuera, colmillos filosos y orejas bestiales.
El pulso
fino domina este dibujo. La figura demoniaca y horrorosa provoca una extrema
repulsa. En tanto, el título del dibujo subraya irónicamente una descripción en
diminutivo que no corresponde a la imagen extremadamente terrorífica. Esta obra
representa un ensayo para dar vida a seres fantásticos, a encarnaciones del mal,
bajo una nueva visión. Valverde explora el demonismo con su fantasía creadora,
cruzando las fronteras de la vida y la muerte.
20. “DIABLO NEGRO” [17.2 X 12.7 centímetros,
marcador sobre papel, 2014]. Es un dibujo pequeño en blanco y negro. Proyecta
la cara de un diablo cornudo con orejas bestiales, ojos vacios y circulares y
colmillos filosos.
Este
rostro parece una máscara de danza folclórica que representa al demonio. Luce
como un personaje de carta de lotería y como una estampa que concentra la
maldad pura. De este modo, el artista Valverde orienta las “raíces de la
muerte” hacia imágenes demoniacas llenas de horror, como una forma artística,
consciente o inconsciente, de aportar más conciencia humana sobre la vida y la
muerte en una sociedad tocada parcialmente por la amoralidad y la inmoralidad.
Ante todo, su serie de dibujos con demonios alertan a la comunidad con la
posibilidad de que el diablo exista realmente en el siglo XXI. Al mismo tiempo,
estos dibujos son una preocupación estética para forjar estas criaturas
fantásticas, con preciso dibujo y exacto volumen, como parte de un arte que
explora la naturaleza del mal y la fantasía demoniaca.
21. “RELOJ DE ARENA”
[12.5 X 20.7, marcador sobre papel]. Ocupa el dibujo una calavera de cuencas
oscuras y sonrisa risueña. Particularmente, carga en su cráneo un reloj de
arena de cristal, como si fuera una maceta. Se ve una graciosa plantita justo
en la esfera de arriba del reloj, como una forma de vida.
Se observa
en esta obra un dibujo exquisito con una clásica imagen mortuoria en
combinación con una absurda y graciosa presencia de sobrepuestas figuras
vegetales y objetuales. El conjunto revela humor grotesco y una reconcentrada
fusión de muerte, tiempo y vida. El mensaje final de esta obra puede ser que la
vida está sobre la muerte y ambas conviven de manera fantástica regidas por el
tiempo, bajo la perspectiva artística de Valverde. En general, el dibujo luce
como ejercicio lúdico sobre la vida y la muerte con los símbolos esenciales del
vegetal y la calavera.
22. “NIÑO Y COYOTE”
[28.3 X 21.8 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Los temas de la muerte y
la vida ahora se orientan hacia el humano y hacia un animal mamífero. En la
obra, un coyote esqueleto aúlla con el hocico hacia arriba, parodiando la clásica
figura de los alebrijes oaxaqueños. Carga en su lomo a un esqueletito humano:
Un niño.
El dibujo
es impecable y demuestra que Valverde es un gran artista para trazar líneas y
volúmenes con gran equilibrio y con una gran facilidad en la configuración de
imágenes. El significado es más experimental: Humor y ternura con la muerte.
Las grotescas imágenes plasman finalmente la idea de que la muerte es también
vida, puesto que los dos esqueletos están en movimiento y conviven como amigos,
como si fueran seres vivos. Luce todo como un arte novedoso con la impronta
estética del marcador y la prodigiosa imaginación
de Valverde.
23. “CALACA
GUITARRISTA” [27.8 X 21.5 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. En la
obra, un esqueleto bigotón toca la guitarra, baila y canta con los maxilares
bien abiertos; muestra sus enormes dientes y sus cuencas vacías; y, finalmente,
levanta la pierna izquierda graciosamente.
La obra
proyecta un perfecto dibujo en blanco y negro. Los trazos en líneas y volúmenes
denotan gran precisión. La calaca artista representa lo festivo y conjuga humor
grotesco, gracia, alegría, siguiendo la vena nacionalista de los artistas
mexicanos del pasado y, en especial, a los grabados de José Guadalupe Posada.
Puede verse como una escena de cine macabro con tintes cómicos. Es uno de los
mejores dibujos de la muestra porque concentra calidad estética y una
perspectiva simpática y muy mexicana sobre la calaca nacional.
24. “CUANDO LA
MUERTE BAILA LA VIDA TIEMBLA” [64.2 X 46 centímetros, marcador sobre papel,
2014]. Este dibujo se presenta como una versión pequeña del cuadro lumínico del
mismo título examinado en el número catorce de las descripciones del presente artículo. En este
sentido, es un boceto, un esbozo, pero fue configurado con la magia de los
colores vivos que denotan la postura vitalista del artista Valverde. En este
dibujo pequeño, se miran los cielos intensamente amarillos y con matices
naranjas; el volcán es de color marrón; en tanto, el árbol, la calaca en forma
de auto Volkswagen y la serpiente lucen en magníficos color café claro, como
aparecen en las tradicionales historietas mexicanas de la segunda mitad del
siglo XX. En especial, la serpiente se extiende horizontalmente abajo del
dibujo y abarca de orilla a orilla y abre la boca justo donde se encuentran los
músicos guitarreros. Esta víbora aparece como un personaje nuevo y protagónico.
Atrás de esta banda de músicos, un azul fuerte embellece la escena. Los
violetas matizan al final de la cola de la serpiente, a una parte de la calaca-Volkswagen
y al ángulo superior izquierdo del dibujo. En tanto, el coyote aullante se
encuentra justo al lado izquierdo de la obra, plasmado con cuerpo color rosa
mexicano y esqueleto blanco. Adentro de la boca de la serpiente, se ve una
cabeza rosa de un luchador enmascarado. En el centro del cuadro, los esqueletos
bailarines muestran coloraciones café claro y la calaca mujer enseña su bella
falda color rosa mexicano. Ambos personajes fantásticos aparecen en posiciones
opuestas a la del mural lumínico analizado arriba: Ella, a la derecha del
cuadro y él, a la izquierda. En esta versión pictórica, el artista omite la
presencia de los luchadores peleando en el ring y la cadena alimenticia de los
tres peces que se devoran entre sí.
El conjunto
de imágenes plásticas es espléndido por el variado colorido y por la omisión de
los luchadores gladiadores. En especial, el dominante color café denota un aire
de antigua historieta mexicana y los colores vivos le dan mucha vida a los
esqueletos, dentro de un contexto general de fiesta, baile, canto y música y
dentro de un diseño más tradicional de las escenas de la muerte tan mexicana.
Los personajes macabros y las figuras densamente simbólicas se aglutinan para
construir un viejo y un nuevo sentido mexicanista: La fiesta macabra de la
muerte en múltiples planos, bajo la idea festiva de la muerte, dentro de la
mejor tradición de José Guadalupe Posada y otros artistas mexicanos.
26. “LOS SEREMOS,
ELEVANDO LUCHADOR” [21.5 X 58 centímetros, lápices de color sobre papel,
2014]. En el dibujo, un luchador con atuendo de esqueleto eleva a un luchador
de máscara negra y calzón gris sobre sus propios brazos en alto, como si
pelearan dentro de un ring. Sin embargo, ambos gladiadores están en medio de un
inusitado espacio campirano con magueyes verdes, cielo naranja con nubes breves
rojas y tierra azulina y morada.
En
general, este dibujo es un boceto bello por su fino dibujo y sus colores. El
despliegue de esta escena es fantástico u onírico o puede formar parte de un posible
cartel de lucha libre. Se ven extraños los colores de la naturaleza, la escena
del campo y, sobre todo, la postura horizontal perfecta del luchador de máscara
negra justo arriba de los brazos de su oponente, como si estuviera levitando.
En especial, el cuerpo del vencido luchador es de piel rojiza. Extrañamente, un
esqueleto blanco y negro fantasmal se aferra al torso del vencido enmascarado
negro y parece como su aliado o el alma que se separa del cuerpo. La cabeza de
este esqueleto es una calavera dientona, pero con los ojos humanos asomando por
los agujeros de la máscara. Dibujo y colorido son de buena factura estética.
Sin embargo, la escena parece un sueño o una pesadilla, pues la extraña batalla
de lucha libre extraña exhibe a un cuerpo levitante sobre los brazos musculosos
del otro atleta y el paisaje de llano como espacio físico subraya lo
inverosímil de la escena. En tanto, el esqueleto fantasma es la nota original y
fantástica, un ser de ultratumba o una encarnación espiritual de la muerte. Domina
en este dibujo un buen trazo de la forma, pero permanece un gran misterio en
torno al posible significado cultural de esta lucha en medio del campo. En
particular, el nombre de los luchadores es muy original y es formado
curiosamente con un verbo como sustantivo: “Los
Seremos”. Finalmente, la aglutinación de lucha libre, muerte y espacio
natural forman parte de la audacia artística de Valverde para inventar nuevas
imágenes artísticas, propias del siglo XXI.
27. “EOLO”
[21.5 X 28 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. La cabeza calva y barbada
del famoso dios griego de los vientos es el centro de todo el dibujo. Esta
deidad sopla emitiendo un poderoso viento horizontal, justo sobre las nubosas
barbas que lucen como la parte más importante de la acción fantástica del dios
mítico de la Antigüedad griega.
Reluce el
buen dibujo en blanco y negro con firmes líneas que diseñan un perfecto volumen
para recrear a la deidad griega. El rostro del dios se ve serio y sereno y sus
barbas enormes parecen lucir más. En suma, es una re-textualización
contemporánea del dios Eolo, desde la perspectiva del excelente dibujante
Valverde. Una imagen similar de este dios aparece en el mural lumínico “CUANDO LA MUERTE BAILA, LA VIDA TIEMBLA”
comentado en la obra número catorce del presente artículo.
28. “CRÁNEO VOCHO”
[27.9 X 21.5 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Es el boceto en blanco y
negro de una escena del mural lumínico “CUANDO
LA MUERTE BAILA LA VIDA TIEMBLA”. Los ojos de la calavera son las llantas
del coche Volkswagen, como elemento fantástico novedoso.
Otra vez
el buen oficio del dibujante Valverde se proyecta sobre esta obra. La imagen del
automotor es audaz e intenta crear nuevos sentidos en torno a la muerte, pero
luce un tanto absurda e inverosímil por yuxtaponer la tecnología del automóvil
con el clásico símbolo de la muerte calavera. Tal vez haya en esta obra un
significado más implícito y personal y se necesita más contexto. De cualquier
modo, para Valverde este carro pequeño envuelve los riesgos de la muerte en un
accidente automovilístico en la carretera.
29. “EL VIAJE”
[21.9 X 28.3 centímetros, acrílico sobre papel, 2014]. Es una variante del
cuadro del esqueleto ciclista con el mismo título analizado antes en este
escrito en la obra número siete del presente artículo. Se observan similares
nubarrones multicolores, un sembradío con verdes maíces y un esqueleto
ciclista. Las llantas aparecen más marcadas y la calavera del animal es
alargada y su tráquea forma parte del biciclo.
En
conjunto, Valverde diseña una imagen audaz de la muerte a la luz de la moderna
tecnología del transporte. Es una belleza macabra, alegrada con la viveza de
los colores y el humor marcado en la tarea misma del extraño ciclista viajero y
en los pintorescos cuernos óseos de la res en los manubrios. Con ello, trata el
arista de cristalizar una nueva mitificación de la muerte viajera o del viaje
de la muerte, con una figura más dinámica y feliz en medio de un paisaje
natural.
30. “VOCHO”
[13.7 X 12.8 centímetros, marcador sobre papel, 2014]. Luce como una versión
similar a la del “CRÁNEO VOCHO”. Esta
vez el mensaje del artista aparece más completo, con más contexto espacial: El
carro Volkswagen avanza por un camino cerca de un precipicio, donde aparece la
presencia siniestra de una calavera como símbolo de la muerte que acecha. En especial,
las llantas son también las cuencas vacías del cráneo mortuorio. En sí, el
artista traza la idea de que el carro encierra una muerte trágica y la calavera
sobre el precipicio anuncia el fatalismo.
En
general, este dibujo cuaja mejor una nueva visión de la muerte relacionada con
los accidentes automovilísticos en las carreteras como elemento contemporáneo,
lo cual es un evento de las modernas tecnologías del transporte y las
comunicaciones. Así pues, la calavera es una presencia fantástica como en las
películas de terror.
31. “LA FAMILIA”
[20 X 20 centímetros, óleo sobre lino, 2014]. Seis esqueletos vivientes posan
para una foto en el centro del cuadro. Son la familia de la muerte, con sus
bustos de huesos blancos y amarillos, dientes muy visibles, cuencas oscuras y
tenebrosas. En primerísimo plano, sobresale el esqueleto padre con su bigote
negro. Justo al lado derecho del cuadro, un esqueleto proyecta una imagen
feminizada con líneas trazadas en marrón claro: Es la calaca madre. Los otros
cuatro representan a los hijos del matrimonio esquelético.
Valverde
propone una imagen feliz y festiva de la muerte, mediante una hipérbole: Los
esqueletos padres y los esqueletos hijos, la familia de la muerte. Su
perspectiva es tradicional por la proyección de las calaveras sonrientes y los
esqueletos huesudos. Ahora, el pintor da señas de identidad en torno al
sexo-género y a las generaciones de los esqueletos vivientes. Son imágenes
tenebrosas en conjunto, pero risueñas, en abierto dialogo con las clásicas calaveras
de Posada. El pulso firme del dibujo, el buen colorido básico de blancos,
negros y amarillos y el volumen exacto, todo ello otorga una gran factura
estética y un gran sentido cultural a esta pintura a base de humor y familia.
32. “LOS SEREMOS”
[21.5 X 56 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Puede verse como la mejor
versión estética del asunto de los luchadores fantasmales o de ultratumba
llamados “Los Seremos”. Aquí domina el intenso colorido en rojo y amarillo y
los esqueletos son blanquinegros. Ahora, los luchadores de la muerte cargan a
un luchador de cuerpo rojizo, rostro dormido o muerto, en posición horizontal.
Ambos lo sostienen justo con los brazos levantados. El fondo es rojizo y amarillo
y se ven plantas de magueyes grises y de rojo fuego. El luchador de la
izquierda del cuadro sostiene las piernas y la espalda del vencido luchador con
los brazos en alto; en tanto, el de la derecha de la pintura está de rodillas y
justo con su espalda carga la cabeza y la espalda del supuesto luchador de la
muerte.
En suma,
es un cuadro esplendente y muy original por su combinación de luchadores y
muerte y de realidad y sueño en un espacio abierto inusitado. Los tres
personajes se encuentran ahora en el primerísimo plano del lienzo y el colorido
es intenso. Los terroríficos cuerpos y semblantes de los esqueletos proyectan
gran calidad en los trazos de líneas y volúmenes. El aparente embalsamiento
rojo del cadáver es muy atractivo visualmente como si fuera una marcha de
ultratumba y, por ello, el aspecto onírico reluce y envuelve a toda la escena.
Entonces, las dos muertes o parcas ya no se ven como luchadores, sino como
extraños seres macabros que han triunfado sobre un luchador. El título “LOS SEREMOS” concede gran originalidad
al cuadro por la construcción gramatical del verbo “ser” en futuro de
indicativo y en tercera persona de plural,
sustantivado con el uso del artículo apropiado. En resumen, la escena de
pesadilla revela el trabajo de la muerte de una manera inquietante,
perturbadora y extraña, pero fascinante. Sin embargo, los dos tractorcitos en
el pecho y en las piernas del muerto parecen una yuxtaposición curiosa, ya que
pone la tecnología agrícola dentro de un plano de realidad o de sueño que en sí
es sumamente extraño: Muertos y luchadores en medio del campo. Sueño o
pesadilla son las claves de una interpretación apropiada de este singular
cuadro sobre la muerte, pleno de fantasía y originalidad creadora.
33. “LOS ASTRÓNOMOS”
[28 X 21 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Un esqueleto niño monta
sobre un coyote o perro. Ambos miran hacia el cielo y contemplan astros. Las
dos figuras mortuorias aparecen sobre un fondo rojo intenso y con unos magueyes
verde gris. Al fondo, se ven dos esqueletos de huesos azules mirando curiosa y
precisamente la escena del primer plano: La del niño y el animal mamífero
citados.
Los
cuerpos de niño y coyote tienen fondo negro y sus huesos iluminan los cuerpos.
Los huesos amarillos son del mamífero y los verdes del humano. El niño sujeta
el cuello del animal. La escena macabra de los dos esqueletos vivos adquiere
belleza por los colores intensos: Amarillo, azul, rojo y verde. Asimismo, su
tarea de observación es curiosa y graciosa, como de almas en pena. El conjunto
puede verse como una escena fantástica u onírica. De este modo, Valverde
simplifica los planos de la realidad y esta vez elimina la tecnología moderna,
para acercarse más a la visión tradicional de la muerte en México. Este
acrílico es de los mejores cuadros de esta muestra por la gran destreza
artística y por la alegre visión cultural de recrear a la muerte más allá de lo
estrictamente macabro y sombrío. En resumen, la contemplación de los astros
agrega dulzura, ternura y colorido a la escena de los esqueletos con huesos
luminosos.
34. “XOLOITZCUINTLE”
[38.5 X 31 centímetros, acrílico sobre tela, 2015]. La cara del famoso perro
enunciado en el título se encuentra en el primerísimo plano, con un fondo de
torbellino multicolor. La cara está diseñada como túnel, de manera similar al
cuadro “EL VIAJE”. El perro enseña un hocico alargado, pelambre color marrón,
orejas grandes café y naranja, mancha triangular blanca en la frente y ojos
cafés. En general, la figura del animal muestra un trazo figurativo muy
realista y contrasta con el dinamismo de los círculos coloridos.
Se ve una
gran hechura artística de realismo figurativo en este cuadro: un bien trazado
dibujo, un balanceado volumen y el colorido apropiado retratan a este perro
mexicano. Sin embargo, el tema no encaja directamente en el título general de
la exposición, a menos que este mamífero sea un símbolo de vida.
35. “DESIERTO”
[50 X 60.3 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Un luchador de atuendo
naranja aplica una llave quebradora a un luchador de máscara y mallas azules.
Ambos se encuentran en la lejanía de un paisaje natural y no en un ring o
gimnasio. Por ello, la escena luce inusitada y muy extraña, desde un punto de
vista realista. Las figuras pequeñas de ambos atletas parecen como una fantasía
o una escena de acción propia de un filme de luchadores o un cartel de lucha libre con escenario
fantástico yuxtapuesto. En primer plano, un oleaje multicolor [rojos, naranjas,
azules y violetas] es el primer elemento novedoso; el segundo es una calavera
blanca de animal con una gigantesca cuenca vacía. En este contexto, los
luchadores se enfrentan precisamente sobre esta calavera, mostrando una gran
destreza física; el tercer elemento desconcertante o magnificado es el cielo
rojizo en forma de torbellino, con nubes azules y moradas y un sol naranja en
el centro del torbellino. Enfrente de este torbellino, están precisamente los
dos gladiadores, uno de los temas novedosos que proyecta Valverde en esta
muestra del Museo Casa Chihuahua.
En conjunto,
las imágenes humanas y naturales son yuxtaposiciones con diferentes espacios.
Los colores relucen por su vivacidad y variedad. Si es para un cartel de lucha
libre, la escena es espléndida por su novedosa mitificación de los luchadores
sobre la enorme calavera, como una lucha a muerte o como una escena crucial de
filme de luchadores enmascarados de México. Si es una pintura independiente,
los luchadores lucen como personajes fuera de lugar. El resto del cuadro es muy
interesante por la presencia del cráneo gigante del animal, sobre una
naturaleza encendida de rojo, como si ocurriera un eclipse o un fenómeno
metereológico extraño y espléndido a la vez.
36. “MEMORIA DE
COLOR” [60 X 41 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Valverde explora
en este cuadro la yuxtaposición extrema de figuras humanas, animales, vegetales
y objetuales. El resultado puede verse como un sueño, una pesadilla, un mapa
síquico de obsesiones personales, un divertimento pictórico, un ejercicio de
dibujo y color y/o una forma de construir realidades nuevas con experimentación
artística. En general, los espacios y las figuras son aglutinantes. Al centro,
una casa de dos pisos y ladrillos azules y verdes y tejados rojos; del lado
derecho del cuadro, se desprende un absurdo rostro de piel roja con nariz
prominente, ojos furiosos grandes con vellos vegetales y dientes prominentes;
frente a esta cara-máscara, canta un gallo gigante de plumas verdes y rosas y
cresta naranja. Frente al gallo, un luchador de máscara y mallas verdes
sostiene una cuerda con ropa tendida. El luchador surge de un fuego naranja que
brota del techo de la casa. Frente a la casa, una troca rosada carga paja
naranja. Al lado izquierdo, una calavera gigante de huesos verdes y rosas.
Debajo de la calavera, se yergue un maguey verde de hojas puntiagudas, justo en
el ángulo inferior izquierdo de la pintura. Un inverosímil nido de pájaro se ve
al centro, justo a la derecha del maguey, con tres huevos blancos de color rosa
suave con forma de máscaras de luchadores. Al lado del nido, en el ángulo
inferior derecho del cuadro, un mamífero sonríe como en una escena de caricatura
de televisión o cine, exhibiendo una pelambre de líneas de color café. Al
fondo, sirven de marco unas colinas azul claro y un cielo puntilloso de color azul
rey.
En
conjunto, es el cuadro más positivo, “dulce” y experimental de la muestra “Las raíces de la vida y la muerte”.
Resaltan los colores intensos y la yuxtaposición abigarrada y absurda de diversas
figuras en un solo plano espacio-temporal. Todo aparece como un sueño o una
pesadilla. El título del cuadro lo anuncia más claramente: Es una forma de
recordar el uso del color en la pintura, pero con figuras absurdas,
asfixiantes, extrañas, todo lo cual limita la generación de significados
culturales más claros y consistentes.
Como audaz
ejercicio pictórico, Valverde genera con este cuadro disrupción, desorden,
descomposición y cuaja colores bellos, pero las figuras no configuran unidad de
sentido y no armonizan. En resumen, “MEMORIA
DE COLOR” es un difícil y polémico experimento artístico. Los colores
básicos le vienen bien; el dibujo, mejor. Sin embargo, “CALACAS DEL AVERNO” y “DEMONIOS
DEL CAMPO” son el mejor ejemplo de cómo los colores dulces cuajan
realidades mágicas y fantásticas en espacios físicos más sencillos y limitados.
Como experimento artístico, su ‘memoria” se llena de color y el absurdo emerge
como forma de organización de contenidos.
37. “TU MIRADA ME
LATE” [65 X 50 centímetros, acrílico sobre madera, 2015]. Este cuadro
concentra y explica la visión de mundo de Miguel Valverde en esta muestra: Es
una visión sentimental. La mirada emotiva del artista aparece en “CUANDO LA MUERTE BAILA LA VIDA TIEMBLA”
y “MERCADO MÉXICO”, por ejemplo. En
esta pintura, un corazón rojo con arterias es el centro del cuadro y adentro
hay un ojo humano color café con su ceja. Representa al ojo del artista
Valverde, glorificado, sublimado por un torbellino de amarillosos girasoles,
símbolo pleno de la belleza dinámica que construye en varios de sus cuadros
como “EL VIAJE”.
Así pues,
la obra de Valverde representa el ojo emocional y emotivo que está adentro de
su corazón mismo de artista creador y sus irises laten apasionados e imaginan
colores e imágenes. En general, “TU
MIRADA ME LATE” se propone como el cuadro más personal, definitivo y
definitorio: Es su “arte pictórica”, declarada en lenguaje y plasmada con
imágenes en el lienzo. En suma, esta obra (re)concentra y quintaesencializa el
símbolo de la creación artística.
II
MIGUEL VALVERDE: MURALISTA Y PINTOR DE CABALLETE
Miguel Valverde Castillo (1980—) nació
en Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua. Egresó de la Facultad de Artes de la
Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH). Ha expuesto en México, los Estados
Unidos y Alemania. Esencialmente, destacan las siguientes seis muestras: 1) Grabando los Momentos [Alemania, 2004];
2) Esquina Ruda [Ciudad de México,
2007]; 3) Espíritu y Trabajo [Chihuahua,
2009]; 4) Arte Chihuahua [Estados
Unidos, 2012]; 4) Destellos y reflejos de
la Lucha Libre: Arte y espectáculo [Ciudad de México, 2012], según el
cartel de la muestra. Por otro lado, ganó tres estímulos a la creación
artística “David Alfaro Siqueiros” en 2006, 2009 y 2013.
Fundamentalmente, la creación de murales es muy
importante en su vida profesional. Ha pintado murales en algunas facultades de
la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH), centros de convenciones, museos,
centros culturales de la iniciativa privada y alcaldías. Sus más recientes
murales son los siguientes: 1) A dos de
tres caídas sin límite de tiempo en la Arena México de la Ciudad de México;
2) Cuando la muerte baila la vida tiembla
en el Museo Nacional de Culturas Populares de Coyoacán en México D. F.; 3) Cuna de la ganadería en Satevó,
Chihuahua, según el cartel biográfico del Museo
Casa Chihuahua. Sus colecciones de obras fueron exhibidas en 2016 en la
ciudad de Rustikalo, Alemania. En el verano de 2017, plasmó un mural con la
imagen de una flamante guacamaya roja suspendida en el aire con sus alas
extendidas, justo en el segundo piso del Museo
Casa Chihuahua.
III
LAS TRADICIONES DE PUEBLOS MEXICANOS EN MIGUEL VALVERDE: JORGE MELÉNDEZ
El crítico
Jorge Meléndez analizó brevemente las cualidades formales y de contenido de la
muestra “Las raíces de la vida y la
muerte” de Miguel Valverde en un cartel de presentación exhibido en el Museo Casa Chihuahua en 2016. En primer
lugar, Meléndez afirma que los materiales y las técnicas de Valverde están
plenamente al servicio de la temática de la vida y la muerte. En segundo lugar,
piensa que la citada exhibición evidencia “el ego y el corazón” del artista de
Cuauhtémoc al explorar la vida y la muerte. En tercer lugar, señala que
Valverde manifiesta en sus obras expuestas “un profundo amor a la naturaleza”.
En cuarto lugar, informa que las obras del pintor chihuahuense se alimentan de
viajes, lecturas, lugares y personas.
Especialmente,
Meléndez encuentra una mexicanidad y una novedad en estos cuadros y dibujos de
Valverde exhibidos en el Museo Casa
Chihuahua. Por un lado, opina que el
artista de Ciudad Cuauhtémoc “entreteje la tradición de los pueblos mexicanos
en las festividades, bailes, música, juegos, pasiones, miedos y nostalgias
enraizados en lo profundo de nuestro ser”, según el cartel de presentación de “Las raíces de la vida y la muerte”. Por
otro, considera que los temas tradicionales son cristalizados de manera
original, ya que Valverde “los transforma y genera motivos inéditos,
alimentando nuevas inquietudes y necesidades creativas”.
En cuanto
a la destreza artística, Meléndez sostiene que Valverde proyecta grandes habilidades formales. En particular,
asevera que son patentes en la mayoría de las obras “la soltura de la
pincelada, la línea del boceto y el dibujo, que son un efecto del dominio del
trazo siempre dinámico”, de acuerdo al citado cartel de presentación del Museo Casa Chihuahua.
Finalmente,
Miguel Valverde aparece en algunos cuadros como personaje simbólico en la
figura de un artista, observando sus propias figuras de la vida y la muerte.
Este pintor es un profundo observador y un incesante creador. Para Meléndez,
este artista es “el ojo que observa desde el corazón” en clara referencia al
mural lumínico “CUANDO LA MUERTE BAILA,
LA VIDA TIEMBLA”.
IV
CONCLUSIÓN: LA VIDA Y LA MUERTE ENTRE LA TRADICIÓN Y LO CONTEMPORÁNEO
Miguel
Valverde presenta su perspectiva artística en torno a la vida y la muerte en treinta
y siete obras configuradas con las técnicas del acrílico, el óleo y el dibujo o
boceto. De este modo, su muestra “Las
raíces de la vida y la muerte” retoma la tradición cultural y nacionalista
del esqueleto risueño y simpático, nutriéndolo de vida frutal y vegetal, del
tema de la lucha libre y de la onírica y novedosa tecnología moderna de las
comunicaciones y el transporte. Con ello, se atreve a producir nuevos y
polémicos significados culturales, sólidos y poderosos. Por ejemplo, destacan
el lujoso cuerpo de La Calavera Catrina
como recinto lúdico y humorístico de las muertes niñas; el sabroso y alegre
Altar de Muertos del alegórico Mercado México; el viaje de la muerte ciclista;
la muerte cobijada en las llantas del dinámico vehículo automotor; las
langostas como criaturas demoniacas en secreto conciliábulo; Cristo como santo
de los luchadores técnicos; los luchadores como encarnaciones oníricas y
simbólicas de la muerte; el diablo como criatura fantástica, terrorífica e
hiperbólica, entre otras imágenes atrevidas sobre dos temas universales de gran
importancia.
A veces,
la aglutinación excesiva de figuras puede verse como un acto artístico
demasiado audaz. En otras ocasiones, la atrevida yuxtaposición de figuras en
sus cuadros oscurece un tanto los sentidos culturales debido a su gran ambición
exploratoria y vanguardista y a su legítima búsqueda estética para transformar
la tradición universal y mexicana de la muerte. Especialmente, sus dibujos y
volúmenes demuestran las grandes cualidades del artista Valverde. Por otro
lado, sus vivos colores, dulces y
multicolores colores, buscan avivar la belleza de la muerte insuflándole vida a
través del humor y del feliz colorido.
En
particular, los bocetos y dibujos de Valverde exhiben una gran técnica y sus
pinturas intentan redefinir la muerte a la luz de la tradición nacional y de la
tecnología del siglo XXI. Sin embargo, cuando su arte es menos contrastante y
menos aglutinante, sus cuadros relucen con plena y sólida belleza. Por ejemplo,
tres cuadros conjugan plenamente gran y fino dibujo, armonía cromática y
fantasía posible. Estas obras son “CALACAS
DEL AVERNO”, “LOS DEMONIOS DEL CAMPO”
y “LOS ASTRÓNOMOS”. Aquí se encuentra
la gran veta creativa del Valverde pintor de caballete. Los tractores, los
carros y los luchadores cobran fuerza estética en sus ámbitos adecuados: En los
retratos realistas del trabajo agrícola de los menonitas de la muestra “ESPÍRITU Y TRABAJO” (2009) y en los
carteles y murales de la lucha libre de los murales de la Arena México de la
Ciudad de México.
Esencialmente,
el bicromatismo del cuadro “LA OFRENDA”
emana fuerza plena en dibujo y fantasía poética. Por su parte, la obra “EL VIAJE” propone una nueva y dinámica
visión de los trabajos de la muerte. En tanto, “CATRINA” recrea el grabado de José Guadalupe Posada con hipérbole y
humor y una sólida imagen femenina, envolviendo a su protagonista en una
asfixiante y luctuosa tela del elegante sombrero de la clase alta, cromándola
con los colores dulces del rosa
mexicano y el verde aguamar, colmándola de juguetones esqueletos niños que se
trepan a su tráquea como cirqueros con gracia sin igual.
EL CUADRO "LA OFRENDA" ES UNA FANTASIA POETICA Y APARECE EN EL CARTEL DE PRESENTACION DE LA MUESTRA "LAS RAICES DE LA VIDA Y LA MUERTE" DE MIGUEL VALVERDE |
Al final
de cuentas, tanta yuxtaposición necesita armonía y naturalidad como en “El Jardín de las Delicias” y otros
cuadros del Bosco. Como pintor y dibujante, Miguel Valverde demuestra trabajo,
oficio, imaginación creadora, experimento y audacia. Sin embargo, la faceta de
muralista es más vigorosa en el artista de Chihuahua, como lo demuestran sus múltiples
murales plasmados en muros de edificios públicos, privados y universitarios y,
especialmente, como lo refuerza su prominente mural de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma
de Chihuahua. De este modo, el mural “LA
MEDICINA, SUSTENTO DE LA VIDA, VENCEDORA DE LA MUERTE” es la obra de más robusto
contenido conceptual, diseminado en las diversas acciones médicas que
transcurren en el tiempo histórico y se interconectan con tubérculos de plantas
hasta derivar en una concentrada historia de la medicina y no de los médicos.
En el dibujo perfecto, lineoso y voluménico, la
muerte vista por el artista de Chihuahua se solaza; se perfecciona; repasa las
técnicas de color en las antiguas historietas mexicanas, calacas de periódicos,
artesanías de pueblo, caricaturas de revistas y diarios; repasa consciente o
inconscientemente filmes como Macario
(1960) del mexicano Roberto Gavaldón o Beetlejuice
(1988) del estadounidense Tim Burton; repasa y retoca con su mirada sentimental
y artística hasta convertirla en la muerte mexicana del siglo XXI, viajando en
una pintoresca bicicleta con cuernos de cráneo de vaca y entre un torbellino de
caramélicos colores o viviendo en una divertida fiesta de calacas coloridas de
texturales colores dulces de algodón de azúcar. Para ello, Valverde usa el
color para dulcificar lo tenebroso de la muerte como en “CALACAS DEL AVERNO”, para revelar su verdadera vocación vitalista tratando
el tema de la muerte.
Finalmente, la muerte esquelética y huesuda, la muerte
gestual y humana, la muerte viva y vivaz es parcialmente la celebración viva
del arte del aguascalentense José Guadalupe Posada en la muestra “Las raíces de la vida y la muerte” de Miguel
Valverde. Sus óleos, acrílicos y dibujos expuestos en el Museo Casa Chihuahua son testimonio de las imaginarias “raíces” de
la vida y la muerte, a la luz del duro contexto social del siglo XXI y bajo la plena
fantasía de sus escenas con esqueletos, humanos, demonios, animales, vegetales,
automotores y otros objetos. Son exaltación del arte mexicano de los altares de
muertos. Son muerte risueña. Son la Muerte Mexicana, revivificada, tradicional
o tecnológica. Son la muerte viva y vivaz tejida por las “raíces” de la imaginación
creadora y audaz de Miguel Valverde. La viva muerte de “Las raíces de la vida y la muerte” es finalmente la muerte huesosa
y calaverosa, festiva y risueña del
mexicano Miguel Valverde: Una muerte entre la tradición y lo contemporáneo.
En la medida que Valverde madure y clarifique su
intención autoral y cultural, las yuxtaposiciones figurativas serán menos
asfixiantes y más amables y seductoras para la mayoría de los espectadores.
Cuando sean menos “sentimentales” y más “intelectuales”, las imágenes
pictóricas del artista de Chihuahua serán más poderosas y más permanentes.
Entonces, sus obras formarán parte de una abundante obra que ya es importante y
lo ha consolidado como el muralista joven más importante del siglo XXI en el
Estado de Chihuahua.
Obras citadas
“La Calavera Catrina.” Wikipedia.
The Free Encyclopedia. 2 November 2017. The
Wikimedia
Foundation, Inc. 1 November 2017. <https://en.wikipedia.org/wiki/La_Calavera_Catrina>.
[1] “La
Calavera Catrina” es una forma de criticar a los mexicanos de clase alta que
adoptaron costumbres y vestidos de la aristocracia europea de principios del
siglo XX (“La Calavera”). Esta obra clásica se ha convertido en un verdadero
icono de la celebración de El Día de los
Muertos en México.
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