LOS ARTISTAS DE LA CALLE EN
CHIHUAHUA: EL ARTE DE LA SOBREVIVENCIA
ÓSCAR ROBLES
Los veo
desde el camion Circunvalación 2 ruta norte, casi todos los días, como héroes
de la sobrevivencia, con su pequeño circo de la calle, malabaristas de a pie y en elevados monociclos lanzando y
atrapando pelotitas, inusitados traga-fuegos de piel plateada, payasos de
sonrisa blanca y pantalón bombacho, bailarines de salsa o rock, superhéroes de traje de Supermán y reluciente cabello con brillantina, bailarinas
de aro gigante con estrecha falda moviendo su cintura de manera sensual, atletas
plúmbeos como seres extraterrestres, un robusto Atlas que mueve un cubo gigante
metálico como si moviera al mundo mismo suspendido en el aire. . .
Justo hace
unos días, observé a un señor canoso de más de sesenta años que caminaba con
paciencia de trabajador jubilado, pidiendo dinero en el crucero de la Avenida
Politécnico Nacional y el Bulevar Ortiz Mena, cargando una mágica varita en que
había sostenido una pelota.
Ese mismo
día, ya muy noche, dos jóvenes recolectaban dinero todavía al sur de la ciudad.
Uno tragaba fuego y otro bajaba los brazos, muy cansado, con un bulto que no
pude distinguir. Ya eran pasadas las nueve bajo la iluminación de los postes de
luz que los alumbraban apenas y todavía deambulaban por la Avenida Silvestre
Terrazas, justo a unas cuadras de la Gasolinera La Sierra.
Todos estos
héroes anónimos también pueblan las calles y avenidas del Centro Histórico, la
larga Avenida de la Juventud con sus múltiples cruceros, la Avenida Tecnológico
y otras zonas de una ciudad mediana que contaba con más de ochocientos sesenta
y siete mil habitantes en 2016 y que se asemeja a lo que fue la Ciudad México
en la década de los setenta, por el tráfico excesivo de carros, la pesada
contaminación atmosférica, la deficiente infraestructura urbana en varias zonas
y por la deprimente pobreza.
Estos
artistas trabajan bajo el sol incandescente del verano o de noche en la
“batalla” diaria por parecer siempre simpáticos y sonrientes y diestros y así poder
recolectar monedas como su “sueldo” del día, para sufragar sus gastos y para
sobrevivir frente a la pobreza que azota esta ciudad durante la presente
segunda década del siglo XXI.
Todos estos
héroes les hacen compañía a los numerosos vendedores ambulantes de alimentos
preparados o frutas y dulces y a las mujeres y niños tarahumaras en diversas
calles, avenidas, plazas y parques de la ciudad capital.
Son los artistas de la calle, persistentes y
resistentes, creativos e imaginativos en esta ciudad de Chihuahua compuesta
por más de trescientos mil pobres, según declaró la propia alcaldesa María
Eugenia Campos (2016-2018) en su toma de posesión en octubre de 2016.
Acaso
algunos son verdaderamente “artistas del hambre”, como el personaje del cuento
de Franz Kafka. Todos ellos viven en el difícil tiempo de la post-Recesión Económica
Mundial, dentro de una ciudad norteña sumida en la violencia, la enorme deuda
pública del gobierno estatal y la alta corrupción de la sociedad y el gobierno.
Yo los
contemplo y los admiro desde la pantalla de cristal del camión Circunvalación 2
cuando viajo durante una pesada hora desde el sur al norte, para trabajar en un
empleo formal con salario fijo y prestaciones sociales.
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