STÉPHANE MALLARMÉ: SUEÑO,
HASTÍO Y ABISMO[1]
ÓSCAR ROBLES
Maestro de inglés. Traductor de los poemas de Edgar Allan
Poe. Labor original en la poesía. Vida retirada de intelectual. Buscador de
absolutos. El verso como música verbal. Cultivador de la poesía parnasiana. Creador
de grandes poemas simbolistas. Experimentos formales con el verso libre y las
especiales disposiciones tipográficas sobre la página en blanco. Inspirador de
la obra de importantes lingüistas y escritores europeos del siglo XX. Fuente artística
de la creación de algunas grandes piezas de música clásica contemporánea.
Personaje de una famosa pintura del impresionista francés Édouard Manet. . . Poeta
del sueño, el hastío y el abismo.
Todo eso y más es el poeta Mallarmé, con una obra exigua
y rigurosa de poesía lírica.
STEPHANE MALLARME, POETA DEL HASTIO, EL ABISMO Y EL SUENO |
I ENTRE EL SUEÑO Y LA NADA
La vida del poeta francés Stéphane Mallarmé transcurre en la reflexión constante, en el reposo de la emoción, para procrear
el Poema, el Libro Mayor, el Absoluto: Para plasmar su sueño de perfección
artística. Transcurre en la constante evasión de la realidad social de su
tiempo para huir hacia el Azur,
un símbolo y un mito moderno. Teoría
poética y poesía lo atrapan en una red de fuerzas que le secan la inspiración
durante una etapa de su vida.
Entonces, la esterilidad no deja al poeta galo crear abundantes poemas porque el “fantasma” de la página en blanco lo ahoga en una frustración constante. Particularmente, el poema “Cansado del amargo reposo”[2] expone sutilmente esta frustración poética y la obsesiva pasión por cristalizar un arte sutil, pleno de belleza y musicalidad. El hablante lírico de este poema es un poeta culto que padece la amargura y el sueño por un arte refinado. Este poeta se debate entre la esterilidad y la búsqueda de una gran poesía. Por ello, este creador angustiado expresa que está “cansado siete veces / del pacto de cavar por velada / nueva fosa en la tierra rígida / y avarienta de mi propio cerebro, de la esterilidad cruel sepulturero” (Mallarmé, “Cansado” 4). En especial, esta voz poética teme que las simbólicas fosas se multipliquen y que “junte el extenso osario los vacuos agujeros” (4). Sin embargo, el poeta contempla la Aurora, símbolo del arte supremo y del sueño de escribir la gran poesía, convoca a los sueños (4). Sin embargo, este vate culto y refinado admira el arte sutil del pintor chino que plasma delicadas imágenes florales y astrales en tazas de porcelana. En consecuencia, este creador artístico sueña con imitar a dicho pintor mediante su oficio de poeta, inventando finos trazos azules de un lago, una media luna, una nube y tres juncos. En suma, Mallarmé funde en este poema dos artes, poesía y pintura, para expresar su gran dilema como poeta creador de sueños y como poeta que enfrenta el abismo: El sufrimiento de la angustia por la falta de realización poética y por el obsesivo sueño de crear el gran poema, el perfecto texto.
Entonces, la esterilidad no deja al poeta galo crear abundantes poemas porque el “fantasma” de la página en blanco lo ahoga en una frustración constante. Particularmente, el poema “Cansado del amargo reposo”[2] expone sutilmente esta frustración poética y la obsesiva pasión por cristalizar un arte sutil, pleno de belleza y musicalidad. El hablante lírico de este poema es un poeta culto que padece la amargura y el sueño por un arte refinado. Este poeta se debate entre la esterilidad y la búsqueda de una gran poesía. Por ello, este creador angustiado expresa que está “cansado siete veces / del pacto de cavar por velada / nueva fosa en la tierra rígida / y avarienta de mi propio cerebro, de la esterilidad cruel sepulturero” (Mallarmé, “Cansado” 4). En especial, esta voz poética teme que las simbólicas fosas se multipliquen y que “junte el extenso osario los vacuos agujeros” (4). Sin embargo, el poeta contempla la Aurora, símbolo del arte supremo y del sueño de escribir la gran poesía, convoca a los sueños (4). Sin embargo, este vate culto y refinado admira el arte sutil del pintor chino que plasma delicadas imágenes florales y astrales en tazas de porcelana. En consecuencia, este creador artístico sueña con imitar a dicho pintor mediante su oficio de poeta, inventando finos trazos azules de un lago, una media luna, una nube y tres juncos. En suma, Mallarmé funde en este poema dos artes, poesía y pintura, para expresar su gran dilema como poeta creador de sueños y como poeta que enfrenta el abismo: El sufrimiento de la angustia por la falta de realización poética y por el obsesivo sueño de crear el gran poema, el perfecto texto.
Por este
supremo conflicto de creatividad poética, la mayoría de los poemas de Mallarmé no
pasan de ser circunstanciales, simples versos de almanaque con temas fútiles.
Por ejemplo, construye poemas delicados con detalles baladíes sobre un
cumpleaños; celebraciones por un sencillo suceso cotidiano; pequeñas poesías
sobre un simple brindis con las amistades como en el poema “Saludo”[3]; dos poemas en que exalta el abanico de una
mujer en “El abanico de Madame Mallarmé”[4] y
“Otro abanico de Madame Mallarmé”[5]; o
la reflexión lírica en “El cigarro”[6] en
torno a la relación entre el acto de fumar y la creación literaria, poema en el
cual la voz poética se dice a sí misma que “lo muy preciso / tritura tu vaga
literatura” (Mallarmé 12). Como puede verse, en este poema en particular
aparece otra vez el fantasma de la esterilidad creativa y, por ello, cavila
sobre la literatura misma.
Sin
embargo, en casi toda su rigurosa obra poética hay una profunda conciencia del alto
compromiso literario del poeta y de la gran necesidad de pulir y repulir el
verso como un orfebre del idioma. En general, el poeta francés construye sus
grandes poemas a partir de la creación de un símbolo, tema o metáfora central y
todas las imágenes poéticas restantes convergen en torno a dicho elemento. En
estos poemas, la perfección formal es muy importante. Porque Mallarmé era en
verdad un “obrero” de la poesía, un incesante corrector del lenguaje. Era tan
duro, tan seco consigo mismo, que no fue capaz de producir más de veinte
grandes poemas durante toda su vida. Muchas veces enfrentó un fuerte espíritu
crítico frente a su acendrado amor por el poema y por la musicalidad del verso.
Este choque le destrozó parcialmente su vida de poeta y le destruyó varios
poemas a causa del agotamiento emocional. En especial, la intuición de la Nada
y del vacío era como una fiera que le devoraba por dentro sus procesos
creativos.
Esencialmente,
el resultado de la lucha interior de Mallarmé es su propio drama personal como
poeta creador. De ahí proviene su poética quintaesencial sobre el proceso
creativo. Entonces, el poeta francés trata de vencer la vaciedad de su alma,
para gestar una angustia suprema como emoción o tema central de sus propios poemas.
En esto radica parte de su originalidad como poeta, dentro de los cauces del
Simbolismo francés. Por ello, Mallarmé se pasó toda la vida trabajando como
orfebre sobre unos cuantos poemas que pulía y repulía. Muchas veces soñaba con
la Gran Obra que nunca escribiría, porque su imaginación artística situaba la
perfección en un nivel inalcanzable para él.
STEPHANE MALLARME (1842-1898), POETA SIMBOLISTA FRANCES |
II
EL POEMA: “EDIFICIO VERBAL”
Este poeta
simbolista francés buscaba el grado de perfección sublime en cada poema que
escribía a partir de un símbolo. Pero no se hundía en el excesivo afán de una
intelectualización plena del poema. En realidad, Mallarmé no sentía que el
poeta debería ser demasiado intelectual, en el sentido de que la poesía se hace
más con ideas, sino que era un gran evocador de imágenes y sensaciones. Para
él, un poema no se hace tanto con ideas, sino con palabras, versos y metáforas.
Es decir, la intelectualización, como sucede con la música, no se produce tanto
en el “contenido” del poema, sino en la “formación” o construcción del mismo,
como si fuera una estructura arquitectónica: En sus sonidos, en sus tropos, en
la organización de las formas métricas.
Entonces,
la intelectualización está más subordinada a la forma perfecta del poema,
escondida en el equilibrio rítmico y la sonoridad delicada, en la medida de los
versos, en la suave fluidez y en la armonía de las metáforas, todo ello
integrando una perfecta unidad poética. En especial, Mallarmé pensaba que la
emoción debería traducirse a un lenguaje poético, que sea como un huerto con árboles
de la misma especie. En este sentido, lo entendieron algunos de los grandes
poetas occidentales del siglo XX que le sucedieron en su gran anhelo de
perfección formal en la construcción de poemas líricos. Así lo asimilaron el
estadounidense Thomas Stearns Eliot (1888-1965) en The Waste Land (1922), el francés Paul Valéry (1871-1945) en Le Cimetière marin (1920) y el mexicano
José Gorostiza (1901-1973) en Muerte sin
fin (1939), quienes crearon grandes poemas como unidades redondas e
inmutables, como perfectos “edificios verbales” en el que las palabras no
sobran porque se integran a un universo homogéneo.
Para
Mallarmé, la obsesión por la forma poética era muy intensa.
III
EVASIÓN DE LA REALIDAD: EL HASTÍO, EL ABISMO Y EL AZUR
Por el
carácter de su poesía mística y soñadora, Mallarmé es un romántico que evade la
realidad y se encierra en su propio mundo ideal. Entonces, su Simbolismo
natural e innato le obliga a procrear imágenes o entidades simbólicas de su
lucha poética para cristalizar el poema como forma perfecta. Por ejemplo, el “Ennui” es entendido como el hastío y el
“Gouffre” es visto como el abismo en
una parte de su obra poética. El hastío y el abismo representaban el “fuego”
interior que devoraba al poeta, impotente por no alcanzar el “Azur” o cielo azul o cielo ideal.
Pero sus
intentos de crear poemas perfectos son vanos, entonces le invade la angustia. En
su batalla por concretar el poema perfecto. Entonces, Mallarmé no puede huir
hacia el “Azur”. Mallarmé fracasa.
Pero esta lucha y fracaso son precisamente los asuntos centrales de su poesía. En
“Cansado del amargo reposo”, su conciencia
creadora quiere superar el arte común e iluminar la naturaleza, el mundo
físico, para inventar un mundo exquisito, delicado y sutil, como crear “un pálido y delgado trazo de azur” (Mallarmé 4). Entonces, el poeta pretende hacer
arte como un pintor o artesano:
Imitar al sutil chino de fino y límpido / corazón cuyo
albo éxtasis está en pintar el fin, / sobre tazas de nieve de una arrobada
luna, / de una flor peregrina que perfuma su vida / transparente, la flor que
sintió cuando niño / a la azul filigrana del alma injertándosele (Mallarmé 4).
En cambio, el poema
“Brisa Marina” (1865)[7]
configura la necesidad de huir de las realidades objetivas como tema central,
utilizando imágenes marinas (mar, barco, marinos, aves, cielo). En este poema,
Mallarmé expresa el “Ennui” o hastío
de una manera total y sublime: “¡La carne es triste, ay! y ya agoté los libros.”
(Mallarmé 6). En este solo verso se concentra toda la gama de aburrimiento que
ni los placeres de la carne ni los de la inteligencia pueden disminuir. Este tedioso
cansancio del vivir de un hombre extremadamente refinado es un tema que
Mallarmé aborda una y otra vez en algunos de sus poemas. Para Mallarmé, su divisa
es: “¡Huir! ¡Huir allá!”, puesto que el poeta siente “a las aves ebrias / de
estar entre la ignota espuma y los cielos” (6). Entonces, volar hacia el “azur”
implica evadirse hacia el sueño (6). Ni los jardines ni el oficio de poeta ni la
familia impedirán que Mallarmé huya en su poema, para vivir “la
exótica aventura” (6). De este modo, la “brisa marina” que da nombre al poema
es finalmente el presentimiento del viaje por mar, la libertad, la
contemplación del cielo y la huida del hastío. Al final del poema, el hablante
lírico se siente poderosamente seducido por las voces sonoras del barco que ha
de partir: “Mas, oh corazón mío, escucha la canción de los marineros” (6).
Stéphane
Mallarmé (1842-1898) fue
profesor de inglés y poeta. Aunque su angustia creativa es un tema constante de
su poesía, publicó diversos poemas que son claves en la poesía francesa, tales
como Herodiade / Herodías (1869), L’après-midi-
de’un faune / La siesta del fauno (1876) y Un coup de dés jamais n’abolira le hasard / Un golpe de dados no abolirá el azar (1897), entre otros poemas.
Fue considerado el corazón de la vida intelectual de París y compartió
tertulias literarias con los poetas franceses Paul Verlaine y Paul Valéry, el
alemán Stefan George, el checoslovaco Rainer María Rilke y el irlandés W. B
Yeats (“Stéphane”).
Por otro lado, el pintor impresionista francés Édouard
Manet lo inmortalizó en un célebre cuadro titulado Retrato de Stéphane Mallarmé (1876). En esta pintura al óleo, el
poeta simbolista se encuentra sentado plácidamente en un sillón grande, está fumando
y con un libro abierto en una mesita. Trae bigotes largos y el cabello
alborotado y viste una chaqueta color azul marino y pantalones azul claro. En esta
pose, se observa al Mallarmé meditabundo, de rostro serio.
RETRATO DE STEPHANE MALLARME (1876) DEL PINTOR IMPRESIONISTA EDOUARD MANET |
En conclusión, el sueño, el abismo y el hastío son
obsesiones que aparecen como temas y símbolos en la poesía de Stéphane
Mallarmé. Estas obsesiones le producen una profunda angustia creativa a la vez
que impulsan un anhelo de perfección formal. Su fina y delicada poesía y el
simbolismo de sus poemas le dieron fama entre los poetas occidentales contemporáneos
y aun entre algunos músicos, pintores, novelistas y lingüistas de gran fama en la Europa
del siglo XX.
Obras citadas
Mallarmé, Stéphane. La siesta de un fauno y otros poemas. Elaleph.com,
1999.
“Stéphane
Mallarmé.” Wikipedia. The Free Encylopedia. 6 abril 2017. The
Wikimedia
Foundation, Inc. 22 marzo 2017.
[1] Este texto fue publicado bajo el impulso del trabajo
arduo del periodismo el sábado 6 de octubre de 1984 en la sección cultural Aura
del periódico Novedades de Chihuahua de la ciudad de Chihuahua. El
título original de este escrito fue “Stéphane Mallarmé: Triunfo y fracaso de un
poeta decadente”. La presente es una versión corregida y aumentada para brindarla
a los gentiles lectores de mi Blog.
[7] Traducción al español de Salvador Elizondo.