martes, 9 de octubre de 2018

LA MEJOR DECADA DE LA MUSICA POPULAR MEXICANA


LA MEJOR DÉCADA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA



ÓSCAR ROBLES



         ¿Cuál es la década más grande de la música popular mexicana? Las opiniones pueden ser variadas. Los criterios para opinar pueden ser la calidad y cantidad de cantantes, compositores y grupos; la alta creatividad artística; la variedad y fuerza de los géneros musicales; la cantidad y la calidad de los medios de grabación y difusión [radio, cine, televisión y conciertos]; la cantidad de éxitos musicales a nivel nacional e internacional; la permanencia en el tiempo; el rating de piezas, intérpretes y compositores, entre otros más.
         Entonces, luce complicado fijar la mejor década porque hay muchos indicadores. Sin embargo, vale la pena hacer un pequeño y sencillo recuento de algunas décadas que podían figurar como la mejor de toda la historia de México. Sin duda, el siglo XX y el siglo XXI cuentan con más tecnología, mercado y publicidad para consagrar la buena música y colocarla en el gusto popular. Particularmente, desde la Época de Oro del cine mexicano (1935-1955) y el apogeo de la XEW como criterio selectivo de la gran música hasta el siglo XXI, puede emerger la mejor década en materia de música popular.
         Es posible que las décadas de los cuarenta, los cincuenta, los sesenta y los ochenta sean las mejores. El mejor cantante mexicano de la historia es Alejandro Fernández y su gran tiempo es el siglo XXI. Disco tras disco, canción tras canción, este cantante demuestra que es un gran intérprete con variedad de géneros musicales, gran éxito nacional e internacional y una abundante y variada producción musical. Sin embargo, desde los noventa a la fecha, el mercado es dominado por  reinterpretaciones y re-hechuras de viejas canciones del siglo XX y el impacto del mercado y la multiplicación de gustos musicales y centros de grabación de discos. En suma, un solo gran cantante no conforma necesariamente una tendencia o grupo y una “época dorada” de la música popular.
Además, varios de los mejores compositores de música popular desarrollaron su mejor producción creativa durante la segunda mitad del siglo XX. Entre estos creadores musicales se encuentran Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Tomás, Méndez, Cuco Sánchez, Armando Manzanero, Roberto Cantoral, Juan Gabriel, Marco Antonio Solís, Joan Sebastian, entre otros.
         Primeramente, la década de los cuarenta marca el primer impulso de la música ranchera en el cine de la Época de Oro, con el surgimiento de figuras cimeras como Lucha Reyes, Jorge Negrete, Pedro Infante y el Trío Los Calaveras. En esa misma década, el bolero latinoamericano adquiere un gran apogeo en los melodramas urbanos y en la radio XEW. También, es el gran tiempo de la música clásica mexicana con compositores como Carlos Chávez, Silvestre Revueltas y Miguel Bernal Jiménez, pero sus grandes piezas y sinfonías no pueden encuadrarse como música popular aunque varias de ellas aparecieron en filmes populares o sean reconocidas por millones de mexicanos, como es el caso de “Huapango” del jalisciense José Pablo Moncayo.
         En segundo lugar, la década de los cincuenta marca el surgimiento del mambo con el cubano-mexicano Dámaso Pérez Prado y su orquesta. Fue un género musical que estuvo en las películas mexicanas, sedujo al mundo y hasta el propio director italiano Federico Fellini incluyó un mambo en uno de sus célebres filmes. En tanto, el bolero y la música ranchera corrieron paralelos al mambo. Las canciones de Agustín Lara atraen a muchos intérpretes del continente hispanoamericano, los tríos empiezan su gran carrera con la música romántica apoyados en el bolero y las primeras canciones de José Alfredo Jiménez comienzan a grabarse.
         Sin embargo, parece que la década de los sesenta conjunta un mayor número de géneros musicales, canciones, cantantes, compositores, filmes y discos. El mercado y el comercio del espectáculo abren numerosos espacios en compañías de discos, estaciones de radio, canales de televisión, teatros, salas de cine, aparatos de tocadiscos, para el consumo de una nueva sociedad de masas que vive en el último tercio del famoso Desarrollo Estabilizador o Desarrollismo (1940-1970).
Primeramente, el famoso cine ranchero y las caravanas de artistas impulsan a cientos de cantantes y duetos que interpretan una veta rica de composiciones, durante el periodo de 1960-1969. Entonces, estos nuevos y viejos intérpretes toman canciones de los compositores pioneros [Manuel Esperón y Pepe Guízar, por ejemplo] como de los nuevos y creativos [José Alfredo Jiménez, Tomas Méndez, Cuco Sánchez, David Sáizar]. Emerge, pues, una creación musical híbrida de gran jerarquía artística: El bolero ranchero. Asimismo, se encumbra un gran intérprete de esta música: Javier Solís, un clásico de todos los tiempos. Mientras Jorge Negrete y Pedro Infante hacen más películas que discos en los cuarenta y los cincuenta, esta nueva década puede verse como la década dorada de la canción ranchera. Basta citar varios nombres grandes: Lucha Villa, Lola Beltrán, Amalia Mendoza, Miguel Aceves Mejía, Antonio Aguilar, Luis Aguilar, Flor Silvestre, Juan Mendoza “El Tariácuri”, La Torcacita, David y Juan Sáizar, María de Lourdes, Julio Aldama, David Reynoso, Demetrio González, María Duval y otros más.  
En esa misma década en que Los Beatles enloquecen el mundo occidental, aparece el pop rock con herencia de la música norteamericana. Entonces, se traducen canciones del inglés al español y se hacen adaptaciones musicales y filmes propios para jóvenes mexicanos. Por ejemplo, se traducen canciones del canadiense Paul Anka. Destacan Angélica María, Alberto Vázquez, Cesar Costa, Enrique Guzmán, Manolo Muñoz, Johnny Laboriel y grupos como Los Teen Tops.
En los convulsivos, liberales y transformadores sesenta, convergen diversos artistas de variados géneros musicales. Por ejemplo, surge el poder seductor de la música tropical con un grupo que hará historia en la música mexicana: La Sonora Santanera, que se compone de cuatro elementos importantes: El gran compositor Carlos Colorado y los buenos intérpretes como los hermanos Bustos y Juan Terrones. Además, Sonia López, La Chamaca de Oro, se les une por un tiempo y sus canciones causan revuelo en la sociedad con temas románticos interpretados en escenarios urbanos y de cabaret de la sociedad y los filmes. Otro gran grupo, El Mariachi Vargas de Tecalitlán, sirve de acompañamiento musical a los grandes cantantes de la música ranchera, a la vez que adquiere gran fuerza su proyección folclórica con sus interpretaciones de sones jaliscienses, huapangos y canciones rancheras con sus propios vocalistas. En tanto, el bolero sigue encantando a los mexicanos y numerosos solistas graban canciones de Agustín Lara y de otros compositores de bolero en Latinoamérica como el puertorriqueño Rafael Hernández. Entre estos boleristas, pueden mencionarse los nombres de Marco Antonio Muñiz y Pedro Vargas. En especial, los tríos cubren de romanticismo al país con Los Panchos, los Dandys, los Tres Ases y los Hermanos Martínez Gil, entre otros. La música de Agustín Lara mantiene su gusto y permanencia a través de diversos intérpretes. Por otro lado, se revitaliza la música ranchera con los duetos de mujeres, que llenan la radio y la televisión con sus bellas y delicadas voces de avecillas y le dan una nueva dimensión interpretativa y armónica al género ranchero. Entre estos duetos, sobresalen las Hermanas Padilla y las Hermanas Águila, quienes cobran renombre entre el público mexicano.  Finalmente, Lalo González “El Piporro” aporta humor y teatro al género norteño con fuerte raigambre en el estado de Nuevo León y lleva sus interpretaciones a los discos y al cine en filmes como El rey del tomate y El bracero del año.
La década de los setenta no tiene tanto impacto en la sociedad mexicana, puesto que el bolero y la canción ranchera comienzan a decaer al crecer la población urbana de México y al masificarse los gustos bajo un país subdesarrollado, pobre y en proceso de cambio en las costumbres sociales. Por otro lado, el cine de gran realismo social de ese tiempo se deshace de la música como componente esencial y construye una nueva estética bajo la tendencia del Nuevo Cine Mexicano, entonces el periodo 1970-1979 representa un periodo de gestación. En tanto, los grupos de cumbias se refugian en el Cine de Ficheras de la segunda mitad de dicha década. Por otro lado, los grupos de balada u onda grupera comienzan a ganar el gusto de los mexicanos. Sin embargo, las letras de las canciones son más sencillas, reflejo del nuevo lenguaje urbano y la masificación de la sociedad, o son francamente muy baladíes y no alcanzan el nivel poético del bolero y la canción ranchera. Aunque aparecen tres grandes estrellas [José José, Juan Gabriel y Vicente Fernández], la variedad de géneros y el número de compositores de gran jerarquía disminuye sensiblemente para dar paso a la popularidad de la balada y alimentar el entretenimiento del público mexicano. Incluso, cantantes de calidad como Estela Núñez, Manoella Torres y Roberto Jordán comienzan con gran vitalismo con sus discos, sus apariciones en televisión y/o sus escasos filmes y parece que los tres  iban a cubrir algunas décadas con sus bellas voces, como los tres mencionados estrellas, pero desaparecen de la escena por diferentes motivos. De este modo, la nueva sociedad urbana de masas y el impacto del mercado hacen que las letras de las baladas se suavicen, disminuyan sus imágenes poéticas e incorporen un lenguaje más cotidiano y sencillo. En tanto, los cantantes y grupos extranjeros cubren el gusto musical de los mexicanos, tanto los españoles [Mocedades, Raphael, Camilo Sesto, Julio Iglesias, Rocío Durcal] como los sudamericanos [Roberto Carlos, Leo Dan, Alberto Cortez]. 
Tras este periodo de “incubación” de cantantes, compositores y grupos, la década de los ochenta representa la emergencia de la balada como el gran género musical y los boleros son reinterpretados con nuevas voces y arreglos musicales. Radio, cine, televisión, teatros y disqueras convergen para impulsar a todos estos baladistas de gran voz y lirismo que enamoraron a los mexicanos y les trazaron la radiografía de su alma enamorada. Aparecen las cintas musicales y las videocintas como nueva tecnología para el mundo del espectáculo. Dos nombres llenan esa década: Rocío Durcal, La Española mas Mexicana, y el prolífico cantautor Juan Gabriel, quien puede verse como el tercer gran compositor mexicano al lado de Agustín Lara y José Alfredo Jiménez, puesto que los tres funden creatividad, calidad y cantidad de canciones. De este modo, la famosa colección Frente a Frente grabado por la española y el mexicano permanece como uno de los discos más vendidos de toda la historia de la música mexicana. Ellos dos son la mejor pareja de intérprete y cantautor desde el tiempo en que Lucha Villa y José Alfredo Jiménez tuvieron gran fama entre los sesenta y principios de los setenta y grabaron discos juntos y se presentaron varias semanas en la televisión mexicana, especialmente en el programa estelar Noches Tapatías de la empresa privada Televisa.
En esa misma década de los ochenta, convergieron grandes estrellas del pasado y del presente. Por ejemplo, desarrollan su talento en los medios masivos de comunicación los clásicos cantantes y grupos como Lucha Villa, Lola Beltrán, Amalia Mendoza, Marco Antonio Muñiz, José José, Vicente Fernández, Armando Manzanero, la Sonora Santanera y el Mariachi Vargas de Tecalitlán. Todos ellos se unen a los talentosos jóvenes como Yuri, Daniela Romo, Dulce, Pandora, Rocío Banquells, Lucero, Cristal, Flans, Luis Miguel, Emmanuel y Manuel Mijares. Se cantan canciones rancheras, boleros y baladas. Además, las estrellas de la canción latinoamericana entran al mercado y graban diversos géneros y sus voces son reconocidas por millones de mexicanos. Por ejemplo, destacan la peruana-mexicana Tania Libertad, la veracruzana Eugenia León y Guadalupe Pineda.
En los ochenta, la ranchera ya no es el centro de la música mexicana, puesto que la población urbana crece más en la Ciudad de México y en la provincia. Entonces, los temas, personajes y ambientes rurales pierden fuerza en el gusto de los mexicanos urbanos. En especial, Lucha Villa y Vicente Fernández mantienen vivo el género ranchero con nuevas composiciones o reinterpretaciones de viejos compositores [Manuel Esperón, José Alfredo Jiménez]. En tanto, Lola Beltrán y Amalia Mendoza persisten con sus grandes éxitos del pasado en la televisión. Especialmente, la mexicoamericana Linda Rondstad revitaliza el género con selectas piezas de gran calidad como “La cigarra”, “Rogaciano El Huapanguero”, “Los arbolitos”, “La cárcel de Cananea” y la excelsa pieza de compositor californiano “Sol que tú eres”. Asimismo, surgen en el género ranchero cantantes de buena calidad como Aída Cuevas, Carmen Cardenal y Valentina Leyva, pero la canción ranchera ya no alcanza el éxito, la popularidad y la cobertura en los medios tecnológicos que se mantuvo durante la década de los sesenta.
Entre la década de los noventa y 2018, la música mexicana se divide por el impacto del mercado nacional y global y hasta trasciende la frontera mexicoamericana y se difunde entre los mexicanos de los Estados Unidos. Sin embargo, el cine ya no refuerza tanto a la música y las canciones se refugian en la televisión, los discos, Internet y los conciertos públicos. Aunque la democracia política y social se fortalece en los últimos veintiocho años, se fractura el viejo nacionalismo mexicano frente a la emergencia de nuevos usos, costumbres globales, estrellas y canciones extranjeras en el territorio nacional. Entonces, cabe hacer cinco preguntas para evaluar correctamente la música de las últimas tres décadas:
1. ¿Hasta qué punto los nuevos géneros musicales representan un verdadero lirismo y armonía de melodías, civilidad, auténtico nacionalismo y calidad en letras, voces y arreglos musicales?
2. ¿Hasta qué punto las abundantes reinterpretaciones y re-hechuras pueden constituir un gran movimiento de la música mexicana a nivel nacional e internacional, frente al desplazamiento y la desaparición de los viejos compositores cimeros de la historia?
3. ¿En qué grado los grandes cantantes como Alejandro Fernández, Natalia Lafourcade, Lila Downs, Luis Miguel, Christián Castro, el grupo Maná y otros jóvenes cantantes, pueden configurar en verdad una gran época de la música mexicana al lado de los clásicos interpretes como Eugenia León, Yuri, Tania Libertad, Vicente Fernández, Emmanuel, Manuel Mijares y otros más, justo entre finales del siglo XX y el siglo XXI (1990-2018)?
4. ¿En qué medida una sociedad dividida entre la civilización y la barbarie, la legalidad y la ilegalidad pueden integrar un gran tiempo musical como oyentes y espectadores?
5. ¿Hasta qué punto la tecnología digital y privada con computadoras individualizadas y los grandes sitios de Internet con un repertorio gigante de canciones, han atomizado un posible y unitario movimiento musical en México y un mejor gusto estético por la música?
Las respuestas a las cinco preguntas anteriores pueden delinear o no la postura de que en los últimos veintiocho años se encuentra la mejor década de la música mexicana, con temas, intérpretes, compositores, grupos y éxitos propios. De cualquier forma, las décadas de los sesenta y los ochenta pueden constituir tal vez los dos mejores periodos con la mejor música mexicana de todos los tiempos. La primera es la etapa dorada de la música ranchera como eje principal; la segunda representa el apogeo de la balada romántica como base de desarrollo.
Los últimos veintiocho años [1990-2018] muestran un gran desarrollo económico y material en México, una gran tecnología mecánica y digital y un gran mercado comercial, todo ello generado por el gran impulso de la economía capitalista global. Sin embargo, ese periodo de casi treinta años revela una fractura parcial del nacionalismo mexicano. Entonces, han emergido diversos y  hasta opuestos gustos por ciertos géneros musicales, algunos de los cuales pueden ser muy disruptivos en música y en costumbres sociales.
Los gentiles lectores de mi Blog pueden tener otra opinión sobre la mejor década de la música popular mexicana. Para dilucidar cuál es la mejor década hay que partir de la calidad artística de las canciones [nivel poético, emotividad y/o poder narrativo], de los intérpretes [voces armónicas y entrenadas en los diversos tonos] y de los compositores [preparación musical y literaria] a lo largo de la historia. El mercado es el otro factor clave de la evaluación sobre un periodo musical.
Para finalizar el presente artículo, hay que señalar varios hitos de la música popular mexicana para ver su importancia nacional e internacional. En primer lugar, Alejandro Fernández se ha consolidado como el mejor cantante mexicano de toda la historia y dio un gran concierto de homenaje a la música mexicana en el Palacio de Bellas Artes a principios del siglo XXI. En segundo lugar, hace unos años, el presidente Barack Obama envió sentidas condolencias al presidente Enrique Peña por la muerte del cantautor Juan Gabriel. En tercer lugar, la pieza “Granada” de Agustín Lara sigue siendo interpretada por los mejores tenores del mundo, tales como Plácido Domingo, Juan Diego Flórez y Rolando Villazón. En cuarto lugar, el Mariachi Vargas de Tecalitlán ofrece conciertos de música mexicana en diversos continentes desde hace algunas décadas. En quinto lugar, directores de cine como el italiano Federico Fellini y el español Pedro Almodóvar incluyeron canciones de mambo y bolero mexicanos en sus filmes. En sexto lugar, el público en general puede ver muy buenos comentarios en el sitio youtube.com generados por personas nativas de Rusia, Puerto Rico y Sudamérica, los cuales alaban la gran calidad artística de Javier Solís o Jorge Negrete, dos de las mejores voces de toda la historia de México.
Sin duda, la música popular mexicana suena en el tiempo y el espacio. En la música clásica, sobresalen en la historia las sopranos Ángela Peralta y Olivia Gorra; los tenores Rolando Villazón, Francisco Araiza y Ramón Vargas y el barítono Roberto Bañuelas; los compositores Carlos Chávez [“La Sinfonía India”], Silvestre Revueltas [“La noche de los mayas”], José Pablo Moncayo [“Huapango”], Arturo Márquez [“Danzón No. 2”], entre otros.
Más cultura, educación, arte y música para la sociedad son las claves para producir y forjar grandes creadores culturales y musicales en el México del siglo XXI y para tener mejores oyentes. Sin armonía social y artística, no hay verdadera música.

viernes, 5 de octubre de 2018

GALERIA ¨LAS ANIMAS¨ EN CHIHUAHUA: ARTE, CULTURA Y ESPECTACULO

GALERÍA “LAS ÁNIMAS” EN CHIHUAHUA: ARTE, CULTURA Y ESPECTÁCULO


ÓSCAR ROBLES



         Los rústicos muros, los altos techos de vigas de madera y los muebles antiguos de su interior evocaban arte, cultura y vida bohemia. Recorría uno el patio donde tocaban música, el abigarrado bar, el cómodo e íntimo café y los estrechos pasillos y sólo se veían piezas de pintura, escultura, dibujo, fotografía y ensamble. Las luces del sol penetraban suavemente por ventanas y los parroquianos se sentían a gusto como si vivieran ellos en una casa antigua con sus muros viejos y su lírico pasado.






El negocio estaba situado en el edificio donde se encontraba el antiguo Café La Nacional, donde la gente disfrutaba de una rica taza de café con pan de dulce. Se llamaba Galería Las Ánimas” y contaba con diversos espacios: Un bar principal, un patio para conciertos y el café bar El Cafessito. Se ubicaba en la Avenida Independencia, justo enfrente de la entrada sur al túnel para vehículos de dicha arteria urbana.


GALERIA ¨LAS ANIMAS¨ EN AVENIDA INDEPENDENCIA


ESCENARIO DE CONCIERTOS EN EL PATIO


En general, las obras expuestas en este negocio y recinto artístico formaban parte de una colección permanente. Las piezas oscilaban entre el arte figurativo y el arte abstracto; había pinturas, dibujos, esculturas, ensambles, arte objeto y objetos decorativos; las imágenes tenían un profuso colorido o usaban los básicos colores blanco y negro; abarcaban figuras humanas, animales, vegetales y objetuales.
Ante todo, dominaba el barroquismo de las obras de arte y artesanía dentro de estos espacios del negocio por su aglutinación yuxtaposición unas veces caótica y abigarrada y otras ordenada y lógica. En conjunto, las obras se caracterizaban por el pluralismo, la creatividad, la plena libertad del artista, el realismo, la fantasía, el onirismo, la mitología, la desacralización, la mezcla de culturas, el culto al pasado y al presente, la practica del Arte Pop, la devoción por la cultura del espectáculo y el homenaje a la cultura mexicana a través de famosos iconos y mitos antiguos y modernos.
         Los artistas anónimos que decoraron las paredes interiores y exteriores de esta galería se inclinaban por las estrellas famosas que triunfaron en la música y el cine de los Estados Unidos y por las figuras legendarias de la cultura del espectáculo en México, principalmente, construidos bajo la estética del realismo. Por ahí, estaban los retratos de los siguientes artistas y figuras famosas:
Amy Wilhelm:




El astro jamaiquino del reggae Bob Marley:



El rockero y virtuoso de la guitarra Jimmy Hendrix:




La cantante de peculiar voz y gran pasión interpretativa Janis Joplin:




El ex miembro de Los Beatles John Lennon y su esposa Yoko Ono:




El legendario jazzista Miles Davis:




La indígena oaxaqueña de los hongos alucinantes María Sabina:




El actor Germán Valdés “Tin Tan”:







La pintora Frida Kahlo, esposa del muralista Diego Rivera:




Al Pacino, actor estelar de la trilogía de filmes The Godfather (1972, 1974, 1990) del director Francis Ford Coppola:




         Las imágenes de estos artistas se distribuían por doquier, bajo un impulso creativo y acumulativo: En el escenario de las bandas de música, el bar principal, los pasillos, los baños y el café bar El Cafessito. Además, se advertían numerosos cuadros con pinturas, dibujos, esculturas y arte objeto, decorando este viejo edificio de la Avenida Independencia, situado justo entre las calles Morelos y Mina. A continuación, se describe brevemente la mayor parte de estas piezas de arte, de acuerdo al espacio que ocupaban.



1. EL BAR PRINCIPAL

En este íntimo lugar, la barra incluía varios banquitos y había varios sillones en diversas zonas. En especial, varios cuadros de pintura abstracta estaban colocados en muros negros y los rodeaban diversos trazos geométricos en colores vivos y brillantes. Además, se distribuían las siguientes obras de arte:
Un busto humano con rostro de calavera y carne:




Una peculiar cabeza de venado armada alambres de metal:




Pinturas de animales en cuadros:




Una novedosa imagen de una mujer de rostro mortuorio y manto azul, que se parecía a las vírgenes cristianas:




Un estilizado lobo con múltiples colores y dibujos en su cuerpo:




Diversos candiles cúbicos de color blanco con imágenes de mujeres bellas trazados en color negro:




Una escena de robots azules y grises como de filme de ciencia ficción:




Un robusto hombre con traje muy elegante, trazado con un preciso dibujo y una absurda cabeza de venado coronada con una llamativa cornamenta:





 Un laberinto de figuras geométricas trazadas en una pared, las cuales evocaban al mismo tiempo un complejo paisaje abstracto y geométrico y una extraña ciudad vista desde arriba y llena de edificios antiguos y futuristas:









La pintura de una lata de refresco de colores vivos sujetada por la mano de un esqueleto, plasmada sobre fondo vivamente amarillo:




En tanto, una gran pared negra exhibía un fino dibujo de una sensual mujer desnuda y elástica, contorsionada hacia atrás y rodeada de trazos geométricos y luminosos:








Algunos tradicionales graffitis al estilo de las pintas anónimas de los muros callejeros poblaban una parte de los muros:  




Sin embargo, la actriz principal de ese lugar donde se bebían cervezas y licores era una escultura de tamaño natural forjada con abundantes tallas precisas y sinuosas. Ella parecía alertar a los parroquianos con su cuerpo de sal coagulada, de hueso puro o de precioso marfil. Se hallaba justo  frente al resplandor intenso de una ventana soleada y cerca de algunos cómodos sillones viejos. Sus brazos se extendían como si hechizara a alguien con su mirada o sus extremidades. De inmediato, atraía la mirada del visitante los sensuales pechos femeninos desnudos y su vientre sabroso. Pero el resto era horroroso, intimidante, una viva encarnación del Más Allá en el Arte del Más Acá. No se sabía a ciencia cierta si era una estatua viviente y había que avanzar y acercarse a ella. ¿Era una escultura, un robot muy humanizado o un ente vivo congelado por algún veneno mágico? Esencialmente, su cabellera se componía de numerosas serpientes muy agitadas y listas para el ataque venenoso. Por momentos, parecía como una sirena del infierno, pues de la cintura para abajo no mostraba escamas de pescado precisamente, sino el grueso cuerpo de una serpiente de cascabel. Y debajo de su torso no tenía piernas ni pies ella la muy sensual mujer. La mitad de su cuerpo inferior era, pues, una víbora enroscada cuya vívida piel mostraba numerosas esferas que la hacían ver pesada y rugosa y muy peligrosa. Y por ahí se veía el cascabel, pero no se oyó antes de entrar al recinto, qué pena. ¿Estaba viva o estaba muerta esa mujer mítica, esa actriz paralizada en el tiempo? Su cara era de muerta en verdad, pero dinámica en su ira, con ojos vacíos y labios entreabiertos. Mejor no tocarla, no, puesto que se podía despertar de pronto y atacar a los parroquianos y frustrar este interesante reportaje. Pero la efigie se quedó quieta, mas quieta que las estatuas vivientes de la calle Libertad y lucía como deidad mítica de la Antigüedad griega o bíblica, forjada por la imaginación prodigiosa de algún artista que tuvo insomnio, pesadilla y una brillante fantasía en su propio estudio: Proserpina o Hidra o una fusión de Eva y serpiente de fantasía y horror o una original demonia del infierno:














Por otro lado, la decoración de los negros muros del plácido bar era abigarrado y se llenaba de imágenes armónicas en algunas zonas, pero su configuración era abstracta. Por ejemplo, arriba relucía un conjunto de figuras geométricas con líneas en blanco y algunas zonas coloridas, todo lo cual emanaba decoración y acumulación de imágenes, ansia de complacer a la mirada.











         El recorrido culminó cerca de la mujer serpiente, quien lanzó su último mirada amenazante en su espacio infernal. La dulce luz del sol apareció en la puerta a los pasillos y la realidad volvió al andar y mirar de nuevo el arte y la decoración.  





2. LOS PASILLOS Y EL PATIO

         En estas áreas, se advertían imágenes de arte figurativo plasmadas en los muros por variados artistas y variados estilos. Por ahí, se miraba un inacabado hombre naranja en proceso de desintegración de su cuerpo frágil:







Por allá, una escena onírica y muy extraña se alzaba con una esbelta mujer desnuda sin rasgos en el rostro y un ojo gigantesco en su regazo, rodeada de un colorido arcoíris donde se posaba un siniestro cuervo:





Más allá, dos calaveras alegres se sonreían, una montada sobre la otra:




Acullá, miraba un apuesto charro de sombrero de alas largas y traje en color negro, ojos brillantes y bigote espeso, emulando al revolucionario Emiliano Zapata:







Un curioso ensamble rendía culto al automóvil moderno y mostraba la imagen de un Volkswagen en el centro, rodeada de múltiples dibujos de carritos de diversos colores:




Una grotesca deidad prehispánica en blanco y negro lucía burlescamente la lengua fuera de su boca feroz:




Un felino amarillo humanizado y vestido con zapatos rosas caminaba en un muro blanco:







Una pintura de un búho miraba con ojos misteriosos y cavilosos:




Unos hongos gigantes y grises se veían bañados por un nocturnal color azul:




Tres cabezas de tigre creadas en serie y en serio rendían tributo a este bello felino que fue honrado por la literatura del italiano Emilio Salgari y la gran poesía del buen poeta mexicano Eduardo Lizalde. El uno era violeta, el otro azul y el tercero de un intenso y casi natural amarillo y los contornos de sus fieras cabezas mostraban otros colores armonizantes y la palabra “ANONYMUS” aparecía justo arriba de estas figuras animales:




Especialmente, un extraño y absurdo mural lucía en una pared del pasillo de la entrada principal, el cual rendía un raro e ingenuo culto a la mexicanidad con las figuras centrales de un vegetal propio de las culturas mesoamericanas y con dos ídolos de la lucha libre y del cine de México. Arriba de este mural, se advertían diversas figuras formadas con un dibujo un tanto titubeante: Una mazorca gigante rodeada de algunos luchadores angelitos. En tanto, abajo aparecían El Santo y Blue Demon con coronas de reyes, trazo propio de las historietas y entre la belleza de abundantes flores coloridas. Se completaba esta ingenua escena con la expresión en inglés “BEAUTIFUL BLACK”:











En otro muro de esta zona externa, podía contemplarse una pintura con la clásica y tenebrosa imagen del esqueleto con guadaña y manto largo, sentada en un sillón. Fue trazada con gran pulso en el dibujo sobre un fondo rojo:




En otra pared exterior, podía contemplarse un rostro blanquecino de mujer con un relámpago color violeta en el rostro y el cabello corto, sobre un fondo intensamente escarlata y despoblado de otras imágenes:



En tanto, el culto al norte y la cultura de los artistas de la calle se proyectaban en un novedoso cuadro de fondo negro y con un mantel blanco y delgado. Llenaba este cuadro la figura delgada de un guitarrista de la calle, el cual estaba vestido con un paliacate rojo y un sombrero norteño de ala corta. Las líneas de los dibujos eran tenues y los colores claros y el buen retrato de la cultura popular ahí estaba:




Los pasillos y el patio acumulaban objetos de arte como en las viejas galerías de los centros históricos de las ciudades mexicanas. En especial, había pinturas de figuras de la música y el cine cerca del templete de la banda. También, se desbordaban las imágenes de mujeres sensuales con el estilo de los personajes de historietas o carteles de cine. De pronto, sorprendía la mirada un cuadro con trazos precisos y emergía en primerísimo plano un armónico busto de una mujer de labios sensuales con la larga y salvaje cabellera negra de resplandores blancos cubriéndole los ojos y con un brazo levantado e investido de un elegante y largo guante negro, figura de mujer fatal o cosmopolita chica del mundo de la moda femenina:




O se advertía otro cuadro casi tocando el techo de grandes vigas de madera con un rostro de mujer visto de perfil, con cabellera negra y una larga lengua roja tocando un extraño objeto amarillo, un tanto sexualizado y fálico:




Arriba del resplandor de una ventana, surgía una rubia de rasgos faciales duros y mirada melancólica.  Presidía toda ella un negro muro y su entero rostro llenaba todo el cuadro, como una mujer fatal de cine negro:




Luego, otra mujer de cuerpo entero estaba pintada en otra pared oscura: La muerte mexicana en versión posmoderna, con cuerpo desnudo y sensual y largas y bellas piernas, cabeza coronada y rostro fúnebre; justo abajo y al lado derecho de ella, abundaban nopales y calaveras y avanzaba, sinuosa y peligrosa, la estilizada serpiente con plumas que representaba al dios náhuatl Quetzalcóatl por algunas regiones del muro; algunas pirámides aztecas eran sugeridas a lo lejos. Todas estas figuras humanas, animales y vegetales casi tocaban el techo de vigas. Además, todas las imágenes habían sido trazadas con colores blancos y precisos dibujos hasta lograr el equilibrio de los volúmenes:













         Llegó la hora del cafecito y el confort y la claridad espacial y el especial arte de la última sección de la desaparecida galería de arte y espectáculo del Centro Histórico de la ciudad de Chihuahua.

3. EL CAFÉ BAR EL CAFESSITO

         En esta zona del negocio, imperaba un orden más lógico, sin tanto barroquismo y aglutinación de muebles y objetos de arte. Estaba diseñado para la conversación tranquila. A la derecha, se percibía una barra con un repertorio de bebidas variadas, alcohólicas y con cafeína; al fondo, se distribuían las mesas y sillas. En particular, algunas paredes exhibían objetos rústicos, tales como diversas tabletas de madera que transmitían confort y daban simetría lógica a los muebles.




         Entre las piezas de arte y decoración, se hallaban varios dibujos de algunos actores del cine norteamericano y de algunos animales mamíferos, domésticos y salvajes. En primer lugar, una flamante pecera de cristales transparentes y animales marinos inanimados dejaba ver al fondo la imagen de una persona, quien se encontraba de espalda y sentada, un tanto meditativo, con el torso desnudo y vestida parcialmente de negro:




En segundo lugar, se miraba un gran dibujo en blanco y negro del rostro de Al Pacino, el gran actor de Donnie Brasco y Scarface del director Brian de Palma:




En tercer lugar, se podía admirar la perfección de un dibujo con figura animal y estilo muy realista: Un simpático perro en el primerísimo plano, formado sobre en colores blanco y negro. Como detalle humorístico, el gracioso animal vestía una prenda blanca que estaba enrollada en su cabeza:




Finalmente, otro dibujo retrataba a un rinoceronte embistiendo de frente hacia la posición del espectador, el cual fue trazado en perfectas líneas y volumen. Como detalle, la imagen se encontraba cubierta de líneas rojas y dos equis en color negro, como señalando el gran peligro de ver al pesado animal con el cuerno en ristre como furioso caballero andante:





4. GALERIA “LAS ÁNIMAS”: EL PLACER DEL ARTE Y LA CONVIVENCIA SOCIAL

         En conclusión, este arte joven, este arte vivo de este céntrico negocio rendía homenaje a la cultura contemporánea: La música norteamericana, el cine estadounidense, la pintura mexicana, la música de Inglaterra, el cine de cómicos mexicanos y a los indígenas de Oaxaca. Además, artistas anónimos y comunitarios (re)inventaron numerosas y originales fantasías figurativas, geométricas y abstractas. En especial, la expresiva y perturbadora escultura de la mujer serpiente en tamaño natural llamaba la atención de inmediato cuando se ingresaba en el bar principal. Era una efigie muy original, de tallas precisas y expresivas y podía verse como una especie de una deidad antigua o criatura moderna inventada por su autor.
         En tanto, el recorrido por todo el recinto ponía en contacto visual con numerosos cuadros con imágenes geométricas de variados colores, cuadros abstractos de colores intensos, mujeres extremadamente sensuales, extrañas escenas de flores, novedosas figuras de mexicanas mazorcas y luchadores aztecas enmascarados, animales diversos, autos, charros, mitos prehispánicos, ciudades mágicas de ciencia ficción, entre otras figuras plásticas que decoraban los espacios cerrados y abiertos de este céntrico lugar destinado al arte y el espectáculo. Así pues, todas las obras de arte, artesanía y decoración se aglutinaban en los cuartos, se yuxtaponían y se acumulaban con insaciable barroquismo y gran culto por la cultura, el arte y la belleza misma. 
En pocas palabras, la Galería “Las Ánimas” lucía como un bar “underground” donde se tocaba música rock y funcionaba como una casa antigua con arte, música en vivo, bar y café. En este lugar, los jóvenes vivían, se divertían y admiraban la belleza, la sensualidad y el placer de las obras de arte que los rodeaban. La Galería Las Ánimas estaba situada en el corazón del Centro Histórico de la ciudad de Chihuahua, justo enfrente del antiguo edificio de La Nacional, a unas cuadras de la Plaza de Armas.
         En el presente, este lugar descrito en este reportaje estaba en ruinas hace varias semanas, justo durante el verano de 2018. Como ya se apuntó, este antiguo edificio fue recinto del Café La Nacional durante el siglo XX, el cual perteneció a una familia de ascendencia china. Luego, se distinguió por ser el mencionado centro de entretenimiento, cultura y arte: La Galería “Las Ánimas”. Sinn embargo, quedan vivos su arte figurativo y su arte abstracto en el presente artículo y en las numerosas fotos que acompañan a este sencillo reportaje. Ojala se reconstruya este interesante lugar para la cultura, el arte y el entretenimiento.


EL CAFE ¨LA NACIONAL¨ ESTUVO EN ESTE EDIFICIO EN EL PASADO


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