viernes, 18 de junio de 2021

TRES POEMARIOS Y DOS VOLÚMENES DE CUENTOS DE ÓSCAR ROBLES EN AMAZON BOOKS EDITORS Por Óscar Robles

                              FOTO DE OSCAR ROBLES 

Los cinco libros citados en el presente texto fueron publicados por la distinguida empresa AMAZON BOOK EDITORS entre octubre de 2019 y abril de 2020. Las cinco obras fueron editadas en dos versiones: impresa en papel y digital en Kindle. Óscar Robles es autor del poemario Sangre de Circe (1989) y del cuentario Historias de familia (1998). Asimismo, este escritor ha publicado numerosos textos sobre arte, cine, literatura y otros temas en periódicos y revistas de México, los Estados Unidos y Europa y en su propio Blog “Bitacoraoscar”

 Primeramente, los temas del poemario Jardín de filos (2020) son el dolor y la angustia por vivir en una sociedad en crisis, bajo un ambiente urbano subdesarrollado. Estas dos emociones centrales evolucionan en este poemario hacia la catarsis y el alivio espiritual, mediante el hondo lirismo, el humor y la ironía. Así, las imágenes vegetales, florales y animales y varios conceptos sobre el mundo configuran emociones intensas y breves reflexiones sobre el mundo. De este modo, el poeta aborda diversos temas en forma simplificada, tales como el amor, la muerte, la vida, Dios, la mexicanidad, la forma poética en sí misma, la luna, el sol, el tequila, el agua, los ángeles, la enfermedad, entre otros. Particularmente, los poemas presentan una forma tipográfica estilizada para representar un tanto las imágenes de filos y espinas y proponer otra forma de lectura poética a los lectores. 

En segundo lugar, el poemario Geografías en la otra América (2020) es en realidad una bitácora de viaje y un diario. En este sentido, puede verse como un libro autobiográfico. Sin embargo, el autor inventa distintas voces líricas para construir ficcional y culturalmente a una parte de los Estados Unidos de Norteamérica, desde la perspectiva general de un profesor de lengua y literatura de origen mexicano. La geografía es el tema principal de los cincuenta y seis poemas. Por ello, aparecen paisajes naturales y urbanos y cultura regional propia de los siguientes seis estados de “La otra América”: Nuevo México, Arizona, California, Pensilvania, Texas e Indiana. En conjunto, todos los poemas constituyen lo que se pueden llamar “geografías poéticas” o “poesía geográfica”. 

En tercer lugar, Buenas gentes (2019) desarrolla narrativas cotidianas sobre los modos de vida, el habla popular, las costumbres y los problemas sociales de la ciudad de Chihuahua, los cuales fueron desarrollados bajo el subdesarrollo económico, el capitalismo moderno de economía cerrada y el Estado autoritario de México. El volumen contiene ocho cuentos con personajes de ficción, tales como amas de casa, comerciantes, obreros, inmigrantes y estudiantes. En tanto, la mayoría de los conflictos personales y sociales se ubican en las últimas cuatro décadas del siglo XX y principios del siglo XXI. En cuarto lugar, La de ocho columnas (2019) construye narrativas cotidianas sobre los temas del crimen, la violencia y el periodismo. Se compone de siete cuentos con historias de crimen que podrían aparecer en la nota roja de los periódicos. En particular, estos relatos se relacionan con el contexto social de la ciudad de Chihuahua de la década de los ochenta. Finalmente, los personajes de ficción son criminales, agentes ministeriales, policías, periodistas, familiares y amigos de los involucrados en los delitos. 

En quinto lugar, Días de muertos (2019) contiene poemas con la muerte como tema central, tema universal y tema mexicano. Los veintidós poemas de dicho volumen expresan angustia y reflexión en torno a la muerte de familiares, personas anónimas, soldados norteamericanos e inmigrantes mexicanos. Ante todo, la mayoría de los textos se enfoca en representar sueños, miedos y pesadillas fúnebres, entre otros asuntos poéticos. 

Los gentiles lectores de mi Blog pueden leer más información sobre el contenido de los siete libros de escritura creativa descritos arriba y sobre el autor de los mismos en el sitio www.amazon.com. 

Asimismo, pueden adquirir estas interesantes publicaciones en edición impresa en papel y en edición digital Kindle, vía Internet, en la siguiente conexión: 

 https://www.amazon.com/Oscar-Robles/e/B001KHXYM8%3Fref=dbs_a_mng_rwt_scns_share 

Por otro lado, también está a la venta en dicha compañía norteamericana mi estudio Identidades Maternacionales en el cine de María Novaro (New York: Peter Lang, 2004). En particular, este libro discute asuntos de la subjetividad femenina, la familia mexicana y la identidad nacional en los filmes Lola (1989), Danzón (1991) y El jardín del Edén (1994) de la directora mexicana María Novaro. 

Muchas gracias por su atención. Ojalá que quieran y adquieran mis libros. Sólo hay que ordenarlos a la empresa AMAZON por Internet.

domingo, 13 de junio de 2021

CULTERANISMO Y PLACERES DEL CUERPO EN UN SONETO Y UNA LETRILLA DE LUIS DE GÓNGORA Por Óscar Robles

En Soneto XXIII, Garcilaso de la Vega desarrolla el tema clásico del carpe diem (“cosecha el día”) bajo los parámetros de la poesía renacentista y las caballerosas costumbres cortesanas. Así, exalta a la mujer joven y bella con imágenes gráciles, tiernas y equilibradas del cuerpo femenino como expresión de la naturaleza; resalta algunas cualidades morales (honestidad) y sentimentales (el corazón); y culmina en su último terceto con un concepto amable y suave del tiempo (“edad ligera”). 

En Soneto CLXVI, Luis de Góngora recrea el mismo tema con la admiración de la belleza y juventud de una mujer con imágenes de natura, pero esta vez introduce la visión más pesimista y descarnada sobre el tiempo, propia del Barroco: el cuerpo se convierte en humo, polvo, oscuridad, muerte y nada. A pesar de su postura final desolada del último terceto, este soneto gongorino se inclina marcadamente por el goce a tiempo de los placeres hedonistas de la juventud y la belleza a manera de sabio consejo, a la vez que prolonga esta perspectiva epicureísta del mundo y reafirma el placer solitario de la comida en la letrilla Ándeme yo caliente, y ríase la gente. 

Durante el primer tercio del siglo XVI, Garcilaso de la Vega vive el esplendor del Renacimiento en España y Europa, un tiempo de racionalismo, vitalismo, humanismo, clasicismo y confianza en las monarquías. Hacia la segunda mitad del siglo XVI, Luis de Góngora habita un mundo en crisis nacional y polarizaciones y guerras entre los países europeos y, por ello, la original cosmovisión renacentista se aja y desgaja en pesimismo, desengaño, conciencia de la brevedad de la vida y de los efímero de lo material, desconfianza en las instituciones y engaño de los sentidos. El uno pertenece al apogeo de la sociedad y se proyecta en su poema con sentimientos nobles y amables hacia la mujer; el otro crece en la decadencia y se obsesiona por los placeres materiales y expone en su texto el papel destructivo del tiempo y el abismo de la muerte. 

          I BARROCO: CULTERANISMO Y CONCEPTISMO 

 Bajo el impulso de la Contrarreforma, se desarrolla el movimiento espiritual del Barroco en España y en otros países de Europa. Incluso, tiene dos grandes exponentes en la Nueva España (México) y en la Nueva Castilla (Perú) con Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) y Juan del Valle y Caviedes (1645-1697), respectivamente. El Barroco se compone de dos tendencias generales: 1) el Culteranismo, cuyo máximo exponente es Luis de Góngora; 2) el Conceptismo, cuyo principal adalid es Francisco de Quevedo. Ambas corrientes se orientan hacia la creación de obras plenamente cultistas y se fundan en una visión de mundo pesimista y en constante agonía y sufrimiento moral. Asimismo, las obras artísticas y literarias barrocas presentan contrastes violentos de luces y sombras y eventos contradictorios como la vida y la muerte y el amor y la soledad. El Culteranismo ha sido llamado también Gongorismo. Se distingue por la elección de palabras sonoras y pictóricas, por las metáforas oscuras y complejas, por las referencias constantes a la mitología grecolatina, por el uso del hipérbaton o la alteración del orden sintáctico regular y más racional y por la creación de hipérboles o exageraciones de una cualidad o situación particular. Todos estos recursos del lenguaje conllevan el firme propósito de “transformar la realidad más banal en una verdadera experiencia estética o artística” (Virgillo 171). 

De algún modo, los escritores barrocos se sienten decepcionados del mundo y la convivencia social y reconcentran su visión extremadamente individualista y subjetiva en el acto creador con la creación de obras densas, complejas y oscuras, pero muy originales y cultas. En tanto, el Conceptismo es más intelectualista y se concentra más en las ideas más que en las formas del lenguaje y utiliza frecuentes paralelismos, antítesis, juegos de palabras o retruécanos y conceptos ingeniosos o “agudezas”. 

Los principales representantes del Barroco español en sus dos tendencias torales son los poetas Luis de Góngora (1561-1627) y Francisco de Quevedo (1580-1645), el dramaturgo Pedro Calderón de la Barca 1600-1681 y el prosista Baltasar Gracián (1601-1658). 

       II SONETO CLXVI: EL GOCE DE LA BELLEZA Y LA                                                        JUVENTUD 

 Este poema de Góngora exalta la juventud y belleza de una mujer con un reconcentrado poder metafórico fundado en las imágenes de la naturaleza y bajo la perfecta estructura métrica del soneto clásico. Como ya se apuntó arriba, su tema central continúa la tradición poética del Soneto XXIII de Garcilaso de la Vega (1501-1536). Así pues, el poeta cordobés recrea el clásico tema del carpe diem (“cosecha o aprovecha el día”), bajo los paramétricos estéticos del Barroco. Este tópico se remonta a las odas del vate latino Horacio Quinto Flaco (65-8 a. J. C.) y puede resumirse en la idea de aprovecha el tiempo lo más que puedas antes de que sea tarde. De esta forma, el Barroco explora este motivo recurrente de la tradición latina antigua, el cual expone básicamente “la brevedad de la vida y la necesidad de aprovechar el momento presente” (Virgillo 171). En el mensaje resumido de este soneto barroco, un hablante poético impersonal, culto, reflexivo, sabio y maduro aconseja a una joven mujer sobre el goce de los placeres físicos del cuerpo y del amor. En consecuencia, esta fémina muy hermosa es su particular oyente lírica y vive en el presente lo que ese hablante considera como “tu edad dorada” (Góngora 172, línea 10). 

Como se ve, el asunto central es en sí el clásico carpe diem de la poesía latina antigua. A nivel lingüístico, el adverbio “mientras” funciona como nexo o relacionante y se repite cuatro veces en los dos cuartetos dentro de sendas oraciones subordinadas. Como adverbio de tiempo, “mientras” sirve para subrayar la temporalidad de la belleza y la juventud de la mujer y para exponer cuatro elementos iniciales de comparación del cuerpo de ella con objetos preciosos de la realidad objetiva y de la naturaleza. En el orden de dichas comparaciones poéticas, las cuatro referencias citadas contienen elementos minerales y vegetales y enfatizan la belleza física exquisita y la juventud de ella. Primeramente, el hablante lírico exalta la hermosura femenina, equiparando el cabello con el vano brillo del “oro bruñido” bajo el sol y la blanca frente con el “lilio bello” (Góngora 172, líneas 1-4), según el primer cuarteto. En el segundo cuarteto, los aspectos admirativos de la belleza femenina describen cómo los ojos de los admiradores de la mujer se fijan más en los labios de ella que en la imagen fresca del clavel y cómo la hermosura del cuello resalta por encima del “luciente cristal” (172, línea 8). Posteriormente, los dos tercetos finales funcionan como contrastes fuertes y violentos de vida, belleza y juventud con muerte, fealdad y vejez. De esta manera, el primer verso expone el consejo sabio del poeta mediante el uso del verbo “gozar” en forma de mandato informal del modo imperativo (“goza [tú]”), lo cual forma parte del clásico motivo del carpe diem. El primer terceto opera como un brillante e ingenioso sumario poético de los dos primeros cuartetos y reconcentra con fina elegancia lingüística algunas enumeraciones de sustantivos esenciales dentro de metáforas yuxtapuestas o aglutinantes que exaltan la belleza de la mujer. De esta forma, aparecen otra vez las mismas cualidades físicas: el cuello (cristal luciente), cabello (oro), labio (clavel) y frente (lilio). En tanto, la parte sombría y degradada de la vida se vierte dramáticamente en el último terceto para desvanecer o “deshojar” la visión estetizante y optimista de la vida de los dos cuartetos. Este terceto reconcentra, pues, la severa advertencia o consejo del hablante sabio y reflexivo. 

Así pues, la postura del poeta barroco es que el tiempo pasa y deteriora el cuerpo de manera contundente. Por un lado, argumenta el vate, que la vejez convierte en “plata” o “viola” (violeta) la belleza corporal, según este tropo. Por otro, cinco imágenes poéticas finales concentran la posible acción nefasta de la muerte, que puede derruir en el futuro la vida de tal mujer joven, justo en los tres versos finales que se ordenan en forma de hipérbaton: “. . . No sólo en plata o viola troncada / se vuelva, mas tú y ello juntamente / en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada” (Góngora 172, líneas 12-15). Como se observa, Góngora concreta una visión pesimista y sombría al final, alterando el orden sintáctico regular y proyectando una gran elegancia y finura con la enumeración en serie de siete sustantivos que revelan el lado oscuro de la vida, la vejez y la muerte. 

En suma, el tema del carpe diem adquiere gran belleza lírica en este Soneto CLXVI, mediante el contraste violento de la belleza y la juventud y la vejez y la muerte, como si fuera un lienzo claroscuro y penumbroso propio de la pintura barroca. Así, las emociones del poeta barroco transitan de la exaltación de la belleza esplóndida de la mujer a la visión pesimista, decadente y fúnebre, dentro del “ropaje” metafórico y elegante del Culteranismo y la forma clásica del soneto. Como forma métrica cerrada, el soneto contiene estas preciadas “joyas” de belleza, muerte y sabiduría de la vida, como si el entero poema fuera una caja de cristal reluciente con marcos de oro, a través de las cuales se mira el volumen y contornos de dichos “minerales preciosos” de la poesía barroca. Los catorce versos endecasílabos se distribuyen simétricamente en dos cuartetos y dos tercetos. La clave de la rima indica que es un perfecto soneto clásico y se resume así: ABBA-ABBA-CDC-DCD. III LETRILLA “ÁNDEME YO CALIENTE, Y RÍASE LA GENTE”: EL PLACER DE LA COMIDA Y EL OCIO 

Este poema describe un estado de la sociedad española en crisis por el marcado contraste entre los ricos gobernantes y los pobres. Por ello, sigue una tendencia popular y de estilo realista y satírico. De algún modo, esta letrilla representa un escape a la realidad mundana y frívola de su tiempo, para refugiarse en los placeres sencillos de la vida y disfrutar de la seguridad doméstica, el ocio y el placer de la naturaleza. Así pues, Góngora configura un hablante poético huraño y materialista, para esgrimir su severa crítica del mundo exterior. Se trata de un hombre que posee una finca propia, es pobre en relación a la aristocracia palaciega, produce su propio vino, goza el ocio y es amante de la naturaleza. A través de sus las descripciones precisas de sus acciones y posesiones, emergen sus cualidades connotativas: solitario, burlesco, hosco, glotón, misántropo y crítico y rebelde contra el sistema monárquico. Como seña particular, esta voz lírica dice grandes verdades en torno a la seguridad económica personal frente a un mundo banal y mal gobernado por las monarquías. En particular, el personaje desdeña a la sociedad y las ocupaciones y aficiones de otra gente: al gobierno monárquico y su Príncipe, al comercio y los mercaderes y al amor y los amantes arquetípicos de la Antigüedad griega. En contraste con esa sociedad, el hablante poético exalta los placeres sencillos de su vida en las seis estrofas del poema. Estas actividades placenteras le dan seguridad en su hogar y en sus paseos por la naturaleza. En las primeras tres estrofas, este personajes se congracia de contar con alimento en todas las estaciones del año (mantequilla, pan tierno, naranjada, aguardiente, morcilla, bellotas y castañas). En las tres estrofas de la segunda parte, disfruta de sus paseos bucólicos por el mar recolectando conchas y caracoles y escuchando el canto de las aves cerca de la fuente y goza el recorrido por su lagar y los depósitos de vino. En especial, desprecia al Rey de su país por mentiroso y falso y al amor de pareja heterosexual por ser cruel y trágico. En la última estrofa, se quintaesencia la visión de mundo burlesca y materialista de Góngora en torno a la sociedad de su tiempo. 

Así pues, el peculiar personaje creado por el vate español, quien puede contener la propia personalidad del autor de carne y hueso, luce en verdad como un misántropo y un hombre solitario. Por ello, este hablante lírico culmina su discurso poético-satírico con el marcado contraste entre el sufrimiento del amor y el placer de los alimentos, de manera altamente burlesca y desacralizante: “Pues Amor es tan crüel, / que de Píramo y su amada / hace tálamo una espada / do se juntan ella y él, /sea mi Tisbe un pastel/ y la espada sea mi diente / y ríase la gente” (Góngora 173, líneas 36-42). Hay que hacer notar el manejo de la mitología grecolatina como representaciones culturales del amor en esta estrofa, como elementos propios del Culteranismo. Por un lado, Amor se refiere a Eros, el dios del amor en la mitología grecolatina. Por otro, Píramo es el enamorado de Tisbe “que, pensando que ella se había muerto, se mató con su propia espada para unirse a ella en la muerte” (Virgillo 173, nota c). 

De esta forma, la aguda sátira y el carácter grotesco del poema de Góngora consiste en designar al pastel metafóricamente con la imagen trágica de Tisbe y en reproducir en sentido figurado la parte de su dentadura como imagen de la espada que corta dicho postre delicioso. De este modo, todo el poema privilegia los placeres de la comida como parte de la seguridad económica del personaje poético de esta interesante letrilla. Esencialmente, los elementos culteranos aparecen incrustados en el cuerpo de un poema de corte popular y satírico. Aparecen, pues, diversas metáforas y referencias mitológicas de la Antigüedad griega. Además de la historia de Píramo y Tisbe, el poeta cordobés cita a Filomena o Filomela, quien era “hija de Pandión, rey de Atenas, y hermana de Progne” y “fue metamorfoseada en ruiseñor” (“Filomela”). Esta referencia se encuentra en la cuarta estrofa y remite al placer sencillo de escuchar el canto de tal ave mientras el hombre camina solitario desde la playa hasta el chopo de la fuente. En tanto, la estrofa quinta expone una fantasía mitológica nocturnal y marina con los personajes mitológicos griegos Leandro y Hero como arquetipos del amor trágico. Ambos amantes protagonizaron una trágica historia de amor al ahogarse el hombre cuando cruzaba a nado el río Helesponto para ver a su amada. En especial, estos seis versos de arte menor del relato sobre el amor y dichos amantes paradigmáticos transmiten un mensaje satírico e integran dos metáforas cultas al discurso burlesco: “Pase a media noche el mar / y arda en amorosa llama / Leandro por ver a su dama; que yo más quiero pasar / del golfo de mi lagar / la blanca o roja corriente, / y ríase la gente” (Góngora 173, líneas 22-28). 

Como puede verse, el marcado contraste denota una gran burla del amor y de la propia tradición culta de la mitología griega, pues el hablante lírico prefiere los placeres epicúreos del vino a los del amor. En especial, la metáfora ígnea (el amor como fuego) y la metáfora marina (el vino como olas de mar) son elegantes, finos y muy culteranos. El primer tropo expresa un tono grave con una imagen clásica del amor. En tanto, el segundo implica la burla del poeta barroco y satírico, ya que exalta el eros gástrico en oposición al amor sentimental, mediante la preferencia marcada por el placer de ver las abundantes cosechas de su propio lagar y la futura embriaguez con el vino producido en ese mismo lugar. 

A nivel sintáctico, la mayoría de las oraciones de esta famosa letrilla de Góngora son subordinadas y utilizan el presente del modo subjuntivo. Estas oraciones implican verbos principales ausentes por elipsis verbales u omisión de partes gramaticales, para hacer más elegantes los versos. Estos verbos elípticos pueden ser “dejen”, “permitan” o alguno otro equivalente. De esta manera, se puede entender, por ejemplo, que el verso primero completo sería “(dejen) que traten. . .” (Góngora 172, línea 1) o “(permitan) que coma” (172, línea 8). 

En general, la ingeniosa letrilla exhibe un alto contenido crítico sobre la sociedad y una punzante visión satírica sobre el mundo, a la vez revela una gran obsesión por los placeres de la comida. En especial, este poema se funda en la inclusión del verso “Ándeme yo caliente, y ríase la gente”, colocado justo al comienzo del poema y escrito con letra cursiva. Posteriormente, la segunda parte del verso (“y ríase la gente”) cierra cada una de las seis estrofas de siete versos de arte menor, como una forma de burla, ironía y desprecio hacia la sociedad. Así pues, los seis versos de cada estrofa exponen contrastes violentos propios del estilo barroco. En estos contrastes, se exhibe un denso materialismo y un hedonismo basado en el puro consumo de la comida y la bebida. Por un lado, el poema describe las costumbres de la sociedad en torno a la política, el comercio y el amor. Por otro, el texto detalla la forma en que el hablante poético disfruta de la comida, el ocio y la naturaleza. Como consecuencia global, a este peculiar y solitario personaje no le importa que la gente se ría de él, pues en verdad es un ser privilegiado en un mundo en crisis. Con esta carga satírica del poema de Góngora, el estribillo “y ríase la gente” es una constante que forma parte del subgénero lírico de la letrilla. En general, la letrilla “es una composición poética de versos cortos con un estribillo de uno o más versos repetidos a intervalos iguales” (Virgillo 135). 

Los escritores barrocos crean algunas letrillas de gran nivel poético. Por ejemplo, destacan “Ándeme yo caliente, y ríase la gente” de Góngora y “Poderoso caballero es don Dinero” de Francisco Quevedo. Particularmente, la estructura métrica de la letrilla “Ándeme yo caliente” se compone de seis estrofas simétricas con seis versos octosílabos cada una y un estribillo final escrito en letra cursiva, el cual contiene siete sílabas. La clave de la rima de cada es abbaacc. En realidad, la frase “Ándeme yo caliente” implica un mensaje muy diferente a lo que parece en la superficie y bajo una estricta visión contemporánea. Dicho estribillo no tiene referencias sexuales, de ira o de orden climatológico. 

En realidad, el personaje lírico central pide a los lectores que dejen que sus asuntos personales funcionen bien y se sienta seguro y saludable aunque la gente se burle de él. A pesar de sus marcados sesgos satíricos y burlescos, Góngora se inclina en esta letrilla hacia la vida sencilla y los placeres del campo, los cuales eran motivos frecuentes de la poesía del Siglo de Oro en España por herencia directa de la literatura grecolatina antigua. De este modo, el poeta cordobés recrea los clásicos asuntos expresados por los poetas latinos antiguos Horacio y Virgilio Publio Marón (70-19 a. J. C.) y retextualizados por los poetas españoles Garcilaso de la Vega en sus églogas y Fray Luis de León en su célebre “Oda a la vida retirada”. Esta interesante letrilla de Góngora expresa una visión muy personal y en estilo popular y satírico de “la alabanza de la belleza pura y sencilla de la naturaleza —ejemplificada por la vida de los pastores y pescadores, el motivo clásico del beatus ille” (Virgillo 171). Al mismo tiempo, Góngora “denuncia una sociedad viciada y corrupta” en esta letrilla y en otros poemas de estilo culterano, ya sea en su vena culta o popular (171). 

 En conclusión, Soneto CLXVI y la letrilla “Ándeme yo caliente, y ríase la gente” de Luis de Góngora muestran una visión hedonista y epicúrea del mundo. El primer poema propone a una mujer disfrutar de la juventud y la belleza a tiempo antes que el tiempo deteriore su cuerpo o llegue la muerte, mediante el despliegue lirico del clásico motivo del carpe diem de la poesía latina. El segundo texto construye la figura de un hombre solitario, hosco y glotón que desprecia las actividades de las clases altas y gobernantes y se conforma con disfrutar los placeres sencillos de la buena mesa (alimentos y vino), del ocio y de la contemplación de la naturaleza, pues le brindan seguridad económica, dentro de una nación en crisis, bajo el impacto de la Contrarreforma. El uno es un poema cultista, metafórico y culterano; el otro es un poema de corte popular y satírico. En ambos estilos, el poeta español descuella sobremanera con dos obras clásicas e inmortales. 

          IV EL POETA CULTERANO ESPAÑOL: VIDA Y OBRA 

 Luis de Góngora y Argote (1561-1627) nació en Córdoba, España. Renunció al sacerdocio, para dedicarse a la poesía, a la música, a las corridas de toros y al juego. Fue capellán del rey Felipe III (1578-1621) y se relacionó con escritores destacados en Madrid. Tuvo grandes polémicas con los escritores Francisco de Quevedo y Lope de Vega, dentro de la vida cultural y literaria de España. Sus obras más celebradas fueron Fábula de Polifemo y Galatea (1612) y Soledades (1613), las cuales son obras cumbres del Barroco español, bajo la línea del Culteranismo. También publicó cerca de cien romances y doscientos sonetos. En general, su obra poética se divide en dos clases: 1) la línea popular compuesta por letrillas y romances escritos en versos cortos; 2) la tendencia cultista en la que se inscriben los sonetos, Polifemo y Soledades. Los poemas del primer tipo son “de carácter burlesco” y degradan “la realidad a través de una sátira despiadada de una sociedad a la que el poeta indudablemente atribuía su infelicidad” (Virgillo 171). En tanto, los textos de la segunda línea son poesía culta y con ellos el poeta se evade de la cruda realidad social y se refugia en la literatura culta, para construir una belleza suprema y quintaesencial, por medio de la perfecta y absoluta factura artística. Esta corriente culterana se ubica justamente dentro del periodo de la Contrarreforma, un tiempo en que los españoles vivieron bajo “desequilibrio espiritual y desasosiego” (171). 

                                               Obras citadas 

 “Filomela.” Pequeño Larousse ilustrado. 15ª ed. 1991. 
Góngora, Luis de. “Letrilla.” Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Por Carmelo Virgillo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004. 172-173. —.“Soneto CLXVI.” Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Por Carmelo Virgillo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004. 172. Virgillo, Carmelo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004.

miércoles, 9 de junio de 2021

POESÍA MÍSTICA Y AMOR A DIOS EN DOS POEMAS DE SAN JUAN DE LA CRUZ Por Óscar Robles

Todas las obras literarias de San Juan de la Cruz fueron escritas entre 1578 y 1584, pero fueron publicadas póstumamente. El santo español vivió una vida de activismo religioso, torturas físicas y mentales y privaciones físicas que afectaron su frágil cuerpo, así que no pudo promover la publicación de sus obras. Por ello, vivió escasamente cuarenta y nueve años. Tal vez el exilio en América le hubiera permitido rehacer su dramática existencia, pero murió en la población española de Ubeda, Jaén, antes de embarcarse al nuevo continente. A pesar de esta vida de martirio y ascetismo, dejó como herencia sus poemas “Llama de amor viva” y “Noche oscura”, los cuales constituyen una fina poesía amorosa y religiosa de gran factura artística, tanto a nivel de contenido como a nivel formal, dentro de un contexto cultural de Cristianismo humanístico y del surgimiento de la Contrarreforma en España. Sobre todo, ambos textos proyectan un elevado amor místico a Dios con alto nivel estético. 

  I RENACIMIENTO, CRISTIANISMO, ASCETISMO Y MÍSTICA 

En sus obras literarias esenciales, el holandés Erasmo de Rotterdam (¿1496?-1536) propone un “cristianismo humanístico”. En pleno siglo XVI, el poderoso impulso cultural del Renacimiento europeo se funda en el estudio y la exaltación de las obras clásicas de la Antigüedad grecolatina. Como consecuencia, resurge un espíritu religioso más interiorista, más alejado de los cultos externos a la riqueza y el lujo promovidos por las cortes reales. De esta manera, aparecen en Europa entre las diferentes órdenes monásticas el ascetismo o “rechazo al mundo material a favor de una vida austera” y el misticismo, que promueve “la unión del alma con Dios por medio de la contemplación pura y la oración” (Virgillo 150). En España, destacan la vida y la obra de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y Fray Luis de León. La primera escribió la obra en prosa Las Moradas o Castillo interior (1582); el segundo, resalta con sus poemas religiosos “Llama de amor viva”, “Una noche oscura del alma” y “Cantico espiritual”; el tercero trasciende con sus sentidos poemas ascéticos “Qué descansada vida” y “Noche serena”. 

Durante la segunda mitad del siglo XVI, San Juan de la Cruz desarrolla el pensamiento místico a través de los tres poemas citados, los cuales erigen un alto simbolismo y un gran poder metafórico para expresar el amor a Dios, dentro de los parámetros del Cristianismo. Así, sus tres poemas centrales describen las hondas emociones del poeta en su relación íntima y delicada con la divinidad. El misticismo se define como “la doctrina que enseña la comunicación directa del ser humano con Dios a través de la fe” (Virgillo 168). En general, la obra mística de dichos monjes españoles es una expresión clara de las contradicciones difundidas por la Contrarreforma católica, la cual representa una clara reacción contra el Reforma Protestante forjada por el alemán Martín Lutero (1483-1546), durante la primera mitad del siglo XVI. 

En realidad, San Juan de la Cruz fue un hombre de acción y reflexión y de actividad y escritura, fuerte en espíritu y débil de cuerpo. Por un lado, actuó como un decidido reformador de la Orden Carmelita al lado de Santa Teresa de Jesús. Por otro, escribió obras literarias clásicas y memorables que sobresalen durante el Siglo de Oro en España, bajo el subgénero lirico de la poesía mística. En general, sus poemas implican el camino espiritual para conocer verdaderamente a Dios. Por este motivo, son al mismo tiempo religión y poesía y mística y arte. 

   II “LLAMA DE AMOR VIVA”: EL FUEGO DEL AMOR A DIOS 

En “Llama de amor viva”, San Juan de la Cruz transmite su honda e íntima experiencia mística, por medio de una directa relación de amor con Dios y un denso tejido metafórico muy original y refinado. En el mensaje sucinto del poema, emerge una peculiar voz lírica que puede ser identificada como la propia alma de un poeta monje y ferviente amante espiritual. Un epígrafe en letra cursiva anuncia extra-textualmente el papel del alma en consonancia con el tema central, colocado justo debajo del título del poema: “Del alma en la íntima comunicación de unión de amor con Dios” (San Juan 169). 

En realidad, el poeta que habla en el poema es pura alma o espíritu, sin referencia alguna al espacio terrenal y material o elementos exterioristas. Así pues, este abstracto y original personaje poético se desprende literariamente desde la figura del autor de carne y hueso del sexo masculino; se feminiza en términos gramaticales y simbólicos por ser alma o amada (“mi seno”); y, finalmente, su mensaje profundo es exaltar no al amado Dios, sino a otro peculiar oyente lírico o apóstrofe: el amor quintaesencial a la divinidad, el cual es precisamente una entidad abstracta que adquiere densidad con la construcción metafórica del poema. Se trata, pues, del fuego de amor por Dios. 

Así pues, este novedoso oyente poético o destinatario del mensaje concentra su significado en la frase metafórica “llama de amor viva”, que aparece en el título mismo y justo al comienzo del poema. En conjunto, el drama o vivencia del hablante único y puramente espiritual consiste en describir una situación altamente intimista que ocurre dentro del alma por tratarse de un poema místico. Esta experiencia única y compleja construida por San Juan de la Cruz sugiere la presencia interior de Dios como generador de dicho amor y es identificado con la frase sustantiva “su querido” en el verso final de la tercera estrofa. 

Por todo ello, el poema de San Juan de la Cruz constituye una poesía mística de gran calidad artística, tejida con referencias concretas al amor humano. De ahí que se hable de fuego y herida, de mano y llaga. Esta clase de poesía amorosa y religiosa tiene sus orígenes en el poema bíblico El Cantar de los Cantares atribuido al rey Salomón. Este libro es un texto religioso de trascendencia universal. Fundamentalmente, el texto salomónico expresa un “Canto Sublime”, detalla la relación entre la Amada (el alma) y Dios (el Amado) y contiene un alto sentido erótico, hedonista y carnal (besos, vino, perfumes, caricias, exaltación del cuerpo femenino) y poderosas imágenes poéticas. 

En realidad, estas referencias físicas de texto bíblico son simbólicas y representativas del amor a Dios. Asimismo, hay “alusiones al pasado de Israel, al Templo y a su tierra” y forma parte de una tradición cultural, en la que “grandes profetas se habían apoyado en su experiencia conyugal para hablar de la alianza de Dios con su pueblo” (La Biblia 1044). Particularmente, El Cantar de los Cantares forma parte del Antiguo Testamento. Fue escrito en el siglo III a. J. C., bajo el dominio del imperio egipcio. 

Con su asunto religioso y místico, el entero poema de San Juan de la Cruz denota un gran artilugio artístico y establece un perfecto equilibrio entre sentido y forma. Por un lado, su intensa red de metáforas expresan una gran belleza y se convierten en símbolos universales del amor a Dios. Por otro, la sonoridad y armonía de su estructura métrica refuerzan formalmente el contenido a niveles exquisitos. Así, por ejemplo, el primer tropo aparece justamente en el título del poema y en el primer verso de la primera estrofa. Esta imagen central del poema es “Llama de amor viva”, que se caracteriza por ser una metáfora ígnea y por reflejar vida y pasión de amor. En la segunda estrofa de tal poema, se suceden varias metáforas de suprema belleza, una tras otra, para describir la naturaleza emocional y estética del amor a Dios. De esta manera, la estrofa se puebla de frases sustantivas y exclamaciones que denotan amor y dolor al mismo tiempo: “¡Oh cauterio suave!, / ¡oh regalada llaga!, / ¡oh mano blanda!, ¡oh toque delicado, / que a vida eterna sabe / y toda deuda paga!” (San Juan 169, líneas 8-12). Como se observa, los versos de esta segunda estrofa contienen adjetivos simples colocados después de los sustantivos y un epíteto o adjetivo enfático (“regalada”), que aparece justo antes del nombre “llaga”. 

Esencialmente, este amor espiritual a la divinidad se sublima en las dos primeras estrofas. Para este propósito, el poeta místico español combina elementos negativos (herida, llaga), para luego culminar la segunda estrofa con la imagen plena de vida espiritual y profunda que “a vida eterna sabe” (San Juan 169, línea 11). Así, el amor a Dios implica muerte y vida y así se conjugan en pocas palabras los tres grandes temas universales de la poesía de occidente. Finalmente, la estrofa segunda culmina con el acto iluminante propio de la poesía mística: “Matando, muerte en vida la has trocado” (169, línea 13). Hacia la tercera estrofa, la materialización del amor a través de tropos adquiere ya connotaciones espaciales metafóricas, justo dentro del alma misma del poeta monje y ferviente amante de Dios. De este modo, la metáfora ígnea “lámparas de fuego” evoca ese amor tan sentido y pasional que ilumina “las profundas cavernas del sentido” (San Juan 169, líneas 14-16). Especialmente, aparece en este conjunto de versos la figura de Dios como “su querido” o amado. En la estrofa cuarta y final, culmina la expresión del amor místico. Esta parte evoca ya mansedumbre y delicadeza del amor a Dios en el nivel del significado. En tanto, las aliteraciones con los sonidos “m” y “s” sugieren caricia suave y murmullo, en consonancia con las rimas consonantes –oso, -enas y -oras: “¡Cuán manso y amoroso / recuerdas en mi seno, / donde secretamente solo moras; y en tu aspirar sabroso, / de bien y gloria lleno, / cuán delicadamente me enamoras!” (169, líneas 20-25). Finalmente, la herida de amor provocada por la divinidad emana placer, vida y sensualidad como el amor humano. Es, pues, “llama de amor viva”. 

       III “NOCHE OSCURA”: ALEGORÍA DEL AMOR A DIOS 

En el poema “Noche oscura”, el poeta cristaliza una de sus mejores obras poéticas y expresa el hondo amor a la divinidad cristiana, a la vez que continúa la temática del poema “Llama de amor viva”. De esta manera, el alto lirismo del tema amoroso se conjuga plenamente con la narrativa del encuentro entre la amada y el amado durante una noche oscura y dentro de un bosque cercano a la vivienda de la mujer protagonista, que es el alma misma del poeta monje y ferviente amante de Dios. Así pues, la entera historia de amor de “Noche oscura” es en realidad una fantasía mística y espiritual del amor a Dios, siguiendo otra vez la tradición bíblica de El Cantar de los Cantares del rey Salomón contenido en el Antiguo Testamento. 

En realidad, este poema religioso de San Juan de la Cruz construye una alegoría más narrativa del amor a Dios y aporta elementos exterioristas en sentido simbólico. En el sentido estricto del término, la “alegoría” es una “ficción que presenta un objeto al espíritu, de modo que despierte el pensamiento de otro objeto” y, en un nivel más elevado, es “una obra o composición literaria o artística en sentido alegórico” (“Alegoría”). Particularmente, “Noche oscura” es un poema con sentido lírico y alegórico, religioso y amoroso. En el poema, la noche oscura del título y de la sencilla “trama” sublima el amor a Dios. Paradójicamente, la noche que baña el bosque representa luz. La noche es justamente el espacio poético donde ocurre el encuentro de amor entre los dos únicos personajes: los dos amantes furtivos. En “Llama de amor viva”, las emociones místicas ocurren exclusivamente dentro del alma y, por ello, son altamente subjetivas e intimistas. En contraste, los eventos de “Noche oscura” son exterioristas en un sentido denotativo, pero configuran una alegoría con diversos elementos simbólicos que, finalmente, conducen a la expresión del profundo amor a Dios. En otras palabras, es una narrativa del amor a la divinidad. En el mensaje sucinto del poema, una audaz mujer sale de su casa hacia el bosque cercano, impulsada por una gran pasión de amor. Se encuentra con su Amado bajo los cedros, presa de un hondo amor físico por su acompañante. La narrativa incluye muy breves descripciones objetivas de elementos exterioristas, tales como la casa, la noche, la vegetación, la arquitectura y algunas partes del cuerpo de ambos (pecho, cabellos, cuello). Sin embargo, predominan los detalles emocionales sobre el amor: la mujer sale de su casa “con ansias en amores inflamada” y con la luz extraordinaria que arde en su corazón y se encuentra con el Amado o entidad que representa a Dios, como si entrara en contacto con un amante hombre. Esta peculiar situación ocurrida en el bosque finalmente constituye el acto clave de unión entre “Amado con amada, / amada en el Amado transformada” (San Juan 170, líneas 24-25). Particularmente, algunas imágenes poéticas y figuras retóricas embellecen esta historia de profundo amor espiritual y místico contada en “Noche oscura”. Por ejemplo, una metáfora ígnea y una hipérbole subliman la fuerza del amor de la Amada, ya que este personaje femenino caminaba “sin otra luz y guía, / sino la que en el corazón ardía” y ese guía de luz es “más cierto que la luz del mediodía” (San Juan 170, líneas 14-15, 17). En tanto, el pecho de la mujer es como un tiesto de flores, un “pecho florido”, plenamente henchido de amor por Dios. Finalmente, la estrofa octava y última refleja un fino erotismo, que representa la unión del alma con Dios, de igual forma al amor y erotismo diseminados en El Cantar de los Cantares del rey Salomón. Así pues, dicha estrofa lira emana sugerencias muy finas, sensuales y elegantes en las que se mezclan la caricia física y la naturaleza: “Quedéme, y olvidéme, / el rostro recliné sobre el Amado, / cesó todo, y dejéme, / dejando mi cuidado / entre las azucenas olvidado” (170, líneas 36-40). Hay que notar el nivel sonoro de los versos (marcados con letra en negritas) que refuerza el nivel del significado profundo sobre el amor a Dios. Por un lado, los pronombres reflexivos “me” aparecen tres veces en forma enclítica, es decir, posteriormente a los verbos. A su vez, estos pronombres reflexivos se conjugan con otros sonidos en “m”, todos los cuales sugieren en conjunto el amor acariciante y delicioso, justo dentro del nivel fonético. 

Así, el poema “Noche oscura” concluye esta pequeña historia de encuentro de amor entre dos amantes, la cual representa a su vez una alegoría del amor a Dios. A nivel formal, la estructura métrica de este poema de San Juan de la Cruz es tradicional. Ocho simétricas liras distribuyen dos etapas principales de la historia. Las primeras cuatro relatan la salida de la mujer o alma del poeta monje de su casa particular rumbo al bosque. En tanto, las cuatro siguientes se concentran en el encuentro amoroso y sensual entre los dos amantes y en la sugerente y erótica realización plena del amor. Particularmente, las liras son estrofas de cinco versos de arte menor y arte mayor, de los cuales tres son heptasílabos y dos son endecasílabos. Cada estrofa posee rima consonante, cuya clave es fija: aBabB. Algunos comentarios críticos de eruditos y profesores enriquecen la visión de este clásico poema de la poesía mística del monje español producida durante el Siglo de Oro en España. En este texto poético-religioso, San Juan de la Cruz niega “las cosas materiales” para resaltar “el misterio de lo eterno y lo divino” (Virgillo 168). De esta manera, forja una dualidad poética: la oscuridad simboliza “las duras pruebas que Dios manda al ser humano” y “la purificación” del alma (168). Sólo con este proceso simbólico se puede conocer la verdadera esencia de Dios, la cual es parte de las supremas y espirituales aspiraciones de la mística europea. En conclusión, “Llama de amor viva” y “Noche oscura” de San Juan de la Cruz expresan un hondo amor a Dios, mediante profundas alegorías del amor humano y un fino diseño artístico a base de originales y complejas metáforas y símbolos. En realidad, el monje español construye “una poesía amorosa <> que representa la unión espiritual de la amada (el alma) con el Amado (Dios)” (Virgillo 168). 






domingo, 6 de junio de 2021

ESPÍRITU Y DIOS EN DOS POEMAS DE SANTA TERESA DE JESÚS Por Óscar Robles

Las Moradas o Castillo interior (1588) es considerada por la crítica como la mejor obra literaria de Santa Teresa de Jesús. Está escrita en prosa y su trama revela la honda vida interior y espiritual de la autora, mediante la construcción de una original y compleja alegoría del alma. Sin embargo, algunos textos poéticos de la escritora mística española muestran gran calidad artística y una gran visión espiritualista del mundo, bajo el impulso de la fe cristiana y en el polémico contexto de la Contrarreforma iniciada en el siglo XVI. En los poemas “Vivo sin vivir en mí” y “Nada te turbe”, se vierte la cosmovisión de la santa de la orden las Carmelitas: la vida en y con Dios representa amor, esperanza y fe, para enfrentar la dolorosa y dura vida material. 

Así pues, el espíritu religioso y Dios adquieren una gran resonancia artística en estos dos poemas esenciales de la santa española, tanto formal como temáticamente. Pertenecen a la serie de poemas de estribillo y villancicos octosílabos con carácter místico. Por su calidad métrica y lingüística, se caracterizar por “la sencillez, la espontaneidad, la viveza, la fluidez y la gracia del español hablado en su época” (Virgillo 165). En general, “Vivo sin vivir en mí” expresa el ferviente deseo del espíritu de unirse con Dios, el cual se halla concentrado en el paradójico título del mismo: la poeta y monja habita el mundo viviendo en otro mundo, el del espíritu contemplativo y extasiado con la figura de Dios. Es decir, ella asume una vida plenamente mística. En tanto, “Nada te turbe” funciona como una fina y sencilla conseja poética y sabia tejida con versos de arte menor: Dios es todo lo que se necesita para existir y superar los problemas del mundo material. En conjunto, los dos poemas configuran un alto y fino lirismo y transmiten una profunda espiritualidad que evade los avatares y conflictos de la vida social y material de su tiempo. 

I “VIVO SIN VIVIR EN MÍ”: LA FE PROFUNDA EN DIOS Y LA VERDADERA VIDA 

“Vivo sin vivir en mí” se concentra en el ferviente deseo de fundir el alma con Dios, como parte de una visión mística y para liberarse de la pesada vida material. En el mensaje sumario del poema, una santa muy espiritual, visionaria e imaginativa funciona como hablante poético central que confiesa su feliz vida interior: vivir en permanente estado de éxtasis místico. Sus sentidas emociones muestran la visión constante y el sentimiento de que Dios habita en su alma, lo cual significa un acto de libertad para su corazón. En especial, la segunda estrofa expresa su peculiar estado interior de monja mística, por medio de los deliquios del lenguaje poético: “Vivo ya fuera de mí, / después de que muero de amor; / porque vivo en el Señor, que me quiso para mi” (Santa Teresa 166, líneas 4-7). Sin embargo, ella padece todavía las confinaciones de la materia y el cuerpo. Por este motivo, manifiesta una constante ansia de morir en la vida material para vivir en el mundo espiritual y unirse plenamente a Dios, quien representa el supremo Amado. De ahí que se repita justo al final de las nueves estrofas su sumaria visión de mundo, mediante una memorable paradoja que revela finalmente una verdad profunda: “que muero porque no muero”, es decir, la muerte física es vida espiritual y eterna en el reino de Dios. 

Por esta suprema aspiración ultraterrenal, el ferviente y visionario personaje místico del poema establece su visión de mundo. Así, las metáforas “saborativas” construidas con sencillos adjetivos califican las tres entidades superiores y universales del mundo: vida, amor y muerte. Por ejemplo, dice “ay qué vida tan amarga” (Santa Teresa 166, línea 25). Sin embargo, asegura que “es dulce el amor” y desea que “venga ya la dulce muerte” (166, líneas 27 y 43). En especial, este último verso subraya el placer de morir mediante la palabra “dulce”, que funciona como epíteto “saborativo” y metafórico. Así pues, las constantes oposiciones de vida y muerte prolongan dicha visión de mundo propia de una mística visionaria: morir figurativamente para vivir espiritualmente en unión con Dios. Estas esenciales oposiciones aparentes funcionan como paradojas y dominan el poema, con distintas variantes gramaticales a base de sustantivos (vida y muerte) y verbos (vivir y morir). De esta manera, algunas sencillas expresiones líricas definen clara y plenamente esa cosmovisión espiritualista: “Aquella vida de arriba [la del cielo o paraíso], / que es la vida verdadera” (Santa Teresa 166, líneas 46 y 47). Para dar realce al profundo contenido espiritualista, el poema consta de nueve estrofas y cincuenta y nueve versos octosílabos. Particularmente, la primera es una estrofa de tres versos de arte menor que aparece en letra itálica o cursiva. El tercer verso de tal estrofa está integrado al final de todas las ocho estrofas siguientes y es destacado mediante el citado tipo de letra. Sin duda, es la idea o tema central del poema: “que muero porque no muero”. Como se observa en este verso, la repetición formal del verbo en presente de indicativo enfatiza la paradoja y la fuerza de la idea y crea al mismo tiempo una rima consonante interna (ero / ero) y una particular cadencia con el uso del verbo “muero” dos veces. De este modo, las cualidades sonoras del poema armonizan con el alto contenido espiritualista y religioso del mismo. Además de las paradojas como figuras retóricas centrales, cuatro metáforas “carcelarias” concentran el gran y paradójico drama espiritual del hablante poético dentro de la vida material y social. 

De esta manera, se multiplican las visiones de su original y contradictoria pasión mística y las metáforas se potencian como símbolos que configuran finalmente una pequeña alegoría en las estrofas tercera y cuarta. El sentimiento hacia Dios es “esta divina prisión / del amor”, dicha cárcel hace “libre mi corazón”, Dios es “mi cautivo” y “mi prisionero” y el cuerpo de ella se traduce en “esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida” (Santa Teresa 166, líneas 11-12, 14, 13, 16, 20-21). Por otro lado, la voz poética de la santa visionaria piensa que la vida material es un tránsito pasajero y un exilio del paraíso espiritual, por medio de una exclamación que es metáfora: “¡Qué duros estos destierros!” (166, línea 19). 

Finalmente, las tres estrofas finales hacen que la voz interior de la hablanta lírica, una monja visionaria y espiritual, proyecte su angustia de vivir queriendo habitar en la otra vida, después de la muerte física. Entonces, ella desahoga su hondo amor a Dios y le habla a la propia vida y a la propia muerte como si fueran entidades animadas o personas y confidentes. Mientras las seis primeras estrofas se caracterizan por el monologante discurso místico y espiritual, la estrofa séptima incluye un diálogo con la vida, a la cual le dice “no me seas molesta”; en tanto, la novena estrofa es una elegante y compleja interrogante que define a las dos vidas, la material y la espiritual, mediante una paradoja: “Vida, ¿qué puedo yo darte / a mi Dios, que vive en mí / si no es el perderte a ti / para merecer ganarte?” (Santa Teresa 166, líneas 53-56). En tanto, a la propia muerte ella le pide su muerte física para vivir de verdad en la mejor vida, la vida del cielo: “no me seas esquiva; / viva muriendo primero” (166, líneas 50-51). De esta forma, esta paradoja refleja su ardiente deseo de vivir la otra vida y recalca la idea de que la vida verdadera es la espiritual, porque está unida a Dios en plenitud en un espacio puramente espiritual, que es el cielo o paraíso. Asimismo, la vida ultraterrena no puede gozarse a plenitud “estando viva” dentro del mundo material (166, línea 49). 

En resumen, todos los elementos poéticos examinados arriba configuran una profunda cosmovisión mística: vida espiritual pura y amor a Dios. Así, las variadas paradojas de muerte como verdadera vida, las metáforas y símbolos de la prisión y el destierro, la alegoría del amor a Dios y las dos entidades abstractas de la vida y la muerta que operan como oyentes líricos o apóstrofes, todo ello potencia la honda visión espiritualista y mística de su propia vida, que Santa Teresa de Jesús construye en su brillante poema “Vivo sin vivir en mí”. 

         II. EL SUFRIMIENTO Y DIOS EN “NADA TE TURBE” 

“Nada te turbe” es un breve poema de nueve versos de arte menor, los cuales fluyen con gran cadencia y penetran en el alma como bálsamo que cura las penas del mundo material. El hablante lírico es una voz impersonal que denota sabiduría y gran fe en Dios y funciona como una autoridad espiritual, como una especie de monja asceta, paciente y muy experimentada que ha vivido y observado los sufrimientos del ser humano, desde muy cerca. En particular, el carácter didáctico del poemita se concentra en la configuración de un oyente lírico paradigmático o apóstrofe a quien se le vierten sabios consejos: el cristiano afligido y sufriente. Por esta razón, abren el poema dos verbos en modo imperativo y forma de negación. Estos verbos operan como sutiles sugerencias y recomendaciones para asumir actos de resistencia frente a los conflictos humanos: “nada te turbe”, “nada te espante” y el impersonal “nada le falta”. A nivel formal, el pronombre indefinido “nada” otorga armonía como anáfora inicial de los versos primero, segundo y octavo. En cambio, los otros seis verbos del poema aparecen conjugados en presente de indicativo y con formas afirmativas, para transmitir la sabiduría del vivir con paciencia y proponer a Dios como el único gran tesoro que posee el ser humano. Asimismo, sus nueve versos pentasílabos adquieren gran dinamismo y ritmo de cancioncilla, mediante dos anáforas de significado absoluto. Además de la ya citada anáfora “nada”, el pronombre indefinido “todo” se repiten en los versos tercero y sexto, respectivamente. Todas las anáforas se encuentran al inicio de los versos y totalizan la vida de manera negativa y positiva, para luego reafirmar la honda fe en Dios, como suprema compañía y posesión del espíritu humano en la vida material y social. Al mismo tiempo, las rítmicas asonancias del poemilla refuerzan la sonoridad al final de cuatro breves versos, por medio de la repetición de las vocales a-a. Dichas asonancias relucen particularmente en los versos tercero, sexto, octavo y noveno. En tanto, los versos blancos son el primero, el segundo, el quinto y el séptimo. 

De este modo, este suave poemita suena como melodía acariciante para curar el alma dolorida. En tanto, su mensaje o contenido positivo se saborea como un balsámico té herbal o una sopita de pollo o pescado con vegetales. “Nada te turbe” puede servir como una un sabio consejo y puede ser un poema para cargar en un bolsillo de la ropa o la cartera o en la memoria, para ser recordado en cada momento difícil de la vida. En cierta manera, el texto de Santa Teresa de Jesús funciona como los poemas y consejos del Tao Te King (siglo VI a. J.C.) de Lao-Tsé. En conjunto, este poema de Santa Teresa de Jesús es de corte didáctico y religioso y revela una sencilla sabiduría del vivir cristiano. Por un lado, aconseja ser paciente para enfrentar todas las perturbaciones y problemas de la vida, pues el mundo cambia constantemente. Por otro, concluye de manera contundente con la revelación de una presencia poderosa en la vida de todo ser humano que sirve de esperanza y apoyo superior para el espíritu: “Quien a Dios tiene / nada le falta: / sólo Dios basta” (Santa Teresa 167, líneas 7-9). 

                III BIOGRAFÍA SUCINTA DE LA ESCRITORA 

El verdadero nombre de Santa Teresa de Jesús era Teresa de Cepeda y Ahumada (1515-1582). Nació en Ávila, España, donde se hizo monja en el convento de las Carmelitas a los diecinueve años de edad. Fundó más de treinta conventos y monasterios con la ayuda del poeta místico español San Juan de la Cruz, como parte activa y administrativa de un proceso de reformas de la Orden del Carmelo en España. Inspirada en los libros de caballería, su misión en la vida fue luchar contra las injusticias de la sociedad y corregir sus errores, como una especie de Don Quijote de la Mancha de la religión católica. Por su gran labor humanitaria y religiosa, ella fue apoyada por el Papa Pío IV (1499-1565) y por el rey Felipe II de España (1527-1598), quienes promovían en Europa la Contrarreforma. Fue canonizada como santa cuarenta años después de su fallecimiento. Es autora de las obras autobiográficas Libro de su vida y Libro de las fundaciones y de los textos didáctico-morales Camino de perfección y Las moradas o Castillo interior. Una tercera categoría incluye Cartas y Poesías. Una buena parte de sus escritos fue publicada en 1588, seis años después de su muerte. Su obra más destacada es Las moradas o Castillo interior, la cual narra una aventura alegórica del alma que se convierte en “un castillo de diamantes, cuyas doce habitaciones conducen a Dios” (Virgillo 165). Su obra poética se compone básicamente de estribillos o villancicos en versos octosílabos y es clasificada como poesía mística, ya que busca “la salvación mediante la fe y expresa el deseo del alma de unirse con Dios” (165). 

                                                   Obras citadas 

Santa Teresa de Jesús. “Nada te turbe.” Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Por Carmelo Virgillo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004. 167. —.“Vivo sin vivir en mí.” Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Por Carmelo Virgillo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004. 166. 
Virgillo, Carmelo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004.

viernes, 4 de junio de 2021

AMOR, INFORTUNIO Y BELLEZA FEMENINA EN DOS SONETOS DE GARCILASO DE LA VEGA Por Óscar Robles

En general, los poemas de Garcilaso de la Vega se orientan hacia los temas amorosos y bucólicos. Los primeros son básicamente los sonetos. En ellos, el gran poeta renacentista manifiesta admiración por la amada y dolor por su desdén, separación física y muerte, de manera directa. Los segundos se componen principalmente de tres excelentes églogas. En ellas, dicho vate recrea pequeñas historias dramatizadas con varios pastores que expresan y discuten sus amores y penas o lamentan su soledad e infortunio, en medio de una naturaleza muy hermosa e idealizada. Estos sentimientos son formas indirectas de revelar el amor del poeta español por su amada ideal, Isabel Freire. En el Soneto I y el Soneto XXIII, se destilan con elegancia y claridad los temas del infortunio amoroso y el goce de la belleza y la juventud. 

La obra literaria de Garcilaso de la Vega concentra el mejor modelo de poesía del Renacimiento español durante el siglo XVI. En ese tiempo, el humanismo europeo exploraba los textos de las antiguas literaturas de Grecia e Italia, para proponer valores positivos y altamente dignos y morales en torno a los seres humanos e idealizar la belleza. Bajo esta influencia cultural poderosa, el vate peninsular lamenta su amor desdichado por Isabel “y expresa su deseo de huir al campo para encontrar en la belleza y en la simplicidad de la naturaleza la paz espiritual, antes de que sea demasiado tarde” (Virgillo 163). He aquí un breve y sencillo examen de los dos citados sonetos. 

I EL INFORTUNIO AMOROSO Y EL GOCE DE LA BELLEZA Y                                                 LA JUVENTUD 

En el Soneto I, domina un sentimiento negativo: la desolación por el desdén de una mujer. El mensaje de este poema puede resumirse de la siguiente manera: un amante melancólico reflexiona sobre su mala fortuna y sobre las perturbaciones del ánimo causadas por el rechazo de la mujer amada. De ahí que el poema comience con dos endecasílabos que denotan cavilación: “Cuando me paro a contemplar mi estado, / y a ver los pasos por do me han traído. . .” (Vega 163). Asimismo, este hablante lírico analiza el estado de su vida como un extravío existencial que puede conducirlo a la muerte misma, ya sea por su propia voluntad y/o por el posible y prolongado desprecio de ella. En particular, el verso final de este soneto reafirma el infortunado destino del amante desdeñado y la pérdida del amor. Este verso contiene una pregunta “afirmativa” que revela plenamente el infortunio amoroso como tema central. De este modo, la propia voluntad del amante masculino puede causar su propia muerte, pero la voluntad de la cruel amada puede conducirlo finalmente a esa fatalidad: “¿qué hará [ella] sino hacello?”, es decir, provocar la muerte del amante masculino (163). Por otro lado, este particular extravío y esta confusión emocional del hablante poético son descritas mediante las metáforas clásicas de los pasos y el camino de la vida. 

A pesar del dolor y la pasión desmedidos que implican la muerte, se mantiene el tono reflexivo del personaje central en todo el poema. A nivel formal, la estructura métrica de este primer soneto del poeta español analizado en el presente artículo es cerrada y tradicional. En sí, la forma poética implica un equilibrio racional de la voz poética, ya que “examina” su propia confusión sentimental. De este modo, los catorces versos endecasílabos fluyen como un río hasta constituir un soneto clásico con la clave de de la rima ABBA-ABBA-CDE-DCE. En general, este poema se caracteriza formalmente por “la claridad y la naturalidad del lenguaje, la elegancia, la moderación, la suave musicalidad del verso y el ritmo pausado y fluido al mismo tiempo” (Virgillo 163). 

En el Soneto XXIII, predomina un asunto positivo y exaltativo más relacionado con el concepto de belleza ideal propuesto por el Renacimiento. De esta manera, el mensaje entero configura el tópico clásico del carpe diem, cuyo sentido general puede ser aprovecha el día o el tiempo mientras tengas oportunidad. Este tema proviene de las odas del poeta latino Horacio, cuyo significado literal es “aprovecha o cosecha el día”. Para retextualizar este clásico y tradicional tema de la poesía latina, el escritor toledano propone como voz poética central a un amante sensual, refinado y sabio. En tanto, el oyente lírico es una amada joven y muy bella, pero un tanto tímida y pudorosa en asuntos del amor erótico. Esencialmente, el mensaje reflexivo, sutil y altamente metafórico del amante masculino se observa en el primer terceto: “Coged de vuestra alegre primavera / el dulce fruto, antes que el tiempo airado / cubra de nieve la hermosa cumbre” (Vega 164). 

Como se ve, la belleza ideal y pura de la mujer responde aquí al concepto del Renacimiento. En tanto, el tono amable y mesurado del poema se funda en el amor cortés propio de los caballeros renacentistas. La estructura métrica de este estetizante poema consiste en un soneto clásico, construido a base de catorce endecasílabos. La clave de la rima es ABBA-ABBA-CDE-DCE. La forma métrica perfecta y cerrada es embellecida por el “joyel” de los reconcentrados tropos o imágenes poéticas. Así, la elegancia de la exaltación amorosa confluye en todas las diez metáforas que contienen elementos vegetales (rosa, azucena), ígneos (ardiente, encender), minerales (oro), estacionales (primavera, nieve), orográficos (cumbre) y frutales (“dulce fruto”). De esta manera, el cuerpo de la amada y la naturaleza se hermanan y se funden para proyectar una visión estetizante de la vida, pero con un mensaje de sabiduría: goza ahora la belleza y la juventud antes de que llegue la vejez. 

                       II BIOGRAFÍA BREVE DEL POETA 

Garcilaso de la Vega (1501-1536) nació en Toledo, España. Fue un caballero y soldado del rey Carlos V (1500-1558). Actuó como un valiente guerrero defendiendo la corona española en diversas batallas. Por su educación refinada e integral, encarna el perfecto ideal del caballero de artes y letras que proponía el Renacimiento como el más acabado paradigma de hombre. La dama portuguesa Isabel Freire fue su amor platónico y la mujer que le inspiró una parte de sus poemas, especialmente las églogas y los sonetos. Así, las sentidas y profundas emociones de amor y admiración y de dolor por el matrimonio y la muerte de ella forjan algunos de sus mejores poemas. Cuando vivió desterrado en Nápoles, Italia, leyó textos de la literatura italiana y clásica. Entabló una gran amistad con el poeta español Juan Boscán. En especial, el poeta italiano medieval Francisco Petrarca (1304-1374) ejerció una gran influencia en su obra poética. Murió en batalla durante el asalto a una torre francesa en 1536. Su obra poética consta de una epístola, dos elegías, cinco canciones, tres églogas y treinta y ocho sonetos. 

                                                  Obras citadas 

Vega, Garcilaso de la. “Soneto I.” Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Por Carmelo Virgillo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004. 163. —.“Soneto XXIII.” Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Por Carmelo Virgillo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004. 164. 
Virgillo, Carmelo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004.

LA TIENDITA DE LAS AGUAS FRESCAS Y LAS HISTORIETAS

  LA TIENDITA DE LAS AGUAS FRESCAS Y LAS HISTORIETAS   POR ÓSCAR ROBLES            Ya no resplandecían los coloridos barriles de vid...