domingo, 13 de junio de 2021

CULTERANISMO Y PLACERES DEL CUERPO EN UN SONETO Y UNA LETRILLA DE LUIS DE GÓNGORA Por Óscar Robles

En Soneto XXIII, Garcilaso de la Vega desarrolla el tema clásico del carpe diem (“cosecha el día”) bajo los parámetros de la poesía renacentista y las caballerosas costumbres cortesanas. Así, exalta a la mujer joven y bella con imágenes gráciles, tiernas y equilibradas del cuerpo femenino como expresión de la naturaleza; resalta algunas cualidades morales (honestidad) y sentimentales (el corazón); y culmina en su último terceto con un concepto amable y suave del tiempo (“edad ligera”). 

En Soneto CLXVI, Luis de Góngora recrea el mismo tema con la admiración de la belleza y juventud de una mujer con imágenes de natura, pero esta vez introduce la visión más pesimista y descarnada sobre el tiempo, propia del Barroco: el cuerpo se convierte en humo, polvo, oscuridad, muerte y nada. A pesar de su postura final desolada del último terceto, este soneto gongorino se inclina marcadamente por el goce a tiempo de los placeres hedonistas de la juventud y la belleza a manera de sabio consejo, a la vez que prolonga esta perspectiva epicureísta del mundo y reafirma el placer solitario de la comida en la letrilla Ándeme yo caliente, y ríase la gente. 

Durante el primer tercio del siglo XVI, Garcilaso de la Vega vive el esplendor del Renacimiento en España y Europa, un tiempo de racionalismo, vitalismo, humanismo, clasicismo y confianza en las monarquías. Hacia la segunda mitad del siglo XVI, Luis de Góngora habita un mundo en crisis nacional y polarizaciones y guerras entre los países europeos y, por ello, la original cosmovisión renacentista se aja y desgaja en pesimismo, desengaño, conciencia de la brevedad de la vida y de los efímero de lo material, desconfianza en las instituciones y engaño de los sentidos. El uno pertenece al apogeo de la sociedad y se proyecta en su poema con sentimientos nobles y amables hacia la mujer; el otro crece en la decadencia y se obsesiona por los placeres materiales y expone en su texto el papel destructivo del tiempo y el abismo de la muerte. 

          I BARROCO: CULTERANISMO Y CONCEPTISMO 

 Bajo el impulso de la Contrarreforma, se desarrolla el movimiento espiritual del Barroco en España y en otros países de Europa. Incluso, tiene dos grandes exponentes en la Nueva España (México) y en la Nueva Castilla (Perú) con Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695) y Juan del Valle y Caviedes (1645-1697), respectivamente. El Barroco se compone de dos tendencias generales: 1) el Culteranismo, cuyo máximo exponente es Luis de Góngora; 2) el Conceptismo, cuyo principal adalid es Francisco de Quevedo. Ambas corrientes se orientan hacia la creación de obras plenamente cultistas y se fundan en una visión de mundo pesimista y en constante agonía y sufrimiento moral. Asimismo, las obras artísticas y literarias barrocas presentan contrastes violentos de luces y sombras y eventos contradictorios como la vida y la muerte y el amor y la soledad. El Culteranismo ha sido llamado también Gongorismo. Se distingue por la elección de palabras sonoras y pictóricas, por las metáforas oscuras y complejas, por las referencias constantes a la mitología grecolatina, por el uso del hipérbaton o la alteración del orden sintáctico regular y más racional y por la creación de hipérboles o exageraciones de una cualidad o situación particular. Todos estos recursos del lenguaje conllevan el firme propósito de “transformar la realidad más banal en una verdadera experiencia estética o artística” (Virgillo 171). 

De algún modo, los escritores barrocos se sienten decepcionados del mundo y la convivencia social y reconcentran su visión extremadamente individualista y subjetiva en el acto creador con la creación de obras densas, complejas y oscuras, pero muy originales y cultas. En tanto, el Conceptismo es más intelectualista y se concentra más en las ideas más que en las formas del lenguaje y utiliza frecuentes paralelismos, antítesis, juegos de palabras o retruécanos y conceptos ingeniosos o “agudezas”. 

Los principales representantes del Barroco español en sus dos tendencias torales son los poetas Luis de Góngora (1561-1627) y Francisco de Quevedo (1580-1645), el dramaturgo Pedro Calderón de la Barca 1600-1681 y el prosista Baltasar Gracián (1601-1658). 

       II SONETO CLXVI: EL GOCE DE LA BELLEZA Y LA                                                        JUVENTUD 

 Este poema de Góngora exalta la juventud y belleza de una mujer con un reconcentrado poder metafórico fundado en las imágenes de la naturaleza y bajo la perfecta estructura métrica del soneto clásico. Como ya se apuntó arriba, su tema central continúa la tradición poética del Soneto XXIII de Garcilaso de la Vega (1501-1536). Así pues, el poeta cordobés recrea el clásico tema del carpe diem (“cosecha o aprovecha el día”), bajo los paramétricos estéticos del Barroco. Este tópico se remonta a las odas del vate latino Horacio Quinto Flaco (65-8 a. J. C.) y puede resumirse en la idea de aprovecha el tiempo lo más que puedas antes de que sea tarde. De esta forma, el Barroco explora este motivo recurrente de la tradición latina antigua, el cual expone básicamente “la brevedad de la vida y la necesidad de aprovechar el momento presente” (Virgillo 171). En el mensaje resumido de este soneto barroco, un hablante poético impersonal, culto, reflexivo, sabio y maduro aconseja a una joven mujer sobre el goce de los placeres físicos del cuerpo y del amor. En consecuencia, esta fémina muy hermosa es su particular oyente lírica y vive en el presente lo que ese hablante considera como “tu edad dorada” (Góngora 172, línea 10). 

Como se ve, el asunto central es en sí el clásico carpe diem de la poesía latina antigua. A nivel lingüístico, el adverbio “mientras” funciona como nexo o relacionante y se repite cuatro veces en los dos cuartetos dentro de sendas oraciones subordinadas. Como adverbio de tiempo, “mientras” sirve para subrayar la temporalidad de la belleza y la juventud de la mujer y para exponer cuatro elementos iniciales de comparación del cuerpo de ella con objetos preciosos de la realidad objetiva y de la naturaleza. En el orden de dichas comparaciones poéticas, las cuatro referencias citadas contienen elementos minerales y vegetales y enfatizan la belleza física exquisita y la juventud de ella. Primeramente, el hablante lírico exalta la hermosura femenina, equiparando el cabello con el vano brillo del “oro bruñido” bajo el sol y la blanca frente con el “lilio bello” (Góngora 172, líneas 1-4), según el primer cuarteto. En el segundo cuarteto, los aspectos admirativos de la belleza femenina describen cómo los ojos de los admiradores de la mujer se fijan más en los labios de ella que en la imagen fresca del clavel y cómo la hermosura del cuello resalta por encima del “luciente cristal” (172, línea 8). Posteriormente, los dos tercetos finales funcionan como contrastes fuertes y violentos de vida, belleza y juventud con muerte, fealdad y vejez. De esta manera, el primer verso expone el consejo sabio del poeta mediante el uso del verbo “gozar” en forma de mandato informal del modo imperativo (“goza [tú]”), lo cual forma parte del clásico motivo del carpe diem. El primer terceto opera como un brillante e ingenioso sumario poético de los dos primeros cuartetos y reconcentra con fina elegancia lingüística algunas enumeraciones de sustantivos esenciales dentro de metáforas yuxtapuestas o aglutinantes que exaltan la belleza de la mujer. De esta forma, aparecen otra vez las mismas cualidades físicas: el cuello (cristal luciente), cabello (oro), labio (clavel) y frente (lilio). En tanto, la parte sombría y degradada de la vida se vierte dramáticamente en el último terceto para desvanecer o “deshojar” la visión estetizante y optimista de la vida de los dos cuartetos. Este terceto reconcentra, pues, la severa advertencia o consejo del hablante sabio y reflexivo. 

Así pues, la postura del poeta barroco es que el tiempo pasa y deteriora el cuerpo de manera contundente. Por un lado, argumenta el vate, que la vejez convierte en “plata” o “viola” (violeta) la belleza corporal, según este tropo. Por otro, cinco imágenes poéticas finales concentran la posible acción nefasta de la muerte, que puede derruir en el futuro la vida de tal mujer joven, justo en los tres versos finales que se ordenan en forma de hipérbaton: “. . . No sólo en plata o viola troncada / se vuelva, mas tú y ello juntamente / en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada” (Góngora 172, líneas 12-15). Como se observa, Góngora concreta una visión pesimista y sombría al final, alterando el orden sintáctico regular y proyectando una gran elegancia y finura con la enumeración en serie de siete sustantivos que revelan el lado oscuro de la vida, la vejez y la muerte. 

En suma, el tema del carpe diem adquiere gran belleza lírica en este Soneto CLXVI, mediante el contraste violento de la belleza y la juventud y la vejez y la muerte, como si fuera un lienzo claroscuro y penumbroso propio de la pintura barroca. Así, las emociones del poeta barroco transitan de la exaltación de la belleza esplóndida de la mujer a la visión pesimista, decadente y fúnebre, dentro del “ropaje” metafórico y elegante del Culteranismo y la forma clásica del soneto. Como forma métrica cerrada, el soneto contiene estas preciadas “joyas” de belleza, muerte y sabiduría de la vida, como si el entero poema fuera una caja de cristal reluciente con marcos de oro, a través de las cuales se mira el volumen y contornos de dichos “minerales preciosos” de la poesía barroca. Los catorce versos endecasílabos se distribuyen simétricamente en dos cuartetos y dos tercetos. La clave de la rima indica que es un perfecto soneto clásico y se resume así: ABBA-ABBA-CDC-DCD. III LETRILLA “ÁNDEME YO CALIENTE, Y RÍASE LA GENTE”: EL PLACER DE LA COMIDA Y EL OCIO 

Este poema describe un estado de la sociedad española en crisis por el marcado contraste entre los ricos gobernantes y los pobres. Por ello, sigue una tendencia popular y de estilo realista y satírico. De algún modo, esta letrilla representa un escape a la realidad mundana y frívola de su tiempo, para refugiarse en los placeres sencillos de la vida y disfrutar de la seguridad doméstica, el ocio y el placer de la naturaleza. Así pues, Góngora configura un hablante poético huraño y materialista, para esgrimir su severa crítica del mundo exterior. Se trata de un hombre que posee una finca propia, es pobre en relación a la aristocracia palaciega, produce su propio vino, goza el ocio y es amante de la naturaleza. A través de sus las descripciones precisas de sus acciones y posesiones, emergen sus cualidades connotativas: solitario, burlesco, hosco, glotón, misántropo y crítico y rebelde contra el sistema monárquico. Como seña particular, esta voz lírica dice grandes verdades en torno a la seguridad económica personal frente a un mundo banal y mal gobernado por las monarquías. En particular, el personaje desdeña a la sociedad y las ocupaciones y aficiones de otra gente: al gobierno monárquico y su Príncipe, al comercio y los mercaderes y al amor y los amantes arquetípicos de la Antigüedad griega. En contraste con esa sociedad, el hablante poético exalta los placeres sencillos de su vida en las seis estrofas del poema. Estas actividades placenteras le dan seguridad en su hogar y en sus paseos por la naturaleza. En las primeras tres estrofas, este personajes se congracia de contar con alimento en todas las estaciones del año (mantequilla, pan tierno, naranjada, aguardiente, morcilla, bellotas y castañas). En las tres estrofas de la segunda parte, disfruta de sus paseos bucólicos por el mar recolectando conchas y caracoles y escuchando el canto de las aves cerca de la fuente y goza el recorrido por su lagar y los depósitos de vino. En especial, desprecia al Rey de su país por mentiroso y falso y al amor de pareja heterosexual por ser cruel y trágico. En la última estrofa, se quintaesencia la visión de mundo burlesca y materialista de Góngora en torno a la sociedad de su tiempo. 

Así pues, el peculiar personaje creado por el vate español, quien puede contener la propia personalidad del autor de carne y hueso, luce en verdad como un misántropo y un hombre solitario. Por ello, este hablante lírico culmina su discurso poético-satírico con el marcado contraste entre el sufrimiento del amor y el placer de los alimentos, de manera altamente burlesca y desacralizante: “Pues Amor es tan crüel, / que de Píramo y su amada / hace tálamo una espada / do se juntan ella y él, /sea mi Tisbe un pastel/ y la espada sea mi diente / y ríase la gente” (Góngora 173, líneas 36-42). Hay que hacer notar el manejo de la mitología grecolatina como representaciones culturales del amor en esta estrofa, como elementos propios del Culteranismo. Por un lado, Amor se refiere a Eros, el dios del amor en la mitología grecolatina. Por otro, Píramo es el enamorado de Tisbe “que, pensando que ella se había muerto, se mató con su propia espada para unirse a ella en la muerte” (Virgillo 173, nota c). 

De esta forma, la aguda sátira y el carácter grotesco del poema de Góngora consiste en designar al pastel metafóricamente con la imagen trágica de Tisbe y en reproducir en sentido figurado la parte de su dentadura como imagen de la espada que corta dicho postre delicioso. De este modo, todo el poema privilegia los placeres de la comida como parte de la seguridad económica del personaje poético de esta interesante letrilla. Esencialmente, los elementos culteranos aparecen incrustados en el cuerpo de un poema de corte popular y satírico. Aparecen, pues, diversas metáforas y referencias mitológicas de la Antigüedad griega. Además de la historia de Píramo y Tisbe, el poeta cordobés cita a Filomena o Filomela, quien era “hija de Pandión, rey de Atenas, y hermana de Progne” y “fue metamorfoseada en ruiseñor” (“Filomela”). Esta referencia se encuentra en la cuarta estrofa y remite al placer sencillo de escuchar el canto de tal ave mientras el hombre camina solitario desde la playa hasta el chopo de la fuente. En tanto, la estrofa quinta expone una fantasía mitológica nocturnal y marina con los personajes mitológicos griegos Leandro y Hero como arquetipos del amor trágico. Ambos amantes protagonizaron una trágica historia de amor al ahogarse el hombre cuando cruzaba a nado el río Helesponto para ver a su amada. En especial, estos seis versos de arte menor del relato sobre el amor y dichos amantes paradigmáticos transmiten un mensaje satírico e integran dos metáforas cultas al discurso burlesco: “Pase a media noche el mar / y arda en amorosa llama / Leandro por ver a su dama; que yo más quiero pasar / del golfo de mi lagar / la blanca o roja corriente, / y ríase la gente” (Góngora 173, líneas 22-28). 

Como puede verse, el marcado contraste denota una gran burla del amor y de la propia tradición culta de la mitología griega, pues el hablante lírico prefiere los placeres epicúreos del vino a los del amor. En especial, la metáfora ígnea (el amor como fuego) y la metáfora marina (el vino como olas de mar) son elegantes, finos y muy culteranos. El primer tropo expresa un tono grave con una imagen clásica del amor. En tanto, el segundo implica la burla del poeta barroco y satírico, ya que exalta el eros gástrico en oposición al amor sentimental, mediante la preferencia marcada por el placer de ver las abundantes cosechas de su propio lagar y la futura embriaguez con el vino producido en ese mismo lugar. 

A nivel sintáctico, la mayoría de las oraciones de esta famosa letrilla de Góngora son subordinadas y utilizan el presente del modo subjuntivo. Estas oraciones implican verbos principales ausentes por elipsis verbales u omisión de partes gramaticales, para hacer más elegantes los versos. Estos verbos elípticos pueden ser “dejen”, “permitan” o alguno otro equivalente. De esta manera, se puede entender, por ejemplo, que el verso primero completo sería “(dejen) que traten. . .” (Góngora 172, línea 1) o “(permitan) que coma” (172, línea 8). 

En general, la ingeniosa letrilla exhibe un alto contenido crítico sobre la sociedad y una punzante visión satírica sobre el mundo, a la vez revela una gran obsesión por los placeres de la comida. En especial, este poema se funda en la inclusión del verso “Ándeme yo caliente, y ríase la gente”, colocado justo al comienzo del poema y escrito con letra cursiva. Posteriormente, la segunda parte del verso (“y ríase la gente”) cierra cada una de las seis estrofas de siete versos de arte menor, como una forma de burla, ironía y desprecio hacia la sociedad. Así pues, los seis versos de cada estrofa exponen contrastes violentos propios del estilo barroco. En estos contrastes, se exhibe un denso materialismo y un hedonismo basado en el puro consumo de la comida y la bebida. Por un lado, el poema describe las costumbres de la sociedad en torno a la política, el comercio y el amor. Por otro, el texto detalla la forma en que el hablante poético disfruta de la comida, el ocio y la naturaleza. Como consecuencia global, a este peculiar y solitario personaje no le importa que la gente se ría de él, pues en verdad es un ser privilegiado en un mundo en crisis. Con esta carga satírica del poema de Góngora, el estribillo “y ríase la gente” es una constante que forma parte del subgénero lírico de la letrilla. En general, la letrilla “es una composición poética de versos cortos con un estribillo de uno o más versos repetidos a intervalos iguales” (Virgillo 135). 

Los escritores barrocos crean algunas letrillas de gran nivel poético. Por ejemplo, destacan “Ándeme yo caliente, y ríase la gente” de Góngora y “Poderoso caballero es don Dinero” de Francisco Quevedo. Particularmente, la estructura métrica de la letrilla “Ándeme yo caliente” se compone de seis estrofas simétricas con seis versos octosílabos cada una y un estribillo final escrito en letra cursiva, el cual contiene siete sílabas. La clave de la rima de cada es abbaacc. En realidad, la frase “Ándeme yo caliente” implica un mensaje muy diferente a lo que parece en la superficie y bajo una estricta visión contemporánea. Dicho estribillo no tiene referencias sexuales, de ira o de orden climatológico. 

En realidad, el personaje lírico central pide a los lectores que dejen que sus asuntos personales funcionen bien y se sienta seguro y saludable aunque la gente se burle de él. A pesar de sus marcados sesgos satíricos y burlescos, Góngora se inclina en esta letrilla hacia la vida sencilla y los placeres del campo, los cuales eran motivos frecuentes de la poesía del Siglo de Oro en España por herencia directa de la literatura grecolatina antigua. De este modo, el poeta cordobés recrea los clásicos asuntos expresados por los poetas latinos antiguos Horacio y Virgilio Publio Marón (70-19 a. J. C.) y retextualizados por los poetas españoles Garcilaso de la Vega en sus églogas y Fray Luis de León en su célebre “Oda a la vida retirada”. Esta interesante letrilla de Góngora expresa una visión muy personal y en estilo popular y satírico de “la alabanza de la belleza pura y sencilla de la naturaleza —ejemplificada por la vida de los pastores y pescadores, el motivo clásico del beatus ille” (Virgillo 171). Al mismo tiempo, Góngora “denuncia una sociedad viciada y corrupta” en esta letrilla y en otros poemas de estilo culterano, ya sea en su vena culta o popular (171). 

 En conclusión, Soneto CLXVI y la letrilla “Ándeme yo caliente, y ríase la gente” de Luis de Góngora muestran una visión hedonista y epicúrea del mundo. El primer poema propone a una mujer disfrutar de la juventud y la belleza a tiempo antes que el tiempo deteriore su cuerpo o llegue la muerte, mediante el despliegue lirico del clásico motivo del carpe diem de la poesía latina. El segundo texto construye la figura de un hombre solitario, hosco y glotón que desprecia las actividades de las clases altas y gobernantes y se conforma con disfrutar los placeres sencillos de la buena mesa (alimentos y vino), del ocio y de la contemplación de la naturaleza, pues le brindan seguridad económica, dentro de una nación en crisis, bajo el impacto de la Contrarreforma. El uno es un poema cultista, metafórico y culterano; el otro es un poema de corte popular y satírico. En ambos estilos, el poeta español descuella sobremanera con dos obras clásicas e inmortales. 

          IV EL POETA CULTERANO ESPAÑOL: VIDA Y OBRA 

 Luis de Góngora y Argote (1561-1627) nació en Córdoba, España. Renunció al sacerdocio, para dedicarse a la poesía, a la música, a las corridas de toros y al juego. Fue capellán del rey Felipe III (1578-1621) y se relacionó con escritores destacados en Madrid. Tuvo grandes polémicas con los escritores Francisco de Quevedo y Lope de Vega, dentro de la vida cultural y literaria de España. Sus obras más celebradas fueron Fábula de Polifemo y Galatea (1612) y Soledades (1613), las cuales son obras cumbres del Barroco español, bajo la línea del Culteranismo. También publicó cerca de cien romances y doscientos sonetos. En general, su obra poética se divide en dos clases: 1) la línea popular compuesta por letrillas y romances escritos en versos cortos; 2) la tendencia cultista en la que se inscriben los sonetos, Polifemo y Soledades. Los poemas del primer tipo son “de carácter burlesco” y degradan “la realidad a través de una sátira despiadada de una sociedad a la que el poeta indudablemente atribuía su infelicidad” (Virgillo 171). En tanto, los textos de la segunda línea son poesía culta y con ellos el poeta se evade de la cruda realidad social y se refugia en la literatura culta, para construir una belleza suprema y quintaesencial, por medio de la perfecta y absoluta factura artística. Esta corriente culterana se ubica justamente dentro del periodo de la Contrarreforma, un tiempo en que los españoles vivieron bajo “desequilibrio espiritual y desasosiego” (171). 

                                               Obras citadas 

 “Filomela.” Pequeño Larousse ilustrado. 15ª ed. 1991. 
Góngora, Luis de. “Letrilla.” Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Por Carmelo Virgillo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004. 172-173. —.“Soneto CLXVI.” Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. Por Carmelo Virgillo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004. 172. Virgillo, Carmelo, Teresa Valdivieso y Edward Friedman. Aproximaciones al estudio de la literatura hispánica. 5ª ed. New York: Mc Graw Hill, 2004.

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