viernes, 31 de marzo de 2017

LOS BUENOS ALIMENTOS

LOS BUENOS ALIMENTOS



ÓSCAR ROBLES



         La comida ha sido un importante componente en diversas películas de México, Europa, los Estados Unidos y Asia entre el siglo XX y el siglo XXI. Sopas, guisos, postres y bebidas se han convertido en un poderoso ingrediente cultural y sensual de las historias de dichas películas. Usualmente, la comida aparece en historias de amor y familia del cine occidental y oriental. Aparecen, por ejemplo, una buena pasta con salsa casera, especias y queso; un buen filete de res con cebolla y ajo; un lujoso y cremoso pastel de chocolate; una copa de sensual vino; una cerveza fría; o una taza de humeante café.  
        El festín de Babette (Dinamarca, 1987) del director danés Gabriel Axel es un clásico del cine y ganó en su tiempo el Oscar como Mejor Película Extranjera. Narra el conflicto de una refugiada francesa y, especialmente, describe las excelencias de la cocina gala en un pequeño pueblo protestante de Dinamarca, durante el siglo XIX. En la trama, la criada e inmigrante francesa Babette Hersant (Stéphane Audran) gana la lotería en su país natal y ofrece una cena de gala en la íntima y humilde casa de las hermanas solteras Filippa (Bodil Kjer) y Martine (Birgitte Federspiel), situada en la costa de Jutlandia del citado país nórdico. Ellas han vivido bajo la rigidez de su padre, quien era pastor y fundador del conventículo pietista de la iglesia local. 
     Con la suculenta cena, Babette culmina la historia y agradece el empleo, el hogar y la gentileza que las dos hermanas danesas le ofrecieron como cocinera cuando ella arribó como refugiada a dicho pueblo. Las escenas cumbres de la película son la preparación de la cena con fina comida francesa y la convivencia de todos los comensales en la mesa, donde disfrutan con gran placer las sofisticadas sopas, los guisos de tortuga, los delicados vinos y los dulces y suculentos postres. Especialmente, los espectadores pueden ver cómo los rostros pálidos, las frías expresiones, el rigor de la religión marcado en los rasgos faciales de los comensales y las conversaciones, van cambiando poco a poco hasta observase a plenitud el placer de las palabras y las risas y las miradas luminosas y en sus mejillas florecen los colores sonrosados. Este drama se basa en el cuento “Babette’s Feast” (1958) de la danesa Isak Dinesen o Karen Blixen.
En Como agua para chocolate (México, 1992) de Alfonso Arau, la comida mexicana tiene un papel importante como cultura, vida en familia y como vehículo para transmitir emociones, dentro de una historia mágico-realista y plenamente romántica. Por ejemplo, la protagonista Tita (Lumi Cavazos) comunica su gran amor a su amor imposible Pedro (Marco Leonardi) con unas codornices en pétalos de rosa servidas en su plato. Ella es víctima de la autoritaria madre Elena (Regina Torné), quien opta por el matrimonio de su hija Rosaura (Yareli Arizmendi) con Pedro y destina a Tita para cuidar a la imponente madre en su vejez. 
La novelista Laura Esquivel escribió el guión de este filme mexicano a partir de su propia novela homónima publicada en 1989. En esta obra literaria, se incluyen deliciosas recetas de tortas de Navidad, pastel Chabela, codornices en pétalos de rosa, mole de guajolote con almendra y ajonjolí, chorizo norteño, masa para hacer fósforos, caldo de colita de res, champandongo, chocolate y rosca de reyes, torrejas de natas, frijoles gordos con chile a la Tezcucana y chiles en nogada. Tita cocina un platillo en cada mes, justo entre enero y diciembre. Cada receta encabeza un capítulo de la novela.  
En Chocolat / Chocolate (Estados Unidos / Reino Unido, 2000) del sueco Lasse Hallström, el delicioso manjar del chocolate es un novedoso y rico alimento y un agente transgresor entre la sociedad católica y conservadora del pueblo de Lansquenet (Francia). Su protagonista Vianne Rocher (Juliette Binoche) arriba a dicho pueblo en el invierno de 1959, prepara delicadas piezas de chocolates y las vende en su tienda a la vez que enfrenta la oposición del alcalde del pueblo (Alfred Molina). Finalmente, ella se enamora del nómada Roux (Johnny Depp) y se gana la confianza de la gente y, como consecuencia, varios de ellos participan en la preparación de los finos chocolates en la cocina de Rocher.  Luego, organiza un festival del chocolate como parte de las festividades católicas. Esta comedia romántica se basa en la novela homónima de la escritora inglesa Joanne Harris publicada en 1999.
En tanto, el drama biográfico Julie and Julia (Estados Unidos, 2009) de la norteamericana Nora Ephron se concentra en la hazaña y gran desafío de la joven cocinera Julie Powell (Amy Adams): Preparar en un año los 524 platillos de la cocina francesa incluidos en el libro Mastering the Art of French Cooking (1961) de la estadounidense Julia Child (Meryl Streep), quien ofreció sus recetas por la televisión estadounidense durante la década de los sesenta. Mientras la joven cocinera Julie escribe en su Blog sobre el éxito de sus recetas, su fiel esposo Eric Powell (Chris Messina) prueba y disfruta estos platillos franceses. En sí, este filme muestra otra dimensión de la cocina durante el siglo XXI: Los “Bloggers” de la cocina en la red informática o Internet y su impacto entre las masas.
Como puede verse, estos cuatro filmes incluyen en su trama deliciosos alimentos propios de la cultura y costumbres de sus personajes y escenas detalladas en la cocina y en el comedor, donde los cocineros y comensales manipulan y disfrutan de estas comidas de gran jerarquía culinaria. Otras películas destacan por la inclusión del proceso de preparar y servir los alimentos a la mesa y las reacciones de alto placer de los comensales. Entre estos filmes, pueden mencionarse las siguientes cuatro: 1) La Grande Bouffe / La Gran Comilona (Italia, 1973) del italiano Marco Ferreri con Marcello Mastroianni, Michel Piccoli, Philippe Noiret y Hugo Tognazzi; 2) Tampopo (Japón, 1985) de Juzo Itami; 3) The Ramen Girl (Estados Unidos / Japón, 2008 ) de Robert Allan Ackerman con Brittany Murphy; 4) No Reservations (Estados Unidos, 2007) de Scott Hicks con Catherine Zeta-Jones y Aaron Eckhart,  entre otras.
La buena cocina y los buenos alimentos también son parte importante de programas de la televisión privada y pública de varios países. Uno puede citar los programas de cocina en la televisión norteamericana y mexicana y recordar el talento de los cocineros compartiendo la preparación minuciosa y delicada de sabrosos platillos en sus programas semanales. Para mí, era fascinante escuchar a la bella y dulce Rachael Ray repartiendo consejos sobre cómo comer bien y rico y con poco dinero en su entretenido y práctico programa $40 Dollars at Day (2002—) y reír y aprender con las recetas del simpático Emeril Lagasse pronunciando sus frases de “Bam! Bam!” cuando salpicaba de sal y pimienta sus sabrosos guisos en Emeril Live (1997—). Ambos programas son muy famosos en la televisión de los Estados Unidos, desde finales del siglo XX hasta la fecha. 
En México, escuché la sabiduría culinaria del experto en comida mexicana Gerardo Vázquez y contemplé con placer estético la gran cocina repleta de ollas de barro, de vasijas de cobre y de otros grandes utensilios propios de la artesanía nacional en el célebre programa del buen Yuri de Gortari transmitido en Once TV México. En el Canal 22, el escritor Pedro Ángel Palau presenta a los espectadores el placer de Los alimentos terrenales con una buena discusión sobre un libro publicado en español. Han aparecido en este programa los escritores Alejandro de la Rosa, Benito Taibo, Alberto Ruy Sánchez, entre otros. La buena mesa combina entonces libros y alimentos y bebidas exquisitos en este gran programa conducido por el destacado escritor del grupo del Crack.
Los gentiles lectores pueden consultar en mi Blog los siguientes dos artículos sobre cocina mexicana:
1.    “La cocina mexicana es compleja y sofisticada’”: El Chef Gerardo Vázquez en Conversando con Cristina”, el cual fue publicada el jueves 18 de julio de 2013 y puede ser consultado en la siguiente conexión:
2.    “Yuri de Gortari, El caballero de la Cocina en Tu Cocina por Once TV México”, el cual apareció a la luz pública el martes 12 de noviembre de 2013 y puede ser leído en la siguiente liga:

La gente puede pensar en una buena comida en paz o en varias sesiones culinarias o en fiestas campiranas o urbanas, sentados a la mesa con sus seres queridos. Puede reconstruir las relaciones familiares y de amistad o fundamentar buenos negocios o hasta imaginar libros o pinturas. ¿Cuáles alimentos mexicanos traen a la memoria momentos de supremo placer, recuerdos positivos de una fiesta, la exquisita receta de un cocinero o cocinera o algunos rasgos de la personalidad de un amigo o pariente?
La comida y la bebida son esenciales para alimentarse bien, para socializar con otras personas propias o extrañas, para comunicar amor y para construir y preservar la cultura regional o nacional. Fundamentalmente, México cuenta con una de las cinco mejores comidas del mundo y tiene cinco regiones con platillos típicos: Norte, centro, sur, Golfo de México, Península de Yucatán o sureste. Con este contexto geográfico tan rico en una nación con más de ciento veinticinco millones de habitantes, ¿cuáles comidas y bebidas pueden ser las mejores para cada persona, según su experiencia personal? ¿Cuáles pueden evocar recuerdos gratos? 
El cine evoca la importancia del placer de la comida en la vida humana por su alta visualidad. Algunas veces, una película evoca los tiempos en que se ha disfrutado mejor la comida. Las fiestas mexicanas o las tranquilas comidas del hogar aportan también este placer de los buenos alimentos. Mi memoria olfativa y degustativa habla:
Los aromas y sonidos de cazuelas vienen a mi memoria desde la cocina de mi madre o mi abuela; los colores, formas y volúmenes de ollas, platos y tazas aparecen ante mis ojos; y el bullicio de mis padres y mis hermanos se observa en mis recuerdos. . .         
Cuando recuerdo las cervezas, acuden a mi mente el dorado líquido solar y la espuma marina, los juegos de futbol y el domino y la música del bienamado Javier Solís y mi bolígrafo apio de tinta verde y mi papel tortilla de maíz blanco escriben y registran y entonces navegan las palabras que brotan de mi imaginación y mi memoria, para llenarse de nostalgia y me trasladan a la sobremesa en la casa paterna. . .
Cuando recuerdo el vino, se derrama su cuerpo voluptuoso en mis ojos, sus sabores deliciosos y sensuales en el paladar y el corazón, huesos y nervios se derriten cuando el cuerpo de la amada emerge pleno de belleza, con sus labios carnosos y la mirada luminosa. . .
Cuando evoco el café, los vapores de la mañana y el aroma penetrante pasan por mi nariz para pintarme toda la belleza de la mañana y del sol de madrugada, y emergen las lecturas de mis libros de poemas y las novelas que en que he viajado sentado frente a una ventana rebosante de café mientras miro a rato la calle y el paisaje y bebo ese precioso liquido nocturnal, azabache, en una blanca taza o en un jarro de algún café amado y visitado con frecuencia y sus hervores y aromas despiertan mi mente y mi alma a la plena belleza de las palabras sembradas como plantitas de maíz mexicano sobre las blancas páginas. Entonces, las palabras se elevan y corren envueltas en el aroma del café y mi mano escribe notas de nostalgia y sabor. . .  
          Cuando evoco los deliciosos panes de la bondad, aparecen en mi memoria juguetes de belleza blanda, esculturas de harina y color y sabor, joyas de colores vivos exhibidas en charolas de metal sobre estantes, aparadores de cristal de antiguas panaderías que muestran sus formas y volúmenes para la mirada golosa de los niños y los adultos y entonces salta mi corazón niño como un pez nadando en las aguas de un lago, para morder un trozo de artesanía de sabor y olor y vuelvo a “ser tan bueno como el pan”, como dice la vieja frase que usaban los buenos mexicanos de antes.
     Las bondades y placeres de los alimentos están en toda mi vida. Los he disfrutado con mi familia, mis amigos y mis amadas. También, he explorado algunos platillos sabrosos de las comidas alemana, árabe, argentina, brasileña, cubana, china, española, griega, guatemalteca, hindú, italiana, japonesa, peruana y salvadoreña, hasta donde mi memoria recuerda.
   Sin embargo, la comida mexicana ha poblado mi cuerpo y mi mente de emociones, placeres y recuerdos casi toda mi vida. No he disfrutado a plenitud y con gran experiencia culinaria de los alimentos de las cinco grandes regiones de México. Más bien, mis vivencias están ubicadas en Chihuahua, mi ciudad natal. Entonces, he probado sopas, guisos y postres sencillos y bebidas que han significado grandes placeres físicos y espirituales.
 Con este básico repertorio culinario, detallo algunos de los “buenos alimentos” que han llenado mi vida de luz, placer, memoria, lenguaje. La mayor parte de los guisos y sopas que cito llevan obviamente ajo, cebolla, chile y algún tipo de especias, ya sea pimienta, comino o alguna otra.
  Ante todo, disfruté estas comidas mexicanas en Chihuahua. Cuando viví en los Estados Unidos, buscaba en los supermercados la sección de alimentos mexicanos para cocinar en mi casa estas comidas. Especialmente, encontré muchos ingredientes y productos mexicanos en el Suroeste de los Estados Unidos: Texas, Nuevo México, Arizona y California.
          He aquí un breve recuento de mi sencilla experiencia como comensal y como ocasional cocinero en mi estado natal y una simple lista con estos manjares, postres y bebidas:

I SOPAS Y GUISOS

1. Las enchiladas con cebolla, queso, lechuga, aguacate, pepino y crema.
2. El menudo con pozole, pata, pancita y chile colorado.
3. Los tamales de carne de puerco y chile colorado; de dulce con cacahuate, pasas, coco rallado; y de pollo con chile verde y granos de elote.
4. El mole con pollo, salsa de mole de marca y cacahuates.
5. Caldo de res con verduras, tales como papa, zanahoria, calabacita u alguna otra.
6. Tacos al pastor con cebolla, chile y piña y en tortilla de maíz.
7. Sopa de mariscos con pescado, pulpo, camarones, ostiones y calamares.
8. Pescado frito con ajo, cebolla, limón, cilantro y chile.
9. Las tripitas con ajo, cebolla y chile y en tortilla de maíz.
10. El hígado encebollado con harina y ajo y con tortilla de maíz.
11. El caldo de pollo con piernitas, zanahoria, papa, calabacita y cilantro y con tortilla de maíz.
12. Huevos estrellados con chorizo y tortilla de maíz o de harina.
13. Filete de res con cebolla, tomate, chile y papas fritas.
14. Frijoles charros con tortilla de maíz o de harina.
15. Frijoles refritos con queso y con tortilla de maíz o de harina.
16. El chile pasado con queso y cebolla con tortilla de maíz o de harina.
17. Los chacales con ajo, cebolla y torrejas de huevo con chile colorado.
18. Los chilaquiles con pollo y queso.
19. Los tacos de carne de res con cebolla, tomate y chile y con tortilla de maíz.
20. El guacamole con tortilla blanda de maíz o totopos de maíz.
21. Tacos de barbacoa con cebolla, tomate y chile y con tortilla de maíz.
22. Tostada de pollo con aguacate, tomate, chile y cebolla.
23. Chiles rellenos con queso y huevo frito.
24. Burritos de huevo frito, frijoles con queso, carne de res guisada o de pollo frito en tortilla de harina.
25. Quesadillas con queso menonita o queso ranchero en tortilla de maíz o de harina.
26. Sopas de pastas (coditos, letra, estrellitas, fideo) con salsa de tomate y cebolla.
27. Spaghetti con salsa de tomate.
28. Frijoles de la olla con quelites y cebolla.
29. Morcilla de cerdo con cebolla y cilantro y en tortilla de maíz.
30. Chicharrones de cerdo, de carne o de pella, con tortilla de maíz.

II POSTRES

1. Avena con frutas, pasas y canela.
2. Capirotada hecha con pan tostado disuelto en agua con azúcar morena, queso, pasas, cacahuate, coco rallado, canela, grageas y canela.
3. Arroz con leche, pasas y canela entera.
4. Ate de membrillo.
5. Natilla de arroz con canela.
6. Buñuelos espolvoreados con azúcar y canela.
7. Jamoncillo casero.
       
      Esencialmente, el pan mexicano es una clase exquisita de postre y merece una atención especial. Un vaso de leche fría o de espumoso chocolate o una taza de café caliente combinan con los aromas y los sabores del buen pan de los buenos panaderos. En especial, recuerdo estos panes de mi infancia:

8. Galletas de harinilla hecha con maíz molido y azúcar o miel.
9. Pan de levadura.
10. Borrachos.
11. Esponjas o conchas de vainilla o chocolate.
12. Polvorones.
13. Herraduras.
14. Rancheras.
15. Cuernitos.
16. Pan de muerto.
17. Duraznos o besos.
18. Churros rellenos de chocolate o jamoncillo.
19. Panes franceses o blancos.
20. Pastelitos.
21. Bizcochos caseros o para bodas.

III BEBIDAS

1. Tesgüino hecho con maíz o garbanzo añejados.
2. Horchata de arroz con canela y miel o azúcar morena.
3. Pinole con leche.
4. Tepache hecho con cáscara de piña añejada.
5. Atole de maíz con piloncillo.
6. Agua de jamaica.
7. Limonada.
8. Agua de sandía.
9. Agua de melón.
10. Agua de granada.
11. Agua de guanábana.
12. Agua de guayaba.
13. Chocolate hecho con barra y caliente.
14. Malteada de chocolate en polvo.
         
      Algunas bebidas espirituosas ocupan un lugar central en las comidas mexicanas. De este modo, las cervezas y los vinos han sido muy importantes en mi vida. Asimismo, los cafés me hacen sentir la delicia de los postres y hasta el hondo placer del alma, por las conversaciones y la sobremesa. Disfruté sobre todo estas bebidas:

15. Cerveza Bohemia.
16. Cerveza Negra Modelo.
17. Cerveza Superior.
18. Cerveza Carta Blanca.
19. Cerveza Modelo Especial.
20. Cerveza Dos Equis Amber.
21. Cerveza Victoria.
22. Cerveza Corona de barrilito.
23. Cerveza Dos Equis Lager.
24. Café Combate tipo caracolillo.
25. Café Combate tipo altura.
26. Café Combate especial.
27. Vino tinto Calafia.
28. Vino blanco Calafia.
29. Vino tinto Los Reyes.
30. Vino blanco Los Reyes.

  
    En la “Película de mi Vida”, estas sencillas comidas y bebidas alimentaron mi cuerpo, mi alma y mi imaginación. Sobre todo, me hicieron sentir el amor de mi familia, mis amigos y mis amadas. Por eso, agradezco a Dios estas bondades de la vida humana en mi tiempo. Fundamentalmente, todos estos “buenos alimentos” me brindaron a plenitud la belleza de la vida. 

jueves, 23 de marzo de 2017

LOS TARAHUMARAS DE CHIHUAHUA: MEXICANOS DE RAIZ PROFUNDA

LOS TARAHUMARAS DE CHIHUAHUA: MEXICANOS DE RAÍZ PROFUNDA




ÓSCAR ROBLES



1


          Un hombre de lentes y gorra de beisbol paga cinco pesos por un mazapán grande a una niña de vestido colorido. Morena, tierna y tarahumara, tendrá cinco o seis años. Trabaja la pequeña en el crucero de las avenidas Politécnico Nacional y de la Juventud, como tantas mujeres adultas y niñas de esta ancestral etnia mexicana de Chihuahua. Los tarahumaras laboran arduamente en la capital del Estado en el comercio ambulante.
El dulce y terroso mazapán está envuelto en un transparente y fino celofán con la tradicional rosa de color rosa como moño de regalo. El mazapán es un dulce muy popular en estas tierras y muy sabroso por su masa de cacahuate y sus intensos azucares.
La pequeña rarámuri, avecilla ligera, recorre la acera mirando a los conductores de carro mientras el viento arrecia. Trae en sus manecillas la caja blanca con los tesoros del paladar y la tapa amarilla en la base. Los mazapanes aguardan en el árbol para ser cortados como frutos.
         

2


 Dos niños hablan rarámuri entre sí y la niña carga en su regazo otra caja de mazapanes. Están sentados plácidamente junto al muro de concreto de la Avenida de la Juventud, en el cruce con la Politécnico Nacional. La niña ofrece la caja repleta de mazapanes a los transeúntes que van a cruzar la inmensa avenida. En tanto, el niño de seis o siete años de edad mira a la gente con su cara sucia y morena, con sus ojos de gracia infantil, ojos negros de dulce corazoncillo.
          La niña permanece acurrucada sobre el duro cerco como paloma e inclina la cabeza. Tendrá ocho o nueve años de edad. Descansan en el lado sur de la Avenida la Juventud. Alguien les habla en español y no contestan, pero la niña levanta la caja blanca de mazapanes redondos con la rosa con hojitas plasmada en el celofán.
Se ven como nuevos en la tradicional vendimia citadina, como recién venidos de la Sierra Tarahumara, ese vientre materno lleno de bosques, cañones, ríos y cascadas, ese vientre de donde vienen todos ellos. Los dos pequeños parecen neófitos en el dulce arte de vender dulces con su silencio moreno y su civilizado comercio del alimento, entre el duro cemento y el oscuro pavimento.
          El trabajo es duro para estos niños indígenas, pero es la escuela de su vida, la escuela de la sobrevivencia, la escuela de trabajo. Desde muy pequeños, sus padres los ensenan en las calles de la ciudad capital.
         
3

A lo lejos, dos mujeres tarahumaras lucen como flores de la sierra, con sus vestidos naranja y amarillo, fuego de belleza ardiendo en sus telas. Caminan en el crucero del Bulevar Ortiz Mena y la Avenida Politécnico Nacional. Sus elegantes vestidos son fuego puro de belleza pura, lindos lienzos espontáneos en plena calle, pinturas vivas y de colores muy vivos, intensamente bañados por el dorado sol de la ciudad norteña.
Una pequeñita rondaba sobre la banqueta, libre y retozona, esperando a las dos mujeres indígenas, con su vestido rosa, mazapancito dulce.


4


          Se refugian en los cruceros de las calles y avenidas, aguardan los vehículos y les ofrecen mazapanes y chocolates, les ofrecen una vendimia dulce para los días amargos de la ciudad amarga; permanecen de pie junto al semáforo bajo el sol incandescente y voraz o sentados bajo la sombra de un árbol. En los días más difíciles, piden el “kórima” rarámuri y comunitario, la ayuda bondadosa entre prójimos bajo la bendición de Dios, unas monedas para sobrevivir a la pobreza de la ciudad capital.


5


Un puesto de artesanías en pleno Centro Histórico; sobre la mesa, el delicioso pinole de maíz molido, oro de sabor y alimento, unas figuras indígenas talladas con troncos de árbol, unos cuadros relieves con escenas de los nacimientos cristianos con indios rarámuris como personajes, unas rústicas lagartijas de corteza vegetal, unos collares, hierbas medicinales en bolsitas de plástico. . . Los comerciantes tarahumaras, emprendedores, hombres y mujeres en el Pasaje Victoria de la ciudad de Chihuahua.


6


          Un hombre toca a la puerta del flamante negocio de elegantes y finos vestidos de novia. Se encuentra ubicado en la Avenida Cuauhtémoc, en una casa de dos pisos de color amarillo claro, terraza arriba y finas tallas de cantera en los dinteles y las jambas de puertas y ventanas.
          Al poco rato, aparece una mujer en la puerta principal y le dice que el negocio no está abierto. El rostro moreno luce amable y su sonrisa blanca. Se va caminando con su vestido tarahumara a seguir con su trabajo en el interior del gran negocio de vestidos de boda.


7


          Bajan por los parques de la colonia Quintas del Sol, jóvenes y hermosas y limpias, con sus cabelleras relumbrosas. Es de tarde y parece que ellas han terminado de laborar como empleadas domésticas de las casas de dicha colonia de clase alta.
          Parecen modelos todas ellas, muchachas sensuales: Sus vestidos de telas de intensos colores palpitan llenos de vida entre las calles aledañas a los parques. Sus olanes se mueven al ritmo de su alegre caminata, de sus risas frescas como el agua.
          Caminan exhibiendo con belleza y elegancia sus vestidos tarahumaras, rumbo a la parada de los camiones en el Bulevar Ortiz Mena. Son las jóvenes mujeres rarámuris con sus rumores de vida honesta.


8


Un costal con hierbas tendido sobre la acera, una cajita de dulce y chocolate en sus manos morenas, una canasta de semillas de calabaza tostadas: La vendimia de la sobrevivencia en las calles del Centro Histórico . . .
Allá, en el Pasaje Victoria, la anciana abuela con vestido largo y su diadema de telas y sus hierbanises, laureles y hierbas de la víbora; acá, en la calle Libertad, las madres tejiendo los vestidos de la familia y las telas y canastos de palma mientras venden su mercancía dulce; acullá, en la Plaza de Armas, los niñitos dulces y tiernos como pajarillos. . . Por todos lados, van los tarahumaras sembrando su civilidad callada en la ciudad de Chihuahua, su resistencia, su paz, su bonhomía, su auténtica mexicanidad de raíz profunda.
          Trabajan, aman, sobreviven desde hace siglos.
Varios ya estudian en las universidades y tecnológicos del Estado de Chihuahua.


miércoles, 22 de marzo de 2017

"EL VIEJO CENTRO" DE LA CIUDAD DE CHIHUAHUA: BELLEZA, VIDA Y MEMORIA

“EL VIEJO CENTRO” DE LA CIUDAD DE CHIHUAHUA: BELLEZA, VIDA Y MEMORIA




ÓSCAR ROBLES




          En las décadas de los sesenta y los setenta, el cine era una de las pasiones grandes de los ciudadanos chihuahuenses. Con frecuencia, asistían a una función en los viejos teatros del Centro Histórico, para ver cintas mexicanas, estadounidenses y europeas. Revisaban las carteleras en los periódicos locales y veían los títulos de filmes y nombres de actores en las marquesinas radiantes de colores luminosos, compraban aromáticas palomitas, devoraban un chocolate tamaño “portafolio”. Se sentaban en la oscuridad de las salas y se sumergían como en sueños cuando empezaba la magia, los colores y la fantasía de las películas. Como los viejos teatros de cine, ¿qué negocios y edificios despiertan la nostalgia de aquellos años idos de la ciudad pueblo, “la Chihuahuita” provinciana de “buenas gentes”?


1.    LAS TIENDAS DE LA CALLE LIBERTAD Y OTRA ZONAS: COMERCIO, EDUCACIÓN Y ENTRETENIMIENTO


          El Centro Joyero fue la segunda joyería en ofrecer sus servicios dentro del entonces pequeño centro de la ciudad. Se ubicaba y se ubica actualmente en la populosa calle Libertad, muy cerca de la calle Quinta. La primera fue La Princesa y estaba originalmente en la calle Libertad, casi esquina con la Tercera. Entonces se oían las campanadas de las doce del día en toda la calle Libertad cuando sonaba el reloj de La Princesa, cuenta Luis René Barousse, propietario del primer negocio citado.



EL CENTRO JOYERO, LA SEGUNDA JOYERIA DEL CENTRO DE LA CIUDAD DE CHIHUAHUA


          Hace más de cincuenta años, había diversos negocios y edificios que eran muy reconocidos y visitados por los ciudadanos para surtirse de ropa, calzado, alimentos, medicinas, aparatos electrodomésticos y objetos de cultura, entre otros productos del diario vivir mexicano de aquellos años. Por ejemplo, El Café Internacional era uno de los puntos de referencia para los amantes del cine y para los demás visitantes del viejo centro. Se situaba en la esquina de las calles Victoria y Segunda. Estaba pintado de verde bandera y los empleados despachaban la comida por unas ventanas de madera y cristal que daban justo al exterior de la Segunda. Ofrecía sabrosos y calientitos alimentos preparados a los que salían de las funciones de los cines Alcázar y Plaza. Estos cines llamaban la atención por sus luminosas marquesinas blancas con títulos de filmes en prominentes colores azul, rojo y amarillo. En dicho café, se servían tortas y burritos. En particular, la gente bajaba al sótano y se sentaba a disfrutar de apetitosos manjares. Pertenecía a la familia Wong, cuyo descendiente era Fernando Wong, el basquetbolista que jugó para los Doraditos de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) a finales de la década de los setenta, informa Barousse.



EN ESTA ZONA, ESTABAN EL CINE ALCAZAR Y EL CAFE INTERNACIONAL


En ese tiempo, la gente salía de ver dos películas en el cine Plaza o el Alcázar, pedía una torta en una de las ventanillas del “café verde”, el café bandera, y los niños “cineros” compraban comida mexicana, justo entre la cantera y las arabescas decoraciones del Alcázar y las luminosas marquesinas del viejo Plaza.
          Y ahí, muy cerca, al otro lado de la calle Victoria, se erige una portentosa joya del Barroco mexicano desde hace siglos: La siempre bella Catedral de la Santa Cruz o Catedral de Chihuahua, con sus erguidos campanarios, sus redondas cúpulas y sus retablos de floridos relieves hechos de pura cantera y sus numerosos santos en la fachada principal, donde se presiente la presencia de Dios y el vuelo de los ángeles, bajo el cielo azulino y el dorado resplandor del sol, rugiendo como león arriba o iluminando con amor los resquicios de belleza de la ciudad vieja, ciudad nueva, transformándose en el tiempo.
          El Cine Alcázar ocupaba el lugar donde se encuentra actualmente el nuevo edificio del gobierno municipal, donde antes estuvo Scotia Bank y el Banco Comercial Mexicano (COMERMEX) de la familia Vallina. En esa antigua sala, exhibían cintas norteamericanas de horror y de vaqueros [V. gr. The Cowboys (1972), filme protagonizado por John Wayne], entre otras películas. Destacaba por su fachada arabesca y sus preciosas canteras talladas.
          En tanto, el Cine Plaza era un símbolo importante del Centro Histórico, al igual que la Catedral de la Santa Cruz, la Presidencia Municipal y el antiguo Hotel Presidente. Durante el sexenio del presidente Luis Echeverría, se presentaban películas del Nuevo Cine Mexicano de los setenta, el cual era representado por directores como Arturo Ripstein, Felipe Cazals, Alberto Isaac, Jorge Fons, Rafael Corkidi y otros más.
          En el Hotel Hilton, se alojaban los turistas. Se encontraba a un lado del ahora edificio del Congreso del Estado (antiguo Hotel Presidente), justo en la esquina de la calle Libertad y Avenida Independencia. Su restaurante era notorio por su elegancia y sus muros de cantera. Era célebre porque atendía regularmente a parroquianos de la clase alta y a los propios visitantes de la soleada ciudad norteña.
          El Café de la Esquina (hoy Scotia Bank) lucía como una enorme pecera rectangular con sus puros ventanales de cristal puro, donde se veía la pulida limpieza de sus pisos, las verdes plantas de las macetas, la barra de servicio y las mesas y sillas donde se sentaban a leer los periódicos los clientes, Varios de esos señores vestían con traje y corbata y eran políticos y empresarios. 


AL OTRO LADO DE ESTE EDIFICIO, SE UBICABA EL CAFE DE LA ESQUINA, POR LA AVENIDA INDEPENDENCIA


          Fundamentalmente, la calle Libertad se distinguió en los sesenta y en los setenta por ser la gran calle comercial. Se había convertido entonces en el centro de reunión de muchos jóvenes estudiantes que cultivaban la amistad, se bebían refrescos, compraban ropa y calzado, paseaban por las banquetas, iban al cine y bailaban en las tardeadas del “sotanesco” Discoteque Morelos de la calle que daba su nombre al negocio, donde tocaban musica disco y los danzantes emulaban a John Travolta.
Justo entre la Avenida Independencia y la calle Vicente Guerrero, se concentraban las más famosas tiendas de la vieja Libertad de la entonces ciudad provinciana y pueblerina. Refulgían con sus seductores y cristalinos aparadores muchos negocios de diversa índole comercial: La Farmacia Plaza con sus medicamentos, cremas y brillantinas. La cafetería y la tienda de Woolworth, donde se servían buen café y sándwiches y la gente compraba discos de acetato de treinta y cuarenta y cinco revoluciones y de long play, entre diversos productos. En la joyería La Princesa, se adquirían buenos relojes y medallas con imágenes religiosas. La antigua zapatería Canadá surtía los famosos zapatos tenis de telas color negro con motivos rojos y de color azul y una variedad de zapatos. Las joyerías La Nacional y El Centro Joyero eran fascinantes por sus relojes, anillos de compromiso y sus cadenas chapeadas en oro. En particular, la zapatería La Tolteca tenía buena reputación por su fino calzado mexicano de diversas marcas y los célebres y cómodos Hush Pupppies. Cerca de este sitio, se erigía un bello edificio de dos pisos y de dinteles y jambas de cantera, uno de los más hermosos de todo ese sector: La Casona Prieto, asiento de la antigua mueblería Salinas y Rocha . Los clientes adquirían camas, libreros, burós y los primeros tocadiscos y televisores de venta masiva para escuchar a sus cantantes favoritos y disfrutar del Mundial de Futbol México 1970, cuando  los mexicanos admiraban al poderoso Scratch de Oro de Pelé, Rivelino, Jair, Gerson y Tostao. En la tienda de discos Discorama, cercana a la calle Tercera, los jovencitos se fascinaban con los discos de Eagles, Bee Gees, America, Electric Light Orchestra y ABBA y los adultos compraban grandes álbumes con la música de Javier Solís, Lucha Villa, Vicente Fernández o Los Panchos. La íntima Casa Jorge expendía diversas telas, pantalones, vestidos y calzado para niños y adultos, muy cerca de Almacenes García. Después, este histórico negocio, cuyo dueño era el inmigrante libanes don Jorge Saad, se mudó a la calle Victoria, justo enfrente de la Botica Central, donde actualmente laboran sus empleados. En la cafetería Liveer, los ciudadanos disfrutaban y todavía gozan de refrescos, hamburguesas, papas fritas y de las célebres banderillas embarradas de salsa catsup y mostaza.


ESTE EDIFICIO ERA SEDE LA MUEBLERIA SALINAS Y ROCHA DE LA CALLE LIBERTAD



SALINAS Y ROCHA EXHIBIA SUS MUEBLES EN LOS DOS PISOS DE ESTE PROMINENTE EDIFICIO



EN ESTE EDIFICIO DE DOS PISOS ALMACENES GARCIA RECIBIA A SUS NUMEROSOS CLIENTES

En realidad, eran muchos los negocios de ese “corazón” de la bienamada calle Libertad. Por ejemplo, los niños y jóvenes practicaban mucho el baloncesto, el beisbol y el futbol soccer, entonces se surtían de uniformes, guantes, bates y balones en Deportes La Fama. Por su parte, La Soriana y Almacenes García (del edificio de dos pisos del antiguo Hotel Francia) contaban con un gran surtido de ropa para caballero, dama, niños y bebé, además de coloridas telas y hules para forrar libros y cuadernos escolares. La singular Pastelandia era el paraíso de los sabores, pues se exhibían en charolas deliciosos panes, bizcochos y pasteles y, en especial, se expendían unos asequibles y blancos pasteles de merengue y coco y “azucarosos” y blandos bizcochos. En cambio, Mueblerías Villarreal representaba otro emporio de buenos muebles para cocinas, recámaras y salas, muy cerca del antiguo edificio de estilo porfiriano de Correos de México (hoy Museo Casa Chihuahua).
Dentro de este contexto de tiendas y comercios pequeños, los niños y jóvenes gozaban mucho al comienzo de los ciclos escolares. Entonces, se embriagaban con los útiles escolares, olorosos a madera y a papel nuevo, dentro de las librerías y papelerías y cada temporada escolar acudían presurosos a dichos negocios con sus padres o solos. Estos comercios se saturaban de clientes hacia el final del verano y representaban el mundo del conocimiento, la creatividad, la lectura y la escritura, las ciencias y las humanidades. Por ejemplo, las librerías y papelerías Palas Atenas y Publicaciones Nacionales ofrecían diversos productos de esta clase. En particular, el primer negocio contaba con los fascinantes libros de texto de matemáticas, biología, español, química, física, música, historia de México, historia universal, literatura universal y vendían los colores de madera con los dibujos de Blanca Nieves y los Siete Enanos trazados en la caja. Con estos colores, los niños acostumbraban dibujar héroes históricos, casitas, árboles, ríos, animales, peces, nubes y montañas en sus cuadernos para cumplir con sus tareas de dibujos o entre los descansos de clases como mera afición personal. En particular, eran famosos los lápices amarillos marca Mirado y los cuadernos Scribe, Polito y Colonial de virginales y blancas páginas abundantes, los cuales eran muy invitantes para escribir reportes escolares y composiciones. También, se adquirían en estos negocios juegos de geometría, gomas de borrar, pegamentos y tantos útiles escolares que revelaban la gran pasión por la escuela y el conocimiento de muchos chihuahuenses de aquellos años maravillosos de tranquila vida provinciana.


EN ESTA ZONA DE LA CALLE LIBERTAD, ESTABA LA LIBRERIA Y PAPELERIA PALAS ATENEA, MUY CERCA DEL PALACIO DE GOBIERNO DEL ESTADO DE CHIHUAHUA



PUBLICACIONES NACIONALES SE HALLABA EN EL PRIMER PISO DE ESTE EDIFICIO, POR LA CALLE LIBERTAD

Un libro que envuelve mi memoria con nostalgia es Perdidos en el espacio. Era exhibido en un vertical y estrecho aparador de cristal de Publicaciones Nacionales. Nunca pude comprarlo ni recuerdo el autor de este texto. Este libro era la base de la popular serie de televisión norteamericana donde el temeroso y conflictivo Doctor Smith metía siempre en problemas a la unida y ordenada familia Robinson cada vez que su nave El Júpiter II arribaba a un planeta desconocido. La familia estaba compuesta por los esposos Robinson y los hijos de ambos la rubia Judy, la bella y dulce Penny y el suspicaz Will y los acompañaban siempre el mayor Don West y el atingente Robot. Esencialmente, Perdidos en el espacio / Lost in Space fue una serie de gran éxito en los Estados Unidos y México durante la década de los sesenta.
¡Cuánta historia del comercio citadino de la ciudad de Chihuahua se encerraban en esos lugares de la calle Libertad, el mero “corazón” del Centro Histórico! ¡Cuántos recuerdos familiares y de amistad pasaron por esa zona comercial!


2. LOS APASIONANTES Y ENSOÑADORES CINES DEL CENTRO


Esencialmente, los cines fueron el centro del entretenimiento familiar durante las décadas de los sesenta y los setenta.  Además, de los cines Plaza y el Alcázar, otras salas se ubicaban cerca del sector de la calle Libertad. El más bello e histórico fue el Cine Colonial (hoy Teatro de la Ciudad). Se ubicaba en la calle Ojinaga, casi esquina con Avenida Independencia. Durante un tiempo, este cine se especializaba en filmes del famoso Cine Ranchero y del Cine de Luchadores, con estrellas como Antonio y Luis Aguilar, los chihuahuenses Lucha Villa y Miguel Aceves Mejía, Javier Solís, El Santo, Blue Demon, Mil Máscaras y otros actores. Otra sala de gran clase en su arquitectura fue el Cine Azteca. Esta sala estuvo destinada para gente de más escasos recursos económicos, los cuales podían disfrutar de tres filmes mexicanos por pocos pesos. Fue fundada en 1929 por la actriz mexicana Lupe Rivas Cacho, según reza la placa colocada en ese lugar. Particularmente, obreros mestizos y tarahumaras asistían con frecuencia a ese lugar. Todavía se puede admirar la fachada con tallas de cantera de finos motivos y figuras míticas de la cultura náhuatl en la Avenida Ocampo, muy cerca de la Avenida Veinte de Noviembre. Los gentiles lectores de mi Blog pueden leer mi artículo “El Cine Azteca: Restos de belleza artística”, el cual fue publicado el lunes 15 de agosto de 2016. Para ello, consulten la siguiente liga:
En tanto, el Cine Chihuahua y el Cine Olimpia representaban otras opciones de cine mexicano, norteamericano y europeo, muy cerca del Palacio de Gobierno del Estado de Chihuahua. Se encontraban por la Avenida Venustiano Carranza, justo en los terrenos donde hoy se levanta el Edificio Héroes de la Revolución. En aquellos lejanos años, los fanáticos se embebían con los creativos carteles con fotografías de los filmes, los cuales eran colocados en las vitrinas de ambos cines y podían escoger entrar a uno u otro o hasta pasaban de una sala a otra en el mismo día. El primer cine destacaba por sus películas norteamericanas y mexicanas y porque las personas entraban por unos escalones, abrían las cortinas gigantes y de pronto se topaban arriba con la enorme pantalla con las escenas de la película si llegaban un poco tarde. El segundo era una espaciosa sala con paredes de madera y mostraba filmes de gran calidad artística del cine europeo y estadounidense. Cerca de ahí, la Sala 2001 era muy moderna y más reciente y se convirtió en sede de la Fiscalía General del Gobierno del Estado. Estaba situado en la calle Vicente Guerrero, en el lado oeste del Paraninfo de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH).
En especial, el ya desaparecido Cine Variedades pertenecía a una clase especial de sala. Deleitaba a los niños con sus funciones de viejas películas de Walt Disney como Bambi (1942) La Dama y el Vagabundo (1955) y  Blanca Nieves y los Siete Enanitos (1937). Estaba en la flamante Avenida Juárez, zona de restaurantes de lujo, muy cerca de la Avenida Colón y del famoso hotel estilo hispano-californiano Hotel Victoria, el cual era propiedad del empresario don Mariano Valenzuela. Esta sala se caracterizaba por ser un enorme galerón propio de la década de los sesenta y cabían en sus dos grandes secciones numerosos espectadores, especialmente cuando el cine era un gran espectáculo para masas en México. La gente salía de este bello cine de coloridas marquesinas similares a las del Cine Plaza, cruzaba la Juárez y disfrutaba de una hamburguesa y una malteada en el restaurante de bellísimo nombre La Luz del Día, el cual contaba con un estacionamiento de tejabanes propio para clientes que querían servicio en sus vehículos. Su diseño se parecía a los viejos cafés  norteamericanos tipo Sixties, donde servían nieves, hamburguesa, hot dogs y malteadas. Ahora el  edificio del antiguo Cine Variedades es recinto de la tienda Elektra.
Otros cines maravillosos ofrecían funciones de cine mexicano, norteamericano y europeo con sus ensoñadores y coloridas historias en movimiento. A la entrada, los espectadores se detenían a comprar palomitas, chocolates, refrescos, hot dogs y sándwiches en sus relumbrosos expendios de alimentos y bebidas del cómodo lobby. Por ejemplo, el Cine Dorado forma parte de una generación posterior de salas. Fue inaugurado a principios de la década de los setenta y se encontraba en la esquina de las avenidas Universidad y Niños Héroes, donde ahora se ubica la plaza con la estatua del rebelde indio tarahumara Teporaca. Uno de sus primeros filmes fue Operación Plus Ultra, cinta del cine español. Posteriormente, exhibieron allí filmes de cine erótico y cine italiano durante algunos años. Por su parte, el Cine Premiére de la calle Aldama, muy cerca de la Avenida Independencia, fue derruido para ubicar un estacionamiento. Era el territorio de los filmes norteamericanos. El Cine Revolución también fue derrumbado para crear la actual Plaza de las Fuentes de la Avenida Juárez y calle Vicente Guerrero o Neri Santos, donde se erige la imponente estatua al Policía Caído. Finalmente, el Astro Cinema es sede de una iglesia cristiana en la actualidad. Se ubica en la esquina de la Avenida Universidad y calle Garcia Conde.
Otros cines destacados estaban más alejados del Centro Histórico y fueron edificados a finales de los setenta. Por ejemplo, la Sala 2000 ofreció diversas funciones de filmes de gran éxito en taquilla como La Bamba (1987) de Luis Valdez y Alien (1979) de Ridley Scott, entre numerosas cintas. Estaba situado en la calle Progreso, a espaldas del actual edificio de la Junta de Aguas y Saneamiento, donde funcionaba antes el periódico Novedades de Chihuahua.


3.    LOS NEGOCIOS CERCANOS A LA PLAZA MERINO


Por la calle Libertad, hacia el oeste, se distinguían otros negocios, a partir de la Casa del ex gobernador Enrique C. Creel y cerca de la Catedral de Chihuahua. En primer lugar, la desaparecida Casa Acosta vendía ropa en la esquina de las calles Segunda y Libertad y tenía un caballito pinto de duro metal que respingaba cuando se depositaba una moneda en la ranura de la base de metal. En segundo lugar, la flamante y espaciosa La Feria vendía ropa y calzado muy elegantes y de buena factura en el edificio donde se hallaba antes la famosa tienda La Francia Mercante de las calles Libertad y Cuarta. Pertenecía a la familia Legarreta. En tercer lugar, otra tienda La Soriana surtía ropa a la clase media, a un lado de la populosa Plaza Merino.


LA PRESTIGIOSA TIENDA LA FERIA SE UBICABA EN ESTE EDIFICIO ANTIGUO DE LA CALLE LIBERTAD, JUSTO EN EL LADO NORTE DE LA CATEDRAL DE CHIHUAHUA


En especial, la fascinante tienda de papelería y juguetes La Casa del Barillero se encontraba en la calle Libertad, justo enfrente de dicha plaza, donde ahora se encuentra la Papelería Zero. Esencialmente, este negocio contaba con aromosos cuadernos y juguetes de plástico de animales de granja, de mar y de la selva y héroes de historietas como El Llanero Solitario, El Zorro y Toro, entre diversos productos de escuela y de juegos infantiles. En tanto, La Casita de Paja contaba con deliciosos alimentos preparados como guisos y sopas. En la Ferretería El Pino, se podían hallar piezas de baños y cocinas y herramientas de reparación. Otra tienda de Discorama acumulaba discos de acetato de diversas revoluciones y tamaños en la esquina de la Libertad y la Avenida Ocampo.
Por ese sector cercano a la Plaza Merino, los viandantes caminaban a la compra de la mercancía deseada: cuadernos, lápices, comida, discos o herramientas. Entonces, se internaba uno en dicha plaza que tenía unos baños públicos subterráneos. La gente se apostaba enfrente de la clásica y tradicional Refresqueria Martinez, enclavada en tal plaza y encerrada en un pequeño cuartito con mostrador hacia fuera. Los clientes acostumbraban beber sabrosas aguas frescas de piña, coco, melón o limón o una malteada de chocolate con delicioso Choco Milk y comerse  piezas de rico pan dulce mexicano o un jamoncillo que se deshacía en la boca con gran y dulce placer. Mientras tanto, los ojos de la gente recorrían la cuerda de ixtle que colgaba ahí y miraban arriba, moviendo sus “tiernas aletillas” de papel las historietas y revistas de deportes. Por ejemplo, los fanáticos compraban pro pocos pesos las nuevas y relumbrosas ediciones de los cómics del momento: Kalimán, el hombre del turbante blanco; Memín Pinguín, el niño de raza negra con su madre Eufrosina; El Llanero Solitario, Gene Autry, Roy Rogers, Red Rider y Hopalong Cassidy, los grandes héroes del salvaje oeste estadounidense; Batman, Superman y Aquaman, los poderosos superhéroes salvadores de la humanidad; Archie y sus amigos, los jóvenes de la clase media y alta norteamericana que disfrutaban de malteadas, escuela y amores: Verónica del Valle, Betty, Torombolo y Carlos; La Pequeña Lulú, la dulce y graciosa niña; Fantomas, el personaje del traje, la capa y la máscara elegantes. Además, los fanáticos al deporte seguían a sus equipos y estrellas en las revistas Lucha Libre, FutbolBalón, Arena Box y Lucha y Beisbol, entre otras revistas. Así pues, las historietas y revistas deportivas contaban con cientos de lectores y fueron una gran pasión y una sencilla lectura durante las décadas de los sesenta y los setenta mientras se saboreaban un refresco, un café y un lonche o torta de carne de res o de puerco. Podían tener entre sus ávidas manos la fresca literatura de palabras y dibujos de colores del día o de la semana, como un pez recién pescado en los puestos de revistas como la célebre Refresquería Martínez. Además, este negocio apoyaba a los equipos deportivos en los candentes y disputados torneos municipales con coloridos y relumbrosos uniformes. Finalmente, estas historietas y revistas deportivas fueron la escuela de imaginación y fantasía para muchos niños de aquellos años en que México era un país subdesarrollado y la ciudad de Chihuahua una ciudad provinciana y amable.


4.    LOS NEGOCIOS DE LA CALLE VICTORIA: ROPA, ÚTILES ESCOLARES Y MEDICINAS


          En la calle Victoria, entre las avenidas Independencia y Ocampo, los comercios ofrecían telas, ropa y calzado, artículos religiosos, medicinas, comida, artículos de cocina, papelería y medicinas. La gente puede recordar tal vez dos negocios en la esquina de la Victoria y la Cuarta: Los famosos Almacenes Touché, negocio al que acudían rancheros y menonitas a comprar diversas telas para hacer sus ropas de trabajo rural, o La Casa Aragon con su surtido de ropa y calzado para todas las edades. En las tiendas Montoya y París México, los clientes adquirían elegantes camisas, pantalones y trajes y fin calzado. Justo en esa zona, se paraban algunas rutas de las camionetas del antiguo transporte público de la ciudad. En  tanto, La Candelaria surtía puntualmente de los albos trajes para hacer la Primera Comunión en los templos católicos de la ciudad y de los libritos con fragmentos de La Biblia. Por su parte, la clásica Botica Central era un espacioso lugar donde la gente podía sentarse y esperar el atingente suministro de medicinas o pasar por los estantes para comprar cremas Teatrical  o Nivea y brillantinas Glostora o Wildrot. En la íntima Librería Victoria, los fanáticos de la literatura adquirían libros de las editoriales Fondo de Cultura Económica y Porrúa, por ejemplo. Se ubicaba justo enfrente de lo que hoy es el Hotel Quality Inn San Francisco, entre la calle Cuarta y la Avenida Ocampo. Ocupaba un lugar especial en aquellos años de los sesenta y los setenta el popular negocio de Casa La Mexicana, cuyos propietarios eran inmigrantes libaneses. En este lugar, se exhibían en los aparadores cazuelas, ollas, vasijas, platos, tazas y cubiertos de metal. Estaba justo en el lado oeste de la Botica Central. Finalmente, los rancheros se equipaban y todavía se equipan de ropa de campo, simple o elegante, en El Norteño, propiedad de la familia Nahas.


ALMACENES TOUCHE VENDIA SUS DIVERSAS TELAS EN ESTA ANTIGUA CASA CON TALLAS DE CANTERA, SITUADA EN EL LADO SUR DE LA CATEDRAL DE CHIHUAHUA



CASA LA MEXICANA ESTABA EN EL EDIFICIO DE CANTERA DE DOS PISOS



ESTA FUE LA ANTIGUA CASA DE PEDRO ZULOAGA. EN ESTE SITIO, HA FUNCIONADO LA TIENDA EL NORTENO POR VARIAS DECADAS.


La Mercería Víctor era otro lugar fascinante para los niños, jóvenes y estudiantes. En los mostradores de cristal y madera de este sitio, se podían ver cuadernos, lápices, bolígrafos, colores y diversos útiles escolares y materiales propios de las papelerías. En especial, contaban con unos exhibidores de metal donde ponían los bellos libros de la colección Clásicos Ilustrados en versión simplificada. Por ejemplo, exhibían las historias de las novelas Las Aventuras de Tom Sawyer y Huckleberry Finn del norteamericano Mark Twain; Belleza Negra que trataba sobre la historia de un hermoso corcel azabache; Mujercitas de Louise M. Alcott; la novela La isla del Tesoro de Robert Louis Stevenson. Esta mercería estaba justo en la esquina de la calle Victoria y la Avenida Ocampo, donde ahora se encuentra una conocida tienda de ropa vaquera.


5.    LOS RECUERDOS DE LUIS RENÉ BAROUSSE SOBRE EL CENTRO DE CHIHUAHUA


          —Acá de este lado había una gasolinera —me dice Luis René Barousse y me apunta hacia la zona de la calle Libertad y Avenida Venustiano Carranza, en la zona que hoy ocupa la Plaza Grandeza de Chihuahua— y también estaban por ahí la Ferretera Fronteriza y Riga. Estamos justo afuera del Centro Joyero de la calle Libertad y el comerciante habla del área este de la calle Libertad, por el rumbo de la Plaza Mayor o Plaza del Ángel.
          Cerca de esa área, por la Avenida Juárez, se ubicaban el periódico Norte propiedad del ex alcalde Luis Fuentes Molinar. A un lado del mismo, servían deliciosos alimentos los meseros del Café Saratoga y también se hallaba en esa zona Funerales La Paz. Esa área ahora es la Plaza Encuentro de las Culturas, donde los ciudadanos pueden admirar la prominente escultura en homenaje a La Madre Tarahumara de la artista Velia Acosta y las efigies de algunos venados saltarines tallados en metal.
Entonces, los recuerdos de Barousse viajan hacia el sur de la Avenida Independencia y menciona el café de chino de la esquina con la calle Morelos. Se llamaba La Suiza. En ese restaurante, expendían deliciosos panes recién hechos, comidas y aromático café. Entonces, rememoro otros negocios del área. Enfrente había unos baños de vapor y la desaparecida tienda de ropa y calzado Crédito Mexicano. En la esquina con la calle Ojinaga, todavía funciona el viejo negocio y la remozada papelería Newberry. Por la calle Valentín Gómez Farías, casi esquina con la Independencia, trabaja el antiguo Hotel Cortez con sus muros de intenso color naranja y justo enfrente los maestros del Colegio Palmore imparten clases. Antes, esta escuela fue el Centro Cristiano, con su gimnasio donde había torneos escolares de baloncesto.


EL CAFE LA SUIZA SERVIA DELICIOSOS PANES Y TAZAS DE CAFE EN ESTA CASA ANTIGUA DE LA AVENIDA INDEPENDENCIA, CASI ESQUINA CON CALLE MORELOS


Comerciante de prosapia, constructor de edificios por vocación y trabajo, chihuahuense de corazón, Luis René Barousse lamenta profundamente los últimos siete años tan vergonzosos para los chihuahuenses, entre 2008 y 2015. El señor Barousse es el dueño del Centro Joyero, situado en la calle Libertad, casi esquina con calle Quinta. Estudió en el antiguo Instituto Científico y Literario, construido en los terrenos que ahora ocupa el Paraninfo de la Universidad Autónoma de Chihuahua. Colaboró en la construcción de la biblioteca y la alcaldía del municipio de Morelos, en la Sierra Tarahumara, según informa él mismo durante esta amena plática de calle. Este negocio perteneció a su abuelo, quien era un inmigrante de origen francés. Particularmente, la familia Barousse vino del norte de Francia. El primo de Luis René era Jorge Barousse, quien fungió como alcalde de la ciudad de Chihuahua, durante el periodo de 2000-2003, cuando fue gobernador Patricio Martínez (1998-2004).
Muy afable y conversador, delgado y con bigote y lentes gruesos, don Luis René Barousse ofreció su breve y gentil conversación, afuera de su negocio de joyas.


6.    EL “VIEJO CENTRO” DE LA CIUDAD DE CHIHUAHUA: BELLEZA, VIDA Y MEMORIA



Es importante recordar la historia positiva, constructiva y civilizada de la capital del Estado de Chihuahua, donde han florecido el comercio y la cultura. En ese lugar, también permanecen en el tiempo histórico templos de gran arquitectura, bellos edificios de cantera de los poderes estatal y municipal, escuelas y museos de arte y de historia, los famosos murales de Aaron Pina Mora en el Palacio de Gobierno y los de Leandro Carreon en el Paraninfo de la UACH. La memoria de don Luis R. Barousse iluminó mi propia memoria dormida y oscurecida por la ausencia larga de esta ciudad moderna.
Recientemente, la ciudad de Chihuahua fue catalogada en el número dos entre las mejores ciudades medianas para vivir en 2016, justo detrás de Saltillo (Coahuila) y delante de Hermosillo (Sonora), según un reporte oficial. A pesar de la Recesión Económica y las batallas contra el crimen y la violencia, la ciudad de Chihuahua cuenta con una gran infraestructura urbana, comercial e industrial. Los parques industriales del norte y la poderosa zona comercial de la Avenida de la Juventud son una fuerte base económica, pero hay que trabajar muy duro, ser autenticos y buenos ciudadanos, fortaleciendo una poderosa y creativa alianza entre gobiernos y sociedad.

          En conclusión, “el viejo centro” de la ciudad de Chihuahua era pequeño y poseía una vida como de pueblo. Ya era centro cultural (diversas salas de cine), económico (abundantes tiendas), político (varios edificios gubernamentales) y religioso (la Catedral y algunos templos antiguos). En especial, este “viejo centro” fue un espacio íntimo de placer, comercio, cultura y rica convivencia social. Ante todo, fue un espacio de belleza, imaginación, intensas sensaciones, ilusión, fe, amor, familia, viaje: Arte puro en bruto, alimento del alma y de la memoria. Fue un lugar de vida.


(TODAS LAS FOTOS FUERON TOMADAS POR OSCAR ROBLES)

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