sábado, 4 de marzo de 2017

VAQUEROS, PAISAJE AGRESTE, ANIMALES Y TRABAJO EN LA PINTURA DE BEDA JAQUEZ

VAQUEROS, PAISAJE AGRESTE, ANIMALES Y TRABAJO EN LA PINTURA DE BEDA JÁQUEZ




ÓSCAR ROBLES




          En técnica mixta o al pastel, los cuadros de Beda Jáquez recrean la belleza de las arduas faenas del campo; la vigorosa y heroica acción de los vaqueros en el arreo o el herradero; la belleza de sus vestimentas casi guerreras y épicas; los equipos de trabajo hechos de cuero y metal primordialmente; briosos y fieles caballos; salvajes reses de varias razas; rústicas y telúricas casas; y, sobre todo, hermosos paisajes agrestes plenos de sol, cielo, agua, tierra y/o árboles.
En general, las pinturas de Jáquez son una forma de exaltar la cultura rural y la ganadería del Estado de Chihuahua, cultura norteña del llano y del valle, bajo un pulido realismo figurativo. Es una manera de proyectar al vaquero norteño como un verdadero héroe de todos los tiempos que emprende duras “batallas” todos los días para cuidar el ganado. La ganaderia ha sido una de las grandes actividades económicas de Chihuahua desde que Cristóbal de Ontiveros introdujo esta actividad en dicho estado, durante la Colonia Española hasta el presente siglo XXI.
En especial, veinte pinturas de Jáquez fueron expuestas en 2015 en la ciudad de Chihuahua. Todos estos cuadros describen escenas campestres que exaltan la labor del campo y el protagonismo de sus hombres fuertes. Se observan en los cuadros vaqueros, reses, corrales, casas, arreos, ríos y árboles: Toda la belleza y la pasión de la tierra chihuahuense, sin concreta geografía o historia. He aquí una breve descripción de algunos de los cuadros:
1) Pudo admirarse a un vaquero sentado en una banca de piedras, justo afuera de una pequeña casa de adobes donde se guardan los arreos y la pastura. Se ve investido de chaparreras amarillas, camisa blanca, tradicional y blanquecino sombrero de alas cortas, portando una soga entre sus manos y una montura a su lado. Es una de las mejores pinturas, por el natural colorido, la consistencia de los volúmenes y la precisión de los detalles de muros, hombre y arreos. Luce como un cuadro de gran fuerza: El vaquero descansa, reflexiona, todavía con su “armadura” y su “casco” puestos en su cuerpo.
2) Otro de los grandes cuadros es una escena panorámica de gran factura artística. Describe a un jinete que conduce una manada de vacas cerca de un río de aguas azul profundo, dentro de una tranquila escena laboral que se alimenta de un poco de bucolismo y, sobre todo, exhibe gran belleza en el trazo de la tierra y las aguas del río.
3) Dos vaqueros amarran a un animal vacuno de color blanco, vistos desde un cercano acercamiento. El hombre del frente está de espaldas y trata de inmovilizar a la res. Viste camisa azul claro, chaleco y chaparreras de piel en color marrón claro, casi amarilloso.
4) El esplendor azulino del cielo de Chihuahua aparece en una pintura, trazado con una delicadeza de colores, una transparencia celeste, justo al fondo. Este cielo se nutre de algunos rayos solares y sirve de marco a otra escena con tres vaqueros que curan, señalan en la oreja y/o ponen el hierro a una res derribada sobre el suave pasto. La belleza del cielo azul y luminoso, tal vez de un amanecer, es impactante por su realismo, su “acuoso” resplandor de precisa luz solar derramándose sobre el mundo. 
5) Otra obra muestra a varias reses caminando en manada, vistas desde un cercano acercamiento. Reluce la pelambre de los animales, plasmada con precisión.
6) También, aparece en otro lienzo un niño mirando el alboroto de las reses amontonadas en un corral de palos. Es el futuro vaquero en ciernes que alimenta su futuro amor por el campo.
7)  Dos activos jinetes arrean algunas reses bajo el oro de la tarde,  montados en sus alazanes caballos, con la soga en alto como guerreros en batalla, entre el resplandor solar como de fuego que invade toda la escena. Una cara pinta de blanco y negro de una vaca asoma graciosamente entre los cuerpos de los animales, para dar un poco de dulzura al furioso incendio del sol y a la confusión del trabajo.
8) Este cuadro exalta los objetos que son símbolo de la ganadería y de los vaqueros en general. Son un típico sombrero norteño de alas cortas y un libro de ganadería, ambos colocados sobre una mesa. El buen dibujo y el buen pincel retratan con fidelidad a estos objetos.
En conjunto, las escenas de estas veinte obras pictóricas ofrecen un panorama vigoroso sobre los vaqueros y su elegante vestimenta a base de camisa, pantalones de mezclilla y chaparreras; sobre la verde vegetación del campo y sus bucólicos ríos de aguas mansas; sobre las clásicas escenas de herrar reses y conducir al ganado vacuno en corrales y veredas; sobre la portentosa luz del sol, esa claridad que enamora y siempre hace pensar en la presencia de Dios en la tierra. Dominan en estos cuadros los hombres con su porte viril y recio.
En la muestra citada, también se incluyeron algunos objetos reales propios de la cultura del vaquero chihuahuense y se escribieron en los muros algunos textos literarios sobre la gente del campo. Estos elementos testimoniales y literarios sirvieron para ambientar la convivencia entre arte y actividad económica, belleza y productividad, dentro de la cultura chihuahuense. Por ejemplo, se pusieron dos duros fierros de herrar en la pared, entrecruzados; se exhibió una montura original de piel sobre un pequeño mueble de madera; se colocaron un sombrero, una soga y una tradicional bombilla de petróleo y mecha sobre una verde paca de pasto para el ganado.
En especial, los espectadores pudieron leer hermosas y profundas ideas sobre la vida campirana en general. Algunos de estos pensamientos evocan un tanto las ideas del poema romántico El Gaucho Martín Fierro (1872) del argentino José Hernández. Por ejemplo, uno de los fragmentos expresaba poéticamente la necesidad de contar siempre con los vaqueros y la gente del campo, ya que en su duro trabajo se funde el ser humano con la naturaleza. Su autor era Juan Llamas y sus versos exaltaban al hombre del medio rural: “Que no se acaben los hombres / que tienen sabor a campo/ tueste de todos los soles / y aroma de los cerrados.” Por su parte, Esperanza López describe la perfecta fusión de jinete y caballo en las pacíficas y productivas funciones del campo: “Cuando sientes que tu caballo eres tú. . . que te siente y tú lo sientes. . . atento a todo lo que mandas, a todo lo que piensas. Cuando pasa todo eso. . . ¡sabes lo que es la felicidad!”
          En suma, Beda Jáquez evoca en sus veinte cuadros los paisajes que ella vio en la región agreste de Santa María de Cuevas y los retrata con un realismo pleno de colores suaves y dulces. Ante todo, sus encuadres, perspectivas y enfoques armónicos captan la vida del vaquero norteño, perfectamente insertado en su espacio natural, con sus animales y arreos de trabajo. Las pinturas de Jáquez lucen como perfectas estampas de almanaque o cartel o cuadro y despliegan una gran belleza y una exaltación de los hombres del campo que desarrollan la ganadería. Finalmente, la pintora chihuahuense construye sólidamente memorables figuras humanas, animales, vegetales y objetuales, para dar un contundente testimonio artístico de los trabajos del vaquero chihuahuense.
          Con sus bellos cuadros, Beda Jáquez produce una necesaria narrativa del campo de Chihuahua, en tiempos de claro dominio de la vida urbana, bajo el capitalismo global y multinacional. Sus faenas campiranas trazan la vida esencial del ranchero chihuahuense, hombre o mujer, anciano o joven, arriero o herrador, en reposo o en trabajo. Se ven como escenas arduas y laboriosas, pero sus dulces y suaves colores y firmes dibujos dotan de una serena idealización, de una gran armonía del campo. Los vaqueros son “héroes” del trabajo y la productividad, para la artista.
          Beda Jáquez nació en la ciudad de Chihuahua y vivió su infancia en el pueblo de Santa María de Cuevas, municipio de Belisario Domínguez [Chihuahua], la tierra donde nacieron los padres de la artista. Estudió artes plásticas en la Facultad de Bellas de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) y se graduó en 1985.
          Estas veinte obras fueran expuestas bajo el positivo y telúrico título de Pastos y montañas: Una tierra generosa en el Centro de Desarrollo Cultural (CDC) de la ciudad de Chihuahua, entre octubre y noviembre de 2015. Su exhibición fue para celebrar el aniversario 306 de la Fundación de la Ciudad de Chihuahua.
          Los gentiles lectores pueden contemplar algunas pinturas de la artista Beda Jáquez en los siguientes dos sitios:



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