VAQUEROS, PAISAJE AGRESTE, ANIMALES
Y TRABAJO EN LA PINTURA DE BEDA JÁQUEZ
ÓSCAR ROBLES
En técnica mixta o al pastel, los cuadros de Beda Jáquez
recrean la belleza de las arduas faenas del campo; la vigorosa y heroica acción
de los vaqueros en el arreo o el herradero; la belleza de sus vestimentas
casi guerreras y épicas; los equipos de trabajo hechos de cuero y metal
primordialmente; briosos y fieles caballos; salvajes reses de varias razas; rústicas
y telúricas casas; y, sobre todo, hermosos paisajes agrestes plenos de sol,
cielo, agua, tierra y/o árboles.
En general, las pinturas de Jáquez son una forma de
exaltar la cultura rural y la ganadería del Estado de Chihuahua, cultura
norteña del llano y del valle, bajo un pulido realismo figurativo. Es una
manera de proyectar al vaquero norteño como un verdadero héroe de todos los
tiempos que emprende duras “batallas” todos los días para cuidar el ganado. La ganaderia ha sido una de las grandes actividades económicas de Chihuahua desde que
Cristóbal de Ontiveros introdujo esta actividad en dicho estado, durante la Colonia Española hasta el presente
siglo XXI.
En especial, veinte pinturas de Jáquez fueron expuestas
en 2015 en la ciudad de Chihuahua. Todos estos cuadros describen escenas
campestres que exaltan la labor del campo y el protagonismo de sus hombres
fuertes. Se observan en los cuadros vaqueros, reses, corrales, casas, arreos,
ríos y árboles: Toda la belleza y la pasión de la tierra chihuahuense, sin
concreta geografía o historia. He aquí una breve descripción de algunos de los
cuadros:
1) Pudo admirarse a un vaquero sentado en una banca de
piedras, justo afuera de una pequeña casa de adobes donde se guardan los arreos
y la pastura. Se ve investido de chaparreras amarillas, camisa blanca,
tradicional y blanquecino sombrero de alas cortas, portando una soga entre sus
manos y una montura a su lado. Es una de las mejores pinturas, por el natural
colorido, la consistencia de los volúmenes y la precisión de los detalles de
muros, hombre y arreos. Luce como un cuadro de gran fuerza: El vaquero
descansa, reflexiona, todavía con su “armadura” y su “casco” puestos en su
cuerpo.
2) Otro de los grandes cuadros es una escena panorámica
de gran factura artística. Describe a un jinete que conduce una manada de vacas
cerca de un río de aguas azul profundo, dentro de una tranquila escena laboral
que se alimenta de un poco de bucolismo y, sobre todo, exhibe gran belleza en
el trazo de la tierra y las aguas del río.
3) Dos vaqueros amarran a un animal vacuno de color
blanco, vistos desde un cercano acercamiento. El hombre del frente está de
espaldas y trata de inmovilizar a la res. Viste camisa azul claro, chaleco y chaparreras
de piel en color marrón claro, casi amarilloso.
4) El esplendor azulino del cielo de Chihuahua aparece en
una pintura, trazado con una delicadeza de colores, una transparencia celeste,
justo al fondo. Este cielo se nutre de algunos rayos solares y sirve de marco a
otra escena con tres vaqueros que curan, señalan en la oreja y/o ponen el
hierro a una res derribada sobre el suave pasto. La belleza del cielo azul y
luminoso, tal vez de un amanecer, es impactante por su realismo, su “acuoso”
resplandor de precisa luz solar derramándose sobre el mundo.
5) Otra obra muestra a varias reses caminando en manada,
vistas desde un cercano acercamiento. Reluce la pelambre de los animales,
plasmada con precisión.
6) También, aparece en otro lienzo un niño mirando el
alboroto de las reses amontonadas en un corral de palos. Es el futuro vaquero
en ciernes que alimenta su futuro amor por el campo.
7) Dos activos
jinetes arrean algunas reses bajo el oro de la tarde, montados en sus alazanes caballos, con la soga
en alto como guerreros en batalla, entre el resplandor solar como de fuego que
invade toda la escena. Una cara pinta de blanco y negro de una vaca asoma graciosamente
entre los cuerpos de los animales, para dar un poco de dulzura al furioso
incendio del sol y a la confusión del trabajo.
8) Este cuadro exalta los objetos que son símbolo de la
ganadería y de los vaqueros en general. Son un típico sombrero norteño de alas
cortas y un libro de ganadería, ambos colocados sobre una mesa. El buen dibujo
y el buen pincel retratan con fidelidad a estos objetos.
En conjunto, las escenas de estas veinte obras pictóricas
ofrecen un panorama vigoroso sobre los vaqueros y su elegante vestimenta a base
de camisa, pantalones de mezclilla y chaparreras; sobre la verde vegetación del
campo y sus bucólicos ríos de aguas mansas; sobre las clásicas escenas de
herrar reses y conducir al ganado vacuno en corrales y veredas; sobre la
portentosa luz del sol, esa claridad que enamora y siempre hace pensar en la
presencia de Dios en la tierra. Dominan en estos cuadros los hombres con su
porte viril y recio.
En la muestra citada, también se incluyeron algunos
objetos reales propios de la cultura del vaquero chihuahuense y se escribieron
en los muros algunos textos literarios sobre la gente del campo. Estos
elementos testimoniales y literarios sirvieron para ambientar la convivencia
entre arte y actividad económica, belleza y productividad, dentro de la cultura
chihuahuense. Por ejemplo, se pusieron dos duros fierros de herrar en la pared,
entrecruzados; se exhibió una montura original de piel sobre un pequeño mueble
de madera; se colocaron un sombrero, una soga y una tradicional bombilla de
petróleo y mecha sobre una verde paca de pasto para el ganado.
En especial, los espectadores pudieron leer hermosas y
profundas ideas sobre la vida campirana en general. Algunos de estos pensamientos
evocan un tanto las ideas del poema romántico El Gaucho Martín Fierro (1872)
del argentino José Hernández. Por ejemplo, uno de los fragmentos expresaba
poéticamente la necesidad de contar siempre con los vaqueros y la gente del
campo, ya que en su duro trabajo se funde el ser humano con la naturaleza. Su
autor era Juan Llamas y sus versos exaltaban al hombre del medio rural: “Que no
se acaben los hombres / que tienen sabor a campo/ tueste de todos los soles / y
aroma de los cerrados.” Por su parte, Esperanza López describe la perfecta
fusión de jinete y caballo en las pacíficas y productivas funciones del campo: “Cuando
sientes que tu caballo eres tú. . . que te siente y tú lo sientes. . . atento a
todo lo que mandas, a todo lo que piensas. Cuando pasa todo eso. . . ¡sabes lo
que es la felicidad!”
En suma, Beda
Jáquez evoca en sus veinte cuadros los paisajes que ella vio en la región
agreste de Santa María de Cuevas y los retrata con un realismo pleno de colores
suaves y dulces. Ante todo, sus encuadres, perspectivas y enfoques armónicos captan
la vida del vaquero norteño, perfectamente insertado en su espacio natural, con
sus animales y arreos de trabajo. Las pinturas de Jáquez lucen como perfectas estampas
de almanaque o cartel o cuadro y despliegan una gran belleza y una exaltación de
los hombres del campo que desarrollan la ganadería. Finalmente, la pintora chihuahuense
construye sólidamente memorables figuras humanas, animales, vegetales y
objetuales, para dar un contundente testimonio artístico de los trabajos del
vaquero chihuahuense.
Con sus
bellos cuadros, Beda Jáquez produce una necesaria narrativa del campo de Chihuahua,
en tiempos de claro dominio de la vida urbana, bajo el capitalismo global y
multinacional. Sus faenas campiranas trazan la vida esencial del ranchero
chihuahuense, hombre o mujer, anciano o joven, arriero o herrador, en reposo o
en trabajo. Se ven como escenas arduas y laboriosas, pero sus dulces y suaves colores
y firmes dibujos dotan de una serena idealización, de una gran armonía del campo.
Los vaqueros son “héroes” del trabajo y la productividad, para la artista.
Beda
Jáquez nació en la ciudad de Chihuahua y vivió su infancia en el pueblo de
Santa María de Cuevas, municipio de Belisario Domínguez [Chihuahua], la tierra donde
nacieron los padres de la artista. Estudió artes plásticas en la Facultad de
Bellas de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) y se graduó en 1985.
Estas
veinte obras fueran expuestas bajo el positivo y telúrico título de Pastos y montañas: Una tierra generosa en
el Centro de Desarrollo Cultural (CDC) de la ciudad de Chihuahua, entre octubre
y noviembre de 2015. Su exhibición fue para celebrar el aniversario 306 de la
Fundación de la Ciudad de Chihuahua.
Los
gentiles lectores pueden contemplar algunas pinturas de la artista Beda Jáquez
en los siguientes dos sitios:
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