martes, 9 de octubre de 2018

LA MEJOR DECADA DE LA MUSICA POPULAR MEXICANA


LA MEJOR DÉCADA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA



ÓSCAR ROBLES



         ¿Cuál es la década más grande de la música popular mexicana? Las opiniones pueden ser variadas. Los criterios para opinar pueden ser la calidad y cantidad de cantantes, compositores y grupos; la alta creatividad artística; la variedad y fuerza de los géneros musicales; la cantidad y la calidad de los medios de grabación y difusión [radio, cine, televisión y conciertos]; la cantidad de éxitos musicales a nivel nacional e internacional; la permanencia en el tiempo; el rating de piezas, intérpretes y compositores, entre otros más.
         Entonces, luce complicado fijar la mejor década porque hay muchos indicadores. Sin embargo, vale la pena hacer un pequeño y sencillo recuento de algunas décadas que podían figurar como la mejor de toda la historia de México. Sin duda, el siglo XX y el siglo XXI cuentan con más tecnología, mercado y publicidad para consagrar la buena música y colocarla en el gusto popular. Particularmente, desde la Época de Oro del cine mexicano (1935-1955) y el apogeo de la XEW como criterio selectivo de la gran música hasta el siglo XXI, puede emerger la mejor década en materia de música popular.
         Es posible que las décadas de los cuarenta, los cincuenta, los sesenta y los ochenta sean las mejores. El mejor cantante mexicano de la historia es Alejandro Fernández y su gran tiempo es el siglo XXI. Disco tras disco, canción tras canción, este cantante demuestra que es un gran intérprete con variedad de géneros musicales, gran éxito nacional e internacional y una abundante y variada producción musical. Sin embargo, desde los noventa a la fecha, el mercado es dominado por  reinterpretaciones y re-hechuras de viejas canciones del siglo XX y el impacto del mercado y la multiplicación de gustos musicales y centros de grabación de discos. En suma, un solo gran cantante no conforma necesariamente una tendencia o grupo y una “época dorada” de la música popular.
Además, varios de los mejores compositores de música popular desarrollaron su mejor producción creativa durante la segunda mitad del siglo XX. Entre estos creadores musicales se encuentran Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Tomás, Méndez, Cuco Sánchez, Armando Manzanero, Roberto Cantoral, Juan Gabriel, Marco Antonio Solís, Joan Sebastian, entre otros.
         Primeramente, la década de los cuarenta marca el primer impulso de la música ranchera en el cine de la Época de Oro, con el surgimiento de figuras cimeras como Lucha Reyes, Jorge Negrete, Pedro Infante y el Trío Los Calaveras. En esa misma década, el bolero latinoamericano adquiere un gran apogeo en los melodramas urbanos y en la radio XEW. También, es el gran tiempo de la música clásica mexicana con compositores como Carlos Chávez, Silvestre Revueltas y Miguel Bernal Jiménez, pero sus grandes piezas y sinfonías no pueden encuadrarse como música popular aunque varias de ellas aparecieron en filmes populares o sean reconocidas por millones de mexicanos, como es el caso de “Huapango” del jalisciense José Pablo Moncayo.
         En segundo lugar, la década de los cincuenta marca el surgimiento del mambo con el cubano-mexicano Dámaso Pérez Prado y su orquesta. Fue un género musical que estuvo en las películas mexicanas, sedujo al mundo y hasta el propio director italiano Federico Fellini incluyó un mambo en uno de sus célebres filmes. En tanto, el bolero y la música ranchera corrieron paralelos al mambo. Las canciones de Agustín Lara atraen a muchos intérpretes del continente hispanoamericano, los tríos empiezan su gran carrera con la música romántica apoyados en el bolero y las primeras canciones de José Alfredo Jiménez comienzan a grabarse.
         Sin embargo, parece que la década de los sesenta conjunta un mayor número de géneros musicales, canciones, cantantes, compositores, filmes y discos. El mercado y el comercio del espectáculo abren numerosos espacios en compañías de discos, estaciones de radio, canales de televisión, teatros, salas de cine, aparatos de tocadiscos, para el consumo de una nueva sociedad de masas que vive en el último tercio del famoso Desarrollo Estabilizador o Desarrollismo (1940-1970).
Primeramente, el famoso cine ranchero y las caravanas de artistas impulsan a cientos de cantantes y duetos que interpretan una veta rica de composiciones, durante el periodo de 1960-1969. Entonces, estos nuevos y viejos intérpretes toman canciones de los compositores pioneros [Manuel Esperón y Pepe Guízar, por ejemplo] como de los nuevos y creativos [José Alfredo Jiménez, Tomas Méndez, Cuco Sánchez, David Sáizar]. Emerge, pues, una creación musical híbrida de gran jerarquía artística: El bolero ranchero. Asimismo, se encumbra un gran intérprete de esta música: Javier Solís, un clásico de todos los tiempos. Mientras Jorge Negrete y Pedro Infante hacen más películas que discos en los cuarenta y los cincuenta, esta nueva década puede verse como la década dorada de la canción ranchera. Basta citar varios nombres grandes: Lucha Villa, Lola Beltrán, Amalia Mendoza, Miguel Aceves Mejía, Antonio Aguilar, Luis Aguilar, Flor Silvestre, Juan Mendoza “El Tariácuri”, La Torcacita, David y Juan Sáizar, María de Lourdes, Julio Aldama, David Reynoso, Demetrio González, María Duval y otros más.  
En esa misma década en que Los Beatles enloquecen el mundo occidental, aparece el pop rock con herencia de la música norteamericana. Entonces, se traducen canciones del inglés al español y se hacen adaptaciones musicales y filmes propios para jóvenes mexicanos. Por ejemplo, se traducen canciones del canadiense Paul Anka. Destacan Angélica María, Alberto Vázquez, Cesar Costa, Enrique Guzmán, Manolo Muñoz, Johnny Laboriel y grupos como Los Teen Tops.
En los convulsivos, liberales y transformadores sesenta, convergen diversos artistas de variados géneros musicales. Por ejemplo, surge el poder seductor de la música tropical con un grupo que hará historia en la música mexicana: La Sonora Santanera, que se compone de cuatro elementos importantes: El gran compositor Carlos Colorado y los buenos intérpretes como los hermanos Bustos y Juan Terrones. Además, Sonia López, La Chamaca de Oro, se les une por un tiempo y sus canciones causan revuelo en la sociedad con temas románticos interpretados en escenarios urbanos y de cabaret de la sociedad y los filmes. Otro gran grupo, El Mariachi Vargas de Tecalitlán, sirve de acompañamiento musical a los grandes cantantes de la música ranchera, a la vez que adquiere gran fuerza su proyección folclórica con sus interpretaciones de sones jaliscienses, huapangos y canciones rancheras con sus propios vocalistas. En tanto, el bolero sigue encantando a los mexicanos y numerosos solistas graban canciones de Agustín Lara y de otros compositores de bolero en Latinoamérica como el puertorriqueño Rafael Hernández. Entre estos boleristas, pueden mencionarse los nombres de Marco Antonio Muñiz y Pedro Vargas. En especial, los tríos cubren de romanticismo al país con Los Panchos, los Dandys, los Tres Ases y los Hermanos Martínez Gil, entre otros. La música de Agustín Lara mantiene su gusto y permanencia a través de diversos intérpretes. Por otro lado, se revitaliza la música ranchera con los duetos de mujeres, que llenan la radio y la televisión con sus bellas y delicadas voces de avecillas y le dan una nueva dimensión interpretativa y armónica al género ranchero. Entre estos duetos, sobresalen las Hermanas Padilla y las Hermanas Águila, quienes cobran renombre entre el público mexicano.  Finalmente, Lalo González “El Piporro” aporta humor y teatro al género norteño con fuerte raigambre en el estado de Nuevo León y lleva sus interpretaciones a los discos y al cine en filmes como El rey del tomate y El bracero del año.
La década de los setenta no tiene tanto impacto en la sociedad mexicana, puesto que el bolero y la canción ranchera comienzan a decaer al crecer la población urbana de México y al masificarse los gustos bajo un país subdesarrollado, pobre y en proceso de cambio en las costumbres sociales. Por otro lado, el cine de gran realismo social de ese tiempo se deshace de la música como componente esencial y construye una nueva estética bajo la tendencia del Nuevo Cine Mexicano, entonces el periodo 1970-1979 representa un periodo de gestación. En tanto, los grupos de cumbias se refugian en el Cine de Ficheras de la segunda mitad de dicha década. Por otro lado, los grupos de balada u onda grupera comienzan a ganar el gusto de los mexicanos. Sin embargo, las letras de las canciones son más sencillas, reflejo del nuevo lenguaje urbano y la masificación de la sociedad, o son francamente muy baladíes y no alcanzan el nivel poético del bolero y la canción ranchera. Aunque aparecen tres grandes estrellas [José José, Juan Gabriel y Vicente Fernández], la variedad de géneros y el número de compositores de gran jerarquía disminuye sensiblemente para dar paso a la popularidad de la balada y alimentar el entretenimiento del público mexicano. Incluso, cantantes de calidad como Estela Núñez, Manoella Torres y Roberto Jordán comienzan con gran vitalismo con sus discos, sus apariciones en televisión y/o sus escasos filmes y parece que los tres  iban a cubrir algunas décadas con sus bellas voces, como los tres mencionados estrellas, pero desaparecen de la escena por diferentes motivos. De este modo, la nueva sociedad urbana de masas y el impacto del mercado hacen que las letras de las baladas se suavicen, disminuyan sus imágenes poéticas e incorporen un lenguaje más cotidiano y sencillo. En tanto, los cantantes y grupos extranjeros cubren el gusto musical de los mexicanos, tanto los españoles [Mocedades, Raphael, Camilo Sesto, Julio Iglesias, Rocío Durcal] como los sudamericanos [Roberto Carlos, Leo Dan, Alberto Cortez]. 
Tras este periodo de “incubación” de cantantes, compositores y grupos, la década de los ochenta representa la emergencia de la balada como el gran género musical y los boleros son reinterpretados con nuevas voces y arreglos musicales. Radio, cine, televisión, teatros y disqueras convergen para impulsar a todos estos baladistas de gran voz y lirismo que enamoraron a los mexicanos y les trazaron la radiografía de su alma enamorada. Aparecen las cintas musicales y las videocintas como nueva tecnología para el mundo del espectáculo. Dos nombres llenan esa década: Rocío Durcal, La Española mas Mexicana, y el prolífico cantautor Juan Gabriel, quien puede verse como el tercer gran compositor mexicano al lado de Agustín Lara y José Alfredo Jiménez, puesto que los tres funden creatividad, calidad y cantidad de canciones. De este modo, la famosa colección Frente a Frente grabado por la española y el mexicano permanece como uno de los discos más vendidos de toda la historia de la música mexicana. Ellos dos son la mejor pareja de intérprete y cantautor desde el tiempo en que Lucha Villa y José Alfredo Jiménez tuvieron gran fama entre los sesenta y principios de los setenta y grabaron discos juntos y se presentaron varias semanas en la televisión mexicana, especialmente en el programa estelar Noches Tapatías de la empresa privada Televisa.
En esa misma década de los ochenta, convergieron grandes estrellas del pasado y del presente. Por ejemplo, desarrollan su talento en los medios masivos de comunicación los clásicos cantantes y grupos como Lucha Villa, Lola Beltrán, Amalia Mendoza, Marco Antonio Muñiz, José José, Vicente Fernández, Armando Manzanero, la Sonora Santanera y el Mariachi Vargas de Tecalitlán. Todos ellos se unen a los talentosos jóvenes como Yuri, Daniela Romo, Dulce, Pandora, Rocío Banquells, Lucero, Cristal, Flans, Luis Miguel, Emmanuel y Manuel Mijares. Se cantan canciones rancheras, boleros y baladas. Además, las estrellas de la canción latinoamericana entran al mercado y graban diversos géneros y sus voces son reconocidas por millones de mexicanos. Por ejemplo, destacan la peruana-mexicana Tania Libertad, la veracruzana Eugenia León y Guadalupe Pineda.
En los ochenta, la ranchera ya no es el centro de la música mexicana, puesto que la población urbana crece más en la Ciudad de México y en la provincia. Entonces, los temas, personajes y ambientes rurales pierden fuerza en el gusto de los mexicanos urbanos. En especial, Lucha Villa y Vicente Fernández mantienen vivo el género ranchero con nuevas composiciones o reinterpretaciones de viejos compositores [Manuel Esperón, José Alfredo Jiménez]. En tanto, Lola Beltrán y Amalia Mendoza persisten con sus grandes éxitos del pasado en la televisión. Especialmente, la mexicoamericana Linda Rondstad revitaliza el género con selectas piezas de gran calidad como “La cigarra”, “Rogaciano El Huapanguero”, “Los arbolitos”, “La cárcel de Cananea” y la excelsa pieza de compositor californiano “Sol que tú eres”. Asimismo, surgen en el género ranchero cantantes de buena calidad como Aída Cuevas, Carmen Cardenal y Valentina Leyva, pero la canción ranchera ya no alcanza el éxito, la popularidad y la cobertura en los medios tecnológicos que se mantuvo durante la década de los sesenta.
Entre la década de los noventa y 2018, la música mexicana se divide por el impacto del mercado nacional y global y hasta trasciende la frontera mexicoamericana y se difunde entre los mexicanos de los Estados Unidos. Sin embargo, el cine ya no refuerza tanto a la música y las canciones se refugian en la televisión, los discos, Internet y los conciertos públicos. Aunque la democracia política y social se fortalece en los últimos veintiocho años, se fractura el viejo nacionalismo mexicano frente a la emergencia de nuevos usos, costumbres globales, estrellas y canciones extranjeras en el territorio nacional. Entonces, cabe hacer cinco preguntas para evaluar correctamente la música de las últimas tres décadas:
1. ¿Hasta qué punto los nuevos géneros musicales representan un verdadero lirismo y armonía de melodías, civilidad, auténtico nacionalismo y calidad en letras, voces y arreglos musicales?
2. ¿Hasta qué punto las abundantes reinterpretaciones y re-hechuras pueden constituir un gran movimiento de la música mexicana a nivel nacional e internacional, frente al desplazamiento y la desaparición de los viejos compositores cimeros de la historia?
3. ¿En qué grado los grandes cantantes como Alejandro Fernández, Natalia Lafourcade, Lila Downs, Luis Miguel, Christián Castro, el grupo Maná y otros jóvenes cantantes, pueden configurar en verdad una gran época de la música mexicana al lado de los clásicos interpretes como Eugenia León, Yuri, Tania Libertad, Vicente Fernández, Emmanuel, Manuel Mijares y otros más, justo entre finales del siglo XX y el siglo XXI (1990-2018)?
4. ¿En qué medida una sociedad dividida entre la civilización y la barbarie, la legalidad y la ilegalidad pueden integrar un gran tiempo musical como oyentes y espectadores?
5. ¿Hasta qué punto la tecnología digital y privada con computadoras individualizadas y los grandes sitios de Internet con un repertorio gigante de canciones, han atomizado un posible y unitario movimiento musical en México y un mejor gusto estético por la música?
Las respuestas a las cinco preguntas anteriores pueden delinear o no la postura de que en los últimos veintiocho años se encuentra la mejor década de la música mexicana, con temas, intérpretes, compositores, grupos y éxitos propios. De cualquier forma, las décadas de los sesenta y los ochenta pueden constituir tal vez los dos mejores periodos con la mejor música mexicana de todos los tiempos. La primera es la etapa dorada de la música ranchera como eje principal; la segunda representa el apogeo de la balada romántica como base de desarrollo.
Los últimos veintiocho años [1990-2018] muestran un gran desarrollo económico y material en México, una gran tecnología mecánica y digital y un gran mercado comercial, todo ello generado por el gran impulso de la economía capitalista global. Sin embargo, ese periodo de casi treinta años revela una fractura parcial del nacionalismo mexicano. Entonces, han emergido diversos y  hasta opuestos gustos por ciertos géneros musicales, algunos de los cuales pueden ser muy disruptivos en música y en costumbres sociales.
Los gentiles lectores de mi Blog pueden tener otra opinión sobre la mejor década de la música popular mexicana. Para dilucidar cuál es la mejor década hay que partir de la calidad artística de las canciones [nivel poético, emotividad y/o poder narrativo], de los intérpretes [voces armónicas y entrenadas en los diversos tonos] y de los compositores [preparación musical y literaria] a lo largo de la historia. El mercado es el otro factor clave de la evaluación sobre un periodo musical.
Para finalizar el presente artículo, hay que señalar varios hitos de la música popular mexicana para ver su importancia nacional e internacional. En primer lugar, Alejandro Fernández se ha consolidado como el mejor cantante mexicano de toda la historia y dio un gran concierto de homenaje a la música mexicana en el Palacio de Bellas Artes a principios del siglo XXI. En segundo lugar, hace unos años, el presidente Barack Obama envió sentidas condolencias al presidente Enrique Peña por la muerte del cantautor Juan Gabriel. En tercer lugar, la pieza “Granada” de Agustín Lara sigue siendo interpretada por los mejores tenores del mundo, tales como Plácido Domingo, Juan Diego Flórez y Rolando Villazón. En cuarto lugar, el Mariachi Vargas de Tecalitlán ofrece conciertos de música mexicana en diversos continentes desde hace algunas décadas. En quinto lugar, directores de cine como el italiano Federico Fellini y el español Pedro Almodóvar incluyeron canciones de mambo y bolero mexicanos en sus filmes. En sexto lugar, el público en general puede ver muy buenos comentarios en el sitio youtube.com generados por personas nativas de Rusia, Puerto Rico y Sudamérica, los cuales alaban la gran calidad artística de Javier Solís o Jorge Negrete, dos de las mejores voces de toda la historia de México.
Sin duda, la música popular mexicana suena en el tiempo y el espacio. En la música clásica, sobresalen en la historia las sopranos Ángela Peralta y Olivia Gorra; los tenores Rolando Villazón, Francisco Araiza y Ramón Vargas y el barítono Roberto Bañuelas; los compositores Carlos Chávez [“La Sinfonía India”], Silvestre Revueltas [“La noche de los mayas”], José Pablo Moncayo [“Huapango”], Arturo Márquez [“Danzón No. 2”], entre otros.
Más cultura, educación, arte y música para la sociedad son las claves para producir y forjar grandes creadores culturales y musicales en el México del siglo XXI y para tener mejores oyentes. Sin armonía social y artística, no hay verdadera música.

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