LA MEJOR DÉCADA DE LA MÚSICA POPULAR MEXICANA
ÓSCAR ROBLES
¿Cuál es la
década más grande de la música popular mexicana? Las opiniones pueden ser
variadas. Los criterios para opinar pueden ser la calidad y cantidad de
cantantes, compositores y grupos; la alta creatividad artística; la variedad y
fuerza de los géneros musicales; la cantidad y la calidad de los medios de
grabación y difusión [radio, cine, televisión y conciertos]; la cantidad de
éxitos musicales a nivel nacional e internacional; la permanencia en el tiempo;
el rating de piezas, intérpretes y
compositores, entre otros más.
Entonces, luce
complicado fijar la mejor década porque hay muchos indicadores. Sin embargo,
vale la pena hacer un pequeño y sencillo recuento de algunas décadas que podían
figurar como la mejor de toda la historia de México. Sin duda, el siglo XX y el
siglo XXI cuentan con más tecnología, mercado y publicidad para consagrar la
buena música y colocarla en el gusto popular. Particularmente, desde la Época
de Oro del cine mexicano (1935-1955) y el apogeo de la XEW como criterio
selectivo de la gran música hasta el siglo XXI, puede emerger la mejor década
en materia de música popular.
Es posible
que las décadas de los cuarenta, los cincuenta, los sesenta y los ochenta sean
las mejores. El mejor cantante mexicano de la historia es Alejandro Fernández y
su gran tiempo es el siglo XXI. Disco tras disco, canción tras canción, este
cantante demuestra que es un gran intérprete con variedad de géneros musicales,
gran éxito nacional e internacional y una abundante y variada producción
musical. Sin embargo, desde los noventa a la fecha, el mercado es dominado
por reinterpretaciones y re-hechuras de
viejas canciones del siglo XX y el impacto del mercado y la multiplicación de
gustos musicales y centros de grabación de discos. En suma, un solo gran
cantante no conforma necesariamente una tendencia o grupo y una “época dorada”
de la música popular.
Además, varios de los mejores compositores de música
popular desarrollaron su mejor producción creativa durante la segunda mitad del
siglo XX. Entre estos creadores musicales se encuentran Agustín Lara, José
Alfredo Jiménez, Tomás, Méndez, Cuco Sánchez, Armando Manzanero, Roberto
Cantoral, Juan Gabriel, Marco Antonio Solís, Joan Sebastian, entre otros.
Primeramente,
la década de los cuarenta marca el primer impulso de la música ranchera en el
cine de la Época de Oro, con el surgimiento de figuras cimeras como Lucha
Reyes, Jorge Negrete, Pedro Infante y el Trío Los Calaveras. En esa misma
década, el bolero latinoamericano adquiere un gran apogeo en los melodramas
urbanos y en la radio XEW. También, es el gran tiempo de la música clásica
mexicana con compositores como Carlos Chávez, Silvestre Revueltas y Miguel
Bernal Jiménez, pero sus grandes piezas y sinfonías no pueden encuadrarse como
música popular aunque varias de ellas aparecieron en filmes populares o sean
reconocidas por millones de mexicanos, como es el caso de “Huapango” del
jalisciense José Pablo Moncayo.
En segundo lugar,
la década de los cincuenta marca el surgimiento del mambo con el
cubano-mexicano Dámaso Pérez Prado y su orquesta. Fue un género musical que
estuvo en las películas mexicanas, sedujo al mundo y hasta el propio director
italiano Federico Fellini incluyó un mambo en uno de sus célebres filmes. En
tanto, el bolero y la música ranchera corrieron paralelos al mambo. Las
canciones de Agustín Lara atraen a muchos intérpretes del continente
hispanoamericano, los tríos empiezan su gran carrera con la música romántica
apoyados en el bolero y las primeras canciones de José Alfredo Jiménez
comienzan a grabarse.
Sin
embargo, parece que la década de los sesenta conjunta un mayor número de
géneros musicales, canciones, cantantes, compositores, filmes y discos. El mercado
y el comercio del espectáculo abren numerosos espacios en compañías de discos,
estaciones de radio, canales de televisión, teatros, salas de cine, aparatos de
tocadiscos, para el consumo de una nueva sociedad de masas que vive en el
último tercio del famoso Desarrollo Estabilizador o Desarrollismo (1940-1970).
Primeramente, el famoso cine ranchero y las caravanas de
artistas impulsan a cientos de cantantes y duetos que interpretan una veta rica
de composiciones, durante el periodo de 1960-1969. Entonces, estos nuevos y
viejos intérpretes toman canciones de los compositores pioneros [Manuel Esperón
y Pepe Guízar, por ejemplo] como de los nuevos y creativos [José Alfredo
Jiménez, Tomas Méndez, Cuco Sánchez, David Sáizar]. Emerge, pues, una creación musical
híbrida de gran jerarquía artística: El bolero ranchero. Asimismo, se encumbra
un gran intérprete de esta música: Javier Solís, un clásico de todos los
tiempos. Mientras Jorge Negrete y Pedro Infante hacen más películas que discos
en los cuarenta y los cincuenta, esta nueva década puede verse como la década
dorada de la canción ranchera. Basta citar varios nombres grandes: Lucha Villa,
Lola Beltrán, Amalia Mendoza, Miguel Aceves Mejía, Antonio Aguilar, Luis
Aguilar, Flor Silvestre, Juan Mendoza “El
Tariácuri”, La Torcacita, David y
Juan Sáizar, María de Lourdes, Julio Aldama, David Reynoso, Demetrio González,
María Duval y otros más.
En esa misma década en que Los Beatles enloquecen el
mundo occidental, aparece el pop rock con herencia de la música norteamericana.
Entonces, se traducen canciones del inglés al español y se hacen adaptaciones
musicales y filmes propios para jóvenes mexicanos. Por ejemplo, se traducen
canciones del canadiense Paul Anka. Destacan Angélica María, Alberto Vázquez,
Cesar Costa, Enrique Guzmán, Manolo Muñoz, Johnny Laboriel y grupos como Los
Teen Tops.
En los convulsivos, liberales y transformadores sesenta,
convergen diversos artistas de variados géneros musicales. Por ejemplo, surge
el poder seductor de la música tropical con un grupo que hará historia en la
música mexicana: La Sonora Santanera, que se compone de cuatro elementos
importantes: El gran compositor Carlos Colorado y los buenos intérpretes como
los hermanos Bustos y Juan Terrones. Además, Sonia López, La Chamaca de Oro, se les une por un tiempo y sus canciones causan
revuelo en la sociedad con temas románticos interpretados en escenarios urbanos
y de cabaret de la sociedad y los filmes. Otro gran grupo, El Mariachi Vargas
de Tecalitlán, sirve de acompañamiento musical a los grandes cantantes de la
música ranchera, a la vez que adquiere gran fuerza su proyección folclórica con
sus interpretaciones de sones jaliscienses, huapangos y canciones rancheras con
sus propios vocalistas. En tanto, el bolero sigue encantando a los mexicanos y
numerosos solistas graban canciones de Agustín Lara y de otros compositores de
bolero en Latinoamérica como el puertorriqueño Rafael Hernández. Entre estos
boleristas, pueden mencionarse los nombres de Marco Antonio Muñiz y Pedro Vargas.
En especial, los tríos cubren de romanticismo al país con Los Panchos, los
Dandys, los Tres Ases y los Hermanos Martínez Gil, entre otros. La música de
Agustín Lara mantiene su gusto y permanencia a través de diversos intérpretes.
Por otro lado, se revitaliza la música ranchera con los duetos de mujeres, que llenan
la radio y la televisión con sus bellas y delicadas voces de avecillas y le dan
una nueva dimensión interpretativa y armónica al género ranchero. Entre estos
duetos, sobresalen las Hermanas Padilla y las Hermanas Águila, quienes cobran
renombre entre el público mexicano. Finalmente,
Lalo González “El Piporro” aporta
humor y teatro al género norteño con fuerte raigambre en el estado de Nuevo
León y lleva sus interpretaciones a los discos y al cine en filmes como El
rey del tomate y El bracero del año.
La década de los setenta no tiene tanto impacto en la
sociedad mexicana, puesto que el bolero y la canción ranchera comienzan a
decaer al crecer la población urbana de México y al masificarse los gustos bajo
un país subdesarrollado, pobre y en proceso de cambio en las costumbres
sociales. Por otro lado, el cine de gran realismo social de ese tiempo se
deshace de la música como componente esencial y construye una nueva estética
bajo la tendencia del Nuevo Cine Mexicano, entonces el periodo 1970-1979
representa un periodo de gestación. En tanto, los grupos de cumbias se refugian
en el Cine de Ficheras de la segunda mitad de dicha década. Por otro lado, los
grupos de balada u onda grupera comienzan a ganar el gusto de los mexicanos.
Sin embargo, las letras de las canciones son más sencillas, reflejo del nuevo
lenguaje urbano y la masificación de la sociedad, o son francamente muy baladíes
y no alcanzan el nivel poético del bolero y la canción ranchera. Aunque
aparecen tres grandes estrellas [José José, Juan Gabriel y Vicente Fernández],
la variedad de géneros y el número de compositores de gran jerarquía disminuye sensiblemente
para dar paso a la popularidad de la balada y alimentar el entretenimiento del
público mexicano. Incluso, cantantes de calidad como Estela Núñez, Manoella Torres
y Roberto Jordán comienzan con gran vitalismo con sus discos, sus apariciones
en televisión y/o sus escasos filmes y parece que los tres iban a cubrir algunas décadas con sus bellas
voces, como los tres mencionados estrellas, pero desaparecen de la escena por
diferentes motivos. De este modo, la nueva sociedad urbana de masas y el impacto
del mercado hacen que las letras de las baladas se suavicen, disminuyan sus
imágenes poéticas e incorporen un lenguaje más cotidiano y sencillo. En tanto,
los cantantes y grupos extranjeros cubren el gusto musical de los mexicanos,
tanto los españoles [Mocedades, Raphael, Camilo Sesto, Julio Iglesias, Rocío
Durcal] como los sudamericanos [Roberto Carlos, Leo Dan, Alberto Cortez].
Tras este periodo de “incubación” de cantantes,
compositores y grupos, la década de los ochenta representa la emergencia de la
balada como el gran género musical y los boleros son reinterpretados con nuevas
voces y arreglos musicales. Radio, cine, televisión, teatros y disqueras
convergen para impulsar a todos estos baladistas de gran voz y lirismo que
enamoraron a los mexicanos y les trazaron la radiografía de su alma enamorada. Aparecen
las cintas musicales y las videocintas como nueva tecnología para el mundo del
espectáculo. Dos nombres llenan esa década: Rocío Durcal, La Española mas Mexicana, y el prolífico cantautor Juan Gabriel,
quien puede verse como el tercer gran compositor mexicano al lado de Agustín
Lara y José Alfredo Jiménez, puesto que los tres funden creatividad, calidad y
cantidad de canciones. De este modo, la famosa colección Frente a Frente grabado por la española y el mexicano permanece
como uno de los discos más vendidos de toda la historia de la música mexicana.
Ellos dos son la mejor pareja de intérprete y cantautor desde el tiempo en que
Lucha Villa y José Alfredo Jiménez tuvieron gran fama entre los sesenta y
principios de los setenta y grabaron discos juntos y se presentaron varias
semanas en la televisión mexicana, especialmente en el programa estelar Noches Tapatías de la empresa privada
Televisa.
En esa misma década de los ochenta, convergieron grandes
estrellas del pasado y del presente. Por ejemplo, desarrollan su talento en los
medios masivos de comunicación los clásicos cantantes y grupos como Lucha
Villa, Lola Beltrán, Amalia Mendoza, Marco Antonio Muñiz, José José, Vicente
Fernández, Armando Manzanero, la Sonora Santanera y el Mariachi Vargas de
Tecalitlán. Todos ellos se unen a los talentosos jóvenes como Yuri, Daniela
Romo, Dulce, Pandora, Rocío Banquells, Lucero, Cristal, Flans, Luis Miguel,
Emmanuel y Manuel Mijares. Se cantan canciones rancheras, boleros y baladas.
Además, las estrellas de la canción latinoamericana entran al mercado y graban
diversos géneros y sus voces son reconocidas por millones de mexicanos. Por
ejemplo, destacan la peruana-mexicana Tania Libertad, la veracruzana Eugenia
León y Guadalupe Pineda.
En los ochenta, la ranchera ya no es el centro de la
música mexicana, puesto que la población urbana crece más en la Ciudad de
México y en la provincia. Entonces, los temas, personajes y ambientes rurales
pierden fuerza en el gusto de los mexicanos urbanos. En especial, Lucha Villa y
Vicente Fernández mantienen vivo el género ranchero con nuevas composiciones o
reinterpretaciones de viejos compositores [Manuel Esperón, José Alfredo Jiménez].
En tanto, Lola Beltrán y Amalia Mendoza persisten con sus grandes éxitos del
pasado en la televisión. Especialmente, la mexicoamericana Linda Rondstad
revitaliza el género con selectas piezas de gran calidad como “La cigarra”,
“Rogaciano El Huapanguero”, “Los arbolitos”, “La cárcel de Cananea” y la
excelsa pieza de compositor californiano “Sol que tú eres”. Asimismo, surgen en
el género ranchero cantantes de buena calidad como Aída Cuevas, Carmen Cardenal
y Valentina Leyva, pero la canción ranchera ya no alcanza el éxito, la
popularidad y la cobertura en los medios tecnológicos que se mantuvo durante la
década de los sesenta.
Entre la década de los noventa y 2018, la música mexicana
se divide por el impacto del mercado nacional y global y hasta trasciende la
frontera mexicoamericana y se difunde entre los mexicanos de los Estados Unidos.
Sin embargo, el cine ya no refuerza tanto a la música y las canciones se
refugian en la televisión, los discos, Internet y los conciertos públicos. Aunque
la democracia política y social se fortalece en los últimos veintiocho años, se
fractura el viejo nacionalismo mexicano frente a la emergencia de nuevos usos, costumbres
globales, estrellas y canciones extranjeras en el territorio nacional. Entonces,
cabe hacer cinco preguntas para evaluar correctamente la música de las últimas
tres décadas:
1. ¿Hasta qué punto los nuevos géneros musicales
representan un verdadero lirismo y armonía de melodías, civilidad, auténtico
nacionalismo y calidad en letras, voces y arreglos musicales?
2. ¿Hasta qué punto las abundantes reinterpretaciones y
re-hechuras pueden constituir un gran movimiento de la música mexicana a nivel
nacional e internacional, frente al desplazamiento y la desaparición de los
viejos compositores cimeros de la historia?
3. ¿En qué grado los grandes cantantes como Alejandro
Fernández, Natalia Lafourcade, Lila Downs, Luis Miguel, Christián Castro, el
grupo Maná y otros jóvenes cantantes, pueden configurar en verdad una gran
época de la música mexicana al lado de los clásicos interpretes como Eugenia
León, Yuri, Tania Libertad, Vicente Fernández, Emmanuel, Manuel Mijares y otros
más, justo entre finales del siglo XX y el siglo XXI (1990-2018)?
4. ¿En qué medida una sociedad dividida entre la
civilización y la barbarie, la legalidad y la ilegalidad pueden integrar un
gran tiempo musical como oyentes y espectadores?
5. ¿Hasta qué punto la tecnología digital y privada con
computadoras individualizadas y los grandes sitios de Internet con un
repertorio gigante de canciones, han atomizado un posible y unitario movimiento
musical en México y un mejor gusto estético por la música?
Las respuestas a las cinco preguntas anteriores pueden
delinear o no la postura de que en los últimos veintiocho años se encuentra la
mejor década de la música mexicana, con temas, intérpretes, compositores,
grupos y éxitos propios. De cualquier forma, las décadas de los sesenta y los
ochenta pueden constituir tal vez los dos mejores periodos con la mejor música
mexicana de todos los tiempos. La primera es la etapa dorada de la música
ranchera como eje principal; la segunda representa el apogeo de la balada romántica
como base de desarrollo.
Los últimos veintiocho años [1990-2018] muestran un gran
desarrollo económico y material en México, una gran tecnología mecánica y
digital y un gran mercado comercial, todo ello generado por el gran impulso de
la economía capitalista global. Sin embargo, ese periodo de casi treinta años
revela una fractura parcial del nacionalismo mexicano. Entonces, han emergido
diversos y hasta opuestos gustos por
ciertos géneros musicales, algunos de los cuales pueden ser muy disruptivos en
música y en costumbres sociales.
Los gentiles lectores de mi Blog pueden tener otra
opinión sobre la mejor década de la música popular mexicana. Para dilucidar
cuál es la mejor década hay que partir de la calidad artística de las canciones
[nivel poético, emotividad y/o poder narrativo], de los intérpretes [voces
armónicas y entrenadas en los diversos tonos] y de los compositores
[preparación musical y literaria] a lo largo de la historia. El mercado es el
otro factor clave de la evaluación sobre un periodo musical.
Para finalizar el presente artículo, hay que señalar
varios hitos de la música popular mexicana para ver su importancia nacional e
internacional. En primer lugar, Alejandro Fernández se ha consolidado como el
mejor cantante mexicano de toda la historia y dio un gran concierto de homenaje
a la música mexicana en el Palacio de Bellas Artes a principios del siglo XXI.
En segundo lugar, hace unos años, el presidente Barack Obama envió sentidas
condolencias al presidente Enrique Peña por la muerte del cantautor Juan
Gabriel. En tercer lugar, la pieza “Granada”
de Agustín Lara sigue siendo interpretada por los mejores tenores del mundo,
tales como Plácido Domingo, Juan Diego Flórez y Rolando Villazón. En cuarto
lugar, el Mariachi Vargas de Tecalitlán ofrece conciertos de música mexicana en
diversos continentes desde hace algunas décadas. En quinto lugar, directores de
cine como el italiano Federico Fellini y el español Pedro Almodóvar incluyeron
canciones de mambo y bolero mexicanos en sus filmes. En sexto lugar, el público
en general puede ver muy buenos comentarios en el sitio youtube.com generados
por personas nativas de Rusia, Puerto Rico y Sudamérica, los cuales alaban la
gran calidad artística de Javier Solís o Jorge Negrete, dos de las mejores
voces de toda la historia de México.
Sin duda, la música popular mexicana suena en el tiempo y
el espacio. En la música clásica, sobresalen en la historia las sopranos Ángela
Peralta y Olivia Gorra; los tenores Rolando Villazón, Francisco Araiza y Ramón
Vargas y el barítono Roberto Bañuelas; los compositores Carlos Chávez [“La
Sinfonía India”], Silvestre Revueltas [“La noche de los mayas”], José Pablo
Moncayo [“Huapango”], Arturo Márquez [“Danzón No. 2”], entre otros.
Más cultura, educación, arte y música para la sociedad
son las claves para producir y forjar grandes creadores culturales y musicales
en el México del siglo XXI y para tener mejores oyentes. Sin armonía social y
artística, no hay verdadera música.
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