PARVADA
VERDE
ÓSCAR
ROBLES
Llegaron como suave brisa, como lluvia de voces. Se mecían entre
las ramas del parque. Cantaban. Jugaban.
Volaban de rama en rama justo arriba de mi banca metálica y dura. Parecía que navegaban entre oleajes de mar, con el cielo claro de fondo,
sacudidos mágicamente por el viento de febrero, viento de lunes, viento de invierno.
Eran puros relámpagos de luz nueva, corazones verdes, retozones niños, amigos del
aire y los árboles. Jugaban en su jardín imaginario de arriba, entre ramas desnudas.
Sus cuerpecillos de seda, sus voces, sus almas breves iluminaron
mi mañana solitaria bajo la escasa sombra del parque, como un regalo dibujado por Dios.
Llegaron
con su paz única, su verde y tersa belleza, con su agua de plumas flotando en el viento, nadando como peces entre corales. Se veían
como joyas delicadas y como frutos entre las ramas. Se contorsionaban como cirqueros, se divertian como ángeles traviesos y hablantines.
Me
hicieron un concierto en mi desconcierto de febrero con música y teatro y jugaban como titerillos en las ramas,
payasitos divertidos.
Me hicieron feliz en ese parque de mañana en medio del
seco invierno de la ciudad de Chihuahua, volando entre las ramas sin hojas y sus delicadas plumas le dieron lujo verde y vivo a la tarde muerta con sus voces
dulces y juguetonas y trazaron pinturillas simples en el lienzo azul del cielo.
Fueron espectáculo de circo y alegría volante esos niños cotorros, los niños pericos. Volaban con su pasto de plumas suaves, posándose como hojas efímeras entre las ramas secas, iluminando con su follaje el cielo y los árboles, apareciendo como mágicas hadas de natura, como presencia insusitada del invierno.
Fueron espectáculo de circo y alegría volante esos niños cotorros, los niños pericos. Volaban con su pasto de plumas suaves, posándose como hojas efímeras entre las ramas secas, iluminando con su follaje el cielo y los árboles, apareciendo como mágicas hadas de natura, como presencia insusitada del invierno.
En tan solo unos minutos, esas avecillas divinas fueron inquieta belleza verde en la gris tarde del céntrico y añejo Parque
Infantil, que se volvió niño de pronto, como yo, por tan solo unos minutos. Tal vez anunciaban la delgada primavera a vuelta de mes, bajo el frío de febrero.
Y esos tiernos periquillos del viento me dejaron estos
racimos de palabras en mi corazón helado y melancólico.
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