MÁS PROGRAMAS EDUCATIVOS Y DE CULTURA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN MASIVA EN MÉXICO
ÓSCAR ROBLES
Los medios de comunicación masiva (mass media) de México deben asumir un papel más educativo y más formador de ciudadanos o mexicanos auténticos, con el objetivo de mejorar los porcentajes de estudios de los mexicanos: 13% se gradúa de licenciatura y 45% de secundaria, según la empresa de televisión por cable CABLEMÁS.
La perniciosa ilegalidad, la generalizada corrupción y el aterrorizante crimen de los últimos seis años se explican en buena parte por la falta de la adecuada y correcta orientación moral, civil y ética por parte de las cuatro principales instituciones propias de la civilización occidental: La familia, la escuela, la iglesia y los emergentes y poderosos mass media. Estos hechos suponen que la familia, la escuela y la iglesia cargan con este papel educador, pero en realidad no lo cumplen satisfactoriamente por las condiciones actuales de la sociedad del siglo XXI, tales como padres que trabajan, iglesias muy tradicionales y escuelas y maestros deficientes. Desde 2008 a la fecha, se observa menos civilidad y mora la irresponsabilidad entre los mexicanos, lo cual es un juicio general en toda la nación.
En consecuencia, urge implementar programas emergentes de educación, civilidad y Cristianismo. Esto es, que frente a la deficiente moral pública, los poderosos mass media deben balancear sus programas y sus comerciales, nutriendo con más valores positivos, mexicanos, culturales, civiles, constructivos, creativos y, de ser posible, hasta cristianos o religiosos en general. Piensen, amigos lectores, en los rasgos principales de las familias que actúan como personajes centrales en varias de las comedias de la televisión privada: son flojos, mantenidos, ignorantes, divertidos, estúpidos, burlones, mentiros, desempleados, falsos, paternalistas, etc. Estos rasgos obviamente no deben ser los valores de las familias mexicanas. Entonces, los mexicanos verdaderamente trabajadores, cultos, educados e inteligentes no están en esas comedias que no vale la pena mencionar por sus nombres, pero son muchas. En pocas palabras, no hay suficientes contraejemplos de personajes altamente positivos en esos programas. Mejor no hablar de las estancadas telenovelas con sus personajes fijos y planos y sus conflictos excesivamente pasionales.
En el siglo XVIII y a principios del siglo XIX, varias obras literarias mexicanas cumplieron un papel moralizante y didáctico al menos entre la gente ilustrada y educada. Por ejemplo, la novela El Periquillo Sarniento (1816) del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827) denuncia los vicios dominantes en la sociedad de su tiempo ―médicos sin ética profesional, falsos maestros de escuela, abogados sin profesionalismo, sacerdotes con vicios, etc. Asimismo, esta voluminosa novela perfila aventuras picarescas en torno al sagaz y arrepentido pícaro Pedro Sarmiento, alias “El Periquillo Sarniento” y propone una poderosa función ética y civilizadora dentro del discurso del narrador personal. De este modo, su enfoque toral es educar y moralizar a todos los lectores mexicanos y, en especial, a los niños y jóvenes, según expresa textualmente esta formidable novela del Neoclasicismo hispanoamericano. Por este motivo, el destinatario o narratario central de la novela son precisamente los hijos del narrador protagonista.
En nuestro tiempo, los mexicanos leen menos y ven más televisión, escuchan más el radio y consultan más la emergente Red Informática, Entonces, hay que exigir más sentido civilizador a estos medios masivos tan impactantes en millones de mexicanos. Frente a la marcada corrupción de los ciudadanos y de las instituciones mexicanas post-contemporáneas, es muy necesario perfilar los papeles civilizadores de las instituciones mexicanas que educan y construyen la moral de los ciudadanos actuales. Primeramente, deben abrirse más canales de televisión, más sitios de Internet y más estaciones de radio públicas, abiertas y altamente civiles, educativas y culturales. Ya basta de tanto entretenimiento vacuo bajo lo que Mario Vargas Llosa llama "La civilizacion del espectaculo".
Asimismo, el gobierno federal debe exigir a todas las televisoras y a la estaciones de radio un cierto porcentaje de tiempo (quizá un 40% o un 50% de tiempo aire) con programas que expongan valores creativos, constructivos, educativos, positivos, nacionalistas y éticos. Es decir, si hay mucho entretenimiento o diversión y permea mucho el comercialismo y el consumismo en estos medios electrónicos, entonces se debe balancear con los apropiados y constructivos programas para que los más de 120 millones de mexicanos tengan suficientes comparaciones y contrastes de valores morales y nacionales. Sobre todo, todos los mexicanos deben tener la posibilidad de elegir lo que más les conviene para sus vidas personales y familiares.
Asimismo, el gobierno federal debe exigir a todas las televisoras y a la estaciones de radio un cierto porcentaje de tiempo (quizá un 40% o un 50% de tiempo aire) con programas que expongan valores creativos, constructivos, educativos, positivos, nacionalistas y éticos. Es decir, si hay mucho entretenimiento o diversión y permea mucho el comercialismo y el consumismo en estos medios electrónicos, entonces se debe balancear con los apropiados y constructivos programas para que los más de 120 millones de mexicanos tengan suficientes comparaciones y contrastes de valores morales y nacionales. Sobre todo, todos los mexicanos deben tener la posibilidad de elegir lo que más les conviene para sus vidas personales y familiares.
En los numerosos mass media de México, la ética, la moralidad pública, la mexicanidad positiva, la cultura auténtica (alta y popular) y la responsabilidad ciudadana, todo ello tiene que formar parte de todos estos programas que ocupan muchas veces numerosas horas al día en la vida de millones de mexicanos, especialmente de los niños y de los jóvenes. Estos programas culturales y educativos dominan, por ejemplo, en las programaciones de ONCE TV MÉXICO, el poderoso canal del Instituto Politécnico Nacional; en TV UNAM; en el Canal 22: y en TV Aprende. En especial, estos canales públicos contribuyen a hacer frente a la negatividad y a la vaciedad de contenidos que dominan en las telenovelas (sin comentarios); en los programas de futbol (demasiados comentarios impresionistas y subjetivos y menos información histórica e información técnica de estrategias de equipos); en los programas infantiles (burlarse del maestro y ser perezosos e ignorantes son la norma); los limitados programas de concursos; y los altamente negativistas y poco constructivos noticieros que se han enfocado en las noticias de violencia en el siglo XXI, entre muchos programas mediocres.
Educar con cultura positiva y fuerte civilidad es una tarea urgente en México y los medios de comunicación masiva pueden asumir este importante papel nacional en el México pos-contemporáneo. Hay que limitar en verdad los mensajes dominantes y desgastados que han pasado en estos medios desde hace tres o más décadas: consume y diviértete, mexicano, ante todo y te vamos a exhibir "las mismas" películas de Cantinflas, Pedro Infante y Antonio Aguilar y "las mismas" comedias.
Para complementar esta labor digital, educativa y tecnológica clave en estos tiempos materialistas y consumistas, los centros comunitarios de cada colonia de cada ciudad mexicana deben orientar más a los padres de familia en torno a la educación civil y ética de sus hijos. Las iglesias deben salir de los excesivos rituales religiosos y conectarse con la comunidad, como lo hicieron en el pasado las comunidades eclesiales de base en el medio rural y en las mismas ciudades y como lo hacen desde hace décadas las iglesias cristianas estadounidenses, los Testigos de Jehova] o la Iglesia Universal. Lo espiritual y religioso debe estar íntimamente unido a la vida escolar y laboral de los ciudadanos. Las iglesias, en suma, tienen que ser más prácticas con las tareas cotidianas de sus abundantes feligreses. En particular, las escuelas y los maestros son unos problemas más complejos, lo cual arrastra vicios históricos y políticos demasiado difíciles de resolver en el corto plazo y mediano plazo.
En conclusión, la nueva formación integral de ciudadanos, mexicanos y cristianos es una necesidad altamente coyuntural ahora y debe ser muy importante en toda época histórica de México. Tras los críticos años de crimen, corrupción, violencia, ilegalidad y de generalizada irresponsabilidad ciudadana, hay que actuar y cambiar de manera concreta y practica, pero ya. Gobiernos e instituciones tienen el liderazgo.
En este posible y sustancial cambio histórico, los medios de comunicación masiva deben cumplir una misión hondamente ética y no sólo de pura mercadotecnia y dinero. Ellos también deben forjar ciudadanos y personas, dentro de la importante Era de la Informática y con el poder omnímodo de Internet. Todo esto es verdadera modernización y auténtica civilización y no sólo tecnología puramente utilitaria, mercantil y materialista. Así pues, la televisión, el radio e Internet están obligados a delinear las mejores personalidades creativas y constructivas de ese 87% de mexicanos que no acude ni termina sus carreras de licenciatura en los cientos de universidades mexicanas.
Menos mercado y entretenimiento y más educación y cultura debe ser la consigna central de la segunda mitad de esta década y de las décadas venideras en la nación mexicana. Ahí están los modelos ejemplares: ONCE TV MÉXICO, la mejor televisora pública de todo Latinoamérica, según la conductora de noticias Adriana Cañedo; TV UNAM; Canal 22; y TV Aprende, entre algunas.
No sirven programas grandes de gobiernos ni políticas públicas ambiciosas ni significativas reformas estructurales ni numerosas obras de infraestructura, si no se pone el alma de la mayor parte de los mexicanos y el espíritu entero de una nación.
Primero hay que forjar ciudadanos de verdad y no meros consumidores y gente divertida. De lo contrario, todo avance modernizador, materialista y tecnológico, será inútil y hasta puede destruirse, como ha pasado en varias etapas históricas del siglo XX y del siglo XXI.
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