jueves, 14 de agosto de 2014

ALBERTO CARLOS Y BENITO NOGUEIRA EN EL "MUSEO CASA CHIHUAHUA": ACUARELAS, RETRATOS, FANTASIAS ONIRICAS, DIBUJOS Y OTRAS OBRAS

ALBERTO CARLOS Y BENITO NOGUEIRA EN EL MUSEO CASA CHIHUAHUAACUARELAS, RETRATOS, FANTASÍAS ONÍRICAS, DIBUJOS Y OTRAS OBRAS

ÓSCAR ROBLES



"LEGADO PARA CHIHUAHUA DE ALBERTO CARLOS Y BENITO NOGUEIRA" INCLUYE ESTE AUTORRETRATO DE CARLOS, PAISAJES, ACUARELAS, DIBUJOS Y OTRAS OBRAS


Dos artistas chihuahuenses por adopción exponen en el Museo Casa Chihuahua. Uno, zacatecano, es considerado uno de los cuatro grandes pintores clásicos que forjaron el arte chihuahuense durante la segunda mitad del siglo XX, al lado del chihuahuense Luis Aragón (1939―), del hidalguense Aarón Piña Mora (1914-2010) y del duranguense Leandro Carreón (1915-1987). Por ello, este gran artista y maestro de arte tiene una sala especial permanente con su excelsa obra en el Centro Cultural Universitario “Quinta Gameros” de la Ciudad de Chihuahua y también es un brillante muralista que ha configurado poderosos temas regionales, nacionales e internacionales en diversos edificios del estado de Chihuahua. El otro artista, coahuilense, es un extraordinario y clásico acuarelista forjador de armónicos paisajes de la arquitectura rural y urbana y de la naturaleza agreste de Chihuahua, un fino retratista y un gran creador de bodegones bajo el estilo tradicional.
Así pues, en el Museo Casa Chihuahua se exponen variadas muestras de la obra de los artistas plásticos Alberto Carlos (1925-2000) y Benito Nogueira (1919-2000) en este verano de 2014. Son alrededor de ochenta obras de ambos artistas que radicaron en Chihuahua durante casi toda su vida y fueron destacados académicos, además de artistas plásticos. La obra conjunta incluye pinturas, esculturas, dibujos y bocetos, bajo las técnicas del óleo, la acuarela, el pastel, la tinta china, el oleo-tinta china, mixta sobre papel amate, el pincel seco y el lápiz. En general, no hay unidad temática en la obra conjunta ni en la obra individual de cada uno y esta exhibición más bien se explica como una herencia cultural diversa, plural y aglutinante bajo el título colectivo de la exposición: “Legado para Chihuahua de Alberto Carlos y Benito Nogueira”.

1. ALBERTO CARLOS: RETRATOS, FANTASÍAS ONÍRICAS Y DIBUJOS

Los cuadros de Carlos utilizan principalmente la técnica del óleo, óleo-tinta china, mixta sobre papel amate y lápiz. La “pintura al óleo” se hace con “colores disueltos en aceite secante” (“Óleo.” Pequeño Larousse ilustrado. 1991). El “amate” es un papel obtenido del árbol del mismo nombre, propio de México, el cual tiene los frutos parecidos a los higos (“Amate.” Pequeño Larousse ilustrado. 1991). Los retratos son pinturas al óleo muy interesantes y, en especial, destacan por su belleza y originalidad dos autorretratos creados en diferentes etapas de la vida del brillante pintor zacatecano. Primeramente, “Autorretrato” (1976) es plenamente un cuadro realista, muy exquisito y refinado por su escena intimista en la que se exalta al artista Carlos, reflejado fina y precisamente en  un espejo de recámara, con un balance perfecto de dibujo y color. El rostro de Carlos aparece en un espejo pegado a la pared y abajo hay un tocador, todo lo cual es el centro de todo el cuadro. Carlos tiene bigote, lentes y rostro serio, vestido con camisa en un hermoso color verde vegetal. Aparecen, además, dos frascos de cristal, muy estilizados, conteniendo al parecer algunas sustancias de perfumes o esencias, justo sobre la madera del mueble. Un frasco es azul y alargado y otro es verde y pequeño. Sobre el tocador, hay un cenicero violeta con cigarros y se ve la mano izquierda real del pintor portando un pincel sobre el mueble. Abajo del espejo, se observa una especie de retablo con numerosas imágenes de monjes, arzobispos y otras figuras medievales, tejidas en color marrón claro. El conjunto de imágenes es magistral por su intimismo, por la exaltación del trabajo refinado del artista, por la exquisita combinación de colores y por la precisión de las imágenes. En resumen, el artista plástico se observa y se reconoce en un espejo y se pinta a sí mismo. En cambio, “Autorretrato heredarán la tierra” (1998) es una pintura más pesimista, hecha en el tiempo de la vejez. Tiene una gran hechura realista, figurativa, y con un profundo sentido metafísico y una perspectiva pesimista del mundo. En especial, retrata la imagen del rostro del artista con rasgos adustos, un tanto envejecido, pelo canoso y arrugas, asomando por un círculo negro que parece simbolizar la muerte o la sombra en la vida, vistas como un presagio fatídico. Sobre el círculo rondan dos cucarachas grandes, como acechando al propio artista. Este cuadro fue pintado justo dos años antes de la muerte de Carlos, cuando contaba setenta y tres años de edad aproximadamente.


"AUTORRETRATO" (1976) DE ALBERTO CARLOS EXALTA AL PROPIO ARTISTA CREADOR CON GESTO ADUSTO Y SEGURO

En esta línea artística, dos retratos de la propia familia de Carlos son dos pinturas al óleo de 1976 y muestran una similar estilización y cierta idealización, construida mediante la imagen de una aureola amarilla al fondo de cada imagen humana. En primer lugar, “Retrato de Luis Iván Carlos” es un niño con rostro serio, en postura de rodillas demostrando su bondad, y “Retrato de Estela Hernández” muestra a una mujer sentada, de perfil, rostro sereno, con vestido café. Dentro de los retratos de figuras humanas, se puede mencionar “Rostro femenino” (pincel seco, 1949). Es un busto de una mujer de rictus triste, trazada con buen dibujo y buen colorido, de corte realista. Los detalles de los aretes y del cabello recogido lucen bien configurados dentro del conjunto del rostro.
Por otro lado, tres pinturas al óleo describen escenas fantásticas y oníricas, una de ellas con un fuerte sentido erótico. “La Señora de las Rosas” (1994) es uno de los cuadros más hermosas de toda la muestra de Carlos por ser más creativo, erótico y simbólico. Una mujer desnuda aparece al centro, de pie, dentro de una especie de caverna, con los pechos y el pubis descubiertos, mirando hacia el frente. Tiene cuatro rosas rojas en manos y vientre. Dos jovencitas emergen entre una especie de nubes y la flanquean a ambos lados, mirándola, con las manos juntas en actitud de oración religiosa. Son dos ángeles femeninos. Las tres figuras humanas están semicubiertas por “nubes” vegetales y las rodean varios insectos gigantes ―hormigas, escarabajos, mantis religiosas, saltamontes― que están trepando entre rocas. Estos insectos son el elemento marcadamente perturbador, disruptivo y onírico de la dominante escena erótica, angelical y femenina. De este modo, se conjugan figuras humanas, animales, vegetales y minerales para expresar un sueño o pesadilla, en el cual se enfrentan simbólicamente la belleza y la destrucción, el amor y la muerte. Para resaltar el carácter “vaporoso” del sueño, el maestro Carlos usa colores muy claros en colores pastel: El rosa de la piel y los verdes vegetales, por ejemplo. En suma, es una fantasía onírica y erótica muy original en cuanto a figuras y colores y a la técnica del papel amate. La fragilidad de los colores y las “nubes” remiten a los espectadores al sentido borroso y nebuloso de los sueños.  
La segunda fantasía onírica es “Los moneros del desierto” (1994, mixta sobre papel amate). “Monero” es un término coloquial contemporáneo de México, aplicado a los “cartonistas” o creadores de cartones o dibujos que se publican en los periódicos y revistas. Esta palabra luce como un elemento disruptivo, un tanto humorístico, dentro de la fantasía creada por Carlos en este cuadro con humanos y animales. Hay fantasía, yuxtaposición de figuras absurdas y otra vez colores “frágiles”, colores pastel. Cinco humanos se encuentra justo al centro de una especie de caverna rocosa y todos muestran sus extrañas figuras o mascotas, en el primer plano del cuadro: Un muñeco de ventrílocuo de rostro verde, tres mamíferos que parecen perritos y otro animalito mamífero de difícil identificación. Como en el cuadro “La Señora de las Rosas”, se muestran algunos animales trepados en una roca, los cuales contemplan a los humanos. En este caso, no son insectos, sino cinco reptiles de cuatro patas y cola larga ―una salamandra, un camaleón y otros más. Como puede verse, es una fantasía onírica con animales, una caverna de sueño con humanos haciendo extrañas prácticas o situaciones simbólicas, tal vez el acto de crear o cuidar materialmente “monos” o animales particulares. El gran cuadro de Carlos todavía se vuelve más complejo con el citado adjetivo “moneros” del título.
El tercer cuadro de este estilo pictórico data de 1986 y es una escena fantástica, pero alegórica y religiosa, inspirada en una obra literaria clásica de occidente: La Divina Comedia del italiano Dante Alighieri (1265-1321), la cual fue creada en el siglo XIII, durante la Época Medieval. “Dantesco” (mixta sobre papel amate, 1986) se centra en una serie de figuras humanas desnudas, muy pequeñas y medio borrosas, cayendo a las profundidades del infierno, en medio de nubes vaporosas. Es la clásica alegoría del infierno como abismo terrible al que caen las almas pecadoras. Todos son colores suaves, pastel, los cuales prefiguran el colorido de “La Señora de las Rosas” y de “Los moneros del desierto”, ambas pinturas construidas posteriormente en la década de los noventa.  
En este mismo estilo de colores suaves y sentidos simbólicos, “El éxtasis del abuelo” (mixta sobre papel amate, 1994) es un cuadro hermoso porque retrata el amor de familia con cinco figuras humanas. Este cuadro utiliza la misma técnica de los tres cuadros anteriores clasificados como fantasías oníricas y/o eróticas. En este cuarto cuadro, los colores suaves y la envoltura entre nubes o fragmentos de las figuras humanas aparecen también. Sin embargo, esta escena parece más realista, pues no aparecen animales ni vegetales ni situaciones absurdas, oníricas o eróticas. Un abuelo, sentado, abraza a su nieta; una mujer de manto azul abraza a una niña; y un niño comparte la tierna escena familiar. La mujer luce más joven y parece la hija del anciano. Todos están entre rocas, un elemento mineral desconcertante dentro del dominante realismo de esta pintura. Dominan los colores café claro y azul. En suma, se representa el orgullo, el placer y “el éxtasis” del abuelo con su familia. Se trata llanamente del amor de familia, a diferencia del carácter disruptivo y onírico de los tres cuados anteriores.
Un tercer grupo de obras destacadas son los cuadros creados con la técnica de óleos-tinta china sobre cartulina, los cuales retratan figuras humanas y animales distorsionadas y disgregadas por numerosas manchas de tinta, lo cual le da una original estilización y finura a las imágenes y un carácter más sugestivo y ambiguo. Estas manchas pequeñas como lluvia fina dan efectos fantásticos, en blanco y negro. Por ejemplo, “El jinete flautista” (1979) y “A imagen y semejanza” (1997) y, en especial, el extraordinario cuadro “El caballo de las siete lunas” entran dentro de esta categoría. En este último cuadro, se observa un caballo de perfil con siete lunas flotantes, descompuestas por diversos trazos de tinta. En sí, esta figura es la más profundamente fantástica, original y simbólica de las tres obras de esta serie especial. Representa puramente la invención de una criatura fantástica y hasta mitológica, dentro de la iconografía y la imaginería del maestro Carlos.
Un cuarto grupo de obras se organiza bajo la categoría de dibujos y bocetos, construidos con un buen control sobre el dibujo, el cual es el centro de este tipo de obras artísticas. En primer lugar, se exhiben algunos retratos del personaje de Miguel de Cervantes (1547-1616), el célebre hidalgo Don Quijote de la Mancha. En general, son imágenes esbeltas, apegadas a la descripción iconográfica clásica de la novela cervantina y de la mayoría de las imágenes visuales tradicionales de este personaje tan universal diseminadas por el mundo occidental. Uno fue hecho en 1999 y es el busto del héroe, con rostro serio, enjuto, bigote y barba, investido en coraza plateada, en postura de semiperfil y al fondo hay un edificio con arcos. Es una visión más convencional del personaje cervantino, configurada bajo la técnica mixta en papel amate. El segundo retrato se titula “Superquijote” (prisma color sobre cartulina, 1984). En esta obra, se retrata al mismo Quijote pero visto con una perspectiva contemporánea, mezclada con las historietas de superhéroes estadounidenses. El caballero andante está vestido como Superman, con traje azul y capa, calzón y botines rojos. Se ve sentado sobre un montón de tierra, de perfil, con un hot dog en la mano derecha y un molino de viento al fondo. Como se ve, la yuxtaposición cultural de lo clásico con lo contemporáneo produce una escena humorística, desacralizante y novedosa. En tanto, los dibujos “Don Quijote y Sancho Panza” (tinta china, s. f.) y “Don Quijote” (lápiz, 1990) reproducen las imágenes clásicas, bajo el realismo figurativo, de los dos famosos personajes cervantinos. En el primero, los dos héroes novelescos montan su caballo y su burro respectivamente y Don Quijote porta la lanza en la mano derecha. En el segundo, aparece el héroe legendario, solo y con la espada en la mano derecha. Alberto Carlos creo otras obras con estos dos personajes cervantinos en los que se observa el dominio del maestro del realismo figurativo tradicional, pero no se exhiben en esta muestra reciente. Entre los bocetos y apuntes de dibujo, hay una serie de cuadros pequeños de buena hechura artística, por la perfección y gran detalle de los rasgos humanos. Son imágenes de manos vistas desde un primer plano y mujeres con jarrones, hechas con lápiz y pincel seco. Estos trabajos en blanco y negro muestran la gran perfección en la técnica del dibujo por parte del maestro Carlos. Este dominio del dibujo es muy importante en numerosas obras de caballete, en dibujos y en murales del pintor zacatecano.
Un quinto grupo de obras son una serie de doce cuadros pequeños, cuyas imágenes sirvieron para ilustrar la edición del libro de historia y ficción Las mil y una noches mexicanas (1984-1985) del escritor chihuahuense José Fuentes Mares (1918-1986). Son acuarelas y cuadros en tinta china. En estas obras, se observan imágenes estilizadas, a veces un tanto humorísticas, de reyes, clérigos, figuras aztecas, grupos de personas situados en la vida moderna y urbana, un búho, varios fantasmas y otras figuras más. Algunas veces, la desbordante estilización disgrega las figuras con la tinta.
Dos pinturas al óleo destacan por sus temas diferentes y aislados de toda posible agrupación con otras obras artísticas del maestro Carlos en esta muestra de 2014 del Museo Casa Chihuahua. En primer lugar, “La palabra” (1978) es un cuadro único por su tema y por su estilo artístico. Es una escena figurativa que combina la naturaleza y la religión y expresa un profundo simbolismo. En un desierto con algunas colinas y cactos, un hombre de pie habla a cinco personas que están sentadas. Todos visten de blanco y se encuentran bajo un cielo azul intenso, nublado, con pasto amarillo y algunas colinas hermosas y originales, de color violeta y blanco azulado, de apariencia un tanto mágica. En general, el colorido es más vivo e intenso y el tema es profundamente religioso: La posible prédica de Cristo a sus discípulos. Sin embargo, la escena puede corresponder también a otra religión y ubicarse en una visión universalista de la práctica religiosa, puesto que las túnicas blancas son novedosas y lucen un tanto fantasmales en medio de la naturaleza. La escena es simbólica, casi irreal, y las ricas texturas de los colores embellecen el papel de los humanos en medio de la naturaleza. En segundo término, “Fusión” (1991) aborda un tema mexicanista, particularmente prehispánico, con una visión alegórica: El mestizaje mexicano. Un enorme vientre azul contiene un bebe nonato, símbolo del mestizaje. Hay un trasfondo con monolitos de la cultura azteca o náhuatl. En estos monolitos, se observan las figuras de un águila y una deidad azteca.  
  
2. NOGUEIRA: ACUARELAS, RETRATOS Y BODEGONES

Las acuarelas sobre el paisaje arquitectónico y sobre el hermoso paisaje natural de Chihuahua son las obras artísticas más destacadas de Benito Nogueira dentro de la muestra expuesta en el Museo Casa Chihuahua. La técnica de la “acuarela” se compone de “colores diluidos en agua” (“Acuarela”. Pequeño Larousse ilustrado. 1991). En general, las acuarelas construyen una belleza serena y armónica de casas y naturaleza, mediante un perfecto balance de arquitectura y naturaleza, de dibujo y colores suaves. Con esta perspectiva, Nogueira configura una visión extremadamente hermosa de Chihuahua, una visión predominantemente rural y tradicional, fuera de la a veces negativa modernidad urbana contemporánea. En este sentido, es una visión idealizada y un tanto idílica, pues rescata auténticos espacios y verdaderos “remansos” de suprema belleza plástica. La mayoría de las acuarelas retrata el paisaje de Chihuahua predominantemente en colores pastel. También aparecen algunos paisajes de Michoacán, por ejemplo. En general, son escenas de pueblos y casas y de la flora de Chihuahua, pintados con un realismo de belleza armónica, clásica y serena. Por ejemplo, aparece un niño cargando un recipiente y una casa destechada y con un parcial deterioro justo atrás de él; casas de adobe y encaladas de El Vallecillo, Santa Eulalia, Creel y Villa Escobedo; diversas casas en ruinas de gran belleza; conjuntos de árboles o fragmentos de bosques; arroyos secos y con agua; cerros o colinas con escasa vegetación; casas rurales con los tradicionales cercos de piedra propios del campo; campanarios en un primer plano; escaleras en un patio de casa tradicional; corredores de casas antiguas; iglesias de pueblo; patios de casas tradicionales hispánicas con varias macetas de barro; el suelo con partes de nieve en proceso de derretirse y con partes de tierra, vistos desde la perspectiva de un extremo acercamiento, y otros paisajes más. Aun las casas ruinosas y pobres del campo chihuahuense adquieren una dignidad artística única, una gran armonía de formas y colores y, en especial, una contundente belleza clásica, bajo la pertinaz y minuciosa imaginación creadora de Nogueira.
Todas estas acuarelas fueron creadas en las décadas de los setenta, los ochenta y los noventa. En especial, el cuadro “Cuatro puertas” (1996) es una esplendorosa acuarela por su original perspectiva visual y por la finura de su dibujo. Es una casa tradicional, tal vez de pueblo, con un patio enorme que muestra un árbol al fondo y una puerta de entrada a las habitaciones. Lo interesante de este cuadro, además de su perfecta factura artística, es que el pintor la capta y la pinta desde afuera de la casa, viendo sutilmente el interior desde la lejanía de la calle, a través de la puerta principal abierta, por donde se ve un breve pasillo que conduce al interior del hermoso patio.
Los autorretratos y los retratos de familia muestran un gran trabajo de dibujo y color. En especial, sobresalen los dos autorretratos con la técnica del pastel. El pastel está basado en el uso de un “lápiz compuesto de materia colorante amasada con agua de goma” (“Pastel.” Pequeño Larousse ilustrado. 1991). El primer autorretrato es de 1956 y el segundo de 1984. En el primero, aparece el pintor en edad madura, con bigote, vestido con saco café oscuro, camisa azul, sobre un fondo marrón claro. Porta dos pinceles en la mano y es de estilo muy realista. Es el mejor de todos los retratos por el perfecto trazo del rostro y el atractivo colorido. El segundo es el busto del pintor ya en su vejez. Muestra lentes, bigote y cabello canosos, sobre un fondo gris. Los rasgos faciales son precisos y sobresale una mirada fija y misteriosa, de artista, con resplandores blancos. Asimismo, hay dos retratos a su hijo: Uno al pastel, sin fecha y otro al óleo de 1980. En ambos, el personaje se encuentra bajo una clásica pose de mirar hacia el frente y tiene diferentes edades. El retrato “Mi hija Rocío” enseña el busto de una joven mujer de rostro muy bello y sereno, con un vestido azul con ribete rosa. En tanto, “A mi esposa” está hecho en pastel, sin fecha, y aparece en él una mujer sentada con vestido verde aguacate con manto gris. Es una imagen que combina una gran belleza femenina, perfección en el dibujo y hermoso y vivaz colorido. Finalmente, “Mamá (Trinidad Carrasco)” es un cuadro de 1956 también en pastel. Se resalta el papel de la madre anciana como mujer laboriosa con trazos armónicos. En esta obra, destaca una de las labores propias de la mujer, el acto de tejer ropa. Ella está sentada, de perfil, viste una blusa rosa, porta lentes propios de su edad y tiene el cabello canoso. El rictus de concentración y el extraordinario realismo figurativo son admirables.


ESTE AUTORRETRATO DE BENITO NOGUEIRA ES DE 1984, EN EL CUAL DOMINA LA IMAGEN MADURA DEL ARTISTA

En tercer lugar, aparece un grupo de seis bodegones, de hechura tradicional y clásica, pintados con diferentes técnicas. Estos bodegones fueron creados en las décadas de los cincuenta y de los setenta. El “bodegón” se caracteriza por ser una pintura o cuadro “donde se representan cosas comestibles” (“Bodegón”. Pequeño Larousse ilustrado. 1991). A veces, estos alimentos son acompañados por vasijas u otros objetos recreados por la imaginación de los artistas, según la época histórica y/o el estilo personal del artista. Son tres óleos, dos cuadros en pastel y una acuarela. En estas obras, aparecen la naturaleza bella, fresca y sabrosa de varios alimentos, propia de los bodegones, y la mayoría de ellos se encuentra sobre un mantel blanco: Manzanas derramadas fuera de un canasto; tres jarros acompañados de una naranja (la precisión de vasijas es sobresaliente, con brillos y dibujos atractivos); una calabaza, dos chayotes y una naranja; un jarro, una calabaza y una manzana; girasoles en un florero trazados con una técnica “vaporosa”; un canasto de pan, una jarra azul y un limón sobre una mesa, con una técnica menos realista y más cercana al Cubismo. Dentro de esta línea configurar objetos con una perspectiva de acercamiento extremo, el cuadro “Desfile de modelos” es un cuadro único que tiene un grupo exclusivo de vasijas hechas en perfectos trazos y colores muy realistas, pero sin alimentos. Los “modelos” son los recipientes y hay un cierto sentido irónico y humorístico, pues se trata de objetos inanimados que no “desfilan”, pues no son seres vivos.

3.  DOS GRANDES ARTISTAS CHIHUAHUENSES:
CARLOS EL EXPERIMENTAL Y NOGUEIRA EL TRADICIONAL


Aunque desarrolla también retratos tradicionales ―de su familia, de él mismo exaltando al artista y con proyección metafísica― y dibujos de un Don Quijote de aspecto clásico y renacentista, el maestro Alberto Carlos arriesga y explora más nuevas técnicas e imágenes en su pintura e intenta algunas veces ser más original, personal, creativo, atrevido, absurdo, experimental y, entonces, explora la fantasía onírica y/o erótica, yuxtaponiendo figuras humanas, animales, vegetales y minerales, envueltas en densas nubes de colores, bajo una composición plenamente figurativa, pero anti-realista, tejida con colores suaves, pastel, de acuerdo a la muestra analizada “Legado para Chihuahua”. Otras veces, el artista zacatecano busca un mensaje profundo, religioso, a través de una simple escena campestre y con la presencia de extraños hombres vestidos en hábitos en color blanco, como en el caso de la pintura al óleo “Palabras”. También, distorsiona y aglutina imágenes humanas creadas con la tinta china, con la técnica de lo que puede llamarse el “chorreo” o disgregación de formas creadas con la tinta china, como en la serie de cuadros para el libro de historia y ficción Las Mil y Una Noche Mexicanas de José Fuentes Mares. Por su parte, la pintura de Nogueira es más tradicional, más realista y figurativa, pero de gran calidad autoral: Impecables retratos realistas con poses tradicionales de personajes quietos, mirando siempre hacia la supuesta posición del artista creador y del espectador; perfectas y armónicas acuarelas sobre el paisaje chihuahuense, según esta limitada y miscelánea exhibición en el Museo Casa Chihuahua. 
En especial, Carlos desarrolla una gran búsqueda personal en diferentes etapas de su vida. Este cambio artístico constante de Alberto Carlos se concentra en un episodio de su vida, angustiante y doloroso, situado en la década de los sesenta. En ese tiempo, el maestro Carlos sufrió una gran crisis de creatividad en 1966, pues buscaba un arte más personal, sin dar tantas concesiones al público. Carlos argumentaba que su obra de los sesenta era más comercial que artística y, como consecuencia de esta honda angustia de artista creador y creativo, quemó todos sus cuadros afuera de su casa con la ayuda de amigos y parientes, según relata un cartel del citado museo. Luego, en 1967 y 1968, estuvo en Europa y regresó con obras artísticas más personales. Hacia el final de su vida, Carlos estaba en plena creatividad y hasta construyó un proyecto ambicioso de mural histórico, bajo la influencia del Muralismo mexicano. Este proyecto era sobre La División del Norte, el famoso ejército revolucionario comandado por el legendario Francisco Villa, un tema muy chihuahuense, muy mexicano y muy revolucionario. Este boceto fue exhibido precisamente en la muestra “Legado para Chihuahua” del Museo Casa Chihuahua enseña múltiples escenas épicas e históricas, yuxtapuestas como una especie de síntesis y simbolización de los magnos eventos vividos por el gran ejército militar dirigido por el revolucionario duranguense Pancho Villa.  En esta muestra del Museo Casa Chihuahua, también se exhibe un boceto a tinta china de 1990. Sobre fondo amarillo, un hombre desnudo aparece con cadenas rotas. Su cabeza exhiba alas, en medio de un astro gigante. A la izquierda del hombre, se hallan una iglesia y a su derecha un grupo de montañas. Es, en suma, la alegoría del comercio que rompe las cadenas que le atan las manos.
Particularmente, Carlos creó singulares bodegones, sobresalientes pinturas al óleo con figuras animales como los famosos y originales caballos azules, buenas esculturas y, sobre todo, numerosos murales de gran calidad artística en edificios públicos y privados de Chihuahua, Ciudad Juárez y Delicias, entre otras ciudades. Por ejemplo, sobresalen “Periodismo Trascendente”, el cual fue pintada bajo la técnica del acrílico, originalmente en las desaparecidas instalaciones del famoso y extinto Periódico Norte de la capital del estado, ubicadas en la Avenida Juárez, casi esquina con Avenida Venustiano Carranza. Actualmente, este mural se encuentra en el primer piso del edificio del Congreso del Estado, situado en el Centro Histórico de la Ciudad de Chihuahua, en una pared parcialmente obstruida que no permite admirar con detenimiento este brillante mural. Es un mural admirable con figuras humanas perfectamente trazadas y aglutinadas, todas las cuales sintetizan y simbolizan el papel del periodismo contemporáneo en la sociedad capitalista del siglo XX. Varios de sus murales permanecen en el edificio de la Facultad de Filosofía y Letras de la UACH y otros lugares del Estado de Chihuahua.

4. BIOGRAFÍAS BREVES DE CARLOS Y NOGUEIRA

Alberto Carlos es nativo de Fresnillo (Zacatecas), estudió artes plásticas en la Academia San Carlos de la Ciudad de México y su labor de artista abarca cincuenta años (1950-2000), de acuerdo al cartel biográfico del mencionado museo. Entre sus ocupaciones, pueden mencionarse las siguientes: Director de la Escuela Libre de Artes Plásticas en la década de los cincuenta, Jefe del Departamento de Bellas Artes de la UACH (1968-1976), catedrático en la Escuela de Filosofía y Letras y Bellas Artes de la UACH en la década de los ochenta, entre otras profesiones, según el cartel citado. En especial, Carlos es autor de diversos murales muy destacados en las paredes de varios edificios públicos y privados de Chihuahua y Ciudad Juárez. Sobresale la obra pública “El Hombre Nuclear” en el Instituto Tecnológico de Chihuahua. Asimismo, ha tenido numerosas exhibiciones de su obra en México durante las décadas de los setenta y los ochenta y, en particular, tuvo una importante y nutrida exposición retrospectiva en 1995 para celebrar sus cuarenta y cinco años de pintor, apunta el cartel. En los sesenta, uno de sus cuadros causó una gran polémica, ya que mezcla el arte y la política. El cuadro se titula “Ellos sabían porqué” y está dedicado a los guerrilleros caídos en Ciudad Madera, Chihuahua, en octubre de 1965, indica el mismo cartel biográfico. 
Por su parte, Benito Nogueira Carrasco nació en Parras, Coahuila y radicó en Chihuahua desde 1948 hasta su muerte, según un cartel colocado en el museo citado. Sus ocupaciones fueron diversas: Ingeniero metalúrgico por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pintor y escultor y, particularmente, se destaca por haber sido uno de los fundadores de la Universidad Autónoma de Chihuahua (UACH) y del Instituto Tecnológico Regional de Chihuahua (ITRCH), informa el mencionado cartel introductorio. Pintó numerosos bodegones, retratos, dibujos, esculturas, pinturas al óleo y en acuarela y, en especial, generó una numerosa colección de paisajes hermosísimos sobre los pueblos y la naturaleza de Chihuahua y de algunos otros estados.
Hay cinco vitrinas con objetos interesantes en esta gran exhibición del Museo Casa Chihuahua. Dos de ellas ofrecen una muestra de los utensilios usados por ambos artistas plásticos en su trabajo artístico: Pinceles, paletas y pigmentos. Las otras tres exhiben algunas esculturas en bronce y hierro creadas por ellos. Por ejemplo, una vitrina enseña tres esculturas con formas geométricas de Nogueira, sin fecha; otra contiene el busto “Rostro del padre” y “Vaso” con buenos moldes figurativos, las cuales son obras del mismo Nogueira; finalmente, la vitrina de Carlos contiene una imagen tradicional de un juglar (sin fecha), ese recitador itinerante de poesía oral propio de la Edad Media en Europa, y una figura abstracta (1957).
La gran exhibición “Legado para Chihuahua de Alberto Carlos y Benito Nogueira” permanecerá abierta al público en general en el Museo Casa Chihuahua, durante el verano y una parte del otoño, justo hasta el ocho de octubre de 2014. En general, estas pinturas, dibujos y esculturas enseñan una mínima parte de la calidad artística de estos dos brillantes artistas chihuahuenses que construyeron el arte plástico chihuahuense de una parte del siglo XX con gran amor y oficio, sin que la capital de Chihuahua fuera su tierra nativa. Sin embargo, algunos sitios en Internet contienen la extraordinaria cantidad, variedad y gran factura del arte de los maestros Carlos y Nogueira, artistas originarios de Zacatecas y Coahuila, respectivamente. Por ejemplo, una gran muestra del excelso arte pictórico y escultórico de Alberto Carlos y de Benito Nogueira puede admirarse en los sitios albertocarlospintor.blogspot.mx y www.virtualgallery.com, respectivamente. Asimismo, los amables lectores pueden obtener otros datos sobre la muestra colectiva de Carlos y Nogueira en el siguiente sitio de Internet: www.casachihuahua.org.mx/Expos/casa_expos_realizados.php?2014.
     Ojalá los museos y galerías de la Ciudad de Chihuahua ofrezcan en el cercano futuro una exhibición artística más consistente, organizada, integral y en forma individual de los maestros Carlos y Nogueira, dos de los grandes artistas chihuahuenses del siglo XX.

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