LOS MUERTOS VIVIENTES EN LAS CIUDADES MOTORIZADAS
POR ÓSCAR ROBLES
La verdadera vida civil y civilizada ocurre en los
espacios públicos: escuelas, templos, plazas, calles, parques, camiones
urbanos. . . Sucede en los lugares de auténtica convivencia social, donde las
personas reconocen sus diferencias de clase social, sexo-género, raza,
generación, creencia, religión, región, ocupación, costumbres, lenguas y
dialectos. . .
Las
desigualdades entre grupos sociales no sólo se producen por los diferentes
ingresos económicos, sino por su falta de una rica interacción social. Por esas
causas, está roto el tejido social y la identificación regional y colectiva
entre la gente: el nacionalismo que sobrevive al materialismo y al consumismo
de la economía global.
Los
vehículos automotores son transportes necesarios, pero se han convertido en
casas, cantinas e instrumentos para violar las leyes de un país.
Lo
peor: los que viajan constantemente en autos y camionetas individualizadas han
perdido su propia identidad personal. Ya no poseen inteligencia racional ni
almas. Son objetos y esclavos de sus propias maquinas de motores de
hidrocarburos. Son los ciudadanos que fueron asesinados por la tecnología
moderna.
Muchos
de los conductores han encontrado su propia muerte en vida dentro de los
vehículos automotores, durante el siglo XXI. Por eso, carros y trocas funcionan
como una especie de sarcófagos o ataúdes de metal brillante, con cristales
polarizados y asientos muy cómodos, para que descansen con su neurosis y
arrogancia los muertos vivientes. Así, la gente de a pie los ve transitar con
sus conductas salvajes que alteran la vida urbana y quebrantan las leyes de
vialidad y la legalidad de su tránsito con o sin placas.
Todos estos “vivos murientes” rechazan la vida
comunitaria y civil que emerge en la superficie de la rica vida moderna, donde
hay muchos parques, plazas, escuelas, templos, teatros, bosques, discotecas, estadios,
bares y otros centros sociales, para convivir sanamente con sus semejantes o
prójimos e intercambiar ideas, conocimientos e información útil y comportarse
de manera comedida y solidaria dentro del Estado de Derecho, para fortalecer a
la nación donde habitan, la nación que les dio familia, educación, trabajo,
cultura, infraestructura, servicios, gobiernos, leyes e instituciones.
Los males se llaman ingobernabilidad y avaricia.
La patria nativa de estos “muertos vivientes” ya
agoniza, convertida en un mero territorio de creación de riqueza material y
patrimonio familiar, placeres y lujos para los pudientes y de estricta sobrevivencia
para los marginados.
No fue el COVID-19 la causa de muerte de estos adictos
a los vehículos automotores. Cuando llegan a su casa, los “muertos vivientes”
se conectan con sus otros amos: la televisión, el cable, la computadora,
Internet y los teléfonos celulares.
Todos ellos y ellas son incapaces de abordar un camión
urbano o manejar una bicicleta por los espacios abiertos de la ciudad, donde se
cultiva la verdadera civilidad y comunidad entre seres semejantes.
En un simple hormiguero, las hormigas forman mejores
núcleos de convivencia y trabajo que los propios humanos.
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