LEYES O EJECUCIÓN DE OBRAS PÚBLICAS
POR ÓSCAR ROBLES
¿Qué necesitan
más los treinta y dos estados y los miles de municipios de México en la presente
década de 2020-2029: leyes y reformas o ejecución de obras públicas y construcción
de infraestructura rural y urbana?
Si
leyes o reformas, entonces el nuevo presidente de la República puede ser un
diputado o un senador de prestigio y de brillante trayectoria académica y política.
Una mujer o un hombre de conocimientos profundos y decididas acciones.
Si
obras públicas, entonces el nuevo presidente republicano de 2024 debe ser un alcalde
exitoso, un gobernador de buen liderazgo o un secretario federal eficiente.
Poder
legislativo: leyes; poder ejecutivo: ejecución.
En
cualquiera de los casos, se requiere que el nuevo primer mandatario nacional maneje
bien el presupuesto del país, produzca abundante riqueza material e impulse la economía
y el trabajo formal.
Sin
embargo, en estos tiempos de crisis nacional y mundial soplan en el país oscuros
vientos verbales cargados de populismo, de ideología (socialista, feminista,
neoliberal), de regímenes del pasado subdesarrollado (autoritarismo, centralismo,
estatismo) y de dudosos medidores de popularidad de los políticos. Todos estos
discursos demagógicos pueden conducir a más de 132 millones de mexicanos a
padecer otro gobierno ineficaz e ineficiente por otros largos seis años en que
se va la vida con falsas esperanzas y utopías irrealizables.
Sin
duda, hacen falta verdaderos administradores públicos que proyecten estrategias
inteligentes de manejo de presupuestos y no se necesitan políticos con pobre instrucción
universitaria que consuelen a los mexicanos con abundantes discursos demagógicos
y pobres programas sociales que condenan a millones de ciudadanos a la pobreza
de por vida.
He aquí
el dilema para los ciudadanos mexicanos en las elecciones presidenciales de junio
de 2024: legislación o ejecución, verborrea u obra pública moderna.
El ilustre poeta Octavio Paz decía en uno de sus
ensayos que los grandes cambios de México pueden comenzar en los ayuntamientos,
donde se gesta la democracia. Así pasó en la década de los ochenta y se prolongó
por varias décadas entre finales del siglo XX y principios del siglo XXI.
La democracia, la educación académica y moderna y la
conciencia nacional y social de la mayoría de los mexicanos propician los
verdaderos cambios desde abajo y no desde la cúspide del poder de los
tlatoanis, virreyes, caudillos y presidentes autoritarios. Dos revoluciones
surgieron de esa clase de opresión: la Independencia de 1810 y la Revolución de
1910.
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