jueves, 29 de octubre de 2020

MUJER Y SANTIDAD EN EL CUENTO "CLARISA" DE ISABEL ALLENDE

                                         ÓSCAR ROBLES 


“Clarisa” es un típico cuento de personaje. En este relato, la figura de la protagonista emerge poderosamente en la narrativa de Isabel Allende con su personalidad original y profunda: es una especie de santa laica y muy humilde, que ayuda al prójimo, da caridad, es compasiva con los criminales y gestiona obras para los pobres entre instituciones. Sin embargo, la anciana Clarisa permanece legalmente atada a su marido en la misma casona en ruinas durante casi toda su vida, pero extraña y misteriosamente no realiza su vida conyugal plenamente durante más de cuarenta años. Así, llega al final de sus días con la culpa de sentirse pecadora y de que Dios le niegue la entrada al cielo. Entonces, su asistente Eva Luna descubre los grandes secretos que la anciana guarda en su vida a la vez que observa algunos rasgos de santidad en ella. De este modo, Allende concentra en la figura de Clarisa una peculiar idea de que Dios ordena y balancea el mundo entre el bien y el mal a través de los siglos. En conjunto, la descripción de la narradora testigo configura finalmente una imagen desacralizante de la tradicional santidad y la ve como una santa sencilla y muy humana, fuera de la visión oficial de la Iglesia Católica. 

Este cuento pertenece a la colección Los cuentos de Eva Luna (1990). Como es un cuento de personaje, la descripción del personaje principal domina sobre la trama y los misterios de su personalidad profunda se van revelando hacia el final del relato. La joven Eva Luna es la narradora testigo que “pinta” con maestría los principales rasgos físicos y psicológicos de la protagonista. En realidad, se trata de un retrato de una mujer muy peculiar y con cualidades extraordinarias para sobrevivir económicamente, sostener a sus cuatro hijos y marido y hasta ayudar a los pobres y marginados de la sociedad del siglo XX, durante su larga vida. 

La trama puede resumirse de la siguiente manera: Clarisa se dedica a hacer el bien entre la gente como curandera de damas de noche, con numerosos actos de caridad y compasión humana y cristiana y como gestora social ante instituciones políticas y sociales. Procrea con su marido dos hijos que padecen retardo mental. Como consecuencia, se rehúsa a tener relaciones sexuales y emocionales con su marido durante más de cuarenta años y sostiene los gastos de la casa mediante diferentes servicios de curandera y con el comercio informal de productos que ella misma hace. La gente la considera como una santa por sus múltiples obras pías a favor de los pobres. En especial, guarda un misterio en torno a su vida íntima. Tras ver la visita del Papa en la televisión, ella decide morirse en su vieja casona cuando cuenta con más de ochenta años de edad. La joven Eva Luna la asiste en sus años finales y descubre que la anciana cometió pecados y delitos de adulterio con el diputado Diego Cienfuegos y procreó a otros dos hijos sanos, inteligentes y bondadosos como su madre. Finalmente, Clarisa muere. 

En principio, la fe religiosa de Clarisa es profunda, humana y se remonta al Cristianismo más primitivo. Esta fe deriva en una peculiar y absurda vida de gestora social y predicadora religiosa a pesar de vivir en la pobreza y la miseria. Por ejemplo, regala dinero a un asaltante y le advierte que con esa vida criminal puede condenarse al infierno; convence al diputado Diego Cienfuegos de donar un refrigerador a las Madres Teresianas; hace que los jesuitas donen becas a muchachos ateos; logra que las Damas Católicas ayuden a las prostitutas; promueve que el Instituto Alemán de instrumentos musicales a un coro hebreo; y consigue que los propietarios de viñedos proporcionen dinero a los programas de alcohólicos. Cuando nació su tercer hijo, le dice a la comadrona la siguiente particular visión de mundo basada en su fe cristiana y confianza en la obra justiciera de Dios: Él crea algunas cosas torcidas, también crea otras derechas, por cada virtud hay un pecado, por cada alegría una desdicha, por cada un mal un bien y así, en el eterno girar de la rueda de la vida todo se compensa a través de los siglos” (Allende 555).

Como consecuencia de este particular concepto cristiano de la vida, el tercero y el cuarto hijos nacen sanos y dotados para la bondad. Sin embargo, hay un misterio en torno a la muerte de sus dos primeros hijos, ya que mueren ahogados con gas en el baño y la propia Eva Luna piensa que esta muerte trágica tal vez sea el secreto y el gran pecado de ella a medida que se acerca la muerte de Clarisa. Así pues, la personalidad de la protagonista oscila entre la humanidad y la santidad, según la voz imponente y pinturera de la relatora testigo. La vida de Clarisa transcurre desde antes de que existiera el servicio de electricidad en su ciudad hasta la visita del Papa y el uso la televisión. Eva Luna conoce a Clarisa precisamente cuando la joven trabaja de sirvienta para La Señora, una prostituta o dama de noche. Luego, la joven reencuentra a la anciana en otra etapa de su vida y le ayuda en sus quehaceres caseros. 

En general, la narradora construye una visión positiva sobre Clarisa y aporta algunos indicios de su santidad no oficial y humilde. Dice, por ejemplo, que la anciana se comporta como una persona extravagante en sus costumbres, proyecta “una fama de santa” y tenía “prestigio de milagrera” (Allende 551). Esencialmente, su vocación de mujer caritativa es la cualidad esencial de su vida: “la caridad se convirtió en un camino de ida y vuelta” (552). Aunque habita una caserón antiguo de tres pisos, herencia de sus padres, su pobreza es extrema e, incluso, le “resultaba difícil encontrar pobres más pobres que ella” (552). Físicamente, tiene “los hombros alzados como dos suaves jorobas y su noble cabeza coronada por un quiste sebáceo, como un huevo de paloma, alrededor del cual ella enrollaba sus cabellos blancos” (551). 

En especial, la desgraciada vida conyugal de Clarisa es el origen de sus conflictos y de su vocación de santa laica y caritativa. Procrea dos hijos retardados con su marido, quien había sido juez de provincia y se comporta como un hombre hosco, solitario, avaro y vulgar. Al ver la deficiencia mental de su segundo hijo, el decepcionado juez se refugia en un cuarto de la vieja casona por el resto de su vida, se dedica a copiar periódicos en un cuaderno de notario y nunca más tiene contacto sexual y sentimental con su mujer. Entonces, Clarisa desarrolla su peregrinaje para conseguir dinero para sobrevivir a la vez que ayuda a los pobres y marginados de su ciudad, como una forma de balancear sus pecados y faltas. 

Finalmente, Clarisa emerge como una perfecta santa, física, psicológica y moralmente, hacia la tercera parte del relato cuando ella ya es una anciana de más de ochenta años de edad. Esta secuencia adquiere sesgos de Realismo Mágico, la cuaal es una tendencia que había sido desarrollada por Allende en su primera novela, La casa de los espíritus (1982). Cuando la protagonista se alimenta de flores y miel, “el espíritu se le fue desprendiendo en la misma medida en que le germinaron las alas”, según cuenta la narradora testigo (Allende 556). Incluso, la gente asegura haber visto “un circulo de luz en torno de su cabeza y haber escuchado música celestial en su presencia” (558). Clarisa y Eva contemplan al Papa en la ciudad, como parte de su gran fe cristiana. De regreso a la casa, la santa anciana le avisa al marido que se va a morir en el siguiente viernes. Cuando Eva desviste a Clarisa, ve “dos bultos inflados, como si estuvieran a punto de reventar un par de alas de angelote” (558). Hacia el final, la muchedumbre se congrega en el viejo caserón en ruinas para ver a la anciana milagrosa y caritativa por última vez. Entonces, Eva advierte que los dos hijos sobrevivientes de Clarisa se parecen mucho a Diego Cienfuegos y se lo dice a la moribunda. Ella confiesa que su adulterio con Cienfuegos no fue pecado, sino “una ayuda de Dios para equilibrar la balanza del destino” (559). 

El final del cuento presenta el multiperspectivismo en torno a la vida y muerte de Clarisa: el médico representa la ciencia y afirma que la anciana muere de cáncer; la muchedumbre es la voz del pueblo y dice que fallece de santidad; y Eva, su asistente, sostiene que fenece de asombro por haber visto al Papa. 


           2. ISABEL ALLENDE: POST-BOOM Y NARRATIVA                                                     FEMENINA 

 Como “La mujer del juez”, “Clarisa” es una narrativa femenina dentro de la obra literaria de una escritora del Post-Boom. Eva Luna es también la narradora y una autora ficcional que emparienta con la personalidad de la chilena Isabel Allende, autora real de Cuentos de Eva Luna. Por su gran calidad literaria, “Clarisa” fue incluido en el libro de texto Voces de Hispanoamérica. Antología literaria (2004) de Raquel Chang y Malva E. Filer. En general, la colección de Los cuentos de Eva Luna presenta “personajes femeninos fuertes, libres y aventureros” (Chang 550). De esta naturaleza esencial, es precisamente Clarisa, la protagonista del cuento analizado en el presente artículo. 

En general, la obra narrativa de Allende pertenece al Post-Boom por su tendencia política y social y por el retorno a las estructuras tradicionales de la narrativa. Phillip Swanson detalla que los escritores del Post-Boom combinan dichas tendencias con un “engagement with mass or popular culture” (87). En el cuento “Clarisa” se observan algunos aspectos de la cultura popular, tales como la televisión, la llegada a la luna y las creencias cristianas no oficiales. Esencialmente, Allende encarna dos visiones del Post-Boom. Por pertenecer a esta importante tendencia literaria de Hispanoamérica, la autora chilena tiene “a relationship to and reorientation of the novel of the Boom” y al mismo tiempo proyecta “the trend towards readibility, structural clarity, socio-political commentary and relative optimism” (98). 

Por todos estos motivos, La casa de los espíritus ha sido muy relacionada por la crítica literaria con Cien años de soledad (1967) de Gabriel García Márquez, uno de los grandes escritores del Boom latinoamericano. Además, el lenguaje coloquial, las representaciones de una vida cotidiana y los asuntos político-sociales aparecen constantemente en los cuentos y novelas de la gran escritora sudamericana avecindada en los Estados Unidos. Entre los escritores del Post-Boom, destacan el argentino Manuel Puig, el peruano Antonio Skármeta, la puertorriqueña Rosario Ferré, la mexicana Elena Poniatowska y la guatemalteca Rigoberta Menchú. Particularmente, el cuento “Clarisa” y la novela La casa de los espíritus constituyen obras representativas en su carrera como escritora por el despliegue de Realismo Mágico propio del Boom. En la novela, Allende desarrolla la cotidianidad y el coloquialismo y explaya “su visión de la historia chilena, y su propia experiencia, desde la perspectiva de los sus personajes femeninos” en torno a las figuras del patriarca Esteban Trueba y de Clara del Valle (506). Asimismo, el citado cuento y la novela mezclan “fantasía, humor paródico y realismo”, además de proyectar algunos elementos del Realismo Mágico. 

Isabel Allende (1942—) es cuentista, novelista y ensayista de origen chileno, pero nacida en Lima, Perú, porque perteneció a una familia de diplomáticos. Su padre era primo hermano de Salvador Allende, quien fue elegido presidente de Chile a principios de la década de los setenta. Tras el golpe militar del general Augusto Pinochet, se refugió en Venezuela. Ha publicado las siguientes obras narrativas: La casa de los espíritus (1982), De amor y de sombra (1984), Eva Luna (1987), Cuentos de Eva Luna (1988), Hija de la fortuna (1999), Retrato en sepia (2001), La ciudad de las bestias (2002) y Mi país inventado (2003). También es autora de los dramas El embajador (1971), La balada del medio pelo (1973) y Los siete espejos (1974). Sin duda, ella es una firme candidata a ganar los premios Nobel de Literatura y Miguel de Cervantes. 

En conclusión, “Clarisa” de Isabel Allende desarrolla un particular y desmitificadora visión de la santidad con un vigoroso y original personaje femenino propio del siglo XX. En este sentido, es una retextualización literaria y una revisión crítica de este tema central en la cultura cristiana de Occidente. Clarisa funge en realidad como una santa laica y muy humana que esconde el pecado del adulterio e integra esta falta moral a su peculiar visión de mundo en torno a la voluntad de Dios: el balance del bien y el mal como una compensación a la infelicidad humana. En tanto, Clarisa realiza numerosos obras pías a favor de los pobres para reparar su falla moral ante Dios. 

                                               Obras citadas 

Allende, Isabel. “Clarissa.” Voces de Hispanoamérica. Antología literaria. 3ª ed. Canadá: Thomson and Heinle, 2004. 551-560. 

Chang, Raquel y Malva E. Filer. Voces de Hispanoamérica. Antología literaria. 3ª ed. Canadá: Thomson and Heinle, 2004. 

Swanson, Phillip. Latin American Fiction. A Short Introduction. Malden, MA: Blackwell, 2005.

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