lunes, 5 de agosto de 2019

"LOS ALIMENTOS INTELECTUALES": LIBROS Y ENCICLOPEDIAS EN SUPERMERCADOS


LOS ALIMENTOS INTELECTUALES: LIBROS Y ENCICLOPEDIAS EN SUPERMERCADOS



ÓSCAR ROBLES



         Ellos y ellas podían tener en sus manos ejemplares de Pedro Páramo de Juan Rulfo, México en la obra de Octavio Paz o de Cambio de piel de Carlos Fuentes; podían adquirir por módico precio volúmenes de La Odisea de Homero, de La Divina Comedia de Dante Alighieri, de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, de Mitología grecolatina o de Los Gigantes de la filosofía de Oriol Fina; otros libros y otras colecciones que compraban incluían Cien años de soledad de Gabriel García Márquez,  La casa verde de Mario Vargas Llosa o Rayuela de Julio Cortázar; de las enciclopedias se llevaban volúmenes de una historia del arte o de la Enciclopedia de México.
          Ellos y ellas compraban todas las anteriores obras maestras en los supermercados locales y las echaban en el carrito de metal, revueltos con frutas y vegetales, latas, botellas y carne y pagaban en las cajas. Consumían sabrosos alimentos y deliciosa cultura al mismo tiempo. Cada libro costaba alrededor de setenta y nueve pesos; poco más de cien pesos era el precio de cada tomo de una enciclopedia. Todos los ejemplares estaban finamente empastados y eran impresos por prestigiosas editoriales españolas y mexicanas. De esta manera, los libros constituían las grandes ofertas del subdesarrollo mexicano en la ciudad de Chihuahua durante las décadas de los setenta y los ochenta, pues los supermercados ponían al alcance de la mano y del bolsillo obras clásicas y obras de consulta imprescindibles para todas las familias mexicanas.
          Por igual, los compraban jóvenes y adultos, hombres y mujeres, los más educados y los menos educados, la clase alta y la clase media. En ese tiempo de finales del siglo XX, los chihuahuenses iban cada semana a los supermercados, ya sea el Futurama Universidad, ubicado cerca del campus de la Universidad Autónoma de Chihuahua, o a la Soriana Niños Héroes del Centro Histórico. En ese entonces, la capital del Estado Grande era pequeña y provinciana y estaba poblada de buenas gentes.
          En ambos supermercados, había entonces secciones grandes y largos anaqueles de metal llenos ejemplares de diversas editoriales. En consecuencia, los clientes adquirían los libros de poemas de Pablo Neruda publicados en Editores Mexicanos Unidos, libros de Julio Cortázar y Gabriel García Márquez de la Editorial Sudamericana, obras de escritores mexicanos impresas por el Fondo de Cultura Económica, diversos best-sellers como Pregúntale a Alicia, Sublime amor juvenil y las novelas de Irving Wallace y Morris West y otros numerosos ejemplares de distintas casas editoriales.
          En los setenta y en los ochenta, la Soriana Niños Héroes y Futurama Universidad capitaneaban estas ventas de libros. Además, ofrecían al público una colección grande de discos de acetato con brillantes piezas de la música mexicana, latinoamericana, española, europea y norteamericana. En especial, vendían libros y enciclopedias finamente empastados y con letras doradas. Entonces, aparecía un ejemplar de colección cada semana en los anaqueles. Por ejemplo, la oferta de las enciclopedias duraba doce semanas en los casos de la Historia del Arte de Salvat y el Diccionario Enciclopédico Salvat, la Enciclopedia de México y Los Doce Mil Grandes. Diccionario Biográfico Enciclopédico, porque constaban de doce tomos cada enciclopedia.
          En otras ocasiones,  estos importantes negocios locales expendían los clásicos de la literatura mexicana, desde las obras de Sor Juana Inés de la Cruz, Bernal Díaz del Castillo e Ignacio Manuel Altamirano hasta las novelas y cuentos de Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Rosario Castellanos y Juan José Arreola y los poemas de Octavio Paz y Carlos Pellicer. O bien, ofrecían a sus clientes asiduos los clásicos universales de la editorial española Bruguera, ya sea los griegos antiguos [La Odisea de Homero], los renacentistas [Gargantúa y Pantagruel de François Rabeleis], los románticos [Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas], los realistas [tres novelas de Honorato de Balzac] y los contemporáneos o diccionarios de lengua [Diccionario de Sinónimos de Fernando Corripio].  
          En ese tiempo lejano, apareció en uno de los supermercados una colección de obras literarias de gran prosapia: Los cincuenta tomos de las obras clásicas de la literatura contemporánea de Occidente y Oriente. Entonces, los lectores se posesionaban de cuentos, dramas, poemas y novelas de grandes escritores por sólo setenta y nueve pesos cada uno. De esta manera, podían comprar obras esenciales de los latinoamericanos [Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa, Joao Guimaraes Rosa, Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Romulo Gallegos y Julio Cortázar]; los norteamericanos [William Faulkner, Ernest Hemingway, John Steinbeck y Scott Fitzgerald]; los rusos [Boris Pasternak]; los franceses [François Mauriac, André Gide, André Malraux y Albert Camus]; los ingleses [Joseph Conrad y Virginia Woolf]; los irlandeses [Samuel Beckett y James Joyce]; los españoles [Vicente Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno y Pío Baroja]; los italianos [Alberto Moravia, Luigi Pirandello y Tomasso di Lampedusa]; los alemanes [Thomas Mann]; los japoneses [Junichiro Tanizaki]; y los checoslovacos [Franz Kafka], entre otros.
          Para los jóvenes de aquel tiempo, estos libros se convirtieron en una verdadera devoción cultural y un gran placer intelectual, en un compromiso semanal y un motivo de ahorro e inversión económica y en una verdadera pasión de vida. Entonces, acudían a comprar comestibles y artículos del hogar el fin de semana y cargaban en el carrito el ejemplar recién salido como pan recién horneado. Algunas veces, se llevaban un disco de música clásica de importación alemana o un disco de música estadounidense de moda o de música en español.
          Así pues, los dueños de los dos famosos supermercados de la ciudad de Chihuahua ponían al alcance del bolsillo y en una fácil compra diferentes libros claves de consulta y quintaesenciales obras literarias, para reforzar la educación académica de las primarias, secundarias, preparatorias y universidades. De esta manera, pagar ochenta pesos cada semana representaba una gran inversión y la oportunidad de ahorrar. Entonces, los clientes entraban en posesión de una joya de la literatura universal o de la literatura mexicana como si compraran fruta, pan o queso y luego la almacenaban en sus pequeñas bibliotecas. Finalmente, las leían en la comodidad de sus casas o en las escuelas, fomentando así una vida más civil, hogareña y social.
     Estas importantes colecciones de cultura literaria, artística, historiográfica y lingüística podían llegar a los hogares y convertirse en un valioso patrimonio cultural, gracias a la gran visión de estos dos negociantes de supermercado de la ciudad de Chihuahua: Futurama Universidad y Soriana Niños Héroes. La primera empresa pertenecía al señor Leopoldo Mares Delgado; la segunda era propiedad de un empresario nativo del estado de Coahuila.
          En ese tiempo, las librerías La Prensa, La Sorbona y Victoria también vendían muchos libros a los chihuahuenses. Además, el primer negocio ofrecía periódicos y revistas locales y nacionales que apasionaban a los ciudadanos porque fue un tiempo de cambio político, democratización y modernización material y cultural. Ese tiempo era justo el tránsito entre el gobierno de José López Portillo [1976-1982) y el de Miguel de la Madrid [1982-1988]. La numerosa gente de lectura se encontraba en esos negocios y departía amigablemente sobre temas de cultura, política y sociedad.
          Frente a los bajos índices de lectura de los mexicanos del siglo XXI, los supermercados de la ciudad de Chihuahua deberían repetir dicha empresa cultural: Vender libros y enciclopedias impresas o en disco compacto a bajo precio y en periodos semanales. De este modo, las compras de libros ocuparían la misma importancia que los víveres. Los primeros alimentan el intelecto y los segundos el cuerpo.
En el siglo XXI, la obesidad, los diferentes vicios con alcohol y sustancias tóxicas, el crimen y la violencia pública, todo ha sido el resultado del recalcitrante consumismo surgido bajo el capitalismo global y la asfixiante publicidad comercial de los medios de comunicación masiva. Es necesario ofrecer alternativas a esta perniciosa forma de vida privada y pública de los chihuahuenses actuales. Por eso, hay que abrir otra vez las puertas de los supermercados y llenar los anaqueles de libros y libros, enciclopedias y hasta discos de música clásica y ópera.
El perfil de los mexicanos y mexicanas del siglo XXI ha sido el consumo de alimentos y cultura chatarras. Además, las negativas “Anticulturas de la Destrucción” se han apoderado de las mentes de numerosas personas. Frente al actual Estado populista de titubeantes e ineficientes políticas públicas, las empresas chihuahuenses y mexicanas tienen que actuar para difundir más cultura y promover más la lectura de libros positivos. 
Por todo ello, es el momento histórico de nutrir otra vez las mentes y espíritus enclenques y fofos con las proteínas, vitaminas y minerales diseminados en las vigorosas páginas de los libros, los cuales han sido los buenos amigos de la humanidad en toda la historia. Como escasean tanto las bibliotecas colectivas en los municipios, es necesario crear sencillas bibliotecas en los hogares de las familias. Por este motivo, hay que reforzar el valioso trabajo de las librerías, atrayendo a numerosos clientes a los supermercados con la oferta y el ahorro en la compra de libros de arte, ciencia, literatura y humanidades y de necesarias enciclopedias de todo tipo. 
Los libros son los sagrados alimentos intelectuales del ser humano. Sin ellos, no se puede vivir una vida integral en cuerpo, mente y espiritu.  

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