RAZÓN, REVOLUCIÓN, ESPÍRITUS DE ÉPOCA Y TEORÍA DE LA RELATIVIDAD EN CUATRO
ENSAYOS DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET
ÓSCAR ROBLES
Los cuatros ensayos de José Ortega y
Gasset examinados en este artículo son apéndices en su excelso estudio sobre
temas filosóficos El tema de nuestro tiempo (1923). Este libro central
pertenece a la tercera etapa en el pensamiento de este filósofo español: La
etapa llamada raciovitalista, la cual
fue desarrollada entre 1924 y 1955.[1] En
el citado estudio, el pensador europeo aborda la necesidad imperiosa de
sustituir la razón pura por la “razón vital”, durante la primera mitad del
siglo XX. En tanto, los cuatro ensayos breves o apéndices examinan con una
prosa brillante, concisa y clara los siguientes cuatro aspectos: 1) El concepto
orteguiano de “Vitalismo”, la oposición de esta tendencia al racionalismo y la
profunda relación del Vitalismo con la razón pero no con el racionalismo; 2) la
conexión profunda entre el racionalismo y la revolución en la historia de
Europa; 3) los tres tipos de espíritus o almas en las diferentes sociedades y
dentro de diversas épocas históricas; 4) y, finalmente, exploran los siguientes
cuatros rasgos esenciales de la prestigiosa Teoría
de la Relatividad de Albert Einstein[2]: Relativismo, perspectivismo, antiutopismo
o antirracionalismo y finitismo.
1. “NI
VITALISMO NI RACIONALISMO”: EL IDEALISMO DE LA RAZÓN
El
primer apéndice, “Ni vitalismo ni racionalismo”, está profundamente conectado
con los diez capítulos del libro citado de Ortega, a diferencia de los otros
tres apéndices siguientes. Básicamente, este apéndice aclara cuál es el
concepto de “Vitalismo” filosófico usado por Ortega en El tema de nuestro
tiempo. En primer lugar, el “vitalismo biológico” de Hans Driesch[3]
supone la existencia de “una fuerza vital” o “entelequia” en las fuerza
físico-químicas y, en segundo lugar, el “biologismo” de Oskar Hertwig[4]
enarbola la idea de que los fenómenos vitales pueden estudiarse simplemente
mediante el empirismo (Ortega 95). Por su parte, el “Vitalismo” filosófico de
Ortega defiende el método racional, pero se preocupa por la vida como problema,
así pues se opone al racionalismo pero no a la razón, ya que es necesario
razonar “una cosa o pensamiento” hasta descubrir su principio (97, 98).
Frente
a la razón, la intuición es ilógica e irracional en general y la propia
realidad objetiva contiene elementos de irracionalidad. Por esto, la razón
deriva en lo irracional, ya que la “realidad es constitutivamente irracional”,
como reconoce el filósofo Gottfried Leibniz[5],
expone Ortega en este primer apéndice (100). Por naturaleza, “lo real se
caracteriza como contingente”, “lo contingente encierra un número infinito de
razones” y, por consecuencia, “el infinito —concepto que nace de la razón— es
irracional”, según razona el propio
Ortega (102). En consecuencia, el acto de “razonar es un puro combinar visiones
irracionales”, finaliza el pensador madrileño (103).
El
filósofo hispánico cita como ejemplos de categorías irracionales los infinitos,
el tiempo, el espacio, las categorías físicas de sustancia y causa, todos ellos
conceptos elaborados por los procesos racionales de la filosofía. Entonces,
¿por qué hay que reemplazar la “razón pura” por la “razón vital” en la primera
mitad del siglo XX? Ortega cierra con brillantez y elegancia este excelente
apéndice, complementario de El tema,
con las siguientes tres respuestas sumarias y contundentes a la pregunta
expuesta arriba: 1) “El papel de la razón no es comprender lo real, formar en
la mente copias de las cosas, sino ‘crear modelos’” (106); 2) las ideas de las
cosas, por consecuencia, deben ajustarse a tales “ideales” o modelos (107); 3)
la verdadera función del racionalismo occidental es “transmutar la realidad en
el oro imaginario de lo que debe ser”
y, por ello, esta tendencia dominante de la filosofía de Occidente es realmente
“el misticismo de la razón” (107). Por esta naturaleza “utópica” e ideal de la razón pura durante la Época Moderna
especialmente, Ortega recomienda el ejercicio de la “razón vital”, propio de su
postura raciovitalista o de su
tercera etapa como pensador.
2. “EL
OCASO DE LAS REVOLUCIONES”: LAS UTÓPICAS REVOLUCIONES
El segundo apéndice, “El ocaso de las revoluciones”, analiza básicamente
el origen intelectual y filosófico y los rasgos principales de la revolución.
En primer lugar, afirma que “revolución” es definida por tres aspectos
esenciales: 1) Es “todo movimiento colectivo en que se emplea la violencia
contra el Poder establecido”; 2) se caracteriza por ser “un estado del
espíritu”; 3) y representa una rebelión contra los usos más que contra los
abusos (Ortega 109, 110). Luego, el brillante pensador cita como ejemplos de
estos movimientos sociales a la revolución inglesa del siglo XVII, las cuatro
francesas del XVIII y XIX y la vida pública de Europa entre 1750 y 1900 (111).
Asimismo,
Ortega ubica la naturaleza de la revolución en periodos racionalistas por
excelencia y expone tres tipos de espíritu o alma en la organización de las naciones
a través de su historia, en este segundo apéndice. Estos tres espíritus son los
siguientes: 1) El espíritu tradicional: El mito y la herencia de los padres.
Por ejemplo, este espíritu se dio más en la Edad Media, en Grecia hasta el
siglo VII a. C. y en Roma hasta el siglo III a. C.; 2) el espíritu
racionalista: El sentimiento de individualidad y la razón. Ocurre esto en el
Renacimiento; 3) el espíritu místico. Bajo el espíritu racionalista se
construyen “perfectos edificios teóricos” y “arquitecturas ideológicas” con el
imperio de la “razón pura” y de las ideas en sí mismas y, como consecuencia,
surgen diversas revoluciones que son más propias de la Época Moderna (Ortega 119,
120).
Sin
embargo, los racionalismos son en realidad verdaderas utopías. También son
utopías las elaboraciones intelectuales de la “razón pura” dentro de las diferentes
corrientes filosóficas de la historia, según argumenta Ortega en algunos
capítulos de El tema de nuestro tiempo. Además, el pensador madrileño
piensa que “todo pueblo tiene su edad antigua, su edad media, su edad moderna”,
como el caso de la Grecia antigua, y generalmente surgen las revoluciones en
las etapas racionalistas (128). Por la naturaleza altamente intelectual y
filosófica de las revoluciones, “el filósofo, el intelectual, anda siempre
entre los bastidores revolucionarios”, concluye Ortega este apéndice (136).
3. “EPÍLOGO
SOBRE EL ALMA DESILUSIONADA”: LAS ASPIRACIONES IMPOSIBLES DE LA RAZÓN
En
el tercer y más breve apéndice, “Epílogo sobre el alma desilusionada”, Ortega distingue
tres tipos de “almas” o “espíritus” culturales dentro de una determinada época
histórica de Europa. En primer lugar, “el alma tradicionalista” se basa en “la
sabiduría indubitada del pretérito”; en segundo lugar, “el alma racionalista”
funda su fe “en la energía individual” y en el poder único de la razón y, por
tanto, esta postura vital “aspira a lo imposible”; en tercer lugar, “el alma
supersticiosa” es cuando “el hombre siente un increíble afán de servidumbre” (Ortega
138, 139). Como se ve, el pensador europeo asevera claramente que las etapas
racionalistas de fundan siempre en ideas y postulados demasiado idealistas y
utópicos y, por lo tanto, imposibles de concretar de manera practica en la
realidad objetiva.
4. “EL
SENTIDO HISTÓRICO DE LA TEORÍA DE EINSTEIN”: RELATIVISMO, PERSPECTIVISMO, ANTI-RACIONALISMO
Y FINITISMO
En
el cuarto apéndice, “El sentido histórico
de la teoría de Einstein”, Ortega asegura que La Teoría de la Relatividad de Albert Einstein es claramente de
naturaleza relativista, perspectivista, anti-utópica o anti-racionalista y
finita. Esta importante teoría de la física contemporánea es muy importante
para toda la ciencia moderna. Esta teoría de Einstein consiste básicamente en
que “la duración del tiempo no es la misma para dos observadores que se mueven
uno con respecto al otro” (“Relatividad”). En primer lugar, la teoría de
Einstein “no es relativa, sino relativista”, ya que el conocimiento humano es
absoluto, pero la realidad es relativa (Ortega 143). Por ello, esta teoría
tiene gran trascendencia y un sentido absoluto. En segundo lugar, el perspectivismo establece que “espacio y
tiempo son los ingredientes objetivos de la perspectiva física, y es natural
que varíen según el punto de vista”, así que “si varía el lugar que el
contemplador ocupa, varía también la perspectiva” (146, 147). En consecuencia, el
pensador español considera que el individuo no debe cambiar su “espontáneo
punto de vista por otro ejemplar y normativo” que las ideas establecidas y
tradicionales atribuían anteriormente al “punto de vista de la eternidad”
(148). Esa visión sobre la eternidad fue fundado por la religión cristiana y,
en realidad, es un punto de vista “ciego”, pues “no ve nada, no existe” (148).
De esta manera, la teoría de Einstein da cabida a “la multiplicidad armónica de
todos los puntos de vista”, según Ortega (148).
Las
otras dos características de la Teoría de
la Relatividad se oponen a la utopía racionalista y a la idea de un cosmos
infinito propuesto por las ideas modernas. La tercera idea enunciada en el
párrafo anterior es el anti-utopismo
de la teoría de Einstein. Sobre este aspecto, Einstein se opone al “pasado
racionalista de cuatro siglos” [siglos XVI-XX], para poner a la razón como un
“arsenal de instrumentos” y no como una “norma imperativa” y, como
consecuencia, la observación se encarga de probar todos los instrumentos de la
razón (Ortega 154). De este modo, la “razón pura” deja de ser un imperativo
categórico y deja de generar diferentes concepciones utópicas, las cuales se
forjan desde “ningún sitio” y, por ende, cada concepción utópica “pretende
valer para todos” (149). Prácticamente, considera Ortega, “la propensión
utópica ha dominado en la mente europea toda la época moderna” (149). Finalmente,
el cuarto elemento clave de la teoría de Einstein es el finitismo. Este rasgo se refiere en particular a que la citada y
famosa teoría física del científico judío-alemán propone un mundo “cerrado y
finito”, un mundo limitado, frente a las teorías que dominaron toda la época
moderna y que veían al cosmos como infinito, como “un mundo mágico” y como “esa
infinidad del paisaje cósmico” (154, 155). Para Ortega, finalmente, ese “mundo
cerrado y finito” de la Teoría de la
Relatividad es “un muñón de universo” (156). Como se ve, esta
personificación cósmica envuelve una gran ironía: La teoría de Einstein es una
parte limitada del cosmos al final de cuentas.
De
esta manera, el ilustre pensador hispánico encuentra en la trascendental teoría
de Einstein algunos aspectos esenciales similares a los postulados del “Vitalismo”
filosófico planteados en El tema de nuestro tiempo. Por un lado, La Teoría de la Relatividad permite
generar posturas relativistas sobre la realidad, la cual a su vez es
esencialmente relativa. Por otro, esta física de Einstein se opone a todo
racionalismo y a todo “utopismo”, pero no a la razón, ya que la misma razón es
un elemento clave en la configuración de la “razón vital” orteguiana. Frente a
la “razón pura”, la “razón vital” es la base del “Vitalismo” elaborado por
Ortega y puede servir como instrumento esencial para conectarse con la vida
viva, biológica, espontánea e irracionalista desarrollada en la primera mitad
del siglo XX. Esta postura del “Vitalismo” es, precisamente, la base del raciovitalismo, la tercera etapa del
pensamiento de José Ortega y Gasset. Asimismo, esta corriente filosófica
contemporánea representa el centro del examen y la gran propuesta filosófica de
El tema de nuestro tiempo.
José
Ortega y Gasset (1883-1955) ha sido considerado el más grande filósofo español
y pertenece a la corriente cultural española del Novecentismo. Publicó diversos
libros de filosofía y reflexión cultural. Algunos de los más importantes son
los siguientes: Meditaciones del Quijote (1914), España invertebrada
(1921), El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas
(1929), Historia como sistema (1935) y La idea de principio en Leibniz
y la evolución de la teoría deductiva (1947). Fue fundador de la célebre e
influyente Revista de Occidente,
en la cual dio a conocer las más importantes ideas artísticas, científicas y
literarias del pensamiento occidental e hispánico. Para Ortega, el racionavitalismo “pretende superar los
extremos realistas e idealistas para llegar a una razón vital y a una vida
razonada” (“Ortega”).
JOSE ORTEGA Y GASSET, AUTOR DE EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO (1923) |
En suma, estos cuatro ensayos o
apéndices discutidos en el presente texto son un perfecto complemento a las
propuestas filosóficas de El tema de nuestro tiempo. Especialmente,
estos ensayos breves discuten la definición exacta del “Vitalismo” orteguiano, destacan
el gran papel de la razón en la captación de la realidad objetiva, clasifican
los diferentes espíritus de una época histórica y desglosan algunos elementos
esenciales de la física de Albert Einstein que son similares a los del
“Vitalismo”: Relativismo, perspectivismo y antirracionalismo. Asimismo, Ortega luce en estos ensayos su brillante,
claro, conciso y característico estilo literario y la profundidad de sus ideas
tan plenas de sustancia y contenido trascendental. Con sus ideas en estos
cuatro ensayos-apéndice, el pensador español examina una nueva y contemporánea
dimensión de la razón, precisa la naturaleza profunda de su filosofía raciovitalista, penetra en el alcance de
las ideologías filosóficas y políticas en la Época Moderna, analiza los
orígenes de los movimientos sociales y ubica el valor de las ciencias en la
historia moderna y en los comienzos de la época contemporánea de Occidente.
Obras
citadas
“José Ortega y
Gasset.” Wikipedia. La enciclopedia libre. 6 abril 2016. Fundación
Wikimedia,
Inc. 12 abril 2016.
“Ortega
y Gasset, José (1883-1955).” Los Doce Mil Grandes. Enciclopedia
Biográfica Universal.
Vol. 8. Ed. Diane Downey. México: Promociones
Editoriales
Mexicanas, 1982.
Ortega y Gasset,
José. El tema de nuestro tiempo. 13ª ed. Madrid: Espasa Calpe,
1975.
“Relatividad.” Pequeño
Larousse ilustrado. 1991.
[1] La
primera etapa de Ortega es la “objetivista”, cubre el periodo 1902-1914 y fue
influida poderosamente por el neokantismo alemán y la fenomenología de Edmond
Husserl y en ella afirma que las cosas y las ideas están antes que las personas;
la etapa “perspectivista” abarca los años de 1914 a 1923 y desarrolla las ideas
principales en sus libros Meditaciones del Quijote (1914) y España
invertebrada (1921); y la etapa “raciovitalista”
produce El tema de nuestro tiempo (1923)y La rebelión de la masas
(1929) (“José”).
[2] Albert
Einstein (1879-1955) fue un físico judío-alemán muy influyente en el siglo XX.
[3] Hans
Driesch (1867-1941) fue un filósofo, naturalista y zoólogo alemán.
[4] Oskar Hertwig (1849-1922) fue un zoólogo alemán.
[5] Gottfried
Wilhelm Leibniz (1646-1716) fue un filósofo racionalista y un bibliotecario,
jurista, lógico, matemático y político alemán.
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