jueves, 14 de abril de 2016

RAZON, REVOLUCION, ESPIRITUS DE EPOCA Y "TEORIA DE LA RELATIVIDAD" EN CUATRO ENSAYOS DE JOSE ORTEGA Y GASSET


RAZÓN, REVOLUCIÓN, ESPÍRITUS DE ÉPOCA Y TEORÍA DE LA RELATIVIDAD EN CUATRO ENSAYOS DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET
                                                                                                     


ÓSCAR ROBLES



          Los cuatros ensayos de José Ortega y Gasset examinados en este artículo son apéndices en su excelso estudio sobre temas filosóficos El tema de nuestro tiempo (1923). Este libro central pertenece a la tercera etapa en el pensamiento de este filósofo español: La etapa llamada raciovitalista, la cual fue desarrollada entre 1924 y 1955.[1] En el citado estudio, el pensador europeo aborda la necesidad imperiosa de sustituir la razón pura por la “razón vital”, durante la primera mitad del siglo XX. En tanto, los cuatro ensayos breves o apéndices examinan con una prosa brillante, concisa y clara los siguientes cuatro aspectos: 1) El concepto orteguiano de “Vitalismo”, la oposición de esta tendencia al racionalismo y la profunda relación del Vitalismo con la razón pero no con el racionalismo; 2) la conexión profunda entre el racionalismo y la revolución en la historia de Europa; 3) los tres tipos de espíritus o almas en las diferentes sociedades y dentro de diversas épocas históricas; 4) y, finalmente, exploran los siguientes cuatros rasgos esenciales de la prestigiosa Teoría de la Relatividad de Albert Einstein[2]: Relativismo, perspectivismo, antiutopismo o antirracionalismo y finitismo.


1. “NI VITALISMO NI RACIONALISMO”: EL IDEALISMO DE LA RAZÓN


El primer apéndice, “Ni vitalismo ni racionalismo”, está profundamente conectado con los diez capítulos del libro citado de Ortega, a diferencia de los otros tres apéndices siguientes. Básicamente, este apéndice aclara cuál es el concepto de “Vitalismo” filosófico usado por Ortega en El tema de nuestro tiempo. En primer lugar, el “vitalismo biológico” de Hans Driesch[3] supone la existencia de “una fuerza vital” o “entelequia” en las fuerza físico-químicas y, en segundo lugar, el “biologismo” de Oskar Hertwig[4] enarbola la idea de que los fenómenos vitales pueden estudiarse simplemente mediante el empirismo (Ortega 95). Por su parte, el “Vitalismo” filosófico de Ortega defiende el método racional, pero se preocupa por la vida como problema, así pues se opone al racionalismo pero no a la razón, ya que es necesario razonar “una cosa o pensamiento” hasta descubrir su principio (97, 98).
Frente a la razón, la intuición es ilógica e irracional en general y la propia realidad objetiva contiene elementos de irracionalidad. Por esto, la razón deriva en lo irracional, ya que la “realidad es constitutivamente irracional”, como reconoce el filósofo Gottfried Leibniz[5], expone Ortega en este primer apéndice (100). Por naturaleza, “lo real se caracteriza como contingente”, “lo contingente encierra un número infinito de razones” y, por consecuencia, “el infinito —concepto que nace de la razón— es irracional”, según razona el propio Ortega (102). En consecuencia, el acto de “razonar es un puro combinar visiones irracionales”, finaliza el pensador madrileño (103).
El filósofo hispánico cita como ejemplos de categorías irracionales los infinitos, el tiempo, el espacio, las categorías físicas de sustancia y causa, todos ellos conceptos elaborados por los procesos racionales de la filosofía. Entonces, ¿por qué hay que reemplazar la “razón pura” por la “razón vital” en la primera mitad del siglo XX? Ortega cierra con brillantez y elegancia este excelente apéndice,  complementario de El tema, con las siguientes tres respuestas sumarias y contundentes a la pregunta expuesta arriba: 1) “El papel de la razón no es comprender lo real, formar en la mente copias de las cosas, sino ‘crear modelos’” (106); 2) las ideas de las cosas, por consecuencia, deben ajustarse a tales “ideales” o modelos (107); 3) la verdadera función del racionalismo occidental es “transmutar la realidad en el oro imaginario de lo que debe ser” y, por ello, esta tendencia dominante de la filosofía de Occidente es realmente “el misticismo de la razón” (107). Por esta naturaleza “utópica” e ideal  de la razón pura durante la Época Moderna especialmente, Ortega recomienda el ejercicio de la “razón vital”, propio de su postura raciovitalista o de su tercera etapa como pensador.


2. “EL OCASO DE LAS REVOLUCIONES”: LAS UTÓPICAS REVOLUCIONES


          El segundo apéndice,  “El ocaso de las revoluciones”, analiza básicamente el origen intelectual y filosófico y los rasgos principales de la revolución. En primer lugar, afirma que “revolución” es definida por tres aspectos esenciales: 1) Es “todo movimiento colectivo en que se emplea la violencia contra el Poder establecido”; 2) se caracteriza por ser “un estado del espíritu”; 3) y representa una rebelión contra los usos más que contra los abusos (Ortega 109, 110). Luego, el brillante pensador cita como ejemplos de estos movimientos sociales a la revolución inglesa del siglo XVII, las cuatro francesas del XVIII y XIX y la vida pública de Europa entre 1750 y 1900 (111).
Asimismo, Ortega ubica la naturaleza de la revolución en periodos racionalistas por excelencia y expone tres tipos de espíritu o alma en la organización de las naciones a través de su historia, en este segundo apéndice. Estos tres espíritus son los siguientes: 1) El espíritu tradicional: El mito y la herencia de los padres. Por ejemplo, este espíritu se dio más en la Edad Media, en Grecia hasta el siglo VII a. C. y en Roma hasta el siglo III a. C.; 2) el espíritu racionalista: El sentimiento de individualidad y la razón. Ocurre esto en el Renacimiento; 3) el espíritu místico. Bajo el espíritu racionalista se construyen “perfectos edificios teóricos” y “arquitecturas ideológicas” con el imperio de la “razón pura” y de las ideas en sí mismas y, como consecuencia, surgen diversas revoluciones que son más propias de la Época Moderna (Ortega 119, 120).
Sin embargo, los racionalismos son en realidad verdaderas utopías. También son utopías las elaboraciones intelectuales de la “razón pura” dentro de las diferentes corrientes filosóficas de la historia, según argumenta Ortega en algunos capítulos de El tema de nuestro tiempo. Además, el pensador madrileño piensa que “todo pueblo tiene su edad antigua, su edad media, su edad moderna”, como el caso de la Grecia antigua, y generalmente surgen las revoluciones en las etapas racionalistas (128). Por la naturaleza altamente intelectual y filosófica de las revoluciones, “el filósofo, el intelectual, anda siempre entre los bastidores revolucionarios”, concluye Ortega este apéndice (136).


3. “EPÍLOGO SOBRE EL ALMA DESILUSIONADA”: LAS ASPIRACIONES IMPOSIBLES DE LA RAZÓN


En el tercer y más breve apéndice, “Epílogo sobre el alma desilusionada”, Ortega distingue tres tipos de “almas” o “espíritus” culturales dentro de una determinada época histórica de Europa. En primer lugar, “el alma tradicionalista” se basa en “la sabiduría indubitada del pretérito”; en segundo lugar, “el alma racionalista” funda su fe “en la energía individual” y en el poder único de la razón y, por tanto, esta postura vital “aspira a lo imposible”; en tercer lugar, “el alma supersticiosa” es cuando “el hombre siente un increíble afán de servidumbre” (Ortega 138, 139). Como se ve, el pensador europeo asevera claramente que las etapas racionalistas de fundan siempre en ideas y postulados demasiado idealistas y utópicos y, por lo tanto, imposibles de concretar de manera practica en la realidad objetiva.


4. “EL SENTIDO HISTÓRICO DE LA TEORÍA DE EINSTEIN”: RELATIVISMO, PERSPECTIVISMO, ANTI-RACIONALISMO Y FINITISMO


En el cuarto apéndice,  “El sentido histórico de la teoría de Einstein”, Ortega asegura que La Teoría de la Relatividad de Albert Einstein es claramente de naturaleza relativista, perspectivista, anti-utópica o anti-racionalista y finita. Esta importante teoría de la física contemporánea es muy importante para toda la ciencia moderna. Esta teoría de Einstein consiste básicamente en que “la duración del tiempo no es la misma para dos observadores que se mueven uno con respecto al otro” (“Relatividad”). En primer lugar, la teoría de Einstein “no es relativa, sino relativista”, ya que el conocimiento humano es absoluto, pero la realidad es relativa (Ortega 143). Por ello, esta teoría tiene gran trascendencia y un sentido absoluto. En segundo lugar, el perspectivismo establece que “espacio y tiempo son los ingredientes objetivos de la perspectiva física, y es natural que varíen según el punto de vista”, así que “si varía el lugar que el contemplador ocupa, varía también la perspectiva” (146, 147). En consecuencia, el pensador español considera que el individuo no debe cambiar su “espontáneo punto de vista por otro ejemplar y normativo” que las ideas establecidas y tradicionales atribuían anteriormente al “punto de vista de la eternidad” (148). Esa visión sobre la eternidad fue fundado por la religión cristiana y, en realidad, es un punto de vista “ciego”, pues “no ve nada, no existe” (148). De esta manera, la teoría de Einstein da cabida a “la multiplicidad armónica de todos los puntos de vista”, según Ortega (148).
Las otras dos características de la Teoría de la Relatividad se oponen a la utopía racionalista y a la idea de un cosmos infinito propuesto por las ideas modernas. La tercera idea enunciada en el párrafo anterior es el anti-utopismo de la teoría de Einstein. Sobre este aspecto, Einstein se opone al “pasado racionalista de cuatro siglos” [siglos XVI-XX], para poner a la razón como un “arsenal de instrumentos” y no como una “norma imperativa” y, como consecuencia, la observación se encarga de probar todos los instrumentos de la razón (Ortega 154). De este modo, la “razón pura” deja de ser un imperativo categórico y deja de generar diferentes concepciones utópicas, las cuales se forjan desde “ningún sitio” y, por ende, cada concepción utópica “pretende valer para todos” (149). Prácticamente, considera Ortega, “la propensión utópica ha dominado en la mente europea toda la época moderna” (149). Finalmente, el cuarto elemento clave de la teoría de Einstein es el finitismo. Este rasgo se refiere en particular a que la citada y famosa teoría física del científico judío-alemán propone un mundo “cerrado y finito”, un mundo limitado, frente a las teorías que dominaron toda la época moderna y que veían al cosmos como infinito, como “un mundo mágico” y como “esa infinidad del paisaje cósmico” (154, 155). Para Ortega, finalmente, ese “mundo cerrado y finito” de la Teoría de la Relatividad es “un muñón de universo” (156). Como se ve, esta personificación cósmica envuelve una gran ironía: La teoría de Einstein es una parte limitada del cosmos al final de cuentas.
De esta manera, el ilustre pensador hispánico encuentra en la trascendental teoría de Einstein algunos aspectos esenciales similares a los postulados del “Vitalismo” filosófico planteados en El tema de nuestro tiempo. Por un lado, La Teoría de la Relatividad permite generar posturas relativistas sobre la realidad, la cual a su vez es esencialmente relativa. Por otro, esta física de Einstein se opone a todo racionalismo y a todo “utopismo”, pero no a la razón, ya que la misma razón es un elemento clave en la configuración de la “razón vital” orteguiana. Frente a la “razón pura”, la “razón vital” es la base del “Vitalismo” elaborado por Ortega y puede servir como instrumento esencial para conectarse con la vida viva, biológica, espontánea e irracionalista desarrollada en la primera mitad del siglo XX. Esta postura del “Vitalismo” es, precisamente, la base del raciovitalismo, la tercera etapa del pensamiento de José Ortega y Gasset. Asimismo, esta corriente filosófica contemporánea representa el centro del examen y la gran propuesta filosófica de El tema de nuestro tiempo.
José Ortega y Gasset (1883-1955) ha sido considerado el más grande filósofo español y pertenece a la corriente cultural española del Novecentismo. Publicó diversos libros de filosofía y reflexión cultural. Algunos de los más importantes son los siguientes: Meditaciones del Quijote (1914), España invertebrada (1921), El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas (1929), Historia como sistema (1935) y La idea de principio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva (1947). Fue fundador de la célebre e influyente  Revista de Occidente, en la cual dio a conocer las más importantes ideas artísticas, científicas y literarias del pensamiento occidental e hispánico. Para Ortega, el racionavitalismo “pretende superar los extremos realistas e idealistas para llegar a una razón vital y a una vida razonada” (“Ortega”).


JOSE ORTEGA Y GASSET, AUTOR DE EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO (1923)


          En suma, estos cuatro ensayos o apéndices discutidos en el presente texto son un perfecto complemento a las propuestas filosóficas de El tema de nuestro tiempo. Especialmente, estos ensayos breves discuten la definición exacta del “Vitalismo” orteguiano, destacan el gran papel de la razón en la captación de la realidad objetiva, clasifican los diferentes espíritus de una época histórica y desglosan algunos elementos esenciales de la física de Albert Einstein que son similares a los del “Vitalismo”: Relativismo, perspectivismo y antirracionalismo. Asimismo, Ortega luce en estos ensayos su brillante, claro, conciso y característico estilo literario y la profundidad de sus ideas tan plenas de sustancia y contenido trascendental. Con sus ideas en estos cuatro ensayos-apéndice, el pensador español examina una nueva y contemporánea dimensión de la razón, precisa la naturaleza profunda de su filosofía raciovitalista, penetra en el alcance de las ideologías filosóficas y políticas en la Época Moderna, analiza los orígenes de los movimientos sociales y ubica el valor de las ciencias en la historia moderna y en los comienzos de la época contemporánea de Occidente.





Obras citadas
“José Ortega y Gasset.” Wikipedia. La enciclopedia libre. 6 abril 2016. Fundación
Wikimedia, Inc. 12 abril 2016.
“Ortega y Gasset, José (1883-1955).” Los Doce Mil Grandes. Enciclopedia
Biográfica Universal. Vol. 8. Ed. Diane Downey. México: Promociones
Editoriales Mexicanas, 1982.
Ortega y Gasset, José. El tema de nuestro tiempo. 13ª ed. Madrid: Espasa Calpe,
1975.
“Relatividad.” Pequeño Larousse ilustrado. 1991.




[1] La primera etapa de Ortega es la “objetivista”, cubre el periodo 1902-1914 y fue influida poderosamente por el neokantismo alemán y la fenomenología de Edmond Husserl y en ella afirma que las cosas y las ideas están antes que las personas; la etapa “perspectivista” abarca los años de 1914 a 1923 y desarrolla las ideas principales en sus libros Meditaciones del Quijote (1914) y España invertebrada (1921); y la etapa “raciovitalista” produce El tema de nuestro tiempo (1923)y La rebelión de la masas (1929)  (“José”).
[2] Albert Einstein (1879-1955) fue un físico judío-alemán muy influyente en el siglo XX.
[3] Hans Driesch (1867-1941) fue un filósofo, naturalista y zoólogo alemán.
[4] Oskar  Hertwig (1849-1922) fue un zoólogo alemán.
[5] Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716) fue un filósofo racionalista y un bibliotecario, jurista, lógico, matemático y político alemán. 

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