lunes, 25 de abril de 2016

'"RAZON PURA", "RAZON VITAL" Y "(RACIO) VITALISMO" EN "EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO" DE JOSE ORTEGA Y GASSET

RAZÓN PURA, RAZÓN VITAL Y (RACIO) VITALISMO EN EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO DE JOSÉ ORTEGA Y GASSET


ÓSCAR ROBLES


     Con la tendencia contemporánea del Vitalismo o Raciovitalismo, José Ortega y Gasset se opone al racionalismo, pero no a la razón. Ante todo, establece profundos lazos entre vida y razón. En general, el Vitalismo propone al racionalismo como método teorético y considera que el problema de la vida debe formar parte importante de las reflexiones de dicha corriente filosófica. Para desarrollar su teoría del Vitalismo, Ortega propone en su brillante estudio El tema de nuestro tiempo (1923) someter a la razón a los ámbitos de la vitalidad, lo biológico y lo espontáneo. Fundamentalmente, sostiene en este libro que hay que desplazar a la “razón pura” para poner a la “razón vital” como el centro de la vida contemporánea. 
    En cada uno de los diez capítulos de dicho libro, Ortega disemina los necesarios conceptos lógicos para integrar una visión unitaria en torno a la necesidad de dar prevalencia a la “razón vital” por encima de la “razón pura”. De este modo, promueve el (Racio) Vitalismo orteguiano como una forma contemporánea de (re)pensar mejor la vida y reflexionar sobre la viva sociedad. Así pues, “el tema de nuestro tiempo” que anuncia este trascendental libro es, en suma, proyectar los razonamientos hacia la vida misma.



JOSE ORTEGA Y GASSET, EL CREADOR DEL RACIOVITALISMO


1. INTRODUCCIÓN: LAS TRES ETAPAS DE ORTEGA Y GASSET


          En total, el excelso y trascendente estudio El tema de nuestro tiempo se divide en diez capítulos y cuenta con cuatro apéndices muy sustanciosos e informativos. La primera versión de esta obra se publicó en octubre de 1924 en la Revista de Occidente, la cual fue fundada por el propio Ortega. Las ideas de este libro pertenecen a la tercera etapa del pensamiento de Ortega, la raciovitalista, la cual abarca el periodo entre 1924 y 1955. Las otras dos etapas previas son las siguientes: 1) La etapa objetivista de los años de 1902 y 1914, con las vigorosas influencias del neokantismo alemán y la fenomenología del filósofo inglés Edmond Husserl; 2) la etapa perspectivista del lapso de 1914 y 1923, con la creación de obras reflexivas como Meditaciones del Quijote (1914) y España invertebrada (1921) (“José”).
En El tema de nuestro tiempo, Ortega expone con profundidad diversas ideas en torno al pensamiento de algunas épocas históricas, a las ideas filosóficas centrales de dichas épocas y a los diferentes tipos de razón analizados por los principales filósofos europeos. En la expresión de sus ideas, destaca una forma de tipografía especial para resaltar las ideas centrales y más originales del pensamiento de Ortega. Esta tipografía es el uso de la letra itálica para enfatizar una determinada idea en cada uno de los diez capítulos y en los apéndices. Por ejemplo, en el capítulo X, Ortega expresa una de estas ideas centrales con letra itálica: “La razón pura tiene que ser sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera movilidad y fuerza de transformación” (Ortega 87). Esta idea constituye a la vez la idea más importante de todo el libro. En especial, se despliegan en el presente artículo una serie de citas textuales del libro de Ortega porque representan una gran originalidad en el contenido y una gran elegancia en el estilo literario.


2. RESUMEN DE EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO


          En el capítulo 1, “La idea de las generaciones”, el filósofo español explica la superioridad intelectual de las minorías sobre “la muchedumbre vulgar” dentro de una sociedad, para definir el pensamiento de una época; el esencial concepto de “sensibilidad vital” que puede ser aplicado a una generación literaria, filosófica y artística. En particular, “sensibilidad vital” es la  “ideología, gusto y moralidad” de un periodo histórico determinado (Ortega 13). Examina los conceptos de “épocas de senectud” [periodos históricos en que los viejos dirigen la política, la ciencia y las artes] y de “épocas de juventud”, dentro de la historia de Occidente.
          En el capítulo II, “La previsión del futuro”, Ortega expone el concepto de “generación”. Lo define como “un repertorio orgánico de intimas propensiones” y una “peculiar sensibilidad” (Ortega 19). Asimismo, anticipa el destino de su propia generación y dice que el objetivo de su propia generación es, precisamente, desintegrar la vieja polémica ideológica y política de ser liberal o ser reaccionario. También, acuña la brillante idea de que la política se caracteriza por la “gravitación de unas masas sobre otras” (25). Finalmente, el filósofo español reafirma que la generación del tiempo de Ortega debe fundarse en el poder de la ciencia para vislumbrar el posible futuro de la sociedad contemporánea.
    En el capítulo III, “Relativismo y racionalismo”, define acertadamente la existencia de verdades relativas en lugar de una sola verdad absoluta, lo cual significa una postura escéptica ante la posibilidad de conocer la realidad. Asimismo, establece el papel importante del filosofo francés René Descartes (1596-1650) en la historia de la filosofía occidental: Es el “padre del moderno racionalismo” y funda una sensibilidad moderna y, en consecuencia, este descubrimiento de la razón adquiere diversas acepciones en otros filósofos, tales como el mos geometricus  del holandés Baruch Spinoza (1632-1677) y la “razón pura” del alemán Emmanuel Kant (1724-1804)  (Ortega 29, 31). También, asevera que este racionalismo moderno se caracteriza más por ser de naturaleza cuantitativa y geométrica y tiene severas limitaciones al definir el mundo inmediato y las cualidades [los colores]. Al final, fija que todo racionalismo en política origina necesariamente el “revolucionarismo” y que el futuro ideal “debe suplantar al pasado y al presente” (33). 
        En el capítulo IV, “Cultura y vida”, el pensador madrileño explica el importante papel del racionalismo en la época contemporánea. Primeramente, sostiene que el pensamiento racionalista se finca más en la verdad que en la vida mientras que el relativismo soslaya la “inmutable verdad” para conectarse más íntimamente con “la movilidad de la existencia” (Ortega 35). En segundo lugar, asegura con entera certeza que el pensamiento representa ante todo una “función vital” como la digestión o la circulación de la sangre, así que al pensar la verdad, el centro del racionalismo, se ejecuta un proceso orgánico similar al proceso de digerir los manjares (36, 37). En tercer lugar, señala que ante todo la vida de un ser humano integra al “individuo orgánico” y que la “dimensión trascendente” de este individuo se compone básicamente de los siguientes elementos: “El pensamiento, la voluntad, el sentimiento estético, la emoción religiosa” (39); en consecuencia, sostiene que la cultura humana está integrada por “actividades biológicas” que son “hechos subjetivos” y que dicha cultura forma lo que el filósofo español llama con lucidez “un régimen transvital”, en contraste con los conceptos idealistas de la cultura como vida puramente espiritual, lo cual fue establecido por los pensadores alemanes del siglo XIX (40). En cuarto lugar, Ortega piensa que por debajo de los procesos biológicos de la cultura se encuentran “las secreciones, la locomoción, la digestión”, todas la cuales son “vida infraespiritual, vida puramente biológica” o “vida espontánea” (41, 42). En el cierre de este importante capítulo, el pensador europeo afirma con suma certeza que el acto de pensar es un acto biológico superior y que, por lo tanto, puede decirse que “no hay cultura sin vida, no hay espiritualidad sin vitalidad” (42); en consecuencia, “el concepto puro de la ciencia” es tan biológico y “una emanación espontánea” como la secreción de las lágrimas, finaliza (42).
          En el capítulo V, “El doble imperativo”, retoma la idea de que las funciones espirituales o de cultura son funciones biológicas en esencia. Por lo tanto, estas funciones generan el siguiente conflicto en diferentes épocas históricas: “Que la vida debe ser culta, pero la cultura tiene que ser vital”, puesto que “la vida inculta es bárbara; la cultura desvitalizada es bizantinismo” (Ortega 44). Asimismo, asume que las actividades de la vida humana se organizan por los siguientes imperativos expuestos en la tabla de abajo, los cuales se basan en dos categorías centrales desarrolladas en todo su libro: Lo cultural y lo vital.


CULTURAL
VITAL
Pensamiento
Verdad
Sinceridad
Voluntad
Bondad
Impetuosidad
Sentimiento
Belleza
Deleite


En consecuencia, Ortega sostiene que la razón vital debe ser más explorada en el siglo XX, con el firme propósito de servir de sólido y auténtico sustrato a las obras culturales de todo tipo, ya sean de arte, literatura, ciencia, moral o de alguna otra manifestación de la específica “sensibilidad vital” de una época. Al final de cuentas, el filósofo madrileño expone que “la cultura nace del fondo viviente del sujeto” y, en consecuencia, se define como “vida sensu stritcto, espontaneidad, ‘subjetividad’” (48). Finalmente, Ortega considera en este capítulo que la cultura “sólo pervive” con el impacto constante del “flujo vital de los sujetos” (48).
        En el capítulo VI, “Las dos ironías o Sócrates y Don Juan”, el pensador hispánico expone algunos ejemplos históricos de una cultura basada fuertemente en el imperio de la razón pura y en una marcada desvitalización de la cultural. En primer lugar, refiere que los europeos de 1789 purificaron la cultura y la razón hasta el límite último y que la historia de Asia luce como un “proceso vegetativo de una planta” (Ortega 51). Luego, relata que el gran filósofo griego Sócrates (470-399 a. C.) descubrió la razón pura, el uso de los “conceptos puros” o “seres inmutables, perfectos, exactos”, y que, por tanto, “el tema del tiempo de Sócrates” era sustituir “la vida espontánea” por “la pura razón” (52, 53). Posteriormente, el filósofo madrileño cuenta que el supremo descubrimiento socrático de la razón permite la gestación de los grandes sistemas racionalistas en el Renacimiento y en 1700 en cinco países europeos y la construcción de grandes ideas racionalistas por parte de René Descartes, de Baruch Spinoza y del alemán Gottfried Leibniz (1646-1716). Tiempo después, según Ortega, justo en la primera mitad del siglo XX, “el tema de nuestro tiempo” es otra vez la espontaneidad vitalista, así pues “la razón pura tiene que ceder su imperio a la razón vital”, recomienda (56). Entre la Antigüedad griega y el siglo XIX, el filósofo griego Sócrates representa la razón pura. En tanto, la “ironía irrespetuosa” del personaje ficcional Don Juan creado por la literatura española simboliza la postura vitalista, una postura rebelde contra la moral rígida de su época, según concluye Ortega en este capítulo (56).
          En el capítulo VII, “Las valoraciones de la vida”, el fundador de la Revista de Occidente argumenta que la cultura del siglo XX debe ser una cultura vitalista más apartada del imperio de la razón pura. Por ello, esta cultura contemporánea debe “vivir deliberadamente para la vida” y dejar el imperio de la religión, de la ciencia, de la moral y de la economía (Ortega 58). Asimismo, el pensador peninsular critica marcadamente la postura anti-vital del Budismo, ya que aniquila la vida en su reconcentrada búsqueda espiritual y se opone al espiritualismo del Cristianismo por tres razones principales: 1) Plantear la vida como “puro pecado”; 2) por condenar como pecado el “deseo de placeres”; 3) y por valorar más la vida extraterrena (63). En particular, piensa que la cultura, la ciencia, el derecho, la moral y el arte son actividades “originariamente vitales” (65). También, sostiene que el pensamiento progresista francés del siglo XVIII, el “culturalismo” alemán del siglo XIX, el futurismo y el utopismo son culturas ideales y posturas marcadamente anti-vitales y anti-orgánicas y, por ello, representan una “divinización ilusionaria”, así que Ortega y Gasset propone de manera muy original que hay que integrar como auténticas energías vitales “ciencia y respiración, moral y sexualidad, justicia y buen régimen endocrino”; principalmente, y hay que plantear “la cultura para la vida” en la primera mitad del siglo XX, para disolver lo que Ortega considera como “la crisis más radical de la historia moderna” (66, 67).
          En el capítulo VIII, “Valores vitales”, el escritor peninsular propone que el acto de filosofar debe concentrarse en la vida misma y en posturas abiertamente vitalistas. Para ello, asegura que la filosofía debe reflexionar sobre “el vivir mismo” y, para reforzar esta idea, cita la siguiente brillante y vitalista idea del escritor alemán Johann Goethe (1749-1832): “Cuanto más lo pienso, más evidente me parece que la vida existe simplemente para ser vivida” (Ortega 71). Asimismo, refiere que la vida antigua tenía menos valores “transvitales —religiosos o de cultura—” en relación a la vida organizada bajo el Cristianismo y las corrientes culturales modernas (73). Finalmente, el autor de Meditaciones del Quijote opina en este capítulo que hay que vivir la vida con placer y vitalismo en la primera mitad del siglo XX, tratando de disminuir la a veces ambigua noción de pecado, según el Cristianismo.
      En el capítulo IX, “Nuevos síntomas”, Ortega y Gasset establece que los seres humanos de Occidente están desorientados a principios del siglo XX, puesto que han desplazado el vitalismo. Argumenta en especial que los europeos del siglo XIX han divinizado el trabajo, le han dado una importancia religiosa a la política y han sobrevalorado a la cultura, “olvidando la vida” (Ortega 81). También, el filósofo español observa que en el siglo XX los “nuevos síntomas” de la cultura contemporánea indican que los occidentales se han apartado marcadamente de las tendencias sublimes de “la creación científica y artística, el heroísmo político y moral, la santidad religiosa”, para  disgregar nuevas formas de cultura, tales como el vitalista deporte y la desacralización exagerada de las obras artísticas y poéticas (79).
        En el capítulo X, “La doctrina del punto de vista”, el pensador español propone dotar de vitalismo a la cultura contemporánea. Primeramente, asegura que para resolver “la antinomia entre vida y cultura” en el siglo XX hay que alimentar más la cultura con la vida viva y espontánea. Para ello, Ortega conceptualiza estos dos conceptos esenciales del pensamiento occidental: 1) La cultura es ante todo “conocimiento” o “adquisición de verdades”, las cuales son “eternas, únicas e invariables”; 2) “Vida” es “peculiaridad, cambio, desarrollo; en una palabra: historia” (Ortega 83). Para forjar conocimientos, los sujetos humanos se valen de la perspectiva, la cual es “uno de los componentes de la realidad” y “cada pueblo y cada época tienen su alma típica” para captar verdades,  así pues “cada vida es un punto de vista sobre el universo”, expone el filósofo peninsular (84, 85). Cuando se han creado conocimientos o cultura en la historia de Occidente, “la filosofía ha sido siempre utópica”, la utopía expone por lo general “una verdad no localizada, vista de ‘lugar ninguno’” y, por ende, el pensamiento filosófico occidental ha estado exento “de la dimensión vital, histórica, perspectivista”, piensa el pensador hispánico (87). Por lo tanto, Ortega propone cambiar la dominante “razón pura” de los últimos siglos por lo que él llama “razón vital”, ya que, al final de cuentas, “cada individuo es un punto de vista esencial” y representa el perspectivismo del flujo vital, espontaneo (87). En este contexto de la vida humana, Dios y los seres humanos adquieren otra visión y definición: Dios “no es racionalista” y es “el símbolo del torrente vital”, “los hombres son los órganos visuales de la divinidad” y, finalmente, “nuestra verdad parcial es también verdad para Dios”, concluye Ortega y Gasset (90).

  3. ORTEGA Y GASSET: ESTUDIOS Y OBRAS FILOSÓFICAS


El español José Ortega y Gasset (1883-1955) estudió el doctorado en filosofía y letras en la Universidad de Madrid y fue profesor de metafísica en la Universidad Central de Madrid. Estudió en diversas universidades alemanas (Leipzig, Berlín y Marburgo), fue discípulo del filósofo neokantiano alemán Hermann Cohen (1842-1918) y fundó en 1923 la gran Revista de Occidente, donde se publicaron numerosos textos artísticos, científicos y literarios de importantes escritores e intelectuales de su tiempo. Perteneció al movimiento literario e intelectual del Novocentismo. Es autor de numerosas obras ensayísticas escritas con elegante y fina prosa. Entre las más importantes, se cuentan Meditaciones del Quijote (1914), España invertebrada (1921), La deshumanización del arte (1925) y La rebelión de las masas (1929). En general, el Raciovitalismo, Vitalismo o la metafísica de la “razón vital” se basa en la idea general de que “una razón vital” y una vida razonada” son las claves para vivir mejor en la época contemporánea y, por eso, hay que superar “los extremos realistas e idealistas” (“Ortega”).  


JOSE ORTEGA Y GASSET, FILOSOFO ESPANOL Y AUTOR DE EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO (1923)


El (Racio) Vitalismo de Ortega se basa en una “razón vital”, pero no elude el importante papel del racionalismo en la vida contemporánea. En el siglo XXI, hay que disminuir el poder de las “virtualidades de la violencia digital” y el consumismo excesivo y vivir de frente la cultura civil de la mayoría de los mexicanos que estudian, trabajan y forman a su familia, todos los días, con “la cultura del esfuerzo”. El Vitalismo representa seguir la vida auténtica de los verdaderos mexicanos que se ven todos los días en los lugares públicos, construyendo patria, viviendo y sobreviviendo, amando y riendo, trabajando y estudiando.
El verdadero Vitalismo es, en el fondo, creatividad, imaginación, humanidad y civilización. Por ello, hay que vivir la vida civil de una manera más humana, con las verdades de la razón y del corazón, respetando las leyes, cumpliendo tus obligaciones puntualmente con la gente, con el espacio urbano y natural y con todas las instituciones económicas, políticas y sociales.
En conclusión, El tema de nuestro tiempo de José Ortega y Gasset pertenece a la etapa raciovitalista dentro del pensamiento del filósofo español. En especial, este libro analiza el papel de la “razón pura” y la “razón vital” en la historia de la humanidad y propone conectar vida y razón en la época contemporánea. Esta postura vitalista nos ayuda a reconocer mejor nuestras realidades sociales, para vivir mejor con la viva corriente de la vida, el flujo vital que nos nutre de salud y paz, sabiduría y prosperidad: De una verdadera paz externa e interna.


Obras citadas
“José Ortega y Gasset.” Wikipedia. La enciclopedia libre. 21 abril 2016. Fundación
Wikimedia, Inc. 22 abril 2016.
<https://es.m.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Ortega_y_Gasset>.
“Ortega y Gasset, José (1883-1955).” Los doce mil grandes. Enciclopedia
Biográfica Universal. Ed. Diane Downey. México: Promociones Editoriales
Mexicanas, 1982. 
Ortega y Gasset, José. El tema de nuestro tiempo.13ª ed. Madrid: Espasa Calpe,
1975.



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