RAZÓN
PURA, RAZÓN VITAL Y (RACIO) VITALISMO EN EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO DE
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
ÓSCAR ROBLES
Con la tendencia contemporánea del
Vitalismo o Raciovitalismo, José
Ortega y Gasset se opone al racionalismo, pero no a la razón. Ante todo, establece
profundos lazos entre vida y razón. En general, el Vitalismo propone al
racionalismo como método teorético y considera que el problema de la vida debe
formar parte importante de las reflexiones de dicha corriente filosófica. Para
desarrollar su teoría del Vitalismo, Ortega propone en su brillante estudio El
tema de nuestro tiempo (1923) someter a la razón a los ámbitos de la vitalidad,
lo biológico y lo espontáneo. Fundamentalmente, sostiene en este libro que hay
que desplazar a la “razón pura” para poner a la “razón vital” como el centro de
la vida contemporánea.
En cada uno de los diez capítulos de dicho libro, Ortega disemina los necesarios conceptos lógicos para integrar una visión unitaria en torno a la necesidad de dar prevalencia a la “razón vital” por encima de la “razón pura”. De este modo, promueve el (Racio) Vitalismo orteguiano como una forma contemporánea de (re)pensar mejor la vida y reflexionar sobre la viva sociedad. Así pues, “el tema de nuestro tiempo” que anuncia este trascendental libro es, en suma, proyectar los razonamientos hacia la vida misma.
En cada uno de los diez capítulos de dicho libro, Ortega disemina los necesarios conceptos lógicos para integrar una visión unitaria en torno a la necesidad de dar prevalencia a la “razón vital” por encima de la “razón pura”. De este modo, promueve el (Racio) Vitalismo orteguiano como una forma contemporánea de (re)pensar mejor la vida y reflexionar sobre la viva sociedad. Así pues, “el tema de nuestro tiempo” que anuncia este trascendental libro es, en suma, proyectar los razonamientos hacia la vida misma.
1. INTRODUCCIÓN:
LAS TRES ETAPAS DE ORTEGA Y GASSET
En total, el excelso y trascendente
estudio El tema de nuestro tiempo se divide en diez capítulos y cuenta
con cuatro apéndices muy sustanciosos e informativos. La primera versión de
esta obra se publicó en octubre de 1924 en la Revista de Occidente, la
cual fue fundada por el propio Ortega. Las ideas de este libro pertenecen a la
tercera etapa del pensamiento de Ortega, la raciovitalista,
la cual abarca el periodo entre 1924 y 1955. Las otras dos etapas previas son las siguientes: 1) La etapa objetivista de los años de
1902 y 1914, con las vigorosas influencias del neokantismo alemán y la
fenomenología del filósofo inglés Edmond Husserl; 2) la etapa perspectivista del lapso de 1914 y 1923,
con la creación de obras reflexivas como Meditaciones del Quijote (1914)
y España invertebrada (1921) (“José”).
En
El tema de nuestro tiempo, Ortega expone con profundidad diversas ideas
en torno al pensamiento de algunas épocas históricas, a las ideas filosóficas
centrales de dichas épocas y a los diferentes tipos de razón analizados por los
principales filósofos europeos. En la expresión de sus ideas, destaca una forma
de tipografía especial para resaltar las ideas centrales y más originales del
pensamiento de Ortega. Esta tipografía es el uso de la letra itálica para
enfatizar una determinada idea en cada uno de los diez capítulos y en los
apéndices. Por ejemplo, en el capítulo X, Ortega expresa una de estas ideas centrales
con letra itálica: “La razón pura tiene
que ser sustituida por una razón vital, donde aquélla se localice y adquiera
movilidad y fuerza de transformación” (Ortega 87). Esta idea constituye a
la vez la idea más importante de todo el libro. En especial, se despliegan en
el presente artículo una serie de citas textuales del libro de Ortega porque
representan una gran originalidad en el contenido y una gran elegancia en el
estilo literario.
2. RESUMEN
DE EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO
En el capítulo 1, “La idea de las
generaciones”, el filósofo español explica la superioridad intelectual de las
minorías sobre “la muchedumbre vulgar” dentro de una sociedad, para definir el
pensamiento de una época; el esencial concepto de “sensibilidad vital” que
puede ser aplicado a una generación literaria, filosófica y artística. En
particular, “sensibilidad vital” es la “ideología,
gusto y moralidad” de un periodo histórico determinado (Ortega 13). Examina los
conceptos de “épocas de senectud” [periodos históricos en que los viejos
dirigen la política, la ciencia y las artes] y de “épocas de juventud”, dentro
de la historia de Occidente.
En el capítulo II, “La previsión del
futuro”, Ortega expone el concepto de “generación”. Lo define como “un
repertorio orgánico de intimas propensiones” y una “peculiar sensibilidad”
(Ortega 19). Asimismo, anticipa el destino de su propia generación y dice que
el objetivo de su propia generación es, precisamente, desintegrar la vieja
polémica ideológica y política de ser liberal o ser reaccionario. También,
acuña la brillante idea de que la política se caracteriza por la “gravitación
de unas masas sobre otras” (25). Finalmente, el filósofo español reafirma que
la generación del tiempo de Ortega debe fundarse en el poder de la ciencia para
vislumbrar el posible futuro de la sociedad contemporánea.
En el capítulo III, “Relativismo y
racionalismo”, define acertadamente la existencia de verdades relativas en
lugar de una sola verdad absoluta, lo cual significa una postura escéptica ante
la posibilidad de conocer la realidad. Asimismo, establece el papel importante
del filosofo francés René Descartes (1596-1650) en la historia de la filosofía
occidental: Es el “padre del moderno racionalismo” y funda una sensibilidad
moderna y, en consecuencia, este descubrimiento de la razón adquiere diversas
acepciones en otros filósofos, tales como el mos geometricus del holandés
Baruch Spinoza (1632-1677) y la “razón pura” del alemán Emmanuel Kant
(1724-1804) (Ortega 29, 31). También, asevera
que este racionalismo moderno se caracteriza más por ser de naturaleza
cuantitativa y geométrica y tiene severas limitaciones al definir el mundo
inmediato y las cualidades [los colores]. Al final, fija que todo racionalismo
en política origina necesariamente el “revolucionarismo” y que el futuro ideal
“debe suplantar al pasado y al presente” (33).
En el capítulo IV, “Cultura y vida”,
el pensador madrileño explica el importante papel del racionalismo en la época
contemporánea. Primeramente, sostiene que el pensamiento racionalista se finca
más en la verdad que en la vida mientras que el relativismo soslaya la
“inmutable verdad” para conectarse más íntimamente con “la movilidad de la
existencia” (Ortega 35). En segundo lugar, asegura con entera certeza que el
pensamiento representa ante todo una “función vital” como la digestión o la
circulación de la sangre, así que al pensar la verdad, el centro del
racionalismo, se ejecuta un proceso orgánico similar al proceso de digerir los
manjares (36, 37). En tercer lugar, señala que ante todo la vida de un ser
humano integra al “individuo orgánico” y que la “dimensión trascendente” de
este individuo se compone básicamente de los siguientes elementos: “El
pensamiento, la voluntad, el sentimiento estético, la emoción religiosa” (39);
en consecuencia, sostiene que la cultura humana está integrada por “actividades
biológicas” que son “hechos subjetivos” y que dicha cultura forma lo que el
filósofo español llama con lucidez “un régimen transvital”, en contraste con
los conceptos idealistas de la cultura como vida puramente espiritual, lo cual
fue establecido por los pensadores alemanes del siglo XIX (40). En cuarto
lugar, Ortega piensa que por debajo de los procesos biológicos de la cultura se
encuentran “las secreciones, la locomoción, la digestión”, todas la cuales son
“vida infraespiritual, vida puramente biológica” o “vida espontánea” (41, 42).
En el cierre de este importante capítulo, el pensador europeo afirma con suma
certeza que el acto de pensar es un acto biológico superior y que, por lo
tanto, puede decirse que “no hay cultura sin vida, no hay espiritualidad sin
vitalidad” (42); en consecuencia, “el concepto puro de la ciencia” es tan
biológico y “una emanación espontánea” como la secreción de las lágrimas,
finaliza (42).
En el capítulo V, “El doble
imperativo”, retoma la idea de que las funciones espirituales o de cultura son
funciones biológicas en esencia. Por lo tanto, estas funciones generan el
siguiente conflicto en diferentes épocas históricas: “Que la vida debe ser
culta, pero la cultura tiene que ser vital”, puesto que “la vida inculta es
bárbara; la cultura desvitalizada es bizantinismo” (Ortega 44). Asimismo, asume
que las actividades de la vida humana se organizan por los siguientes
imperativos expuestos en la tabla de abajo, los cuales se basan en dos
categorías centrales desarrolladas en todo su libro: Lo cultural y lo vital.
CULTURAL
|
VITAL
|
|
Pensamiento
|
Verdad
|
Sinceridad
|
Voluntad
|
Bondad
|
Impetuosidad
|
Sentimiento
|
Belleza
|
Deleite
|
En
consecuencia, Ortega sostiene que la razón
vital debe ser más explorada en el siglo XX, con el firme propósito de
servir de sólido y auténtico sustrato a las obras culturales de todo tipo, ya
sean de arte, literatura, ciencia, moral o de alguna otra manifestación de la específica
“sensibilidad vital” de una época. Al final de cuentas, el filósofo madrileño
expone que “la cultura nace del fondo viviente del sujeto” y, en consecuencia,
se define como “vida sensu stritcto,
espontaneidad, ‘subjetividad’” (48). Finalmente, Ortega considera en este
capítulo que la cultura “sólo pervive” con el impacto constante del “flujo
vital de los sujetos” (48).
En el capítulo VI, “Las dos ironías o
Sócrates y Don Juan”, el pensador hispánico expone algunos ejemplos históricos
de una cultura basada fuertemente en el imperio de la razón pura y en una
marcada desvitalización de la cultural. En primer lugar, refiere que los
europeos de 1789 purificaron la cultura y la razón hasta el límite último y que
la historia de Asia luce como un “proceso vegetativo de una planta” (Ortega 51).
Luego, relata que el gran filósofo griego Sócrates (470-399 a. C.) descubrió la
razón pura, el uso de los “conceptos puros” o “seres inmutables, perfectos,
exactos”, y que, por tanto, “el tema del
tiempo de Sócrates” era sustituir “la vida espontánea” por “la pura razón”
(52, 53). Posteriormente, el filósofo madrileño cuenta que el supremo
descubrimiento socrático de la razón permite la gestación de los grandes
sistemas racionalistas en el Renacimiento y en 1700 en cinco países europeos y
la construcción de grandes ideas racionalistas por parte de René Descartes, de Baruch
Spinoza y del alemán Gottfried Leibniz (1646-1716). Tiempo después, según
Ortega, justo en la primera mitad del siglo XX, “el tema de nuestro tiempo” es
otra vez la espontaneidad vitalista, así pues “la razón pura tiene que ceder su imperio a la razón vital”,
recomienda (56). Entre la Antigüedad griega y el siglo XIX, el filósofo griego
Sócrates representa la razón pura. En tanto, la “ironía irrespetuosa” del
personaje ficcional Don Juan creado por la literatura española simboliza la
postura vitalista, una postura rebelde contra la moral rígida de su época,
según concluye Ortega en este capítulo (56).
En el capítulo VII, “Las valoraciones
de la vida”, el fundador de la Revista de Occidente argumenta que la
cultura del siglo XX debe ser una cultura vitalista más apartada del imperio de
la razón pura. Por ello, esta cultura contemporánea debe “vivir deliberadamente
para la vida” y dejar el imperio de la religión, de la ciencia, de la moral y
de la economía (Ortega 58). Asimismo, el pensador peninsular critica marcadamente
la postura anti-vital del Budismo, ya que aniquila la vida en su reconcentrada
búsqueda espiritual y se opone al espiritualismo del Cristianismo por tres razones
principales: 1) Plantear la vida como “puro pecado”; 2) por condenar como
pecado el “deseo de placeres”; 3) y por valorar más la vida extraterrena (63).
En particular, piensa que la cultura, la ciencia, el derecho, la moral y el
arte son actividades “originariamente vitales” (65). También, sostiene que el
pensamiento progresista francés del siglo XVIII, el “culturalismo” alemán del
siglo XIX, el futurismo y el utopismo son culturas ideales y posturas
marcadamente anti-vitales y anti-orgánicas y, por ello, representan una
“divinización ilusionaria”, así que Ortega y Gasset propone de manera muy
original que hay que integrar como auténticas energías vitales “ciencia y
respiración, moral y sexualidad, justicia y buen régimen endocrino”;
principalmente, y hay que plantear “la cultura para la vida” en la primera
mitad del siglo XX, para disolver lo que Ortega considera como “la crisis más
radical de la historia moderna” (66, 67).
En el capítulo VIII, “Valores vitales”,
el escritor peninsular propone que el acto de filosofar debe concentrarse en la
vida misma y en posturas abiertamente vitalistas. Para ello, asegura que la
filosofía debe reflexionar sobre “el vivir mismo” y, para reforzar esta idea,
cita la siguiente brillante y vitalista idea del escritor alemán Johann Goethe
(1749-1832): “Cuanto más lo pienso, más evidente me parece que la vida existe
simplemente para ser vivida” (Ortega 71). Asimismo, refiere que la vida antigua
tenía menos valores “transvitales —religiosos o de cultura—” en relación a la vida
organizada bajo el Cristianismo y las corrientes culturales modernas (73).
Finalmente, el autor de Meditaciones del Quijote opina en este capítulo que
hay que vivir la vida con placer y vitalismo en la primera mitad del siglo XX,
tratando de disminuir la a veces ambigua noción de pecado, según el
Cristianismo.
En el capítulo IX, “Nuevos síntomas”,
Ortega y Gasset establece que los seres humanos de Occidente están
desorientados a principios del siglo XX, puesto que han desplazado el
vitalismo. Argumenta en especial que los europeos del siglo XIX han divinizado
el trabajo, le han dado una importancia religiosa a la política y han
sobrevalorado a la cultura, “olvidando la vida” (Ortega 81). También, el
filósofo español observa que en el siglo XX los “nuevos síntomas” de la cultura
contemporánea indican que los occidentales se han apartado marcadamente de las
tendencias sublimes de “la creación científica y artística, el heroísmo
político y moral, la santidad religiosa”, para
disgregar nuevas formas de cultura, tales como el vitalista deporte y la
desacralización exagerada de las obras artísticas y poéticas (79).
En el capítulo X, “La doctrina del
punto de vista”, el pensador español propone dotar de vitalismo a la cultura
contemporánea. Primeramente, asegura que para resolver “la antinomia entre vida
y cultura” en el siglo XX hay que alimentar más la cultura con la vida viva y
espontánea. Para ello, Ortega conceptualiza estos dos conceptos esenciales del
pensamiento occidental: 1) La cultura es ante todo “conocimiento” o
“adquisición de verdades”, las cuales son “eternas, únicas e invariables”; 2) “Vida” es “peculiaridad, cambio,
desarrollo; en una palabra: historia”
(Ortega 83). Para forjar conocimientos, los sujetos humanos se valen de la
perspectiva, la cual es “uno de los
componentes de la realidad” y “cada pueblo y cada época tienen su alma
típica” para captar verdades, así pues “cada vida es un punto de vista sobre el
universo”, expone el filósofo peninsular (84, 85). Cuando se han creado
conocimientos o cultura en la historia de Occidente, “la filosofía ha sido
siempre utópica”, la utopía expone por lo general “una verdad no localizada, vista de ‘lugar ninguno’” y, por ende, el
pensamiento filosófico occidental ha estado exento “de la dimensión vital, histórica, perspectivista”, piensa el
pensador hispánico (87). Por lo tanto, Ortega propone cambiar la dominante “razón
pura” de los últimos siglos por lo que él llama “razón vital”, ya que, al final
de cuentas, “cada individuo es un punto
de vista esencial” y representa el perspectivismo del flujo vital,
espontaneo (87). En este contexto de la vida humana, Dios y los seres humanos
adquieren otra visión y definición: Dios “no es racionalista” y es “el símbolo
del torrente vital”, “los hombres son los órganos visuales de la divinidad” y,
finalmente, “nuestra verdad parcial es
también verdad para Dios”, concluye Ortega y Gasset (90).
3. ORTEGA
Y GASSET: ESTUDIOS Y OBRAS FILOSÓFICAS
El
español José Ortega y Gasset (1883-1955) estudió el doctorado en filosofía y
letras en la Universidad de Madrid y fue profesor de metafísica en la
Universidad Central de Madrid. Estudió en diversas universidades alemanas
(Leipzig, Berlín y Marburgo), fue discípulo del filósofo neokantiano alemán
Hermann Cohen (1842-1918) y fundó en 1923 la gran Revista de Occidente,
donde se publicaron numerosos textos artísticos, científicos y literarios de
importantes escritores e intelectuales de su tiempo. Perteneció al movimiento
literario e intelectual del Novocentismo. Es autor de numerosas obras
ensayísticas escritas con elegante y fina prosa. Entre las más importantes, se
cuentan Meditaciones del Quijote (1914), España invertebrada
(1921), La deshumanización del arte (1925) y La rebelión de las masas
(1929). En general, el Raciovitalismo,
Vitalismo o la metafísica de la “razón
vital” se basa en la idea general de que “una razón vital” y una vida razonada”
son las claves para vivir mejor en la época contemporánea y, por eso, hay que
superar “los extremos realistas e idealistas” (“Ortega”).
JOSE ORTEGA Y GASSET, FILOSOFO ESPANOL Y AUTOR DE EL TEMA DE NUESTRO TIEMPO (1923) |
El
(Racio) Vitalismo de Ortega se basa en
una “razón vital”, pero no elude el importante papel del racionalismo en la vida
contemporánea. En el siglo XXI, hay que disminuir el poder de las “virtualidades
de la violencia digital” y el consumismo excesivo y vivir de frente la cultura
civil de la mayoría de los mexicanos que estudian, trabajan y forman a su
familia, todos los días, con “la cultura del esfuerzo”. El Vitalismo representa seguir la vida auténtica de los verdaderos
mexicanos que se ven todos los días en los lugares públicos, construyendo
patria, viviendo y sobreviviendo, amando y riendo, trabajando y estudiando.
El verdadero Vitalismo es, en el fondo, creatividad,
imaginación, humanidad y civilización. Por ello, hay que vivir la vida civil de
una manera más humana, con las verdades de la razón y del corazón, respetando
las leyes, cumpliendo tus obligaciones puntualmente con la gente, con el
espacio urbano y natural y con todas las instituciones económicas, políticas y
sociales.
En
conclusión, El tema de nuestro tiempo de José Ortega y Gasset pertenece a
la etapa raciovitalista dentro del pensamiento
del filósofo español. En especial, este libro analiza el papel de la “razón
pura” y la “razón vital” en la historia de la humanidad y propone conectar vida
y razón en la época contemporánea. Esta postura vitalista nos ayuda a reconocer
mejor nuestras realidades sociales, para vivir mejor con la viva corriente de la
vida, el flujo vital que nos nutre de salud y paz, sabiduría y prosperidad: De una
verdadera paz externa e interna.
Obras
citadas
“José
Ortega y Gasset.” Wikipedia. La enciclopedia libre. 21 abril 2016. Fundación
Wikimedia,
Inc. 22 abril 2016.
<https://es.m.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Ortega_y_Gasset>.
“Ortega
y Gasset, José (1883-1955).” Los doce mil grandes. Enciclopedia
Biográfica Universal.
Ed. Diane Downey. México: Promociones Editoriales
Mexicanas,
1982.
Ortega y Gasset,
José. El tema de nuestro tiempo.13ª ed. Madrid: Espasa Calpe,
1975.
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