EL MODERNISMO HISPANOAMERICANO EN “LITERATURA PURA
(1890-1920)” DE PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA[1]
ÓSCAR ROBLES
“Literatura pura [1890-1920]” es el
capítulo VII del famoso y clásico libro Las corrientes literarias en la América
Hispana de Pedro Henríquez Ureña.[2] Particularmente,
esta sección se centra en la descripción de la corriente literaria del
Modernismo hispanoamericano, a partir del análisis conciso y breve de los
siguientes factores: 1) Su contexto socio-histórico: El liberalismo económico y
sus repercusiones en la vida intelectual; 2) sus principales autores y obras:
Los “adalides” o escritores clave como enfoque central; 3) sus géneros
literarios, incluyendo la filosofía; 4) sus rasgos histórico-literarios; 5) su
ubicación geográfico-temporal (extrañamente, lo “hispánico” en América incluye
Brasil); 6) y su significación en el mundo occidental (España y Francia,
especialmente).
En general, la concepción
historiográfica que predomina en todo el libro de Henríquez Ureña es “el
criterio generacional”, es decir, la organización en grupos de escritores
pertenecientes a una misma generación. La base de “el criterio generacional”
son periodos de treinta años, de acuerdo al filósofo español José Ortega y
Gasset (1883-1955). Por este motivo, el periodo de treinta años (1890-1920)
aparece en el título de la citada sección del libro cimero del escritor
dominicano. Este periodo corresponde, básicamente, a la primera y a la segunda
generaciones modernistas. Por ejemplo, la primera generación modernista está
compuesta por los cubanos José Martí (1853-1895) y Julián del Casal
(1863-1893), el mexicano Manuel Gutiérrez Nájera (1859-1895), el colombiano
José Asunción Silva (1865-1896) y por el nicaragüense Rubén Darío (1867-1916).
En suma, el capítulo VII de Las corrientes literarias es una historia de
generaciones y de “adalides” de la poesía, de la narrativa y del ensayo
modernistas.
Especialmente, la práctica
historiográfica de Henríquez Ureña en el citado capítulo es una revisión muy
crítica del enfoque positivista que dominaba en las décadas de los treinta y de
los cuarenta, como señala Grínor Rojo.[3] En
general, el Positivismo postula que el espíritu humano debe sacar verdades
solamente “de la observación y de la experiencia” (“Positivismo”).[4] En
particular, el criterio de verdad del Positivismo francés era muy limitado y
por eso se dieron diversas críticas y revisiones a principios del siglo XX. De
este modo, la historia citada de Henríquez Ureña fue una de las obras de su
género que despertó el gusto por los “criterios generacionales”, junto con los
estudios del cubano José Antonio Portuondo[5],
durante las décadas de los cincuenta y de los sesenta en Hispanoamérica.
El título descriptivo del capítulo VII
hace referencia a la práctica de “la literatura pura” por parte del Modernismo.
Esta corriente literaria es, precisamente, la primera gran contribución de
Hispanoamérica a la literatura mundial. El Modernismo predomina entre 1890 y 1920.
En dicho capítulo, Henríquez Ureña propone una visión más abarcadora de la
literatura hispanoamericana moderna, más allá de lo que ha sido llamado
tradicionalmente como “la literatura pura”. Por esta razón, el dominicano
también analiza el papel del Positivismo en el ensayo y en la narrativa y el
teatro regionalistas.
En este examen historiográfico, el
escritor dominicano muestra las dotes características de su gran estilo de
escritura, tales como la concisión y la mesura, el equilibrio y la profundidad.
Estos cuatro rasgos esenciales también están presentes en el brillante ensayo “Utopía
de América” y en el libro Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928)
del propio Henríquez Ureña. Gracias a estos rasgos, el historiador evita el
caos y la aglutinación de nombres y obras, de semblanzas biográficas y de
análisis de textos; expone otras fuentes bibliográficas y una serie de notas
para cada capítulo, justo al final del libro; y, finalmente, incorpora más
información sobre otros autores y obras “menores” que no tienen espacio en los
análisis literarios del capítulo VII. Asimismo, estas notas de cada capítulo
revelan una gran documentación y un gran conocimiento de las literaturas
iberoamericana, europea y estadounidense. Finalmente, estas acotaciones demuestran,
sobre todo, la extraordinaria profundidad de la investigación de Henríquez
Ureña en torno a las corrientes literarias de la América Hispana y, en
especial, sobre el Modernismo.
El capítulo VII no plantea un aparato
teórico-conceptual, ya que su intención, ante todo, es hacer historia con la
práctica. Por esta razón, más que elaborar una teoría sobre la literatura
hispanoamericana o sobre lo “literario” de una manera explícita y más que
problematizar los conceptos sobre nuestra literatura, Henríquez Ureña asume su
posición de auténtico crítico literario con el ejercicio pleno de la historiografía
y con la periodización de esta corriente clave de la literatura hispanoamericana,
el Modernismo. Así pues, esta corriente literaria significó la independencia
plena de la literatura hispanoamericana frente a la literatura de la península
ibérica, en el tránsito del siglo XIX al siglo XX.
La exploración del Modernismo por
parte de Henríquez Ureña permite entresacar algunos aspectos teóricos que
subyacen en sus esquemas y análisis como soportes de su particular enfoque de
la historia literaria de Hispanoamérica. En esta aproximación historiográfica,
es importante comentar dos enfoques polémicos en torno a la delimitación del
objeto de análisis, es decir, en torno a la aproximación a “las corrientes
literarias de la América Hispánica”. El objeto de análisis está enunciado en el
título mismo del libro de Henríquez Ureña. Sin embargo, el criterio geográfico
tiene una variante cultural: Incluye a la literatura brasileña en un libro cuyo
título especifica que las corrientes literarias se refieren solamente a la
“América Hispánica” y no a la “Ibérica”. En consecuencia, “América Ibérica”
sería el término más adecuado para todo el libro, ya que se refiere a toda la
cultura heredada de la península ibérica, donde se encuentran España y
Portugal, los dos países generadores de las dos lenguas europeas que dieron
origen a las literaturas hispanoamericana y brasileña, respectivamente, en el
continente americano. Sobre este aspecto, Ana Pizarro[6]
considera que la literatura brasileña es un “agregado aún” para Henríquez
Ureña, pero ella piensa que de cualquier forma es “un logro que le debemos”
porque es un “intento de integrar al Brasil en un perspectiva continental”.
Otro
enfoque discutible en esta sección de Las corrientes literarias es la
variedad de las tendencias y los géneros literarios analizados. Henríquez Ureña
convierte su visión del Modernismo en “una especie de cajón de sastre en que todo vale y tiene sentido”, según Juan
Villegas.[7]
Así, por ejemplo, el escritor dominicano habla de los escritos filosóficos de
la época como si fuera un género literario, explora demasiado las biografías
(“historia de personalidades”) y engloba el Regionalismo (narrativa y teatro)
bajo la “Literatura pura”. A pesar de estos enfoques polémicos, este recuento
del Modernismo transita con gran amenidad, soltura y precisión del análisis de
la literatura hispanoamericana al de la brasileña, de la poesía a la prosa, de
la primera a la segunda generación de escritores modernistas, de las grandes
personalidades a los autores menores, del Modernismo al Regionalismo, de Martí
a Darío y, finalmente, de lo biográfico a lo estrictamente literario.
Especialmente,
hay en este capítulo VII de Las corrientes literarias dos aspectos que
se relacionan con los conceptos de la moderna teoría literaria de
Hispanoamérica. El primero es la orientación teórica general y el segundo es el
concepto de periodización. Con respecto al primero, se advierte que el escritor
dominicano busca un equilibrio entre la llamada actualmente “textualidad pura” o “literariedad” —o sea, el examen de los
elementos formales del lenguaje— y el discurso socio-histórico —es decir, el
texto literario como objeto social y producto de la historia. En el aspecto de
la “textualidad pura”, no se incluye
un concepto base o “estructura” que les dé coherencia a todos los análisis. En
el caso del discurso socio-histórico, no se incurre en el mecanicismo y el
dogmatismo del materialismo histórico. Bajo el enfoque de la “textualidad pura”, analiza el léxico o
vocabulario, el estilo, la métrica, la sintaxis, los temas y los géneros, todos
entremezclados con los datos biográficos. Asimismo, con respecto a los aspectos
socio-históricos de la época, incluye una revisión del oficio de escritor como un
trabajo intelectual que se ajusta a su tiempo y, finalmente, hace un recuento
biográfico de los principales autores modernistas. Con todas estas
descripciones literarias e historiográficas, Henríquez Ureña desarrolla un
sentido “ecléctico” y se acerca al “justo medio” tan característico de su prosa
ensayística. En suma, para Henríquez Ureña, el objeto literario es al mismo
tiempo una forma lingüística y una realidad histórica.
La
periodización de este capítulo sobre el Modernismo hispanoamericano se basa en
el “criterio generacional”, como ya se apuntó. Así pues, los escritores
modernistas, “adalides” y autores menores, tienen rasgos literarios similares.
Por esta razón, la generación literaria determina ante todo el periodo de la
historia literaria que se discute en este brillante capítulo VII “Literatura
pura [1890-1920]”. En consecuencia, los modernistas poseen lo que en la
actualidad se llama una propia “sensibilidad vital” si se usa el concepto de
Juan Villegas; o tienen una particular “visión de mundo” si se toma la idea de Lucien
Goldmann.[8] En
esta “sensibilidad vital” destaca precisamente el llamado “esteticismo” —la
belleza como centro de la obra artística—, el cual es el “terreno” propio de la
“literatura pura”.
También
hay otros rasgos literarios comunes en las dos generaciones modernistas. Estas características
son el exotismo, el cosmopolitismo, la evasión de la realidad y el temperamento
melancólico de raíz romántica, según Henríquez Ureña. En general, la
orientación política y “americanista” es una característica más propia de la
segunda generación modernista, formada por el argentino Leopoldo Lugones
(1874-1938), el uruguayo Julio Herrera y Reissig (1875-1910), el boliviano
Ricardo Jaimes Freyre (1868-1933), el peruano José Santos Chocano (1875-1934),
el mexicano Amado Nervo (1870-1919) y por el propio Darío como escritor
“puente” de ambas generaciones. Como se sabe, Darío es una de las grandes
personalidades de la primera generación y tiene una segunda etapa poética más
“americanista”. Finalmente, para Henríquez Ureña, las grandes personalidades del
Modernismo marcan la “sensibilidad vital” de la corriente o de la generación
literarias. Estas figuras son principalmente Martí, del Casal, Gutiérrez Nájera,
Silva y Darío.
En
conclusión, el texto analizado de Henríquez Ureña es un texto clave dentro de
la crítica literaria hispanoamericana y dentro de la crítica del Modernismo.
Específicamente, este examen del Modernismo es significativo por tres razones
principales: 1) El escritor dominicano considera al Modernismo como la primera
gran aportación original de la literatura hispanoamericana al mundo; 2) el
autor establece un criterio generacional de amplia tradición en el mundo
hispánico; 3) y el autor caracteriza las visiones de mundo de las dos
generaciones modernistas, a partir de la idea central de que son “literatura
pura”.
Obras citadas
“Comte,
Augusto (1798-1857).” Los Doce Mil Grandes. Enciclopedia Biográfica
Universal. Vol. 8. Ed.
Diane Downey. México: Promociones Editoriales
Mexicanas,
1982.
Henríquez Ureña,
Pedro. “Literatura pura (1890-1920).” Las
corrientes literarias en
la
América Hispana. 2ª ed. México: Fondo de Cultura
Económica, 1954. 165-
188.
“Positivismo.” Pequeño
Larousse ilustrado. Ed. Ramón García Pelayo y Gross.
México:
Ediciones Larousse, 1991.
[1] Esta
reseña crítica fue publicada originalmente en la excelente y ya desaparecida
revista Chihuahua Moderno en marzo de 2013. El presente texto es una
versión corregida y aumentada para brindarla a los gentiles lectores que
consultan mi Blog.
[2] El
dominicano Pedro Henríquez Ureña (1884-1946) perteneció al famoso Ateneo de la Juventud al lado de los
mexicanos Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Antonio Caso y otros escritores más.
Fue ensayista y profesor de la Universidad de Minnesota.
[3] El
chileno Grínor Riojo (1941—) es crítico literario y autor de Globalización e
identidades nacionales y postnacionales. . . ¿De qué estamos hablando?
(2005), entre otras obras. Ha sido profesor en universidades de Chile y los
Estados Unidos.
[4] El filósofo
francés Augusto Comte (1798-1857) es autor de Curso de Filosofía Positivista
(1830, 1833, 1842). Postuló en su “filosofía positiva” que los fenómenos
políticos pueden ser analizados como leyes, que el fin principal del filosofo
debe ser social y que la misión del pensador es “la reorganización de los
sistemas políticos, morales y religiosos”, entre otros aspectos (“Comte” 44).
Pensaba que el conocimiento pasaba por tres estados o etapas: La teológica, la
metafísica y la positiva (44).
[5] José
Antonio Portuondo (1911-1996) es crítico, ensayista e historiadora cubano.
Publicó El contenido social de la literatura cubana (1944) y su célebre
libro La historia y sus generaciones (1958), entre otras obras.
[6] La escritora
chilena Ana Pizarro es profesora de la Universidad de Santiago de Chile y
autora del libro Hacia una historia de la literatura latinoamericana
(México: El Colegio de México, Universidad Simón Bolívar, 1987), entre otras
obras.
[7] Juan
Villegas es profesor e investigador chileno de la Universidad California en
Irvine. Es autor de Teoría de historia literaria y de poesía lírica
(1984) y Para un modelo de historia del teatro (1997), entre otras
obras.
[8] Lucien
Goldmann (193-1970) es un crítico rumano-francés de origen judío. Publicó Para
una sociología de la novela (1964).
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