En este texto, figuran dos oyentes líricos. En primer lugar, es Dios uno de esos destinatarios como el gran señor del mundo por tratarse de una oración religiosa, según los tres vocativos de los versículos 2, 7 y 9. El segundo destinatario del mensaje se funda en la apelación a los pecadores concentrada en el sustantivo “señores”.
El mensaje de este sencillo poema religioso rechaza fuertemente la falsedad y la mentira y convoca a los pecadores a contener su rabia y a rendir culto a Dios. El final del mismo culmina con la serenidad plena del alma: “En paz me acuesto y en seguida me duermo, / pues tú solo, Señor, me das seguridad” [Salmos: 9].
Como se ve, esta simple oración declara su fe en Dios y convoca al culto divino y a la práctica de la oración.
Este salmo sirve para controlar la ira y buscar la confianza en la divinidad. Por este motivo, es importante utilizarlo en estos tiempos de gran violencia y honda crisis espiritual. Hay que controlar las pasiones destructivas y buscar la paz a través de la meditación, la oración, el respeto a Dios y sus doctrinas y la compasión humana y el amor profundo al prójimo.
Numerosos seres humanos sufren y padecen grandes conflictos en las ciudades modernas del siglo XXI. Estas urbes están inundadas de materialismo salvaje, consumismo recalcitrante, pobreza, ingobernabilidad, ilegalidad, vicio extremo, rencor, orgullo, egoísmo, perversión y caos urbano.
Por ello, es el tiempo de volver a la oración constante y a La Biblia, para encontrar nuestra identidad espiritual y humana. Hay que dejar de ser máquinas y zombies en las calles del mundo. Hay que acercarnos otra vez a Dios y a la naturaleza. Hay que cultivar el espíritu y la mente de manera más intensa y profunda en casas, escuelas y templos y no sólo buscar los placeres del cuerpo y los bajos instintos en los negocios, comercios y máquinas.
Obras citadas
La Biblia. 41ª ed. Madrid: Editorial Verbo Divino, 2002.
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