En especial, se dibuja la imagen del Dios de ira propia del Antiguo Testamento. Asimismo, este interesante salmo anticipa la aparición de la figura de Cristo, la cual se concentra en la imagen del “Ungido” o Mesías, que será el rey de Sión, ya que es un documento previo al surgimiento del Cristianismo y a la creación del Nuevo Testamento.
En resumen, un hablante lírico personalizado apela a los reyes para que se sometan al poder omnímodo de Dios como único rey del mundo. El texto describe cómo algunos soberanos desafían el poder divino e introduce la voz de uno de ellos de la siguiente manera: “¡Vamos, dicen, rompamos sus cadenas / y su yugo quebremos!” [Salmos: 3].
El Salmo 2 culmina con una dura advertencia que abarca tres versículos. He aquí este contundente final del texto: “Pues bien, reyes, entiendan, / recapaciten, jueces de la tierra. / Sirvan con temor al Señor, / besen, temblando, sus pies; / no sea que se enoje y perezcan, / pues su cólera estalla en un momento. / ¡Felices los que en él se refugian!” [Salmos: 10-12].
¿Hasta qué punto las crisis económicas y sanitarias del siglo XXI responden a esta cólera divina? Como ciudadano y cristianos, es importante reflexionar sobre nuestro papel en la vida social de nuestras naciones y en la elección de los correctos gobernantes. ¿Somos en verdad virtuosos como personas o somos máquinas materialistas y arrogantes? ¿Actuamos con responsabilidad como ciudadanos? ¿Amamos y respetamos a nuestros semejantes en su vida y su propiedad privadas?
Obras citadas
La Biblia. 41ª ed. Madrid: Editorial Verbo Divino, 2002.
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