domingo, 2 de marzo de 2014

INDIGENAS, PAISAJES, MUJERES Y "BODEGONES" EN LA PINTURA DE AARON PINA MORA

INDÍGENAS, PAISAJES, MUJERES Y BODEGONES
EN LA PINTURA DE AARÓN PIÑA MORA


 ÓSCAR ROBLES

LA MUESTRA "DEL CABALLETE DE AARON PINA MORA" CONTIENE ESTA PINTURA DE UNA HERMOSA MUJER.

El pintor hidalguense Aarón Piña Mora (1914-2009) se distingue por el torrente de imágenes humanas de la historia de Chihuahua plasmadas con brillantez en el Palacio del Gobierno del Estado de Chihuahua: Un semidesnudo conquistador español Álvar Núñez Cabeza de Vaca (¿1500-1560?) en medio de los espaciosos y hermosos llanos de Chihuahua, acompañado de sus soldados y del negro Estebanico; el busto enorme del cura Miguel Hidalgo y Costilla (1753-1811) en un primer plano, con rostro sereno y con las escopetas asesinas apuntando a su pecho desnudo; el rostro moreno del presidente Benito Juárez (1806-1872), acompañado a sus costados del presidente estadounidense Abraham Lincoln (1809-1865) y el libertador venezolano Simón Bolívar (1783-1830), y rodeado por los múltiples héroes hispanoamericanos del siglo XIX; un vigoroso y simbólico cuerpo desnudo con carrilleras en el pecho del revolucionario chihuahuense Pascual Orozco  (1882-1915), en medio del fragor de las batallas, y otras grandes figuras de la historia de Chihuahua.



ALVAR NUNEZ CABEZA DE VACA EN UN MURAL DE LPALACIO DE GOBIERNO EN CHIHUAHUA


MIGUEL HIDALGO EN EL MURAL "EL FUSILAMIENTO DE LA LUZ" DEL PALACIO DE GOBIERNO EN CHIHUAHUA




BENITO JUAREZ ACOMPANADO POR ABRAHAM LINCOLN Y SIMON BOLIVAR EN UN MURAL DEL PALACIO DE GOBIERNO EN CHIHUAHUA


EL REVOLUCIONARIO PASCUAL OROZCO EN UN MURAL DEL PALACIO DE GOBIERNO EN CHIHUAHUA


         El artista arraigado en Chihuahua sobresale por la esplendorosa y armónica utopía racial y multicultural del gran mural de La Profecía de la Raza Cósmica, basado en el libro homónimo del excelso escritor mexicano José Vasconcelos (1881-1959), creado en un muro de la Posada Tierra Blanca de la Ciudad de Chihuahua y financiado por el empresario chihuahuense Tomás Valles: En un primer plano, aparece el cuerpo desnudo y enorme del hombre que representa la fusión de las cuatro razas del mundo en el mero centro de la pared, rodeado por cuatro figuras humanas de las razas blanca, negra, roja y amarilla emanando rayos de creación casi divina; la belleza de la arquitectura azteca; la armoniosa arquitectura de las iglesias cristianas europeas y la figura central del italiano San Francisco de Asís (1182-1226); los colosales edificios estadounidenses del siglo XX; la belleza blanca de El Taj Mahal y de las iglesias budistas y otras imágenes portentosas.
         Además de muralista, Piña Mora creó numerosos cuadros de caballete y dibujos a lápiz. En el Museo Casa Chihuahua de la ciudad de Chihuahua, se exhibió una gran muestra de estas obras bajo el título de Del Caballete de Aarón Piña Mora, desde el 19 de julio al 30 de septiembre de 2013. Hubo obras con imágenes humanas (tarahumaras, mestizos y menonitas), paisajes naturales, mujeres bellísimas, bodegones clásicos, algunos cuadros de influencia fauvista y unos pocos retratos de figuras religiosas y civiles. En general, los temas de estas pinturas responden básicamente al figurativismo tradicional e incluyen la música, la mujer tarahumara, la buena mesa, los bosques, los amaneceres, los días nublados, la calma del mar, los llanos y la mujer menonita, según la placa de la presentación de la exposición en dicho museo. Asimismo, las técnicas pictóricas dominantes son el óleo, la acuarela, la pintura al temple, el pastel, el acrílico y los dibujos a lápiz. Ante todo, estas obras reciben la influencia de las corrientes artísticas del Impresionismo francés y del Fauvismo, de acuerdo a la presentación de esta muestra del artista hidalguense.

1. LOS INDÍGENAS

         En especial, destacan once cuadros en blanco y negro, trazados con lápiz, con imágenes vigorosas y realistas de diversos indígenas tarahumaras, tanto hombres como mujeres. Son imágenes que recrean algunos elementos expresionistas. El Expresionismo es una “doctrina artística que traspone la realidad según su propia sensibilidad” (“Expresionismo.” Pequeño Larousse ilustrado. 1991). Así pues, la sensibilidad de Piña Mora permite forjar un realismo fiel que algunas veces alcanza visiones muy expresionistas. Una de los cuadros, por ejemplo, describe una celebración de la Semana Santa en la Sierra Tarahumara en la cual un indígena luce como un verdadero Cristo. La factura artística de estos cuadros en blanco y negro es muy elevada: Mujeres con niños envueltos en rebozos, flautistas, grupos de tarahumaras con su tradicional vestimenta de manta, entre otras imágenes. Estos indígenas del norte de México son de algún modo clásicos y positivos paradigmas culturales de los indígenas de la Sierra Tarahumara. En particular, estos paradigmas concentran trascendentes y muy dignos papeles laborales, religiosos y familiares de estos indígenas mexicanos: El artista o el músico, el creyente cristiano o el Cristo tarahumara y, sobre todo, el paradigma quintaesencial de la fuerte y extraordinaria madre tarahumara. Estos once cuadros hechos a lápiz fueron parte original del libro Tarahumaras de Piña Mora, con un ensayo introductorio de Víctor Reyes. En general, estos rarámuris muestran rostros sufrientes, callados, graves, complejos, misteriosos, hieráticos, pero muy seductores por su realismo expresionista. En general, el trazo armonioso de los dibujos se acerca al estilo de algunos murales del mexicano José Clemente Orozco (1883-1949). Estos dibujos son más clásicos, más universales, más humanos, más trascendentes y expresivos, y a veces lucen algunos sesgos geométricos en el espacio o en la misma figura humana.
En esta misma línea regionalista e indigenista, el Museo Casa Chihuahua expuso algunos retratos de mujeres tarahumaras, hechos al óleo o al pastel. Por ejemplo, dos mujeres tarahumaras traen los clásicos vestidos de algodón teñidos con un portentoso e intenso color rosa, un color muy mexicanista. Estos cuadros son “Mujer en rosa” y “Joven tarahumara”. El color rosa impregna de belleza estos dos cuadros, enfatiza la ingenuidad, la dignidad y la delicadeza de estas mujeres indígenas y, por transferencia, las hace ver como verdaderas flores o rosas envueltas en esas telas. Junto a los dibujos a lápiz, estas imágenes de mujeres rarámuris reflejan un acendrado regionalismo y una gran dignidad artística, pues los bustos de las mujeres son armónicos y muy bellos.
         En otra sección, aparecen dos cuadros hechos a lápiz con el mismo estilo realista y expresionista de los once dibujos del libro Tarahumaras. En el cuadro “La bendición”, el realismo abre la “puerta” a una posible alegoría religiosa, a una especie de realismo mágico cristiano y a un sincretismo cultural y racial. En verdad, son imágenes prodigiosas: Una rarámuri vestida de blanco, casi fantasmal, con el vestido clásico de su raza, bendice a tres mujeres que visten rebozos negros, dentro del espacio de una iglesia y justo frente a un altar y a una cruz. A un lado, aparece un hombre con manto negro y lanza, el cual está de espaldas y parece un verdadero fantasma, pues su manto y su cuerpo dejan ver mágicamente algunas partes de la pared del recinto sagrado cristiano. Así pues, se conjugan en “La bendición” expresionismo y religiosidad, lo fantasmal y lo sagrado, con vigorosos trazos del lápiz, al mejor estilo del muralismo mexicano. La mujer de blanco luce como una sacerdotisa o una santa, papeles que regularmente son asignados a los criollos o a los mestizos mexicanos en la iconografía cristiana de Occidente. De este modo, este cuadro es poderosamente arte transgresor, social, político. El segundo cuadro es “Cinco figuras tarahumaras” y enseña figuras indígenas calladas, sufrientes y embozadas. Dentro de toda la línea indigenista de Piña Mora, el blanco y negro de los dibujos a lápiz adquiere una dimensión excelsa, poderosa, transgresora y subversiva a veces. En cambio, los colores vivaces y muy vivos y alegres de las mujeres tarahumaras en los cuadros al óleo y al pastel son hermosos y delicados y poseen una buena factura artística, pero las mujeres lucen un tanto idealizadas y hieráticas. En estas pinturas, la visión de Piña Mora es más estetizante que social o política. Sin embargo, pintar indígenas tarahumaras es en sí un acto social, cultural y político dentro de una nación con marcadas tendencias racistas y excluyentes.

2. LOS PAISAJES

Junto a los retratos de tarahumaras, resalta la calidad artística de ocho cuadros pequeños al óleo, a base de colores más planos que texturales, con paisajes marinos, medievales y pueblerinos. Su factura es muy original y se aparta un poco del estilo impresionista. Estos cuadros son los siguientes: “Marinas”, “El Castillo I”, “El Castillo II”, “Remendando las velas”, “Los techos”, “Embarcadero”, “La calle” y “Desde arriba”. Estas pinturas pequeñas muestran paisajes naturales, castillos, casas de pueblo y pescadores con sus embarcaciones y el mar. Son como estampitas con un impecable y sólido dibujo, con un colorido intenso, alegre y, por momentos, mágico. No son imágenes completamente realistas o impresionistas, sino que tienen escenas trastocadas o transformadas por los colores diferentes a los de los objetos de la realidad social. En estas pinturas, Piña Mora parece despojarse del control de la realidad exterior para plasmar su visión interiorista y un poco expresionista. Es la forma en que ve el artista al paisaje desde dentro de su imaginación y desde una perspectiva visual lejana. Hay azules intensísimos de mar, un pueblo con colorido; algunos dibujos de estilo fauvista, “juguetón” e infantil; siluetas de pescadores sin los contornos faciales de los rostros; dos castillos sobre montañas;  una barca y algunos pescadores en un primer plano. Sin embargo, estas imágenes parecen captadas desde una perspectiva más lejana, con colores inusitados, casi mágicos y con la gracia y el trazo de la técnica de la miniatura. De esta manera, el pintor hidalguense demuestra que no sólo tiene un singular talento para el mural y para el cuadro de caballete de tamaño regular, sino también para los paisajes en miniatura.
En el Museo Casa Chihuahua, se exponen también numerosos paisajes naturales, los cuales parecen también estampas en miniatura, dentro del estilo de los paisajes para almanaque. Ante todo, son llanos, árboles, cañones, lagos y mares. Todos son cuadros pequeños, al óleo. En general, estas pintura  muestran a la naturaleza con técnica impresionista, pero estos paisajes de tierra y agua no son europeos, sino lucen como más propios de Chihuahua y de México aunque no se marcan los lugares geográficos en las descripciones de los cuadros. En general, el trazo de estos paisajes naturales se aparta de los embriagantes y sensuales paisajes acuáticos y vegetales de los impresionistas franceses, pero asimila las técnicas “vaporosas” de los maestros europeos.

3. LAS MUJERES

         En muchos de sus cuadros, domina la clásica técnica “vaporosa” o “brumosa” del Impresionismo, especialmente en varios retratos de mujeres acriolladas o mestizas. Esta técnica tiende a borrar los contornos de cuerpos y de objetos, para dar la apariencia de estar bajo el impacto de una especie de “velo”. El Impresionismo es la corriente artística y literaria que busca “expresar la impresión que nos produce un objeto más que su realidad” y “reproducir las sensaciones, el color y los efectos de luz lo más fielmente posible” (“Impresionismo.” Pequeño Larousse ilustrado. 1991). Los principales pintores del Impresionismo son los franceses Eduard Manet (1832-1883), Claude Monet (1840-1926) y August Renoir (1841-1919). En los retratos de mujeres de Piña Mora, los rostros de las mujeres son rostros blanquecinos bajo la técnica “vaporosa” y los rasgos faciales son muy estetizantes e idealizados: Labios rojunos, ojos pequeños, cabelleras hermosas y narices finas. Algunas mujeres cargan libros o instrumentos musicales en las manos, portan collares brillantes y visten coquetos moños. Otras están sentadas a la mesa, frente a canastas o frutas, platos y jarros. De esta manera, la belleza femenina se engalana con el arte, la naturaleza y la cocina, para reforzar el espacio más propiamente estético y femenino. En realidad, son arquetipos de belleza y no tienen nombres específicos. Sus figuras son muy atractivas para la contemplación puramente estética. En general, casi todos los cuadros de influencia impresionista muestran un profundo sentido esteticista del mundo, una estética que tiende a captar la pureza de la belleza más delicada y refinada, sus juegos de luces, su carácter puramente sensorial, ya sean figuras humanas o paisajes naturales. Frente a este esteticismo de la belleza femenina, se impone la fuerza expresiva y expresionista de los retratos a lápiz y de las pinturas al óleo y al pastel de los indígenas tarahumaras. Sin duda, estos cuadros regionalistas e indigenistas son el trabajo más fino, puro, auténtico y original de esta gran exposición de cuadros de caballete de Piña Mora de el Museo Casa Chihuahua.


ESTE ES EL RETRATO DE UNA MUJER DE PIEL BLANCA QUE APARECE EN UN CARTEL DE LA MUESTRA DE AARON PINA MORA

LA BELLEZA DE LAS MANOS SE APRECIA EN EL MISMO RETRATO DE ARRIBA, EL CUAL ENGALANA EL CARTEL DEL MUSEO CASA CHIHUAHUA

En especial, los numerosos retratos de mujeres mestizas, acriolladas, menonitas y tarahumaras son de corte esteticista. Estos rostros femeninos son extremadamente hermosos en sus rasgos faciales y, por ello, parecen mujeres idealizadas, envueltas en un “halo” de belleza pura. Aparecen varias mujeres de rostro muy blanco que visten trajes tradicionales de menonitas, trajes folclóricos o trajes contemporáneos. A veces, aparece un trasfondo de la naturaleza para enmarcar los retratos de todas estas mujeres de diferentes etnias.

4.  LOS BODEGONES: TRADICIÓN Y REGIONALISMO

Por su parte, los bodegones muestran una perspectiva clásica, objetos tradicionales y una factura estrictamente realista. Siempre en un primer plano, aparecen los objetos propios del bodegón: Botellas de vino y frutas (melones, sandías, manzanas). A veces, aparece un elemento frutal que puede ubicarse como parte de Chihuahua: Los famosos membrillos. El “bodegón” es “una pintura o cuadro donde se representan cosas comestibles” (“Bodegón.” Pequeño Larousse ilustrado. 1991).
Dentro de esta línea de cuadros con frutas, están algunos cuadros de calabazas con un estilo refinado y detallista, casi táctil, casi textural. Estas calabazas muestran cáscaras, rayas y arrugas y aparecen con una impecable realización naturalista. Es posible que el maestro Piña Mora se haya inspirado en la famosa pintura del mexicano David Alfaro Siqueiros (1896-1974) que tiene unas calabazas como tema, la cual se encuentra dentro de la colección permanente del Museo de Arte Contemporáneo de la Ciudad de México. Sin embargo, las calabazas de Piña Mora son más pulidas en sus texturas, con pinceladas más finas que dan un efecto lustroso a las cáscaras. En cambio, las calabazas de Siqueiros son más rugosas, con las clásicas pinceladas gruesas, como si fueran “oleajes” de colores y manchas, dentro del estilo propio del muralista chihuahuense.

5.  LAS FIGURAS CRISTIANAS Y CIVILES

         Es importante destacar un cuadro a lápiz y con colores pálidos y cuatro cuadros al óleo con figuras de la sociedad mexicana y de la cultura cristiana. En primer lugar, el cuadro “San Francisco de Asís” presenta al humilde santo italiano con el rostro volteado hacia el cielo, un poco distorsionado en su postura contemplativa, con los ojos cerrados en actitud profundamente mística, vestido con el clásico habito color marrón propio de los monjes franciscanos, el fondo amarillo como si fuera un halo de santo, tres pajarillos abajo y una avecilla arriba y un poco de sangre en la mano izquierda. Todos estos elementos visuales sirven para concretar la visión clásica e histórica del santo: Humilde, místico y amante de los animales. Este cuadro prefigura la clásica imagen de San Francisco de Asís del espectacular mural La Profecía de la Raza Cósmica. En este mural, el santo italiano representa la parte esencial de la cultura europea medieval y de la cultura de la raza blanca. En suma, es una figura con trazos expresionistas que exaltan la figura religiosa del santo. Por otro lado, cuatro retratos al óleo son de corte realista, muy cercanos a las personas retratadas, forjadas con un impecable, fino y fiel trazo del pincel. Estas pinturas son los retratos de Sergio, de Jesucristo, de Juan Marshall y de Doña María de la Luz. En los cuatro casos, las imágenes de los rostros y del cuerpo ofrecen gran dignidad a los retratados.

6.  LOS CUADROS DE INFLUENCIA FAUVISTA

Sólo tres cuadros son de influencia plenamente fauvista. En especial, estas tres pinturas representan a figuras humanas ingenuas, casi primitivas, y el trazo del dibujo es más decorativo que central frente al protagonismo de los colores. Los títulos de estos cuadros son “Infantil”, “Niña paseando a sus perros” y “La abuelita leyendo”. El Fauvismo es “una escuela pictórica de la primera mitad del siglo XX” y “una reacción contra el análisis impresionista” (“Fauvismo.” Pequeño Larousse ilustrado. 1991). Así pues, el Fauvismo se caracteriza precisamente por la descomposición del poderoso Impresionismo figurativo para lograr una simplificación con imágenes que parecen más infantiles. Los franceses Henri Matase (1869-1954), André Derain (1880-1954) y Raoul Dufy (1877-1953) son sus principales representantes. En especial, Matisse “simplificó el dibujo en un sentido decorativo y exaltó el color” (Pequeño Larousse ilustrado. 1991.). También, este pintor francés usó “tonos violentos y expresivos, formas suaves y sinuosas, para crear un arte a un tiempo intelectual y sensual” (“Matisse, Henri.” Los Doce Mil Grandes. Enciclopedia Biográfica Universal. México: PROMEXA, 1982.). En suma, los tres cuadros de Piña Mora responden a la técnica fauvista.
         Como complemento a todos los cuadros de caballete, se muestran en una vitrina la portada del mencionado libro Tarahumaras de Piña Mora y una foto de 1959 que celebra la inauguración del fascinante mural El Fusilamiento de la Luz en el Palacio de Gobierno del Estado de Chihuahua. En especial, este mural es conocido a nivel nacional y forma parte de una serie de murales que narran la historia del estado de Chihuahua, desde la Exploración y la Colonización (siglo XVI) hasta la primera etapa de la Revolución Mexicana (siglo XX). El mural citado se refiere a los inicios de la Independencia de México y enseña la figura desnuda y digna del cura Hidalgo, con los fusiles apuntándole y algunas heridas de sangre en el pecho. Este mural representa simbólicamente el fusilamiento del iniciador de la Independencia de México. Como se sabe, Hidalgo fue fusilado en la ciudad de Chihuahua. Frente al mural, aparecen diversas personalidades de la política y de la cultura chihuahuense, tales como el presidente Adolfo López Mateos (1910-1969), el gobernador Teófilo Borunda (1912-2001) y el propio Piña Mora. Además de este honor, Piña Mora recibió el Premio Tomas Valles Vivar en 1989 en el área de artes plásticas. Este premio era el más importante galardón en el estado para premiar a los grandes chihuahuenses de las letras, de las ciencias y de las artes, a finales del siglo XX.


EL MAESTRO  HIDALGUENSE AARON PINA MORA EN SUS ANOS DE VEJEZ


         Los gentiles lectores pueden consultar otros datos sobre esta muestra del artista hidalguense en el siguiente sitio de Internet: www.casachihuahua.org.mx/Expos/casa_expos_realizados.php?2013
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