EL CAPITALISMO CONSUMISTA Y DIVERTIDO Y LA IDENTIDAD MEXICANA ARTIFICIAL
Por ÓSCAR ROBLES
Sin duda, los
mexicanos habitan en un Estado-nación durante el siglo XXI. De esta manera, el
supuesto y nuevo nacionalismo mexicano se finca en el sistema capitalista
global forjado por los sucesivos gobiernos neoliberales, corporativos y
populistas. La alianza entre gobiernos y empresarios ha delineado dicho
nacionalismo.
Ante todo, el
nacionalismo actual se desarrolla en las urbes. Sus soportes primordiales son
el consumismo y “la civilización del espectáculo” (Mario Vargas Llosa), la cual
constituye otra forma de consumo exagerado. Basta ver la publicidad y las
noticias en diarios impresos y digitales cotidianamente.
De este modo, un
juego de futbol de clubes o de la selección nacional, un disco de música banda
y una simple marca de cerveza determinan las costumbres cotidianas y la manera
de ser de los mexicanos. Culturas y anticulturas generan estas costumbres.
Estos productos y
servicios capitalistas y otros muchos han sustituido falsamente la verdadera
identidad nacional, que proviene desde tiempos ancestrales, pasa por la
Colonia, atraviesa la modernidad republicana del siglo XIX y se fortalece en el
siglo XX con el Nacionalismo Revolucionario promovido por el Estado corporativo
cuya cabeza fue el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Con el
capitalismo global y neoliberal se desplaza el México profundo, cultural e histórico.
En realidad, los mexicanos viven y practican la cultura capitalista en su mayor
parte. Asumen una manera de “presentismo” por las dificultades para sobrevivir
ante tantas necesidades materiales creadas y la necesidad de consumir tecnología
actual.
A los mexicanos y
mexicanas no les interesan tanto los conocimientos de su larga historia o de la
cultura científica y humanista. Asimismo, se vive un tiempo circular: la vuelta
al Estado autoritario, populista, estatizante y centralista. En realidad,
millones de mexicanos prefieren pasear en carro que leer un libro; perder horas
por semana en tiendas y supermercados que asistir a una obra de teatro; cultivar
la fiesta nacional con eventos de los deportes y el entretenimiento (música,
cine, televisión e Internet) que visitar un museo de pintura o escultura.
La nueva cultura
popular subyuga a los mexicanos. La cultura profunda y la educación académica
de calidad han sido desplazadas, neutralizadas y deterioradas por los millones
de habitantes del territorio ubicado al sur de los Estados Unidos y al norte de
Centroamérica.
En el presente, el
Estado populista y autoritario pretende restaurar el Nacionalismo Revolucionario
y reintegrar la identidad nacional moderna, pero sin una sustantiva reforma
educativa y sin un programa cultural consistente y expansivo. Asimismo, el
gobierno federal manifiesta una abierta y agresiva hostilidad hacia las clases
medias ilustradas, liberales y democráticas.
Por eso mismo,
prevalecen la enajenación consumista y la ingobernabilidad. Las actividades
productivas legales conviven con las ilegales y criminales, fracturando
seriamente el Estado de Derecho y las identidades colectivas modernas,
positivas y constructivas.
Por todo ello,
dominan las mentalidades simplistas de lo que Octavio Paz llamaba “la clase
media cruda” y de la marginada clase trabajadora: empleo explotador, negocio,
incremento del patrimonio personal y familiar, consumismo y “diversionismo”.
En consecuencia,
desde los noventa los mexicanos han erigido cotidianamente una identidad
nacional artificial y altamente contaminada por usos y costumbres enajenantes y
disgregantes.
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