lunes, 27 de julio de 2020

EL QUIJOTISMO EN "NAZARIN" DE BENITO PEREZ GALDOS


EL QUIJOTISMO EN NAZARÍN DE BENITO PÉREZ GALDÓS[1]

ÓSCAR ROBLES
        
Nazarín (1895) de Benito Pérez Galdós cuenta la historia de un sacerdote español que quiere llevar a la práctica el ideal más puro del Cristianismo en los pueblos que recorre en España, durante la época moderna. Este cura se llama en realidad Nazario Zaharín y es conocido como Nazarín. Movido por su idealismo, el peculiar padre realiza la aventura espiritual y humana de ir por esos caminos de Dios a predicar el evangelio de la humildad, la caridad y la mortificación del cuerpo para castigar sus pecados, asumiendo plenamente el Cristianismo primigenio.
Héroe y antihéroe, el recorrido de Nazarín por los barrios bajos y por la inmundicia humana provoca constantes choques entre el ideal cristiano puro y la cruda realidad social de la España de su tiempo. Sin embargo, Nazarín lucha en cada instante de su vida, para redimir al hombre y a la mujer y buscar que ambos se arrepientan de sus pecados. Así, convive entre ladrones, prostitutas, maleantes y gente de la clase baja, sin importarle el juicio de la sociedad y del clero español.
          Como Don Quijote de la Mancha, Nazarín es un “andante caballero” pero de la religión cristiana. Camina acompañado por sus dos fieles creyentes, Beatriz y Ándara, quienes son dos pecadores que pretenden asumir sus culpas y arrepentirse y redimirse por medio de la difusión de la fe cristiana y defensa del pobre e indefenso cura de pueblo. En cierta forma, ellas asumen un papel similar al de Sancho Panza y son las “escuderas” de la religión. Como Don Quijote, Nazarín es un loco idealista, una especie de santo de carne y hueso, que siempre se enfrenta a la dura realidad de su tiempo.
Quijotismo cristiano o Cristianismo quijotesco, llámese como se quiera, esta criatura de ficción de Pérez Galdós pertenece a la vena de Miguel de Cervantes. Nazarín busca la pureza de su doctrina. Sus actitudes de suma piedad hacia el hombre, su desprecio por las cosas materiales, su afán masoquista de sufrir, todo esto nos hace pensar en un loco. Nazarín quiere calar hondo en el alma humana y en la sociedad y fracturar la realidad aunque sea dura y le dé golpes.
Las prédicas de Nazarín sólo hacen mella en sus dos fieles seguidoras, sanchos panzas de sus andanzas: Ándara, la mujer pública y brava, ser picaresco que lanza blasfemias en cada frase que pronuncia; Beatriz, la hembra arrepentida de su pasión amorosa por un hombre.
De esta forma, la narración galdosiana transcurre por medio de la técnica del perspectivismo en la construcción de los personajes. Mientras que Don Quijote y mira gigantes y Sancho Panza ve molinos de viento, el autor español configura a Nazarín mediante un juego de perspectivas en torno a la personalidad del sacerdote. Por un lado, Ándara, Beatriz y el ladrón Sacrílego consideran a Nazarín como un santo, un héroe del Cristianismo que es capaz de perdonar las injurias como Jesucristo, quien pone la otra mejilla para ser golpeado otra vez. Por otro, los otros personajes —“curas”, “barberos” y “sansones”— lo bautizan como loco o lo pintan como un cínico, un vividor y un parásito social.
Sin embargo, Pérez Galdós quiere en verdad a su criatura imaginaria y la presenta como una víctima de la realidad social, un hombre de carne y hueso que odia y desprecia y se arrepiente.    
Nazarín también predica su doctrina y el autor la usa para expresar su punto de vista sobre el mundo. Así, el pensamiento de Pérez Galdós se observa en una serie de discursos divididos en dos vertientes principales: 1) la aspiración por un Cristianismo puro más humano; 2) la crítica acerba a la sociedad de su tiempo.
En estos pasajes y episodios ya no se observan tanto los discursos largos de sus primeras novelas, en las cuales el discurso didáctico y ensayístico aflora. Por ejemplo, el narrador de Doña Perfecta (1876) expone abundantes descripciones y discursos liberales para criticar el oscurantismo cultural y la excesiva religiosidad de los pueblos tradicionales de España.
Nazarín es una novela más hecha y decantada. Las arengas del sacerdote descubren una gran personalidad y construyen un héroe y un antihéroe. Es una persona que quiere ser pobre y humilde; vivir en la naturaleza, fuera del progreso urbano; buscar la justicia entre los seres humanos a partir de la doctrina cristiana; sufrir y padecer hambres y miserias. Ante todo, el cura Nazarín ama a la humanidad porque su Cristianismo es puro y primigenio y se deriva de los Evangelios de Jesucristo. Como el hijo de Dios, perdona al que lo ofende y ayuda al pobre y miserable.
En esta obra, Pérez Galdós logra asimilar y decantar las técnicas cervantinas de la novela y narra un mundo picaresco y una realidad social de la España del siglo XIX. En medio de este contexto, el idealista Nazarín no puede triunfar en la vida porque la degradada y dura realidad es mucho más fuerte y se impone al protagonista, así como el entorno social  propio del siglo XVII venció a Don Quijote.
Frente a esa realidad cruda, el escritor español de las Islas Canarias traza a Nazarín como un personaje demasiado ideal, extremista, con marcadas actitudes espirituales y obsesiones difíciles.
Hacia el final de la novela, la técnica cervantina es más patente. En plena enfermedad y encerrado en una prisión, el sacerdote sufre la visión de Cristo. Sin embargo, esa visión puede tener dos interpretaciones. Entre el delirio de la fiebre que lo consume y la apariencia de realidad, Nazarín mira a Cristo y habla con él. Entonces, surge la ambigüedad del relato por la mezcla de realidad y fantasía. Por un lado, el personaje principal luce como un loco en pleno estado febril. Por otro, puede verse que Cristo le habla en verdad para demostrarle su amor.
En conclusión, Nazarín de Benito Pérez Galdós se presenta como una novela heredera de la obra de Miguel de Cervantes. Aparecen en dicha obra personajes idealistas enfrentados a la realidad, perspectivismo en torno a la personalidad del protagonista, mezcla de realidad y fantasía. Ante todo, es una novela realista que desarrolla la aventura idealista de un sacerdote que quiere imitar fielmente la doctrina cristiana desde las bases de los Evangelios de Jesucristo.
Benito Pérez Galdós (1842-1920) fue un cuentista, novelista y dramaturgo español. Nació en Las Palmas de Gran Canaria. Con sus numerosas obras narrativas, emergió como uno de los pilares del Realismo literario en España y Europa y como uno de los escritores más prolíficos de su país. Se le considera el mejor novelista español después de Miguel de Cervantes. Entre sus novelas, sobresalen Gloria (1877), Marianela (1878), Fortunata y Jacinta (1887) y Misericordia (1897). Los cuarenta y seis volúmenes de Episodios nacionales comenzados en 1873 y escritos a lo largo de su vida, narran eventos desde la Guerra de Independencia hasta las luchas civiles y los conflictos políticos del siglo XIX en España.


Obras citadas
Pérez Galdós, Benito. Nazarín. México: Origen, 1983.  



[1] El presente artículo fue publicado originalmente con el título de “El Quijotismo de Nazarín” en la página 7 de la sección cultural Aura del periódico Novedades de Chihuahua el viernes 9 de diciembre de 1983. Esta versión fue corregida y aumentada para ofrecerla a los gentiles lectores de mi Blog.

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