Primeramente, la figura del malvado ocupa los versículos 1-9. El hablante lírico expone que este tipo de ser perverso es tramposo, traidor, fraudulento, amenazante, injusto y muy malo; no cree en Dios; elimina a todos sus rivales; piensa que es muy poderoso y privilegiado con su fuerza humana; y acecha, tortura y mata a los inocentes. Como se observa, es un retrato intemporal y universal del malvado, basado en las acciones físicas y la baja moral de dichos humanos. Puede asociarse este perfil a los malvados del siglo XXI, que han extendido el crimen en varios países del mundo.
En segundo lugar, la imagen de Dios como protector de los humildes aparece entre los versículos 10 y 18. Inicialmente, el creyente describe cómo el indigente se siente abandonado por la divinidad en los versículos 10 y 11. Posteriormente, el hablante se dirige directamente a Dios y le pide que ampare a los desdichados que son víctimas de los malvados y que los castigue severamente. Especialmente, señala el gran poder de Dios como “rey ahora y para siempre” [Salmo 10: 16]. Al final, dicho creyente reafirma la postura piadosa de Dios frente a los pobres y apunta la fragilidad humana de los malvados frente a la divinidad, justo en los dos versículos finales de la siguiente forma: “Tú escuchas, Señor, el ruego de los humildes, reconfortas su corazón y están atentos tus oídos para atender al huérfano y al oprimido y así los hombres de barro no puedan oprimirlos” [Salmo 10: 17-18].
En suma, este salmo convoca a Dios para rescatar a los inocentes que sufren los embates de los perversos malvados. Como puede verse, es una oración apropiada para el presente tiempo, especialmente en México, donde se vive un periodo crítico de impunidad, ingobernabilidad y fractura del Estado de Derecho, durante el siglo XXI.
Obras citadas
La Biblia. 41ª ed. Madrid: Editorial Verbo Divino, 2002.
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