viernes, 2 de octubre de 2015

"PRESENCIA OAXAQUENA" EN "CASA CHIHUAHUA": CULTURA AUTOCTONA, FANTASIA Y ORIGINALIDAD EN LAS ARTES PLASTICAS DE OAXACA

PRESENCIA OAXAQUEÑA EN CASA CHIHUAHUA: CULTURA AUTÓCTONA, FANTASÍA Y ORIGINALIDAD EN LAS ARTES PLÁSTICAS DE OAXACA


ÓSCAR ROBLES


         Globalmente, las treinta y dos obras trazan imágenes oníricas; escenas alegóricas, simbólicas y míticas; cuadros con figuras humanas herederas del realismo figurativo y del intenso colorido de la Escuela Mexicana de Pintura; un mundo regional, campesino e indígena; el frecuente despliegue de la naturaleza con figuras animales, vegetales y humanas. Todas estas imágenes consolidan un estilo propio de la Escuela Oaxaqueña Contemporánea y un estilo muy original para cada artista. Artista y nación se conjugan en estas piezas; espacios realistas y espacios fantásticos; lo abstracto y el regionalismo; arte y artesanía.

I INTRODUCCIÓN
Estas treinta y dos obras forman parte de la gran muestra Presencia oaxaqueña, presentada en el Museo Casa Chihuahua, entre el 30 de enero y el 27 de abril de 2015. Eran pinturas, esculturas  y objetos de artesanía. He aquí una breve descripción de todas estas obras, las cuales despliegan colores brillantes, figuras autóctonas, escenarios fantásticos y oníricos, imágenes de la fauna y la flora y, en general, toda la exuberancia y la belleza de las artes plásticas de ese prodigioso y mágico estado del sur de México.

II DESCRIPCIÓN Y EXAMEN DE LAS OBRAS DE ARTISTAS OAXAQUEÑOS
1. “ARCÓN DE HISTORIAS” (Técnica mixta sobre madera, 25.5 X 50 X 29 cm., 1991) de Álvaro Santiago (1953―). Este artista ha creado murales, cuadros, dibujos, ilustraciones, cerámica y grabado. Esta obra es arte objeto: Una caja azul oscuro con la tapa rojo oscuro. Contiene imágenes humanas, animales, vegetales y objetuales de gran belleza y colorido: Un pez blanco flota en el espacio, envuelto en una cinta amarilla, y un gallo amarillo y verde reluce sobre un fondo cuadriculado. Otras figuras se observan en las diversas caras de la caja: Un hombre desnudo y fantasmal con gran cabellera, un pez gris dentro del cuerpo del hombre y situado entre tres pirámides pequeñas y, finalmente, tres rostros fantasmales, verdosos y amarillos miran al pez citado. Asimismo, cuatro bustos humanos se aglutinan en una de las paredes del pequeño y artístico mueble  y los rostros tienen narices prominentes y ojos desorbitados pintados en amarillo, rojo y gris, y se encuentran en postura de perfil. Se observan en el mismo mueble un relieve en cartón, justo en la pared interna de la tapa del arcón, con tres imágenes más: Un perro color café, una paloma azul y otro rostro fantasmal visto en extremo acercamiento, dentro de una pista de circo.
El cuadro muestra una decoración aglutinante, compleja, muy colorida y fantástica, todo lo cual da extrema originalidad a este personalísimo arcón de artista plástico. En suma, se funden arte y artesanía con singular belleza y abigarradas imágenes aglutinadas en forma caótica en esta bien decorada cajita de madera.
2. “DOTE PARA UNA VISITA” (Óleo sobre tela, 110 X 90 cm., 1994) también de Álvaro Santiago (1953―). Las imágenes están ubicadas dentro de una situación fantástica. Se ve una yuxtaposición muy abigarrada de figuras humanas, animales, vegetales y objetuales, trazados con formas distorsionadas y rostros y cuerpos cubistas, en colores rojo, amarillo, azul, rosa. En particular, exhiben un aspecto textural y se proyectan como figuras primitivas dentro del cuadro. Estas figuras son, por ejemplo, un hombre de cabellera azul con un plátano en su pecho; un perro amarillo de cuello azul y rostro rojo; una caja azul con tres árboles adentro; cuatro figuras humanas de menor tamaño, dos de ellas están de perfil y las otras dos de frente; dos chiles de color azul y amarillo, justo al centro de la pintura; una especie de muro con piedras café claro y blanco y numerosas figuras geométricas.
En resumen, el conjunto pictórico es una escena de irrealidad, abigarrada, barroca, aglutinante, como una antigua pintura prehispánica, pintada con perfecta armonía en colores pastel en su mayoría. Los dibujos muestran líneas un tanto distorsionadas y más curvas, las cuales tienden a descomponer todo indicio de realismo figurativo tradicional. En general, puede verse este cuadro como una especie de onirismo construido con algunas imágenes geométricas. Sus colores son como de barro en colores suaves, como de cerámica antigua.
3. “PERRO ANCESTRAL” (Vaciado en bronce con base, 34.5 X 26 X 62 cm., 1998) de Tiburcio Ortiz Pérez (1945―). Uno de los temas de las obras de este artista es el tema étnico, con una particular exploración en las raíces zapotecas y mixtecas. En especial, esta escultura es muy original: Es un perro mítico y fantástico con una enorme mandíbula abierta, el cual está de pie y tiene un escuálido cuerpo y unas muy marcadas costillas untadas a la piel. Sus patas traseras muestran extrañamente formas humanas, con los dedos en dirección opuesta a la normal.
En general, la escultura es una talla precisa en volúmenes, costillas, cola, orejas, ojos y mandíbula. Reluce como una especie de fantasmagoría animal, una especie de criatura mítica de singular, atroz y cruel belleza. Es un perro espectral, híbrido, tal vez un perro del infierno, dentro de un bestiario fantástico tan propio de la cultura oaxaqueña autóctona.
4. “CUATRO MIXTECOS” (Talla en madera, 67.5 X 19.5 X 19.5 cm., S.F.) es una escultura de Noel López Carrizal. En esta obra, dos mujeres y dos hombres sostienen algunos recipientes y sobre estas vasijas hay una especie de tela grande o planta selvática con diversos pliegues. Los cuatro integran un cuadro y se encuentran de frente, cara a cara, descalzos todos, con trajes típicos del campo. Las cuatro personas se mantienen de pie sobre una columna de madera en cuatro niveles formados con plataformas y dos grupos de vigas o leños pequeños en forma de empalizada.
En general, el conjunto escultórico parece un ritual campesino, un baile o un culto simbólico y tradicional de una labor campirana propia de la cultura mixteca en Oaxaca. Es una escultura armónica en sus formas y volúmenes, de buena talla en el trazo de los rasgos humanos y de los rasgos de vegetales y objetos. La escultura refleja la cercanía profunda entre arte y artesanía.
5. “ÁRBOL MUERTO” (Grabado, 40 X 59.5 cm., S.F.) de Enrique Isaí Flores González (1963―). A este artista se le considera como un continuador de la corriente oaxaqueña del Realismo Mágico, la cual es una tendencia artística atribuida originalmente al oaxaqueño Rodolfo Morales. En este grabado, un árbol de tronco café oscuro se eleva de una enorme grieta insertada en el suelo amarillo. Su tronco está casi seco y solamente dos ramas muestran hojitas verdes. Al frente de este tronco, fuera de la grieta, se ven en primer plano una hacha y dos guantes color rosa oscuro que lucen como extrañas manos cercenadas, como si fuera una escena onírica. Atrás del tronco, hay una planta cactácea color verde claro en forma de flor, que tal vez es un maguey; a la derecha del cuadro, se advierte una casa con techo de dos aguas; a la izquierda del grabado, aparece una casa pequeña con un árbol verde; al fondo, se observan unas colinas grises bajo un cielo naranja.
En resumen, la composición figurativa es bella y colorida como una estampa y encierra un simbolismo y un mensaje ecológico: Un tronco talado y la ausencia humana reflejan el oficio de leñador, pero aparece implícita la idea de un campo bello, casi sin árboles, ya que se que desarrolla en ese lugar un trabajo muy devastador y explotador de los recursos vegetales. Esta interpretación se refuerza con la frase del título, la cual revela la muerte de la vida vegetal. Por ello, los guantes parecen manos cortadas. Es notorio el realce de la naturaleza como centro del grabado y la ausencia humana, para transmitir el mensaje social. Es una obra plenamente paisajista, una escena como de almanaque.
6. “MOMENTOS DE ANGUSTIA” (Óleo sobre tela, 100 X 120 cm., 1996) de Filemón Santiago (1958―). El autor es pintor y grabador. Es un cuadro de imágenes surrealistas, yuxtapuestas en torno al artista creador. Un hombre de torso desnudo y jeans azules exprime un tubo de pintura sobre un recipiente donde se ve una brocha. Está de perfil, con un rictus desgarrador, angustiado. Enfrente de este hombre, se observa a una mujer rubia con ojos vacíos; justo atrás de ambos personajes, a la derecha del cuadro, aparecen otra mujer que trae un vestido rosa y un rebozo color azul cielo, un perro color café y un hombre desmayado; atrás, justo a la izquierda del cuadro, resalta una escena erótica: Un hombre de rostro grueso y gorra roja pone su mano derecha sobre el trasero de una mujer de vestido violeta y llamativos zapatos rosas de tacón alto y medias blancas en sus piernas; en el mismo sitio, hay una imagen desconcertante: Una cabeza cortada y sola color café con ojos vacíos, como si fuera una escultura tirada en el suelo; al fondo, se levantan un caserío y algunos postes de luz al atardecer.
Como se ve, la acumulación de figuras humanas, animales y objetuales rompe el orden lógico y temporal, para construir un cuadro ilógico, lleno de hondo contenido del inconsciente humano. Son escenas surrealistas, oníricas, en torno al propio pintor que aparece como centro de la pintura, imaginando todas las otras figuras que lo circundan. Estas imágenes pueden ser sueños, recuerdos o fantasías, pues lucen como mujeres fantasmales con miradas huecas y sin vida y se proyectan algunos deseos eróticos. En conclusión, belleza, muerte, arte y amor son tejidos con trazos expresionistas para plasmar el proceso creador y la angustia del pintor.
7. “LA FAMILIA” (Óleo sobre tela, 120 X 120 cm., 2000) es una obra creada también por Filemón Santiago. En el primerísimo plano del cuadro, un pintor de pantaloncillos cortos azules pinta sentado frente al bastidor y muestra un rictus de desagrado con labios gruesos y ojos negros perdidos. Apoya su mano derecha sobre la mesa de trabajo, donde se ven cinco tubos de pigmentos colores rosa, azul claro, amarillo, verde y café; un papel con manchas; y un recipiente con pigmento color marrón. Justo a su espalda, se encuentra una mujer sentada en un equipal. Ella trae un vestido rosa mexicano, muestra un rostro pensativo y su cabello es negro. La mujer carga en sus brazos un perro pinto de negro y blanco. Sobre una cama, descansa un perro amarillo.
En general, es una escena casera del artista y su proceso creador. Es un tema similar al del cuadro “Momentos de angustia” del propio Filemón Santiago. Ambas pinturas son obras que configuran la creatividad del pintor y están trazadas con un estilo figurativo realista y altamente expresionista por el énfasis en las expresiones de los rostros, las líneas sinuosas y un tanto distorsionantes y, en general, por los dibujos enfáticos de todas las figuras humanas, animales y objetuales. En particular, este cuadro es más realista y transparente en la interpretación de las imágenes en conjunto, ya que se ubica en un sólo plano de realidad, es decir, en la casa del propio pintor, a diferencia del primer cuadro de corte más onírico y multiespacial.
8. “ME QUEMO EN EL FUEGO DE LA PASIÓN” (Arte objeto / ensamble, 7.0 X 48 X 16 cm., 1994) de Miriam Ladrón de Guevara. Es escultora y una activista social muy preocupada por el consumismo y la naturaleza. Una estilizada caja de madera es el cuadro-objeto, el cual está abierto al espectador para mostrar su perturbador contenido anunciado en el título del mismo. La caja está teñida en distintos tonos del color café y en diversos amarillos y muestra un pico abajo y unas llamas arriba de la misma, para sugerir un incendio que rodea a la persona que se encuentra adentro de la caja. Esta persona es una delicada mujer de traje gris y café, porta una bandera en mano derecha y se encuentra de pie y de perfil; mira hacia el frente. Cabello rubio, rostro blanco y hermoso, con aureola en su cabeza, sobre un fondo azul, la mujer reluce su hermosura. Es una imagen pintada con colores de madera y está recubierta con plásticos o cristales transparentes. Así pues, se encuentra esta imagen femenina justo al fondo de la caja, la cual está cubierta con cristal, como un extraño retrato raramente ornamentado. Alrededor de la imagen femenina, una hojarasca café y rojo oscuro envuelve siete espejos en forma de flamas de fuego.
Como se ve, es un cuadro muy personal, una pieza de ensamble artístico muy creativa y muy original. El conjunto de imágenes artísticas transmite significados de pasión amorosa. En suma, representa a la propia mujer artista idealizada en belleza, casi como un ángel o una santa dentro de un espacio fantástico: El cielo. Esta mujer está proyectada en un entorno simbólico que entraña pasión carnal y/o artística. El fuego de la hojarasca o de papel es precisamente el símbolo de dicha pasión. Los espejos son objetos de manera creativa, experimental, que tal vez puedan significar autoexploración o auto-identificación.
9. SIN TÍTULO (Óleo sobre tela, 79 X 98 cm., 1996) de Rodolfo Morales (1925-2001). Es un pintor de influencia surrealista, usa muchos colores brillantes y su obra ha sido definida como un Realismo Mágico oaxaqueño. En su pintura, una mujer morena de vestido morado cubre con manto rosado a otra mujer morena, la cual se encuentra envuelta en rosadas flores. Esta última mujer asoma su rostro y muestra sus largas manos. A la derecha, también en primerísimo plano, otra persona aparece de frente y ofrece un ramo de flores rosadas con la mano derecha y porta varios ramilletes del mismo color. Esta figura es flaca. Las tres personas están todas en un llano de intenso color amarillo sol y, al fondo, se miran unas colinas pequeñas  y moradas bajo un cielo azul rey, muy profuso y atractivo a la mirada del espectador.
En general, la escena luce como un ritual extraño o una fiesta tradicional, trazada con colores intensos y muy bellos y un dibujo distorsionante. La pintura en un cuadro de gran belleza y colorido y una gran ambigüedad que tiende a desplazar la interpretación plenamente realista. Entonces, el espectador puede extrañarse de la presencia desnuda de la tercera persona, de apariencia sexual ambigua, ofreciendo flores. En suma, la escena de cubrir con manto y flores a la mujer parece un juego o un ritual.
10. SIN TÍTULO (Óleo sobre tela, 78 X 100 cm., 1996) también de Rodolfo Morales. Es una obra similar en estilo a la anterior, pero con un contenido más simbólico y con diversas figuras humanas y objetuales yuxtapuestas en situaciones fantásticas y surrealistas. Al centro del cuadro, una mujer morena asoma su rostro triste y sus manos enormes sobre una parte de un edificio de estilo clásico grecolatino; abajo, aparecen dos rostros morenos acostados y poniendo sus manos en un círculo rojo con cuatro pétalos negros, el cual forma parte del mismo edificio. Sobre un fondo azul verde intenso, una mujer amarilla y fantasmal con vestido vuela y extiende sus brazos para abrazar a dos de cuatro mujeres que se encuentran de pie. Estas cuatro mujeres visten mantos rojos y muestran los torsos desnudos: Una es de piel amarilla; la segunda, de piel rosada; la tercera, de piel gris; y la cuarta, de piel café. Justo arriba de la mujer fantasmal, se observan tres rostros morenos viendo de perfil a las mujeres de pie. Alrededor de esta escena, se ven columnas de colores amarillo, azul y gris.
Los colores intensos de esta pintura dan belleza a esta escena altamente simbólica y onírica. En tanto, las imágenes femeninas lucen un poco distorsionadas y parecen representar la solidaridad y la importancia de la mujer, con diversos símbolos aglutinantes y densos de difícil interpretación en un primer nivel de lectura. Todo en conjunto es una alegoría de la feminidad en sus diversas variaciones raciales o un complejo sueño. En especial, la mujer fantasmal y amarilla puede verse como la esencia del eterno femenino que fortalece a la mujer de carne y hueso marcada con la piel de diferentes tonalidades y que la hace pervivir con su belleza, desnudez y sentido grupal. En general, es una visión compleja y muy personal del artista oaxaqueño.
11. “INVIERNO I” (mixta, 100 X 150 cm., S.F.) de Saúl Castro. Tiene influencia del arte oriental y admira al mexicano Rufino Tamayo, al austriaco Gustav Klimt y al español Joan Miró. Es un cuadro plenamente abstracto. Representa al invierno como una profusa nebulosa con algunos manchones negros, breves, que alteran parcialmente la blancura del puro espacio ambiental del invierno. En realidad, el invierno opera como el único referente concreto propio del tiempo y de las estaciones. De este modo, el título y la nebulosa blanca contribuyen a descifrar intuitivamente el cuadro. En un nivel figurativo, la escena puede verse como un fragmento del ambiente natural bajo el invierno, vista desde un acercamiento extremo por la personal mirada del artista. Extrañamente, a la derecha, justo abajo, aparecen dos rectángulos con manchas o nubes negras y algunas líneas como si estuvieran sobrepuestos por su imagen geométrica. Estas figuras rompen parcialmente el supuesto realismo de la escena ambiental del invierno blanco. De la misma forma, a la derecha, justo arriba, se ve otro rectángulo, pero vertical, el cual también contiene un manchón nebuloso similar a los anteriores.
En suma, todos los rectángulos integrados al dominante blanco de la escena relucen como verdaderas imágenes disruptivas y como agregados a la escena natural dominante. Estas imágenes geométricas pueden tener varios significados altamente simbólicos y sugerir el carácter representacional del arte: ¿Son acaso estas imágenes la imaginación creadora y cristalizadora del momento estético frente al hecho puro del invierno? Finalmente, el conjunto pictórico es bello en sí por las imágenes descritas sucintamente en el título: Una nebulosa de nieve y neblina invernales pueblan la pintura, pero también luce como  un invierno con un cariz abstracto y geométrico.
12. “EL ÁRBOL DE LOS INSECTOS” (Óleo sobre tela, 300 X 200 cm., S. F.) de Sergio Hernández (1957―). Este pintor se dedica a la pintura, la escultura y el grabado. Estudió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas en la Academia de San Carlos entre 1973 y 1974 y en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” entre 1975 y 1981. Esta pintura es uno de los grandes cuadros de toda la exposición del Museo Casa Chihuahua por su belleza monumental, por su colorido mágico y casi fantasmal  y por lucir como una original visión nocturnal de la naturaleza con su densa fauna y su flora. En el centro del enorme y magnífico cuadro, se yergue un enorme árbol azul oscuro con varias ramas horizontales, sin hojas, majestuosamente, sobre un fondo grisáceo y ligeramente azulino. Está saturado de insectos y aves devorantes sobre sus ramas: Mantis, escarabajos, libélulas, un osezno, serpientes. Abajo del árbol, siete oseznos o mamíferos saltan y comen insectos: Son cuerpos grises bajo el pesado manto nocturno. Los insectos son de color azul rey con tonos ligeramente grises.
La coloración básica da un perfecto balance cromático y una gran belleza a las imágenes de la naturaleza inventadas por el artista oaxaqueño. En verdad, es un cuadro grande de tamaño y de una factura artística magistral por su portentoso e intenso colorido intenso, de apariencia nocturnal y, en especial, por la configuración de un abundante bestiario trazado como un espectáculo casi fantasmagórico e irreal, dentro de una sugerente visión general de un proceso de depredación de la naturaleza. En especial, la aglutinación de tantos animales parece desbordarse en una hiperbólica convivencia de los reinos animal y vegetal, según la imaginación casi fantástica del pintor sureño. Parece una pesadilla y una anormal escena de naturaleza al mismo tiempo.
13. “SUEÑOS DEL NIDO”  (Óleo sobre tela, 1525 X 1225 cm., 1997), obra también de Sergio Hernández. Es una obra similar a la anterior, dentro de los mismos temas y estilos del mismo pintor: Naturaleza, fauna y flora. Un árbol negro y rojizo se levanta al centro de la pintura con ramas horizontales y hojas y capullos de flores en su interior, sobre un fondo oscuro y con algunos manchones amarillos. En la base del tronco, se encuentra una niña deforme y enana. Varios insectos y aves negras vuelan y se posan en las ramas. Otros niños enanos están justo arriba del árbol.
Cuadro abigarrado, sus múltiples imágenes humanas, animales y objetuales conviven en el árbol de manera extraña, como una alegoría de la naturaleza y del juego de niños. Sus sombrías imágenes lucen un tanto “reductivas” y distorsionantes. Sin embargo, la obra luce como una variación de la pintura anterior. El cromatismo básico (rojo y negro) es acertado, bello, armónico y original; los dibujos son un tanto débiles, intencionalmente, para privilegiar el impacto poderoso de los colores. Colores y dibujos se orientan hacia un simbolismo básico y elemental. Este cuadro es menos esplendente que “El árbol de los insectos”, pero igualmente rinde homenaje a la belleza de la naturaleza y expone una cierta crítica a la posible acción depredadora de humanos y animales, siguiendo la línea narrativa del cuadro anterior.
14. “PREPARACIÓN” (Óleo sobre tela, 119 X 99 cm., 1997) de Modesto Bernardo Pérez (1963―). Este pintor estudió con el japonés Shinzaburo Takeda y en el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo, durante la década de los ochenta. Esta pintura es un homenaje a la belleza de la mujer indígena oaxaqueña, con gran colorido, sensualidad y perspectiva espacial. En primerísimo plano, una mujer con una corona de flores violetas en la cabeza coloca una corona de margaritas blancas a una jovencita que parece su propia hija y, al mismo tiempo, la mujer adulta la abraza con amoroso gesto. La mujer es morena y de labios gruesos, tiene los ojos cerrados y, en general, sus rasgos son marcadamente indígenas. En tanto, la jovencita muestra prominentes pechos desnudos, trae un collar de flores amarillas al cuello y su rostro es grave. Las faldas de ambas mujeres son de colores muy hermosos y femeninos: Rosa (la madre) y violeta (la hija). A los lados de ellas, se yerguen dos plantas azules con sendos capullos rosas y hojas blancas;  una profusa vegetación verde se ve al fondo de la amorosa escena femenina.
La pintura es magnífica en colorido y belleza por la perfección del dibujo y el particular diseño folclorista de los volúmenes humanos y vegetales, para privilegiar las tradiciones autóctonas. El marcado énfasis en la “floralidad” de la escena refuerza el símbolo de la belleza femenina indígena de Oaxaca. El pintor exalta a la mujer indígena, embellecida por las flores tan variadas, tan coloridas y preciosas como joyas sencillas de la naturaleza. En general, la escena nos remite a un mundo simple y humilde, pero profundamente estético en que la mujer es centro.
El cuadro es un verdadero homenaje a la mujer indígena, vista desde un extremo acercamiento, dentro de un ritual cultural tradicional anunciado en el título “Preparación”. Tal vez sea un ritual dentro de una típica escena de familia, en la cual las mujeres muestran su innata naturaleza amorosa. El bello y sublime trazo, el intenso colorido de rostros indígenas y el papel central de las flores evocan a las tradiciones indígenas prehispánicas como un importante contenido cultural y a los cuadros de Diego Rivera como “La vendedora de flores”. La pintura de Pérez muestra un estilo mexicanista y folclorista contemporáneo. Con este estilo, la belleza de la mujer indígena aparece altamente reconcentrada y sublimada, como clásicos paradigmas mexicanos autóctonos y hasta latinoamericanos. Son rostros plenamente memorables, clásicos, arquetipos de la belleza rural e indígena mexicana por el grosor de rasgos faciales y por el exagerado volumen de los cuerpos. En este sentido, el cuadro se aparta del realismo fotográfico para exponer imágenes femeninas exuberantes e idealizadas, exaltando una belleza autóctona mexicana. En resumen, la belleza morena de la piel femenina de las dos mujeres y la presencia de las exuberantes flores son verdaderamente admirables, una gran pieza de arte pictórico: Táctil realidad para tocarse dentro de la virtualidad del cuadro.   
15. “CON RECIPIENTES DE AGUA” (Gouache sobre papel, 116 X 116.5 cm., 2005) de Román Andrade (1959―). Los temas de este pintor son los sueños y las fantasías y su arte expresa un sentido poético, alegre y colorido de la vida, construyendo múltiples figuras en el espacio representado. Esta aglutinación de imágenes humanas, animales, vegetales y objetuales hace compleja la interpretación de los cuadros. Al centro de esta pintura, un hombre y una mujer caminan con sendas cubetas de madera. Visten camisa violeta y pantalón azul y blusa verde y vestido amarillo, respectivamente. Al lado derecho del cuadro, una mujer de pie y de perfil levanta con su mano izquierda una revista que contiene los rostros de un hombre y una mujer y ella mira hacia arriba. Esta mujer viste de blusa naranja y falda color café. A la izquierda, un hombre de camisa azul, de pie, toma una calabaza verde; un hombre de camisa rosa está sentado; y una liebre flota de pie en el aire, mágicamente. Junto a ellos, hay un libro con las imágenes de un gallo y unos coloridos baleros en colores naranja y amarillo. Arriba del cuadro, se ve un cielo azul con nubes, como un marco general de todas las escenas cotidianas y campiranas. Asimismo, se miran tres casas pequeñas amarillas, techos rojos de dos aguas con sendos árboles y algunos soles humanizados y amarillos, junto a la citada mujer de falda café y blusa naranja. Justo abajo de las casas, se observan tres máscaras rituales (azul, café y verde), sobre pergaminos amarillos. Abajo del libro con la imagen del gallo, se pueden advertir peras amarillas y verdes, máscaras y otros objetos.
         Es una pintura muy colorida, de múltiples imágenes aglutinantes en diversos planos espaciales: Humanas, animales, vegetales y objetuales. Su configuración general es onírica y sus figuras parecen propias de la lotería mexicana, una lotería desordenada que rinde tributo a las labores campiranas de los mestizos (agricultura) y culturales (máscaras rituales, libros). En su profusión de imágenes, en su múltiple narrativa, en su alegre colorido, el cuadro se proyecta como una yuxtaposición y acumulación de abigarrados significados culturales. Más allá de su contenido, las puras imágenes y colores seducen a la mirada del espectador por su armonía y por la felicidad de los rostros humanos. Puede verse como un “mapa” de la vida del campo en Oaxaca o de la vida del propio artista, en que se mezclan el realismo y la fantasía de las imágenes y la naturaleza y la cultura.
16. “CUADERNO DEL INSOMNE NÚM. 3” (Técnica mixta, 20 X 18 cm., S.F.) de Francisco Toledo (1940―). Este artista es uno de los grandes pintores mexicanos del siglo XX y, tal vez, sea uno de los diez mejores de ese siglo. Ha sido pintor, escultor, grabador, ceramista, impresor  y dibujante; gran promotor cultural; y activista social. En general, su obra artística capta la belleza de la naturaleza y de la cultura indígena y mítica de su estado natal y contiene numerosas criaturas antropomórficas y animales con una factura artística muy original. Recibió el Premio Nacional de Artes y Ciencias en el área de Bellas Artes en 1998. Esta obra expuesta es un original cuaderno de bocetos y dibujos del famoso pintor oaxaqueño, colocado dentro de una vitrina con cristales. Este cuaderno muestra una fantasía erótica y onírica en dos páginas abiertas. A un lado, se ve un aparato digital donde se pueden repasar todas las páginas virtuales del cuaderno. Sobre un fondo gris, el cuaderno muestra en dichas páginas unas imágenes perturbadoramente oníricas: Una mujer de piernas pequeñas en zapatos de tacones y sin rostro está de pie y tiene siete pechos femeninos integrados a su cuerpo que arrojan leche; un reptil se baña precisamente bajo uno de los pechos, el cual sirve materialmente como manantial.
Como puede verse, con imágenes de fauna y mujeres, dentro del clásico bestiario fantástico construido por Toledo en buena parte de su obra artística. En general, la descripción del título del cuaderno señala  la honda naturaleza onírica que “baña” todos los dibujos del mismo y, en particular, a esta mujer fantástica y erótica: Una mujer que es una fantasía sublimada, reconcentrada, obsesiva, hiperbolizada en los senos sensuales y nutricios. Sin embargo, el cuerpo fragmentado muestra la visión irracional e insomne del creador. En particular, el anfibio puede representar simbólicamente al propio artista creador.
17. “CUADERNO DEL INSOMNE NÚM. 1” (Técnica mixta, 20 X 58 cm., S.F.) es una obra también de Francisco Toledo. Dos páginas de este cuaderno similar al anterior desarrollan otra escena del original “Bestiario Toledano”. Aparece en ellas una liebre escondida entre un maguey, todo trazado en un color gris, sobre un fondo blanco. Es una escena que luce como un vegetal visto desde dentro, con una perspectiva de extremo acercamiento o, incluso, como un paraje perdido en una montaña con plantas. Se ven también varias hojas y ramas alrededor del maguey. Este dibujo es otra fantasía del sueño y otra visión del artista insomne: Fauna y flora, una liebre dentro de la matriz de un maguey, sueño simbólico, proyección síquica o simple recuerdo de una realista visión de la naturaleza. El dibujo es un tanto distorsionante y sinuoso, pero la factura artística general es impecable.
18. “LA BANDEJA” (Óleo sobre tela, 88.5 X 69 cm., 1995) de Fernando Andriacci (1972―). Este artista es pintor, escultor, grabador, muralista y ceramista. Estudió arte en el Taller Rufino Tamayo. Una buena parte de sus obras muestra numerosas figuras animales bajo una dimensión fantástica y un gran colorido. En la presente pintura, una especie de estandarte en cruz aparece en primer plano, trazado con cuadros naranjas, rojos y amarillos. Se ve también a un animal mamífero extraño y fantástico, pintado sobre un fondo verde de profusa vegetación, donde flota un caballo violeta como de juguete, una cabeza humana triangular amarilla (justo a la derecha del cuadro) y una cabeza violeta con pelo negro y ojos rojos, justo a la izquierda de la obra.
En general, dominan en la pintura los colores intensos y un dibujo distorsionante. El cuadro proyecta una personal visión de rituales culturales indígenas posiblemente o una mera y compleja fantasía con la yuxtaposición de humanos, animales, vegetales y objetos. La sencillez de todas las imágenes, el abundante y variado colorido intenso y el distorsionado dibujo construyen una visión fantástica. Es difícil asociar todas las imágenes con el título un tanto absurdo, puesto que hay un trasfondo verde de vegetación. Sin embargo, la imagen central del estandarte parece representar una estrafalaria bandeja de nutrido colorido y cándidas figuras, utensilio que es el objeto señalado en el nombre de la pintura. Acaso la bandeja puede ser un objeto sobrentendido y ausente.
19. “HOMBRES LIGA” (Óleo sobre tela, 200 X 180 cm., 2006) de Demián Flores (1971―). En general, las obras de este pintor reproducen diversas imágenes de su infancia en su estado natal, de la Ciudad de México, del Arte Pop y del arte icónico popular. Este cuadro es una escena de circo. Un hombre de calzón negro se jalonea la piel como si fuera tela: Es precisamente “El Hombre Liga”. Tiene los ojos vacíos. Atrás de él, hay un rostro grande de mujer, de piel blanca y cabello negro. El trazo de esta imagen femenina es similar a las imágenes propias de las historietas y de los carteles de circo. Justo a la derecha del cuadro, un hombre de traje lucha con una enorme serpiente. A la izquierda de la pintura, se ve un ave pintada de color verde desde el centro de su cuerpo a su cola. Abajo del hombre, aparecen nubes blancas, matorrales verde limón y las palabras “Live” en rojo y “STR” en azul. Hay un fondo dominante en tonos de rojo y azul en todo el cuadro.
En general, esta pintura puede explicarse como un creativo cartel o poster de circo, el cual se encuentra un tanto deteriorado y envejecido y ligeramente borroneado con manchas blancas, para darle verosimilitud artística. El tema central es el espectáculo central propio de un circo enunciado en el título del cuadro. Por otro lado, la concepción artística de la pintura es cercana al Arte Pop estadounidense, puesto que se trata de un anuncio publicitario sobre un evento público comercial. En este caso, esta obra no muestra la clásica reproducción en serie de latas de alimento o figuras de cine como en las pinturas del norteamericano Andy Warhol, sino un anuncio o cartel viejo. En realidad, la pintura simula o reproduce con fidelidad el cartel publicitario real, deteriorado por el paso del tiempo. El artista oaxaqueño juega con la técnica del cartel, para dar apariencia de realidad y a la vez crea una yuxtaposición de planos e imágenes visuales que revelan diversos espectáculos populares: Un ave, la lucha con la serpiente y el hombre liga. Asimismo, recrea imágenes de cartel o comic (el rostro de mujer en blanco y negro, de gran hermosura). Es un muy interesante experimento artístico: Acercarse a la cultura popular y a las técnicas publicitarias callejeras.
20. “IRON CROSS” o “THE GYMNAST” (Litografía sobre papel, 68.5 X 88.5 cm., S. F.) de Rufino Tamayo (1899-1991). Este oaxaqueño es uno de los diez mejores pintores mexicanos del siglo XX, al lado de figuras como Frida Kahlo y Juan Soriano, entre otros. Fue un pintor y un muralista de gran trascendencia nacional e internacional y pertenece a la primera generación del Muralismo Mexicano junto con José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Estudió en la Academia de San Carlos a partir de 1915. En general, los temas de sus obras recrean temas precolombinos autóctonos y usa colores brillantes e intensos. En este cuadro, un escuálido cirquero, gris y blanco, con camiseta sin tirantes y mallas, rostro circular y con apariencia fantasmal, pende de unas argollas blancas y mantiene sus brazos en postura horizontal, sobre un fondo azul rey y un escenario de color rojo abajo, todo envuelto en la oscuridad que circunda a la luz de un reflector. Es una figura sencilla, pero la postura cercana al cuerpo del gimnasta y el colorido contrastante siembran la originalidad del cuadro.
         Como se advierte, el cirquero o gimnasta es el centro todo del cuadro, congelado en el espacio, fantasma gris de cara angustiada e inverosímil. El hombre flota como un muñeco de caricatura, desde la perspectiva de acercamiento extremo. Sus perfectos colores gris y blanco se potencian sobre los intensos rojo y azul, más propios de un circo, dentro de una escena muy básica con un solo personaje parecido a los personajes de historietas o carteles. Es, en suma, una escena de escaso cromatismo, pero con un memorable impacto visual y estético: Es como un personaje de cartel. El personaje principal fue construido con gran simplicidad e ingenuidad, durante las últimas etapas creativas de Tamayo, hacia finales del siglo XX. Esta obra fue creada originalmente para celebrar las Olimpiadas de Seúl, Corea en 1988. Algunos expertos han visto la pose del gimnasta como una ligera y humorística asociación con la imagen de Cristo en la cruz.
21. “HOMENAJE A NAHUI OLLIN” (Óleo sobre tela, 120 X 100 cm., 1995) de Jesús Urbieta (1959-1997). Este artista es considerado como uno de los grandes pintores de Oaxaca, al lado de Rufino Tamayo, Francisco Toledo, Rodolfo Morales y Sergio Hernández. En esta obra, tres mujeres simbolizan diferentes facetas de la identidad de la artista mexicana María del Carmen Mondragón, mejor conocida como Nahui Ollin (1893-1978), quien fue amante del pintor y escritor mexicano Gerardo Murillo, alias El Doctor Atl (1875-1964). Ella fue la hija del general porfirista Manuel Mondragón (1859-1922). En el cuadro, aparece una mujer de cabello negro, rostro deforme, nariz un tanto viril, ojos vacíos y semidesnuda. Está de frente en el centro de la pintura. Tiene el torso blanco y viste sostén rojo, medias blancas, bikini negro, rojo y muy breve. La mujer muestra sus manos con inusitados huesos visibles, lo cual refleja que es un personaje fantástico y simbólico en realidad. A la derecha del cuadro, se ve a un esqueleto de similar tamaño a la mujer descrita antes. Está vestido con chaqueta amarilla de cuello alto y no tiene cabeza: Es otra faceta del personaje histórico. A la izquierda de la obra, un esqueleto de cabello negro con hermosos huesos rosas sonríe y su brazo izquierdo es precisamente la osamenta del brazo derecho de la mujer del centro. Las tres inquietantes y fantásticas imágenes femeninas y mortuorias aparecen sobre un fondo blanco.
         Las tres figuras humanas ―mujer de carne, esqueleto sin calavera y esqueleto rosa risueño― simbolizan tres identidades personales de la célebre pintora que da nombre al cuadro, dentro del gran homenaje artístico de Urbieta a la bella Nahui Ollin. Estas identidades pueden verse como sensualidad, transgresión de sexo-género y belleza y dulzura, en un nivel de interpretación. En general, las imágenes son expresionistas y fúnebres en torno a la personalidad de Ollin, vista desde el imaginario artístico de Urbieta. Asimismo, las tres figuras humanas se alejan del retrato tradicional como reproducción realista de la famosa artista mexicana y se proponen como figuras altamente simbólicas. Incluso, el rostro humano de la mujer del centro es feo y viril y contrasta marcadamente con la extraordinaria belleza física del personaje histórico. En especial, la vestimenta sensual ―bikini y medias― muestra simbólicamente la audacia de la mujer que fue Nahui Ollin durante el siglo XX: Una mujer erótica en medio de un contexto machista pos-revolucionario. Por otro lado, el contraste entre el esqueleto descabezado y amarillo y el esqueleto risueño y rosa resaltan la muerte más que la vida de la propia Ollin. En particular, la mujer de huesos rosados parece ser la más auténtica y femenina y, por eso, los huesos del brazo penetran el brazo humano de la mujer de carne que se encuentra justo al centro de la pintura. Fundamentalmente, la pintura de Urbieta es un bello y sintético homenaje al personaje histórico. En general, puede verse también como un homenaje a la identidad más libre y moderna de la mujer mexicana, por medio de este homenaje a la artista y mujer contemporánea latinoamericana, construido bajo el talento creativo de Urbieta.
22. “CHAMAPA” (Óleo sobre tela, 70 X 60 cm., 1995) también de Jesús Urbieta. El sexo y la muerte aparecen otra vez como temas de su pintura con un estilo figurativo dentro de una escena fantástica, con un cariz interiorista y visceral. En la pintura, un hombre “viscerado” y fantástico mira un sexo femenino, el cual es una grieta roja en medio de dos piernas cercenadas que se encuentran dentro de un tubo naranja, donde se ve la huella de una mano esquelética. Justo abajo del sexo, aparecen otros órganos humanos disgregados: Unos pulmones, un corazón y un pene naranja sobre un trasfondo blanco. Especialmente, este hombre “viscerado” tiene piel rosa y se le ven los intestinos, los pulmones, el esófago adentro de su cuerpo, todos ellos pintados en colores grises y marrones; un cerebro blanco y un penacho blanco muestran motitas rojas.
          Reluce como un cuadro verdaderamente crítico y complejo. Es la representación simbólica y personalísima del amor, por medio del interiorismo y los órganos humanos más que con el cuerpo y la piel externa. Es amor visceral, amor sexual, amor orgánico, de acuerdo a la configuración irreal de los elementos humanos. Para el pintor oaxaqueño, se ama con los órganos de carne, puramente materiales. Los colores divergentes (verde, blanco, naranja, gris), las separaciones horizontales de los órganos y el dibujo básico de los volúmenes, son en general los recursos artísticos proyectados para construir una visión particular del amor, vista desde la perspectiva del “hombre viscerado”, quien es acaso el símbolo del propio artista Urbieta. El título del cuadro parece nombrar un lugar geográfico que no existe racionalmente en el cuadro. “Chamapa” es una población del Estado de México y se conecta por carretera a la población de La Venta.
23. “COCINA EN FUNCIÓN” (Óleo sobre tela, 120 X 90 cm., 2007) de Alejandra Villegas (1977―). Esta mujer es pintora y estudió en 1997 en el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo con Roger Van Gunten. Ha recibido la influencia del austriaco Gustav Klimt y del suizo Paul Klee, entre otros artistas europeos. En este bello cuadro, se ve una cocina tradicional mexicana y solitaria envuelta en imágenes difuminantes y llena de calor y humo: Horno de bloques blancos, trastero de madera con vasijas, una olla azul humeante, un brasero gris de metal, un cazo también de metal en el suelo emitiendo humos y aromas y otro brasero gris metálico encendido de carbón o leña. El fondo de toda esta escena casera es rojo, como de fuego, un color propio para trazar el retrato de una cocina en plena ebullición y preparación de alimentos.
         El “borroneo” de colores en volúmenes y la distorsión parcial de los dibujos aparta a esta pintura del cuadro enteramente realista y lo dota de una gran originalidad artística y de una atmósfera mágica: Es una cocina extrañamente solitaria y con las estufas funcionando. En especial, el rojo fuego del fondo da vida a la escena clásica de cocina. La cocina es como un bodegón con su mundo objetual, pero sin alimentos frescos expuestos en un primerísimo plano. El estilo de Villegas es muy personal: Belleza sugerente, fragor típico de una cocina mexicana, el sello medio expresionista que se aleja del realismo fotográfico de la pintura. Es una escena íntima casera, sin gente, pero con la atmósfera humeante y carburante del fuego de las estufas, trazado con “el fuego de la creación artística” de la artista oaxaqueña.
24. “DOS CABALLOS BLANCOS” (Óleo sobre tela de lino, 130 X 96 cm., 1994) de Luis Zárate (1951―). Este pintor ha expuesto en México, Latinoamérica, los Estados Unidos y Europa y ha recibido diversos premios nacionales e internacionales. Los temas de su estado natal han estado presentes en una parte de su obra, tales como las mujeres del famoso Juchitán, el pueblo donde nació Francisco Toledo. En esta pintura, dos caballos blancos se yuxtaponen con otras imágenes desconcertantes, dentro de una escena fantástica, como de sueño o pesadilla: Un rostro negro, rojo y blanco de diablo con cuernos; un rostro gris y verde de un hombre; y otras imágenes animales. El fondo de la pintura es colorido: Azul, rojo, verde, amarillo y naranja.
         Los intensos y variados colores del fondo potencian la fuerza de las figuras humanas y animales del centro del cuadro, dentro de una compleja dinámica pictórica armada con densos símbolos; es una dinámica ilógica y caótica, que acaso representa en conjunto el símbolo de la misma imaginación creadora y abstracta del artista, imaginación en bruto, donde los procesos puros de gestación de imágenes visuales alteran el orden racional y cristalizan, finalmente, el caos de las imágenes plasmadas en el cuadro. Aunque su estilo artístico e influencias son difíciles de captar, la pintura es en sí como “la matriz del artista”, poblada de imágenes en caos y movimiento. Estas imágenes se cruzan y se confunden y se mezclan y, esto es lo precioso del cuadro, también fluyen los colores que relumbran por su armonía y belleza en el proceso de expulsión directa y brutal de imágenes hacia la superficie del cuadro. Esta pintura es, en suma, la confusión de formas, colores y volúmenes que pueden estar construidos al mismo tiempo por la “rugosa” materia de los sueños. Finalmente, todo el proceso creador no logra cuajar significados lógicos obviamente, ya que el artista tal vez se propone llevar al lienzo la materia puramente “bronca” de su imaginación creadora.  
25. “CÍRCULOS SIN VIENTO” (Técnica mixta sobre papel, 66 X 50 cm., 1997) de Virgilio Santaella (1964―). Este pintor ha expuesto en México, los Estados Unidos y Europa. La mayor parte de su obra puede ser clasificada dentro del arte abstracto; algunas veces, Santaella construye evocaciones del día y la noche. Esta obra es precisamente una pintura abstracta. Sobre un fondo amarillo, un rectángulo es el entero cuadro y adentro del mismo se ve lo que para el pintor es el viento en ausencia, el viento como presencia abstracta: Dos círculos negros, diversas figuras geométricas en negro, blanco, amarillo y, especialmente, el color café en tonos telúricos, tonos tierra, muy amorosos para la vista del espectador. El viento en ausencia es el símbolo de la pasión negativa, pasión des-ordenadora del proceso creativo del artista, en un nivel de interpretación. En ausencia del viento, según una posible lectura del cuadro, el pintor formaliza más bien imágenes geométricas con el dominante rigor de la lógica, las líneas y los volúmenes racionales. Esta situación del cuadro se opone a la tradicional acción caótica del viento como fuerza de la naturaleza y fuerza creativa: Viento ausente. Sin embargo, por la acción del viento mismo, se intuyen o se pergeñan adentro del rectángulo esbozos de piedras o huesos, elementos más cercanos a la fuerza creativa del viento, la cual representa, la fuerza de la naturaleza ausente en el cuadro y poderoso símbolo de creación artística en el arte de Occidente. Lo que queda en el cuadro es, finalmente, un “sedimento” formalizado de imagen artística, una armonía de formas líneas y geométricas y colores, donde los círculos a que hace referencia el titulo son los máximos hallazgos estéticos resaltados por Santaella, mediante un negror patente en esas imágenes geométricas. Sin embargo, el fondo “visceral” de huesos y piedras incipientes parecen oponerse a todo el geometrismo dominante y, por ello, están pintados con colores tierra: Son emociones, pasiones no cristalizadas a plenitud por la ausencia del viento en el alma del pintor.
26. “EL BESO DEL HOMBRE POBLANO” (Gouache sobre papel, 54 X 74 cm., S. F.) de Maximino Javier (1948―). Este oaxaqueño es pintor y grabador. Funda el Taller Rufino Tamayo en 1974 con Roberto Donis. Ha expuesto en México, los Estados Unidos, Latinoamérica y Europa. Esta obra es en especial una originalísima pintura descriptiva, narrativa, onírica, humorística y grotesca con el tema del amor, configurada de manera muy original. En el centro de la obra, un hombre moreno de camisa azul rey, sombrero de alas cortas y labios cafés besa a una mujer gorda de vestido rosa y labios rosados. Ambos amantes están de perfil. Los dos están escondidos tras un aparente arbusto que en realidad es una parte de la enorme cornamenta de un mamífero gris. Este animal a su vez besa el rostro de la misma mujer gorda de arriba, la cual se encuentra en otra escena, justo en el suelo, como si fuera un espectro o fantasma de la mujer citada al principio. En otro plano espacial, yuxtapuesto a la derecha de la pintura, cuatro rostros grotescos se asoman desde una casa y contemplan la encendida escena del beso del principio y todos miran con excesivo descaro a la pareja de amantes obesos. El fondo es gris y nebuloso y tiene una media luna, lo cual es propio de una atmósfera romántica apropiada para la escena del beso anunciada en el título de la obra. A la izquierda del cuadro, en otro plano espacial, una mujer gorda con vestido color violeta abombado pisa a una media luna personificada con extraños y fantásticos bigotes de rayos dorados. En especial, esta luna carga al mismo tiempo a un hombre pequeño, el cual es precisamente el doble del hombre besante del centro del cuadro. Este hombrecillo está a punto de lanzar una flecha con arco a los dos besantes del centro. El rostro de esta última mujer gorda es viril, tiene los ojos cerrados, trae trenzas y una corona amarilla en la cabeza. Así pues, aparecen en la pintura algunos personajes dobles en situaciones realistas y fantásticas.
         Las escenas fantásticas y simbólicas denotan que es una pintura onírica, romántica y altamente simbólica para representar el amor, desde una perspectiva novedosa: Con yuxtaposición de planos espaciales y con humor grotesco. Se yuxtaponen las cuatro escenas descritas arriba, de manera ilógica y aglutinante; de este modo, estas imágenes humanas, animales y astrales representan una escena de amor en los dos besos de parejas heterosexuales y con la inclusión de un extraño  Cupido extraordinariamente terrenal y enano. En tanto, todos los protagonistas y testigos exhiben caras picarescas y/o cuerpos ridículos por su obesidad o por su excesiva piel morena. Junto a los humanos, aparecen figuras animales y astrales humanizadas. En general, el contenido es altamente grotesco y desmitificador. En especial, el ciervo besante y su cornamenta “arbolada” revelan el instinto animal del amor. Por su parte, la mujer de la luna representa el despertar del amor en personas feas, adultas y gordas, todo lo cual se opone a la idealización de los amantes en las narrativas dominantes de Occidente. En tanto, el Cupido es el doble del encendido enamorado de origen poblano que se menciona en el título del cuadro. Pintura compleja, densa, acumulativa, sus imágenes contrastan la belleza del amor con la desmitificación humorística del amor romántico tradicional. En este aspecto central, se concentra la gran originalidad artística de esta obra de Javier. La luna viril, el Cupido humanizado y las personas chismosas de la casa son algunos de estos elementos novedosos y desmitificadores, dentro de una narrativa multiespacial a base de escenas variadas que están interconectadas entre sí por la fantasía. Sin embargo, el ciervo parece una alegoría más profunda y ambigua. Destaca, finalmente, la factura artística del cuadro: La precisión del dibujo; el buen diseño de los volúmenes humanos, animales, vegetales y astrales; el colorido nocturnal y la contundencia grotesca de las figuras humanas. Todo ello muestra la gran creatividad, la picardía, la visión caricaturesca y el punto de vista burlesco del amor mexicano por parte de un pintor del sur. Particularmente, los personajes obesos entablan una cercanía temática con la pintura del colombiano Fernando Botero. Sin embargo, los personajes del oaxaqueño son morenos y aparecen dentro de una muy original narrativa multiespacial y fantástica, a diferencia del equilibrio clasicista de los obesos protagonistas criollos y blancos de Botero.
27. “UN BESO NOCTURNO” (Gouache sobre papel, 56 X 76 cm., 2003) es también de Maximino Javier. Es una pintura similar al cuadro “El beso del hombre poblano” del propio Javier, tanto en el tema romántico como en el estilo grotesco. Incluso, parece ser una continuación narrativa de los mismos personajes del primer cuadro. Un hombre moreno de camisa café y pantalón azul y sombrero amarillo de alas cortas besa a una mujer morena y gorda. Ella viste de blusa rosa con cuello rosa claro, un vestido gris de círculos rosas y zapatos también rosas. Ambos amantes viajan sobre una especie de vaca larga y gris tirada con una cuerda por el enamorado. Debajo de esta escena, ocho hombres y mujeres morenos celebran una fiesta tocando una guitarra, bailando cachondamente (una pareja), fumando y hablando y las mujeres mostrando solamente sus prominentes bustos. Justo atrás de la pareja, emerge un cielo azul oscuro, con luna apagada, estrellas luminosas y una capa de luz blanquísima, todo lo cual da marco a la escena romántica central. En particular, la extraña y alargada vaca avanza entre un pastizal. Todas las escenas están vistas desde un primerísimo plano.
         Como se observa, es otra parodia del amor romántico, trazada con humor, alegría, figuras grotescas y escenario nocturnal y campirano. Todas las figuras aparecen en un solo plano espacial. Sin embargo, las ocho personas de la fiesta parecen como una yuxtaposición fantástica o son figuras en dentro de un retroceso en el tiempo o flash-back tal vez y los enamorados se casaron en dicha fiesta. En general, los personajes son latinos o mexicanos de diverso sexo y diferente clase social, unos vestidos con trajes elegantes y otros con ropa informal. Estos personajes de la fiesta forman parte de un contexto más urbano y aparecen como fuera de lugar, justo abajo del verde campo, como una especie de recuadro de cine, festejando el amor romántico de la pareja central. Con sus dos pinturas similares, Javier intenta jugar con la imagen del amor, burlarse y al mismo tiempo proponer una desmitificación del clásico amor romántico, construido por las ideologías dominantes. Esencialmente, los colores bellos, el campo, la noche, el aislamiento de la pareja en el lomo del vacuno, todo ello da belleza y cierta “poeticidad” a lo grotesco de sus protagonistas. En especial, la mujer gorda “besuqueante” es verdaderamente cómica y el viaje en la vaca es muy jocoso e inverosímil.
28. “GATO MACHO” (Grabado, 29 X 24.5 cm., 2010) de Juan Alcázar (1955-2013). Este pintor expuso en México, los Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Fue fundador del Taller Rufino Tamayo, el Taller de Grafica en la Casa de Cultura de Oaxaca y el Taller Libre de Gráfica Oaxaqueña. Pertenece a la línea del Realismo Mágico oaxaqueño. La presente obra es una pintura sobre la fauna con un estilo peculiar, es una especie de bestiario fantástico al estilo de los personajes animales del escritor mexicano Juan José Arreola. En esta pintura, reposa un peculiar y fantástico gato entre hierba gris y sobre un fondo café, con su pelambre de gruesas cerdas como de puerco espín. Estas exageradas cerdas de cabello parecen sugerir absurdamente lo que anuncia el título: El sexo del extraño felino. Los pesados y agudos pelos del animal son, curiosamente, conos negros  pequeños y punzantes. El cuadro muestra una perfecta hechura artística y una muy personal visión del mamífero felino que realmente no existe en la realidad natural: Es un gato mágico, una bestia fantástica atrapada por la imaginación creadora de Alcázar.
29. SIN TÍTULO (Huecograbado al aguatinta sobre papel, 61 X 57 cm., 1994) de Abelardo López Moreno (1957―). Este artista ha expuesto en México, los Estados Unidos, Europa. Fue fundador del Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo en 1974. Uno de sus temas principales es el paisaje rural de Oaxaca. La presente pintura es un cuadro simple sobre la flora, pero con un estilo muy original, alejado del tradicional realismo fotográfico. Un sembradío o herbazal muestra dos árboles de amplio follaje como si fueran dos hermanos gemelos. Atrás de los mismos, hay varios sembríos y un cielo azulino y nebuloso, diurno.
         Esta escena de la naturaleza luce casi como un paisaje puntillista, propio del estilo contemporáneo europeo, pues las múltiples hojas verdes de las hierbas se aglutinan como centro del cuadro, justo en el primer plano. El resto del paisaje natural aparece como imagen convencional que puede aparecer en un tradicional cuadro al pastel. Bella y armónica, esta pintura seduce a la mirada por sus prodigiosos verdes y por su detallado trazo de las hojas. López Moreno se revela en este cuadro como un diestro paisajista con un singular estilo contemporáneo.  
30. “RUMBO A ETLA” (Grabado, 29.5 X 24.5 cm., 2001) de Mariano Pineda Matus (1960―). Este pintor estudió en 1994 en el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo. Ha expuesto en México, los Estados Unidos, Europa y Latinoamérica. Se inclina por la mitología y las leyendas indígenas, la fauna y la flora de su estado natal. Asimismo, utiliza colores brillantes, intensos y exuberantes. Esta obra es una escena simple de la fauna silvestre. En este grabado, dos extrañas liebres de orejas delgadísimas (una gris y otra café) se suben a unas extrañas hojas o vegetales color marrón, los cuales están cobijados por piedras negras, como de carbón.
         La obra luce como una escena mítica, como un bestiario raro o una escena de dibujo animado, ya que el título refiere un camino o viaje hacia la región de Etla, la cual forma parte del estado de Oaxaca. Las liebres en realidad son fantásticas y estos pequeños animales descubren una veta de alimento en su viaje. El dibujo es un tanto distorsionante y oscurece un tanto las imágenes.
31. “LAS CALAVERAS” (Óleo sobre tela, 90.5 X 70 cm., 1991) de Alejandro Santiago (1964-2013). Este artista oaxaqueño fue pintor y escultor. Expuso en México, los Estados Unidos y Europa. Uno de sus temas predilectos es los inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos. En este cuadro, una pequeña calavera blanca con un hueso está envuelta en una extraña matriz verde claro, con fondos azul cielo y rojo oscuro. Hay tres rostros pequeños en colores azul, gris y naranja.
         El título resume a la calavera y a los rostros, dentro de un caos de imágenes oníricas, abstractas, marcadas por colores intensos. Puede representar acaso el sueño de la muerte.
32. “TRASQUILANDO AL NAHUAL” (Óleo sobre tela, 50 X 50 cm., 1995) de Felipe de Jesús Morales López (1959―). Este pintor expuso su obra en México, los Estados Unidos, Europa, Latinoamérica y Asia. Explora los temas cristianos (Cristo, la Virgen de Guadalupe, santos), las leyendas y los mitos oaxaqueños y los paisajes naturales de su estado natal. Este cuadro es una pintura de tema mítico mexicano, trazado con excelente y variado colorido. En el centro de la obra, un campesino mexicano de pantalón, de camisa de diferentes tonos de rojos (oscuro y claro) y con sombrero amarillo, corta el pelo a un mamífero vacuno que tiene una cabeza humana: Es el famoso nahual, personaje de la mitología mexicana. El campesino está sentado en una silla en medio del campo. Un bello árbol se yergue atrás del nahual. Al fondo del cuadro, se ven colinas azul oscuro y azul claro y un cielo nocturnal con luna y nubes y un ligero resplandor de claridad.
La escena luce extraña y hasta un tanto grotesca, puesto que la criatura mítica parece un animal amansado. Es una pintura de tema mitológico y campirano, propio del centro y el sur de México. Hay humor y poesía en esta tranquila escena laboral del campo. El campesino domina al extraño animal en medio de una bella escena de la naturaleza y parece como una escena de almanaque por la visión ideal del paisaje y por el colorido intenso y armónico y, sobre todo, por las figuras humanas y vegetales de corte tradicional. La imagen del nahual es el elemento desconcertante de la obra.

III CONCLUSIÓN
En total, se exhibieron treinta y dos obras del arte contemporáneo  de Oaxaca en el Museo Casa Chihuahua, desde mediados del invierno hasta el principio de la primavera de 2015, Estas obras fueron creadas por veintiséis artistas nativos de Oaxaca; abarcan un periodo de setenta y nueve años, de 1899 a 1978; toda la colección pertenece al importante acervo de la Colección Pago en Especie de la Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP), según el cartel de presentación de dicho museo chihuahuense.
         Desde el siglo XX, Oaxaca es uno de los centros artísticos más importantes de México y es la cuna de dos de los grandes pintores mexicanos del siglo XX: Rufino Tamayo y Francisco Toledo. Estos dos artistas pueden ser catalogados entre los Diez Más Grandes Pintores Mexicanos del Siglo XX, al lado de David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Diego Rivera, Frida Kahlo, Juan Soriano y otros más. Para conocer más sobre el arte de Oaxaca, los gentiles lectores pueden consultar en el presente Blog los dos siguientes artículos: 1) “Los Diez Mejores Pintores Mexicanos del Siglo XX”, el cual fue publicado el pasado lunes 28 de agosto de 2014; 2) “Alebrijes de Jacobo y María Ángeles: Los animales, La Tona, La Piedra de Sol y la creación artística”, el cual apareció el pasado viernes 6 de junio de 2014. Además, pueden consultar en mi Blog numerosos y muy interesantes artículos sobre arte.
         Ante todo, los veintiséis artistas oaxaqueños de esta exposición del Museo Casa Chihuahua se caracterizan por ser “creadores plásticos”, personas altamente altruistas,  fundadores de talleres y promotores del arte a nivel local, nacional e internacional y por estar fuertemente influidos por Rufino Tamayo (1899-1991), Rodolfo Morales (1925-2001), Rodolfo Nieto (1936-1985) y Francisco Toledo (1940―), según describe el cartel de presentación de dicho museo.
         En conclusión, Presencia oaxaqueña fue una gran exposición de arte que permitió ver la variedad de estilos, el poder creativo de los artistas, la diversidad de técnicas y, en especial, la gran trascendencia nacional e internacional de los artistas de Oaxaca, un estado ubicado al sur de México. Seguramente, niños y adultos disfrutaron de una tarde de gran belleza y creatividad en el Museo Casa Chihuahua en la primera mitad de 2015.
         Los gentiles lectores pueden consultar otros datos y ver algunas pinturas de los pintores en el siguiente sitio de Internet: www.casachihuahua.org.mx/casa_Expo_PresenciaOaxaca.php.


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