CHESPIRITO: EL GENIO DEL TELETEATRO INFANTIL EN MÉXICO Y LOS NUEVOS RUMBOS DE LA COMEDIA TELEVISIVA
ÓSCAR ROBLES
Los espectadores mexicanos y latinoamericanos deben recordar el episodio de la venta de aguas frescas en el vecindario, donde El Chavo del Ocho dice que los colores de las aguas parecen de una fruta, pero son de otra, y repite esto cada vez que vende un vaso de su producto, provocando la confusión y la desesperación de sus clientes y las risas de los espectadores; o la historia sobre el enjarre de yeso que ejecuta Don Ramón en las paredes del vecindario, tarea en la cual el improvisado albañil engaña al bobo de Quico con la falsa idea de que el blanco yeso es leche de burra; o la incisiva caza de moscas por parte de El Chavo para ponerlas en los platos y así obtener comida gratis en la fonda de Doña Florinda.
Estas tres historias son simples y propias de un teleteatro para niños. Su gracia y su sencillo humor se proyectan con efectividad gracias a las buenas recreaciones actorales y la gran dirección artística de su creador, el famoso guionista mexicano Chespirito. Las tres representaciones forman parte del teleteatro infantil El Chavo del Ocho (1972-1995), el exitoso programa que fue producido por Televisión Independiente de México (TIM) a principios de los setenta y por Televisa en las décadas posteriores.
El Chavo del Ocho fue creado hace cuarenta y tres años, en 1972, por Roberto Gómez Bolaños, alias Chespirito (Ciudad de México 1929-Cancún, Quintana Roo 2014). Este escritor y guionista fue un verdadero talento creativo y un auténtico creador en serie de numerosos guiones para cine y televisión, durante casi medio siglo de vida. Esencialmente, Chespirito fue la perfecta encarnación del escritor para masas y el generador de abundantes guiones en cada semana, cada mes y cada año, para deleitar con suaves y dulces sonrisas plenas de humor blanco a millones de espectadores que se congregaban semanalmente frente a un televisor de un hogar mexicano o latinoamericano, dentro de una etapa histórica en que la televisión abierta privada era el mejor entretenimiento para los mexicanos.
En este sentido, Roberto Gómez Bolaños se parece al chileno Pedro Camacho, el escritor de abundantes guiones para exitosas radionovelas que aparece en la famosa novela de ficción La tía Julia y el Escribidor (1977) del peruano Mario Vargas Llosa (1936―). En general, los textos de Chespirito no tenían gran profundidad psicológica o un gran contenido social y cultural como los de los escritores, pero eran creativos, entretenidos, simpáticos, forjados en estudios de televisión con elementales escenografías y vestuarios fijos, durante una etapa que puede considerarse como la “Edad Media de la televisión”, la década de los setenta.
En este sentido, Roberto Gómez Bolaños se parece al chileno Pedro Camacho, el escritor de abundantes guiones para exitosas radionovelas que aparece en la famosa novela de ficción La tía Julia y el Escribidor (1977) del peruano Mario Vargas Llosa (1936―). En general, los textos de Chespirito no tenían gran profundidad psicológica o un gran contenido social y cultural como los de los escritores, pero eran creativos, entretenidos, simpáticos, forjados en estudios de televisión con elementales escenografías y vestuarios fijos, durante una etapa que puede considerarse como la “Edad Media de la televisión”, la década de los setenta.
Además de El Chavo del Ocho, los teleteatros de Chespirito eran variados y muy divertidos y forman parte de la cultura popular mexicana y de la historia de la televisión mexicana, durante la segunda mitad del siglo XX y aun en el siglo XXI. Eran escenas sencillas, jocosas y chispeantes. Había conflictos cotidianos en un vecindario con niños y adultos; episodios en los que un héroe cómico a la mexicana, vestido de chapulín rojo con curiosas antenitas, resuelve problemas simples como olvidar las llaves dentro de un cuarto cerrado con el candado, usando su chipote chillón y sus pastillas de chiquitolina; historias cotidianas en que un anciano doctor, canoso y que siempre viste un guardapolvo largo, hace constantes rabietas y golpea con su bolsa de papel a las personas con las que discute, ya sea en su consultorio o en la calle; dramas en que un par de ladrones ridículos y estúpidos cometen errores cuando cometen sus delitos; sencillos diálogos en que dos menguados hablan cosas absurdas y frases hechas y hacen referencia constante a que “la gente dice que tú y yo estamos locos”. Todos los anteriores casos forman parte de las historias clásicas de los teleteatros infantiles cómicos, basados siempre en el humorismo blanco, los cuales fueron inventados por el genial Chespirito. Este creador nato de guiones entretuvo con sus teleteatros a varias generaciones de mexicanos que convivían más regularmente con su familia y veían televisión en la noche, después de trabajar arduas horas durante el día en la escuela o el trabajo.
¿De dónde viene el apodo de este talentoso escritor de guiones? El original y sonoro nombre “Chespirito” es una versión en diminutivo del apellido “Shakespeare”, William, el famoso dramaturgo renacentista famoso por sus tragedias Romeo y Julieta (1595), Hamlet (1601) y Macbeth (1606) y por sus comedias Sueño de una noche de verano (1595-1596) y El mercader de Venecia (1596-1597). Así pues, Chespirito es el apodo con el cual es conocido popularmente en el mundo hispano Roberto Gómez Bolaños. En verdad, este mexicano ejemplar fue un verdadero genio creador de numerosos guiones para cine y televisión, un auténtico maestro del teleteatro infantil.
En sus inicios como escritor, Chespirito escribió diversos guiones para las películas de los famosos cómicos mexicanos Marco Antonio Viruta y Gaspar Henaine Capulina. Por ejemplo, fue autor de los guiones de los filmes Dos criados malcriados (1960), Limosneros con garrote (1961) y Pegando con tubo (1961), entre otras. Asimismo, entre 1960 y 1965, hacía los guiones para dos programas de gran éxito en la televisión mexicana, los cuales eran producidos por la empresa Telesistema Mexicano (hoy Televisa): Cómicos y canciones y El estudio de Pedro Vargas (“Roberto”).
Ante todo, Chespirito es conocido por el teleteatro clásico El Chavo del Ocho, integrado con personajes de un típico vecindario mexicano, y por las aventuras de El Chapulín Colorado, una parodia de los héroes y superhéroes de la televisión y las películas. Es importante precisar que ambos teleteatros estaban destinados a los niños y, por ello, su estructura se basa en la sencillez narrativa, en personajes fijos y siempre vestidos de la misma forma y en la constante repetición de frases hechas. Por ejemplo, “Es que no me tienen paciencia” y “Acúsalo con tu mamá” eran expresiones propias de los personajes niños de El Chavo del Ocho. En tanto, “No contaban con mi astucia” y “Lo sospeché desde un principio” eran las frases usadas en cada episodio por el personaje de El Chapulín Colorado. Estos dos teleteatros le dieron la vuelta al continente americano y se han mantenido vivos y muy frescos durante más de cuarenta años en la memoria de tres generaciones de mexicanos y de miles de estadounidenses y latinoamericanos que han gozado estos programas de entretenimiento casero.
En realidad, Chespirito fue un inventor de múltiples personajes cómicos para la televisión mexicana: El Chavo del Ocho, El Chapulín Colorado, El Chómpiras, El Doctor Chapatín, entre muchos. Los nombres de estos personajes comienzan precisamente con la letra “ch”, porque es la letra que se usa en algunas malas palabras o groserías dentro de la cultura mexicana. Sin embargo, prevalece en estos teleteatros el humorismo blanco y siguen vivas sus frases célebres en la memoria colectiva de los mexicanos; se destaca la buena dirección de los actores; es fácil identificarse con sus personajes simpáticos y tiernos; los espectadores recuerdan todas las caracterizaciones físicas de los personajes principales; y, en general, los episodios están dominados siempre por la visión amigable y positiva entre sus personajes. Todas estas cualidades convirtieron a los teleteatros de Chespirito en verdaderos clásicos de la televisión mexicana. Incluso, hay en la actualidad versiones en caricaturas de El Chavo del Ocho, las cuales son muy creativas y cuentan con buenas imágenes espaciales y de figuras humanas, con voces similares a las de los actores originales y con elementos actuales de la Ciudad de México y la cultura mexicana del siglo XXI, tales como los celulares, los videojuegos y las computadoras.
Para muchos espectadores hispanos, las noches de los teleteatros de Chespirito representaron una efectiva salida a los pesados problemas cotidianos en el trabajo y la familia y un efectivo consuelo a la soledad y a la enfermedad, durante algunas décadas en que la televisión fue el entretenimiento casero por antonomasia de millones de mexicanos y latinoamericanos y durante etapas en que los países latinoamericanos fueron afectados por gobiernos dictatoriales y por algunos problemas graves del subdesarrollo, tales como la pobreza, la sobrepoblación, la infraestructura deficiente y la falta de educación formal. Alguna vez, una mujer sudamericana confesó en la televisión abierta privada mexicana, ante millones de espectadores, que ver semanalmente los episodios de El Chavo del Ocho era su consuelo cotidiano, ya que sus personajes y conflictos simples le trajeron humor, ternura y evasión a su vida personal tan difícil.
Chespirito es hasta la fecha el más grande y más famoso creador de teleteatros cómicos en la historia de la televisión mexicana. Sus sencillos y divertidos teleteatros han trascendido las fronteras mexicanas. El famoso futbolista chileno Sebastián González, alias El Chamagol, honraba constantemente el programa de El Chavo del Ocho cuando metía un gol. Se ponía la infantil gorra del personaje televisivo y hacía los gestos de El Chavo del Ocho frente a los miles de espectadores que asistían a los estadios. En esos momentos de euforia deportiva, este destacado atleta ejecutaba gestos de niño muy emocionado también frente a las cámaras de la televisión que transmitían los juegos de futbol. Los actos del Chamagol en público eran un claro homenaje a los famosos momentos en que el personaje de El Chavo del Ocho se sentía feliz por los juegos infantiles en que participaba o por la comida que le iban a dar. González jugó en clubes profesionales mexicanos entre 2002 y 2008, tales como el Atlante, Jaguares de Chiapas y Tigres de la Universidad de Nuevo León.
Miles de espectadores posiblemente recuerdan a los graciosos personajes creados por la imaginación de Chespirito. Muchos de ellos casi siempre vestían de la misma forma para ser identificados por el público cada semana. Estos personajes eran actuados por actores mexicanos, algunos de los cuales habían destacado mucho en el cine mexicano, como el caso del talentoso Ramón Valdés, el hermano del famoso comediante Germán Valdés Tin Tan, quien actuó en filmes memorables como Música, poeta y loco (1947) ¡Ay qué bonitas piernas! Calabacitas tiernas (1948) y El rey del barrio (1949). Entre los personajes de los teleteatros de Chespirito, destacaban La Chilindrina (María Antonieta de las Nieves), la pizpireta y astuta niña que engañaba a los otros niños y a veces lloraba y hacía berrinches exagerados; Quico (Carlos Villagrán), el bobo vestido ridículamente de marinerito y con mejillas infladas; Noño (Edgar Vivar), el niño gordinflón y comilón, inteligente, de clase media, que emitía sus lloridos rechinantes y decía su expresión “¡Míralo eh!”, hijo del Señor Barriga, el dueño de la vecindad; Don Ramón (Ramón Valdés), el típico haragán que no tenía trabajo permanente, siempre buscaba empleos, era ignorante y muy aficionado al futbol y al box y siempre vestía camiseta gris, un viejo pantalón de mezclilla, tenis y gorrita azul; Doña Florinda (Florinda Meza), la brava, renegada, altanera y soñadora enamorada de un maestro de primaria; El Profesor Jirafales (Rubén Aguirre), el espigado, galante, elegante y culto maestro de escuela primaria, que regularmente transmite a sus alumnos conocimientos de diversas disciplinas, tanto en la escuela como en el vecindario; El Señor Barriga (Edgar Vivar), el obeso dueño del vecindario que siempre llegaba a cobrar la renta y era recibido con golpes accidentales por parte de El Chavo del Ocho, pero que tenía un corazón noble para entender los problemas económicos de sus inquilinos; Doña Clotilde (Angelines Fernández), la solterona que siempre vestía de manera anticuada con vestido elegante y un gorrito con una florecita y era experta en los “espíritus chocarreros” que afectaban la vida espiritual de las personas; La Popis (Florinda Meza), la niña boba y gangosa, sobrina de Doña Florinda y prima de Quico, que repetía con frecuencia “acúsalo con tu mamá, Quico”; Godínez (Horacio Gómez Bolaños), el siempre despistado e ingenuo alumno de primaria; Jaimito (Raúl Padilla), el obeso y canoso cartero que entregaba la correspondencia en el vecindario y entablaba íntima relación con todos los habitantes de dicho inmueble; y otros personajes incidentales.
Sin duda, los guiones de estos teleteatros, el de El Chavo del Ocho y el de El Chapulín Colorado, estaban basados en la tierna y dulce ingenuidad infantil, pero los adultos también se divertían con estas historias exageradas, melodramáticas y a veces inverosímiles, teñidas de mucho humor. Estas historias y situaciones cómicas contaban con muy buenas actuaciones y una gran creatividad emergente, hecha justo a tiempo para salir al aire cada semana. Sobre todo, resaltan historias sutiles basadas en comedias de errores y equivocaciones frecuentes, juegos del lenguaje, equívocos lingüísticos propios de niños que están aprendiendo el español, frases hechas repetidas en cada episodio, diálogos confusos y en invenciones novedosas de palabras.
En contraste, es justo marcar algunas deficiencias de contenido social y cultural en El Chavo del Ocho, dentro de un país subdesarrollado. Por ejemplo, las estructuras familiares y sociales de los personajes del vecindario eran anómalas en varios casos y las responsabilidades en la comunidad eran muy limitadas. Faltaron más personajes que cumplieran normalmente sus funciones familiares y ciudadanas, como un reflejo de la sociedad mexicana contemporánea: Familias completas y más personajes que trabajaran regularmente en sus empleos. De esta manera, el teleteatro de El Chavo del Ocho muestra a la familia como un núcleo disfuncional, puesto que faltan el padre o la madre, como en los casos de las familias de Doña Florinda y Don Ramón. En el aspecto laboral, las ocupaciones de la mayoría de los personajes eran escasas y pocas veces se explicaba de dónde obtenían el dinero para sobrevivir algunos personajes como Don Ramón, salvo en los casos del cartero, el maestro y el dueño del vecindario. Por otro lado, el enfoque melodramático es más patente que el enfoque realista, pues se enfatiza la orfandad, el desempleo y la idea de que la vida solamente es conflicto y diversión. En suma, este teleteatro de un vecindario mexicano privilegia las relaciones disfuncionales, el ocio excesivo, la pérdida de tiempo en el patio del vecindario y los constantes choques entre vecinos.
Aunque es un teleteatro de gran creatividad, gracia y talento actoral, El Chavo del Ocho careció de un más sólido contenido moral y de modelos positivos para la sociedad a la que iban dirigidos todos los episodios cada semana. Estos sólidos contenidos eran muy necesarios, para construir verdaderos ciudadanos, dentro de una nación que tuvo marcadas mentalidades del subdesarrollo. Como nación, México se ha basado en la familia y el empleo desde el siglo XX a la fecha, entonces, es importante crear ambientes, conflictos y personajes más responsables dentro de las estructuras o grupos a los que pertenecen. El Chavo del Ocho surgió en una etapa del subdesarrollo de México, cuando la televisión comenzaba a convertirse en un gran entretenimiento de masas y había una sola empresa que dominaba el mercado nacional. Entonces, los programas de esa empresa televisiva eran la única opción de entretenimiento en la mayoría de los estados del país. En ese contexto social e histórico, este teleteatro infantil cumplió su gran función social, gracias a la gran creatividad de Chespirito.
Tras el dominante periodo histórico de los teleteatros de Chespirito, el siglo XXI ofrece otros retos y exigencias para construir en México nuevos teleteatros y comedias con familias y amigos como personajes centrales. México ha padecidos graves problemas sociales en las primeras dos décadas del presente siglo, tales como el crimen, la violencia, la corrupción y la ilegalidad. Lo lógico y lo más pertinente ahora es crear otras comedias de familia y de amigos, con un mejor balance entre las estructuras funcionales y disfuncionales y entre los personajes positivos y negativos, con una tecnología más poderosa en los medios electrónicos. Algunos programas estadounidenses más recientes sobre la familia y los amigos ofrecen un buen balance entre los elementos negativos y positivos, entre los personajes desobligados y los responsables, entre las estructuras disfuncionales y las funcionales, pues se fincan más en relaciones familiares y laborales más verosímiles y realistas. Por ejemplo, Everybody Loves Raymond y The Middle son comedias familiares o “sitcoms” (comedias situacionales) que presentan situaciones más balanceadas, con personajes que tienen empleo remunerado y productivo, llevan una vida cotidiana normal y las familias son más funcionales. No deben privilegiarse en los nuevos programas mexicanos las situaciones anómalas, ya que es un enfoque muy pernicioso. La vida humana es diversa: Trabajo, educación, familia, sociedad, gobierno, religión, deporte, cultura. . . y diversión. No todo en la vida es solamente diversión, chistes y bromas para perder el tiempo en la vida. He aquí la clave para los nuevos guionistas de México.
El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado fueron destacados y creativos teleteatros para niños, durante las últimas décadas del siglo XX. La aparición y el desarrollo de estos dos teleteatros se explican por el contexto social, cultural, económico y político propio de un país subdesarrollado. Los nuevos guionistas mexicanos tienen una misión especial y difícil: Escribir mejores textos de acuerdo a los nuevos tiempos, bajo una visión creativa, ética y educativa, frente a la nociva influencia de las anticulturas de los últimos diez años. Chespirito es un gran modelo de creatividad y sencilla imaginación para los nuevos escritores de programas de televisión, ahora que se están abriendo más cadenas de radio y televisión en la nación mexicana. En la coyuntura histórica actual, se necesitan más contenidos constructivos, creativos, positivos, comunitarios y profundamente nacionalistas y no solamente diversión, violencia, materialismo y consumismo.
Finalmente, la obra de Chespirito es importante en la cultura televisiva mexicana por tres razones fundamentales: 1) Crea múltiples situaciones cómicas más que solidas historias cómicas, episodios en que los personajes participan en conversaciones con humor y gracia. 2) Inventa variados personajes cómicos y sus versátiles actores los recrean con gran talento y profesionalismo. Por ejemplo, el propio Chespirito es El Chavo del Ocho, un niño; El Chapulín Colorado, un héroe; El Doctor Chapatín, un médico; El Chómpiras, un ladrón. Por su parte, Florinda Meza hace el papel de Doña Florinda, un ama de casa y madre; La Chimoltrufia, la esposa de un ladrón; La Popis, una niña. 3) Cumplieron la función esencial de ser un sencillo entretenimiento casero y familiar, a base de humorismo blanco y creatividad.
Chespirito murió el 28 de noviembre de 2014 y dejó un enorme legado cultural a México en el área de la televisión. Fue actor, comediante, dramaturgo, guionista de cine, compositor, productor y director de televisión y, especialmente, fue un hombre de gran éxito económico, puesto que su fortuna se calculaba en quince millones de dólares (“Roberto”)
Obras citadas
“Roberto Gómez Bolaños.” Wikipedia. La enciclopedia libre. 24 marzo 2015. A Wikimedia
Project. 7 marzo 2015. <es.wikipedia.org/wiki/Roberto_Gómez_Bolaños>.
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