ÉTICA CIVIL Y MORAL CRISTIANA EN MÉXICO (2012-2018)
ÓSCAR ROBLES
México puede “navegar” por los “mares” del más crudo y recalcitrante materialismo en los próximos seis años si no se forman auténticos ciudadanos y verdaderos cristianos. Para lograr estos dos propósitos claves dentro de una nación moderna, republicana y altamente cristiana, hay que refundar y remozar la ética civil y la moral cristiana, a partir de la intensa actividad civilizadora de la familia, de la escuela, de la iglesia y de los medios de comunicación masiva.
Parece que en los últimos seis años una buena parte de los mexicanos se ha dedicado más a los placeres del cuerpo —comer y beber alcohol en exceso—, al desaforado consumismo y, desafortunadamente, a cultivar la violencia de manera refleja, es decir, como un espejo de la violencia criminal, a través del abuso doméstico y el “bullying” o provocación de la violencia irracional, tanto en la familia y en la escuela como en los centros de trabajo y en las colonias.
Parece que en los últimos seis años una buena parte de los mexicanos se ha dedicado más a los placeres del cuerpo —comer y beber alcohol en exceso—, al desaforado consumismo y, desafortunadamente, a cultivar la violencia de manera refleja, es decir, como un espejo de la violencia criminal, a través del abuso doméstico y el “bullying” o provocación de la violencia irracional, tanto en la familia y en la escuela como en los centros de trabajo y en las colonias.
Con la ética del buen ciudadano, se pretende lograr el respeto a la vida humana, a la naturaleza y a la propiedad privada; el pago puntual de impuestos y servicios a las instituciones; el respeto a las leyes de convivencia ciudadana en los espacios públicos; la revitalización del nacionalismo cultural; la integración de más grupos civiles que hagan tareas positivas, tales como colectas de alimentos para donarlos a los pobres, plantar más árboles y recoger la basura en ríos y parques, entre otros aspectos de toda positiva vida ciudadana.
Con la moral cristiana, se aspira a profundizar el verdadero amor a Dios y al prójimo con tareas prácticas, concretas y cotidianas; a entender de verdad la conciencia del pecado; a distinguir con precisión entre virtud y vicio; a integrar grupos de lectura directa de La Biblia; y a formar comunidades cristianas que tengan gran impacto en la vida publica, entre otros aspectos.
Sin una sólida civilidad y un auténtico cristianismo, las leyes y reformas promovidas y promulgadas por los actuales gobiernos federal, estatales y municipales no tendrán todos sus efectos positivos en la nación en los próximos seis años.
Se necesitan más verdaderos ciudadanos y más convencidos cristianos. Ante todo, se necesitan más auténticos mexicanos, orgullosos de su historia, de su cultura y, sobre todo, de sus propios conciudadanos a los que ven y tratan todos los días. La nación mexicana es una “casa grande” y en ella vivimos más de ciento dieciséis millones de personas.
En el fondo, los problemas materiales de México tienen una profunda “raíz” moral y existen vicios y pecados muy arraigados, en medio del terrible materialismo y consumismo de las primeras dos décadas del siglo XXI. Entonces, se necesita más vida espiritual.
Hay que acabar con el circuito del mal y del pecado y “exorcizar” a los malditos "demonios".
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