GOBERNANTES
MODERNOS Y RENOVADORES EN
MÉXICO SIGLO VEINTIUNO
En el contexto histórico actual de 2025, México necesita
desde principios del siglo veintiuno más gobernantes que sean ambientalistas (más
parques con abundantes árboles y menos smog en ciudades medianas y grandes); feministas,
indigenistas, campesinistas y obreristas (derechos humanos y programas sociales
para marginados); ingenieros en transportes y comunicaciones (autobuses, tranvías
y metro moderno en urbes); administradores públicos con orientación social
(finanzas sanas y protección económica a los pobres); expertos en medicina (mejor
salud pública, más clínicas y hospitales, médicos y enfermeras); profesionistas
cultos (más y mejor cultura científica y humanística y educación académica). .
. No sólo de negocios y productos materiales vive el ser humano.
En la época
contemporánea, los generales y militares revolucionarios ejercieron el poder
entre 1910 y 1946 durante la etapa de pacificación y reconstrucción nacional;
los abogados, entre 1946 y 1982, justo cuando se necesitaban más códigos de
leyes, reformas y nuevas instituciones públicas, para orientar el crecimiento económico
y la educación; los administradores públicos y los economistas, entre 1982 y 2012,
cuando se requería impulsar la economía global con nuevas reformas estructurales,
grandes inversiones monetarias y la construcción de infraestructura moderna de
altura mundial.
Los
expresidentes Enrique Peña (2012-2018) y Andrés López Obrador (2018-2024) significaron
un retroceso histórico dentro del camino a la modernización. Alertaron a la
sociedad mexicana sobre los cambios económicos, políticos y sociales necesarios
durante sus gobiernos, con sus errores y aciertos. El uno era administrador de
empresas y militante del viejo corporativismo político; el otro, licenciado en
ciencias políticas y promotor del rancio Estado autoritario, estatizante y
populista.
Ambos
presidentes no eran los más apropiados para dirigir al país en esa coyuntura histórica
de la segunda a la tercera década del siglo veintiuno. Fueron elegidos por una
sociedad inmadura, desobligada, pobre e ignorante, carente de suficiente contexto
histórico y político. Por eso mismo, se incrementaron el centralismo y el caos
urbano; el crimen, la violencia y la corrupción; la marginación social de
millones de ciudadanos; la contaminación ambiental de agua, aire y suelo; la
pobreza cultural y educativa; y la aplicación de incorrectas estrategias de inversión
económica absurdas y onerosas.
En este
tiempo de la tercera a la cuarta década del siglo veintiuno, se necesitan
presidentes, gobernadores y alcaldes con otro mejor perfil profesional,
administrativo e ideológico; se requieren equipos de secretarios,
subsecretarios y burócratas más funcionales y atingentes que laboren de manera más
congruente, democrática y justa.
¿De qué
sirve amontonar más inversiones dinerarias e infraestructura urbana en las
mismas urbes durante el largo periodo de 1988-2024 (Ciudad de México,
Guadalajara, Monterrey y otras ciudades grandes)?
Los
problemas urbanos se multiplicaron otra vez en el presente siglo y la expansión
de la infraestructura física son insuficientes para atender a millones de
inmigrantes que se mueven dentro de México, a los que vienen de Latinoamérica y se quedan y
a los miles de expatriados de los Estados Unidos.
La coyuntura
actual de 2025 indica que hay que iniciar un largo proceso de descentralización
de la riqueza y de las inversiones económicas y fortalecer a las ciudades pequeñas
y al campo mismo, con estrategias inteligentes y visionarias que anticipen y
construyan el futuro de México, para forjar un auténtico bienestar social y un
verdadero bienestar ambiental.
El centralismo de cualquier tipo (económico, político,
social) asfixia al país.
Los
amontonamientos excesivos de personas y máquinas automotoras individualizadas están
destruyendo salud, vida, familia, trabajo, educación y cultura, desde hace
varias décadas, desde que se expandió la globalización económica en la década de
los noventa.
Como
Estado-nación, México no debe tener tantas urbes medianas y cuasi metrópolis (alrededor
de cien) repletas de calles, avenidas, casas, edificios, vehículos automotores,
megaconstrucciones y proyectos faraónicos, sino más ciudades habitables y pacíficas
dotadas de los servicios básicos de agua suficiente, aire limpio y apropiada infraestructura
urbana, para que conviva la gente de diversos grupos.
Cientos de “ciudades satélites” pueden ser una solución
a la sobrepoblación de gente y máquinas.
Por todas
las anteriores razones, la sociedad debe elegir a gobernantes con mejores
perfiles administrativos y profesionales y nuevos enfoques modernos de
desarrollo económico, cultural y social. Asimismo, debe contar con mejores líderes
en todas las instituciones de civilización (empresas, escuelas, medios de comunicación
masiva, iglesias, sindicatos, clubes deportivos, etc.).
El
modelo “desarrollista” y de excesivo “amontonamiento neoliberal” de inversiones
monetarias debe pasar a la historia. La sola acumulación de riqueza y
patrimonios económicos no sirve si no se mejora el ambiente de convivencia
social entre ciudadanos del mismo municipio, estado y nación.