martes, 22 de octubre de 2024

LOS SABROSOS “BURRITOS” DE CHIHUAHUA

LOS SABROSOS “BURRITOS” DE CHIHUAHUA

 

ÓSCAR ROBLES

 

     Se originaron entre 1900 y 1920 en Ciudad Juárez, Chihuahua. La población había crecido en esa urbe a causa del aumento de empleos e inmigrantes en ese tiempo. Un señor llamado Juan Méndez ofrecía a la venta tacos de harina de trigo con frijoles con queso y carne deshebrada.

          Así es la historia que rodea al surgimiento de los “burritos” en México, según cuenta un reportaje aparecido en la sección “estados” del diario Milenio (“Por qué los tacos de harina adoptaron… MSN 4 octubre, 2024).

          Con el paso del tiempo, el señor Méndez vendió muchos burritos cada día. Bajaba de la montaña cargando sus deliciosos alimentos en dos asnos o burros. Entonces, la gente gritaba cuando avistaban el arribo del cocinero y vendedor ambulante: “¡Ya llegó el señor de los burritos!” (“Por qué”).

          Por extensión, los borricos cargadores sirvieron para designar a esos sabrosos tacos hechos con tortilla de harina de trigo. Ahora, los burritos de harina cargan alimento y buen sabor. Es muy interesante la anécdota.

En el siglo XXI, el comercio de los burritos es abundante en la capital de Chihuahua y en Ciudad Juárez. Incluso, hay una famosa cadena de restaurantes de la ciudad fronteriza, cuyos empleados sirven burritos de carne asada, chile colorado, frijoles y otros guisos deliciosos.

          Yo no crecí con esa cultura de los burritos en aquel México del subdesarrollo económico. Cuando era niño y adolescente, comer en casa era como asistir a misa o a un festín lleno de conversaciones deliciosas y manjares caseros de buena sazón. La gente de mi ciudad, mis padres y mis hermanos comíamos más en nuestras viviendas, sentados todos a la mesa de la cocina, con platos y soperas de sólido peltre repletos de viandas aromáticas y sabores sublimes.

En ese tiempo del Estado autoritario y las perpetuas crisis económicas, las familias no podían darse el lujo de comer en puestos, fondas o restaurantes. Mi madre cocinaba platos muy sabrosos todos los días: caldos de pollo, res y pescado con vegetales; guisos de carne; flautas con aguacate y crema; enchiladas con frijoles y verduras; mole; chile colorado con carne; entomatadas; hígado encebollado y tripitas; tamales de chile y de dulce; menudo con pancita y pata; capirotada; avena cremosa con fruta; el postre “Carlota de limón” congelado en el refrigerador; ensaladas de frutas; gelatinas; flanes…

          Yo laboraba en el comercio de abarrotes de la familia, así que yo podía pasar fácilmente del negocio a la cocina y saborear todos esos deliciosos platillos. Las quesadillas de queso, cuajada o requesón eran el alimento más informal que yo disfrutaba o los famosos lonches de queso y salchicha con mayonesa, tomate, lechuga y chile curtido con zanahoria. Ambas surgían como comidas más ocasionales y rápidas para un estudiante y comerciante de las viandas y refrescos.

          Tampoco comíamos tortas, hamburguesas, hot dogs o pizzas. A lo sumo, comprábamos gorditas de puré de papa y tesgüino en las fiestas religiosas de la parroquia de Santa Rosalía de la colonia Campesina de la ciudad de Chihuahua.

          Los burritos de marras aparecieron durante mi etapa adulta y los consumí en alguna fonda o restaurante ocasionalmente. Aunque deliciosos, era considerados como una comida informal frente a una chicharronada colosal, una barbacoa de hoyo, unas enchiladas monumentales o una ollota repleta de menudo o tamales.

          En realidad, los burritos son deliciosos. Una buena tortilla de harina y un guiso bien sazonado y surge un alimento maravilloso y fácil de consumir en la calle o en algún parque. Ahora, los sirven con muchos y variados guisos: picadillo, carne con chile, chicharrón con salsa verde, rajas con queso, barbacoa, pollo, pescado empanizado, frijoles con queso y tantas otras variedades.

          Así pues, los célebres burritos nacieron en el estado de Chihuahua; en Ciudad Juárez para ser más exacto, según el interesante reportaje del diario Milenio. Su sazón y sabrosura desafían a otros platillos informales y de rápida preparación, tales como los tacos del Defe, las tortas ahogadas de Jalisco, los sopes, las gorditas, los guaraches y otros antojitos mexicanos.

          Incluso, los burritos circulan en muchas ciudades de los Estados Unidos y México.

          Ahora, bajo las sucesivas crisis económicas, aparecen numerosas hieleras de plástico repletas de burritos; son colocadas sobre mesas en los espacios abiertos mientras el comerciante y cocinero aguarda sentado en una silla. Se venden en diversas calles, esquinas, plazas y parques. Se han vuelto una rica mercancía que produce dinero y subsistencia económica a miles de chihuahuenses. Son como los mazapanes “La Rosa” para niños, discapacitados, ancianos y rarámuris: artículos de emergencia y simples productos para compras y consumos rápidos en espacios públicos.

          Alguien me contó que una señora de los burritos hasta se compró un hermoso carro de modelo reciente, para cargar sus productos a una esquina conocida de la ciudad de Chihuahua.

¿Quién iba a pensar que los sencillos y sabrosos burritos de antaño, todos cocinados y vendidos por don Juan Méndez a los juarenses, iban a proporcionar suficientes medios de subsistencia a miles de chihuahuenses y mexicanos y hasta generar tanta riqueza económica a los más hábiles cocineros y comerciantes de la calle y de los negocios establecidos?

 

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