LOS
SABROSOS “BURRITOS” DE CHIHUAHUA
ÓSCAR
ROBLES
Se originaron entre 1900 y 1920 en Ciudad Juárez,
Chihuahua. La población había crecido en esa urbe a causa del aumento de
empleos e inmigrantes en ese tiempo. Un señor llamado Juan Méndez ofrecía a la
venta tacos de harina de trigo con frijoles con queso y carne deshebrada.
Así es
la historia que rodea al surgimiento de los “burritos” en México, según cuenta
un reportaje aparecido en la sección “estados” del diario Milenio (“Por
qué los tacos de harina adoptaron… MSN 4 octubre, 2024).
Con el
paso del tiempo, el señor Méndez vendió muchos burritos cada día. Bajaba de la
montaña cargando sus deliciosos alimentos en dos asnos o burros. Entonces, la
gente gritaba cuando avistaban el arribo del cocinero y vendedor ambulante: “¡Ya
llegó el señor de los burritos!” (“Por qué”).
Por extensión,
los borricos cargadores sirvieron para designar a esos sabrosos tacos hechos
con tortilla de harina de trigo. Ahora, los burritos de harina cargan alimento
y buen sabor. Es muy interesante la anécdota.
En el siglo XXI, el comercio de los burritos es
abundante en la capital de Chihuahua y en Ciudad Juárez. Incluso, hay una famosa
cadena de restaurantes de la ciudad fronteriza, cuyos empleados sirven burritos
de carne asada, chile colorado, frijoles y otros guisos deliciosos.
Yo no crecí
con esa cultura de los burritos en aquel México del subdesarrollo económico. Cuando
era niño y adolescente, comer en casa era como asistir a misa o a un festín lleno
de conversaciones deliciosas y manjares caseros de buena sazón. La gente de mi
ciudad, mis padres y mis hermanos comíamos más en nuestras viviendas, sentados
todos a la mesa de la cocina, con platos y soperas de sólido peltre repletos de
viandas aromáticas y sabores sublimes.
En ese tiempo del Estado autoritario y las perpetuas
crisis económicas, las familias no podían darse el lujo de comer en puestos,
fondas o restaurantes. Mi madre cocinaba platos muy sabrosos todos los días:
caldos de pollo, res y pescado con vegetales; guisos de carne; flautas con
aguacate y crema; enchiladas con frijoles y verduras; mole; chile colorado con
carne; entomatadas; hígado encebollado y tripitas; tamales de chile y de dulce;
menudo con pancita y pata; capirotada; avena cremosa con fruta; el postre “Carlota
de limón” congelado en el refrigerador; ensaladas de frutas; gelatinas; flanes…
Yo laboraba
en el comercio de abarrotes de la familia, así que yo podía pasar fácilmente del
negocio a la cocina y saborear todos esos deliciosos platillos. Las quesadillas
de queso, cuajada o requesón eran el alimento más informal que yo disfrutaba o
los famosos lonches de queso y salchicha con mayonesa, tomate, lechuga y chile
curtido con zanahoria. Ambas surgían como comidas más ocasionales y rápidas para
un estudiante y comerciante de las viandas y refrescos.
Tampoco
comíamos tortas, hamburguesas, hot dogs o pizzas. A lo sumo, comprábamos
gorditas de puré de papa y tesgüino en las fiestas religiosas de la parroquia
de Santa Rosalía de la colonia Campesina de la ciudad de Chihuahua.
Los
burritos de marras aparecieron durante mi etapa adulta y los consumí en alguna
fonda o restaurante ocasionalmente. Aunque deliciosos, era considerados como una
comida informal frente a una chicharronada colosal, una barbacoa de hoyo, unas
enchiladas monumentales o una ollota repleta de menudo o tamales.
En
realidad, los burritos son deliciosos. Una buena tortilla de harina y un guiso
bien sazonado y surge un alimento maravilloso y fácil de consumir en la calle o
en algún parque. Ahora, los sirven con muchos y variados guisos: picadillo,
carne con chile, chicharrón con salsa verde, rajas con queso, barbacoa, pollo,
pescado empanizado, frijoles con queso y tantas otras variedades.
Así
pues, los célebres burritos nacieron en el estado de Chihuahua; en Ciudad Juárez
para ser más exacto, según el interesante reportaje del diario Milenio.
Su sazón y sabrosura desafían a otros platillos informales y de rápida preparación,
tales como los tacos del Defe, las tortas ahogadas de Jalisco, los sopes, las gorditas,
los guaraches y otros antojitos mexicanos.
Incluso,
los burritos circulan en muchas ciudades de los Estados Unidos y México.
Ahora,
bajo las sucesivas crisis económicas, aparecen numerosas hieleras de plástico repletas
de burritos; son colocadas sobre mesas en los espacios abiertos mientras el
comerciante y cocinero aguarda sentado en una silla. Se venden en diversas
calles, esquinas, plazas y parques. Se han vuelto una rica mercancía que
produce dinero y subsistencia económica a miles de chihuahuenses. Son como los
mazapanes “La Rosa” para niños, discapacitados, ancianos y rarámuris: artículos
de emergencia y simples productos para compras y consumos rápidos en espacios públicos.
Alguien
me contó que una señora de los burritos hasta se compró un hermoso carro de
modelo reciente, para cargar sus productos a una esquina conocida de la ciudad de
Chihuahua.
¿Quién iba a pensar que los sencillos y sabrosos
burritos de antaño, todos cocinados y vendidos por don Juan Méndez a los
juarenses, iban a proporcionar suficientes medios de subsistencia a miles de
chihuahuenses y mexicanos y hasta generar tanta riqueza económica a los más hábiles
cocineros y comerciantes de la calle y de los negocios establecidos?
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