La tarea es sencilla, civilista y comunitaria: el gobierno municipal convoca a los ciudadanos a plantar árboles en el parque de su propia colonia o barrio una o dos veces al año. Un domingo elegido la familia acude con los árboles que ellos mismos adquieren en una tienda. Padres e hijos cavan un hoyo con sus picos y palas y colocan ese ser vivo y verde de la naturaleza que da oxígeno al medio ambiente.
El ayuntamiento en turno envía algún representante de la agencia del medio ambiente a cada parque para brindar asesoría a las entusiastas familias. Elige los parques apropiados para cada domingo. Las familias pueden llevar moros, pinos, táscates, lilas, encinos y otras clases de árboles. De esta manera, gobierno y sociedad regeneran los parques, incrementan el aire puro de la ciudad y forjan la posibilidad de que los árboles den sombra a las personas en un futuro cercano, especialmente si se plantan cerca de las bancas.
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Es una sencilla actividad para fomentar la gobernabilidad, la civilidad, el sentido comunitario, la importancia de la naturaleza y los parques, la necesidad de fortalecer la unidad de las familias, la inclinación hacia el trabajo físico positivo, la búsqueda de desarrollar la colaboración humana entre niños y adultos, el sentido de pertenencia a una comunidad o región y la reorientación del tiempo libre de las familias hacia tareas verdaderamente ciudadanas, que se aparten del materialismo, el consumismo y la diversión frívola, extrema y viciosa que tanto ahoga a las ciudades mexicanas.
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