JUAN JOSÉ ARREOLA: ESCRITOR DEL COSMOPOLITISMO Y CONVERSADOR DE LA TELEVISIÓN MEXICANA
ÓSCAR ROBLES
La lectura de “Gunther
Stapenhorst” (1946) y “El fraude”
(1946) me traen a la memoria la buena prosa imaginativa y pulida del gran Juan
José Arreola. El primer cuento relata la historia de un arquitecto alemán que
se convierte en un brillante escenógrafo de teatro bajo el Nazismo. El segundo
narra un supuesto fraude cometido por un empleado de una tienda que vende
estufas y la historia transcurre en la voz del propio vendedor, quien sugiere
haber sido el autor de dicho fraude que condujo a la quiebra a dicha empresa.
Arreola también fungía como cuentero o conversador estrella en la televisión
mexicana, durante las décadas de los setenta, los ochenta y los noventa.
Los dos
cuentos citados aparecen en una edición original, vieja y rústica, que compré
en una librería de viejo a finales del siglo XX. El gran escritor jalisciense
también es autor de los cuentos de Mi confabulario, esa gran antología
que formaba parte de los cincuenta Clásicos de la Literatura Mexicana que
fueron vendidos en supermercados a principios de la década de los ochenta.
En particular, “El guardagujas” (1962) se concentra en la
historia de un ferrocarrilero, en la cual realidad y fantasía convergen y crean
gran ambigüedad. Este brillante cuento aparece en la excelente antología Cuento
hispanoamericano: antología crítico-histórica (2003) del profesor
universitario de los Estados Unidos Seymour Menton.
Arreola es
toda una figura de la Literatura Mexicana e Hispanoamericana. Durante su vida, se
desempeñó como un gran cuentista, novelista y conversador de la televisión
estatal y privada en México. El gran narrador coordinaba el programa Aproximaciones
en la empresa IMEVISIÓN. En esas presentaciones semanales, desplegaba amenos
relatos de su vida y hacía numerosas referencias a la cultura y la literatura
de Occidente y de México, entre otras tareas importantes.
Era menudo
de estatura, delgado y de rostro muy expresivo. En varias de sus presentaciones
televisivas, vestía trajes oscuros con rayas verticales muy sutiles y una
teatral capa y un sombrero de fieltro de ala corta. Su vestimenta lo hacía lucir
elegante y enigmático en la pantalla chica. Sus conversaciones eran muy
atractivas y seductoras, mucho más que las anodinas platicas de algunos
políticos mexicanos que hablan muchas veces por la televisión mexicana.
Su
abundante y canosa melena parecía esconder y emanar sus grandes ideas y
palabras que eran lujo, armonía y literatura viva y oral. Incluso, declamaba
fragmentos de poemas en español y en francés.
Arreola
actuaba como un verdadero actor y las facciones de su rostro eran muy
expresivas cuando hablaba y miraba de frente a la cámara de televisión. Al
comienzo de algunos programas, emergía del fondo oscuro del estudio con su
típico y elegante atuendo. Entonces, la luz enfocaba su cuerpo y luego su
rostro. Luego, empezaba su drama del día, su discurso, su relato, su
declamación poética, su amor de orfebre por el lenguaje, su devoción por la
palabra en voz alta.
Amaba el
ajedrez. A veces era acompañado por la gran actriz mexicana Susana Alexander y ambos
actuaban como una gran pareja de conversadores y actores frente a las cámaras.
Otros escritores
mexicanos formaban parte de los programas de televisión durante las últimas tres
décadas del siglo XX. Entre ellos, destacaba la gran conversadora guanajuatense
María Luisa “La China” Mendoza, quien es autora de las novelas Con él,
conmigo, con nosotros tres (1971) y De ausencia (1974) y de la colección
de cuentos Ojos de papel volando (1985). Por su parte, el hidalguense Ricardo
Garibay se exhibía en una peculiar bata de seda china y fumaba cigarros en forma
fina y con gran estilo. Sobre todo, sus conversaciones sobre literatura y política
eran muy polémicas. Escribió las novelas Beber al cáliz (1965), Tercia
de reyes (1983) y La casa que arde noche (1986); los reportajes Acapulco
(1979) y Las glorias del gran Púas (1979) sobre la vida del boxeador
mexicano Rubén Olivares; y los ensayos y crónicas de De lujo y hambre (1981),
entre muchas obras.
Posteriormente,
el defeño Octavio Paz ingresó a la programación de la empresa TELEVISA con los
célebres programas de México en la obra de Octavio Paz, durante la
década de los ochenta, un tiempo de modernización de la democracia mexicana y de
gran emergencia cultural. En especial, Paz publicó los poemarios Libertad
bajo palabra (1957), Salamandra (1962) y Pasado en claro
(1975) y los ensayos El laberinto de la soledad (1950), El arco y la
lira (1956) y El ogro filantrópico
(1979).
Juan José Arreola Zúñiga (1918-2001)
fundó en 1943 la revista Pan con el filólogo Antonio Alatorre y el
escritor Juan Rulfo. Sus cuentos pertenecen a la estirpe del Realismo
Fantástico y al linaje del Cosmopolitismo por su tejido de realidad y fantasía
y la construcción de espacios urbanos en varios casos. Asimismo, nutrió a
varias de sus obras de complejas situaciones existenciales y absurdas. Por
ejemplo, “El guardagujas” es considerado como parte del Cosmopolitismo por
Seymour Menton, al igual que los cuentos del argentino Jorge Luis Borges. Fue
autor de la novela La feria (1963) y de las colecciones de cuentos Confabulario
(1952), Palindroma (1971) y Bestiario (1972), entre otras obras.
Ganó los premios Nacional de Artes y Ciencias en la categoría de Lingüística y
Literatura (1979), el Internacional Juan Rulfo (1990) y el Internacional Alfonso
Reyes (1995), entre varias distinciones nacionales e internacionales.
Arreola
era amigo y coterráneo del escritor Juan Rulfo. En el corto Del olvido al no
me acuerdo (1999) de Juan Carlos Rulfo, Arreola aparece como narrador en
algunas secuencias del filme biográfico. En esta cinta, habla del pueblo natal
y la obra narrativa de Rulfo.
En suma,
la figura de Juan José Arreola fue muy importante por su gran obra literaria y
su gran trascendencia como representante de las corrientes del Realismo Fantástico
y el Cosmopolitismo. Al mismo tiempo, fungió como un gran conversador de temas
culturales y literarios en la televisión estatal y privada de México.
Este antecedente de Arreola en la televisión es muy
importante para abrir más espacios públicos a los escritores, intelectuales liberales
y demócratas, los creadores culturales y los artistas plásticos en la
televisión pública y privada para transmitir en gran cobertura nacional grandes
ideas e historias de orden literario, cultural, económico, político y social.
Los programas de televisión con destacados mexicanos y mexicanas
es una manera muy efectiva de culturizar y educar a la sociedad mexicana y de formar
debate nacional sobre los asuntos claves de México, dentro de un país dominado en
parte por las nocivas “anticulturas de la destrucción” y la excesiva frivolidad
de la cultura de los espectáculos.
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