domingo, 30 de abril de 2017

PIEDRECILLAS DEL CAMINO

PIEDRECILLAS DEL CAMINO




ÓSCAR ROBLES




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Todo ser humano, cualquiera que sea su edad, sexo, raza, etnia, credo, religión, generación, clase social o condición física, debe disfrutar del arte. Cada día, debe paladear unas migajas dulces de esa belleza única que reconforta el alma.

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Debemos comprender la situación de los demás seres humanos. Debemos ayudarnos y reconfortarnos, ser tolerantes y flexibles y fluir con el ritmo de la vida y el tiempo que nos toca vivir.
Hay que tratar de aceptarnos tal y como somos.

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Vemos, pero no miramos. Toda la luz del sol resplandece cada día, majestuosa como mar, perfecta agua luminosa que nos baña y nos purifica todas las cosas del mundo.
No miramos toda la belleza de la vida fluyendo como río en la tierra, el agua y el aire, en ciudades y naturaleza, frente a nosotros, no la miramos en el cabello de una hermosa mujer sentada en una banca del parque, en las torres de una iglesia, en las aves jugueteando entre los árboles o en el vestido de una india tarahumara, lienzo de colores que pasa ante nuestros ojos.

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Para lograr la paz social, se tiene que lograr primero la paz espiritual de cada individuo. La construcción y la reconstrucción de un pueblo o nación comienzan desde muy dentro del alma.

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A veces me pregunto: ¿Sera suficiente la felicidad que hay en el mundo para repartirnos a todos los seres humanos?
La felicidad es más bien una positiva actitud ante la vida, de manera consistente, ya sea en el triunfo o la adversidad, vivas donde vivas: Dentro de un majestuoso y lujoso palacio o en la más humilde y pobre aldea, en un país rico o en un país pobre.

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El lujo y lo superfluo son el producto de la vanidad del ser humano.

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Los hijos son el reflejo de la cultura de los padres.

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El peor de los defectos es señalar los defectos de los demás, sin ver los propios.

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En los problemas que nos aquejan, hay que reconocer que el mal mismo o la causa del mal se encuentran en nosotros mismos y no tanto en todo lo que nos rodea.
El mal es moral: Está en el espíritu mismo de las personas.

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Quien tenga tiempo de trabajar y estudiar y no lo haga, no tendrá tiempo para vivir a plenitud. . . Quien sin tener tiempo, se haga el tiempo para realizar estas dos actividades claves de la civilización, tendrá tiempo para vivir intensamente. El trabajo realizado y el conocimiento adquirido son placeres profundos y duraderos.

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Que nuestros solos silencios sean como sencillos versos de luz blanca, como tiernos granos en la maternal y verde mazorca.

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Mientras más personas hagas felices, más feliz serás tú.

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“Ayer” fue un día, “hoy” es otro. ¿Quién los puede detener? Son tan efímeros como la flor y sólo dejan resabios de amarguras y, a cuentagotas, alegrías. Ya no resucitan, sólo saben morir como vegetales o voces que se apagan.
          “Ayer”. . . también fue ayer, el que me dio las migajas de la sonrisa de un niño para este pobre famélico de felicidad que sólo recibe los mendrugos de la tristeza, secos y duros.
          ¡Oh días, tengan piedad de nosotros!

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Cuando no se siente el alma, se deja de soñar.

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