PIEDRECILLAS DEL CAMINO
ÓSCAR ROBLES
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Todo ser humano, cualquiera que sea su edad, sexo, raza,
etnia, credo, religión, generación, clase social o condición física, debe disfrutar
del arte. Cada día, debe paladear unas migajas dulces de esa belleza única que
reconforta el alma.
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Debemos comprender la situación de los demás seres
humanos. Debemos ayudarnos y reconfortarnos, ser tolerantes y flexibles y fluir
con el ritmo de la vida y el tiempo que nos toca vivir.
Hay que tratar de aceptarnos tal y como somos.
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Vemos, pero no miramos. Toda la luz del sol resplandece
cada día, majestuosa como mar, perfecta agua luminosa que nos baña y nos
purifica todas las cosas del mundo.
No miramos toda la belleza de la vida fluyendo como río
en la tierra, el agua y el aire, en ciudades y naturaleza, frente a nosotros, no
la miramos en el cabello de una hermosa mujer sentada en una banca del parque, en
las torres de una iglesia, en las aves jugueteando entre los árboles o en el vestido
de una india tarahumara, lienzo de colores que pasa ante nuestros ojos.
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Para lograr la paz social, se tiene que lograr primero la
paz espiritual de cada individuo. La construcción y la reconstrucción de un pueblo
o nación comienzan desde muy dentro del alma.
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A veces me pregunto: ¿Sera suficiente la felicidad que
hay en el mundo para repartirnos a todos los seres humanos?
La felicidad es más bien una positiva actitud ante la
vida, de manera consistente, ya sea en el triunfo o la adversidad, vivas donde
vivas: Dentro de un majestuoso y lujoso palacio o en la más humilde y pobre
aldea, en un país rico o en un país pobre.
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El lujo y lo superfluo son el producto de la vanidad del
ser humano.
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Los hijos son el reflejo de la cultura de los padres.
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El peor de los defectos es señalar los defectos de los
demás, sin ver los propios.
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En los problemas que nos aquejan, hay que reconocer que
el mal mismo o la causa del mal se encuentran en nosotros mismos y no tanto en todo
lo que nos rodea.
El mal es moral: Está en el espíritu mismo de las
personas.
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Quien tenga tiempo de trabajar y estudiar y no lo haga,
no tendrá tiempo para vivir a plenitud. . . Quien sin tener tiempo, se haga el
tiempo para realizar estas dos actividades claves de la civilización, tendrá
tiempo para vivir intensamente. El trabajo realizado y el conocimiento adquirido
son placeres profundos y duraderos.
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Que nuestros solos silencios sean como sencillos versos de
luz blanca, como tiernos granos en la maternal y verde mazorca.
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Mientras más personas hagas felices, más feliz serás tú.
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“Ayer” fue un día, “hoy” es otro. ¿Quién los puede
detener? Son tan efímeros como la flor y sólo dejan resabios de amarguras y, a
cuentagotas, alegrías. Ya no resucitan, sólo saben morir como vegetales o voces
que se apagan.
“Ayer”. .
. también fue ayer, el que me dio las migajas de la sonrisa de un niño para
este pobre famélico de felicidad que sólo recibe los mendrugos de la tristeza,
secos y duros.
¡Oh días,
tengan piedad de nosotros!
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Cuando no se siente el alma, se deja de soñar.
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