MITINES
SOCIALES EN LA PLAZA DE ARMAS DE CHIHUAHUA: LA NUEVA CIVILIDAD Y LA MEMORIA
HISTÓRICA
ÓSCAR
ROBLES
En
la ciudad de Chihuahua, rebrota la emergencia social de a poco, por causas
sociales justas y con ciudadanos de verdad, demandando pagos de salarios, mejor
educación para sus hijos, un mejor país y una mejor ciudad. . .
Aparece
en el Centro Histórico la verdadera celebración de la cultura en los espacios
públicos con artes plásticas, exposiciones de fotografías, obras de teatro,
danzas folclóricas y clásicas, espectáculos de títeres, conciertos, mercados
populares, restaurantes en tiendas, librerías ambulantes, altares de muertos, bandas
de música itinerante, nacimientos del Niño Jesús, improvisadas pistas de hielo,
cristianos de las iglesias con literatura religiosa a buen precio. . .
Resurge
lo social y lo cultural, justo entre 2013 y 2016, desde la inauguración del
sistema de transporte público del VIVEBÚS, el zocalito, el Pasaje Victoria y el
Túnel de la Avenida Independencia.
En
2015 y en 2016, la gente comienza a ver mítines en plazas del Centro Histórico
y celebraciones de eventos de los guerrilleros de los sesenta. Un día, los
jubilados de Pensiones Civiles; otro, el grupo campesino Antorcha Campesina; más reciente, los ciudadanos que rechazan al ex
gobernador que acaba de terminar su mandato; nada de grupos de propietarios de
vehículos ilegales
En los días de septiembre de 2015, poemas y canciones sobre el Asalto al Cuartel de Madera resuenan en el quiosco de la Plaza de Armas y brotan pancartas, carteles, periódicos y fotos de los guerrilleros al mando del maestro rural Arturo Gámiz; otro día, alrededor de la Plaza, se ocupan decenas de sillas con una cincuentena de miembros de Antorcha Campesina, se pronuncian discursos emotivos e informativos sobre la educación, se representan breves obras de teatro. . .
En los días de septiembre de 2015, poemas y canciones sobre el Asalto al Cuartel de Madera resuenan en el quiosco de la Plaza de Armas y brotan pancartas, carteles, periódicos y fotos de los guerrilleros al mando del maestro rural Arturo Gámiz; otro día, alrededor de la Plaza, se ocupan decenas de sillas con una cincuentena de miembros de Antorcha Campesina, se pronuncian discursos emotivos e informativos sobre la educación, se representan breves obras de teatro. . .
Los primeros —unos cincuenta un día, unos cien
otro día— celebran el quincuagésimo aniversario del frustrado asalto
guerrillero y entonces los voces líricas de las mujeres narran opresiones de
gobierno y rebeliones de ciudadanos, con descripciones objetivas de personajes
y geografías concretas del Estado de Chihuahua, relumbran las voces vivas y
femeninas en las bocinas y se escuchan las canciones con guitarra contando la
tragedia del 23 de septiembre de 1965 en Madera [Chihuahua] y el pueblo resurge con demandas de
justicia, críticas al pasado autoritario bajo el país subdesarrollado y de
Tercer Mundo y críticas al presente del siglo XXI bajo la economía global y el
capitalismo multinacional, y todos ellos y ellas denuncian latifundios,
cacicazgos, bajos salarios, gobiernos autoritarios y sociedades ilegales,
sistemas neoliberales, capitalismo tecnócrata. . .
En la misma Plaza de Armas, otro día, los
campesinos exigen educación continua en las escuelas para los mexicanos,
denuncian choques con los maestros del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE) y se quejan del asesinato de un compañero y representan un animado
“sketch” de teatro con estudiantes de preparatoria.
Flotan, pues, la civilidad y la historia de luchas sociales en el Centro Histórico de Chihuahua capital y se
construye un nuevo “tiempo mexicano” (frase de Carlos Fuentes), dentro de una
sociedad civil devastada por la Recesión económica, el crimen y la violencia.
Son todavía grupos minoritarios, pero vierten una alta conciencia social,
cívica e histórica, exponiéndose al aire libre obreros, maestros y
campesinos, una sociedad que denuncia el consumismo, el materialismo, el crimen
y la violencia: Un nuevo pueblo, justo en la segunda década del siglo XXI, sin la
malsana música banda y los ruidosos carros y camionetas.
Y
los numerosos transeúntes y espectadores toman fotos como periodistas y leen
las copias de los periódicos colgadas de un tendedero atado entre postes de
electricidad y revisan noticias aparecidas en un diario local en 2005 sobre la
matanza de los guerrilleros de Madera, las entrevistas a sobrevivientes y a
familiares de muertos, los carteles del filme Las armas (2012) de José
Luis Urquieta y de las novelas Las armas del alba (2003) y Las
mujeres del alba (2010) del chihuahuense Carlos Montemayor. Y leen otros
documentos con los nombres de los guerrilleros (Arturo Gámiz, Pablo Gómez, Óscar
Sandoval y otros), repasan los nombres de los gobernadores Teófilo Borunda (1958-1964)
y de Práxedes Giner Durán (1964-1970), revisan la historia subversiva y rebelde
del Chihuahua de la década de los sesenta.
Y en esa Plaza de Armas, justo frente a la
Presidencia Municipal, frente a la Catedral de la Santa Cruz, frente al Congreso
del Estado, los ciudadanos demandantes dan la cara a los gobiernos porque no
son ilegales ni criminales ni anti-ciudadanos, no tienen máscaras, dobleces y
traiciones y justo en el corazón de la ciudad de Chihuahua se teje una voz
social más auténtica, histórica, social, cívica, menos traidora a sus
gobiernos con el ejercicio nocivo de "Las anticulturas de la destruccion", configurando un principio de organización ciudadana para este tiempo
tan golpeado, a partir de las cenizas de la historia, cuando México era un país
subdesarrollado y más nacionalista y se pretendía abrir espacios dentro de la
nación autoritaria.
Y ellos y ellos, los chihuahuenses de ahora, reconstruyen
la memoria histórica de un pueblo que se vició y se corrompió, entre el consumismo y la violencia del crimen.
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