LA BELLEZA IDEALIZADA DE LA
MUJER EN LA PINTURA DE HELENA ORTIZ Y MIRIAM MARRERO
ÓSCAR ROBLES
Helena
Ortiz y Miriam Marrero comparten un “sendero común” en la vida: El culto
dedicado a las artes plásticas y el culto a la mujer bella plasmada como una
idealización o una fantasía estética, desarrollada con gran destreza en el
trazo de las imágenes y en la plasmación de los colores. Para las dos artistas,
el concepto de mujer que domina en sus obras es que la mujer es ante todo bella
e idealizada, ya sea tierna, melancólica, sensual, feliz, sofisticada, misteriosa
y aun trabajadora. En este sentido, los personajes de sus pinturas son figurativas,
pero más ficcionales y fantásticas que realistas. En conjunto, configuran
auténticos paradigmas de la elevada belleza femenina en diferentes facetas y
etapas de la vida: Niña o mujer.
I
INTRODUCCIÓN A LA PINTURA DE ORTIZ Y MARRERO
En particular, Helena Ortiz se inclina más por mujeres
fantásticas o personajes de la clase alta en sus diez pinturas examinadas en el
presente artículo. Por ejemplo, se ve en el cuadro “MEDUSA” a una mujer bellísima y de colores mágicos entre medusas
de mar, como si fuera una antigua deidad grecolatina dotada de gran belleza
exótica y luminosa, en medio de preciosos peces como joyas; se contempla en “DARKETTA
LIGHT” a una mujer exótica con un inusitado vestido flamígero y rostro
muy seductor; en cambio, “ELEANORA”,
“LOLA” Y “ÓPERA” son retratos más tradicionales que exaltan a la mujer
aristócrata, bella, elegante y sofisticada dentro de mansiones muy lujosas con
decoraciones muy detalladas por el hábil pincel de la pintora. Como se observa
en los títulos, la hábil pintora Ortiz privilegia al personaje femenino de sus
cuadros y son títulos muy breves de una a dos palabras.
En cambio, Miriam Marrero se inclina más por los
personajes femeninos y masculinos de gran belleza física, de postura reflexiva
o melancólica o de dulce expresión emocional, de acuerdo al análisis de once
pinturas practicado en el presente texto. Por ejemplo, las pinturas “RETAZOS DE TIEMPO”, “MELANCOLÍA” Y “LA MAGIA DE LAS HORAS” exponen a tres mujeres muy bellas envueltas
en asuntos de amor, memoria y tiempo. En especial, la segunda pintura muestra a
una mujer enamorada, elegante, pensativa, solitaria y sensual que viste un
apasionante vestido rojo que parece sangrar. En cambio, “RECITAL” y “TENDRESSE” (“TERNURA”) proyectan a
la niñez con una imagen poética del mundo, situada en espacios europeos que
lucen como preciosos cuadros de almanaque. Por su parte, “LEONARDO” es visto como la idealización del pintor italiano y genio
universal Leonardo Da Vinci, con cuerpo sensual y atlético, dentro de su sueño
de inventar unas alas para volar al cielo. En suma, nueve de las pinturas
tienen personajes humanos y crean vigorosamente una visión esteticista,
idealizada y romántica del ser humano, ya sea mujer, niña, niño u hombre.
Esencialmente, dos cuadros de Marrero merecen especial
atención. “ARRULLO” Y “LA CASA DE LAS
PALOMAS” se alejan de las figuras humanas y construyen lo que puede
llamarse una “poesía del espacio casero o
doméstico” en el que los animales pequeños y frágiles —palomas, mariposas—
y los objetos delicados —hojas, flores y abanicos— son hechos estéticos en sí
mismos, justo dentro de los espacios en que habitan, bajo la fina recreación
artística de la pintora mexicana. Por este motivo, éstos dos son sus mejores
cuadros.
En tanto, una sola y única obra de Marrero retrata a los
personajes femeninos de la clase baja, con mirada digna y gran belleza. El
título de este cuadro lo anuncia todo: “LAS
PEPENADORAS”. En esta obra, manifiesta el punto de vista
social y humano de la artista plástica describiendo el trabajo comunal de las
mujeres en un tiradero de basura, bajo un diseño espacial que incluye el amplio
cielo azul, los lejanos edificios de una urbe moderna y la zona campestre donde
hacen su trabajo estas dignas mujeres de la clase trabajadora marginal.
Las
pinturas sobre niños ofrecen especial interés en Ortiz y Marrero por la gran
proyección de ternura en los cuadros. Aunque muy bellos y con gran oficio
artístico, las dos obras de Ortiz son más tradicionales y estáticas: Son más
“retrato” en el sentido estricto del término o parecen como fotografías, pues
el personaje de la niña Miranda posa y hasta mira con ternura hacia el
espectador como en una típica foto de familia, según se observa en las pinturas
“MIRANDA” y “MIRANDA 1”.
En cambio, los dos cuadros de Marrero con personajes
niños son más dinámicos, como si la artista rondara por las calles y atrapara
espontáneamente las actitudes y acciones de dos infantes, ya sea de manera real
o imaginaria, como si fuera una periodista que utilizara la cámara fotográfica,
la cámara de video o “la cámara de su pura imaginación”. Sin embargo, ambos
cuadros parecen situaciones más ficcionales que realistas. En “RECITAL”, por ejemplo, el niño toca la
flauta en los escalones de cantera de una casa antigua, frente a un grupo de
curiosos gatos que lo miran. En “TENDRESSE”, la pequeñuela
protagonista corre en medio de una calle y enseña el frío glacial de su cara
tan peculiar y muy tierna, justo cuando comienza a caer la nieve y al fondo se
ven las casas antiguas de lo que parece un barrio francés o europeo.
He aquí un sencillo y más detallado análisis de cada una
de las obras pictóricas que fueron expuestas en la muestra colectiva “Sendero
común” en el Museo Casa Chihuahua Siglo
XIX (Ciudad de Chihuahua, julio de 2015).
II
HELENA ORTIZ: LA ESTÉTICA DE LAS MUJERES EXTREMADAMENTE BELLAS
1.
“MEDUSA” [S.F.]. En un
primerísimo plano del cuadro, se mira un rostro blanco de mujer de perfil, a la
izquierda, iluminada por una luminosa, frágil y misteriosa medusa profusamente
azulina y blanca, sobre un fondo marino oscuro. Ella tiene cabello largo y
lacio también azulino con trencitas insertadas. La floral y luminosa medusa luce
hermosa y perfecta como flor, justo a la derecha del cuadro, como una “hermana”
de suprema belleza de la mágica mujer; y tres minúsculos peces de oro o goldfish nadan alrededor de la
misteriosa mujer de extrema belleza blanquecina y azul, desplegando sus delgadas
aletas transparentes. Todas estas imágenes están plasmadas con refinadísimo
esteticismo y una visión fantástica de esta extraña mujer viviendo entre peces
de mar. Son fantasía pura, belleza ideal, sueño de cristal marino.
El dibujo es fino y los colores son contrastantes, a base
de las luces que emanan de la medusa y la mujer y de las sombras oscuras del
mar profundo, dentro de un espacio físico donde se perciben ondulaciones de
aletas, de los cabellos de mujer y de los velos de medusa. En suma, la pintora
construye la belleza femenina y la belleza marina como espejos de belleza pura,
como en una mágica película de sirenas. Sin duda, es la mejor pintura de toda
su muestra por el lujo de la luz, por las finas imágenes femeninas y marinas y
por la sugerente idea del “espejo de identidad” entre mujer y medusa, tejido
sutilmente por la proyección de la luz en el mar oscuro.
"MEDUSA" DE HELENA ORTIZ |
2. “ELEANORA” [S.F.].
Una mujer es el centro del cuadro otra vez, vista desde un primer plano, justo enfrente
de una pared amarilla. Ella luce como un personaje más realista y cotidiano, ya
viste sencillamente, comparte su vida con un gato domestico y se ve como una
mujer más dulce, una belleza simple y muy joven. Está vestida con una sensual
blusa rosada y los hombros y el pecho descubiertos. Carga un gato pinto de
blanco y café, el cual se encuentra enredado a su grácil cuello. Su cabello
recogido muestra tintes rubios, cutis blanco y delicado y labios rojos y
sensuales. En especial, la mirada de Eleanora es pensativa y honda.
En suma, se desarrolla en esta pintura preciosista un
poco más de realismo que el cuadro anterior, pero los rasgos raciales de esta mujer
hacen pensar en modelo de mujer europea, dentro de la visión de la pintora
Ortiz. Diez barquillos de papel flotan sobre y alrededor de su cabeza, lo cual
implica un elemento extraño, tal vez fantástico y hasta refleja cierta dulzura
en la vida de la mujer.
"ELEONORA" DE HELENA ORTIZ |
3. “DARKETTA LIGHT”
[2013]. “Dark” es un adjetivo que
significa “sombrío” u “oscuro” en la lengua inglesa. La forma del sufijo
femenino en español “etta” indica que
se trata de una mujer con una muy especial clasificación, una especie de
vampiresa o mujer fatal, con rostro muy bello. En tanto, “light” puede ser el sustantivo “lumbre” o el adjetivo “ligero”. Los dos sentidos pueden aplicarse
si se aplica la sintaxis en inglés o en español, utilizando vocabulario del
inglés, respectivamente: Por un lado, puede leerse que la figura es una mujer
fogosa. Por otro, puede ser una mujer sombría, pero “ligera”, es decir, no
demasiado sexual. En la primera acepción, la imagen de la mujer parece una
especie de mujer oscura y ardiente o “vampiresa”: Mujer ficcional o modelo muy
atrevida, ella luce un atuendo de moda muy audaz y sensual.
En el cuadro, se ve un medio cuerpo de mujer muy delgada
y sensual sobre fondo violeta claro. Ella “enciende” todo el cuadro con su
belleza de lumbre amarilla: Vestido café, mangas abombadas, de donde brotan
unas telas amarillas en forma de llamas de fuego que parecen surgir casi mágicamente
del cuello y hasta proyectarse como colas de chispas de fuego en el aire: “La
Mujer en Llamas”, “La Mujer Lumbre”, pero sombría. En especial, su rostro es
enigmático, piel blanca, fantasía pura de la pintora, labios muy sensuales y rosados,
cabeza alargada y esbelta, ojos verdes y profundos. Luce en verdad como una
modelo de vestidos atrevidos, pero se sugiere algo de fantasía en esos brotes
de llamas flotantes que vuelan solas.
Entre el dibujo de contornos suaves, el “incendio” de las
telas de la mujer y la cara contundente de pasión sexual, la artista traza la
idealización y/o la fantasía de la feminidad puramente erótica.
"DARKETTA LIGHT" DE HELENA ORTIZ |
4. “ÁNGELA” [2011].
De un fondo amarillo claro, emerge una delgada mujer-vestida de ángel, con alas
blancas y ligeros tonos amarillos. Ella se encuentra de perfil, con los ojos
cerrados en actitud de gran concentración. Su cuerpo es extremadamente esbelto.
Luce hombros desnudos, cabello profusamente pelirrojo y recogido. Como detalle
importante, un listón verde se desprende de su propio cuerpo y flota sobre la
cabeza, lo cual hace pensar al espectador que las alas forman parte de un
disfraz.
Esta imagen femenina tan exquisita y fina puede verse
como la fantasía estética de la “angelita” femenina, pero adulta, construida
sobre el lujo del amarillo del muro y con la fina imaginación pura de la
artista. Diferente a los ángeles cristianos, ella es como un ángel profano,
femenino y no sagrado, pero bello. Delicada y delgada, ella es una original mujer
nacida de la fantasía de Ortiz: El perfecto Ángel de Belleza. En suma, es una pintura lúdica y realista como
mujer disfrazada, pero juega ligeramente con la idea de que la mujer puede ser
un ángel de verdad.
5. “MIRANDA” [2013].
Es una variación de la mujer de los cuadros anteriores, construida sobre fondo
amarillo claro y alegre, pero de diferente edad. En el primerísimo plano de la
pintura, se observa a una niña vestida con el insecto llamado “mariquita” o
“vaquita”, en una postura de semi-perfil. Profusamente rojo, el vestido muestra
motas negras de diversos tamaños, delicadas alitas rosadas y transparentes en
la espalda, hombros abombados de tela blanca y una suave tela gris que parece
desprenderse de la zona del costado derecho cubierto con tela negra. Ante todo,
relucen sus graciosas antenitas negras, el cabello recogido y su dulce y
gracioso rostro infantil.
En pocas palabras, la pintora Ortiz traza la gracia y la
belleza infantiles con colores y expresiones dulces, “tejidas” con las
“filigranas” de amor de madre o de abuela artista, con delicadeza, con ternura.
La niña aparece como un personaje real, más cercano a los espectadores contemporáneos
de la ciudad de Chihuahua, dentro de una obra plasmada con dibujo firme y bello
colorido. En resumen, luce como una niña que participa de una fiesta de
disfraces contemporánea y, por eso, los espectadores pueden percibirla como más
un personaje femenino más realista que las cuatro anteriores mujeres adultas de
extrema belleza.
"MIRANDA" DE HELENA ORTIZ |
6. “ROWENA” [2008].
Es un personaje con nombre anglosajón y apariencia física europea o
norteamericana. De todos los personajes femeninos, esta mujer luce más como
bello fantasma, deidad o virgen profana del bosque o aparición mágica, dentro
de una fantasía artística tejida por la pintora: Es una plena invención
ficcional de Ortiz, inspirada tal vez por obras literarias o cuadros. En un
primerísimo plano de la pintura, aparece esta mujer como virgen de luz o
fantasía en medio de un solitario bosque, con su cuerpo trazado con muy suaves
contornos de dibujo. Del fondo verde oscuro del cuadro, emerge el cuerpo entero
de una mujer rubia que trae un largo vestido de velos colores plateado y verde
muy claro, tejido con minúsculas florecillas
delicadas en la frágil tela de encajes.
Esta figura femenina puede verse al mismo tiempo como una
mujer aristócrata y como una mujer fantástica por la ubicación en el bosque. Quizás
sea una referencia a un personaje literario. Es una figura muy estilizada, plenamente
idealizada, una mujer soñada de nombre extraño y extranjero. Posiblemente, es
una referencia indirecta al brillante cuento “Ligeia” del escritor
norteamericano Edgar Allan Poe. En este relato, aparece un personaje llamado
Lady Rowena que tiene el cabello negro y funge como la segunda amada del
protagonista narrador, quien cuenta su trágica historia. La fenecida Ligeia fue
la primera esposa del protagonista masculino y luego, hacia el final del
cuento, reencarna en el cuerpo de Lady Rowena, quien muestra extrañamente el
cabello rubio de Ligeia.
En la pintura de Ortiz, se observa que es una mujer más
“vaporosa”, fantasmal, aparición mágica, un poco una imagen o sueño del arte New Age. El dibujo se diluye para hacer
brotar el vestido luminoso y borronear la figura femenina. En general, este
cuadro luce como el más etéreo y fantástico de todos los personajes femeninos
creados por Ortiz.
"ROWENA" DE HELENA ORTIZ |
7.
“TUDORCITA Y SU PERRO” [2012]. El
personaje femenino de este cuadro se caracteriza
por ser plenamente europeo, miembro de la aristocracia inglesa. De un elegante
y fondo rojo granada, se advierte en el primerísimo plano a una mujer de lujoso
vestido de diversos tonos del color marrón. El vestido muestra en especial mangas en oleajes y algunos encajes, con fino y
largo cuello de tela blanca que cubre el cuello delgado. Su postura es tradicional,
una pose de perfil, como si fuera a ser pintada o retratada. Se encuentra a su
lado un perro gris y flaco de mancha blanca en el pecho y de collar de
esmeraldas se encuentra a su lado, parado justo sobre una mesa café de madera.
Ella lo toca con la mano izquierda y sujeta el cordel atado al cuello del
animal en la otra mano. En la mano derecha de ella, se ve una varita larga con
una bella mariposa amarilla en la cumbre.
Resaltan en esta obra de Ortiz los minúsculos detalles
florales del vestido y la dulzura blanca del rostro breve, gracioso e infantil.
El vestido, el perro, la varita, todo converge
para recrear la belleza elegante de la mujer inglesa del Renacimiento. En
particular, la palabra “Tudorcita” hace referencia a la familia real de los
“Tudor” que gobernó el reino de Inglaterra entre 1485 y 1603. “La casa de los
Tudor” o “La Dinastía de los Tudor” es considerada como “la familia real más
famosa y controvertida” de la historia y contaba con algunos miembros
distinguidos como los reyes Enrique VII y Enrique VIII y la reina Isabel I
(“Casa”). En el uso del diminutivo del título, se concentra precisamente toda
la gracia y la ternura de la artista mexicana para configurar la imagen muy
bella, sofisticada y aristocrática de esta mujer europea, casi idealizada. Ella
posa como en un antiguo retrato al óleo, imaginado con fino pincel en el siglo
XXI, pero es una recreación contemporánea de dicha mujer de la realeza europea
de la Época Moderna.
8.
“LOLA” [2011]. La mujer
aristócrata española emerge en esta pintura, con trazos refinados y en una
postura física clásica y tradicional. El espacio es un salón de paredes marrón
claro [columnas de estilo grecolatino, detalles finamente florales]. En ese
lugar tan elegante, se encuentra esta esbelta mujer de cabello negro y largo
vestido color verde claro, tejido con florecillas y hojuelas como detalles,
breve blusa blanca escotada y con sensuales olancillos en los hombros. Ella
simplemente posa al centro del cuadro, mira de frente, construida por la imaginación
de Ortiz. Exhibe una flor blanca en la mano derecha y sujeta el respaldo de una
silla negra con la otra mano. Toda la escena de la pintura se dibuja sobre una
alfombra de flores rojas enormes.
En conjunto, se despliega en esta obra una idealización
suprema de la mujer elegante, con rostro pequeño de revista, almanaque o
retrato antiguo, vista desde lejos. Por momentos, parece una dulce y graciosa cara
de personaje de historieta. Los colores dominantes “resuenan” con el pulido
dibujo: Verde y café. Mientras que los personajes de las pinturas anteriores
sugieren elegancia y europeísmo anglosajón, el título de este cuadro se concentra
en un nombre más hispano. Sin embargo, todas las imágenes humanas y objetuales
están construidas dentro de un espacio de elegancia y lujo extremos y la mujer
luce una vestimenta muy fina y delicada. Para Ortiz, la idealización femenina,
la visión de retrato, el lujo y la elegancia notorias, todo ello es una forma
de exaltación de la mujer bella y aristocrática otra vez, según el concepto
general de la muestra de sus diez cuadros con personajes femeninos. En pocas
palabras, el personaje ficcional de Lola puede verse como una más de las fantasías
estéticas de la mujer, como señala Susy Montes en el cartel de presentación de
la muestra “Sendero común”. Es, en suma, la mujer aristócrata y cosmopolita,
imaginada por el pincel y la mente de Ortiz.
9. “ÓPERA” [S. F.].
La mujer y la música clásica son esta vez el centro de este cuadro de ambiente
aristócrata también. En el centro de la pintura, una mujer elegante y de
vestido negro es el personaje único y solitario bajo el quicio de una puerta.
Trae un manto negro con figuras geométricas azulinas, estola de plumas negras,
cabello recogido en un alto copo y plumas azules en la cabeza. Se ve de
espaldas, con los hombros ligeramente desnudos: Blanca delicia sensual en la
lejanía. Ella voltea hacia el frente, justo en el umbral de una puerta, como si
una cámara fotográfica o de cine la hubiera captado en la distancia, desde la
imaginación visual de la artista Ortiz. En tanto, las paredes, las escaleras y
el piso de madera café la envuelven en un ambiente elegante, lo que parece ser
la entrada a un teatro de ópera.
En general, esta pintura al óleo puede
verse más como otro retrato ficcional que un retrato realista con una persona
real, posando para la pintura. El retrato y los títulos breves con nombres de
personas es una tendencia en la pintura de Ortiz, como se advierte en las
descripciones anteriores. En especial, los motivos florales y vegetales de las
paredes, marcos y columnas son finos, precisos y bellos y exhiben la destreza
de la pintora para el trazo detallado de los edificios o mansiones. La
composición es realista y el ambiente es lujoso y sofisticado, dentro de una
estética que representa a la aristocracia, elegante y refinada, de una sociedad
que se divierte con la música de la ópera.
Por otro lado, la pintora Ortiz parece mostrar a la bella
y esbelta mujer dentro de una mansión o un teatro antiguos. En particular, los
dinteles de la puerta sirven curiosamente como marco artificial de este cuadro,
a diferencia de las anteriores pinturas descritas en el presente artículo.
Esencialmente, los colores claros y luminosos envuelven la imagen de la mujer
como representación suprema de la belleza femenina, con exquisitos y refinados
cuerpo y vestido. En suma, casa y mujer relucen con una belleza armónica y la
decoración y el vestido se fusionan unitariamente y envuelven a la delicadeza
blanca del cuerpo femenino.
"OPERA" DE HELENA ORTIZ |
10.
“MIRANDA 1” [2012]. Esta
pintura tiene otra imagen del mismo personaje disfrazado de “mariquita” en la
obra “MIRANDA”. Es un cuadro que
capta a su personaje femenino en una pose tradicional llena de ternura también.
Una niñita sentada, de perfil, mira con dulzura hacia el frente. El espacio es
gris, un tanto oscuro. En especial, su disfraz de animal revela la gracia y
ternura infantiles en toda su plenitud. Viste un disfraz de conejo color
violeta y orejas blancas, recubierto con peluche. Tiene cobijado un conejo gris,
vivo y orejón, justo entre sus brazos. La carita blanca despliega dulzura y
abajo, graciosamente, se ven unos zapatitos rojos con calcetas blancas.
En pocas palabras, “MIRANDA
1” es un retrato sencillo, lleno de ternura y belleza de postal, más realista
que imaginado, trazado con pinceladas suaves que cristalizan el instante de la
gracia de una niña con su disfraz, todo hecho con fina y delicada destreza
artística.
III
MIRIAM MARRERO: LAS MUJERES BELLAS Y ROMÁNTICAS, LOS HOMBRES HERMOSOS Y LA
“POESÍA DEL ESPACIO CASERO”
1.
“LAS PEPENADORAS” [2015]. Es
una pintura única, diferente, en la serie de los once cuadros de Marrero
exhibidos en la muestra “Sendero común”. En el primer plano del cuadro, tres
mujeres de vestidos largos y pañoletas a la cabeza recogen basura en medio de
un montón de desechos de productos comerciales contemporáneos. Al fondo, en la
lejanía, se mira una ciudad con altos y modernos rascacielos blanquecinos. La
basura se difumina sobre el campo de tierra café. En tanto, las mujeres
aparecen con imágenes más marcadas con el dibujo y el suave colorido, como si
se enfocara con una cámara de cine. Ellas visten faldas color café oscuro y
rosa claro y blusas color rojo, amarillo claro y marrón claro. A la derecha del
cuadro, se ven unas casas lejanas de muros blancos y techos de tejas rojas, las
cuales tal vez son las viviendas donde ellas habitan pobremente, en una zona
campirana.
Dentro de la colección presentada en “Sendero común”, es
el único cuadro que atrapa a la mujer de la clase baja marginal, mujeres de la
pobreza, que no exhiben su belleza y su sensualidad corporal. Sin embargo, la
pintora las traza con gran amor y ternura, usando colores suaves, serenos,
tersos, bajo un inmenso cielo blanco, ligeramente gris y amarillo. Ellas
trabajan muy afanosamente sobre un terreno enorme, espacio abierto.
Esencialmente, el encuadre y la perspectiva espacial de
la artista y el estilo realista son similares a los cuadros de la pintura
paisajística del pintor francés realista Jean-François Millet (1814-1875),
quien pintó numerosas obras sobre campesinos de su país laborando en faenas agrícolas.
Entre las pinturas del francés, destacan “The
Potato Harvest” (1855) y “The Angelus”
(1857-1858) (“Jean-François”), En especial, “LAS PEPENADORAS” de Marrero es semejante al cuadro de Millet “The Gleaners” (1857), en el cual se
observa a tres mujeres campesinas recogiendo hierbas secas en medio de un campo
con casas y árboles al fondo. Por esta influencia artística, la pintura de
Marrero es uno de los mejores cuadros de la exposición por el contenido social,
la forma estética realista y la actualidad contemporánea. Sin embargo, la
pintora mexicana re-textualiza y recrea esta labor ardua de la mujer pobre y la
ubica esta vez en las ciudades contemporáneas. En su obra, se exalta a la
pobreza en los suburbios lejanos de una urbe indeterminada, tal vez
estadounidense; se celebra el constante trabajo humano de las anónimas mujeres,
laborando justo en el primer plano de la pintura, como una forma de
sobrevivencia. El crudo realismo del evento o acto de pepenar desechos se
suaviza, se disuelve, se idealiza un tanto con los colores amables y dulces. En
consecuencia, las figuras tres femeninas esplenden belleza, dignidad humana,
sobre la borroneada basura y bajo la belleza del espacioso campo.
En
resumen, “LAS PEPENADORAS” es una
pintura vigorosa: La dignidad moral de la mujer de clase marginal se vuelve
sobrevivencia económica y paisaje, faena solidaria y comunal, dentro de la
“vegetación” de la basura, en la soledad del campo cercano a la gran ciudad y
bajo la inmensidad del cielo. En este cuadro, las figuras femeninas se ubican
en un contexto social más poderoso, a diferencia de los otros veinte cuadros de
Ortiz y Marrero de la muestra “Sendero común”, los cuales son mas estetizantes,
románticos e idealizados.
Fundamentalmente, Marrero plasma gran belleza en “LAS PEPENADORAS” con la generosidad de su corazón, de su imaginación creadora, de
los colores claros y serenos y de los contornos tiernos que ha cuajado esta
artista mexicana.
"LAS PEPENADORAS" DE MIRIAM MARRERO |
2.
“RECITAL” [2015]. Esta obra
aborda a un personaje infantil con una perspectiva amable y muy positiva. En el
centro del cuadro, un niño toca una flauta, muy concentrado, solitario, sentado
sobre unos escalones blancos de cantera, justo a la entrada de una casa. Tres
gatos le ponen atención con curiosidad sobre la banqueta, uno de ellos trepado
sobre un pequeño muro. El niño viste jeans azules remangados, camiseta blanca
de tirantes. Las paredes de las casas son blancas y se mira la hilera de construcciones
diluyéndose en formas hacia el fondo del callejón. Sin embargo, las imágenes
centrales de niño y gatos aparecen en un primer plano.
Este personaje imaginario es el único niño en toda la
muestra de “Sendero común”. Desde la perspectiva de la pintora Marrero, este
protagonista es exaltado como un pequeño artista en ciernes que brinda un
anónimo “recital” de música en la calle, dentro de una escena llena de ternura,
soledad y belleza grácil. Los escalones muestran pinceladas gruesas y el resto
son colores más planos. El conjunto es propio de una escena de almanaque, de una
postal o de una obra del pintor barroco español Bartolomé Esteban Murillo
(1617-1682), el cual pintó diversos cuadros con niños, con una mirada amable.
La de Marrero es una escena idealizada: Gatitos de
“público” y músico infante concentrado. En especial, el título de la obra
subraya la categoría de exaltación de un anónimo niño que toca su flauta en una
calle, para su escaso e inusitado público.
11.
“TENDRESSE” [2015]. “Tendresse”
es el sustantivo en francés que se refiere al sentimiento de “ternura”, lo cual
subraya la visión europeizante de Marrero en varios de los cuadros de “Sendero
común”. En el primer plano del cuadro, una niña mira con tristeza tierna y graciosas
trenzas de cabello castaño, un tanto desarreglado. Trae un abrigo con cuadritos
rojos y blancos. Sus piernas lucen un poco desnudas bajo el frío de la calle.
Como en la obra anterior, la infancia aparece acompañada de animales domésticos.
En esta ocasión, un simpático y atento perro pinto se encuentra sentado y la
mira, dentro de una calle de casas pobres al fondo, balcones, muros blancos,
grises y amarillos un tanto agrietados y descascarados. En esta escena comienza
a caer un poco de nieve. El cuadro luce como un “shot” o toma de cine callejera de filme europeo en un plano de dos.
Esta
pintura al óleo se centra básicamente en la infancia pobre de las calles, la
soledad y la desolación de una niña. Es una pequeña de piel blanca y el título
de la pintura está en francés, entonces es posible que se trate de una
población de ese famoso país europeo. Resalta la desolación de la cara, la
excesiva palidez de la piel, los ojos muy lánguidos y con oscuras ojeras, la
gracia de su perro fiel que la mira. La pintura puede verse como un cuadro de
postal o almanaque, con buen dibujo, colores pálidos, desolados e “invernales”:
La infancia en las urbes y barrios pobres como centro del cuadro. En general, las
imágenes humanas, animales y objetuales son figuras y espacios realistas, un
tanto “dulcificados” por la gracia triste de la niña, desde la mirada tierna de
la emocionada pintora que plasma con pincel emocionado una escena callejera,
tal vez imaginada o recordada. En especial, el rostro de la infante es
verdaderamente fascinante por su realismo contundente u por el cuidado del
pincel para congelar el trazo perfecto del gesto facial de la niña, que casi lo
es todo en el cuadro.
4.
“RETAZOS DE TIEMPO” [2015]. La
imagen humana es otra vez el centro del cuadro, vista con intensa mirada
poética y un alto simbolismo anunciado en el título de la obra y representado
en unas simples telas. Una mujer semidesnuda, de piel muy blanca y hermosa,
mira hacia un punto indeterminado, muy reflexiva. En particular, ella se toma
con sus manos una especie de cadena negra de tela, entreverada, la cual está
enredada justo en su torso y en su cuello. Porta unos velos transparentes en la
cabeza, los cuales penden y flotan ligeramente hacia abajo. Brotan de estos
velos unos papeles escritos con tinta de bolígrafo que salen precisamente de
esas delicadas telas por el lado izquierdo de su espalda. Sobre un fondo
neutralmente gris y verdoso, resplandece su piel pura de belleza, sus labios
apretados de rojo como pulpa sabrosa, sus ojos duros un poco ojerosos, su nariz
delicada. Sobre todo, se admira el sugerente “viaje” interior de sus ojos hacia
el tiempo de la memoria, hacia los recuerdos tristes o “retazos del tiempo”.
Como puede
verse, es un cuadro muy simbólico, altamente estetizante y refinado: La cadena
puede ser un pasado oscuro que la ata, que le trae recuerdos de un viejo amor
tal vez, que evoca emociones profundas que la envuelven y la sobrecogen en ese
instante de reflexión y recuerdo. Los velos son belleza y palabras de cartas de
amor, trazados con contornos muy suaves y con colores claros y serenos. Estos
colores armonizan con el metafórico título y el drama interno de la bella
mujer: Ella vive entre “retazos del tiempo”. La palabra “retazo” se relaciona
con las telas de los velos y las cartas de amor que son como cadenas también.
En resumen, todo el cuadro está “tejido” hábilmente con detalles significativos
(cadena de tela, velos, cartas) en la vida de una mujer bella y joven, víctima
del recuerdo de un amor. Es el prototipo
de la mujer bella y romántica en la pintura de Marrero.
"RETAZOS DE TIEMPO" DE MIRIAM MARRERO |
5.
“LEONARDO” [2015]. Esta obra
propone un paradigma masculino: El genio universal. Se concentra en la figura
sensual y creativa del hombre, con la misma perspectiva estetizante de las
obras con personajes femeninos de Marrero. Un hombre desnudo y atlético se
encuentra sentado en un sofá, meditando, de perfil. Porta un enorme libro café
de artista o diseñador, con las siguientes palabras en latín: “VIRTUTEM FORMA DECORAT”. Un armazón de
alas artificiales hechas con madera se ve a la derecha del cuadro, como un
esqueleto o telaraña. Asimismo, flota mágicamente en el aire cubo blanco formado
con algunos cuadros insertados como una proyección psíquica de la mente del
hombre, como perfecto símbolo del pensador. El hombre está sentado sobre un
manto transparente y el fondo es de un neutralísimo color gris. A la izquierda,
aparecen unos números romanos (MCDVII) que designan el año de 1507, un tiempo
en que vivió este hombre del Renacimiento.
El conjunto de las imágenes resaltan la gran belleza
corporal del hombre; su actividad intelectual, reflexiva y creativa; y su alta sensualidad
proyectada con el atlético torso desnudo. La pintura de Marrero imagina el
proceso creador de inventor y artista, con una escena quintaesenciada. Hace
referencia al artista italiano Leonardo Da Vinci (1452-1519), quien se dedicó a
las matemáticas, la pintura, la escultura, la arquitectura, la ciencia, la
música, la ingeniería, la anatomía, la literatura, la geología, la botánica, la
historia y la cartografía. Fue considerado como genio universal y hombre del
Renacimiento. Por todo ello, Marrero rinde homenaje a dicho artista con esta
pintura. El personaje de ella luce en plena juventud creadora, en una escena
altamente idealizada y viril por su conjunto y sus colores claros. Por ser una
figura masculina, se aparta de la serie de las mujeres idealizadas por su
belleza y, al mismo tiempo, recrea a un personaje histórico y genio del arte
con su imaginación artística y su perspectiva femenina que erotiza al pintor
florentino.
"LEONARDO" DE MIRIAM MARRERO |
6.
“MELANCOLÍA” [2015]. La
alta belleza de la escena neutraliza el título negativo del cuadro y contrasta
la sofisticada y fina belleza de una mujer con la corroída pared del fon. En
esta pintura al óleo, una mujer descansa sobre una pequeña banca de madera
color café claro. Su flamante vestido exhibe una cola larga profusamente roja y
exótica y un largo listón rojo en el cuello que vuela hacia arriba, casi
mágicamente. Atrás de ella, dominan la pared grande de color plomizo, un tanto
descascarada, con grietas, donde aparece el rostro grande y bello de un hombre
de barba breve y rubia y ojos dulces, como una proyección psíquica de la
evocadora mujer, como una fantasía romántica. Un perrito blanco de raza French Poodle mordisquea amorosamente la
cola del vestido de la solitaria mujer, justo a la derecha del cuadro, y luce
gracioso. En particular, esta mujer es esbelta, con piernas extremadamente
blancas y descubiertas por el mínimo vestido, cabello negro revuelto. Muestra
los ojos negros un tanto idos en los amorosos recuerdos de su memoria, que se
proyectan en el muro con la imagen del amado. En resumen, el cuadro retrata la
tristeza, los recuerdos y el amor perdido o ausente de una mujer sofisticada,
cosmopolita, bella y elegante. Esta visión estética contrasta con las
desoladoras grietas del muro. En particular, las telas rojas largas del vestido
y del cuello denotan pasión, desolación y, por momentos, disputan el aparente protagonismo
del enorme y dominante espacio del muro, que luce como pantalla de cine, vieja
y evocadora, como un recuadro yuxtapuesto con la imagen del hombre ausente.
En general, “MELANCOLÍA”
es una escena fina y romántica como de película de amor de Hollywood o una foto
de una revista para mujeres, trazada con contornos suaves y contrastantes
colores. El cuadro es también como un cartel de cine, hecho con gran maestría
creativa. Esencialmente, la melancolía que anuncia el título se vuelve muy
bella, bajo el impulso atrevido del pincel y la imaginación de la arista y el dominante
bicromatismo contrastante. En especial, el vestido sensual y volante deriva
paradójicamente en gotas de sangre desprendidas de la tela y en “retazos” de
pasión y dolor ardientes de puro rojo. Aunque vive una emoción triste, la fina
belleza de la mujer sobresalen y se fija en la memoria como una imagen
inolvidable: Sus muslos delicados, sus zapatos negros de tacón, su rostro
sufrido y la pasión desbordada en el rojo vestido.
"MELANCOLIA" DE MIRIAM MARRERO |
7.
“PARA LA LIBERTAD” [2015]. Un
rostro masculino extremadamente bello ocupa el primerísimo plano sobre un fondo
gris. En la serie de bellezas femeninas, es el tercer hombre en los cuadros de
Marrero. El rostro se embellece con pinceladas gruesas de suaves y tenues
blancos y un tanto verdes, que dan un toque expresionista, pero sin
distorsionar la cara ni proyectar una fealdad grotesca. A la izquierda del
rostro, se leen estas palabras románticas: “Con tres heridas yo: / La de la
vida / la de la muerte / la del amor”.
Como se ve, la artista se personaliza en esta “ficción
pictórica”, usando la primera persona de singular en ese breve poema y exalta a
su amado, su pasión y su sufrimiento de manera reconcentrada y profunda. Por el
título y la palabra “heridas”, la pintura se trata de un amor perdido que
altera la vida de la autora ausente en el cuadro. Finalmente, la pérdida de ese
amor todavía exaltado en este retrato le concede finalmente la libertad
individual, según esta confesión pictórica en forma de poema y de acuerdo al
título de la pintura. A diferencia de los otros cuadros de Marrero, el hombre
es el centro poderoso del cuadro: Su bello y viril rostro de ojos verdes. Y las
pinceladas gruesas remarcan la disolución del pasado romántico, el recuerdo y
la belleza de ese hombre. El breve poema refuerza el gran contenido romántico
de la obra, dentro de la tendencia a representar a las mujeres enamoradas, pero
en esta ocasión es la propia pintora o un personaje femenino ficcional la mujer
ausente.
"PARA LA LIBERTAD" DE MIRIAM MARRERO |
8.
“LA MAGIA DE LAS HORAS” [2015]. Esta
pintura potencia con hábil dibujo y brillante colorido a la mujer feliz y muy
bella, mediante el trazo de gestos faciales alegres y el diseño de los ojos
enormes y muy vivos, en medio de una situación extraña y hasta fantástica: Ella
trae un cómico sombrero de hombre y, justo sobre la copa, se ve a una feliz y
vivaz ranilla que mira curiosamente a los espectadores del cuadro. En la
pintura, un poderoso verde brillante del fondo envuelve el busto de una bella
mujer de vestido verde escotado, con olancillos transparentes y un curioso
sombrero de bombín azulísimo y con ancha cinta color rosa. En especial, la
tierna ranilla verde limón asoma graciosamente sobre el alto copo del sombrero.
Justo atrás de ella, se yergue un enorme y circular reloj color café oscuro con
manecillas y números marrón claro, el cual marca casi las diez horas. Este
aparato dota de fantasía y alegría a la escena mágica del transcurso del tiempo,
entre serpentinas blancas volantes. Los cabellos son largos y pelirrojos y se
ven un tanto rebeldes. En tanto, la cara tan femenina luce muy armónica y es
bellísima, con labios gruesos y sensuales, ojos café claros enormes y hermosos.
Las serpentinas voladoras son en realidad algunos números que flotan
mágicamente sobre el aire, indicando el paso de las horas como tiempo mágico
que vive este personaje femenino. Por momentos, parece una imagen irreal por el
intenso colorido, por el reloj, los números flotantes y la ranita.
En suma,
es una escena un tanto onírica y fantástica que envuelve a la mujer en el paso
del tiempo. La belleza intensa de los verdes esmeralda en el fondo es casi
irreal y se refleja esto en la combinación absurda del sensual y brillante
vestido verde y del varonil sombrero de copa, Asimismo, la hermosura ideal y
sensual de cuello y cara tan femeninos contrasta marcadamente con el absurdo
sombrero varonil y, sobre todo, con la presencia rara de la ranilla, con su
gracia de dibujo animado que mira hacia el espectador.
En conclusión, el cuadro “LA MAGIA DE LAS HORAS” ocupa un lugar diferente, dentro de la
serie de mujeres de belleza idealizada. Sus imágenes vistas desde el
primerísimo plano son un efecto de belleza, humor y magia, para configurar de
manera novedosa el papel del tiempo en la vida humana. Es una alegoría
fantástica del tiempo en la vida de la mujer, quien permanece muy bella y feliz:
“La Mujer Esmeralda”. En general, las imágenes son reconcentradas y simbólicas,
todas ellas trazadas con dibujo diestro y colores brillantes y vigorosos. La
factura artística es impecable y fina y su contenido parece un tanto extraño y
hasta cómico por la combinación de mujer bella y joven, sombrero viril y de
color intenso, la ranilla y el reloj como apariciones fantásticas y raras.
9.
“PRELUDIO” [2015]. Esta obra es
como una escena muy dinámica de filme musical o cartel de publicidad para un
concierto, pero con la presencia de una joven mujer plena de belleza y
sensualidad. Representa a la mujer artista, en medio de una escena fantástica. En
el cuadro, una alígera y bella jovencita pelirroja toca una viola, de pie y de
manera desenfadada. Su vestido es de un robusto violeta. Enseña sus deliciosos
y sensuales pechos y hombros. Muestra unos curiosos y blanquinegros círculos de
ojos y mascarillas en la tela flotante de su vestido. En el fondo marrón claro,
se ven tres enormes pentagramas con signos musicales café claro. Abajo, se
desgaja una profusa nebulosa de colores negro, azul y verde, llena de
abundantes figurillas geométricas blancas y rojas. En especial, este flujo de
signos, que parecen representar la música también, se visualiza claramente,
justo al pie de la joven.
El conjunto de las imágenes humanas y signo-gráficas del
cuadro es muy bello y feliz, como propio de un cartel que anuncia una película
o un concierto de música, como ya se apuntó antes. Esta especie de “póster” es
muy simbólica. Por un lado, lo realista y lo concreto son la mujer con el preciado
instrumento de cuerdas, trazado con factura idealista y estetizante. Por otro,
lo simbólico y lo abstracto son la sonora música representada con signos
gráficos alrededor de ella, trazados visualmente en forma lógica (pentagramas
gigantes) y en forma mágica e irracional (lluvia de colores y figuras abajo).
Todos estos signos y colores finalmente se refieren al fluir de la música como
sonidos armónicos.
En la visión idealizada y estetizante de la prodigiosa artista
Marrero, la mujer es un ente bello, sensual y joven y proyecta su sensibilidad
humana a través del arte musical en esta ocasión. Ésta es precisamente la
perspectiva artística que domina en casi todos los once cuadros de Marrero y de
la muestra colectiva “Sendero común”.
"PRELUDIO" DE MIRIAM MARRERO |
10.
“REVUELO DE PALOMAS” [2015]. “La
casa de las palomas solitarias” podría ser otro posible título de esta hermosa
pintura. Esencialmente, el cuadro capta la belleza poética del instante dentro
de un espacio domestico y con la presencia de las bellas aves. En la obra,
aparece un nuevo motivo en la serie de once cuadros de Marrero: El espacio
casero. Se trata de un fragmento de habitación completamente vacía. La pintora
mexicana captura la belleza de las palomas volando mágicamente en el aire, pero
bajo el techo, y posándose en el suelo de madera y en una escalera. Las
imágenes configuradas son poesía pura, un perfecto “haikú” de palomas. Lo que
cuenta en el cuadro es la sustancia de los colores apagados: El trazo del piso
de madera gris amarillo, las paredes grises y verdosas y viejas, una hermosa y
estrecha puerta de madera y con ventanillas de cristal, una pequeña escalera de
caracol hecha de metal: Es todo el espacio de la casa sola.
En cuanto a la destreza artística, la pintura exhibe pinceladas
gruesas y planas, que se untan en el cuadro para forjar las figuras objetuales
y animales, sin la presencia humana: El espacio y las aves. Se forja entonces el
instante poético de la solitaria vida animal, captado con gracia y ojo claro y
alma extasiada por la artista Marrero. Breve vida que se va, pero el arte
plástico la fija con simples colores de silencio. En especial, se realza el
abandono de la casa que se alimenta de la presencia pequeña de las vivaces
palomas blancas y azul-grises, seis volando en el aire, seis en el suelo y dos
posadas en la escalerilla. En las aves que vuelan se concentra en especial la
preciosa y pura perspectiva de la belleza efímera, dinámica belleza
irrepetible, como la rosa viva que muere.
Así pues, el portento estético de Marrero es fijar como
en una foto lo material y lo orgánico produciendo poesía y arte; lo humano y lo
natural, mediante su exacto y sensible pincel de la imaginación. Más: Sus
precisos y preciosos ojos de pintora: Los del alma imaginante. Sin duda, “EL VUELO DE LAS PALOMAS” es uno de los
mejores cuadros de la pintora, al lado de las obras “LAS PEPENADORAS” y “ARRULLO”.
Curiosamente, los tres cuadros citados se apartan de la visión dominante de
representar la belleza idealizada de la mujer (o del hombre). Sin la dominante
presencia de la mujer, la poesía pura adquiere color, vigor, belleza y
presencia vívida en la memoria del espectador. Finalmente, la solitaria
habitación o “La casa de las palomas” dimensionan su belleza con colores suaves
y neutros y hasta un poco texturales. Belleza congelada en el tiempo del
instante y de la poesía pura.
"REVUELO DE PALOMAS" DE MIRIAM MARRERO |
11.
“ARRULLO” [2015]. Es la pintura
más sublime, más narrativa y más “literaria” de Marrero, ya que se yuxtaponen dos
realidades: La ficcional de una ópera y la real de una casa abandonada. En especial,
las figuras animales, vegetales y objetuales transmiten ambigüedad y significados
abiertos, forjados a partir de la ausencia, el vacío, la soledad y el abandono
dentro de una casa, sin la presencia de los humanos. Sus imágenes giran en
torno a la famosa ópera de tema trágico Madame Butterfly del músico italiano
Giacomo Puccini por un cartel de dicha obra colocado en el interior de una casa
abandonada. En esta obra musical, el oficial naval norteamericano Pinkerton
renta una casa en Nagasaki, Japón, con su adolescente esposa japonesa
Ciocio-san o “Butterfly”. Ella se convierte al cristianismo y en la boda su tío
la maldice por tal motivo. Tres años después, ella aguarda el regreso de su
esposo. Luego, ella le confiesa al cónsul norteamericano Sharpless que ha
concebido un hijo con el oficial ausente. Después, Pinkerton y regresa a la casa
de Japón con su nueva esposa Kate de origen estadounidense y ambos acuerdan
criar al niño de Butterfly. Finalmente, la japonesita se suicida cortándose la
garganta con un cuchillo.
En el cuadro de Marrero, la historia de Madame
Butterfly aparece como un mero referente intertextual, pero el espacio de
la casa contiene elementos realistas de la propia obra que hacen muy compleja
la interpretación. De este modo, los espectadores pueden pensar que la
habitación mostrada en el cuarto es el escenario mismo de la ópera o que ocurre
un evento similar al de la historia de la ficción musical. Un cuarto solitario
y ruinoso y sucio con hojas y ramas secas es el “personaje central”. Tiene
paredes colores verde y marrón claros, con algunos chorros de lodo arriba. Esta
habitación envuelve a una vieja carriola para bebés de color marrón claro, la
cual está cubierta de ramas. Otra vez, Marrero elige los colores apagados para
reproducir una escena de tristeza y de poesía pura.
El vacío de la habitación parece sugerir que unas
personas recolectaron y dejaron esas ramas en la carriola y se llevaron al
bebé, como la pareja norteamericana de los Pinkerton. Abajo, en el piso de
madera café, descansan montones de hojillas secas color naranja como versos
viejos y algunas ramas con florecillas rosadas de cerezo. Varias mariposas blancas
y amarillas vuelan cerca de la carriola. En especial, se ven en la pared
frontal dos grandes abanicos orientales, uno rosado y otro amarillo, lo cual
sugiere que se trata de un ambiente de la cultura china. Sin embargo, el objeto
más desconcertante de la pintura es un viejo cartel de la ópera Madama
Butterfly del compositor italiano Giacomo Puccini, el cual se encuentra
pegado a un lado de los dos abanicos. Este póster muestra la figura de una mujer
china vestida con un precioso kimono azul oscuro con un cinturón atado en la
parte posterior de la cintura de ella. El cartel parece ser el elemento clave
de la interpretación cultural de la pintura de Marrero y de la posible
explicación del aparente destino de la infortunada y trágica joven china
Cian-cio. El personaje de la ópera está sentada en una casa oriental ficcional
y mira por los cristales de una ventana los árboles de cerezo, los cuales
tienen sus delgadas ramas y sus tenues “lucecitas” florales color rosado,
viéndose como delicadas miniaturas. Entonces, la escena pintada puede verse
como el escenario teatral de la ópera por el abandono de la carriola y la
ausencia del bebé y los Pinkerton y algo más: ¿Acaso los personajes ausentes
vivían en verdad en una casa oriental, dejaron la carriola y simplemente se
fueron a otro lugar?
Como puede verse, “ARRULLO”
es un cuadro complejo y ambiguo basado en la ausencia, el olvido, la ruina, el
abandono y la soledad, todo ello captado con una delicadeza refinada, con un
misterio de obra literaria o película. En la pintura de Marrero, los contornos
del dibujo son fuertes y definidos y los colores claros planos impactan la
construcción de la escena poderosamente. El presente de la escena es ruinoso y
solitario y contrasta con el tiempo pasado que describe el cartel de la obra,
lo cual remarca la belleza, el vivo colorido del vestido azul y la vida con sus
imágenes de mujer, arte y árboles cerezos. Sin embargo, el presente es en sí
bellísimo por la configuración de la ruina misma del espacio y los objetos,
todos ellos trazados con colores suaves y serenos; por la perfecta diseminación casi artesanal de
objetos, carros, hojas, ramas, abanicos, cartel, sobre el piso de madera y
sobre los muros deteriorados de la vivienda. De esta manera, la basura vegetal,
la carriola vieja y desvencijada, la viva belleza de las mariposas de breve
cuerpo, todo ello dota de una delicadeza al cuadro. Como en la pintura “REVUELO DE PALOMAS”, no importan tanto
los elementos ausentes en la escena de “ARRULLO”,
los humanos, sino el espacio mismo con sus objetos, vegetales y/o animales.
Ambos cuadros construyen lo que puede llamarse “la poesía de la ruina” o “la
poesía del espacio casero o doméstico”. Ambos emanan un misterio de adivinanza.
En tanto, “ARRULLO” luce como una
escena de película de misterio, justo después de haber ocurrido los hechos.
En especial, los dos grandes abanicos muestran su intacta
belleza de “mariposas” inmateriales, artesanía para manos, decoración, quietud,
su gran belleza de poema visual. El conjunto del cuadro denota, pues, misterio
y ambigüedad por las figuras animales, vegetales y objetuales presentes; expone
una cierta narratividad congelada, sin humanos, y con la perturbadora
intertextualidad de colocar el cartel de la ópera de Puccini, justo en un
espacio casero similar al de la historia ficcional de la obra musical. Entonces,
puede surgir otra pregunta: ¿Acaso la casa abandonada del cuadro perteneció a
una vieja cantante de ópera o a un fantasma?
La ausencia de personas en el cuadro de Marrero es la
esencia de este cuadro narrativo y los objetos son parte de la posible biografía
de los ausentes. La soledad y el abandono se subliman con delicadeza, finos
dibujos, figurativismo poético, colores suaves, manchones en casa. Sobre todo, relucen
las frágiles mariposas flotantes que son como artesanía en miniatura. Estas
mariposas constituyen la poesía del instante o la mágica foto de la belleza en
movimiento y revelan el milagro de la vida y la belleza pura, de la misma forma
que las palomas se cristalizan en belleza dentro de la casa abandonada de la
pintura anterior “REVUELO DE PALOMAS”.
Sin duda, esta pintura es la más personal, compleja y
profunda de Miriam Marrero. Se concentra, en suma, en la ausencia, el abandono,
la soledad, la ruina, el misterio y los objetos mínimos (mariposas, abanicos,
hojas), que son como “haikús”, como flores de cerezo, miniaturas, artesanía,
silencio y belleza. Estas abstractas imágenes adquieren resonancia en la
disposición de todos los objetos y del espacio: Vegetales, casa, aves, insectos
de suprema belleza, colores claros: Instantes puros, instantes de tiempo
cristalizado en lo bello, lo delicado. Finalmente, “el arrullo” del título es una
ironía: No hay bebé en la carriola, pero la belleza ruinosa se arrulla
mágicamente y se eleva con el vuelo de las mariposas como un sueño solo.
"ARRULLO" DE MIRIAM MARRERO |
IV LA MUESTRA “SENDERO COMUN” Y BIOGRAFÍA BREVE DE HELENA
ORTIZ Y MIRIAM MARRERO
Un total
de veintiún pinturas al óleo formaron parte de la muestra “Sendero común” y fueron
expuestas en la Sala Guirnalda del museo Casa
Chihuahua Siglo XIX, durante el mes de julio de 2015. Sus autoras eran
Helena Ortiz y Miriam Marrero. En general, los cuadros exhibían mujeres de
diferentes generaciones, nacionalidades, etnias y estados civiles, muchas de
ellas como retratos en la postura básica de bustos. Unas eran figuras realistas
y otras fantásticas, unas eran mujeres europeas y otras mujeres románticas. La visión
de la mujer por parte de ambas artistas era idealizada, poética y hasta
fantástica, con diversos personajes femeninos altamente estilizados, trazados con
colores intensos y brillantes o colores suaves y dulces. La forma dominante del
retrato dominó dicha presentación artística y eran una hechura reciente, propia
de las primeras décadas del siglo XXI. En adición, Ortiz y Marrero presentaron en
la citada muestra algunos cuadros con imágenes de niños y, en particular, la segunda
artista exploró parcialmente algunas figuras masculinas de gran belleza física,
ya sea ficcionales o históricos como el caso del cuadro sobre el pintor italiano
renacentista Leonardo Da Vinci.
Las dos
pintoras analizadas en el presente artículo estudian en el taller del maestro
Salvador Marrero Bautista, donde han aprendido las técnicas del óleo, el
acrílico, el pastel, la acuarela y del dibujo. Por un lado, las pinturas de
Helena Ortiz Alamilla plasman imágenes figurativas y monocromas con figuras
femeninas y de la naturaleza, vistas como mundos fantásticos (“Inauguran”). Por
otro, Miriam Leonor Marrero Bautista es nativa de la ciudad de Durango, vive en
la ciudad de Chihuahua desde 1996 y sus trabajos son figurativos, realistas y
nostálgicos (“Inauguran”). Ambas pintoras expusieron sus obras en la muestra
“Sendero común”, la cual fue inaugurada el 3 de julio de 2015 y se mantuvo en
el Museo Casa Chihuahua Siglo XIX
durante todo el mes de julio de dicho año.
En el cartel
de presentación exhibido en julio de 2015, Susy Montes hace una breve
caracterización del estilo artístico de las pintoras Helena Ortiz y Miriam
Marrero. En primer lugar, ella apunta que en la pintura de Helena Ortiz se
observa una “estética fantástica” con un “halo benevolente y dulce”, plasmado
con “colores más intensos que la realidad”. Por ejemplo, dice que el cuadro “DARKETTA LIGHT” enseña sobre todo
“erotismo”; en tanto, en la pintura “ELEONORA”
el cabello “flota suspendido en movimiento perpetuo”. En segundo lugar, Montes
considera que la pintura de Marrero tiene “colores intensos, grises,
melancólicos”. Por ejemplo, el brillante cuadro “ARRULLO” puede definirse como un “juego de superposición de
realidades” y “la cercanía con la tragedia escenificada es mucho más tangible”.
En
general, Helena Ortiz y Miriam Marrero comparten en estas veintiuna pinturas
analizadas un “sendero común”, como reza el título de la muestra pictórica de
la Casa Chihuahua Siglo XIX: La dominante
visión de la mujer como ente muy bello, sofisticado, tierno, melancólico, alegre.
Ellas construyen en sus cuadros al óleo pintados durante las dos primeras
décadas del siglo XXI verdaderos prototipos femeninos de belleza con un marcado
enfoque poético, altamente estetizante y a veces hasta fantástico: Van del
erotismo a la elegancia a la aristocracia, a la ensoñación, a la artista, al
misterio, al amor, a la memoria, a la soledad. . . Por ejemplo, tres cuadros de
Ortiz representan a diferentes paradigmas femeninos: “DARKETTA LIGHT” es la mujer puramente erótica, idealizada; “LOLA”, la elegancia misma; y “MEDUSA”, el sueño marino. En tanto, “LAS PEPENADORAS” de Marrero puede verse
como el trabajo arduo y comunitario. En general, sus cuadros trazan más
imágenes de mujeres que de hombres y sus personajes femeninos son más europeos,
estadounidenses y/o fantásticos que mexicanos. Asimismo, dentro de esta visión
femenina, estetizante, idealizada y romántica de la mujer, desarrollan un breve
y bello “remanso de arte” con la ternura, la tristeza y/o la dulzura de los
niños, la melancolía romántica despertada por los bellos amados ausentes y, en
especial, con la exaltación idealizada del pintor renacentista italiano Leonardo
Da Vinci como el paradigma del genio creador y del hombre bello.
Obras citadas
“Inauguran la muestra pictórica ‘Sendero común’.’’ Instituto de Cultura del
Municipio. 4 julio 2015. Ayuntamiento de Chihuahua. 7
septiembre 2016.
“Casa de Tudor.” Wikipedia. La enciclopedia libre. 7 septiembre
2016. Fundación
Wikimedia, Inc. 8 junio 2016. <https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_Tudor>.
“Jean-Francois Millet.”
Wikipedia. The Free Encylopedia. 7 September 2016.
Wikimedia
Foundation, Inc. 13 July 2016.
(TODAS
LAS FOTOS FUERON TOMADAS POR ÓSCAR ROBLES)
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