Sin cultura profunda, no hay información útil, conocimiento humanísticos y científicos, educación, civilidad, comunidad, ética, moral, religión, espiritualidad, nacionalismo auténtico, gobierno, leyes, tecnología, arte, literatura. . .
Sin cultura popular y no populachera, sin cultura culta y no arrogante, no surgen verdaderos seres humanos ni se cultiva el humanismo, sino que se desarrolla la pura materia dura, se vive con el hambre permanente de riqueza y diversión y se busca obsesivamente tener objetos y dinero en abundancia y practicar vicios salvajes, mediante la corrupción, el patrimonialismo absurdo y otras formas ilegales de ser ciudadano en una nación moderna.
México debe reencontrar y fomentar la cultura profunda, por medio de las instituciones de civilización: familias, escuelas, iglesias, gobiernos, sindicatos, sociedades civiles, cooperativas, empresas y medios de comunicación masiva.
El predominio del mercado y la publicidad excesivos y de “la civilización del espectáculo” puede ser verdaderamente destructivo y formar personas ociosas, materialistas y hasta anti-ciudadanas.
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