El Salmo 12 es una denuncia abierta y una sentida queja contra una sociedad plagada de malvados, hipócritas, mentirosos y viciosos: una sociedad corrupta en su moralidad. El hablante lírico es un creyente fiel en Dios y apela dos veces a la divinidad de manera directa usando la palabra respetuosa “Señor”. Esa sociedad existió en la Antigüedad, según el testimonio indirecto de este salmo.
En especial, la primera parte de este gran poema religioso es verdaderamente revelador por la desolación, por su expresión directa y por la descripción de un mundo de maldad: “Interviene, Señor, porque ya no hay hombres buenos ni se encuentran ya hombres leales. Cada cual engaña a su prójimo, se dicen buenas palabras, pero con doblez” [Salmo 12: 2-3]. Como se ve, la maldad domina esa sociedad y el creyente en la religión, la espiritualidad y la moral es un ser marginal.
En la segunda parte del texto bíblico, este ser implorante y denunciatorio expone también la grave situación de los marginados sociales. De esta manera, pone en boca de Dios las siguientes palabras, para dar firmeza, certeza y gran fuerza a su gran fe: “los pobres son despojados, gimen los humildes, ahora me levanto —dice el Señor— y prestaré socorro al que es despreciado” [Salmo 12: 6].
Como contraste, la misma y única voz poética se refugia en la protección del Supremo Creador y confía en las palabras verdaderas de Dios. Así pues, este creyente fiel implora a Dios para que proteja a los verdaderos cultivadores de la religión. Sobre todo, resalta la caracterización general de una sociedad y sostiene que la maldad es una práctica muy extendida en una generación entera de seres humanos. Por este motivo, este personaje poético convoca al Supremo Creador: “Tú, Señor, cuidarás de nosotros, protégenos por siempre de esta generación” [Salmo 12: 8]. En particular, dicha generación perversa de la antigüedad se manifiesta en todos los ámbitos de la sociedad, según el final de este trascendental salmo: “Por doquier se andan paseando los malvados y cunde el vicio entre los hijos de Adán” [Salmo 12: 9].
A nivel de contenido general, este poema es sumamente emotivo, pues el hablante poético asume su condición de marginado dentro de una sociedad llena de maldad y perversidad. En este contexto, sobresale una sola y original imagen poética o tropo como recurso propio para potenciar el poder de Dios. Es una “metáfora mineral” acuñada con la fuerza de un artesano del metal y el lenguaje lírico: “Las palabras del Señor son palabras seguras, son como plata pura siete veces purificada en el crisol” [Salmo 12: 7].
En especial, este texto poético del Antiguo Testamento contiene una breve introducción en la edición de La Biblia publicada por la editorial Verbo Divino. Se titula “Contra el mundo mentiroso”. Este fragmento externo al poema religioso denuncia la injusticia, propone la palabra de Dios y conecta el mensaje con Jesucristo, un personaje histórico propio del Nuevo Testamento:
Mentiras, propaganda, falsos profetas de la vida fácil: todo esto disimula las injusticias de todos los días. En cambio, la Palabra de Dios es sincera y juzgará a todos. En la Palabra de Dios hecha carne, es decir, en Cristo, no hay un <> y un <> al mismo tiempo: todas las promesas de Dios han pasado a ser en Él un <> (La Biblia 1202).
Como se observa, este salmo resume una situación degradante de la sociedad de la Antigüedad. Esta definición sumaria y quintaesenciada puede ser aplicada a la sociedad mexicana del siglo XXI, la cual ha sido afectada profundamente por el materialismo, el consumismo, la ambición, el crimen, la violencia, el vicio y la ingobernabilidad. Los elementos esenciales de dicho poema lo marcan: mentira, traición, vicio y una generalizada maldad perversa extendida en una buena parte de la sociedad.
En tanto, aparecen los pobres como víctimas de los malvados y la figura de Dios como el protector de los marginados.
Sobre todo, explaya la idea de que hay que confiar en la Palabra de Dios, la cual está diseminada en el libro más importante y leído de toda la historia de Occidente, el libro que ha servido de guía moral y espiritual y de cultura e historia de la Antigüedad a millones de cristianos en todo el mundo, durante veintiún siglos: La Biblia.
Hay que leer este documento esencial de la humanidad de manera directa en el hogar, en la escuela, en la iglesia y en todo lugar. Hay que desarrollar la lectura del documento original, para complementar la voz de los intermediarios de la Palabra de Dios, el excesivo y repetitivo ritualismo de la religión y el hieratismo paralizante de los cultos. Debemos convertir la lectura de La Biblia en un hábito diario practicado en la familia, en una referencia cultural más practicada en nuestra vida diaria y en una actividad comunal y solidaria con amigos, vecinos y conciudadanos.
La Biblia es historia, literatura y religión y una enciclopedia del saber universal que aglutina muchos libros.
En el siglo XXI, la maldad perversa se ha manifestado en el individualismo arrogante y materialista, en el culto al patrimonialismo excesivo mediante prácticas legales e ilegales y en el gregarismo sectario, inmoral y transgresor de las leyes. Grupos y mafias se han orientado a controlar a la sociedad, movidos puramente por el poder y la ambición material desmedida y hasta practican crimen, violencia y vicio.
Los seres humanos deben educar a las nuevas generaciones, para convertirlas en seres útiles y constructivos y para disolver la fuerza negativa de las generaciones tanáticas de la maldad y la destrucción.
Hay que practicar más la moral religiosa, la democracia, el liberalismo, el respeto a las leyes y a las reglas sociales, el cumplimiento puntual y consistente de las obligaciones ciudadanas, la educación, la cultura, el nacionalismo y la ética civil.
Obras citadas
La Biblia. 41ª ed. Madrid: Editorial Verbo Divino, 2002.
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