Piensa uno: La Revolución Mexicana es, en realidad, una revolución traicionada. Se pregunta uno: ¿acaso la Revolución no es la mayor hazaña militar e ideológica de la historia de México?
Y cincuenta años de poder institucional del Partido Revolucionario Institucional responden en el siglo XX: la Revolución Mexicana es el símbolo de la alabanza continua, el modelo histórico intocable, el pretexto para retóricas vacías de los gobiernos institucionales.
Es innegable: la Revolución fue el instrumento para el culto positivo a los héroes y la satanización de los antihéroes. Sobre todo, ha funcionado como el instrumento de la dominación del poder político en connivencia con el capitalismo mexicano moderno. Como producto, ha generado la creciente industrialización del país durante una buena parte del siglo XX.
1. LA CORRIENTE CARRANCISTA-OBREGONISTA: LOS TRIUNFADORES DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA
Y vuelve uno a 1910: las alternativas ideológicas de ese año eran el Maderismo o el Magonismo. Finalmente, los triunfadores de la lucha armada surgen de la corriente carrancista-obregonista tras la muerte trágica del presidente coahuilense Francisco I. Madero (1873-1913). Esta tendencia política y militar transforma la Revolución en gobierno institucionalizado durante la etapa de la Posrevolución que abarca el periodo de 1917 a 1928. Así, la Revolución se planteó como un cambio de gobierno, como una mutación de hombres en el poder, todos ellos militares revolucionarios. De este modo, Madero cumple un papel político inicial de desplazar el viejo régimen porfirista; en tanto, el coahuilense Venustiano Carranza (1859-1920) promueve el nuevo marco legal e institucional del país con la creación de la Constitución Política de México; finalmente, el sonorense Álvaro Obregón (1880-1928) ejerce la presidencia por un periodo de gobierno (1924-1928), pero su ambición política lo lleva a romper con los ideales de no reelección expuestos por Madero.
Desde la perspectiva de clases sociales, Madero era en realidad un terrateniente del norte del país que poco hace por resolver a fondo el problema agrario en México. Además, no busca una reivindicación del trabajo como vigorosa fuerza motora de la nación. Por su parte, Venustiano Carranza tiene una posición en la burguesía del norte del país. Como primer jefe político, Carranza fundamenta una gran reforma ortodoxa en la cuestión de la tierra dentro del plano legal y constitucional, pero no la lleva a cabo en el plano real y efectivo.
En contraste, la visión de Ricardo Flores Magón (1873-1922) busca regular la tenencia de la tierra de manera inmediata y efectiva y no quedarse meramente en la simple promulgación de leyes.
En última instancia, la repartición de la tierra en México sí se inicia realmente durante la Posrevolución. Sin embargo, no se pueden medir sus alcances auténticos hasta la década de los treinta cuando el general Lázaro Cárdenas (1895-1970) gobierna el país. En el tiempo de Madero, Carranza y Obregón, los ambiciosos intereses económicos de los terratenientes mexicanos y el abandono del trabajador, detuvieron el proceso de expropiación de la tierra.
Así pues, el problema de la tierra se pospuso posteriormente, durante más de sesenta años de lo que se ha llamado comúnmente el periodo de la “Revolución hecha gobierno” bajo los sucesivos gobiernos emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI). De esta manera, los hombres de la Revolución triunfadora, todos ellos norteños en su mayoría, se preocuparon más por la teorización y la legislación de la cuestión agraria que por la solución práctica y efectiva a los problemas de la repartición de la tierra entre los campesinos mexicanos.
Por ello, el Magonismo representaba una tendencia más justiciera y pragmática durante el difícil periodo de la Posrevolución.
A más de medio siglo de poder institucional, el Magonismo se presenta todavía en el siglo XX como la corriente ideológica y política para rescatar en la historia de México. La organización proletaria independiente y revolucionaria tiene una salida a esta ideología marginada de la Revolución, una ideología que puede ser tomada como un positivo antecedente y como un legítimo expediente histórico de una auténtica revolución obrera y campesina: una revolución masiva. Por este motivo, es interesante analizar a fondo las propuestas de Ricardo Flores Magón a continuación.
2. RICARDO FLORES MAGÓN, EL PARTIDO DE MASAS Y LA PROTECCIÓN DE LOS TRABAJADORES
A la sombra de una historia marxista, Ricardo Flores Magón es un hombre que se caracteriza por promover la organización de un auténtico partido de masas. Sus ideas eran difundidas desde la tribuna del periódico Regeneración o de las publicaciones que generaba dentro de las cárceles estadounidenses donde fue encerrado por sus actividades políticas de izquierda. El escritor José Revueltas (1914 -1976) considera que Flores Magón es un importante ideólogo del socialismo a la mexicana y un representante auténtico de la clase trabajadora, puesto que sus actividades revolucionarias representan el inicio de una conciencia socialista propia y nacional de la clase obrera mexicana. De ahí que su periódico Regeneración es un importante un órgano difusor de las ideas socialistas. Desde que fue fundado, este periódico nace como medio de agitación social, como un organizador del proletariado, promoviendo la acción verdadera para cambiar las estructuras del poder político en México.
Con otro grupo de liberales, Flores Magón proclamó el programa del Partido Liberal Mexicano en 1906. Este partido postulaba una serie de medidas para la protección del trabajador. Se suman a este programa los liberales Juan Sarabia, Antonio I. Villarreal, Librado Rivera, Manuel Sarabia, Rosalío Bustamante y Enrique Flores Magón, quien es el hermano de Ricardo. En este programa, las principales demandas laborales son el salario mínimo y mejores condiciones de higiene y seguridad para el trabajador. No obstante las presiones políticas que sufre, la consigna de Flores Magón se disemina en constantes actividades anarquistas, todas ellas encaminadas a crear un auténtico espíritu revolucionario en el pueblo mexicano.
Asimismo, la naturaleza del espíritu de Ricardo Flores Magón siempre se orienta hacia la lucha armada con el firme propósito de tomar la tierra. En tanto, el Partido Anti-reeleccionista de Madero pretende crear una reforma política y electoral más efectiva y pide un simple “sufragio efectivo no reelección”. En contraste, el Partido Liberal Magonista busca la auténtica libertad política y, sobre todo, lucha por la verdadera libertad económica por medio de la entrega al pueblo de tierras que detentan los terratenientes desde antes de la Revolución Mexicana.
Como se advierte, esta perspectiva de Flores Magón es claramente diferente a la de Madero. Por esta razón, estas diferencias marcan la fractura de relaciones amistosas entre ambos partidos y ambas corrientes ideológicas: el Maderismo y el Magonismo. Ya para 1911, la escisión entre ambas tendencias revolucionarias es definitiva y Flores Magón protesta contra la traición del presidente Madero.
Desde ese año de la escisión entre los dos partidos políticos, la actividad de Flores Magón se margina del foco central revolucionario. Posteriormente, el Magonismo fracasa junto con los movimientos populares villistas y zapatistas, los que representan lo que ha dado en llamarse “La Revolución traicionada”.
Con el paso del tiempo, el Magonismo es la corriente ideológica que plantea una organización proletaria auténtica y una lucha revolucionaria como consigna social, a partir de las condiciones concretas y especificas del momento histórico de la Revolución Mexicana. Sin embargo, hay que dejar a un lado su marcado anarquismo y su visión un tanto utópica, la cual es derivada de las comunidades indígenas mexicanos. Sobre todo, es importante concentrarse en las propuestas de protección de los trabajadores con mejores salarios y mejores condiciones laborales, a la luz de los nuevos tiempos mexicanos.
Particularmente, el programa magonista postula el verdadero e imperativo cambio revolucionario, por medio de la expropiación de las tierras y las industrias, según el Manifiesto de septiembre de 1911. En general, Flores Magón siempre pone al pueblo mexicano como auténticos luchadores sociales y revolucionarios, principalmente durante la etapa bélica de la Revolución Mexicana. Durante su intenso periodo de trabajo ideológico dentro de México y en el exilio, es fiel a su causa y a sus métodos e ideas socialistas y revolucionarios.
Al final de su vida, todavía en prisión, se le pide a Flores Magón que solicite el perdón de los políticos mexicanos. Sin embargo, el ideólogo, periodista y revolucionario mexicano contesta en una carta con una auténtica visión muy emotiva, honesta e idealista y defiende su honra como luchador social y sus veintinueve años de lucha por la libertad, sufriendo hambre, miseria, prisiones, exilio, peligros y problemas de salud.
Sin embargo, sus ideas sobre el reparto efectivo de la tierra entre los campesinos permanecen en el contexto cercano a la Revolución Mexicana como una memoria y una clara denuncia contra las corrientes triunfadoras de esa magna gesta histórica de México, las cuales forman alianza con los viejos terratenientes porfiristas. Especialmente, prevalecen en sus escritos el programa liberal de formación de un verdadero partido de masas y las concretas propuestas para proteger a los trabajadores mexicanos contra los abusos de los patrones y del sistema capitalista mexicano.
[NOTA DEL AUTOR: Este artículo fue publicado originalmente en Aura, suplemento cultural de Novedades de Chihuahua el 18 de noviembre de 1983. La presente es una versión corregida y aumentada para ofrecerla a los gentiles lectores de mi Blog “Bitacoraoscar”.].
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