LAS GENEALOGÍAS DE MARGO GLANTZ: ÁLBUM DE FAMILIA, IDENTIDAD, CULTURA Y AMOR A MÉXICO
ÓSCAR ROBLES
Retrato
o álbum de familia, Las genealogías (1981) de Margo Glantz descuella por
ser un testimonio de la inmigración judía en México y de la cultura nacional e
internacional desarrollada durante el siglo XX. La autora despliega distintas
experiencias autobiográficas, por medio de la narración, la entrevista, el
ensayo y las divertidas conversaciones caseras con los miembros de su familia
nuclear. Entonces, aparecen múltiples referencias a la cultura (arte, cine,
literatura, música) y a la cultura popular judía, rusa y mexicana (comida,
costumbres sociales, ropa, música, comercio), alternadas con las anécdotas y relatos
familiares.
Así,
Glantz crea un mural de voces donde emerge la figura brillante del padre de
Margo, Jacobo, quien convivió con numerosos escritores y artistas de México y
de la comunidad judía. De origen ucraniano y judío de la rama Askenazi, Jacobo
se distinguió por ser un escritor en lengua yiddish y en español y por haber
explorado la creación pictórica. Convergen en los centrales testimonios de
Jacobo y Margo las declaraciones y presencias narrativas de la madre Lucia
(Nucia) Shapiro y de las hermanas Lilly, Susana y Shumila.
La
prosa fluida y elegante de Glantz expone descripciones amenas, certeras
reflexiones, recuentos memoriosos, narraciones anecdóticas y humorísticas,
hasta configurar una franca y profunda narrativa autobiográfica e histórica
sobre Ucrania, México, algunos países de Latinoamérica (Argentina y Cuba) y algunas
ciudades de los Estados Unidos (Filadelfia y Nueva York). En ese texto
expositivo, narrativo y dialógico, la autora mexicana de origen judío construye
sus propias identidades familiares y las genealogías de sus ancestros para
autodefinirse como hija, hermana y madre; las étnicas, para verse como hija de inmigrantes
judíos Askenazi; y las nacionales, para señalar sus orígenes ucranianos y consolidar
su identidad nacional mexicana y su papel como profesora e investigadora de la
literatura de México.
De ese entreverado de referencias colectivas y personales,
Glantz edifica su propia identidad individual y grupal como mexicana,
escritora, académica, viajera, conferencista, madre, hermana, hija, tía y prima,
todas las cuales constituyen facetas muy ricas y vitales en la interesante vida
de una judía mexicana que practica temporalmente la religión cristiana y se asume
plenamente como parte de la nación mexicana, sin dejar de ser judía.
Las genealogías combina diálogos sustanciosos, amenas narraciones y certeras
descripciones y emerge como una obra plenamente testimonial. Finalmente, los
lectores pueden conocer las dificultades y conflictos que vivieron los judíos en
el mundo durante la primera mitad del siglo XX, tiempo de revoluciones (Rusa y
Mexicana), guerras mundiales (Primera y Segunda) y exterminio judío por parte
de los nazis alemanes.
En especial, el padre Jacobo enfrenta problemas políticos
en Ucrania frente a la aristocracia rusa y a la Revolución Bolchevique;
enfermedades y dolencias físicas en la Ciudad de México; agresiones físicas por
parte de ciudadanos mexicanos; y éxito y fracaso en los negocios de ropa, zapato
y alimentos en la capital de México. Sin embargo, el amor a la cultura mantiene
vivo y motivado al buen Jacobo, a la vez que se nutre de la gran amistad con artistas
y escritores mexicanos y judíos. Por este motivo, el inmigrante judío habla de
su gran parecido físico con el político ruso comunista León Trotsky por la
barbita que usa; menciona las numerosas pinturas sobre su figura que le hacen
los artistas; y, finalmente, refiere su conocimiento de la persona y la obra de
Isaak Babel, Vladimir Nabokov, Vladimir Mayakovski, Diego Rivera, José Clemente
Orozco, David Alfaro Siqueiros, Pedro Coronel y Luis López Loza, entre muchas
figuras de gran fama nacional e internacional.
Ante todo, el libro de la talentosa Margo Glantz se erige
como una manifestación del profundo amor de la familia Glantz por México, donde
Jacobo y Lucia fundan su propia genealogía familiar y asumen su nueva y difícil vida
económica y social en la Ciudad México. En especial, todos ellos, judíos de
origen, aprecian la cultura nacional e internacional y las disciplinas humanísticas
y gozan de la presencia solidaria de abundantes amigos y familiares. Sin
embargo, no dejan de ser “judíos errantes”, pues se mudan a numerosas casas.
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