MUESTRA COLECTIVA “ARTE Y JUGUETE”: CREATIVIDAD, INGENIO, BELLEZA
Y REFLEXIÓN
ÓSCAR ROBLES
Este viejo y artesanal avión militar de madera con hélices
de la foto de arriba es uno de los caros emblemas de la infancia de los
mexicanos de otro tiempo. Fue diseñado sobre el piso del Museo Casa Redonda de la ciudad de Chihuahua. Su sencilla hechura
con hélice, alas, ruedas y ventanillas sirvió de juego y diversión a millones
de niños mexicanos del siglo XX. Este avión es similar a un avión de madera
mostrado en esta presentación artística. Sin embargo, esta figura objetual tiene
el “vientre” en color rojo. Fue plasmado por el artista Armando Ahuatzi en su
pintura titulada “ALACENA DE JUGUETES” y formó parte de la brillante exhibición “ARTE
Y JUGUETE” de 2016.
La mencionada muestra fue un culto multicolor al juguete,
un despliegue multiforme, un desborde de creatividad artística y un espectáculo
estético que fundió arte y artesanía. Todas las pinturas, esculturas, ensambles
y artefactos lucieron muy creativos y originales y los espectadores pudieron
soñar, recordar y vivir de nuevo su dulce y tierna infancia durante unas horas de
plácida visita a un museo de arte. Sobre todo, estos numerosos amantes del arte
pudieron admirar esta original visión cultural del mundo y de México y sentir
breves resplandores de belleza en sus interiores. En suma, todas las obras recrearon
diferentes figuras y configuraciones del juguete occidental, oriental y
mexicano con una gran habilidad artística.
Las treinta y cuatro piezas de arte emanaron belleza y
divertimento entre muro y muro, mesa y mesa, vitrina y vitrina del citado museo
chihuahuense, ya sea como arte o artesanía, juguete o pintura, escultura o
ensamble. En especial, esta nutrida y variada presentación artística reunió el
talento de veintiséis artistas mexicanos. En esta brillante y novedosa
exhibición, los creadores culturales rindieron un homenaje al “arte del juguete”,
como una forma de evocación infantil, una visión adulta, una fantasía estética,
una crítica social, una tradición folclórica nacional e internacional, un experimento
artístico, una dulce y tierna nostalgia y una reflexión sobre la vida misma.
Esta muestra fue altamente gratificante, visual e
intelectualmente. Se pudieron admirar pinturas, esculturas, ensambles y
artefactos. Globalmente, las obras revelaron la importancia de la niñez en el ser
humano, ya sea en el pasado o en el presente; mostraron el sentido lúdico de la
vida y la belleza de los juguetes; concretaron la imaginería y la artesanía
como formas culturales y artísticas. Entonces, colores, formas, volúmenes,
dibujos, todo convergió para construir este “paraíso perdido” en un solo y
espacioso museo de la ciudad de Chihuahua, donde los artistas mexicanos adultos
presentaron el producto de su arduo trabajo creativo.
Desfilaron treinta y cuatro artesanías y juguetes en las
paredes, mesas y vitrinas del Museo Casa
Redonda. Había juegos de lotería mexicana, tradicionales juegos infantiles,
juguetes artesanales de madera, juguetes modernos de metal y plástico, figuras
del deporte y la televisión mexicana y estadounidense, animales diversos,
automóviles antiguos y modernos, fascinantes alacenas plenas de juguetes
mexicanos, tradicionales titiriteros, planetarios trompos de madera, circenses baleros,
aviones de plástico colgados con hilos o caballitos y toros de madera y piedra,
tortugas de cerámica viviente. Especialmente, algunos artistas se distanciaron un
tanto de la tierna infancia y la fantasía pura de los niños, para recrear
nuevos motivos e imágenes con los materiales originales y tradicionales que
componen los juguetes de los niños. Por ejemplo, expusieron figuras de cerdos
humanizados o ricamente enjoyados, que critican la cruda realidad social y la
deteriorada ética de los mexicanos del siglo XXI.
De esta forma, estas piezas estéticas se volvieron adorno,
juguete y arte en el museo chihuahuense que antes fue almacén de los
Ferrocarriles Nacionales de México [hoy FERROMEX]. Así pues, las obras se
convirtieron en un universo propio de objetos, poblado de precisos dibujos,
abundantes y vivos colores y vigorosos volúmenes; se volvieron un mundo aparte
del fragoroso y caótico mundo urbano. Entre el juego y la crítica social, la
creatividad y la nostalgia, los artistas compartieron sus obras con los
espectadores de la ciudad de Chihuahua. Así pues, estas piezas de arte se
acercaron a la lúdica sensibilidad infantil, creativa, tierna, dulce, solitaria
y/o fantasiosa.
I TREINTA Y CUATRO OBRAS LÚDICAS Y VEINTISÉIS ARTISTAS
MEXICANOS JUEGANTES Y JUGUETEANTES
Participaron
en esta muestra un total de veintiséis artistas mexicanos y se exhibieron
treinta y cuatro obras de diversos estilos artísticos. El presente examen de la
muestra “ARTE Y JUGUETE” se organiza de derecha a izquierda, de acuerdo
al original ordenamiento de las obras planteado por el citado museo. Se
incluyen los años en que fueron creadas, los materiales de hechura, las dimensiones,
los nombres de los autores y breves comentarios de las treinta y cuatro obras.
Estas bellas y lúdicas piezas son las siguientes:
Una “cenicienta” niña juega a saltar la cuerda sobre un
neutral fondo blanco en el primerísimo plano de la obra. El peculiar y sencillo
dibujo traza la figura de esta niña vestida con un simple vestido y pergeña la
cuerda con una línea similar de color marrón oscuro. En especial, la cabeza
está forjada con una peculiar esfera amarilla que tiene ligeramente pintados
los rasgos del rostro y las gruesas tiras del cabello. Mientras que la cuerda
flota en la parte superior, la cabeza se inclina ligeramente hacia abajo.
La obra utiliza materiales novedosos [cenizas y madera]
para romper las dimensiones tradicionales y la apariencia de realidad de una
pintura o dibujo. En particular, resalta la cabeza infantil como relieve. La
figura funciona como mera representación del juego infantil de brincar la
cuerda y arman la escena completa con líneas básicas y el disruptivo elemento de
la esfera amarilla. En cierta forma, este cuadro del artista adulto Gutiérrez
se acerca lúdicamente a la sencilla mentalidad infantil y refrenda las
habilidades simples de los niños para dibujar figuras humanas, animales,
vegetales y objetuales en los tradicionales cuadernos de dibujo de las escuelas
primarias.
En el centro del cuadro, aparece un hombre de traje negro
y camisa blanca desfajada entre un montón de muñecos y animales de peluche de
diversos colores [perros, conejos, osos, cerdos]. La escena está plasmada sobre
un fondo gris y ruinoso que luce como un muro de una bodega. Particularmente, el
hombre voltea su rostro hacia la derecha del cuadro como si hubiera terminado
alguna tarea de búsqueda y alguien le hablara fuera del espacio virtual de la
pintura. Se ve ligeramente despeinado y parece un tanto nervioso, como si fuera
un rufián o un policía secreto.
Pintura y cine participan en esta interesante escena muy
realista, plasmada con colores claros en su mayoría. Los juguetes de peluche
son parte del espacio físico, pero la entera y dinámica escena es de carácter
adulto y puede formar parte de una secuencia de un filme negro o thriller, tipo Reservoir Dogs del norteamericano Quentin Tarantino. El hombre trae
entre sus manos un teléfono celular y parece buscar algo entre el montón de
juguetes. En general, la interpretación de esta escena es abierta. La
ambientación física ruinosa, el angustiado rostro del protagonista y su ropa un
tanto desarreglada hacen pensar en un conflicto criminal o policiaco. Los
volúmenes de las figuras lucen bien equilibrados, el dibujo es tenue y los
colores son blandos para sugerir ambiente ruinoso. Al mismo tiempo, el cuadro expresa
un sentido irónico y burlesco, pues el montón de muñecos y el hombre parecen
también como parte del interior de una máquina tragamonedas que ofrece juguetes
al azar a los niños que visitan los restaurantes de comida rápida. En suma, es
una pintura muy inteligente, original e ingeniosa y trazada con gran destreza
artística.
Esta escultura religiosa representa a una fina muñeca
virgen o santa investida con telas deslumbrantes de color café y dorado. Se
halla dentro de una vitrina de cristales transparentes como pieza de artesanía
o juguete refinado. En particular, el vivaz rostro blanco muestra rasgos
infantiles y labios muy minúsculos y emana un rictus de auténtica santidad y
dulzura. En tanto, el lujoso y brillante vestido despliega suprema belleza y es
una prenda rica y compleja, puesto que se compone de las siguientes partes centrales:
1) Un tocado o corona en la cabeza con una capucha de telas plateadas que se
desprende hasta la base del cuello; 2) un vestido largo y elegante con finos
dibujos florales abajo, con un corazón de metal dorado incrustado en la parte
central de la prenda y con un relicario o medallón justo en el pecho que cuenta
con un pequeño corazón encarnado dentro de esta importante pieza de arte y
juguete; 3) y, finalmente, dos capas largas y brillosas se desprenden de ambos
brazos y exhiben en su cara interna abundantes flores rosadas.
Sin duda, la pieza de Caballero exhibe una gran jerarquía
estética y un lujo supremo. Representa una muñeca singular para los niños y una
gran obra artística para adultos por su fino y detallado trabajo artesanal y la
envoltura elegante del vestido dorado. En ambos casos, la obra evoca religiosidad,
suntuosidad, santidad y belleza delicada. La original imagen de esta virgen se
aparta de la frivolidad de las tradicionales y comerciales muñecas fabricadas
en serie para las niñas. En pocas
palabras, esta obra sobresale como uno de los grandes juguetes, artesanías y
piezas de arte de toda la muestra del Museo
Casa Redonda.
4. “BALÓN CONEJO” [2015, piel de conejo
coloreada sobre balón de futbol, 70 cm. de circunferencia] de Carlos Jaurena.
Este artefacto o juguete configura el cuerpo redondo y
acariciante de un gracioso balón de futbol soccer. En especial, el peluche
brota en todos los gajos de la pelota con diferentes y dulces colores, que van
del azul rey al azul cielo y a los neutros blanco y negro.
La pieza original de Jaurena despierta humor y ternura.
Juega con la idea de un blando balón que puede ser usado por niños muy pequeños
en su recámara. Finalmente, la destreza estética del artista se enfocó en
colorear el peluche como si se tratara de un novedoso lienzo circular.
Es una pintura muy realista y de gran factura artística.
El personaje central es una máquina tragamonedas que contiene diversos muñecos
de peluche en su interior, la cual ha sido configurada en un primerísimo plano
del cuadro. Se ven en la caja de cristales transparentes a numerosos conejos
blancos y grises, una rana, el Pato Lucas o Duffy
Duck y otros muñecos más. Justo arriba
del mueble, aparece un marco de madera café claro con motivos florales dorados,
trazado con sumo detalle y precisión para aumentar el verismo de la obra. En tanto,
la breve base de la máquina muestra sus botones y el orificio para depositar
las monedas. Al fondo de ella, un letrero informa en idioma inglés sobre los
mecanismos y propiedades de la máquina “productora del deseo”.
La pintora Mejía rinde un gran homenaje a la máquina de
muñecos que despierta la pasión de los niños en los diferentes negocios
modernos de las ciudades del siglo XXI. Para ello, su gran habilidad con el
pincel y los pigmentos teje una imagen casi fotográfica. La obra va dirigida
especialmente a los niños y a los padres de familia. La máquina puede verse
como una caja de tesoros o juguetes de peluche, pero que tienen un precio en
monedas. Ante todo, la máquina funciona en base al azar o suerte y despierta el
gran “deseo” de tenerlos por parte de los niños. Por eso, el título enfatiza
este aspecto propio de los infantes.
Una muñeca de plástico cuelga de unos delgados tubos
negros como un maniquí pequeño. Viste de pantalones y blusa azul y graciosos zapatitos
negros. Porta una cadena con una especie de medallón formado con diferentes
forjas. En especial, la cabeza parece sobrepuesta y de gran tamaño. El cabello
negro es un peinado tradicional. El plástico rosado de la cara proyecta gestos
faciales dulces e inocentes: Boquita con colorete rojo y pequeños dientes
blancos asomando, ojos negros y enormes con pestañas y cejas perfectamente recortadas.
Diversión y moralidad, música y virtudes se conjugan en
el título de esta obra de Estrada. Es decir, el ensamblaje de la figura va más
allá del juego infantil y del notorio y dinámico montaje en tubos. De esta
manera, la obra sugiere una reflexión adulta de la artista: La mujer es
receptáculo de virtudes más que vicios y estas cualidades éticas se reflejan
visualmente en el rostro gracioso y serio de la muñeca. En este sentido, la
mujer artista proyecta un cierto mensaje didáctico y feminista para los niños y
para los adultos, por supuesto: Placer y virtud son muy importantes en la vida.
No son el placer y la diversión desbordante el verdadero camino para los
humanos, ya que esta perspectiva cultural y social de la vida ha derivado
finalmente en la práctica constante del extremo vicio y de la cruda violencia
en la sociedad mexicana del siglo XXI.
La extraña
escultura es una base de material negro y brillante, la cual es coronada en la
cúspide con una esfera blanca que tiene un círculo azul rey en el centro y unas
delgadas líneas rojas y sinuosas disgregadas en la esfera. La base muestra una
serie de escalinatas al frente y en la parte posterior. En tanto, el pedestal que
sostiene a la esfera blanca exhibe varias e irregulares salientes. De este
modo, la entera pieza puede verse como una especie de pirámide en miniatura con
un enorme ojo humano arriba, ya que este órgano visual muestra algunas venas
rojas en la parte blanca. Esta interesante y rara pieza se encontraba dentro de
una vitrina.
Peña crea una obra atrevida y compleja, cuya
interpretación cultural es muy difícil y abierta. El diseño de la escultura
muestra claros rasgos figurativos y, por tanto, el enfoque como arte abstracto
se disuelve. Por un lado, la pieza luce como una pirámide de la cultura
prehispánica mexicana. Por otro, la presencia extraña y absurda del ojo gigante
aparece claramente como un elemento disruptivo y hasta contradictorio por estar
dentro de un espacio arquitectónico ritualista y en apariencia sagrado. El ojo
puede representar la figura de un dios todopoderoso o simplemente el autor
busca explorar simbólicamente su propio mundo interior para cuestionar la vida
humana y, como consecuencia, se erige como una conciencia omnipotente en la
cúspide de la oscura columna. En este sentido, la obra parece dirigida más bien
a los jóvenes y a los adultos que a los niños. Sin embargo, la pirámide puede
verse como una especie de juguete cultural. Como sola forma artística, la
pirámide es armónica en volumen, color y forma. En tanto, la disyuntiva general
y universal planteada en el título con dos verbos en mandato informal puede
conectarse con el dramático y crítico estado de la sociedad mexicana en el siglo
XXI. Entonces, los dos verbos en modo imperativo ofrecen a los espectadores la
posibilidad de vivir o morir. Sin embargo, es difícil saber qué representa el
ojo azul montado en una pirámide minúscula dentro del contexto de un
cuestionamiento sobre la vida: ¿Es un dios personal? ¿Es el dios cristiano? ¿Es
una conciencia humana o artística?
Peña crea otra escultura en forma arquitectural o
aglutinante. Diez vasijas negras y relumbrosas se yuxtaponen en tres líneas
divididas por sendas plataformas planas. Algunas vasijas tienen arriba unas
tapas con una especie de conos irregulares. Abajo, se ven seis vasijas. Arriba
de la serie de seis vasijas, se observan dos líneas de dos piezas cada. Toda la
obra es coronada extrañamente por dos esferas en color rosa teñidas ligeramente
de manchas negras. Se exhibieron en una vitrina de cristales transparentes.
Esta obra continúa con el mismo tema de la obra anterior.
El interesante montaje de Peña es complejo y construye cierta armonía de
volúmenes, formas y colores. Sin embargo, su completo diseño implica un
desarrollo de formas abstractas a partir de vasijas. Su significado artístico o
cultural es aún más oscuro y sumamente abierto a la interpretación, puesto que
el título de la obra implica un asunto en torno al verdadero sentido de la vida
en el siglo XXI. Puede implicar tal vez una ligera conexión con el estado de la
sociedad mexicana actual. En un nivel de interpretación, las pilas de vasijas
evocan ligeramente la estructura de las pirámides mexicanas y, por ello, puede
verse como una escultura o una versión en miniatura de tales edificios
prehispánicos. En tanto, las dos esferas son figuras disruptivas por su forma
geométrica y el leve colorido rosa que las baña. La postura del artista en
torno a esta disyuntiva es un tanto oscura y, por ello, surgen tres preguntas
sobre esta compleja escultura. ¿Acaso el dominante promontorio negro puede ser
símbolo de la muerte? ¿Las coloraciones rosas representan la vida? ¿Los
armónicos volúmenes de la pieza implican vida o muerte? Por otro lado, las
vasijas y las esferas pueden verse como juguetes para niñas y niños,
respectivamente. Sin embargo, el diseño
de la obra y el complejo significado cultural va dirigido específicamente a los
espectadores adultos. En suma, “VIVE O MUERE II” reluce como una
obra audaz, abierta y disruptiva, que busca nuevas formas de arte moderno y
pretende explorar importantes asuntos de la vida humana.
9. “TRANSFERENCIA CONTINUA” [2012,
técnica mixta (fotografía, cerca, madera y objetos), 42.3 X 55 X 3.3 cm.] de
Alan Alcántara.
La compleja pieza de arte es un ensamble-cuadro de madera
y cristal en forma rectangular, la cual cuenta con múltiples compartimentos
pequeños también en forma rectangular. Diversos objetos simbólicos aparecen
dentro de varias de estas cavidades simétricas. Entre los objetos, pueden verse
una foto mediana que retrata en blanco y negro a un niño o niña estirándose los
pies con sus pequeñas manos; una llave estilizada; un reloj antiguo; un
papalote pequeño; tres cajitas similares; dos arracadas; un arete; una carta de
la lotería mexicana con la imagen del corazón; y otros objetos. En especial,
algunos compartimentos están rellenados con una materia blanca, tal vez resina.
La composición del artefacto revela gran destreza
artística y la disposición de los objetos obedece al caos y al desorden. Parece
como un inventario o colección de recuerdos personales o de familia. Este
conjunto de objetos puede pertenecer a un infante o a un adulto, quien tal vez
los colecciona por un prurito de curiosidad, un sentido lúdico o una intención
artística. Especialmente, la foto ocupa más espacio que los otros objetos e
indica a los espectadores la edad del posible colector. Por otro lado, puede
verse como un artefacto plenamente destinado a los adultos. El título es un
tanto abstracto y subraya la posible recolección de objetos en dicha caja
[“transferencia”] y su tiempo de duración [“continua”].
En el cuadro, un grupo de once juguetes celebra una
inusitada fiesta secreta y fantástica en la intimidad de un cuarto solitario, moviéndose
justo sobre una mesa y dentro de una repisa del muro del fondo. Los juguetes
pertenecen a diferentes etapas históricas de la cultura mexicana. En primer
plano, se observan las piezas grandes del cuarto: Una mesa cubierta
parcialmente con un manto amarillo y, al fondo, un jaspeado muro gris con una
repisa. En la mesa, un muñeco de Cri-Cri,
El Grillito Cantor muestra un acto
mágico, vestido elegantemente con su saquito rojo: Sobre un enorme huevo brotan
mágicamente las piernas de raíz vegetal de una muñeca de vestido negro y blanco
y cinturón rojo de tela; justo debajo de esta escena, unas canicas lucen como
mudos testigos del acontecimiento extraordinario; al centro de la mesa, una fiera
de piedra o metal con ruedas abre la boca y muestra sus dientes filosos; más
hacia la derecha del cuadro, un simpático y sonriente esqueletito sale de un
blanco huevo partido en dos partes y flota en el aire; a la derecha de la
pintura, una extraña muñeca de vestido blanco y vivos negros y rojos se pasea
en un columpio y muestra un hierático y feo rostro; cerca de ella, baila solo un
trompo de madera de colores rojo y azul y una esfera blanca flota en el aire; finalmente,
un obeso avión amarillo vuela frente a la mesa, dejando una estela de humo
blanco en el aire. Al fondo, dentro de la repisa, un muñeco del famoso luchador
El Santo en su atuendo típico y otro
del Chapulín Colorado presencian de
pie el juego vivaz de los juguetes mientras justo arriba de ellos un pequeño
reloj marca justo las tres de la mañana, la hora mágica en que ocurre esta
“historia de juguetes” mexicanos llena de fantasía y gracia, bajo el impulso
creador del artista José Fernández.
El cuadro de Fernández construye una encantadora fantasía
a la mexicana dentro de la temática de la serie de filmes de Toy Story del norteamericano Roy
Lassiter o de otras películas de dibujos animados de Hollywood. La factura
artística es muy original y bien trazada, con volúmenes simétricos, un dibujo tenue
y colores claros y tiernos. Esta pintura conjuga una gran fiesta de juguetes
que cobran vida en la noche. Es una de las mejores obras de la interesante y
original muestra artística por el desborde de magia y fantasía y por el fino
trazo de las figuras objetuales. Luce como un verdadero regalo de belleza e
imaginación para niños y adultos.
En la pintura, el personaje central es una bella jovencita
de largos cabellos negros que mira hacia el interior de su propia casa a través
del cristal de una ventana, con los ojos bajos y melancólicos. Los cristales
están empapados de blanca nieve, escena de invierno y/o Navidad. Su mirada se
dirige directamente a la escena en primer plano, donde los juguetes aparecen en
el primer plano del cuadro: Sobre una mesa, un muñeco de camisa azul y
pantalones rojos monta un caballito de madera con largos pies de mecedora; una
rubia muñeca de vestido rojo está sentada con las manos abiertas; un gran velero de madera gris y blancas velas
“encalla” en la mesa; y una simple pelota.
El cuadro despliega una gran escena de invierno asociada
al tiempo en que los padres regalan juguetes a sus hijos: La fascinante Navidad.
La adolescente luce labios sensuales, un rostro de mujercita y viste un grueso
suéter tejido con estambres rojos y azules. En especial, el título hace
referencia al cambio de edad en las personas. Por ello, el cuadro se compone de
fina belleza y nostalgia, con una típica escena hogareña y tranquila en que los
juguetes simbolizan el pasado infantil de la joven mujer. En general, reluce
como una pintura de gran calidad estética, construida a base de colores suaves
que despiertan ternura y dulzura. Sin duda, es una de las mejores obras de la
muestra.
Dos titiriteros realizan sus tareas de preparación y
acondicionamiento de los títeres en el primer plano del cuadro, sobre un fondo
difuso y amarillo, espacio neutral. A la izquierda de la obra, una mujer de pie
manipula una muñeca de vestido rojo y zapatitos negros. Ella trae un conjunto
de falda y chaleco azul con blusa roja, un sombrero gris de ala corta y
zapatillas rosas. Levanta ligeramente su pierna derecha y la apoya sobre un
caballito de juguete, justo dentro del área donde se ve una pelota de colores.
A la derecha, un hombre montado sobre un mueble azul revisa en sus manos un
muñeco de pantalón marrón claro, camiseta roja y gorro amarillo. En ese mismo
mueble, se ve otro muñeco similar al anterior, pero es más pequeño y está
sentado. El hombre viste zapatos azul oscuro, una camisa verde y un conjunto
azul rey: Pantalones, chaleco y gorro.
Esta
sencilla escena pictórica reproduce las tareas de preparación ejecutadas por
dos artistas y artesanos del entretenimiento infantil, justo fuera del
escenario. Es una típica escena de trabajo y de familia que enseña cómo revisan
el cuerpo de los títeres y el manejo de los hilos o cuerdas. Los colores son
dulces, los volúmenes están balanceados y el dibujo es tenue para privilegiar
el colorido. Sin embargo, la apariencia de realidad del cuadro luce diluida por
colores y dibujos y parece una escena más imaginativa e intuitiva que
enteramente realista.
En la pintura, un enorme y sonriente caballo blanco y
gordo de madera se encuentra estático y pegado con sus patas a dos bases azules
en forma de mecedora. Las bases descansan justo sobre una superficie tejida con
maderas amarillas y dentro de un cuarto de paredes rojas. En tanto, un hombre blanco
y robusto conduce al brioso caballo tomando firmemente las breves riendas
azules del doméstico corcel. Su rostro es como de estatua, serio, hierático y
frío y su cabeza luce muy extraña, pues es plana en la parte superior, como si
fuera un robot humanizado. Como elemento disruptivo, un hombrecito de traje y
sombrero negros monta en ancas y lleva en su mano derecha cinco globitos de
colores y en la izquierda una cajita abierta. Todas estas figuras están en el
primerísimo plano y el caballo y los dos peculiares y extraños jinetes marchan
imaginariamente hacia la derecha del cuadro, jugando y divirtiéndose.
El complejo cuadro de Katz destella gran calidad formal y
cromática por sus colores vivos y planos. En tanto, las asimétricas dimensiones
de los volúmenes forman figuras humanas simbólicas, dentro de una clara
alegoría con un mensaje adulto y complejo que implica la libertad humana. En
realidad, la pintura es dulce y tierna en apariencia, pero implica una punzante
crítica social a la vida moderna de los adultos, diseminada en algunos detalles
significativos. En particular, la posición física y el colorido del traje del
hombre mayor es un elemento disruptivo y extraño en la blanquecina escena
infantil; el otro aspecto, es el cuerpo gigante del jinete con una cabeza
maquinal. Sin duda, se trata de un juego de niños: El peculiar caballito en
mecedora aparece en un cuarto estrecho, pero el título denota un mensaje
irónico dirigido a los adultos: El hombre del traje es más pequeño que el
jinete de adelante y monta en ancas, atrás, lo cual implica su infantilismo
(globos en mano), su pequeñez moral y, por supuesto, su “miedo a la libertad”.
Además, el color negro de la vestimenta implica seriedad y mediocridad y su
presencia parece fantasmal dentro de las figuras albas y enormes que dominan la
escena del juego de niños.
15. “SALTIMBANQUI, MÁSCARA Y CARRO”
[2008, escultura con técnica mixta, 51 X 31 X 8 cm.] de Mario Martín del Campo.
La estatuilla es un hombre delgado cuya cabeza es una
máscara en forma de cara y cuernos de carnero. Está sentado justo sobre un
círculo que forma parte de un carro de cuatro ruedas pequeñas. El hombre mira
de frente, disfrazado y frío, hacia los espectadores. La pequeña escultura
funciona como un títere o marioneta, puesto que varios hilos negros están
atados a su cabeza y a las extremidades superiores e inferiores. La figurilla
luce muy delicada, sutil y delgada, hecha con mucho detalle y finura y se halla
dentro de una vitrina de cristales transparentes.
Con su fino juguete, Martín del Campo rinde homenaje a
los títeres de manera muy original, artística y artesanal. Su frágil figura
humana es en realidad un “saltimbanqui” o “saltimbanco”, el cual es propiamente
un titiritero, un acróbata, un cirquero o un trapecista. En este caso, la
supuesta máscara animal le da un carácter teatral y simbólico a la figura
humana. Asimismo, el carro parece formar parte de las acrobacias de este muñeco
de madera. Esencialmente, reluce como una gran obra de arte y artesanía que
rinde culto a los juguetes llamados títeres. Para ello, el artista forja
finamente volúmenes delgados y precisas formas del cuerpo, máscara y carro. Es
una de las mejores piezas de toda la muestra.
16. “CABALLO DE TROYA” [2008, títere
articulado de madera, 50 X 21 X 08 cm.] de Mario Martín del Campo.
Esta esculturilla es un peculiar caballo blanco de forma
básica y sencilla; es un títere o marioneta, que tiene unas originales y
artificiosas alas cafés en el lomo del animal. Curiosamente, estas alas son
similares a las alas de los insectos. Consta de un carro con largas barras de
madera, una caja con dos manivelas, cuatro ruedas y unos hilos negros que están
atados a la parte superior de la transparente vitrina. En especial, la vitrina le
otorga una gran belleza delicada y le da jerarquía de escultura.
Estas alas del caballito son similares a las alas de los
insectos, pues son un entramado de barritas con ocho espacios en cada una. Por
este diseño frágil y simple, el creador proyecta cierto humor en torno al
histórico Caballo de Troya. Obra artesanal y obra de arte, la peculiar marioneta
rinde homenaje a la imaginación y los juegos de los niños mexicanos.
En la simbólica pintura, una muñeca desnuda y greñuda
está sentada con las piernas abiertas dentro de una habitación de muros y pisos
blancos. En ese cuarto, se reflejan delicadamente los efectos de la luz del sol
y la sombra que entran por una ventana ausente en el cuadro. La extraña muñeca
expresa un rictus serio [boquita con labios apretados] y muestra un artefacto
de ojos artificiales en la mano izquierda. En particular, unas piezas rotas de
la frente y las cuencas se encuentran justo frente a ella. Como detalle
estético, naturalista y armónico, una hermosa manzana roja la acompaña justo a
la derecha de la muñeca.
Chapa es muy conocida y célebre por sus numerosos cuadros
de las famosas, sensuales, femeninas y simbólicas manzanas. En esta obra,
continúa con el peculiar tema frutal y agrega una ruinosa y extraña muñeca desnuda
de plástico que muestra pechos breves y rosados y cabello pelirrojo un tanto
revuelto. El significado cultural y social de la obra es profundo, abierto y
ambiguo. De esta manera, la intención autoral se dirige a contrastar dos
aspectos: 1) La bella y orgánica fruta con la artificialidad del juguete
humanizado; 2) la armonía y redonda perfección de la manzana con el acto disruptivo
y perturbador de arrancar los ojos con suma violencia. Al mismo tiempo, la
artista integra el juguete infantil como tema de la muestra colectiva para
comunicar un perturbador mensaje adulto sobre la violencia de nuestro tiempo.
La interpretación es, pues, abierta: ¿Quién arrancó los ojos de la muñeca? La
interpretación realista puede responder a estas dos preguntas: ¿Fue un niño o
una niña? ¿Acaso un adulto ejecutó el destructivo acto? En tanto, la
interpretación fantástica se inscribe en el moderno cine de terror de nuestro
tiempo y apunta hacia la propia muñeca como protagonista y ejecutora del acto
violento, pues ella porta sus propios ojos y una parte de su piel en su propia
mano. En cualquiera de los casos, se trata de un caso de la violencia humana
propia de la sociedad mexicana y occidental del siglo XXI. Por otro lado, la
propia muñeca puede encarnar el símbolo de la violencia contra la mujer,
mexicana o extranjera, según otro nivel de interpretación intelectual. En suma,
se trata de un gran cuadro de excelente factura estética (perfecta simetría en
volúmenes, fino dibujo y equilibrio cromático), de un gran contenido cultural y
con un hondo mensaje social. Es de las mejores obras de la muestra “ARTE
Y JUGUETE”. Fue configurado bajo el clásico estilo y los motivos
pictóricos de la gran creadora artística Martha Chapa.
La obra parte del uso de la espontaneidad, el desorden y
la yuxtaposición de objetos relacionados con los juegos y los juguetes
infantiles. Se compone de una caja de cartón de zapatos con diferentes juguetes
tradicionales en su interior y un rifle de postas junto a ella. Entre los
juguetes, se observa al ratoncito hablantín Topo
Gigio vestido de astronauta, el cual fue estrella de la televisión mexicano
durante la década de los setentas, al lado del popular actor argentino Raúl
Astor. También, se advierte la presencia de un caballito color marrón claro, un
delgado gallo de madera, un tamborcillo y una camioneta de metal pintada en un desgastado
color azul.
En sí, el título de la obra subraya el gran valor de
estos objetos como juego e imaginación de los niños: Son “tesoros”. Así pues, la
aglutinación de juguetes infantiles funciona como una espontánea obra de arte o
colección de artesanías para niños. Fundamentalmente, el artista Ávila hace un homenaje
a los juguetes del pasado, los cuales pueden despertar la nostalgia en los
espectadores adultos y la fascinación de los niños de la actualidad.
En la pintura, un estante de pared aparece en el
primerísimo plano con dos compartimentos divididos por una tabla de madera. Se
ubican sobre un bello muro violeta con algunos dibujos de nubes blancas. Contiene
verdaderas “joyas” de la infancia, propias de la cultura mexicana. Arriba
sobresalen un papalote verde y rojo atado con una cuerda de graciosos moñitos color
azul claro; un viejo avión de plástico con hélice de un militar color gris y una
pequeña bandera mexicana; una avioneta de madera pintada parcialmente en color
rojo; y un clásico trompo de madera en nacionalistas colores verde y rojo.
Abajo, la destreza artística del pintor nos ofrece la delicia de un rústico avión
de madera pintado parcialmente en color azul, muy similar al descrito antes;
unos crayones de diversos colores; seis canicas de diferente diseño; un dibujo
con dos aviones de hélices trazados en papel blanco; un dibujo de un niño
volando sobre un cohete en papel similar; y un regordete balero también de
madera. En especial, destaca un avión de color azul marino con flores en
colores rosa y blanco y con las figuras del piloto y cuatro pasajeros plasmadas
graciosamente en las oscuras ventanillas, todo razado con cuidadosos detalles. Al
centro de ambos compartimentos, florece la estrella multicolor de un precioso y
mexicano rehilete.
La nostalgia y el arte cristalizan una gran pintura al
óleo y un perfecto homenaje a los juguetes mexicanos tradicionales. En
conjunto, el cuadro del artista Ahuatzi parece una “ventana” a la infancia de
los mexicanos del siglo XX. Esencialmente, los colores suaves dominan y denotan
ternura y gracia. Ante todo, impacta el gran realismo de la alacena y los
juguetes. Los volúmenes equilibrados y el preciso dibujo construyen una gran
escena con puros objetos, como una exaltación de la antigua artesanía mexicana
del juguete. En resumen, la pintura es un gran homenaje a los antiguos y
sencillos juguetes manuales y al arte del dibujo infantil, los cuales fueron
desarrollados durante la primera mitad del siglo XX principalmente. Reluce como
una obra de gran hechura artística entre todas las demás piezas.
El artefacto flota sobre el aire con dinamismo e
imaginación. Se compone de dos aviones militares con sendas estrellas blancas
en círculos azul rey diseñados en ambas alas de ambos vehículos. Uno es de
color naranja y otro verde limón, colores muy vivos. Ambos penden con hilos en
una transparente vitrina y parece que surcan el aire como en un ritual de
guerra.
En suma, este interesante artefacto es aparentemente
sencillo, como si estuviera en un cuarto de un niño. Muestra una gran belleza
por el cristal transparente que encierra imaginativamente ambos juguetes como si
estuvieran dentro de una pecera o del aparador de una tienda de mercancía.
¨AVION¨ DE LEOMAR |
Un bebé desnudo y gatea dentro de una vitrina de
cristales transparentes. Viste un gorro amarillo y gris. Absurdamente, tiene el
rostro de un hombre con bigote. Como detalle cruel, el pie izquierdo está
desprendido del cuerpo y pende de una larga varilla negra. Especialmente, la
piel de plástico pertenece a un viejo muñeco, muestra varias perforaciones y
luce sumamente envejecida y deteriorada.
La intención del artista es un tanto expresionista, grotesca
y crítica por todos los anteriores detalles crueles del diseño original, los
cuales fueron intencionalmente intervenidos por Zenil. En general, esta novedosa
obra de arte aprovecha los materiales originales de un juguete. Proyecta humor,
burla y crítica social hacia la humanidad. El aspecto ruinoso, el bigote adulto
y el cordel atado al brazo derecho del bebé implican un humor cruel y
despiadado por parte del artista. En suma, denuncia una prolongada niñez en los
seres humanos, en la cual los instintos
salvajes del “bebé viejo” deben ser controlados con un cordel y muestran un doloroso desmembramiento que indica
violencia claramente, como un reflejo tal vez de la sociedad mexicana del siglo
XXI. En realidad, el artista Zenil parece jugar con su propio apellido, el cual
es similar a la palabra “senil” [viejo], y construye un bebé anciano. Su obra
es rica en significados culturales y sociales y se caracteriza más por ser un
arte adulto, alejado de los sentimientos positivos, imaginativos y tiernos de
la infancia y los juguetes. En suma, “GEMELO II” es en verdad una pieza
perturbadora e inquietante, pero ingeniosa.
En el brillante cuadro, el artista chihuahuense construye
una peculiar y fina alacena de madera, la cual forma parte de su gran serie de
finas y delicadas alacenas mexicanas. Es menos aglutinante, desbordante y
barroca que la alacena de Alejandro Von Weber, la cual es la pieza número 23 en
el presente artículo. En el interior de la alacena de Domínguez, se hallan diversos
objetos artesanales de adultos y niños. Abajo, destacan un fino y gordo jarrón
blanco; una delicada azucarera blanca con figuras florales azul fuerte; y la
refinada transparencia de una vasija o jarrita de cristal, la cual descansa al
lado derecho del cuadro. Arriba, sobresalen un plato de porcelana blanca con
similares motivos florales azules trazados con preciso detalle; un precioso
encaje blanco que cuelga y muestra una flor rosada; y, finalmente, una muñeca
de plástico, la cual convive en el tradicional mueble de cocina. En particular,
esta figura humanoide describe precisamente a una niña o niño de pelo rapado,
con rasgos orientales y con la piel rosada, la cual porta una prenda de tela
color verde mar justo en el pecho y trae un vestido de colores verde y amarillo.
Por su cuidadoso detalle y su delicado trazo, es de las mejores
pinturas de la muestra, pues revela el gran oficio artístico del pintor
chihuahuense, nativo de Jiménez. Domínguez fue un verdadero maestro en la
configuración de alacenas en pinturas de gran calidad. En esta ocasión, las
prendas adultas [vasijas y mantel] conviven con el tradicional juguete infantil,
que representa una figura de la cultura japonesa. De este modo, se proyectan
las culturas mexicana y japonesa objetualmente, construyendo una original y
armónica belleza en un tradicional espacio doméstico. En general, la
configuración de imágenes revela oficio, detalle y cualidades muy realistas y
casi fotográficas.
23. “ALACENA DE JUGUETES” [sin fecha,
serigrafía sobre papel, 107.5 X 84 cm.] de Alejandro Von Weber O’ Gorman.
En la obra, se observa una alacena de madera de tres
compartimentos colocada sobre una pared roja. Por ello, el mueble luce como un verdadero
cuadro o un ensamble virtual con objetos artesanales tradicionales. Contiene
numerosos juguetes en su “vientre maternal”, todos trazados con dibujo preciso
y variados colores. La alacena es como un baúl de tesoros y grandes sorpresas.
Se veían ahí, amontonados en el compartimento de abajo, un flamante papalote
blanco; una guitarra pequeña de cuerdas sonrientes; una camioneta de cabina
amarilla y caja roja con cartas de lotería mexicana y varias canicas en su
interior; un caballito tejido con palma; un títere en forma de esqueleto con
sombrero charro en la cabeza y guitarra en color rojo; una muñeca de piel
blanca y vestido verde con rasgos criollos; un contrabajo; una flauta de
madera; y un trompo, entre otros objetos. En el compartimento de en medio, se
podía admirar un toro de madera coloreado en marrón y respingando; una flauta
de plástico; un ensoñador barco velero blanco; un charro de elegante chaleco y
pantalones negros montado en su brioso cuaco blanco; un artesanal cirquero de
madera; un bote blanco y rojo; un pato azul de madera con ruedas y alas
extendidas; un avión militar de hélice de color plomo; y varios soldaditos de
plástico verde en fila, entre otros objetos. En el compartimento de arriba, se
podía observar a dos boxeadores de madera que pelean activados por un sencillo
mecanismo; dos muñecos campesinos erguidos, cuyos cuerpos fueron tejidos con
palma, y con sus sombreros en las cabezas: una rueda roja como de lotería; un
trasterito de madera con jarritos de barro; un colorido y planetario trompito; un
gordo balero con franjas de colores; y dos muñecas de trapo con coloridos vestidos
artesanales indígenas, entre otros más.
Como puede verse, el contenido de la alacena en sí
representa la creación de una obra magistral y puede verse como una especie de
arte barroco por su exhaustiva acumulación de objetos. Su factura artística es
de alta escuela y proyecta una perspectiva mexicanista de las artesanías y los
juguetes. La configuración de los juguetes es perfecta con su dibujo preciso,
volumen balanceado y colorido realista. Arte y artesanía se conjugan en el
brillante cuadro para construir una de las mejores piezas de toda la muestra “ARTE
Y JUGUETE”. Al mismo tiempo, el artista mexicano proyecta un sentido
lúdico de su obra, pues la alacena entronca formal e intrínsecamente con el ensamble
artístico, la artesanía y la mueblería, dentro del plano virtual de una obra de
serigrafía. Desde el punto de vista del contenido, los espectadores pudieron evocar
recuerdos dulces de la infancia, sentir bullir la belleza en su alma, percibir
el amor al viejo nacionalismo mexicano moderno, proyectar una identificación
colectiva en esa obra y/o admirar simplemente la perfección de esta gran obra
artística.
¨ALACENA DE JUGUETES¨ DE ALEJANDRO VON WEBER |
OTRA VISTA DE ¨ALACENA DE JUGUETES¨ DE ALEJANDRO VON WEBER |
UN HOMENAJE A LA ARTESANIA MEXICANA DEL JUGUETE EN ¨ALACENA DE JUGUETES¨ |
ALACENA, JUGUETES Y PINTURA EN LA OBRA DE ALEJANDRO VON WEBER |
24. “MAQUI HÁBELO” [2008, títere
articulado, tela y resina, 50 X 20 X 12 cm.] de Mario Martín del Campo.
Un títere con hilos negros es el centro de la obra y se
encuentra dentro de una vitrina rectangular de cristales transparentes. Viste
un pantalón y un cinturón color negro, una camisa rojo oscuro, unos guantes
blancos y unas zapatillas doradas. El personaje titiriteante enseña una nariz prominente y picuda, un rostro grave y
maduro y unos ojos negros, grandes y un tanto siniestros. Como contraste a su
investidura, levanta su pierna derecha como si estuviera bailando.
Por su atuendo del Renacimiento, la marioneta representa
al intelectual y político italiano Nicolás Maquiavelo (1469-1527), autor de El
Príncipe (1513), el cual fue un célebre tratado sobre política y gobierno.
En su obra, el artista construye a un personaje de la cultura europea y, por
ello, se acerca más a los adultos que a los niños. Incluso, juega con el nombre
para denotar un nuevo y complejo significado, tal vez relacionado con el posible
hecho de “haber” o tener algo. En suma, esta obra comunica más significados a
los espectadores adultos: Cultura culta, manipulación política, juego
lingüístico del nombre, intereses económicos. . . La vestimenta es fina y
delicada; sin embargo, el mejor logro artístico es el trazo del expresivo rostro
de nariz gruesa, boca apretada, ojos fríos, piel amarillenta y gesto adusto.
En este ensamble, un carro de juguete metálico color
naranja muestra el cofre abierto, justo en el momento en que acaba de ocurrir
un extraño e inusitado accidente. Un yunque negro aplastó el toldo metálico del
vehículo y botó la puerta del lado derecho.
Absurdamente, un hombre de raza negra se encuentra justo arriba del
pesado yunque de metal, desnudo el torso y vestido con pantaloncillo cortos de
color negro y amarillo, un turbante y un cinturón de color rojo. El hombre parece
manipular el yunque, pues sus brazos están en movimiento y su cara voltea hacia
abajo. El carro flota sobre un mar de lentejuelas o botones rojos y blancos, materialmente
cristalizado sobre una caja rectangular transparente forjada con resina.
Este novedoso ensamble de Peña implica una narrativa, es
muy descriptivo y sugerente y muestra gran dinamismo. Representa una inusitada
escena que podría forma parte de una película de acción con personajes
extranjeros y autos modernos. Por un lado, el hombre es de raza negra. Por
otro, la bandera plasmada en el toldo pertenece a un país anglosajón. Para
configurar esta escena, Peña utiliza un carro metálico de juguete de color muy
llamativo y la disposición de todas las figuras [humanas y objetuales] exhibe
un gran dinamismo. En realidad, es un juguete para niños del siglo XXI por su
novedad y originalidad y por su escena absurda de película de acción. ¿Qué paso
en realidad en esta escena? ¿El hombre cayó sobre el carro también o trata de
reparar el daño? Incluso, esta obra puede alcanzar un nivel alegórico: El
trabajador tradicional, primitivo y de origen africano destruye el carro bello
y deportivo propio de la modernidad del siglo XXI con la pesada y antigua herramienta
del yunque. Por el vivo colorido, la originalidad y la disposición de las
piezas del ensamble, destaca como una de las mejores obras de la exhibición “ARTE
Y JUGUETE”.
Este otro ensamble de Peña consiste ahora en un simbólico
cuadro relieve que representa un extraño homenaje al niño y sus juegos. Está construido
con una cabeza de niño al centro, la cual se encuentra rodeada de fierros
dorados ordenados simétricamente. En particular, la cabeza del infante luce
pintada como un payaso: Cejas negras y gruesas, un círculo rojo en cada
mejilla, un circulito rojo en nariz, leves rayitas negras arriba y debajo de los
ojos y manchas negras en la barbilla. Abajo, se observan dos hombrecitos de
plomo corriendo en sentidos opuestos y un antiguo carro metálico de juguete
pintarrajeado de rojo y blanco. El fondo del cuadro muestra bolitas y matices
dorados.
El artista Peña concentra a un paradigmático niño como
centro de su novedoso arte y su extraña artesanía. Algunos simbólicos juguetes
y los colores dorados dominantes fungen como fetiches de la infancia y entrañan
un homenaje y exaltación del infante. En sí, el ensamble revela modernidad y
actualidad y se aparta de los tradicionales sentimientos de ternura, simpatía y
dulzura que acompañan a los niños, como una forma de desacralizar al niño y a sus
juegos y juguetes.
27. “LA LOTERÍA” [2008, óleo sobre tela,
18 piezas, 10 X 17 cm. cada una] de Carlos Gutiérrez Angulo.
En el original cuadro, dos cajas-ensamble de madera funcionan
como dos pinturas al óleo con múltiples imágenes de un popular juego de mesa.
Cada caja está armada con tres compartimentos hasta integrar dos obras
artísticas separadas y contiguas. Cada cuadro en realidad es una tabla de la
lotería mexicana con nueve figuras cada una. El pintor recrea con gran
habilidad artística dieciocho tradicionales imágenes humanas, animales,
vegetales y objetuales. En la primera carta, se ven la bota, el borracho, la
sirena, el gallo, la muerte, el melón, la mano, el sol y el alacrán; en la
segunda, aparecen el pájaro, el diablo, la pera, la escalera, el corazón, el
barril, el camarón, la luna y la calavera.
En sí, el gran mérito del artista Gutiérrez es presentar
dieciocho pinturas pequeñas de gran calidad dentro de dos cuadros grandes, las
cuales a su vez retoman la imagen de las cartas de lotería. Sin embargo, el
colorido de las mismas es más suave que las cartas originales producidas por la
industria mexicana y el dibujo es un tanto distorsionante para romper la
perfección y la simetría de los dibujos del juego original. Ante todo, el
pintor agrega pequeños detalles novedosos a cada carta con situaciones cómicas
y creativas, de la misma forma en que los escritores retoman un tema literario
y lo recrean. Por ejemplo, la gigantesca y verde pera muestra una absurda
escalera recargada en su pulpa; el sol saca su lengua; el gallo está de pie
sobre un huevo; un hombrecillo blanco trepa sobre la escalera; arriba de la
bota aparece un pedazo de pierna humana, entre otras divertidas imágenes
novedosas. En general, su factura artística es cuidadosa y fina en el trazo de
los detalles y la elección de los colores, pero su intención es desmitificadora
y humorística. En resumen, es un gran homenaje artístico a la lotería mexicana
que ha divertido a las familias y a los niños durante muchas décadas del siglo
XX y del siglo XXI. La factura artística es de gran calidad y se orienta hacia
el trabajo en miniatura.
28. “FÓRMULA C.C.C.” [2015, Arte objeto,
madera y metal, 35 X 40 x 35 cm.] de César Correa Cervantes.
El ingenioso artefacto de Correa mira de frente con su
original estructura animal, la cual fue forjada con la madera de un instrumento
musical que ha sido alterado intencionalmente. La base de este artefacto es una
guitarra de madera y cuerdas, con ruedas de engranes metálicos incrustadas al
instrumento base, un largo cuello formado por el propio brazo del instrumento y
una cabeza breve con enormes y cómicos ojos.
Así pues, esta curiosa y simpática invención artística se
nutre de mucho sentido lúdico [un brazo de guitarra atornillado hacia arriba y
con solamente ojos en la cara]. Además, es una muy original forma de un
artefacto que puede llamarse “tortuga-carro”. En pocas palabras, la obra de
Correa esplende creatividad y humor.
La escultura es una pieza de gran calidad artística: Una
tortuga de piel rosada y de enorme caparazón y con un casco en la cabeza, todo pigmentado
en color marrón claro. Los detalles forjados son minuciosos y muy precisos, dentro
de una estructura muy simétrica, de apariencia obesa y pesada como una tortuga
de carey. De este modo, se pueden advertir las garras filosas en sus patas, los
gránulos de su piel y caparazón, las arrugas de la piel, los surcos geométricos
del caparazón y la boca abierta con su delgada lengua en color rosado claro.
Su factura estética es muy realista e impresionante.
Parece que es un animal vivo y disecado. El título hace énfasis en el carácter
lúdico del creador de la obra: Un “enfermo de juego” obsesionado con el verismo
zoológico de su pieza. Por ello, Gómez combina arte y ciencia, escultura y
zoología, usando la cerámica como material básico y la pigmentación apropiada. Es
una de las mejores obras de toda la muestra, un gran homenaje a los animales y
un regalo para los niños que pueden sentirse dentro de un zoológico y de un
museo de arte al mismo tiempo y por el mismo boleto.
¨LUDOPATA¨ DE JONATHAN GOMEZ |
La sólida pieza está configurada en un material muy original:
Piedra volcánica, con incrustaciones de metal forjado. Es un toro formado con
la gris piedra, con una placa de metal atornillada a la pieza que despliega
hacia arriba dos esbeltos cuernos torunos. La escultura se sostiene sobre
cuatro ruedas de duro metal, las cuales están sujetas con una placa y
tornillos. Se encuentra dentro de una vitrina de vidrios claros, como otras
piezas de la presentación artística colectiva.
La hechura de esta estatua de Peña es clásica y
paradigmática y denota primitivismo y rusticidad. Además, las justas tallas le
han dado el equilibrado volumen corporal; en tanto, las cuatro patas básicas
lucen como muñones y el artista abrió unas sencillas ranuras en la cara, que
representan los básicos ojos, nariz y
hocico. En especial, las ruedas le dan funcionalidad al duro y durable juguete
o escultura, para ser operado por los niños. Sin embargo, las dimensiones, peso
y forma de la efigie animal parecen destinadas más bien para la apreciación
estética de los espectadores adultos.
¨TORITO¨ DE MIGUEL ANGEL PENA |
El juguete y escultura representa la figura sólida de un
caballo de piedra gris muy similar a la pieza anterior. Se encontraba también
dentro de una vitrina de cristales transparentes. Cuenta con una breve montura
con botones de metal. Está montada sobre un alto carro de varillas y ruedas de
metal y los rasgos de la cara aparecen ligeramente trazados, como en la
anterior figura del toro.
La pieza de Peña fue forjada como un duro y perdurable juguete
deslizable, parecido a los caballitos de madera. En especial, el intrincado
montaje de largas varillas metálicas le da una gran jerarquía de obra artesanal
y de arte escultórico. Fue armada con un meticuloso ensamble creado por parte
del artista. El compuesto de caballo y carro de ruedas en metal adquiere
resonancias clásicas con la Antigüedad griega y se asemeja al famoso Caballo de
Troya que utilizaron los aqueos para penetrar en la ciudad fortificada de Troya
y derrotar a sus aguerridos pobladores. Otro artista, Mario Martin del Campo, presenta
una pieza con figura animal en esta muestra y referencia a las épicas clásicas
griegas de la Antigüedad, la cual se titula precisamente “CABALLO DE TROYA” (Ver
arriba la obra número 16).
32. “GENERACIÓN #” [2015, cerámica y
talavera poblana, cinco piezas de 36 X 12 X 8 cm. cada una] de Gloria Carrasco.
Cuatro muñecas semidesnudas de pie y una sentada al
centro conforman piezas de artesanía, juguete o escultura. Se encuentran todas agrupadas
como una generación que comparten modas similares en el vestir y en el peinado,
todas colocadas justo dentro de una vitrina de vidrios transparentes. Sus
cabelleras son sofisticadas, teñidas ligeramente de rayos amarillos, rojos y
blancos; visten una peculiar ropa interior con medias largas y traen botines
negros muy elegantes. Algunas de estas ropas interiores muestran atrevidos y
modernos dibujos, tales como una osamenta humana y un extraterrestre típico del
siglo XXI o cargan un crucifijo negro.
Las cinco muñecas de la artista Carrasco representan supuestamente
a la generación de las jóvenes mujeres que no cuenta con un número específico dentro
de la sociedad del siglo XXI. Todas ellas lucen rebeldes, sensuales, eróticas,
polifacéticas y atrevidas, como vampiresas o bailarinas de cabaret. El brillo
de los materiales originales de su fabricación les da una singular belleza y sus
cuerpos emanan un simbólico sentido de novedad o cosa nueva. De este modo, Carrasco
crea un arte para adultos y un arte feminista que propone la liberación sexual
de los cuerpos de las mujeres, con gran sentido lúdico en la configuración de
las originales muñecas. Al mismo tiempo, se integra a la temática general de la
muestra “ARTE Y JUGUETE” y reproduce
juguetes de muñecas con una singular y audaz belleza y un alto sentido
revolucionario para las mujeres mexicanas y las mujeres de otras naciones.
Tres vitrinas de cristales exhiben figuras de cerditos de
diferentes tamaños, con pigmentos muy coloridos y con lujosas piezas de joyería
en sus cuerpos. Unos son relumbrosos, otros enjoyados y otros lucen como
vegetales. En la primera vitrina, se ve justo arriba a un puerco de cristal
transparente y ojillos negros, con el interior lleno de collares de perlas
azules y plateadas. Lo rodean cuatro animalitos de cara vivaz y tierna, dos de
color negro y dos de color amarillo mostaza. Abajo, descansa el puerco más
grande y gordo, el cual fue formado con lentejuelas de color amarillo y algunos
leves dibujos florales negros en la cara. Todo el cuerpo de este cerdo mayor
emana el brillo de los diferentes materiales.
En la segunda vitrina, se continúa con el peculiar y curioso montaje de puercos. Un cerdo de metal plateado en posición de pie es la base para sostener en el lomo una pequeña caja de paredes transparentes, donde se ve a siete puerquitos formados con bolitas en colores negro, rosa y blanco. Justo arriba de esta cajita, en un tercer nivel, un marranillo de piel rosada mira de frente y de pie como el cerdo de la base. Sus ojitos son risueños y azules, tiene un moño blanco en el lomo y una trompa formada con bolitas de perla blanca.
En la tercera vitrina, se encuentran dos cerdos creados con otros materiales, los cuales miran de frente hacia los espectadores: Uno es amarillo con trompa color rosa y orejas amarillas en forma de flores y está cubierto con plantas verdes artificiales, como si estuviera escondido en un matorral; el otro es de piel morada, de cabeza rosa y trompa dorada con bolitas azules en forma de joya. Está cubierto de múltiples piezas de metal dorado en forma de corona y, en general, luce como un animal muy rico y repleto de joyas y metales preciosos.
En la segunda vitrina, se continúa con el peculiar y curioso montaje de puercos. Un cerdo de metal plateado en posición de pie es la base para sostener en el lomo una pequeña caja de paredes transparentes, donde se ve a siete puerquitos formados con bolitas en colores negro, rosa y blanco. Justo arriba de esta cajita, en un tercer nivel, un marranillo de piel rosada mira de frente y de pie como el cerdo de la base. Sus ojitos son risueños y azules, tiene un moño blanco en el lomo y una trompa formada con bolitas de perla blanca.
En la tercera vitrina, se encuentran dos cerdos creados con otros materiales, los cuales miran de frente hacia los espectadores: Uno es amarillo con trompa color rosa y orejas amarillas en forma de flores y está cubierto con plantas verdes artificiales, como si estuviera escondido en un matorral; el otro es de piel morada, de cabeza rosa y trompa dorada con bolitas azules en forma de joya. Está cubierto de múltiples piezas de metal dorado en forma de corona y, en general, luce como un animal muy rico y repleto de joyas y metales preciosos.
Se conjugan en estas diecisiete piezas de la artista Pereyra
aspectos grotescos y bellos, arte y artesanía, escultura y juguete, estética y
crítica social. Aunque parecen sencillas joyas o artesanías de lujo, todas
estas estatuillas o juguetes transmiten un sutil mensaje adulto a los
espectadores que viven en México y conocen el marcado estado de descomposición
social y degradación moral de dicho país. Al mismo tiempo, a nivel más
superficial, pueden verse como simples piezas lúdicas para los niños y hasta
objetos de adorno para las casas. En conjunto, los puercos definen un simbólico
estado moral de la sociedad mexicana del siglo XXI, por medio de símbolos
animales: Los mexicanos y/o los poderosos son extremadamente corruptos y su
riqueza se funda en esta falla moral. Por ello, algunos de los cochinos
muestran lujo y riqueza en el interior y el exterior de sus cuerpos, otro
parece esconderse entre arbustos. Asimismo, la artista Pereyra juega con el
título de su obra e intensifica su crítica social de su propio país, poniendo
la sílaba final de la palabra “México” como la primera sílaba de la segunda
palabra “cochino”. De esta manera, transmite el vigoroso mensaje de que la
nación entera está fundida o integrada plenamente con la corrupción moral, justo
durante el siglo XXI.
Las estatuillas son dos muñecas con caras de piel
desgastada. Una trae un vestido negro luctuoso y zapatos y medias del mismo
color; otra, lleva un vestido azul rey y medias y zapatos blancos. Las dos están
sentadas una junto a otra, justo dentro de una vitrina de cristales
transparentes. La de negro porta un cinturón plateado y la del vestido azul
enseña olancitos blancos en la parte inferior de la prenda. Particularmente, la
muñeca de negro posee un racimo de uvas amarillas en su regazo.
El artista Calderón forja muñecas feas, de cuerpos
irregulares y vestidos muy tradicionales. Por los nombres del título, son
personajes europeos y denotan un cierto cosmopolitismo. En este sentido, las
dos piezas parecen diseñadas para los adultos. En particular, combinan el
juguete de la muñeca y el mensaje de la soledad, aparente soltería y vejez de
la mujer extranjera del mundo desarrollado. En especial, las dimensiones de los
cuerpos femeninos son deformes y grotescas. Las mujeres tal vez sean unas
típicas solteronas. Finalmente, los gestos de las caras son básicos y reflejan fealdad,
melancolía y desencanto.
¨JUSTIN Y JULIETTE¨ DE ULISES CALDERON |
II “ARTE Y JUGUETE”:
JUEGO, MATERIALES Y FUENTES DE CREACIÓN
Ante todo,
las obras de esta importante exhibición del Museo
Casa Redonda se enfocan en la importancia del juego y el juguete en la
sociedad moderna, tanto del siglo XX como del siglo XXI. Todas ellas crean
belleza y transmiten un sentido de juego, es decir, son lúdicas. “Lúdico” se
refiere a “sentir, expresar, comunicar y producir emociones primarias (reír,
gritar, llorar, gozar)”, según el cartel de presentación de la muestra “ARTE
Y JUGUETE”. En particular, estas emociones van dirigidas a desarrollar
la diversión, el esparcimiento y el placer. Por otro lado, los juegos
infantiles son mentales y físicos, señala el citado cartel.
Por otro
lado, la producción artística de la humanidad se finca precisamente en el
sentido lúdico de la vida. El filósofo e historiador Johan Huizinga sostiene
que las obras artísticas se basan primordialmente en “la noción del homo ludens” u hombre lúdico y, por
tanto, el juego en sí mismo es el origen de la obra de arte y el sentido lúdico
emerge con más importancia que el proceso artístico mismo, de acuerdo al citado
cartel de presentación de esta muestra. Así pues, los artistas mexicanos proyectan
en esta importante exhibición una verdadera “nostalgia por el juguete”, por
medio de sus pinturas, esculturas, ensambles y artefactos.
El tipo de juguete, los materiales y los medios de
comunicación son también una parte importante en la configuración de los
juguetes modernos. De este modo, estos artísticos juguetes de los mexicanos de
esta muestra van de “lo artesanal a lo industrial, de lo mecánico a lo
electrónico, de lo ingenuo a lo complejo”, explica el citado documento expuesto
en el Museo Casa Redonda. Por otro
lado, los juguetes usualmente han sido construidos con madera, metal y
plásticos y la televisión, las historietas y el cine han sido la fuente de
creación de diversos juguetes para los niños, desde mediados de la década de
los cincuenta hasta el siglo XX, concluye este cartel.
En conclusión, la muestra colectiva “ARTE Y JUGUETE” exhibe
belleza, creatividad, ingenio, juego y reflexión. Asimismo, plantea
cuestionamientos a la sociedad mexicana actual y ofrece interesantes visiones
plásticas sobre la vida humana. Esencialmente, expone diversos imaginarios
estéticos de veintiséis artistas mexicanos de diferentes generaciones. Seguramente,
muchos espectadores sintieron nostalgia por esas treinta y cuatro piezas que
rinden homenaje al juguete mexicano y extranjero y admiraron el talento, la
creatividad y la imaginación de los veintiséis artistas mexicanos. La
prominente y original exhibición “ARTE Y JUGUETE” fue presentada en el
Museo Casa Redonda de la ciudad de
Chihuahua, entre el 12 de marzo y el 15 de mayo de 2016.
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