HUMANISMO EN EL SIGLO XXI
ÓSCAR
ROBLES
México debe construir una sociedad más humana y
humanista, vivir más dentro de la civilización occidental que dentro del
capitalismo crudo y salvaje de la globalización. Los ciudadanos deben ser más
comprensivos, compasivos, comunitarios, educados y solidarios.
Para llegar a ser así, se necesitan más cultura y educación
verdaderamente “nutritivas”, para desplazar la nociva “cultura chatarra” y las “anticulturas
de la destrucción”. Una sociedad sin conocimientos y saberes constructivos es
una sociedad muerta.
Las
instituciones de civilización deben procrear más seres amorosos, más de piel
que de hiel, más de corazón que de hígado. Deben encontrar nuevas formas de moldear
a los mexicanos con humanismo auténtico. De esta forma, pueden neutralizar el
crudo y cruel materialismo meramente consumista, arrogante y patrimonialista. “Amar”
más que “poseer” es la guía. Jesucristo lo pregonó en los Evangelios.
Si no
somos más humanos, somos máquinas, zombis, animales de puro instinto. El culto
al cuerpo (belleza, salud) debe ir acompañado del culto al intelecto (educación
y cultura profunda) y del culto al espíritu (amor en todas sus manifestaciones).
En el siglo XXI, la sociedad mexicana se ha desbordado hacia prácticas tanáticas
más que eróticas y más destructivas que constructivas por la falta de humanismo.
El
capitalismo global nos está llevando a la codicia excesiva y a la infelicidad,
en su fase mecanicista, altamente productiva, selectiva y tecnologizada. Hay gente
que ama más a su vehículo automotor o a su mascota que a un ser humano. El
capitalismo puramente materialista nos está conduciendo a la destrucción, la
enfermedad, la depresión, el suicidio y la muerte.
Humanismo
es aprender a vivir y convivir con los seres humanos, nuestros prójimos,
nuestra especie. Las máquinas (autos, celulares, televisores, computadoras) nos
apartan de la profunda experiencia de lo humano universal.
Unos
simples “buenos días”, “gracias”, “con permiso”, “disculpe usted” practicados cada
día son un buen principio para humanizarnos. Un paseo por la calle o un parque
nos devuelve a la vida verdadera en contacto con los seres humanos y la
naturaleza. Tenemos que recuperar nuestra esencia humana, perdida en las nuevas
“junglas de concreto, asfalto y metal” del siglo XXI.