“LA POESÍA ESTÁ MUY LIGADA AL HABLA VIVA”: EDUARDO LIZALDE EN CONVERSANDO CON CRISTINA PACHECO[1]
ÓSCAR ROBLES
Eduardo Lizalde (1929—) es uno de los mejores poetas mexicanos de la historia, al lado de Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695), Ramón López Velarde (1888-1921), Xavier Villaurrutia (1903-1950), José Gorostiza (1901-1973), Rosario Castellanos (1925-1974) Octavio Paz (1914-1998), Rubén Bonifaz Nuño (1926—), Jaime Sabines (1926-1998) y José Emilio Pacheco (1939—), entre otros. Lizalde recibió el prestigioso Premio Alfonso Reyes 2011 y por este motivo la periodista mexicana Cristina Pacheco lo entrevistó en Conversando con Cristina Pacheco, el cual fue transmitido por el Canal Once el pasado 5 de agosto de 2011. El Premio Alfonso Reyes también fue recibido por Paz y Bonifaz Nuño.
En el programa televisivo, Lizalde y Pacheco hablaron principalmente de literatura mexicana, de la función de la poesía, de algunos libros de poemas y de cuentos del propio Lizalde, y de música clásica, especialmente de ópera. A sus ochenta y dos años de edad, Lizalde lucía muy vital, con su clásica voz de tenor, vestido en un impecable traje azul y con una corbata colores azul cielo y blanco. A continuación se ofrecen los principales comentarios del excelso poeta nacido en la Ciudad de México. Estos comentarios fueron organizados en tópicos y no en el orden cronológico de la entrevista. Se usa el tiempo presente de indicativo en la mayoría de los verbos para dar vivacidad y actualidad a la gran entrevista.
1. LITERATURA MEXICANA
Lizalde no conoció personalmente a Alfonso Reyes, pero ha leído la obra tan vasta del connotado escritor regiomontano. “Reyes es una enciclopedia, es la mitad de la literatura mexicana. La otra mitad es Octavio Paz”, refiere esta clásica exageración para exaltar la extensa obra de los ambos escritores mexicanos. En especial, expone que Paz afirmaba que “Reyes estaba dotado de una gran sensibilidad poética”. Incluso, el argentino Jorge Luis Borges decía que Reyes era su maestro, agrega Pacheco.
Actualmente, Lizalde es director de la Biblioteca de México. Otros directores fueron el poeta Jaime García Terrés y el filósofo y el escritor José Vasconcelos. “Vasconcelos declaraba que él no era un artista tan perfecto como Martín Luis Guzmán”, señala.
Lizalde refiere que el crítico mexicano José Luis Martínez dejó unos poemas incompletos de López Velarde, “para que alguien los reescribiera”. “Voy a publicar poemas apócrifos imitando a Sor Juana”, informa Lizalde. Cuenta que el crítico estadounidense Harold Bloom dice que hay poetas en lengua inglesa que son fáciles de clasificar, “que puede verse a poetas con claridad y a otros que ya no se pueden clasificar como [John] Keats”. En realidad, “el autor y creador excepcional es inclasificable”, finaliza.
2. LA FUNCIÓN DE LA POESÍA
“La poesía no sirve para nada, según [Antonio] Gramsci”, opina Lizalde. Sin embargo, “la poesía implica un esfuerzo humano y el poeta quiere tener interlocutores”. Para Lizalde, “la poesía está ligada al habla viva. He publicado discos con mis poemas y algunos me descubren ahí como poeta”. Lizalde se refiere en parte a la edición Eduardo Lizalde (grabación discográfica de una selección de sus poemas (2ª. Ed. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1990). También, Lizalde habla de traducciones de algunos poetas europeos: “Es un placer leerse” y también “me gusta leer los textos ajenos. Por eso, hice una antología con traducciones de [Rainer María] Rilke, Víctor Hugo, [Georg] Trakl”. En particular, una muestra de sus traducciones aparece en la sección “Baja traición” del poemario Tabernarios y eróticos (México: Vuelta, 1988). Para Lizalde, la traducción es “el mismo ejercicio” que la poesía propia, “pero está sometido al poema de otro autor”.
“Todo nuevo poema es la premonición de otros poemas”, indica Lizalde. Luego habla en particular del tigre como una de sus obsesiones en sus libros de la década de los setenta: “Todos los poetas tenemos obsesiones, también los pintores. . . Nos cambian los tiempos, las catástrofes”. La imagen poética del tigre aparece especialmente en El tigre en la casa (1970), Caza mayor (1979) y Otros tigres (1995), unas veces como metáfora, otras como símbolo del amor desgraciado.
Lizalde y Pacheco hablan de la poesía como un “género elitista” y de la novela como “un género plebeyo”. “Nos leemos entre nosotros”, dice Lizalde sobre los poetas. Sin embargo, los poetas “no tenemos la misma cantidad de lectores que a principios de siglo [el siglo XX]”, indica Lizalde. Por ejemplo, “José Gorostiza publica Muerte sin fin en 1939 y tardan quince años en vender los quinientos ejemplares de la primera edición”. Por su parte, el francés “[Charles] Baudelaire era leído por pocas personas y los Goncourt [Edmond y Jules] eran los más leídos en su tiempo [el siglo XIX]”, refiere Lizalde. En la actualidad, “tenemos más lectores de los que pensamos. Encontré unos jóvenes poetas que me han leído en provincia”, según Lizalde, y estos “veinte poetas comentan mis libros y encuentran cosas que no había visto”.
3. ALGUNOS LIBROS DE LIZALDE
“Mi libro más celebrado es El tigre en la casa. Fue escrito antes de 1970, “pero estuvo en los cajones del Fondo de Cultura Económica mucho tiempo”, cuenta. El tigre y Caza mayor muestran panoramas oscuros del mundo. “A veces escribimos cosas terribles y pesimistas”, considera Lizalde. En tanto, “Algaida es un poema extenso y más reciente”, pero no está incluido en Nueva memoria del tigre. Poesía 1949-2000 (México: Fondo de Cultura Económica, 2005).
Pacheco confiesa que encontró más de cien referencias a diferentes animales en los libros de poemas de Lizalde y, en especial, le pregunta sobre las posibles fuentes literarias en las que descubrió el tigre como imagen poética central en su poesía. Lizalde confiesa que “fui lector de Salgari, (Honoré de) Balzac”. Para Pacheco, “la belleza, la sagacidad y la destrucción del tigre son una seducción metafórica en tus libros”. “El tigre es la bestia suprema”, resume Lizalde.
Almanaque de cuentos y ficciones (1955-2005) (México: ERA / UNAM, 2010) contiene cuarenta y cinco relatos de Lizalde. Uno de los cuentos de este libro es “La cámara”, el cual apareció por primera vez en el “cuentario” La cámara (1960). En especial, “La cámara” trata el tema de los ilegales en la frontera mexicoamericana. “Es la historia de un pollero que lleva ilegales” a los Estados Unidos”. En realidad, “es un cuento pionero de los espaldas mojadas” mexicanos. En cambio, “El náufrago” está inspirado en la novela El viejo y el mar (1952) del escritor estadounidense Ernest Hemingway y tiene un tema fascinante como en las obras del estadounidense Herman Melville y del polaco-inglés Joseph Conrad, según Lizalde. Es la historia de “un hombre que sobrevive contándose una historia” perdido en el mar y “El náufrago” “es un cuento de 1956”, concluye el poeta mexicano.
4. MÚSICA CLÁSICA Y ÓPERA
Lizalde habla de sus aspiraciones de juventud de ser poeta, pintor y cantante. Al hablar, es notoria su voz peculiar de tenor. En particular, el poeta mexicano es muy aficionado a la música clásica y a la ópera. En 1990, era director del Departamento de Ópera en el Instituto Nacional de Bellas Artes. En algunos de sus poemas, incluye referencias a textos musicales clásicos. Por ejemplo, la sección de poemas Dichterlieb / oleros de Memoria del tigre (1983) es un homenaje al lied o lieder alemán (Enciclopedia Salvat Diccionario. 1985). Entre los poemas de Lizalde, se encuentra “Confúndelos y túrbalos”, en el cual aparece un epígrafe de la célebre ópera Fausto (1859) del francés Charles Gounod.
Lizalde habla de la esplendorosa cantante estadounidense María Callas. “Conocí a Callas, la voz más potente y perfecta. La belleza de la voz era extraordinaria”, sostiene Lizalde. En un cuento de Almanaque, la protagonista es una cantante llamada Aurora. Ella “pierde la voz y tiene una planta que canta. Las dos mueren”. “También Callas perdió la voz y no cantó después de los cuarenta años de edad”, relata Lizalde.
Lizalde confiesa que no se dedicó a cantar ópera “por falta de disciplina”. “Me distrajeron la política, el matrimonio y la literatura. Antes no había condiciones para ser cantante de ópera en México”, describe este lamentable panorama de la primera mitad del siglo XX. Apunta que en México había “un teatro y trescientos en Alemania”, destinados especialmente a la práctica de la ópera. Confiesa que le gustaría que musicalizaran sus poemas algún día.
Finalmente, Lizalde informa que el narrador jalisciense “[Juan] Rulfo era experto en música sacra. Conocía la música barroca y tenía muchos discos” de música clásica. Rulfo y su coterráneo Juan José Arreola “eran grandes genios de la época”. Muchas veces “jugué ajedrez con Arreola”, comenta Lizalde.
Casi al final de la entrevista, Lizalde lee el poema “Dicen que el amor embellece” con su sonora voz. Es la historia de una mujer hermosa y vanidosa, amante del hablante poético. De tanto amarla, la mujer se hace más bella. Es una muestra de la gran obra poética de Lizalde.
Entre otros méritos, sus numerosos y excelentes libros de poesía y el Premio Alfonso Reyes confirman a Eduardo Lizalde como uno de los grandes poetas mexicanos de la historia. Incluso, puede ser un posible candidato oficial al Premio Nobel de Literatura.
[1] Este artículo fue publicado originalmente en la prestigiosa y ya desaparecida revista Chihuahua Moderno en octubre de 2011. Para publicarse en este espacio de Blog, se hicieron algunas mínimas correcciones gramaticales.